sábado, 20 de agosto de 2016

Rusoviética: Los gulags

Gulag, los campos de concentración soviéticos

Enrique Ros - Apuntes de Historia

Aunque el término gulag es el acrónimo de Glávnoie upravlenie ispravítelno-trudovyj lagueréi i koloni, es decir, Dirección General de Campos de Trabajo, ése es el nombre con el que pasaron a la historia los campos de trabajo para presos políticos (enemigos de la patria) en la Unión Soviética de Iósif Stalin.

Y a pesar de que los gulag adquirieron su forma más cruel y represiva durante el mandato de Stalin, su origen fue bastante más antiguo.

Pedro I y la kátorga

El zar Pedro I el Grande será recordado por modernizar Rusia, occidentalizándola y convirtiéndola en una gran potencia europea, llegando a crear ex novo para su imperio una capital de estilo occidental, San Petersburgo, que fue la ciudad más importante de la Rusia Imperial durante más de dos siglos, hasta la Revolución bolchevique.

Pedro pasó parte de su infancia fuera de la corte, lo que propició que su educación no fuera tan rígida. Además le gustaba frecuentar el barrio alemán de Moscú, hablando con los artesanos extranjeros que lo habitaban, lo que potenció su interés por ciencias y técnicas como la carpintería, la náutica, etc.


Pedro I el Grande

Por eso durante los primeros años de su reinado se preocupó por construir una capital de estilo europeo que, sobre todo, dotara a Rusia del gran puerto del que carecía, y por organizar lo que pronto sería la Armada Imperial Rusa, ya que pretendía hacer de Rusia un poder marítimo.


La campaña de Azov

Su primer objetivo fue hacerse con el control marítimo del mar Negro que en esos momentos (finales del siglo XVII) estaba dominado por el Imperio otomano. Así que comenzó una serie de campañas para expulsar a los tártaros de los emplazamientos que les otorgaban la supremacía en el mar, comenzando por las fortalezas de Azov, en la desembocadura del río Don.

Su primer intento, en 1695, fue un rotundo fracaso y comprendió que, para conseguirlo, debía atacar por el río. Así que regresó a Moscú y comenzó la construcción de una gran armada. Al año siguiente tomó Azov enviando treinta naves contra los otomanos.

Y éste fue el pecado original ya que, para acelerar la construcción de la flota y la toma de Azov, Pedro I dio órdenes de que se trasladaran presos al bajo Don para “colaborar” en la construcción de las naves.

El sistema dio tan buen resultado que hasta 1767 el estado asignó la mayoría de convictos (katorzhane o каторжане) para la construcción de San Petersburgo, el puerto de Rogervik y varias fortalezas a lo largo del litoral báltico y en el óblast (provincia) de Oremburgo.

El método acabó institucionalizándose en la figura de las kátorgas, campos situados en regiones remotas y deshabitadas de Siberia a los que eran enviados los convictos para realizar trabajos forzados en beneficio del imperio.


Adiós a Europa, de Aleksander Sochaczewski

La kátorga formó parte del sistema judicial de la Rusia imperial hasta su fin en 1918. Tras la Revolución rusa fue utilizado por los bolcheviques y finalmente incorporado a los gulag en la Unión Soviética de Stalin, aunque ya fuera del sistema penal, no como una condena impartida por el poder judicial sino como elemento de represión contra los opositores al régimen.

La Revolución rusa

En 1917 estalla la Revolución rusa. Tras los duros reveses sufridos por Rusia en la Gran Guerra (como se llamó a la Primera Guerra Mundial antes de que hubiese que numerarlas) gran parte del ejército ruso se encontraba en estado de motín.

La Duma (el parlamento imperial) asumió el control del país formando un gobierno provisional y el último zar, Nicolás II, abdicó. Y mientras los soviets, los consejos de trabajadores, eran controlados por los elementos de la izquierda más radical, exigiendo cada vez más prerrogativas para influir en el gobierno y la milicia.

Tras la Revolución de Octubre el partido bolchevique, dirigido por Vladimir Lenin, derroca al Gobierno provisional y se autoproclama dirigente de la nación, firmando el Tratado de Brest-Litovsk para sacar a Rusia de la guerra en Europa y centrarse en los acontecimientos que están ocurriendo en el país, al borde de una guerra civil.


Elementos inseguros

Es en este contexto cuando, en 1918, Lenin decide utilizar la infraestructura de la kátorga para acallar la oposición a su régimen:

Los elementos inseguros deben ser confinados en campos en las afueras de las ciudades.

Las kátorgas se reformaron y, a partir de ese momento, se convirtieron en un instrumento de represión política. En 1921 había ya ochenta campos en más de cuarenta óblast, concebidos para “rehabilitar” a estos elementos inseguros.

El decreto secreto de Sovnarkom

El Sovnarkom, el Soviet de Comisarios del Pueblo (Soviet naródnyj kommissárov) fue la institución encargada de la reestructuración del país, sentando las bases de lo que sería la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Este soviet fue el que, en 1929, emitió un decreto secreto por el que se regulaban los campos correctivos de trabajo y su uso, elevando el Gulag a nivel de institución de la Unión Soviética, adscrita al Directorio Político Unificado del Estado, la OGPU. La policía secreta.

Esto, claro está, tiene fuertes implicaciones. Imagina la combinación: campos de trabajo en lugares remotos y aislados, elementos inseguros y policía secreta con plena potestad para enviar a esos campos a quien creyera conveniente.


Stalin


En 1922 Iósif Stalin ocupa el cargo de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y aunque ese cargo no era la máxima posición dentro del Estado soviético, tras la muerte de Lenin en 1924 fue adquiriendo cada vez más poder hasta convertirse en el líder de facto de la nación.


Iósif Stalin

Y tras el decreto de Sovnarkom decidió utilizar el Gulag como una fuerza de trabajo para industrializar el país y explotar los recursos naturales (madera y minería principalmente) de la región norte, apenas habitada y muy infrautilizada debido a las durísimas condiciones climáticas.

Y éste era el elemento que le faltaba al cóctel explosivo. Si a los anteriores elementos (campos de trabajo, “enemigos del régimen” y una policía política omnipotente) añadimos la necesidad de grandes cantidades de mano de obra, sólo podemos obtener un resultado: una caza de brujas a gran escala con detenciones poco menos que arbitrarias.

Y así dio comienzo la era del terror stalinista.

Con el decreto secreto de Sovnarkom dio comienzo la era del terror stalinista

La Gran Purga

Las detenciones fueron en aumento y de forma cada vez más arbitraria, y cientos de miles de ciudadanos fueron detenidos, juzgados sumariamente y enviados a los gulag. En muchos casos, incluso ejecutados.

Esta tendencia culminó a finales de la década de los treinta en lo que se llamó la Gran Purga o —como se conoce más comúnmente en Rusia— la Era de Yezhov.

Nikolái Yezhov y Lavrenti Beria


El nombre de Era de Yezhov no es casual. Nikolái Yezhov estaba al mando del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, el NKVD, durante la Gran Purga. Este puesto lo convertía en director de la policía secreta.

Sin embargo el nombre que pasó a la historia fue el de su sucesor, Lavrenti Beria, que dirigió el NKVD entre 1938 y la muerte de Stalin, en 1953. Aunque ocupó el puesto ya al final de la Gran Purga, se le asocia a la época de mayor represión y crueldad (casi se podría decir sadismo) de los gulag. Un angelito.


Lavrenti Beria

Y, fíjate bien, la mayoría de los “elementos subversivos” y “enemigos del Estado” que fueron detenidos durante los años de la Gran Purga eran militantes del Partido Comunista y altos mandos de las Fuerzas Armadas. Sencillamente, Stalin estaba consolidando su poder mediante la eliminación de cualquiera que pudiera hacerle sombra o se mostrara mínimamente crítico con el régimen.

Socialistas, anarquistas, kulaks (agricultores con tierras propias que contrataban braceros) y, como ya he dicho, miembros del KOMINTERN (la Internacional Comunista) y de las Fuerzas Armadas. Incluso refugiados extranjeros o hasta veteranos de la Guerra Civil Española. De hecho, cualquiera que perteneciera a una minoría. Sí, tras la Segunda Guerra Mundial, también los judíos.

Todos ellos fueron detenidos, juzgados y trasladados a los diversos gulag en virtud del artículo 58 del Código Criminal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (las otras repúblicas de la URSS tenían artículos similares), que define y regula la actividad contrarrevolucionaria:

La acción contrarrevolucionaria es un acto encaminado a derribar, subvertir o debilitar el poder de los trabajadores y campesinos soviéticos… y gobiernos de la URSS, los Soviets y las repúblicas autónomas, o subvertir o debilitar la seguridad exterior de la URSS, principalmente la económica, política y los logros nacionales de la revolución proletaria.

Los delitos castigados por este artículo iban desde el levantamiento armado, el zarismo o el espionaje, hasta el contacto con extranjeros, la propaganda o agitación y la ayuda a la burguesía internacional. Efectivamente, ahí entraba cualquier cosa. Imposible escapar a eso.

El gulag, motor económico

El momento de más detenciones coincidió con el de mayor expansión económica de la URSS, y no por casualidad. El gulag pasó a ser el principal motor de la economía del país, y la fuerza “obrera” que la empujaba eran los presos de los gulag. Que, por cierto, tenían una gran tasa de reemplazo debido a la alta mortalidad (más adelante hablo sobre este tema).

Como puedes ver en la infografía, muchos de los más grandes proyectos industriales y de transporte de la Unión Soviética fueron construidos por los prisioneros de los gulag entre las décadas de 1930 y 1950, con un coste de millones de vidas.

La Segunda Guerra Mundial

Y ojo, porque he dicho “el momento de más detenciones”, y no “el momento con mayor número de presos”. Éste llegó tras la Segunda Guerra Mundial.

Durante la II GM el número de presos cayó en picado. ¿Adivinas por qué? ¡Exacto! Carne de cañón…


Evolución del número de prisioneros en el sistema de Gulag

Gran parte de los presos fueron “liberados” durante la contienda para pasar a formar parte del ejército ruso. Por supuesto, eran enviados a primera línea del frente y a las acciones más peligrosas.

Y para los que quedaron en los gulag la cosa tampoco fue mucho mejor. Las raciones, que ya de por sí eran ridículas, disminuyeron drásticamente. Y, con el frío siberiano, es difícil sobrevivir sin ingerir un mínimo de calorías.

Sin embargo al acabar la guerra la población presa volvió a crecer de manera espectacular gracias a la incorporación de los prisioneros de guerra alemanes, los desertores, los refugiados y buena parte de la población de los territorios que la Unión Soviética se había anexionado.

El gulag y los campos de concentración nazis

Es inevitable establecer paralelismos, sobre todo por el hecho de la deshumanización de los presos.

Se calcula en seis millones el número de judíos muertos en el Holocausto. En los gulag murieron entre diez y veinte millones de personas, dependiendo de las fuentes que se consulten.

Sin embargo hubo una diferencia de fondo: la finalidad. Mientras que los campos de exterminio nazi servían al único fin de la simple y llana aniquilación, en los gulag la finalidad era doble: mantener una estabilidad política basada en la represión de los detractores y obtener una fuerza de trabajo que impulsara el país.


Gulag

En los gulag se esperaba de los presos que trabajaran, no que murieran. Si morían era por las durísimas condiciones de trabajo (bajísimas temperaturas, trabajos duros y largas jornadas sin descansos o días libres) combinadas con una deficiente alimentación.

Cuidado, date cuenta de que no estoy emitiendo juicios de valor y ni mucho menos “defendiendo” un sistema frente a otro. Simplemente te estoy mostrando un hecho objetivo; a ti es a quien corresponde emitir tu propio juicio (personalmente, tan perverso me parece uno como otro).

En cualquier caso, el régimen de Stalin tenía otras formas de acabar con sus enemigos, como los fusilamientos sumarios en bosques, el humo de tubos de escape de camiones o, simplemente, el abandono en celdas de castigo. Para mí no había ninguna diferencia moral entre Stalin y Hitler. A ambos les importaba una mierda (perdón por la expresión, no encuentro otra más rotunda) la vida humana.

El fin del horror

Cuando las tropas estadounidenses liberaron los campos de exterminio nazis al final de la II Guerra Mundial, las fotografías de las atrocidades que éstos encerraban se extendieron rápidamente, y el horror y la barbarie llevados a cabo por los nazis quedaron grabadas en el imaginario popular.

No ocurrió igual con los gulag. Cuando las imágenes de los campos de concentración nazis llegaron al público, las autoridades soviéticas comenzaron a preocuparse por su imagen frente al exterior. Las detenciones comenzaron a disminuir y la productividad de los gulag disminuyó.

Tras la muerte de Stalin en 1953, todo el sistema se derrumbó. La agitación en los campos de trabajo dio lugar a revueltas y no tardó en llegar una amnistía para los presos. Sólo quedaron en los gulag los reos verdaderamente peligrosos. Pronto los campos comenzaron a desmantelarse y quedaron oficialmente suprimidos en 1960.

Alexandr Solzhenitsyn

Como he dicho antes, fueron los soldados estadounidenses los que dieron a conocer los campos de exterminio nazis al mundo gracias a las fotografías de pilas de cadáveres, hornos crematorios, cámaras de gas… En fin, ya lo sabes.

Sin embargo no ocurrió lo mismo con los gulag. Durante décadas el sistema soviético de campos de trabajo permaneció ignorado, conocido solamente por los antiguos prisioneros, que no hablaban del tema, y algunos historiadores y estudiosos rusos. La rigidez del régimen soviético contribuyó a acallar las noticias.

La difusión vino de la mano del escritor e historiador Alexandr Solzhenitsyn. Solzhenitsyn, que había sido preso durante once años en el sistema de gulag, escribió su experiencia en Un día en la vida de Iván Denísovich, que narra un día en la vida de un preso cualquiera en un campo de trabajo soviético.


Aleksandr Solzhenitsyn

En 1962 Nikita Kruschev autorizó su publicación, buscando distanciarse del stalinismo. Sin embargo no fue hasta 1973, tras la publicación de Archipiélago Gulag, cuando la realidad de lo vivido por los presos de los campos stalinistas llegó a occidente.

En Archipiélago Gulag Solzhenitsyn reconstruye la vida en el interior de uno de estos campos basándose en su propia experiencia y en la de algunos de sus compañeros de presidio.

Perseguido por la KGB, el autor fue expulsado de la Unión Soviética “a perpetuidad”, aunque pudo regresar a Rusia en 1994, tras la disolución de la URSS. Su secretaria, que guardaba una copia del manuscrito, fue encontrada ahorcada en su piso de Moscú.

Olvido

Al contrario que en Alemania, donde se ha reconocido y honrado a las víctimas del Holocausto nazi, en Rusia parece no querer hablarse del sistema de gulag. No ha habido reconocimiento oficial, ni excusas públicas, ni investigaciones o comisiones… Nada.

Una especie de tabú rodea el tema en Rusia y, aunque en menor medida, también en el resto de ex repúblicas soviéticas. Apenas se menciona en los libros de historia. Los ancianos lo eluden. Los jóvenes lo ignoran.

Y las víctimas permanecen olvidadas.


viernes, 19 de agosto de 2016

Biografías: Carlos M. von der Becke (Argentina)

Semblanza del Tte Gral Carlos M. von der Becke
(Argentina, 1890-1965) 

Por Gral Isaías García Enciso 


Carlos Maximiliano von der Becke, nació, según constancias familiares, el 1º de enero de 1890 en la localidad de Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe. Fueron sus padres Alfonso von der Becke-Klüchtzner y Clementina von Helbig, ambos alemanes, fundadores de la rama argentina de los von der Becke. 




Teniente Carlos von der Becke 


El padre había nacido el 5 de enero de 1860 en Dresden, hijo del entonces Teniente del Real Ejército de Sajonia, Jorge Edmundo von der Becke y de Ana von Klüchtzner. A su vez la madre pertenecía a la noble familia de los von Helbig de Silesia, donde nació el 20 de agosto de 1862. Don Alfonso se trasladó, como miembro de su familia, sucesivamente a Zürich, Ginebra, Viena y Stuttgart, donde estudió humanidades en el Real Gimnasio, bajo la protección liberal de Carlos I de Württemberg. 

Se inició luego en el comercio en Bremen y emigró en 1882 a Venezuela, trasladándose al Río de la Plata en 1884. Añorando a su novia de. estudiante, regresó a Alemania. Contrajo enlace el 3 de abril de 1886, en Württemberg, con Clementina. El joven matrimonio de 26 y 24 años de edad, respectivamente, viajó a la Argentina, donde don Alfonso se desempeñó en tareas administrativas tanto en ingenios de azúcar como en la supervisión del tendido de vías férreas. Esto explica el nacimiento de los hijos en diversas localidades, a medida que avanzaba el trazado del ferrocarril. Así, Dora, la mayor, nació en Belgrano dentro del primer año de casados; Carlos Maximiliano, dos años después en Cañada de Górnez; el tercer hijo, Alfonso, nació en 1984 en Rosario de Santa Fe; y Alejandro, el menor, años después en Tafí Viejo, Tucumán, donde se había asentado la familia y donde el jefe de ella estaba encargado de la administración de los grandes talleres ferroviarios de esa ciudad. 

La hija mayor del matrimonio, Dora, se recibió de maestra normal en Tucumán, contrayendo enlace con Hugo Dörsing. Desempeñó la docencia por largos años en la Cangallo Schule, alcanzando luego la subdirección de la Escuela Germania, rodeada de un gran prestigio como educadora. 

El tercero de los hijos, Alfonso Carden, cursó el bachillerato en Tucumán, recibiéndose de doctor en medicina con diploma de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en 1919. Fue un científico de nota, un urólogo destacado y un catedrático de alto nivel. Casado con Sara Gardey, murió trágicamente el 6 de julio de 1945, fiel a su juramento hipocrático. 

El menor de los hijos del matrimonio, Alejandro Otto Federico, obtuvo el título de químico farmacéutico y luego de doctor en bioquímica y farmacia de la Universidad de Buenos Aires. Llegó a ser un destacado hombre de ciencia como histólogo y bioquímico, profesor titular de histología comparada y de zooparasitología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y autor de más de cincuenta trabajos científicos de investigación. Estos eran los padres y los hermanos de Carlos Maximiliano, de quien nos ocuparemos a continuación. 

Sus antepasados eran familias nobles de la cuenca del Ruhr, Palatinado y Westfalia, por el lado paterno; de Silesia, Letonia y otras regiones centro-europeas, por parte de familias emparentadas. En casi todas estas familias antecesoras, tanto entre los von der Becke como entre los von Helbig, hubo militares destacados y encumbrados funcionarios civiles. 

El niño Carlos Maximiliano, al establecerse sus padres en la ciudad de Tucumán, donde existían establecimientos de educación secundaria, cursó allí sus estudios en el Colegio Nacional de esa ciudad, del que egresó con el orden de mérito Nº 1, a los catorce años de edad. Fue una constante en su vida ese mismo Orden de mérito. 

El adolescente sintió despertarse en su espíritu, la vocación castrense que había heredado de sus antepasados ; y su padre le concedió con satisfacción la autorización correspondiente, dejando constancia en la misma, de su deseo que su hijo conservara la fe protestante y que orientara su especialidad militar hacia el campo de la ingeniería. En cambio, las circunstancias y la inclinación personal de Carlos, hicieron de él un infante y un oficial de Estado Mayor. Faltó poco para que su destino fuese distinto, ya que su poca edad y su extrema delgadez hicieron que fuera rechazado en 1905, ingresando sin embargo al año siguiente al Colegio Militar de San Martín. 

El año 1905 estudió ingeniería en la facultad porteña. 

Según reza su foja de servicios, ingresó como cadete el 7 de abril de 1906, destacándose desde el principio corno uno de los alumnos más aplicados y de muchas condiciones físicas y aptitudes militares. Sus 1,75 metros de altura en ese momento (que se estiró en nueve centímetros más al egresar), contribuyeron a que en el reconocimiento médico efectuado por el Cirujano de Brigada Benjamín Dimartino mereciese la calificación de 5 puntos - la máxima - tanto por su constitución, como por su salud y su vista. Durante el segundo curso fue ascendido el 30 de abril de 1907 a Distinguido y el 8 de julio a Cabo. El tercer año supera su rendimiento, correspondiéndole conducir la bandera del instituto, honor máximo que se confiere a un cadete. 

Sus calificaciones en el estudio son por entonces las siguientes Táctica, 5; Topografía y Dibujo 4,90; Armas, Tiro y Fortificación 4,70; Química 5. En aptitudes generales las siguientes calificaciones: Aptitudes para el mando 5; Resistencia a la fatiga 5; Inteligencia 5; Carácter 5; Espíritu militar 5; Conducta 5; Instrucción 5; Porte militar y corrección en el uniforme 5 Educación 5. Recordemos que 5 es la calificación máxima. Todo ello le da un promedio de egreso de 4,77 puntos, ocupando el primer puesto de su promoción, integrada por 57 cadetes. Registra asimismo en su legajo, que habla francés y alemán; también señala que no sabe nadar, pero sí que anda en bicicleta. Su profesor de equitación lo califica con 3 puntos; en esgrima, el maestro de armas le pone 5 y otro tanto hace el maestro de gimnasia. 

Su planilla de calificaciones está firmada por Federico Shaw como secretario por Martín J. López como mayor, jefe del cuerpo, con el visto bueno del teniente coronel Marambio, director interino. 

La trayectoria del cabo cadete von der Becke, satisface los requisitos para que se le asigne el premio Ministro de Guerra, consistente en un artístico reloj de oro labrado; así como la distinción que otorgaba la Asociación Pro- Patria de Señoritas: una medalla de oro con la imagen de una mujer con un fusil en la mano, representando a la patria en armas. Von der Becke, al recibir de manos del ministro, general Aguirre, el artístico reloj, expresó que el mismo señalaría las horas del deber. El concepto firmado por el jefe de la compañía de cadetes, capitán Carlos Smith Pedernera, señala que von der Becke "es culto, inteligente y de una integridad probada. Reúne en general, todas las características del excelente oficial." 

El flamante subteniente de infantería, es destinado a su egreso al Regimiento 18 del arma, de guarnición en Tucumán, donde residía la familia. Revista como tal durante los años 1908 y 1909, año cuando cursa la Escuela de Tiro. Asciende a teniente en 1910, continuando en dicha escuela hasta 1912, cuando es trasladado al Colegio Militar de la Nación como oficial instructor. Temprana distinción a un oficial moderno, que pronto pasa a desempeñarse como jefe de la compañía de cadetes, ya teniente primero. 

Le toca así cursar como alumno la Escuela Superior de Guerra, luego de ascender a capitán en 1917.. egresando de dicho instituto como oficial de Estado Mayor con sobresalientes calificaciones y el prirner orden de mérito. 

Al graduarse, es trasladado al Estado Mayor General del Ejército, destino de honor para un oficial de la especialidad. Allí cumple una destacada labor que merece juicios ponderables de sus superiores, respecto a su desempeño en el área de planeamiento. Su labor intelectual editada comenzó ya en 1913, con una traducción publicada probablemente por el mismo Colegio Militar donde en esa época revistaba. Otras traducciones le fueron requeridas para la Biblioteca del Oficial, fundada por el Círculo Militar, debido a la iniciativa del general de división d. Rodolfo Martínez Pita. El aporte del joven capitán, comienza al nacer esa serie de publicaciones en 1918, siendo su primera tarea verificable la traducción del alemán, conjuntamente con el teniente coronel Juan Pistarini, del libro,»Táctica y técnica de los pasajes de ríos" cuyo autor era el coronel Martens. El tomo I de dicha obra fue el volumen XII de la flamante editorial. El tomo II, de los mismos traductores, sería publicado como volumen XV. Casi por excepción queda impreso su nombre en las publicaciones que efectuaba y cuando aparece, lo es por algún motivo especial. El anónimo "traducción de la Biblioteca del Oficial" que aparece en la gran mayoría de sus traducciones, dificulta el inventario de sus aportes y debe ser explicado como interpretación personal del lema "ser antes que parecer" típico de la educación militar. 

Siempre con el grado de capitán, von der Becke tradujo juntamente con el prestigioso capitán Abraham Schweitzer, los tomos I y II (volúmenes XXI y XXIV de dicha Biblioteca) de la obra del teniente coronel Loffler "Táctica". Otro tanto realiza con la publicación "Reglamento de ejercicios para la infantería a la luz de la historia" del general von Freytag-Loringhoven y el libro "La guerra del futuro, según las experiencias de la guerra mundial", escrito por el general von Bernhardi. Todavía es capitán cuando aparece su traducción de la 1 obra del teniente coronel Liebach, "Evolución de la táctica en la Guerra Mundial" La tarea de oficial de Estado Mayor en los comandos, es una labor silenciosa que no se difunde, pues consiste en la realización de estudios que sirven al comandante para adoptar sus resoluciones. De allí que no trascienda, especialmente los grados subalternos. 

Llegamos así a 1922, cuando von der Becke es promovido mayor. Se lo designa jefe del batallón de infantería Colegio Militar, formando a los futuros oficiales del Ejército. Los que fueron sus subalternos en ese período, manifiesta que la serenidad y estabilidad emocional puesta en evidencia por von der Becke en ese cargo, creaba un clima favorable para la formación del cadete y la actuación de los oficial durante los dos años que lo desempeña. En 1924 le es asignada la responsabilidad de dictar la materia Táctica a los cadetes. 

Incursiona a partir de ese momento en el campo de la docencia, para la cual - como sus tres hermanos - tiene vocación y aptitudes especiales,. respaldada por una sólida formación como oficial de Estado Mayor, enriquecida por las traducciones de libros ya mencionadas, así como por su biblioteca particular, a la cual dedicaba todos los meses una suma fija importante. Revistas militares europeas, obras históricas, literarias y de su profesión invaden tanto su escritorio como sus estanterías, nunca suficientes. 

En 1925 contrae enlace, en Rosario, con Isabel Tamborini, bella dama que se constituiría no sólo en la compañera, sino también en el complemento de la labor del oficial en el campo social y protocolar. Isabel Tamborini y dos de sus hermana se casaron con oficiales, que con el tiempo alcanzarían la palmas del generalato; una hermana -Adelaida- contrajo matrimonio con Juan Bautista Molina y otra -Margarita- con Roberto Dalton. 

Es caso único registrado en el Ejército, sobre todo considerando que los tres generales figuraron en su época entre los más destacados y de más prestigio. Las tres hermanas Tamborini habían nacido en Casilda, en las cercanías de Rosario, siendo tanto su padre como su madre (de apellido Soldati) nativos de la Lombardía. 

A propósito del casamiento de von der Becke, se decía en el Ejército que su dedicación a la profesión militar era tal, que una noche, al referirse la novia a la diafanidad de los astros, Carlos, observando que la luna estaba en cuarto menguante, reflexionó: "Es cierto, es una magnífica noche para hacer un ejercicio de relevo por sobrepasaje.» Sea cierta o no la anécdota, lo destacable es que ella pone en evidencia el concepto que tenían los oficiales, sobre la acendrada vocación militar y la consagración profesional de von der Becke. 

Durante su desempeño como profesor de historia militar de la Escuela Superior de Guerra - su siguiente destino - traduce tres volúmenes para aplicar al servicio de la cátedra. Uno de ellos se titulaba a Guerra Mundial de 1914 a 1918» (tomo I, referido a las operaciones terrestres y tomo II, a la liberación de Prusia Oriental). Corresponden a los volúmenes CIII y CIV de la Biblioteca del Oficial. Ellos permitieron la actualización doctrinaria de nuestros oficiales, sobre todo los que cursaban la mencionada asignatura de historia militar. El tercero, con el mismo título pero referido especificamente a las batallas de frontera en el oeste (volumen CXXI) apareció años después. Las tres obras habían sido preparadas por el Archivo de Guerra alemán. 

En este contexto y en estos años hallamos a von der Becke con sus alumnos, oficiales escogidos del instituto superior donde se completa su formación, dedicados al aprendizaje de las experiencias de la guerra mundial. 

En 1930, la jerarquía considera la conveniencia de enviar a este brillante jefe a Europa, para ampliar sus conocimientos. Es designado como agregado militar en Alemania y Suiza, en mérito a su capacidad intelectual y a su dominio del francés, del alemán y del inglés, idiomas que alcanzó a dominar en distintas épocas de su vida. No solamente cumplió en forma destacada sus funciones, sino que fue más lejos, ya que por concesión especial logró ser admitido para cursar en carácter de oyente en las aulas de la Academia Militar de Berlín, donde las compartía con condiscípulos, como el futuro mariscal Rommel, que obtendrían notable fama de estrategos, pocos años más adelante. 

Al término de su misión, incrementados sus conocimientos y sus contactos personales, era lógico que fuera nombrado profesor de Táctica y Servicio de Estado Mayor del tercer curso de la Escuela Superior de Guerra, en 1933. Se trataba de la cátedra más importante de dicha Escuela. 

Asimismo, el Senado prestó acuerdo para su ascenso a coronel con anterioridad al 31 de diciembre de 1932. En 1936 se desempeña como jefe del Estado Mayor de la Primera División de Ejército, en Campo de Mayo. Un año después, retorna a la Escuela Superior de Guerra, esta vez como director: se trata de una secuencia coherente y lógica para un oficial superior de su capacidad y con una trayectoria realmente meritoria. 

Comienza aquí la etapa de la vida pública de von der Becke. Hasta entonces su actuación casi siempre se había enmarcado en su actividad abnegada y silenciosa en el Ejército, pero ya como oficial superior con funciones importantes, debe afrontar compromisos y desafíos que lo han de transformar en un hombre público. Durante su desempeño como director de la Escuela Superior de Guerra, se cumplió el centenario del natalicio del general Luis María Campos, fundador del establecimiento. Le tocó entonces recibir al primer mandatario de la Nación, dr Roberto M. Ortiz, quien presidió la ceremonia conmemorativa. 

A partir de ese evento la prensa comienza a ocuparse elogiosamente de von der Becke. 

Sucesivamente se desempeña nuestro biografiado como jefe del Estado Mayor del Comando de la Segunda División de Ejército en Santa Fe y luego del Primer Ejército, comandando a continuación la Cuarta División de Ejército con asiento en Córdoba. En ocasión de jurar la bandera los soldados clase 1919 de la Guarnición Córdoba, el coronel von der Becke, que hacía pocos meses que se desempeñaba como comandante de la División, despierta la admiración de los cordobeses al improvisar una elocuente arenga, donde hizo gala de erudición y contenido profundo. Expresó, entre otros conceptos: 


«El empleo de un arma en lucha abierta y franca en la que se expone la vida al igual que la del adversario y respondiendo a un ideal superior, la defensa de la Nación - no para un fin mezquino ni egoísta, dignifica y ennoblece al soldado». 


«Un juramento es siempre un acto solemne. Un hombre vale por el cumplimiento de su palabra empeñada. Quien no cumple un juramento es un perjuro y cuando el juramento, es a la patria, es un infame, es un criminal, es un traidor El juramento a la bandera no es un compromiso por un cierto tiempo: se extingue solamente con la vida». 

En mayo de 1940 el Senado otorgaba el acuerdo para el ascenso al generalato a von der Becke. El viernes 31 de mayo los diarios La Prensa y La Nación de Buenos Aires, comentaban la noticia ponderando las cualidades del coronel de infantería que era promovido. Pero donde la resonancia tuvo mayor eco fue en Córdoba, donde ahora era comandante. El diario "Córdoba", a tres columnas, encabeza la información con el título "Alto prestigio como Oficial de Estado Mayor es el del general von der Becke - El general von der Becke es uno de los militares más capaces." En el texto señala: 

«Llegar a general de la Nación por méritos propios, a fuerza de talento e inteligencia y después de haber acreditado condiciones singulares para el ejercicio del mando, es la satisfacción más honda que puede manifestar un militar. El general von der Becke es de los militares que - al decir del general Jose María Sarobe - se paran en la puerta del cuartel y miran para afuera, para la calle, para donde va el pueblo con sus dolores y sacrificios, con sus aspiraciones e inquietudes. Von der Becke es hombre de vasta cultura, de natural inteligencia y de madurado talento; conjuga como el que más, el lema de los oficiales de Estado Mayor: "Rendir mucho y exteriorizar poco". 

En el texto transcripto está implícito el homenaje a otra gran figura de la época, el general Sarobe. El diario "Los Principios" a su vez, se ocupa del tema del reciente ascenso, señalando: 

«Llega de este modo al generalato, ambición que siempre alientan entre sus aspiraciones más intimas quienes abrazan la carrera de las armas, un jefe digno y prestigioso, que ha acreditado en su vida militar, estar dotado de condiciones que lo hacen por cierto acreedor a la elevada distinción que se le ha conferido, culminando de esta suerte una actuación jalonada en etapas brillantes y significativas.» 

Agrega más adelante: 
"En la vida social es el nuevo general de brigada un caballero culto, gentil y cumplido, que sabido granjearse en nuestros círculos, cordiales simpatías". 

La sociedad cordobesa tributa numerosos homenajes al general promovido, siendo su acto central un banquete de más de 500 personas, ofrecido en los salones de la planta alta de Confitería del Plata. Concurren el gobernador dr. Santiago H. del Castillo, con sus ministros, el arzobispo de Córdoba monseñor Fermín Laffite, el rector de la Universidad dr. Sofanor Novillo Corvalán, el presidente del Superior Tribunal de Justicia Enrique Martínez Paz y el intendente de la ciudad de Córdoba, Donato Latella Frías, entre otras personalidades. Consigna el diario "El País", que la demostración es ofrecida por el general Fernández Valdez, en nombre de la comisión organizadora, siguiendo palabras de agradecimiento del agasajado. 

Entre otras cosas señala von der Becke: 

"Nosotros, los militares, no queremos la guerra; ello sería tan aberración moral como la de un médico que quisiera las epidemias o un bombero que anhelara grandes incendios. Los que conocemos la guerra por el estudio de ella y que sabemos de sus horrores, no podemos sino amar la paz, ser pacifistas pero con un pacifismo viril, que implica la defensa de todo nuestros valores espirituales y materiales, como por otra parte ha sido la tradición de nuestra patria. En nuestro país la institución militar no representa sino el indispensable brazo armado, para que la justicia y el derecho no sean un ilusión.» 

Acá von der Becke ha ubicado acertadamente el papel de las Fuerzas Armadas, dentro del concepto enunciado por Raymond Aron : «El exceso de debilidad no es menos temible para la paz que el exceso de fuerza." Completa von der Becke sus palabras señalando: 

"Lo hermoso de una democracia, es que el pueblo mismo carga con la responsabilidad de sus aciertos y errores." 

En el transcurso de su comando en Córdoba, varias fueron las ocasiones donde el general debe pronunciar discursos ante multitudes; en ellos pone de manifiesto su pensamiento de soldado y de ciudadano. 
Así para el 25 de mayo de 1942, expresa ante los concurrentes reunidos en la plaza Vélez Sársfield: 

"Las horas futuras parecen inciertas. Es empero necesario mantener nuestra nacionalidad, nuestra bandera, nuestro territorio, nuestro modo de sentir y de pensar, nuestras bases sociales, el sentimiento del hogar, la creencia en Dios y el respeto a nuestra constitución.» 

El Congreso de Ingeniería se inaugura en julio de 1942. En esa ocasión declara von der Becke, que participaba de la misión de defensa nacional, que 

"ella no es asunto que incumbe exclusivamente a las instituciones armadas, que no tienen vida propia ni aislada. Necesitan constantemente de las fuerzas humanas, espirituales y materiales que le entrega la Nación misma." 

A fines de diciembre de 1942 von der Becke deja Córdoba para hacerse cargo del Centro de Altos Estudios - recién formado - a la par que de la Escuela Superior de Guerra, esta última por segunda vez. Dicha circunstancia da lugar a numerosos actos de despedida que le tributa la sociedad y las instituciones de la ciudad mediterránea. El homenaje principal se realiza en el «Country» del Jockey Club y de él participan las autoridades civiles y eclesiásticas y lo más destacado de la sociedad cordobesa. 

Le toca ofrecer la demostración al ingeniero Rodolfo Martínez, rector de la Universidad de Córdoba, quien empieza así: 

"Si Córdoba es la Universidad, como lo afirmara Magnasco, bien está señor general, que sea el rector de aquella casa quien os entregue este álbum que el arte hizo bello y que ennoblece el afecto, en nombre de la ciudad representada hoy en todos los valores del espíritu y de la provincia, acreditada en el homenaje por sus propios mandatarios y por los más variados matices de la opinión como si hubiéramos hecho el tácito acuerdo de arrancarnos cintillos diferenciales, para unirnos en un acto de justicia a un soldado, que por serlo tan plenamente, pudiera señalarse como una síntesis de las calidades de nuestro ejército... Dado que las batallas se ganan también en la retaguardia, imaginad pues la importancia de que pueblo y ejército se encuentren solidarizados en ideales y en espíritu." 

Marcha pues von der Becke a Buenos Aires con su prestigio acrecentado por su labor en Córdoba. Poco tiempo permanecería en sus nuevas funciones de Director de dos institutos de docencia superior, pues lo llamaban responsabilidades más elevadas. El diario La Nación en su edición del 27 de agosto de 1943 expresa: 

"El Ministerio de Guerra dio a publicidad un decreto del poder ejecutivo, por el cual se nombra jefe del Estado Mayor General del Ejército al general de brigada Carlos von der Becke, en reemplazo del general de división Juan Pierrestegui. El general von der Becke es llamado a ejercer funciones tan importantes en la institución armada, tras haber conquistado una sólida reputación como dirigente militar. El concepto relevante de organizador y conductor de que goza de antiguo en las esferas del ejército, se ha visto robustecido en los últimos años a través de su actuación en la cátedra de la Escuela Superior de Guerra y la dirección de la misma, en el Comando de la Cuarta División de Ejército y en la dirección del Centro de Altos Estudios.» 

Otro diario informaba: 

«El general von der Becke, una de las figuras más prestigiosas de nuestras fuerzas armadas, ha sido designado para ocupar la jefatura de Estado Mayor General del Ejército." 
El viernes 7 de abril de 1944, se daba a publicidad el ascenso del general von der Becke a general de división. El prestigio y respeto que irradiaba la persona del general von der Becke, hizo que sus camaradas socios del Círculo Militar lo nombraran presidente de dicha institución en la Asamblea General Ordinaria del 10 de junio de 1944; entre los oficiales que lo acompañaron como vocales, figuraba una reliquia del viejo ejército, actual (en 1990) decano del cuadro de oficiales, el coronel Expedicionario al Desierto don Aníbal Luzuriaga, quien con sus gallardos 105 años constituye una muestra viviente de las virtudes del ejército de ayer. Ya nos hemos referido con antelación a la vinculación de von der Becke con el Círculo Militar y con la Biblioteca del Oficial. También efectuó traducciones para la Revista Militar, publicación del mismo club. Nos corresponde ahora incursionar en otras áreas de su desempeño relacionado con el Círculo. Nos ocuparemos en consecuencia, por ser éste un homenaje del Círculo Militar, a la gestión presidencial del general en dicha institución a partir de 1944. 

A poco de iniciar la presidencia, el 6 de julio de 1944 le tocó hacer uso de la palabra en la comida anual de camaradería de las fuerzas armadas en Les Ambassadeurs. Entre los conceptos allí expresados podemos citar: 

"Solo una suprema aspiración puede guiar al Ejército: la de merecer como siempre la gratitud nacional." 

Este concepto adquiría relevancia en momentos cuando el ejército había asumido la responsabilidad de gobernar el país. Incursionando en las actas de reuniones de la comisión directiva del Círculo Militar de esos años, comprobamos la preocupación de von der Becke por solucionar los problemas de alojamiento que se les planteaba a los oficiales del interior, cuando venían a Buenos Aires. Para superarlos, se dispuso la ampliación de las comodidades existentes. Se proyectó la construcción de un nuevo pabellón de alojamiento, para cuya finalidad se adquirió un terreno contiguo sobre la calle Santa Fe. El nuevo edificio incluía planta baja, subsuelo, entrepiso y siete pisos, con una capacidad de 72 habitaciones con baño privado, contando con 144 camas. Mientras se ejecutaba la obra, se habilitaron 12 camas adicionales alas ya existentes, ocupando a esos efectos el departamento de que disponía el intendente del Círculo y dos habitaciones usadas por la gerencia. También se procedió en ese período al rellenado de terrenos de la playa de Olivos: en esos mismos se proyectó una pileta de natación. El pabellón Deportes se vio enriquecido con la construcción de consultorios para clínica médica, masajes y pedicuría, así como de una cancha de bochas. 

Por entonces se amortizaron $ 200.000 de la deuda contraída el 6 de setiembre de 1942, para completar el pago del pabellón de deportes. El saldo de la deuda resultó así ser de $ 181.805, con lo cual las obligaciones trimestrales de $ 5730 se redujeron a la mitad. Siguiendo una antigua tradición, el domingo 16 de julio de 1944, a las 18,30 horas, el Círculo Militar recibió en un acto social de relevancia a sus nuevos asociados de la Promoción 72 de egreso del Colegio Militar, de la que formaba parte el que habla. 

En esa oportunidad concurrimos los flamantes subtenientes, acompañados por nuestros familiares, muchos venidos del interior del país, a ese suntuoso palacio que la mayoría pisábamos por primera vez, siendo afectuosamente recibidos por el presidente, general von der Becke, que con su proverbial gentileza y afabilidad, pronto nos hizo sentir como en nuestra propia casa y a fe que lo fue, a partir de ese momento. En ese acto escuchamos las siguientes palabras de bienvenida del general von der Becke: 

"El ascenso a Oficial del Ejército de la Nación de vosotros, es, en vuestros. hogares, un motivo de legítima satisfacción, de inmenso júbilo, de viva alegría, ya que significa una justa recompensa a los desvelos constantes de vuestros padres para daros una noble carrera promisoria. Pero lo es también y en igual medida, para los oficiales todos del ejército, pues significa la incorporación de una nueva promoción que aporta su entusiasmo y su capacidad efectiva y potencial, al organismo viviente, para mantenerlo siempre dinámico a fin de que responda a su difícil tarea, tan llena de responsabilidades.» 

El día 6 de julio, se llevó a cabo la tradicional comida anual de camaradería, continuación de la del año previo que ya recordamos. Esta vez no pudo hacer uso de la palabra el general von der Becke como presidente del Círculo Militar, por la muerte trágica de su hermano Alfonso. Leyó la alocución preparada, el vicepresidente general Otto H. Helbling. 

Durante este segundo año de la presidencia del Círculo Militar por von der Becke, se obtuvieron los fondos para encarar la obra del pabellón Alojamiento, llamándose a licitación sobre la base de un proyecto de la Dirección General de Ingenieros. Se continúa el rellenado del terreno de la playa de Olivos. El club contaba por entonces con 5.185 socios, la mitad aproximadamente de la cifra actual (1990). 

jueves, 18 de agosto de 2016

Exploración y espionaje: Los mapas de Baden-Powell

Los mapas ocultos de Robert Baden-Powell, el espía inglés que fundó el movimiento scout



Robert Baden-Powell nació en Londres en 1857. Durante su carrera militar participó de diferentes campañas en África. De vuelta en el Reino Unido, escribió varios libros que lo hicieron popular entre los lectores ingleses. Su obra “Escultismo para muchachos” inspiró a jóvenes de la época a organizarse y formar las primeras patrullas Scout.
En 1915 Baden-Powell, quien ya era una celebridad, publicó el libro “Mis aventuras como espía”, una guía para aspirantes a espía donde narra sus misiones en los Balcanes a fines del siglo XIX. Además de contener numerosos consejos para no ser detectado por las autoridades enemigas y sobre cómo vestir correctamente según la región del mundo en la que se esté accionando, en el manual se pueden encontrar dibujos de insectos realizados por el mismo autor, que esconden mapas secretos.






Una de las ocurrencias más sugestivas de Baden-Powell es la de usar la coartada de entomólogo para infiltrarse en territorio hostil. El autor sugiere a sus lectores explorar las zonas deseadas vistiendo el clásico atuendo de un especialista en insectos y, valiéndose de un lápiz y un cuaderno, dibujar insectos en cuyos trazos se camuflan mapas de la región.
El ex militar asegura que la técnica le fue de gran utilidad durante sus años como espía, y que un mapa bien oculto en una mariposa puede salvar más de una vida.

History

miércoles, 17 de agosto de 2016

San Martín: Observaciones del más grande de los argentinos

Qué decían sobre San Martín quienes lo conocieron y trataron
Amigos, subordinados y agentes extranjeros han dejado testimonio de su trato con el Libertador en diferentes circunstancias de su vida. Aquí un retrato del “Aníbal de los Andes” a través de esos recuerdos


El General José de San Martín

Los extractos de testimonios que se reproducen aquí fueron compilados en su mayoría por José Luis Busaniche en el libro –lamentablemente agotado- San Martín visto por sus contemporáneos. El informe de Bowles al Almirantazgo británico fue publicado por Ricardo Piccirilli en San Martín y la política de los pueblos (Ed. Cure, 1957).


Informe al Almirantazgo británico del Comodoro William Bowles, comandante en jefe de la estación sudamericana de la Armada Real (año 1818)

Quizás no carezca de interés si concluyo este despacho con un pequeño boceto de la persona que ha sido su principal sujeto y que ciertamente no tiene igual al presente, en esta parte de América del Sur, sea por su influencia o por su talento. […]

El general San Martín tiene como cuarenta y cinco años; alto, reciamente constituido, de tez obscura y notable porte. Es perfecta su buena crianza y extremadamente placentero en sus modales y conversación. Su modo de vida es en sumo grado simple y austero y raramente se sienta siquiera a la mesa, comiendo en pocos minutos cualquier vianda que acontece estar lista cuando se siente con hambre. Se dedica laboriosamente a los asuntos, no tolerando que nada escape a su personal atención y llevando toda la correspondencia oficial sin ayuda de terceros.

 Desdeña el dinero, aunque si sus miras hubieran sido interesadas o personales, hubiese podido fácilmente amasar una voluminosa fortuna
Su única diversión es la práctica de tiro; de lo cual se paga mucho, declarando siempre su intención de retirarse de los negocios públicos en cuanto se concluya la guerra. Desdeña el dinero, y creo que está muy poco más rico que cuando yo vine a este país, aunque, si sus miras hubieran sido interesadas o personales, hubiese podido fácilmente amasar una voluminosa fortuna desde su entrada a Chile. Es ilustrado, lee mucho y posee mucha información general. Su concepción política es amplia y liberal, y lo es particularmente respecto del comercio, que entiende bien (…)

San Martín es extremadamente bien querido por todas las clases de su ejército, como que, con ser rigurosa su disciplina, sabe conciliar su respeto así como obtener su obediencia. […] Su salud es mala y está sujeto a violentas hemorragias pulmonares, lo que es consecuencia de una caída del caballo hace algunos años. Sólo es de esperar que la pacificación de este país tenga efecto antes de que pierda el único hombre en cuya integridad y desinterés se puede depositar confianza y cuya muerte sería seguida probablemente por nuevas escenas de anarquía y confusión.[…]


Testimonio del Capitán Basilio Hall, "viajero" inglés, probablemente espía (año 1920)

 Nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible
A primera vista había poco que llamara la atención en su aspecto, pero cuando se puso de pie y empezó a hablar, su superioridad fue evidente. Es hombre hermoso, alto, erguido, bien proporcionado. Es sumamente cortés y sencillo, sin afectación en sus maneras, excesivamente cordial e insinuante y poseído evidentemente de gran bondad de carácter; en suma, nunca he visto persona cuyo trato seductor fuese más irresistible. En la conversación abordaba inmediatamente los tópicos sustanciales, desdeñando perder el tiempo en detalles; (…) mostraba admirables recursos en la argumentación… pero su manera tranquila era no menos sorprendente y reveladora de una inteligencia poco común.


Retrato de San Martín, por Samuel Haigh, viajero inglés  (año 1817)

 Me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de Los Andes
Esa noche  [N. de la E.: de mayo de 1817, en Santiago de Chile, durante un agasajo al comodoro Bowles, de la armada inglesa, cuya fragata estaba anclada en Valparaíso] fui presentado al general San Martín por míster Ricardo Price y me impresionó mucho el aspecto de este Aníbal de Los Andes. Es de elevada estatura y bien formado, y todo su aspecto sumamente militar: su semblante es muy expresivo, color aceitunado obscuro, cabello negro, y grandes patillas sin bigote; sus ojos grandes y negros tienen un fuego y animación que se harían notables en cualesquiera circunstancias. Es muy caballeresco en su porte, y cuando le vi conversaba con la mayor soltura y afabilidad con los que le rodeaban; me recibió con mucha cordialidad, pues es muy partidario de la nación inglesa.  (…)

Muchos de mis compatriotas estaban en el ejército patriota y entre los presentes a la reunión se contaban el capitán O'Brien y los tenientes Bownes y Lebas; estos habían estado en la batalla de Chacabuco.  [Extractado de Bosquejos de Buenos Aires , Chile y el Perú]


San Martín visto por un agente norteamericano –  W.G.D. Worthington (envía un informe a su Ministro en Washington; este documento se encuentra en los archivos de la diplomacia estadounidense)

San Martín es una personalidad sobre la cual es necesario que usted tenga todos los datos que estoy en condiciones de hacerle conocer, aunque no sean muy prolijos y nada parecido a una biografía regular. Sin embargo, trataré de esbozar algunos de sus rasgos más salientes. Es nativo de la región del Virreinato de Buenos Aires colonizada en forma tan original por los jesuitas y que se llama el territorio de Misiones. San Martín vio la luz en un pueblo denominado Yapeyú. Tiene, según creo, 39 años; es hombre muy bien proporcionado, ni muy robusto ni tampoco delgado, más bien enjuto; su estatura es de casi seis pies, cutis muy amarillento, pelo negro y recio, ojos también negros, vivos, inquietos y penetrantes, nariz aquilina; el mentón y la boca, cuando sonríe, adquieren una expresión singularmente simpática. Tiene maneras distinguidas y cultas y la réplica tan viva como el pensamiento.



 Es sencillo y enemigo de la ostentación en el vestir, y no le tienta la pompa ni el fausto
Es valiente, desprendido en cuestiones de dinero, sobrio en el comer y el beber (…). Es sencillo y enemigo de la ostentación en el vestir, decididamente retraído y no le tienta la pompa ni el fausto. Aunque un tanto receloso y suspicaz, creo que esta personalidad sobrepasa las circunstancias de tiempo en que le ha tocado actuar y las personalidades con quienes colabora. Habla francés y español y fue ayudante del Marqués de la Solana en la guerra peninsular. (…)

Confía mucho, según creo, en sus cualidades de estratego como militar y en su sagacidad y fineza en materia de partidos y de política; sin embargo parece haber encontrado en sus cualidades militares los mejores y más eficaces medios para seguir adelante. Me temo que si lo hacen Director, en Buenos Aires no tardará en descubrir algún complot y si ocupa el sillón de gobernante aunque sea por un año, su salud, lo mismo que su fama, sufrirán mucho, si no resultan destruidas para siempre. Cuando se concentra demasiado en asuntos políticos y diplomáticos, suele sufrir hemorragia de los pulmones y es de natural predispuesto a la melancolía, con alguna sombra de superstición. (…)

Mi primera entrevista con él tuvo lugar después del desastre de Talca (Cancha Rayada). Me pareció que lo había conmovido mucho, pero lo soportaba como un hombre. (…)

Vi a San Martín después de la batalla de Maipú, porque estuve por la noche a congratular al Director (Bernardo de O'Higgins). San Martín estaba sentado a su derecha. Me pareció despreocupado y tranquilo. Vestía un sencillo levitón azul. Al felicitarlo muy particularmente por el reciente suceso, sonriendo con modestia, me contestó: -Es la suerte de la guerra, nada más.

 Lo considero el hombre más grande de los que he visto en la América del Sur
Acompaño a Usted la proclama que dio después de la derrota de Cancha Rayada; me parece que es una muestra de sinceridad, no diferente al reconocimiento que hizo Napoleón de su desastre en la Campaña de Rusia. (…)

Con lo que dejo escrito estará usted en condiciones de formar una opinión sobre el Héroe de los Andes, a quien considero el hombre más grande de los que he visto en la América del Sur; creo que, de haber nacido entre nosotros, se hubiera distinguido entre los republicanos; creo también que, si se dirige al Perú, habrá de emanciparlo y que será el jefe de la Gran Confederación.



Retrato físico y moral del general San Martín, por Jerónimo Espejo (subordinado del Libertador en las campañas de Chile y Perú)
El general San Martín era de una estatura más que regular; su color, moreno, tostado por las intemperies; nariz aguileña, grande y curva; ojos negros grandes y pestañas largas; su mirada era vivísima; ni un solo momento estaban quietos aquellos ojos; era una vibración continua la de aquella vista de águila: recorría cuanto le rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de las personas, sin que se le escaparan aún los pormenores más menudos. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba muchas simpatías. El grueso de su cuerpo era proporcional a su estatura, y además muy derecho, garboso, de pecho saliente; tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, al soldado de campaña. Su cabeza no era grande, más bien era pequeña, pero bien formada; sus orejas medianas, redondas y asentadas a la cabeza; esta figura se descubría por entero por el poco pelo que usaba, negro, lacio, corto y peinado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la revolución.

 Su trato era fácil, franco y sin afectación. Jamás se le escapaba una palabra descomedida o que pudiese humillar
Su boca era pequeña: sus labios algo acarminados, con una dentadura blanca y pareja; (…) Lo más pronunciado de su rostro eran unas cejas arqueadas, renegridas y bien pobladas. (…)

Su voz era entonada, de un timbre claro y varonil, pero suave y penetrante, y su pronunciación precisa y cadenciosa. Hablaba muy bien el español y también el francés (dice Pueyrredón) aunque con un si es no es de balbuciente. Cuando hablaba, era siempre con atractiva afabilidad, aun en los casos en que tuviera que revestirse de autoridad. Su trato era fácil, franco y sin afectación, pero siempre dejándose percibir ese espíritu de superioridad que ha guiado todas las acciones de su vida. Tanto en sus conversaciones familiares cuanto en los casos de corrección, cargo o reconversión a cualquier subalterno suyo, jamás se le escapaba una palabra descomedida o que pudiese humillar el amor propio individual; elegía siempre el estilo persuasivo aunque con frases enérgicas, de lo que resultaba que el oficial salía de su presencia convencido y satisfecho y con un grado más de afección hacia su persona.

 Como político, era observador, creador, administrador. De una laboriosidad infatigable, y popular en sumo grado
Jamás prometía alguna cosa que no cumpliera con exactitud y religiosidad. Su palabra era sagrada. Así todos, jefes, oficiales y tropa, teníamos una fe ciega en sus promesas. (…)

El general San Martín era de una inteligencia perspicaz, discreta y privilegiada. Como militar era tan diestro como experimentado en el servicio de campaña: estratégico como pocos; matemático hasta para las trivialidades; y previsor sin igual. (…) Como político, era observador, creador, administrador, con una pureza y tacto exquisitos. De una laboriosidad infatigable, y popular en sumo grado. Estas eran las cualidades que lo hacían apto para el mando.