Panzer, el arma que dio y quitó poder al Eje
lunes, 22 de julio de 2013
domingo, 21 de julio de 2013
PGM: Tanque Renault FT-17 francés
El mejor carro de combate de la Primera Guerra Mundial: el tanque francés Renault FT-17
Por Rafael Mariotti
Si fueron los franceses quienes fabricaron los peores tanques de la guerra (el Saint Chamond y el Schneider), debe notarse también que fabricaron, de lejos, el mejor de todos, el Renault FT-17, un vehículo verdaderamente revolucionario que profetizó la forma y las características de los tanques para el futuro, aún para nuestros días. Surgió del deseo de proporcionar a los tanques Standard como el CA 1 un compañero más liviano, diseñado para estar en mejor condiciones que los tanques pesados de explotar las rupturas. Fue un proyecto semi-privado entre el pionero del arma blindada francesa, Estienne, y la empresa francesa Renault.
Este tanque se encuentra entre los más revolucionarios e influyentes diseños de la historia. Fue el primero con armamento en una torreta completamente rotatoria, y su configuración con la torreta arriba, el motor atrás y el conductor al frente se convirtió en un clásico, repetido en la mayoría de los tanques hasta hoy día, tan familiar a nuestros ojos contemporáneos que hoy día solo con dificultad podemos comprender su naturaleza única y revolucionaria.
Los estudios para producir un nuevo tanque liviano empezaron en mayo de 1916 por el famoso fabricante de autos Louis Renault, sin otra razón aparente que la de involucrar al magnate del acero Paul Thomé en sus planes de negocios. Uno de sus más talentosos ingenieros diseñadores, Rodolphe Ernst-Metzmaier fue el real creador del moderno concepto.
Aunque el proyecto era mucho más avanzado que los dos primeros tanques franceses a punto de entrar en producción: el Schneider CA1 y el pesado St. Chamond, Renault tuvo al principio grandes problemas para conseguir su aceptación. Aún después del primer empleo del tanque por los ingleses el 15 de Septiembre de 1916, cuando el pueblo francés reclamó el desarrollo de sus propios modelos, la producción del tanque liviano fue casi cancelada a favor de la del tanque superpesado (llamado luego Char 2C). Irónicamente, era de nuevo su mismo técnico, Ernst-Metzmaier, quien había diseñado este monstruo cuando Renault estaba colaborando con otra empresa, FCM.
Sin embargo, con el incansable aliento del Brigadier General Jean Baptiste Eugéne Estienne (1860-1936), el “Padre de los Tanques”, y los sucesivos dirigentes político-militares franceses que vieron a los tanques livianos como una opción más práctica y realista, Renault pudo al fin continuar con su diseño. Sin embargo, la competencia con el Char 2C habría de durar hasta el mismo final de la guerra, el 11 de Noviembre de 1918.
Luego de muchas demoras burocráticas, los primeros prototipos fueron probados a comienzos de 1917 y fueron un éxito inmediato. Poseían un cierto número de características muy novedosas, como una torreta giratoria de fácil giro – movida manualmente.
El prototipo fue lentamente perfeccionado durante la primera mitad de 1917 pero 2.697 fueron entregados antes del final de la guerra. Al menos 3.177 fueron fabricados en total –y quizá más: algunos estiman tantos como 4.000 para todas las versiones combinadas. Sin embargo, los 3.177 son la entrega total al ejército francés, 514 fueron quizás directamente entregados al ejército norteamericano y 3 al italiano, dando una producción total de 3.694.
Esta torreta hacía que emplear el armamento fuese mucho más flexible y efectivo, y todo el vehículo era considerablemente más ágil y fácil de manejar que sus parientes más pesados, aunque mejor protegidos. Aunque la escasa longitud del vehículo –resuelta en parte con la adición de una cola especial- a menudo hacía difícil el cruce de trincheras, el sistema de orugas con su gran rueda frontal proporcionaba al tanque una buena capacidad para trepar por obstáculos elevados. También probó ser fácilmente adaptable para numerosas versiones (al lado de los modelos básicos ya sea con una ametralladora o con un cañón de 37 mm).
Tanto los franceses como los norteamericanos emplearon el FT 17 durante la Primera Guerra Mundial, y también los ingleses y los canadienses utilizaron algunos, pero como vehículo de transporte y reconocimientos: con el armamento retirado y el orificio delantero abierto, permitía al pasajero una buena visual frontal.
El tanque fue ampliamente empleado por los franceses y americanos en las últimas fases de la guerra. El tanque era barato y bien adaptado para la producción en masa. De hecho, la sola producción fue empleada como un arma en si debido a que se había fijado una meta de fabricar 12.260 (4.400 en EE.UU.) para antes del final de 1919. Esta preocupante perspectiva fue uno de los muchos factores que decidió al Alto Mando Alemán a lanzar las gigantescas ofensivas al todo-o-nada de la primavera de 1918, que a su vez debilitaron su ejército de tal manera que colapsó en el verano de ese año.
El FT-17 en acción
El Renault FT-17 –el término FT siendo un número de producto interno de la Renault, y el 17 el año de su construcción- fue empleado por vez primera en combate el 31 de mayo de 1918, apoyando el ataque de la infantería marroquí en el bosque de Retz, como parte de los esfuerzos por detener la Ofensiva Alemana de Primavera. El siguiente es un extracto de un parte escrito por uno de los protagonistas, capitaine Aubert de la Compañía 304va:
El FT-17 era un tanque sencillo, demandando un quinto del costo de producir un tanque mayor, como el Schneider o el Saint Chamond. Esta fue otra de sus grandes ventajas, haciendo posible producirlo en grandes cantidades, lo que posibilitó emplearlos con el método francés de “enjambre de abejas”, que significaba simplemente abrumar las defensas alemanas, específicamente los cañones empleados para defensa anti-tanque.
Se puede notar también su simplicidad en su diseño interno. El interior contenía apenas lo esencial –nótese por ejemplo que el comandante no tiene asiento, sino que emplea una especie de cinta para sentarse.
inserto alqunas imágenes: esquema de interior del tanque, su diseño de colores de camouflage, y 2 fotografías
Por Rafael Mariotti
Si fueron los franceses quienes fabricaron los peores tanques de la guerra (el Saint Chamond y el Schneider), debe notarse también que fabricaron, de lejos, el mejor de todos, el Renault FT-17, un vehículo verdaderamente revolucionario que profetizó la forma y las características de los tanques para el futuro, aún para nuestros días. Surgió del deseo de proporcionar a los tanques Standard como el CA 1 un compañero más liviano, diseñado para estar en mejor condiciones que los tanques pesados de explotar las rupturas. Fue un proyecto semi-privado entre el pionero del arma blindada francesa, Estienne, y la empresa francesa Renault.
Este tanque se encuentra entre los más revolucionarios e influyentes diseños de la historia. Fue el primero con armamento en una torreta completamente rotatoria, y su configuración con la torreta arriba, el motor atrás y el conductor al frente se convirtió en un clásico, repetido en la mayoría de los tanques hasta hoy día, tan familiar a nuestros ojos contemporáneos que hoy día solo con dificultad podemos comprender su naturaleza única y revolucionaria.
Los estudios para producir un nuevo tanque liviano empezaron en mayo de 1916 por el famoso fabricante de autos Louis Renault, sin otra razón aparente que la de involucrar al magnate del acero Paul Thomé en sus planes de negocios. Uno de sus más talentosos ingenieros diseñadores, Rodolphe Ernst-Metzmaier fue el real creador del moderno concepto.
Aunque el proyecto era mucho más avanzado que los dos primeros tanques franceses a punto de entrar en producción: el Schneider CA1 y el pesado St. Chamond, Renault tuvo al principio grandes problemas para conseguir su aceptación. Aún después del primer empleo del tanque por los ingleses el 15 de Septiembre de 1916, cuando el pueblo francés reclamó el desarrollo de sus propios modelos, la producción del tanque liviano fue casi cancelada a favor de la del tanque superpesado (llamado luego Char 2C). Irónicamente, era de nuevo su mismo técnico, Ernst-Metzmaier, quien había diseñado este monstruo cuando Renault estaba colaborando con otra empresa, FCM.
Sin embargo, con el incansable aliento del Brigadier General Jean Baptiste Eugéne Estienne (1860-1936), el “Padre de los Tanques”, y los sucesivos dirigentes político-militares franceses que vieron a los tanques livianos como una opción más práctica y realista, Renault pudo al fin continuar con su diseño. Sin embargo, la competencia con el Char 2C habría de durar hasta el mismo final de la guerra, el 11 de Noviembre de 1918.
Luego de muchas demoras burocráticas, los primeros prototipos fueron probados a comienzos de 1917 y fueron un éxito inmediato. Poseían un cierto número de características muy novedosas, como una torreta giratoria de fácil giro – movida manualmente.
El prototipo fue lentamente perfeccionado durante la primera mitad de 1917 pero 2.697 fueron entregados antes del final de la guerra. Al menos 3.177 fueron fabricados en total –y quizá más: algunos estiman tantos como 4.000 para todas las versiones combinadas. Sin embargo, los 3.177 son la entrega total al ejército francés, 514 fueron quizás directamente entregados al ejército norteamericano y 3 al italiano, dando una producción total de 3.694.
Esta torreta hacía que emplear el armamento fuese mucho más flexible y efectivo, y todo el vehículo era considerablemente más ágil y fácil de manejar que sus parientes más pesados, aunque mejor protegidos. Aunque la escasa longitud del vehículo –resuelta en parte con la adición de una cola especial- a menudo hacía difícil el cruce de trincheras, el sistema de orugas con su gran rueda frontal proporcionaba al tanque una buena capacidad para trepar por obstáculos elevados. También probó ser fácilmente adaptable para numerosas versiones (al lado de los modelos básicos ya sea con una ametralladora o con un cañón de 37 mm).
Tanto los franceses como los norteamericanos emplearon el FT 17 durante la Primera Guerra Mundial, y también los ingleses y los canadienses utilizaron algunos, pero como vehículo de transporte y reconocimientos: con el armamento retirado y el orificio delantero abierto, permitía al pasajero una buena visual frontal.
El tanque fue ampliamente empleado por los franceses y americanos en las últimas fases de la guerra. El tanque era barato y bien adaptado para la producción en masa. De hecho, la sola producción fue empleada como un arma en si debido a que se había fijado una meta de fabricar 12.260 (4.400 en EE.UU.) para antes del final de 1919. Esta preocupante perspectiva fue uno de los muchos factores que decidió al Alto Mando Alemán a lanzar las gigantescas ofensivas al todo-o-nada de la primavera de 1918, que a su vez debilitaron su ejército de tal manera que colapsó en el verano de ese año.
El FT-17 en acción
El Renault FT-17 –el término FT siendo un número de producto interno de la Renault, y el 17 el año de su construcción- fue empleado por vez primera en combate el 31 de mayo de 1918, apoyando el ataque de la infantería marroquí en el bosque de Retz, como parte de los esfuerzos por detener la Ofensiva Alemana de Primavera. El siguiente es un extracto de un parte escrito por uno de los protagonistas, capitaine Aubert de la Compañía 304va:
“La señal fue dada, “Avancen”. Luego de unos cientos de metros, de repente ya no había el campo de maíz. Estábamos en campo abierto, no cultivado. Tan pronto como salimos estuvimos sujetos a un nutrido fuego de ametralladoras pesadas dirigido principalmente contra las mirillas y las escotillas. El golpe de las balas contra el blindaje, seguido del chispazo, nos indicó la dirección general del fuego. En nuestro caso provenía de la izquierda. Muchas balas pegaban la camisa blindada del cañón lo que hacía el giro de la torreta difícil. Pero giramos la torreta y allí estaba la ametralladora, a no más de 45 metros de distancia. Nos tomó 5 disparos ponerla fuera de combate, y las orugas completaron el trabajo. Todos los tanques estaban alineados. Todos estaban en acción disparando y maniobrando, lo que significaba que estábamos en la línea enemiga de resistencia”.
El FT-17 era un tanque sencillo, demandando un quinto del costo de producir un tanque mayor, como el Schneider o el Saint Chamond. Esta fue otra de sus grandes ventajas, haciendo posible producirlo en grandes cantidades, lo que posibilitó emplearlos con el método francés de “enjambre de abejas”, que significaba simplemente abrumar las defensas alemanas, específicamente los cañones empleados para defensa anti-tanque.
Se puede notar también su simplicidad en su diseño interno. El interior contenía apenas lo esencial –nótese por ejemplo que el comandante no tiene asiento, sino que emplea una especie de cinta para sentarse.
inserto alqunas imágenes: esquema de interior del tanque, su diseño de colores de camouflage, y 2 fotografías
sábado, 20 de julio de 2013
Guerras napoleónicas: La derrota de Bailén
Bailén, la batalla donde Napoleón fue cruelmente humillado por el Ejército español
MANUEL P. VILLATORO
El 19 de julio de 1808, las tropas de Bonaparte sufrieron en Andalucía su primera derrota de la historia en campo abierto
Para cumplir esta misión, los franceses enviaron unos 9.000 soldados de infantería, a los que los que se sumaron unos 4.000 hombres montados (entre coraceros –la caballería de élite del ejército galo experta en ataques cuerpo a cuerpo- y dragones –jinetes armados con mosquetes-). Al mando de esta fuerza estaba Dupont, uno de los generales más destacados y fiables del «pequeño corso».
Así, los defensores consiguieron reunir una fuerza equiparable a la de los crueles «gabachos» al contar con 30.000 soldados. Sin embargo, más de la mitad del ejército estaba formado por milicianosque, aunque tenían en su interior el ardor propio de un militar español, carecían de experiencia en combate. Con todo, cada uno sabía que plantaría cara al invasor francés hasta la última bala de mosquete.
Para hacer frente a los galos, las tropas españolas formaron a las afueras de Bailén. «Al amanecer, el ejército español se desplegó en forma de arco o herradura abierta con los extremos apoyados en los cerros Valentín, al norte, y Haza Walona, al este», completa el autor español en su obra.
De nada valió la llegada en el último momento de las tropas de Vedel por la retaguardia española, pues Dupont ordenó a su subordinado detener el ataque ante el temor de las represalias sobre los soldados franceses capturados. Había aparecido demasiado tarde para poder ser determinante y las «inexpertas» tropas españolas se habían hecho con la victoria.
ABC
MANUEL P. VILLATORO
El 19 de julio de 1808, las tropas de Bonaparte sufrieron en Andalucía su primera derrota de la historia en campo abierto
ABC
Un día como hoy, aunque hace nada menos que 205 años, las tropas españolas lograron un hito que ningún otro ejército había conseguido antes: vencer a las fuerzas de Napoleón en combate abierto. Aquella jornada, bajo un sol de justicia andaluz que acosaba a los soldados con una temperatura de 40 grados, las huestes del «pequeño corso» nada pudieron hacer contra los briosos hispanos que, a mosquete y espada, defendieron el pequeño pueblo jienense de Bailén del invasor.
Ese 19 de julio de 1808 los españoles no sólo humillaron a las altivas tropas napoleónicas mediante un ejército formado por multitud de milicianos, sino que también lograron dar un golpe de efecto quemarcaría el principio del fin de la ocupación francesa en España. Así, la batalla de Bailén quedaría grabada con tinta indeleble en la Historia.
Corrían malos tiempos para España en los inicios del s. XIX. Todo había comenzado con un pequeño megalómano, Napoleón Bonaparte, quien, después de subir al poder en Francia años atrás, asumió como suya la tarea de dominar una buena parte de Europa y derrotar al gran enemigo de su Imperio: Gran Bretaña.
Tras caer en la cuenta de que no podía asediar a la indomable Albión por mar, el corso prefirió pasar a una táctica menos invasiva:bloquear el comercio de Reino Unido. Sin embargo, para que esta idea se sucediera a la perfección, Bonaparte debía conquistar Portugal, una región tradicionalmente aliada de los ingleses y que no se plegaría sus deseos.
Una trampa mortal
Pero para llegar hasta Portugal una tierra se interponía en el camino de Napoleón, España. Por ello, en 1807 el francés firmó con Godoy –valido del rey- el Tratado de Fontainebleau, mediante el cual logró obtener el permiso para atravesar con más de 100.000 hombres el territorio hispano.
El macabro plan de Napoleón había comenzado. Y es que, en su paso a través de España, el disciplinado ejército francés fue ocupando diferentes ciudades hasta llegar a Madrid. Así, lo que en un principio comenzó como un permiso de paso, acabó convirtiéndose en una invasión a gran escala. A su vez, las intrigas políticas del «pequeño corso» –que consiguió finalmente dar el trono español a su hermano- terminaron por minar la paciencia de la población que, a partir de mayo, comenzó a levantarse contra los casacas azules.
Así, se iniciaron una serie de revueltas por todo el territorio a base de rastrillo y cuchillo en contra del águila imperial. Tocaba defender el territorio del invasor y, ante la escasez de tropas regulares, el pueblo no dudó en proteger cada palmo de tierra hispana con su sangre. Además, a lo largo y ancho de toda España, los defensores se fueron constituyendo en pequeñas juntas locales –encargadas de organizar la resistencia contra Francia- ante la destrucción y la inactividad de los organismos centrales.
Camino de Andalucía
Sin embargo, en casi toda España comenzaba a imponerse el entrenamiento de los soldados galos que, mejor pertrechados, plantaban cara con osadía a cualquier levantamiento local. Por ello, con el centro y el norte asediados, Napoleón no tardó en plantearse la conquista del sur de la Península.
«Confiado en el éxito inmediato de la ocupación, Napoleón ordenó al general Pierre Dupont de l'Etang que ocupara Córdoba y avanzara hacia Sevilla y luego a Cádiz. El objetivo era rescatar a una escuadra francesa allí bloqueada desde la batalla de Trafalgar y hacerse con el control de los puertos andaluces, al tiempo que amenazaba Gibraltar» señala el escritor y periodista Fernando Martínez Laínez en su obra«Vientos de gloria».
Tras tomar el norte y el centro, Napoleón decidió ir a Andalucía
No obstante, la campaña andaluza salió muy cara a los franceses que,acosados por los guerrilleros y el hambre, decidieron asentarse en Andújar (ubicada a 28 kilómetros de Bailén) con la intención de esperar refuerzos. Con todo, prefirieron dejar su sello de destrucción arrasando y saqueando Valdepeñas y Córdoba. Sin embargo, lo que no sabían los soldados del águila imperial es que los españoles les harían pagar cada gota de sangre derramada.
Una vez llegados sus refuerzos, Dupont levantó la cabeza con orgullo al saber que contaba a sus órdenes con 34.000 hombres divididos en cinco divisiones. Para facilitar la organización de este ejército tan numeroso -como bien explica el escritor y experto Francisco Vela en su obra «La batalla de Bailén. El águila derrotada» - el galo entregó cada una a un oficial. Entre ellos destacaba el General de división Vedel, un militar que se había ganado sus galones y el favor de Napoleón combatiendo contra los austríacos varios años antes.
A su vez, el francés sabía que de su lado estaba, además del gran número de soldados galos, la experiencia de los mismos. De hecho, se creyó tranquilo al conocer que combatiría al lado de un buen numero de sanguinarios coraceros y un batallón de marinos de la guardia imperial (una de las unidades de élite de la infantería imperial).
El levantamiento andaluz
Por su parte, y ante el peligro que se cernía sobre la patria, España llamó a filas a los ciudadanos, que se sumaron las escasas tropas regulares existentes. «Tras el levantamiento madrileño del 2 de mayo, que se extendió prácticamente a España entera, las Juntas de Sevilla y Granada comenzaron a formar dos ejércitos que deberían unirse en algún punto de Sierra Morena para detener a los franceses», explica Laínez.
Una buena parte del ejército español estaba formado por milicia
Al mando de la fuerza se destacó el general Francisco Javier Castaños. Éste, a su vez, decidió dividir a sus hombres en tres columnas, como bien explica Laínez en su obra: «La primera, con9.450 hombres, al mando del mariscal de campo de origen suizo Reding. […] La segunda, mandada por el mariscal de campo belga marqués de Coupigny [contaba] unos 8.000 hombres. […] La tercera columna, compuesta de dos divisiones al mando de los tenientes generales Félix Jones y Manuel La Peña [disponía] de 12.000 hombres de las milicias provinciales. […] Además, se contaba conuna “columna volante” que mandaba el coronel Juan de la Cruzcon unos 2.000 hombres, casi todos voluntarios».
Tras una serie de pequeñas escaramuzas iniciales entre ambos contingentes, el día 17 de julio de 1808 se realizaron una serie de movimientos que marcarían directamente el resultado de los combates. Todo comenzó el 16, jornada en que Dupont –ubicado en Andújar- envió a la división de Vedel hacia el entonces insignificante pueblo de Bailén con órdenes de plantar cara a las tropas de Reding, a las que se suponía defendiendo el lugar.
Pero el general francés encontró este minúsculo pueblo vacío. ¿Qué había podido suceder? Casi sin tiempo para pensar, en la cara de Vedel se pudo adivinar una expresión de terror. Y es que, la posibilidad más lógica era que la división española hubiera partido hacia Despeñaperros (un paso a través de las montañas en dirección a Madrid) para cortar una posible retirada francesa.
«En esta ocasión todo el equívoco parte de las informaciones dadas por el paisanaje a los franceses, en especial por un alemán afincado en el pueblo, el cual le confirmó el paso de tropas enemigas encabezadas por los Dragones de Lusitania, lo que acabó por confundir a Vedel que vio cómo fuerzas regulares le sacaban ventaja en la carrera por llegar a Despeñaperros», explica en su libro Vela.
Velozmente, Vedel inició la marcha hacia las colinas dejando atrás el verdadero teatro de operaciones. Sin embargo, este no fue el único error que cometieron los franceses, sino que, además, enviaron a otro de sus generales con una considerable cantidad de tropas hacia dos posiciones ubicadas en la sierra.
El curioso encuentro
Mientras, el altivo Dupont continuó esperando despreocupado en Andújar creyendo inocentemente que su experimentado ejército podría hacer frente a cualquier hueste formada por los españoles. Al parecer,nunca tuvo demasiado respeto a un ejército que, según sus palabras, carecía de instrucción y disciplina.
Días después, y ante la falta de noticias, Dupont dio un giro radical a su plan de operaciones y partir hacia Bailén, en el cual creía que había solo un pequeño contingente de tropas españolas. Todo cambió cuando, en la noche del día 18, sus exploradores le informaron de que a las puertas del lugar le esperaban nada menos que 14.000 soldados enemigos: las divisiones de Reding y Coupigny movilizadas días antes por Castaños.
A los españoles, por su parte, también les cogió por sorpresa el encuentro, pues sabían que, aunque eran superiores en número a las tropas francesas, no contaban con la experiencia suficiente para vencer al poderoso ejército galo. No obstante, y a pesar de esta curiosa sorpresa de verano, ambos bandos se prepararon para la batalla. Ahora sólo quedaba ganar tiempo hasta que llegaran los refuerzos: Vedel por parte de los franceses y Castaños por el bando español.
«Como se puede comprobar, de todo esto deducimos que ambos bandos se encontraban mal informados sobre las fuerzas y posiciones respectivas y que se dirigían a una batalla de encuentro. Ni Dupont sabía que se iba a topar con Reding ni éste que se le echaba Dupont encima. Aquel tenía su retaguardia amenazada por las dos divisiones de Castaños, y Reding amenazada la suya por Vedel», completa el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».
¡A formar la línea!
Tras el primer contacto con las unidades de exploración francesas –aproximadamente a las tres de la madrugada del día 19-, los españoles dieron comienzo a una alocada carrera contra el tiempo para formar su línea defensiva. El ejército, ahora al mando de Reding, tuvo que organizar a dos divisiones que incluían, según Vela, a unos 12.600 infantes (armados principalmente con mosquetes) y 16 piezas de artillería. A su vez, la fuerza contaba con el apoyo de casi 1.200 jinetes, entre los que había varias unidades de los famosos garrochistas (pastores que, diestros en el uso de la lanza, se incorporaron a filas para combatir al invasor francés).
Con varias tretas, los defensores lograron la retirada de la caballería gala
En vanguardia se situó la infantería formando una consistente fuerza de choque a base de mosquete y bayoneta. Como apoyo, se intercalaron varias piezas de artillería con las que aplastar las formaciones francesas. En segunda línea, Reding ubicó varias unidades de infantería de reserva además de algunos regimientos de caballería con un doble objetivo: apoyar a los cañones y flanquear al enemigo.
Por su parte, el experimentado Dupont contaba a sus órdenes con unos8.000 infantes (entre los que se encontraban los marinos de la guardia imperial), unos 2.000 jinetes (sumando a coraceros y dragones) y 23 cañones. Como siempre, la fuerza de los franceses la componía principalmente la caballería pesada, que solía ser usada como un martillo en contra de las formaciones enemigas.
Como era de esperar, Dupont ordenó formar con un sólido bloque de infantería en el centro, la temible caballería en los flancos y varios cañones como apoyo (estas de menor potencia que las españolas). Con las piezas dispuestas para la partida de ajedrez, ahora todo quedaba en manos de la resistencia, la valentía y la tenacidad de los soldados.
Comienza la batalla
La contienda comienza bajo un caos total, pues eran las tres de la mañana y la oscuridad todavía no había abandonado Bailén. «Entre las tres y las cinco de la madrugada lo único claro es que no hay nada claro. En medio de la oscuridad […] lo único cierto son las voces de ¡quién va!, los fogonazos de los disparos y poco más», determina en su completísima obra Vela.
A las cinco de la mañana, y sin más dilación, varias unidades del ejército español se lanzaron -en el extremo del flanco izquierdo- a la conquista de una posición que les podía otorgar una ventaja táctica de gran importancia: el cerro Haza Walona. Con sus mosquetes cargados y una buena visibilidad tomaron este emplazamiento sin combates y se aprestaron a la defensa.
Sin embargo, su alegría dura poco, pues, con la primera luz de la mañana, Dupont ordenó a la brigada suizo-española (antiguamente al servicio de España y ahora encuadrada a la fuerza en el ejército francés) asaltar la colina. Por suerte, la tenacidad de los defensores se hizo patente y consiguieron resistir este primer embiste.
La treta española
Sin más paciencia que agotar, Dupont organizó a su caballería para que, al galope y colina arriba, tomara el Walona. En este caso, ni el incesante fuego de mosquete español valió para detener a lo mejor del ejército imperial, que arrasó a dos batallones españoles a los que, incluso, arrebató sus estandartes, un hecho muy significativo para la época.
Pero, a pesar de que los jinetes franceses podrían haber abierto brecha en la línea española, se retiraron a sus posiciones azuzados por una curiosa treta de los defensores. «[Una unidad española] a las órdenes de un teniente mantuvo una frenética actividad para dar la impresión de contar con un mayor número de efectivos. Sin saberlo, esta actividad, junto con los agudos toques del trompeta de este destacamento ejecutando todos los toques reglamentarios, confundió a los jinetes galos», añade el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».
Mientras, en el centro del campo de batalla, los franceses formaron columnas para lanzar la que, según creían, sería la ofensiva definitiva sobre las tropas españolas. «La Brigada Chabert desplegó en cuatro columnas de ataque […] e inició la contrastada maniobra gala del choque a la bayoneta en columnas cerradas», señala Vela.
En perfecto orden, los soldados franceses avanzaron hasta situarse frente a las tropas defensoras. Sin embargo, los galos no contaban ya con parte de su artillería –la cual había sido destruida por los cañones españoles desde la lejanía- lo que provocó que fueran tiroteados sin piedad.
Tras sufrir considerables bajas, la situación terminó de complicarse para los soldados de Napoleón cuando Reding ordenó a una parte de la caballería española cargar contra sus filas. La presión fue demasiada para los experimentados casacas azules, que, sin poder resistir ni un segundo más, se retiraron manteniendo la formación.
Sin embargo, la inexperiencia de algunas de las tropas hispanas salió cara a Reding cuando los garrochistas, ávidos de venganza, no mantuvieron la formación y se lanzaron solos contra varios olivares defendidos por soldados galos. Por desgracia, los mosquetes franceses no perdonaron este error e hicieron mella en las filas de los confiados lanceros.
La imprudencia sale cara
Con el espeso polvo surcando el campo de batalla y el calor haciendo mella en los soldados, la situación se recrudeció en el flanco derecho cuando un escuadrón español, fogoso y ávido de hacer sangrar a tantos soldados franceses como pudiera, se adelantó demasiado y perdió el apoyo de sus compañeros.
Tras un breve intercambio de disparos con la infantería gala, la imprudencia de estos españoles les terminó pasando factura cuando, de improviso, tuvieron que hacer frente nada menos que a una carga de caballería francesa. Por suerte, y a pesar del gran número de bajas que sufrió esta unidad, se consiguió mantener la línea gracias al apoyo de varios regimientos cercanos.
La batalla de Bailén en el momento del tercer ataque de Dupont
La última carga del águila
Ya al medio día, el sol se convirtió en un desagradable protagonista para ambos ejércitos cuando la temperatura sobrepasó los 40 grados. En ese momento hicieron su entrada en batalla cientos de mujeres del vecino pueblo de Bailén que, arriesgando sus vidas, trasportaron cántaros de agua entre sus compatriotas.
Abrasados por el calor, extenuados por el cansancio y temerosos ante la posibilidad de que Castaños atacase su retaguardia, los franceses organizaron entonces a sus últimas tropas para llevar a cabo un desesperado asalto contra Bailén. Para ello, además de a las mermadas unidades de infantería que le quedaban, Dupont llamó también a sus escasas reservas: los marinos de la guardia imperial.
«Eran en total unos 3.300 hombres desesperados encabezados por el mismísimo Dupont y su Estado Mayor, que sabían que se les acaba el tiempo», señala el experto. Conocedores de que necesitaban un milagro para dar un vuelco a la contienda, los franceses trataron de sacar últimas fuerzas y plantar cara a sus enemigos.
No obstante, la misión era casi imposible y las últimas tropas galas fueron pasadas a mosquete por los ávidos españoles. La última gota de ánimo que aún mantenía vivos a los franceses se acabó cuandoDupont fue herido y casi derribado de su montura. Finalmente, la esperanza imperial se desvaneció cuando vieron aparecer a las tropas de La Peña por su retaguardia.
Rendición final
Todo había acabado. Sabedor de la derrota, Dupont ordenó la rendición y llegó a un acuerdo con los españoles para que sus tropas fueran repatriadas a Francia (cosa que nunca se llegó a realizar, pues una gran parte de los soldados imperiales acabaron muriendo deinanición en una isla cercana).
Finalmente, Dupont capituló tras una última carga desesperada
La capitulación fue, al parecer, demoledora para Napoleón,que nunca antes había visto a su ejército derrotado en campo abierto.Además, el hecho de que hubiera sido vencido por una fuerza formada por multitud de milicianos no ayudó a calmar su ira. Tal fue su enojo que acabó con la carrera de los pocos oficiales galos que volvieron a Francia.
Una vez acabada la batalla hubo que recontar las bajas. Por el lado francés sumaban –entre muertos, heridos y contusos- unos 2.200 soldados (el resto fueron hechos presos). «En el bando español […] se confirmaron 192 muertos, 656 heridos, 8 contusos y 1.013 extraviados», finaliza Vela.
Francisco Vela, autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada»: «La reacción de Napoleón fue iracunda»
M. P. V. MADRID
1) En su libro habla de los múltiples errores que se produjeron antes de la contienda y que, casi fortuitamente, dieron la victoria a los españoles. ¿Cómo es posible que dos ejércitos experimentados cayeran en tantos equívocos estratégicos?
Básicamente, el ejército español no supo hacer valer su superioridad numérica ni su condición de jugador local en esta partida, por decirlo de una manera fácil. La parte francesa se aferró a una misión que perdió su objetivo al rendirse la escuadra francesa de Cádiz y no supo retirarse a tiempo a posiciones más defendibles como podría haber sido Sierra Morena en su vertiente manchega a la espera de refuerzos. Esto les llevó a fraccionar sus ejércitos en múltiples columnas y destacamentos buscándose unos a otros hasta que al fin se encontraron en Bailén el 19 de julio, precisamente en el único movimiento de ambos ejércitos en que no se esperaban encontrar.
2) ¿Cree que si Vedel hubiera llegado antes en socorro de Dupont podría haberse decantado la batalla del lado francés?
Sin ninguna duda que habrían vencido. Casi lo hicieron incluso llegando tarde, con más sentido si lo hubieran hecho tan solo un par de horas antes, cuando podrían haber cogido a Reding entre dos fuegos. El ejército español, reducido a tan solo dos divisiones, no disponía de reservas ni de una fuerza en retaguardia suficientemente potente para frenar a las tropas de Vedel, como de hecho ocurrió. Su irrupción en la retaguardia española, mientras ésta hacía frente a uno de los múltiples ataques de Dupont, habría desbaratado esa defensa.
3) ¿Qué significó para el orgulloso Napoleón esta derrota?
Es de sobras conocida la reacción iracunda de Napoleón a la noticia de la derrota, de hecho supuso el final de las carreras militares de generales, hasta entonces de sobrada reputación, como Dupont, Vedel, Barbou o Chabert -entre otros-. Además, llevó aparejada la completa pérdida de un ejército de 22.000 hombres y sus pertrechos de forma irrecuperable. Algo que nunca antes había ocurrido.
4) ¿Fue esta contienda determinante para el devenir de la invasión francesa?
Por supuesto. Esta afrenta al orgullo del emperador le obligó a tomar cartas en el asunto y en apenas tres meses de estancia en España derrotó a cinco ejércitos españoles y echó al mar a otro británico. Afortunadamente acontecimientos de índole político y militar en Europa le instaron a marchar a París delegando el resto de una guerra, que el ya creía ganada, a un rey impuesto e impopular y a una serie de mariscales egocéntricos y sobrados que nunca llegaron al entendimiento en aras de un mando unificado y que hacían la guerra cada uno por su cuenta.
5) ¿Cómo y con qué armas se combatía en 1808?
La infantería, Arma numerosa y sustancial de estos ejércitos, luchaba en grandes masas compactas donde primaba el número de bocas de fuego sobre su efectividad real, en pocas palabras, se disparaba al bulto esperando alcanzar al máximo de enemigos posibles. Esto era así porque, en ésta época, los fusiles no disponían de ninguna precisión, y si bien las características de estas armas decían que tenían un alcance efectivo de 100 o 120 metros, el alcance real en la práctica, el que causaba una baja al enemigo, apenas llegaba a los 50 metros. Son muchos los testimonios que nos cuentan como dos formaciones se podían estar tiroteando a 30 pasos de distancia sin por ello decantar el triunfo sobre uno u otro bando.
6) En su libro explica pormenorizadamente todas las unidades que combatieron aquel aciago día, además de los movimientos concretos de las mismas durante los combates. ¿Cómo le fue posible ser tan riguroso?
Los documentos están ahí, en los archivos militares, históricos y municipales. Solo hace falta tiempo, dedicación y una pasión desenfrenada por nuestra Historia. Es difícil explicar hoy en día la inusitada excitación que uno siente al tener en sus manos los mismos papeles que hace 200 años redactaron o firmaron hombres como Castaños, Reding, o el mismo Dupont. Y por supuesto, disponer de un incontable número de colegas con los que compartir estos papeles, mostrarles tus descubrimientos o agradecerles sus aportaciones, que siempre las hay.
7) ¿Cuánto tiempo le llevó recopilar esa ingente cantidad de información?
El tiempo empleado es sencillamente irrelevante. De hecho, hoy en día siguen apareciendo documentos que siguen aportando información. Básicamente este libro de Bailén me llevó unos seis o siete años. Además no todo es trabajo de biblioteca, también conlleva muchos viajes, llamadas telefónicas, consultas en internet, paseos a la fotocopiadora, etc… todo ello cargando dicho esfuerzo a nuestras cansadas espaldas y escuálidos bolsillos.
8) ¿Cree que actualmente la sociedad le da un reconocimiento e importancia suficiente a batallas tan importantes para España como Bailén?
Está claro que no. En una sociedad tan politizada por un lado como adormecida por otro, la Historia solo interesa a unos pocos, y esos mismos pocos apenas tienen los mecanismos de difusión necesarios para hacerlo llegar a la gente. Son muchos los colegas que se ven abocados al olvido por no haber editoriales que les publiquen, o que apenas pueden salir de un círculo muy reducido de distribución si deciden publicarlo por su propia cuenta. El resultado es el mismo, no suelen llegar a la gente de la calle, y solo en casos muy singulares, como ocurre con Arturo Pérez-Reverte, se descubre cuanto potencial existe en nuestra sociedad cuando se da de verdad una oportunidad a nuestra Historia.
miércoles, 17 de julio de 2013
SGM: Ayer y Hoy en Normandía
Normandía 1944 – Entonces y Ahora
Bernières-sur-Mer Típica casa normanda ubicada a lo largo de la playa de Juno Beach. (Foto: Conseil Régional de Basse-Normandie / Archivos Nacionales del Canadá)
Bernières-sur-Mer Tropas canadienses que desembarquen en Juno Beach, en el Día D, 6 de junio de 1944. (Foto: Conseil Régional de Basse-Normandie / Archivos Nacionales del Canadá)
Caen Tanques Sherman del Regimiento de Fusileros Sherbrooke avanzar en Caen. 10 de julio 1944. (Foto: Harold G. Aikman / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-162667)
Caen Plaza Foch. Monumento a la Primera Guerra Mundial y escombros de la Comandancia alemana. (Foto: Archives Departamentales du Calvados)
Fresney LE PUCEUX Los soldados Albert Thibault y Fernand Lachance, ambos de la 2 ª División de Infantería de la Sede de Canadá, en ruta hacia Falaise - 12 de agosto de 1944. (Foto: Teniente Michael M. Dean / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-169323.)
Bernières-sur-Mer infantería de Le Régiment de la Chaudière se mueve a través de la aldea, 6 de junio de 1944. (Foto: Teniente Frank L. Dubervill / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-131436.)
Fuente
Bernières-sur-Mer Típica casa normanda ubicada a lo largo de la playa de Juno Beach. (Foto: Conseil Régional de Basse-Normandie / Archivos Nacionales del Canadá)
Bernières-sur-Mer Tropas canadienses que desembarquen en Juno Beach, en el Día D, 6 de junio de 1944. (Foto: Conseil Régional de Basse-Normandie / Archivos Nacionales del Canadá)
Caen Tanques Sherman del Regimiento de Fusileros Sherbrooke avanzar en Caen. 10 de julio 1944. (Foto: Harold G. Aikman / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-162667)
Caen Plaza Foch. Monumento a la Primera Guerra Mundial y escombros de la Comandancia alemana. (Foto: Archives Departamentales du Calvados)
Fresney LE PUCEUX Los soldados Albert Thibault y Fernand Lachance, ambos de la 2 ª División de Infantería de la Sede de Canadá, en ruta hacia Falaise - 12 de agosto de 1944. (Foto: Teniente Michael M. Dean / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-169323.)
Bernières-sur-Mer infantería de Le Régiment de la Chaudière se mueve a través de la aldea, 6 de junio de 1944. (Foto: Teniente Frank L. Dubervill / Canadá Biblioteca y Archivos / PA-131436.)
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