UNA HISTORIA DE INMIGRANTES
Hay ciertas señales de que comenzamos a recuperar la memoria. Una de ellas es la idea de transformar en museo al viejo Hotel de Inmigrantes, como para recordar que la mayoría de nosotros descendemos de los barcos
La Nación
Todo a cuestas: la foto es de 1914. En los galpones del desembarcadero, los bultos con todas las pertenencias, los miedos y las ilusiones de los recién llegados al país.
El término asilo es impropio; bueno para un establecimiento de mendigos, implica una idea depresiva aplicada al edificio que va a construirse para el servicio de los colosales intereses de la inmigración", reflexionaba a fines del siglo XIX Guillermo Wilcken, secretario de la Comisión Central de Inmigración, refiriéndose a su proyecto de crear un lugar que acogiera a los grupos de inmigrantes recién llegados.
La importancia del término con el que se definiría al futuro edificio era vital para los hombres de la época de Wilcken (Generación del 80), que estimaban que las ideas contenían en sí el germen de su segura concreción, máxime en un país como la Argentina, que ofrecía a todos los hombres del mundo la posibilidad de forjar un futuro de progreso material e intelectual.
Se trataba entonces de "construir el establecimiento destinado a atraer, modelar, preparar y entregar al país la población que espera para elevarse al nivel de las naciones más florecientes", en palabras del propio Wilcken. Finalmente se dio el nombre de Hotel de Inmigrantes al complejo edilicio que debía contribuir a un mejor control administrativo por parte del Estado, a otorgar asistencia social al inmigrante y a operar como icono propagandístico en los folletos que se distribuían en el Viejo Continente.
Su construcción comenzó en el momento más intenso de la inmigración. Entre tanto, de los inmigrantes que desembarcaban y que optaban por los beneficios de la ley, alrededor del cincuenta por ciento se alojaba gratuitamente en los edificios destinados para estos fines. Uno de los más famosos fue el de la Rotonda o Batería, en Retiro, denominado por la prensa de su época La Vergüenza Pública. Se lo quemó cuando se inauguró el Hotel de Inmigrantes.
En 1905, el proyecto del hotel, elaborado por el Ministerio de Obras Públicas, se adjudicó a los constructores Udina y Mosca. La Comisión Central de Inmigración, a cargo de Juan Alsina, indicó el sitio en el que se levantaría: la zona comprendida entre Puerto Madero y Retiro, exactamente en lo que hoy es Antártida Argentina 1355, Puerto Nuevo. El terreno hasta ese momento pertenecía al Ministerio de Marina y estaba ocupado por unos galpones que se usaban como albergue de marineros y por la escuela de mecánicos. Esta parte de la ciudad, a principios de siglo, "se hallaba en completo aislamiento, rodeada de terrenos baldíos y vías muertas o en actividad del ferrocarril, y de obstáculos diversos", describió Alsina.
El proyecto comprendía una serie de construcciones o pabellones dispuestos alrededor de una plaza central. A lo largo de la costa, el desembarcadero; sobre el frente, la dirección y oficinas de trabajo; a continuación, los lavaderos, y cerrando el perímetro, el edificio de los dormitorios y el comedor. Fue este último el que por sus diferencias con el resto, tanto por el diseño como por el volumen, adquirió con el tiempo el nombre del conjunto: Hotel de Inmigrantes, como se denomina en la actualidad.
Las obras comenzaron por el desembarcadero y el 26 de enero de 1911, terminados el hospital y los lavaderos y con los planos y presupuestos respectivos del comedor y dormitorios, el nuevo director de Inmigración, José Guerrico, dispuso la inauguración oficial del complejo Hotel de Inmigrantes. Entonces era presidente Roque Sáenz Peña. A fines de 1912, con el edificio del hotel terminado, realmente concluyó la construcción del conjunto imaginado por Wilcken.
El hotel, visto desde el río, llamaba y llama la atención por su volumen y simetría. En la planta baja se ubicaba el comedor, con sus ventanales hacia los jardines, la cocina y las dependencias auxiliares. En los tres pisos superiores estaban los dormitorios.
La rutina estructuraba la vida del hotel. Las celadoras despertaban temprano en la mañana a los inmigrantes. Luego del desayuno, las mujeres lavaban la ropa en los lavaderos y cuidaban a los niños, mientras los hombres tramitaban su colocación en la oficina de trabajo. El servicio del comedor se ordenaba en dos turnos de hasta mil personas cada uno. Los niños recibían a las tres de la tarde la merienda y a partir de las siete quedaban abiertos los dormitorios. Además, se enseñaba el uso de maquinarias agrícolas para los hombres, de labores domésticas para las mujeres.
La ley establecía cinco días de alojamiento gratuito. Sin embargo, la reglamentación se extendía por el tiempo necesario para que el inmigrante consiguiera un trabajo.
En el libro Argentina, un país de inmigrantes, que editó este año la Dirección Nacional de Migraciones, Magdalena Insausti, autora del capítulo referido al establecimiento, expresa: "Desde su creación, el hotel no fue ajeno a los avatares del siglo XX: la Primera Guerra Mundial, la crisis del 30, la segunda posguerra y el paulatino declive de la inmigración a partir de los primeros años de la década del 50, que señalaron el final de su historia".
Pero la historia del Hotel de Inmigrantes no concluyó. Afortunadamente, el proyecto de transformarlo en museo está en marcha. En el predio que ocupaba todo el complejo hoy funciona la Dirección Nacional de Migraciones, con sus dependencias. Nada se ha modificado ni derruido. El único edificio que está inhabilitado es el que funcionó propiamente como hotel en la época de la inmigración.
El proyecto, que reviste una enorme trascendencia cultural, no es nuevo. Todo comenzó en 1983, cuando a instancias de las colectividades de inmigrantes de nuestro país, el Ministerio del Interior emitió una resolución por la cual encomendó a la Dirección Nacional de Migraciones realizar un estudio de factibilidad de creación de un museo, que reviviera las circunstancias del hecho histórico de la inmigración en la Argentina.
Dos años después, una segunda resolución creó, en el ámbito de la Dirección Nacional de Migraciones, un área responsable del Museo, Archivo y Biblioteca de la Inmigración. En 1990, mediante un decreto, se declaró Monumento Histórico Nacional al edificio del ex Hotel de Inmigrantes y el año último el Ministerio del Interior desarrolló el programa Complejo Museo del Inmigrante, con dependencia funcional de la Dirección de Migraciones. Serán sede del museo el hotel y las dos plazoletas aledañas. Los edificios restantes continuarán funcionando como dependencias de la Dirección Nacional de Migraciones.
"Uno de los objetivos básicos del museo es recuperar los valores que sustentaron el proceso exitoso de la inmigración argentina, que dio como resultado la identidad que hoy todos compartimos. Haremos del museo del inmigrante un centro cultural de referencia nacional para todas las colectividades y para todos los ciudadanos de nuestro país", contó Inés Urdapilleta, a cargo del proyecto.
El Hotel de Inmigrantes conforma un rectángulo de 100 metros de largo por 26 de ancho y tiene cuatro niveles. En la planta baja se encuentra el gran comedor, único espacio habilitado en la actualidad y donde se concretará la primera parte del proyecto. Allí, donde alguna vez se sentaron a comer miles de inmigrantes, se prevé inaugurar en abril próximo la exhibición Un hotel con historia.
"Los trabajos de restauración del hotel ya comenzaron. Lo que prevemos tener listo para abril es la construcción de la primera sala habilitada que tendrá el museo, en la que se expondrá la historia del hotel", contó Hugo Franco, al frente de la Dirección Nacional de Migraciones. "La idea de abrir las puertas del comedor el próximo año tiene como propósito que la gente se acerque desde el comienzo de los trabajos. La participación de la comunidad es vital, ya que pensamos la construcción de este importante espacio cultural desde un punto de vista dinámico, porque será para todos; una intensa participación enriquecerá el resultado", destacó Urdapilleta.
El proyecto total del museo es muy ambicioso: reconstrucción histórica y escenográfica del circuito del inmigrante; exposiciones permanentes y temporarias, nacionales y extranjeras; biblioteca y archivo histórico; terminales informáticas para autoconsulta acerca de antepasados inmigrantes; seminarios, congresos y talleres para la difusión de temas migratorios; cafeterías y bares temáticos; espectáculos cinematográficos, teatrales, recitales.
La Dirección Nacional de Migraciones posee los fondos necesarios para la concreción de la primera parte del proyecto. Luego se espera contar no sólo con apoyo gubernamental, sino también con el de empresas, entidades privadas y particulares que se sientan comprometidas con el proceso migratorio que configuró nuestra identidad como nación. Una identidad que se forjó con el esfuerzo de quienes vinieron con muy pocas pertenencias, pero con mucha esperanza, voluntad y entusiasmo por entregar lo mejor de sí a una nación joven, que supo hacerles un lugar donde el sentimiento de pertenencia fuese el primero en experimentarse.
ELLIS ISLAND
En los Estados Unidos, primero fue el centro conocido como Castle Garden, en la cima de Manhattan. Luego, en 1885, cuando se intensificó el flujo inmigratorio, el gobierno federal decidió la construcción de un nuevo centro en la isla Ellis, al sur de Manhattan, que abrió sus puertas en 1892 para cerrarlas en forma definitiva en 1954. A diferencia del Hotel de Inmigrantes, quienes cruzaban el Atlántico encontraban al Ellis Island aterrador, ya que simbolizaba el éxito o el fracaso de concretar el sueño de ser un habitante más de la libre y rica América. En su interior se decidía la entrada en los Estados Unidos o el regreso a Europa.
Esta distinción se basa en los objetivos diferentes que perseguían las políticas migratorias de cada país. Aquí, la recepción de habitantes de otras naciones en forma masiva fue una prioridad política, casi el imperativo ético de una generación que se propuso modificar el sustrato humano de la Argentina. En los Estados Unidos, el poco interés en recibir grandes contingentes migratorios se manifestó, por ejemplo, en los mecanismos de control e inspección de los recién llegados.
Una vez en el Ellis Island, los inmigrantes recibían un número identificatorio y en grupos de treinta ingresaban en la gran Sala de Registración, para ser examinados por los médicos e interrogados por los oficiales de inmigración.
Con capacidad para albergar a 5000 personas en forma diaria, el Ellis Island llegó a contener más de dos veces esta cantidad. Muchos inmigrantes eran rechazados y embarcados nuevamente hacia Europa.
Luego de que cerrara sus puertas, el centro de Ellis Island sufrió un importante deterioro. Sin embargo, treinta años más tarde comenzaron los trabajos para su restauración como museo. Parte de la financiación provino de familiares descendientes de los inmigrantes que pasaron por el centro, como agradecimiento por la oportunidad brindada a sus antepasados. The Ellis Island Inmigration Museum se inauguró el 10 de septiembre de 1990. Hoy, la Sala de Registración recibe a visitantes curiosos por conocer una parte vital de la historia de la inmigración que llegó a los Estados Unidos. .
Texto: Laura S. Casanovas Fotos: Ruben Digilio
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