Revelador testimonio tras veinte años de misterio.
Un ex oficial de inteligencia cubano que tuvo a su cargo el manejo de 42 millones de dólares del rescate de los hermanos Juan y Jorge Born -el mayor secuestro en la historia del país- rompe el silencio para revelar el destino de esos fondos. “Todo el dinero fue retirado de Cuba por Firmenich, Yáquer y Perdía”, asegura. Su testimonio arroja luz sobre un hecho que, ocurrido hace más de 20 años, sigue dando lugar a suspicacias y disputas.
MIAMI.- Uno de los misterios no resueltos de la infame década del setenta es el destino de los 60 millones de dólares pagados a los montoneros en concepto de rescate por el secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born.
Algunas de las versiones más persistentes indicaban (y en alguna medida, todavía subsisten) que por lo menos 50 millones habían sido depositados en el Banco Nacional de Cuba y que aún se encontrarían allí.
Menciones en este sentido han estado apareciendo con cierta asiduidad en la prensa internacional. En 1976, por ejemplo, el Daily Telegraph, de Londres, hizo referencia a las millonarias inversiones de los guerrilleros en Cuba. En 1989, The New York Times, en un despacho de su corresponsal en Buenos Aires, Shirley Christian, señalaba que la deteriorada relación entre el gobierno cubano y los montoneros, que venía acentuándose desde 1984, haría muy difícil recuperar cualquier dinero depositado en Cuba.
¿Existe dinero de los montoneros en Cuba? El régimen de Fidel Castro ha negado reiteradamente tener control sobre esos fondos.
En abril de 1991, el gobierno del presidente Carlos Menem, a instancias de una investigación del entonces fiscal federal Juan Martín Romero Victorica, presentó un exhorto diplomático y mantuvo una serie de contactos informales con las autoridades de La Habana con la esperanza de recuperar el botín.
Unos meses después llegó a Buenos Aires la respuesta al exhorto: en ningún banco de Cuba había una suma de esa naturaleza, y tampoco cuentas a nombre de ex dirigentes montoneros.
Los hermanos Born -del grupo Bunge y Born, por entonces el mayor holding de la Argentina- fueron secuestrados por un grupo comando de 30 personas el 19 de septiembre de 1974, en Olivos.
Juan fue liberado a los seis meses y Jorge, a los nueve, después de que se pagó por ellos, en sucesivas cuotas, 60 millones de dólares, el más alto rescate del que se tenga memoria.
Del lado cubano, la mayoría de las personas vinculadas con el operativo original del manejo del dinero han muerto, han sido destituidos o partieron al exilio (sobre los protagonistas argentinos, ver recuadro en la página 2).
José Abrantes, ex ministro del Interior y jefe de los servicios de seguridad cubanos, bajo cuya jurisdicción se desarrolló la operación de movimiento de los fondos montoneros, fue condenado a 20 años de prisión en 1989, en medio de la purga que culminó con el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, y murió en prisión en 1991. El coronel Tony de la Guardia, quien encabezó la operación de lavado de dinero, fue condenado junto a Ochoa y ejecutado en 1989.
El brigadier general Pascual Martínez Gil, jefe de las Tropas Especiales, fue arrestado en la misma causa y condenado a 12 años de prisión (recientemente fue puesto en libertad). El ex embajador de Cuba en la Argentina Emilio Aragonés Navarro, posteriormente presidente del Banco Financiero Internacional, quien supervisó la operación inicial de transferencia de fondos, fue destituido y despojado de toda función pública. Y Filiberto Castiñeiras Giabanes, el oficial de inteligencia encargado del enlace con los dirigentes montoneros y de administrar esos fondos, deambula en estos días por algún lugar de la Florida, vendiendo comidas rápidas y bebidas desde un camión.
Extrema cautela
Ex coronel, Filiberto Castiñeiras, “Felo” para sus amigos, se siente todavía un hombre marcado. Tres años después de haber desembarcado en Cayo Hueso tras huir de Cuba en una embarcación, aún se conduce con extremo sigilo. No tiene teléfono (sólo recibe mensajes a través de un beeper), no revela su dirección, se niega a ser fotografiado y pide que se prescinda de mencionar el lugar exacto donde se produjo este encuentro.
Su cautela obedece, según afirma, a que sus familiares en Cuba han sido notificados más de una vez de su presunta y prematura muerte, un hostigamiento que para un hombre que ha pasado 25 años en la seguridad del Minint, el Ministerio del Interior cubano, es la clase de mensaje que no debe tomarse con ligereza.
A diferencia de otros desertores del aparato de seguridad castrista que han hecho una pequeña industria de sus críticas al régimen cubano, Castiñeiras ha elegido guardar silencio. En estos días se encuentra escribiendo un libro basado en sus experiencias en colaboración con el escritor cubano Norberto Fuentes, otro exiliado reciente, mientras se gana la vida con su quiosco ambulante.
Felo entró en contacto con el botín montonero cuando servía como ayudante ejecutivo del brigadier general Martínez Gil, jefe de las Tropas Especiales, una unidad de élite que respondía al mando de Abrantes, entonces viceministro del Interior a cargo de la seguridad del Estado. Esta unidad servía de enlace para operaciones de ayuda a los movimientos revolucionarios, lo que explica la decisión de mandar allí el dinero.
Prisión y exilio
Nacido en La Habana hace 51 años, tenía 14 cuando la revolución se instaló en la isla. Ingresó en las Fuerzas Armadas en 1965, en la división de Seguridad Personal, y alcanzó el grado de coronel en 1988.
La caída de Abrantes, como corolario de los fusilamientos de Ochoa y De la Guardia, arrastró la suya propia. Acusado de “abuso de autoridad”, fue sentenciado a dos años de prisión y compartió la celda con Abrantes y con el ex ministro de Transportes Diocles Torralba, también sentenciado en el mismo episodio.
Excarcelado bajo libertad condicional al cabo de un año, pasó un largo período de desocupación hasta que logró emplearse en Friochave, una empresa mixta con capital español, que importaba equipos de aire acondicionado para la isla.
Pero las presiones de la seguridad del Estado para que dejara el trabajo lo llevaron a tomar la decisión de salir de Cuba. Lo hizo en agosto de 1993, en una embarcación de 21 pies de eslora, junto a un grupo de familiares. Tras una travesía estremecedora en medio de un mar embravecido, fueron recogidos en alta mar por un buque crucero.
La conversación con Castiñeiras echa luz, por primera vez, sobre el destino detallado de los fondos montoneros transferidos a Cuba a comienzos de los setenta.
-¿Cuándo escuchó por primera vez sobre la existencia del dinero de los montoneros?
-Eso llegó a través del embajador en Buenos Aires, Emilio Aragonés Navarro. Emilio tenía relaciones muy directas con Fidel y también con Abrantes. Estamos hablando del año 1975. Me imagino que los montoneros le plantearon el tema del dinero a Emilio, en Buenos Aires. Emilio se lo planteó a Fidel, éste le debe haber planteado a Abrantes la necesidad de traer ese dinero, y se trajo. Llegó directamente a la unidad nuestra.
-¿Cómo se llevó el dinero?
-Todo se hizo a través del correo diplomático.
-¿Los montoneros llevaron el dinero a la embajada de Cuba en Buenos Aires y la embajada se encargó de enviarlo a Cuba?
-Sí.
-La cifra que se ha mencionado repetidamente es 50 millones de dólares. ¿Es esa la suma correcta?
-No. A Cuba llegaron 42 millones de dólares.
-¿Llegaron en efectivo?
-Sí, en efectivo.
-¿Y qué hicieron con él?
-Lo teníamos guardado en una oficina secreta.
-¿Cuándo exactamente empezó usted a participar en eso?
-Bueno, desde el momento en que el dinero llegó a la unidad. Yo era responsable de todo el dinero.
-¿El dinero llegó a la unidad con qué instrucciones?
-Abrantes le dio indicaciones a Pascual (Martínez Gil) y fueron trasladando el dinero a la unidad. De a poco, no puedo decir exactamente en cuánto tiempo, pero fue llegando…
-¿No llegó de una sola vez?
-No, de una sola vez no llegó. Y a partir de allí tuvimos nosotros el control de ese dinero. Por un buen tiempo…
-Cuando dice que tuvieron el control, ¿significa que el dinero quedó allí, en la unidad, en efectivo?
-Sí.
-¿En una caja fuerte?
-Sí, una gran caja fuerte que teníamos en la unidad. Era prácticamente un cuarto, habilitado precisamente para eso, con una gran puerta con combinación, etcétera.
-¿Y cuál era el sentido de tener el dinero en una caja fuerte?
-En principio llegó con la intención de dejarlo allí; después vendrían otras indicaciones de qué hacer con ese dinero.
-¿O sea que cuando los montoneros les entregaron el dinero, esa plata no devengaba intereses?
-En ese momento, no. Posteriormente, sí devengó intereses.
-¿Qué más había en esa enorme caja fuerte?
-Ahí estaban todas las operaciones especiales que se habían hecho.
-¿Documentos?
-Sí, documentos.
-¿Cómo era el procedimiento para la llegada del dinero? ¿Hubo instrucciones por escrito?
-No, nada por escrito. Eso Abrantes se lo decía a Pascual y él me lo comunicaba a mí. “Oye, van a traer un dinero. Hay que contarlo. Hay que saber qué tenemos aquí”. Y eso fue lo que hicimos. Contarlo, cada vez que llegaba.
-¿Llegaba en partidas de cuánto?
-Bueno, ahora no lo recuerdo exactamente. Pero fue llegando en un período corto de tiempo y empezamos nosotros a contabilizarlo y a tenerlo guardado.
-¿Ustedes conocían el origen del dinero? ¿Sabían que pertenecía a los montoneros?
-Sí, lo sabíamos.
-¿Cómo lo sabían?
-Por la prensa. La jefatura de tropa tenía acceso a todos los cables internacionales. Pero para nosotros eso era una cosa normal, no era nada que pudiera alterarle el pulso a nadie.
-¿Había otros movimientos que tenían dinero depositado en Cuba?
-No. En esas cantidades, no. Pero ahí podía pasar cualquier cosa. Eso era lo bonito que tenía ese trabajo, que uno siempre estaba metido en algo novedoso.
-¿Había algún argentino en contacto con ustedes para el manejo del dinero?
-No. En esa primera etapa, no. El dinero había salido de las manos de los argentinos y ellos no tenían idea de dónde se encontraba.
-¿Qué pasó después?
-Bueno, después se inició una operación para lavar el dinero. Se organizó un comando a cargo de Tony de la Guardia, que empezó a lavarlo en Suiza y así se lavaron unos tres millones.
-¿Cuál era el procedimiento que se usaba para lavar el dinero?
-Se despachó un equipo a Suiza con parte del dinero. Fueron a la embajada de Cuba en Suiza y allí, el contacto de ellos les proveía nuevas identidades y pasaportes falsos de otras nacionalidades. A partir de allí, ellos iban depositando el dinero en bancos suizos y al poco tiempo lo volvían a sacar y se lo llevaban. En ese tiempo había muchas menos restricciones en Suiza para depositar y sacar dinero. Pero la operación tomaba mucho tiempo y era mucha la presión que sentían.
-¿De dónde venía la presión?
-Yo creo que era resultado de entrar en un banco con 500 mil dólares en la mano y en una semana volverlo a sacar. La presión bajo la cual vivían era bien fuerte. Y estaba, como dije, el factor del tiempo que tomaba todo eso. Porque, ¿cuánto dinero podían meter sin que levantara sospechas? Mover 42 millones de dólares no es fácil. De modo que llegó un momento en que se mandó suspender la operación y Abrantes, por supuesto que por indicación de Fidel, coordinó todo como para que el Banco Nacional de Cuba entregara este dinero en Checoslovaquia.
Así que se montó una operación para llevar el resto del dinero a Praga. Y los checos se encargaron de lavarlo y situar las cantidades que fuera pidiendo Cuba en el Banco Nacional de Cuba (BNC), a través de los propios correos que iban, lo recogían y lo depositaban en el banco de acuerdo con el mecanismo bancario que ellos tenían establecido.
-¿Los checos conocían el origen de este dinero?
-No lo sé. Esto ya era materia de una coordinación entre el presidente del BNC y el del Banco Central checo. Pero sí sé que se entregó porque yo fui el que tuvo que llevarlo.
-¿Cómo fue esa operación?
-Se organizó un equipo a mi cargo, integrado por dos correos y dos hombres más de tropa y nos dedicamos a llevar el dinero a Checoslovaquia.
-¿De una vez?
-No. Lo hicimos en tres viajes.
-¿Cuándo llevaban en cada viaje?
-Entre doce y trece millones de dólares.
-¿Contaban el dinero antes de salir?
-Claro.
-¿Entre cuántos?
-Dos secretarias y yo.
-¿Cuánto tiempo toma contar trece millones de dólares?
-No tomaba tanto. Venía en billeres grandes.
-¿Y cómo lo llevaban?
-En valijas. Viajábamos tres personas -los dos correos y yo- y llevábamos dos valijas cada uno.
-¿Despachaban las valijas?
-No. Las llevábamos a bordo con nosotros.
-¿Con qué compañía viajaban?
-Con Cubana y con Czechoslovak Airlines.
-¿Qué hacían una vez que llebagan a Praga?
-Nos íbamos a la embajada y de allí directamente al banco.
-¿También utilizaban documentación falsa?
-No. En Checoslovaquia nos movíamos directamente con nuestros propios nombres.
-¿Volvían a contar el dinero cuando llegaban al banco?
-No. Simplemente entregábamos las valijas y ellos se encargaban de todo lo demás.
-¿A quién se las entregaban?
-Bueno, el banco tenía una persona especialmente designada para eso.
-¿En qué fecha se hizo esta operación?
-A fines del 75. Me acuerdo porque precisamente en noviembre del 75 es cuando salen las tropas para Angola. Yo regresaba, creo que del segundo viaje a Praga, y el día en que llego a La Habana me entero de que la Unidad está saliendo para Angola. Entonces lo fui a ver a Pascual (Martínez Gil) para pedirle que me dejara ir a Angola con la Unidad, pero él me insistió en que debía quedarme para completar esa misión.
-¿Qué pasó una vez que todo el dinero fue depositado en Praga?
-Bueno, los checos lo iban situando de acuerdo con lo que hiciera falta.
-Un aspecto que no me queda bien en claro: si existía un Banco Nacional de Cuba, ¿por qué era necesario salir a lavar el dinero en Suiza o en Checoslovaquia? ¿Por qué no podía depositarse ese dinero en el BNC?
-El problema es que Cuba supuestamente no podía manejar dólares. Una de las disposiciones de los americanos era que Cuba no podía manejar directamente dólares. Además, aun si hubiera existido la autorización, me imagino que un dinero llevado directamente a Cuba iba a resultar muy fácil de rastrear. Había que invertirlo o lavarlo en otro lado.
-¿Cuándo comenzó a tener contacto con los montoneros?
-Después de la operación en Checoslovaquia. Yo quedé a cargo del manejo de las finanzas nuestras con ellos y conocí a casi todos los jefes montoneros.
-¿A quiénes conoció?
-Conocí a “Pepe”, es decir a (Mario) Firmenich; a “Carlitos”, que era (Roberto) Perdía; al “Vasco”, (Fernando) Vaca Narvaja; a “Roque”, que era Raúl Yáger; al “Viejo” (Juan) Gelman…
-¿A Rodolfo Galimberti?
-De Galimberti no me acuerdo. Tengo que haberlo visto al “Flaco”, como lo llamaban ellos, pero realmente no me acuerdo.
-¿Quién más?
-Bueno, en La Habana conocí a la mujer de “Pepe” (Firmenich) y a una hija, a la que le faltaban un brazo y un ojo como consecuencia, creo, de las cosas que le hicieron a su mamá en la cárcel cuando estaba embarazada.
A Pepe dio la casualidad de que tuve que ir a buscarlo a Italia, cuando fue por primera vez a Cuba, para darle cobertura. Fuimos a buscarlo a Roma con Hernández de Medina, que era el primer secretario de la embajada de Cuba en Buenos Aires.
En otra oportunidad lo llevé al Líbano, para que se entrevistase con (Yasser) Arafat.
-Según entiendo, hasta la operación de traslado del dinero a Praga los montoneros no tenían conocimiento de dónde se encontraban los fondos. ¿Qué pasó después? ¿Empezaron a tener acceso a ese dinero?
-Sí. A partir del momento en que se instalaron en Cuba, tenían total decisión sobre él. Ese dinero fue de ellos siempre, e iban solicitando determinadas cantidades mensualmente.
-¿Cuál era el procedimiento? ¿Cualquiera de ellos podía solicitar dinero?
-Era indistinto. Generalmente el designado era “Roque” (Yáguer). Pero podía llamar “Pepe” (Firmenich) o “Carlitos” (Perdía) y me decían: “Mira, Felo, me hace falta esta cantidad”… Generalmente la pedían por mes.
-¿Qué cantidades solicitaban?
-Cantidades que podían oscilar entre cien mil, ciento y tantos miles… Hubo días de recoger seiscientos mil dólares… Este dinero estuvo ganando intereses en Cuba. A veces sacaban solamente el interés y no sacaban del capital, y con eso jugaban. Hasta que lo sacaron todo. Y se lo llevaron.
-¿Se llevaron todo el dinero?
-Todo.
-¿No quedó dinero de los montoneros en poder de las autoridades cubanas?
-No, que yo sepa.
-¿Cuándo sucedió eso?
-Yo dejé de tener el control de ese dinero como en el año 82. Ya para esa fecha creo que no quedaban más de seis millones.
-¿Cómo se llevaban el dinero?
-En efectivo.
-Ellos iban a su oficina…
-Sí. O se los entregaba el oficial que los atendía. Pero, generalmente, lo venían a buscar a mi oficina.
-¿Y ustedes de dónde sacaban el dinero? ¿Tenían siempre fondos disponibles?
-Nosotros solicitábamos al banco las cantidades que nos hicieran falta. Avisábamos al banco que nos hacía falta tal cantidad y lo íbamos a recoger.
-¿Eso figuraba bajo un número de cuenta especial?
-Sí. Y había un individuo que atendía exclusivamente esa cuenta.
-¿Usted llevaba una contabilidad de ese dinero?
-Exactamente. En un momento dado se varió el procedimiento. Se creó un banco que se llama Banco Financiero Internacional, un banco cubano con capital supuestamente panameño, que funciona desde Cuba. Ese banco sí puede operar con dólares. Emilio Aragonés, el que había sido embajador en Buenos Aires, fue designado presidente del banco y ellos se pusieron de acuerdo para sacar el dinero del BNC y trasladarlo al Banco Financiero, y de allí lo iban sacando.
-Pero Usted dice que se llevaron todo el dinero…
-Todo el dinero.
-¿También se llevaron el dinero depositado en el Banco Financiero?
-Así es.
Por Mario Diament (*)
(*) Periodista. Ex director de El Cronista. Director de una Maestría en Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida, en Miami, ciudad en la que actualmente reside.
DE AYER A HOY
Desde el secuestro de los Born pasaron 22 años y, según se ve en la vida posterior de sus protagonistas, mucha agua bajo el puente.
Juan Born (61 años) se fue a vivir a Brasil, donde se estableció la cabeza del Holding. Desde entonces se lo vio poco y nada. Jorge (62) llegó a comandar el grupo en la Argentina y le dio dos ministros de Economía a Menem, al que le pidió el indulto para quienes habían sido sus secuestradores. Con uno de ellos, Rodolfo Galimberti (49), se asoció recientemente en una empresa de marketing.
Tampoco a los compañeros de ruta de Galimberti les costó reinsertarse en el sistema, aun en los tiempos de la economía liberal de Menem y Cavallo.
Mario Firmenich (48) , jefe de los montoneros, indultado en 1990, se licenció en Economía con uno de los mejores promedios y vive en La Matanza con su mujer y sus cinco hijos. En julio hizo su reaparición política junto con un centenar de peronistas, sin mayor suceso.
Fernando Vaca Narvaja (48) , segundo en la conducción del grupo guerrillero, fue el primer montonero en alcanzar un cargo público ejecutivo: secretario de Industria en la Municipalidad de General Sarmiento (1994-1995).
Roberto Cirilo Perdía (55) , tercero en la línea de mando, estuvo prófugo durante seis años y retornó al país en octubre de 1989, junto con Vaca Narvaja. Ya habían sido indultados. Entre 1991 y 1995 fue asesor del diputado Jorge Niño (PJ-San Luis). Abogado, sigue ligado al oficialismo y pronto publicará un libro testimonial.
Raúl Clemente Yáguer, que también integró la cúpula montonera, murió el 30 de abril de 1983. “Fue abatido -según la versión oficial- en un enfrentamiento que se produjo al resistirse a un control de rutas asistemático”.
Firmenich, Perdía y Vaca Narvaja no quisieron dar a La Nación su versión sobre el destino de los 42 millones de dólares que fueron llevados a Cuba. En 1989, Galimberti acusó a Vaca Narvaja y a Perdía de haberse enriquecido con ese dinero.
EL PAGO, UNA DRAMÁTICA NOVELA DE SUSPENSO
La entrega de los 60 millones de dólares que la multinacional Bunge y Born pagó a los montoneros por el rescate de Juan y Jorge Born (14 de los cuales irían a parar al Grupo Graiver) es una historia de intriga y suspenso, desde luego dramática.
Los detalles de esta operación, no exenta de accidentes, fueron minuciosamente relatados en un libro por Juan Alberto Gasparini, periodista vinculado con el grupo terrorista e imputado en la causa del secuestro de los Born, indultado por Carlos Menem en 1990.
La empresa entregaba remesas de entre cuatro y siete millones de dólares en forma semanal. El dinero era recolectado en los Estados Unidos y llegaba a la Argentina en billetes de 100 y 50 dólares a través de emisarios.
Las negociaciones eran comandadas por Jorge Born (padre) y el montonero Jorge Quieto. En las entregas intervenían -según Gasparini- un hombre de confianza del empresario, identificado como Gregorio Roigatich, y Carlos “Ignacio” Torres, en nombre del terrorista.
Las operaciones se realizaron sin problemas (“el gobierno de Isabelita hacía la vista gorda”, afirmó Gasparini), hasta que el 25 de marzo de 1975 la policía aeronáutica descubrió a cuatro empleados de Bunge y Born procedentes de Zurich con valijas en las que portaban casi cinco millones en billetes de poco valor.
Si bien la fortuna fue restituida a la empresa, para evitar problemas, los negociadores acordaron realizar el último traspaso, de 14 millones de dólares, en un lugar más seguro: Ginebra.
La entrega de las tres valijas se efectuó en el cuarto subsuelo del estacionamiento público más grande de la ciudad, a orillas del lago Leman, en la mañana del 17 de junio de 1975.
Según Gasparini, la segunda parte de la operación -el traspaso de este dinero al Grupo Graiver- estuvo a cargo de “Antonio” Salazar y Jorge Rubinstein, mano derecha de David Graiver, por entonces presentado como niño prodigio de las finanzas argentinas.
El dinero fue depositado en sendas sucursales de la Union des Banques Suisses y del Crédit Suisse, desde donde habrían sido trasladados a Nueva York en un taxi-avión por el propio Rubinstein. Los representantes de los montoneros obtuvieron a cambio recibos en favor de Empresas Catalanas Asociadas (compañía fantasma creada pocos días antes y al frente de la cual los montoneros pusieron a dos personas inexistentes), donde uno de los bancos del Grupo Graiver reconocía una deuda de 14 millones de dólares.
Ese dinero habría sido utilizado por Graiver para financiar la compra del American Bank and Trust de Nueva York.
Después del golpe militar
El 7 de agosto de 1976, un avión privado que llevaba a David Graiver desde el aeropuerto neoyorquino de La Guardia hasta Acapulco se estrelló contra el monte El Burro. A los 35 años, Graiver perdió la vida. Su cuerpo nunca fue encontrado.
Tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el gobierno militar intervino los fondos del grupo Graiver por resolución de la llamada Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial (Conarepa). Entre sus propiedades había dos bancos, el diario La Opinión, acciones de Papel Prensa y bienes raíces.
Familiares de David Graiver -entre ellos sus padres, Juan Graiver y Lidia Haydée Brodsky; su hermano Isidoro; su viuda, Lidia Papaleo, y su cuñado, Osvaldo Papaleo- fueron detenidos, al igual que Jorge Rubinstein, quien falleció durante su cautiverio en marzo de 1977.
Acuerdos con Alfonsín y Born
Durante la gestión de Raúl Alfonsín, los herederos de Graiver reclamaron judicialmente al Estado 400 millones de dólares en concepto de indemnización por los bienes confiscados.
A partir de una negociación piloteada por el entonces procurador del Tesoro, Héctor Fassi, a comienzos de 1986, se arribó a un acuerdo extrajudicial por el cual el Estado se comprometía a pagarle a la familia Graiver una suma aproximada a los 210 millones de dólares, en efectivo y en propiedades.
De acuerdo con el respectivo decreto, el Estado le devolvió a los Graiver la mayor parte de lo convenido. Pero en 1989, a instancias del entonces fiscal federal Juan Martín Romero Victorica, el juez federal de San Martín Carlos Luft dispuso, en la causa por el secuestro de los Born, que se embargaran los tres pagarés del Estado que quedaban en favor de los Graiver por un total de 32 millones de dólares.
Un año después, un acuerdo entre los Born y los Graiver puso fin a la causa judicial. Según señaló Romero Victorica a La Nación, uno de los elementos que allanó el camino hacia un entendimiento entre las partes fue que aquellos 32 millones habían sido invertidos en bonos, cuya revaluación hizo subir notablemente el valor original. “Una buena inversión del juzgado facilitó la solución”, aseguró.
No se sabe a ciencia cierta cuánto de ese dinero se llevaron los Born, aunque se estima que la cifra rondó los 15 o 16 millones de dólares, más o menos lo mismo que había recibido Graiver de los montoneros.
La Nación