lunes, 7 de enero de 2019

Arqueología militar: Un He-115 descubierto en un fiordo

Un hidroavión Heinkel He-115 alemán de la Segunda Guerra Mundial recuperado en aguas de Noruega 


En el fiordo noruego de Hafrsfjord, cerca de Stavanger, un hidroavión alemán de la Segunda Guerra Mundial, fue recuperada del agua. Este es el último resto de Heinkel He-115, de misión bombardero torpedero que era usado como minador. 60 años más tarde, salió del agua y comenzar una nueva vida en un museo. 


L'avion de la Seconde Guerre retrouvé en Norvège por Spi0n
http://dai.ly/Ky2TTy

domingo, 6 de enero de 2019

Argentina: Cronología de la Conquista del Chaco

Campaña al Chaco (1870/1917)





A fines del siglo XIX, la región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado (conocida como el Gran Chaco), se hallaba habitada por diversos pueblos indígenas pertenecientes a las etnias de los guaycurúes (pilagaes, tobas y mocovíes), de los mataco-mataguayos (wichís, chorotes y chulupíes) y de las tribus tonocotés, tapietés, chanés y chiriguanos, que mantenían una ancestral disputa con el hombre blanco por la posesión de las tierras que habitaban, rechazando todo intento civilizador y dominando por el terror esos vastos territorios, mediante violentas acciones llevadas a cabo por las tribus más belícosas, que con sus correrías y asaltos a poblados, guarniciones militares y establecimientos de campo, mantenían en permanente zozobra a los pobladores, impidiendo la colonización de esas tierras.
Decidido a poner fin a esta situación, el gobierno argentino decidió la ocupación militar del Chaco Central y Austral, un enorme territorio que comienza en el norte de Santa Fe, se extiende por el noreste de Santiago del Estero, el noreste de Salta y las actuales provincias de Chaco y Formosa. Se la denomina Chaco Austral, por oposición al Chaco Boreal o Paraguayo y su voz proviene de la voz quechua “Chacu”, que significa “cacería” o “lugar propicio para la caza”.
La primera expedición militar organizada expresamente para ejercer el pleno dominio soberano sobre esos territorios, cruelmente asolados por los aborígenes de la región, se realizó en 1970, al finalizar la guerra con Paraguay y concluyó en 1917, cuando  se dio por finalizada la misma, habiéndose logrado el objetivo perseguido, pacificando a las tribus beligerantes

Antecedentes

Entre mediados del siglo XVII, durante la época de la conquista emprendida por la corona española, hasta 1872, ya durante el ejercicio de la soberanía de esos territorios por parte del Gobierno Nacional Argentino, se firmaron nueve tratados de paz con los indígenas y todos fueron solamente papeles sin valor, pues, ya sea por la mendacidad de las autoridades nacionales, o por la intransigencia o desconfianza de los aborígenes, ninguno de ellos, tuvo un efecto muy duradero. Ellos fueron:
  • 1662: Tratado de paz entre los indios tocagües y vilos y Santa Fe
  • 1710: Tratado entre el gobernador URIZAR y los malbalaes
  • 17??: Tratado entre el gobernador URIZAR y los lules
  • 1774: Tratado de paz entre el gobernador MATORRAS y Paykin
  • 1822: Tratado de paz entre Corrientes y los abipones
  • 1824: Acuerdo perpetuo entre Corrientes y los abipones
  • 1825: Tratado de paz entre Corrientes y los indígenas  chaqueños
  • 1864: Convenio entre el gobernador correntino FERRÉ y los caciques chaqueños
  • 1872: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique CHANGALLO CHICO
  • 1875: Tratado de paz entre el Gobierno Nacional y el cacique LEONCITO

Solamente la creación del primer Cuerpo de Blandengues de la frontera de Santa Fe (1724/1726), prácticamente puso fin por un largo período, a la presión de las tribus chaqueñas sobre esa castigada ciudad y desplaza los malones hacia otras poblaciones limítrofes, donde continúan con sus actos de vandalismo recibiendo la consecuente réplica por parte de las milicias locales.
Transcurren así poco más de 56 años (1724/1780), de acción y reacción, de ataques y contraataques, caracterizados por las operaciones de represión contra un enemigo escurridizo, limitado en sus correrías al sector comprendido entre el río Paraná y las estribaciones cordilleranas andinas y en medio de un cerco, cada vez más denso, de fortines, guardias, misiones, reducciones y poblados.
Los primeros proyectos de actividades militares ofensivas en estas tierras, reconocen como antecedente, la política enunciada en 1679 por el virreinato del Perú, cuando propuso a las fuerzas españolas asentadas en Buenos Aires, Tucumán y Asunción, actuar en conjunto contra los bastiones aborígenes. La idea se concreta con el inmediato apoyo que brinda el gobernador de Buenos Aires, BRUNO MAURICIO DE ZABALA, quien comisiona al Maestre de Campo FRANCISCO JAVIER ECHAGÜE a “entrar” al Chaco, quien culmina su acción con la  primera paz que se acuerda con los belicosos abipones y mocovíes en 1729 (“Paz de Echagüe”).
Rápidamente los colonos fueron animándose a marchar hacia esas tierras ahora en paz y así la expansión poblacional va cercando a los aborígenes hacia zonas más alejadas, donde no llega la acción civilizadora del blanco por lo que vuelven a dedicarse al pillaje y al saqueo en esos desprotegidos territorios.
Es por ello que, por ejemplo, desde Tucumán en 1731 se operó durante cuatro meses bajo el mando de su gobernador MANUEL FÉLIX DE ARECHE, que con una fuerza compuesta por 1.000 soldados, les impone una nueva paz (“Paz de Areche”), a los nativos, que lejos de respetarla por mucho tiempo, se lanzan a nuevos ataques produciendo una nueva marea de malones hacia todos los rumbos, barriendo las cuatro fronteras. En Salta los “chirigüanos baten a las milicias y asesinan a 300 pobladores, arrean gran cantidad de ganado y resisten denodadamente los contraataques que sobre ellos llevan MATÍAS DE ANGLES GORTARU y LIZARAZUY, desde Tucumán y de FÉLIX DE ARECHE desde Salta, generando un caos que conmueve íntegramente la orilla occidental del Chaco durante largos meses (1735/1739).
En 1734. Mientras Santa Fe renueva sus tratados de paz con los abipones y los mocovíes (“Segunda Paz de Echagúe), caen los malones sobre Salta (1735), sobre Tucumán (1736/1736/1737), y sobre Corrientes (1738/1739), donde saquean e incendian los enclaves de Utaty, Ohoma y Santiago Sánchez. En respuesta, el gobernador de Tucumán, JUAN DE SANTISO Y MOSCOSOS, cae sin piedad sobre los matacos (1739 y 1741) obligándolos a convenir una paz definitiva, fijando una línea de separación interna (“Paz de Santiso).
Desde Corrientes, la inestable situación, mueve su gobernador, FELIPE DE CEBALLOS a incursionar en dos oportunidades (1744 y 1745) al Chaco paranaense, pactando con sus dos principales caciques el cese de las hostilidades (“Paz de Ceballos”) al tiempo que, desde el reborde santiagueño, el misionero jesuita DIEGO DE HORBEEGOZO, al amparo de las “paces de Echagüe” reúne aborígenes y españoles y concreta la “Paz de Añapiré” en 1747, dando así nacimiento a los poblados de “San Jerónimo del Rey” (1748) y “Purísima Concepción” (1749).
Ante el éxito que significa la instalación de nuevas y más pobladas “reducciones”, debido a la paz lograda en esos territorios, el gobernador de Tucumán, JUAN VICTORINO MARTÍNEZ DE TINEO, abastece de ganado e implementos agrícolas a las tribus que se avinieron a vivir en paz, funda con familias Tobas “San Ignacio de Ledesma y decidido a poner fin al estado de guerra que proponen los guerreros “mbayaes”, los combate  con milicianos de La Rioja, Salta, Jujuy y Tucumán.
Finalmente, a mitad del siglo XVIII (1750), la historia se inclina decididamente hacia el equilibrio y comienza una época que promete una paz duradera. Se inauguran muchas nuevas reducciones, con el ingreso de muchos de los “hostiles de antaño”, se completa la cadena de fortines, se instalan nuevas misiones, algunas tribus comienzan a comerciar, mediante el trueque con las poblaciones vecinas “blancas” y adoptan sus prácticas agrícolas, la obra catequizadora de los religiosos comienza a dar sus primeros frutos.
Un rebrote de la violencia encabezada por las comunidades tobas, mocovíes y vilelas, decide al gobernador de Tucumán, JOAQUÍN ESPINOSA Y DÁVALOS a llevar una expedición punitiva contra éstos (1758/1759), logrando reducirlos y a partir de entonces, la masa de la población aborigen del Gran Chaco (196.584 individuos), se llama a sosiego.
Pero en 1767 se produjo un lamentable hecho que tiró  por tierra todos los avances logrados en la búsqueda de una convivencia en armonía y en paz con los naturales: la expulsión de los jesuitas de los territorios de América pertenecientes a la corona española, trajo nuevamente la tragedia de la guerra a estas tierras.

La expulsión de los jesuítas

Si bien el asentamiento de las misiones jesuíticas, se mide en términos de una trascendente asistencia moral, religiosa y material a los aborígenes, no son menos importantes los servicios de todo orden que los ejércitos de nativos, prestaron a la corona española:  Desalojando de portugueses la Colonia de Sacramento (1680), defendiendo Buenos Aires contra piratas dinamarqueses (1700), reprimiendo rebeliones en territorios de los charrúas (1702), desalojando por segunda vez a los portugueses de la Colonia del  Sacramento luego de ocho meses de campaña formando parte de un ejército de 4.000 hombres (1704), despejando de enemigos las vaquerías próximas (1718) y hasta defendiendo la propia ciudad de Montevideo.
Empero, el desafortunado “Tratado de Permuta” (1750) comprometió a  España a canjear las florecientes Misiones  Orientales por la decadente Colonia del Sacramento que estaba en poder de Portugal, trueque que las comunidades indígenas rechazaron, desencadenando la llamada “guerra guaranítica” (1754 a 1756), contienda en la que las fue combinadas hispanolusitanas,  impusieron sangrientamente el cumplimiento del pacto luego de las batallas de Bacacay (7 de febrero de1766) y Caibaté (10 de febrero de 1766), provocando la masiva huida de las misiones, grandes contingentes de aborígenes,
Un censo realizado en esa época dará una idea cabal de este fenómeno: en 1767, en las misiones había 88.864 indígenas; en 1772, eran 80.351; en el año 1785, 70.000; en 1779, 54.388 y ya en 1801, quedaban solamente 42.885. Algunos grupos se unen a los charrúas, al sur; otros a las indiadas chaqueñas, que al mando de los siempre temibles abipones, desatan la “gran ofensiva”, con centro de gravedad hacia Santa Fe, cuyas reducciones se ven obligadas a reubicarse en el sur. Quedan en pie, solamente la de San Javier, Las Garzas (con aborígenes de S Fernando), San Pedro e Insipín, en el sector  meridional; Miraflores, Balbuena, Pitos, Santa Rosa, Macapillo y Petacas, al norte del  río Salado; y Apa, Asunción y Bordón, en región boreal.
Dentro de la confusión que genera esta nueva situación, se destaca la renovada fiereza y la continuidad  de los ataques de los malones hacia tierra santafesina, hostilizada, saqueada y devastada en 1776, 1778, 1784, 1786 y 1788, mientras una relativa estabilidad en la línea del altiplano,  había permitido realizar los primeros intentos serios de penetración al corazón del Gran Chaco.
En efecto, el gobernador JERÓNIMO MATORRAS y su maestre de campo FRANCISCO GABINO ARIAS —como JOSÉ MANUEL FERNÁNDEZ CAMPERO y MIGUEL DE ARRASCAETA lo habían hecho en 1764— partieron de San Fernando del Río del Valle (1774), penetran profundamente en las tierras vírgenes y firman con gran pompa el primer tratado de amistad con  los aborígenes más irreductibles, los tobas y los mocovíes de LACHIRIKIN y PAIKIN (“Paz de Lacangayé” o “Paz de Matorras”), mientras otras tribus estallan en rebeldía (1778 y 1779) y vuelven a acosar a los establecimientos rurales hasta que la situación comienza a estabilizarse en la llamada “línea del norte”.
Igual situación se vive  en la “línea Sur”. Los abipones atacan la reducción charrúa de Cayastá y el gobernador MELCHOR ECHAGÜE Y ANDÍA encabeza tres largas campañas de represión que dejan los campos de labranza abandonados, arruinados los sembrados y disperso el ganado por todo el territorio santafecino.
Es entonces que en el Alto Perú estalla la  revolución de Tupac-Amarú (4 de noviembre de 1780) y la derrota y posterior martirio del líder aborigen, parece sosegar el ánimo belicoso de los indígenas, mientras llega el perito FÉLIX DE AZARA para demarcar los límites y el “bolsón indio” se va estrechando  cada vez más.
Durante la última década del siglo XVIII  se producen nuevas sublevaciones, pero éstas son cada vez más espaciadas y los malones ya no llevan la inmensa cantidad de guerreros que llevaban otrora, por lo que así, la “civilización blanca”, con la instalación de nuevos fortines,  va ganando terreno y se afianza su control en estos territorios.

La Revolución de Mayo

El estallido independista, modifica sustancialmente el sistema ofensivo-defensivo y el aborigen comienza a participar en la gesta libertadora, depone las armas y se une al blanco, ya como su aliado.
Pero resabios del antigüo odio a los “blancos” generado entre sus antepasados por los españoles, exacerbado ahora por la mendacidad de los gobiernos rioplatenses, que no cumplen con los compromisos que asumen ante las comunidades indígenas, llevan a los aborígenes a una nueva “guerra contra el blanco” blanco” y renueva sus devastadores ataques a los poblados y establecimientos instalados en los territorios llamados el “Gran Chaco”, del que participan las provincias argentinas de Chaco, Formosa, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, San Luis y Tucumán.
Los hechos posteriores a la Revolución de Mayo, cancelaron absolutamente todos los planes, proyectos y decisiones que no se vincularan con ella. Era la única prioridad que concitaba las autoridades de los territorios recientemente emancipados y todos los esfuerzos y medios con que se contaba, fueron puestos a disposición de este gran compromiso que habían asumido los revolucionarios y el pueblo de Buenos Aires: lograr el reconocimiento y la adhesión de los gobiernos vecinos, para esta gesta libertaria.
Así fueron pasando los años, sin que la preocupante situación que se vivía en la tierra chaqueña, fuera tenida en cuenta, hasta que el gobernador de Buenos Aires, JUAN MANUEL DE ROSAS pone su atención al problema y dispone poner en marcha una acción ofensiva para detener los ataques de los indígenas sobre los pueblos sometidos a un despiadado salvajismo.

Primera ofensiva (1833)

Se realiza contra los “mocovíes”, que ocupaban las zonas de Monigotes y Sunchales y el 25 de marzo de 1833, el comandante MATÍAS DÍAZ, en el combate en la “Laguna de las Tortugas”, Chaco, bate en sus tolderías a los indígenas “abipones”, comandados por los caciques JUAN PORTEÑO, PEDRITO, MANUELITO e HIPÓLITO.

Segunda ofensiva (1834)

Se dirige hacia Cayastá Vieja, en la provincia de Santa Fe.

Tercera ofensiva (1834)

Se realiza contra los aborígenes que hostilizaban los poblados de San Jerónimo (Santa Fe).

Cuarta ofensiva (1834)

Bate las tribus insurgentes que habitaban sobre las márgenes del río Salado.

Quinta ofensiva (1836)

Durante la cual se realiza una batida general hacia las tolderías de los indígenas belicosos y la provincia de Córdoba se suma a este esfuerzo que pretende lograr una paz duradera, pero por el contrario la lucha por la posesión de estas tierras, se renueva.
Luego de este intento, poco y nada se hace para solucionar el problema. Los ataques de los aborígenes continúan sin que las autoridades locales puedan hacer algo para detenerlos,  ya que no cuentan con los medios necesarios para hacerlo y el gobierno de Buenos Aires, se muestra impedido de ir en ayuda de ellos, bloqueado como lo estaba, por una situación interna explosiva, como lo fueron los enfrentamientos contra el caudillaje y las guerras civiles que oscurecieron durante muchos años a la Historia de la Argentina
14 de junio de 1870
Finalizada la guerra con Paraguay,  el gobierno argentino decide iniciar acciones ofensivas para poner fin a las incursiones que los aborígenes de la región, realizaban sobre los poblados y estancias de esos territorios.
Es entonces, que al igual que las campañas llevadas a cabo al sur de la provincia de Buenos Aires,  entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en 1870 se pusieron en marcha una serie de acciones militares en el Gran Chaco, con el mismo objetivo que fundamentó aquella: Recuperar esas tierras para la soberanía nacional, dejando ambos territorios expeditos para su ocupación y poblamiento, alejando definitivamente los peligros de una hostil actividad de los pueblos originarios, que rechazaban la presencia del “blanco”, considerando que siendo “dueños de esas tierras”, tenían derecho a defenderlas.
La primera expedición militar se realizó en 1870 al finalizar la guerra con el Paraguay y en 1877 finalizaron las operaciones, habiéndose logrado el control de todo el territorio, una vasta región comprendida entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná y Salado, que se hallaba habitada por los Guaycurúes, Mocovíes, Tobas, Pilagáes, Matacos, Mataguayos, Wichis, Chorotes , Chulupíes, Vilelas, Tonocotés, Tapietés , Chanés y Chiriguanos.
La campaña al Gran Chaco provocó la muerte de millares de indígenas, pero con una diferencia fundamental con la que se desarrolló al sur de la provincia de Buenos Aires: con la del Chaco, la población autóctona no fue exterminada, rescatándose como su principal logro, el haber permitido la expansión territorial de tres provincias:  Salta, que se expandió hacia el este, Santiago del Estero que avanzó hacia el noreste y Santa Fe, que agrandó su territorio hacia el norte, mientras que como consecuencia  directa de estas campañas, surgieron dos nuevas provincias a mediados del siglo XX, Chaco y Formosa, .
A principios del decenio que comienza en 1880, el “Gran Chaco” se encontraba definitivamente repartido entre la Argentina,-que conservaba la parte austral y el Paraguay, que era dueño de la boreal, al norte del río Pilcomayo. El arbitraje del Presidente norteamericano RUTHEFORD HAYES (12 de noviembre de 1878),  había concluido el pleito limítrofe que enfrentaba a ambos países  y los argentinos, una vez entregada la “Villa Occidental”, al país vecino, se habían instalado en la “isla del Cerrito”, capital circunstancial del territorio, hasta que, en 1879, el comandante FONTANA fundó Formosa, donde se instalaría la sede del gobierno
Los progresos del territorio continuaron lentamente. Los pobladores cultivaban mandioca, maní, caña de azúcar y  legumbres y algunos hornos de ladrillo facilitaban el material necesario para la construcción de viviendas. Funcionaban tahonas y trapiches para la industria de la alimentación  y el comercio de la madera, cada vez más intenso,  representaba la base más sólida (y a largo plazo, la más predatoria)  de la riqueza chaqueña. Quedaba, eso sí, un problema por resolver: el indio, que había vuelto a sus prácticas de asalto y robo a los poblados.
Los acontecimientos ocurridos por esos años en los territorios del sur argentino,  no dejaban muchas dudas sobre la suerte que correrían los aborígenes chaqueños: serían acorralados y exterminados. Algunos se incorporarían a las reservas, otros integrarían la mísera mano de obra de los obrajes. La supervivencia del  más fuerte era un dogma implícito en la Argentina de los “80”  y nadie iba a enternecerse por el destino que aguardaba a “los salvajes del norte”, cuya fama de indómitos, por otra parte, venía desde la época colonial.

Cronología de los hechos más trascendentes durante la Campaña al Chaco

Antes de la década de 1870, ya se habían  desarrollado algunas campañas militares en el territorio del Chaco.  Estuvieron a cargo de NAPOLEÓN URIBURU y MANUEL OBLIGADO, quienes peinaron el territorio en dirección este-oeste y viceversa. Una de estas marchas fue protagonizada por el comandante FONTANA, quien procuró unir las ciudades de Corrientes y Salta, debiendo enfrentarse innumerables veces con partidas de indígenas que lo obligaron a batirse con vigor, perdiendo uno de sus brazos en el combate de “La Cangayé”, librado en el centro de los territorios en disputa.

1º de marzo de 1866

El comandante militar de “La Carlota, provincia de Córdoba, JACINTO QUIRÓS, sale en busca de una partida de indígenas que había entrado en la provincia por “los Barriales” y los enfrenta en un paraje ubicado entre Algarrobos y La Carlota y los pone en fuga

16 de abril de 1870

El teniente coronel NAPOLEÓN URIBURU, salió de Jujuy con 250 hombres montados en mula, pertenecientes a un regimiento que había formado con reclutas de Salta y Jujuy y destinado a la frontera de Orán. Pasó por La Cangayé, la antigua reducción de Nuestra Señora de los Dolores que había sido fundada en 1781y abandonada en 1793 cerca de la unión de los ríos Teuco y Bermejo, continuó costeando el Bermejo y luego se internó en el Chaco hasta alcanzar el río Paraná frente a Corrientes luego de 1.250  km. recorridos en 56 días. Sometió a once caciques y miles de indígenas que fueron destinados a la zafra de la caña de azúcar y reconoció un camino hacia Corrientes. Durante esta campaña, un destacamento expulsó a un escuadrón boliviano que incursionaba en territorio argentino.

03 de junio de 1866

El comandante interino de la frontera norte, coronel MATÍAS OLMEDO, sorprende en su toldería a la tribu de los caciques TOMÁS NOVIRI y RAFAEL ALEZORE y los obliga a huir

26 de febrero de 1871

Partió de Buenos Aires el barco “Sol Argentino”,  que realizó la exploración del río Bermejo hasta la provincia de Salta y regresó luego a Buenos Aires en febrero de 1872. Durante este viaje se produjeron numerosos enfrentamientos con indígenas.

31 de enero de 1872

El presidente DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO creó el Territorio Nacional del Gran Chaco, estableciendo como su ciudad capital a la Villa Occidental (hoy territorio paraguayo), siendo su primer gobernador JULIO DE VEDIA.

1872

NAPOLEÓN URIBURU viajó hacia el Chaco para auxiliar al vapor “Leguizamón” que se hallaba varado en el Bermejo, mientras se cumplía tareas de rastrillaje por las costas de ese  río, cuyos poblados vecinos, sufrían ataques de los abipones..

1875

El coronel NAPOLEÓN URIBURU, ya como gobernador del Chaco, atacó las tolderías de los caciques NOIROIDIFE y SILKETROIQUE, derrotándolos. Ese año fue asesinado por los aborígenes el capitán estadounidense SANTIAGO BIGNEY y seis tripulantes de la chata “Río de las Piedras” cuando navegaba por el Bermejo e intentaba comerciar con ellos. Para recuperan la embarcación y otra que la había auxiliado, el 25 de diciembre de 1876 el capitán de marina FEDERICO SPURR ingresó en el Bermejo con la nave Viamonte”, combatiendo en varias acciones contra los tobas, a los que derrotó en Cabeza del Toba. Las dos embarcaciones que habían sido hundidas por los indígenas, fueron recuperadas por Spurr con parte de la carga, arribando a Corrientes el 17 de enero de 1877.

23 de julio de 1875

El comandante LUIS JORGE FONTANA inició un reconocimiento de la entrada del río Pilcomayo, navegando 70 kilómetros por su recorrido.

19 de abril de 1878

El coronel NAPOLEÓN URIBURU realizó una nueva expedición punitiva.

29 de agosto de 1879

El coronel MANUEL OBLIGADO partió desde la ciudad de Reconquista con 150 hombres en misión de reconocimiento y vigilancia y regresó el 12 de octubre, luego de recorrer 750 km, sin combatir con los indígenas.

04 de mayo de 1880

Por orden del presidente NICOLÁS AVELLANEDA, el mayor LUIS JORGE FONTANA, partió de Resistencia con 7 oficiales, 30 soldados, 8 indígenas y 2 rastreadores,  con el objetivo de reconocer un camino que uniera Corrientes con Salta. Luego de 104 días de marcha, llegó a Colonia Rivadavia, en la provincia de Salta. Luego de  recorrer 520 km bordeando el río Bermejo y dejando abierta una picada en el monte. Durante el transcurso de esa marcha, derrotó a un grupo de tobas que lo superaban en número en un combate en el que perdió un brazo, acción de la que informó mediante el siguiente telegrama que le envió al Presidente Avellaneda: “Estoy en Rivadavia. Queda el Chaco reconocido. He perdido el brazo izquierdo en un combate con los indios, pero me queda el otro para firmar el plano del Chaco que he completado en esta excursión”.

 20 de mayo de de 1881

El coronel JUAN SOLÁ Y CHAVARRÍA partió al mando de una fuerza compuesta por 9 oficiales, 50 hombres de tropa y 3 voluntarios desde el fuerte de Dragones en la provincia de Formosa,  con el objetivo de reconocer el interior de la zona entre el Pilcomayo y el Bermejo hasta el puerto de Formosa, mientras que con su presencia, eficazmente disuasoria, brindaba protección a las poblaciones ribereña. Desde el Fortín Belgrano costeó luego el Bermejo y ante su demora en llegar a destino, el gobernador del Chaco, coronel BOSCH, envió 100 soldados en su búsqueda. El 3 de septiembre, el coronel SOLÁ alcanzó la localidad de Herradura y desde allí, viajó de regreso por barco hasta Formosa.
En todos los casos, estas campañas, emprendidas  con medios precarios, en las que los inconvenientes (como lo señala el historiador militar FÉLIX BEST), “se salvaban gracias a una mezcla de audacia y buena suerte”, sin contar que además, se sacaba partido de la merma del valor combativo de los indígenas, a quienes el alcohol, la pérdida progresiva de las regiones boscosas que le daban sustento y el avance inexorable de los blancos en sus tierras ancestrales, producían un efecto desmoralizador.
Factores estos, que no son demérito del “valor desalmado de los salvajes (“Campaña del Desierto” de JOSÉ E. RODRÍGUEZ) y la astucia con que combatieron estos bravos guerreros aborígenes, que casi sin poseer ningún armamento idóneo para enfrentarse con las fuerzas nacionales, las habían combatido en inferioridad de condiciones, durante muchas décadas,  algunos de los cuales, como  LEONCITO, PETISO, CAMBÁ y SALARNEK-ALÓN, han dejado grabado en la memoria de nuestra Historia, el recuerdo de sus hazañas.

19 de abril de 1882

Los tobas y chirigüano asesinaron al médico francés JULES CREVAUX y A once de sus compañeros cerca de La Horqueta, al norte del paralelo 22° S, en el Pilcomayo.

02 de junio de 1882

El mayor LUIS JORGE FONTANA al comando del vapor “Avellaneda” y la lancha “Laura Leona”, exploró el río Pilcomayo en busca de los restos de Crevaux, regresando el 18 de septiembre sin haber  podido  hallarlos.

 11 de junio de 1883

Desde Dragones, en la provincia de Formosa, el teniente coronel RUDECINDO IBAZETA partió al mando de un destacamento compuesto por 135 hombres, con la orden de encontrar a los culpables del asesinato de CRAVEAUX y de traerlos de regreso para ser juzgados.

 29 de junio de 1883

Desde la ciudad de Resistencia, actual provincia del Chaco, el coronel MANUEL OBLIGADO dio cuenta del resultado de su campaña al interior del Chaco contra los indígenas que de tiempo de tiempo hacían sus malones a las poblaciones que se estaban formando al amparo de las autoridades de la Nación. Esta campaña ha sido una de las que dieron mejores resultados; sorprendiendo varias tolderías, consiguiendo arrollar y deshacer los últimos restos de las feroces tribus de “mocovíes”, aprisionando muchos indígenas, arrebtándoles gran cantidad de caballos, mulas, animales vacunos, ovejas y cabras que se habían robado; estableciendo fortines, levantando planos, clasificando bosques. Todo esto luchando contra la inclemencia del tiempo, la ferocidad de los indígenas y las alimañas peligrosas que abundaban por esos lugares.

10 de agosto de 1883

Seiscientos cincuenta indígenas tobas y chirigüanos montados (presumiblemente, los asesinos del doctor CRAVEAUX), atacaron en las riberas del río Pilcomayo, a las fuerzas del coronel IBAZETA, quien logró rechazarlos, causando la muerte de 60 de ellos.

 18 de setiembre de 1883

El teniente coronel IBAZETA  regresa a Dragones luego de realizar una expedición punitiva

1883, 1885, 1886 y 1892

El explorador francés ARTURO THOUAR realizó cuatro expediciones en la zona del Pilcomayo.

Entre  1883 y 1884

Se llevaron a cabo varios avances simultáneos sobre el territorio chaqueño. El historiador ORLANDO MARIO PUNZI ha realizado la crónica de la campaña del comandante IBAZETA contra los “chiriguanos” de Salta -que sirvió para reconocer buen parte del Chaco central- y la de OBLIGADO, que partió de Chilcas, Fortín Inca y Reconquista. Pero estas expediciones, que tenían más de exploraciones geográficas, que de campañas militares, sólo fueron el antecedente de la que se considera definitiva en la incorporación del Chaco a la Nación: la que encabezó el ministro de Guerra, general y doctor BENJAMÍN VICTORIA.

21 de agosto de 1884

Acompañado por el naturalista e ingeniero hidrólogo OLAF J. STORM, salió de Formosa una flota al mando del sargento mayor de marina VALENTÍN FEILBERG conformada por la bombardera “Pilcomayo”, el remolcador “Explorado”, la lancha a vapor “Atlántico”, la chata “Sara” y  otra más pequeña con la misión de explorar el río Pilcomayo y establecer un fortín en su boca. Este Fortín, llamado  “Coronel Fotheringham”, fue la base de la actual ciudad de Clorinda. Exploraron luego varios brazos del río hasta cerca del Salto Palmar y regresaron a Buenos Aires el 14 de abril de 1885.

17 de octubre de 1884

El general BENJAMÍN VICTORICA, ministro de guerra y marina del presidente JULIO A. ROCA, encabezó una expedición con el objetivo de llevar la frontera con los indígenas del Chaco hasta el río Bermejo, estableciendo una línea de fortines que llegara hasta Salta.
Con su campaña, VICTORICA se proponía llegar hasta el río Bermejo y unir definitivamente el litoral paranaense con el altiplano, contando con la guía de dos exploradores de gran experiencia que acompañaron su marcha: El comandante FONTANA en el Chaco central y navegando el río Pilcomayo y VALENTÍN FEILBERG, un marino que, años atrás, había remontado el río Santa Cruz, hasta llegar al Lago Argentino, en el extremo sur del país.
A tales efectos, cinco columnas partieron desde Las ciudades de Córdoba, Resistencia y Formosa, con la orden de confluir sobre “La Cangayé”, Dos de ellas, debían remontar los ríos Bermejo y Pilcomayo, mientras que las otras tres, constituyendo la reserva de esas fuerzas, integrada con parte del Regimiento de Infantería de Marina, se instalarían en el Fortín General Belgrano. La campaña se realizó entre el 17 de octubre y el 21 de diciembre y en esos dos meses, se lograron todos los objetivos que se habían propuesto.
Se habían reconocido infinitas picadas y senderos, fundándose Fuerte Expedición, Puerto Bermejo y Presidencia Roque Sáenz Peña. El río Bermejo había quedado expedito para ser navegado en todo su recorrido. El desierto verde ya era conocido en sus rumbos principales. En cuanto a los indios, se suponía que ya se habían terminado  los malones sobre las poblaciones de Santa Fe, Santiago del Estero  y Córdoba. La guerra iniciada en el siglo XVII terminaba así con la derrota de los aborígenes, y sólo elementos residuales, mezclados con delincuentes blancos  y mestizos, continuarían trayendo alguna inquietud a los pobladores. De hecho, el último malón ocurriría en 1924.
Conviene destacar que la campaña de VICTORICA no tuvo características épicas. Hubo más pérdidas de ganado que de gente, más accidentes provocados por inconvenientes del clima y del suelo que por encuentros con los aborígenes. El avance resultó más incómodo que peligroso y la preocupación fundamental fue re conocer la fauna y la flora, apreciar las condiciones del suelo, identificar las aguadas y los accidentes geográficos en aquella monotonía de montes bajos, lomadas y esteros. El general IGNACIO FOTHERINGHAM también ha narrado la parte que le cupo en esta empresa, en la que participó como gobernador de Formosa. En su libro dedica largos párrafos a describir las incomodidades provocadas por el calor y los mosquitos, las arañas y las víboras. Recuerda la esterilidad de la tierra, ese lodo calcáreo sobre el que se alzaban los lapachos y quebrachales. Delinea esa guarida de tigres y antas que era la selva chaqueña y enumera los medios de transporte usados: los pies por por empezar, pero además el caballo, la lancha a vapor, los botes y sobre todo los carros y carretas. La naturaleza era el obstáculo más duro; el mismo FEILBERG tuvo que abandonar su exploración del Pilcomayo, al igual que dos oficiales que posteriormente, también intentaron la empresa, “corridos” por esa “infernal naturaleza”.
Simbólicamente, la marcha de VICTORICA en el norte fue contemporánea de la que en ese momento realizaba el coronel  LORENZO VINTTER en la región austral, que fuera el colofón final de la  expedición de JULIO ARGENTINO ROCA al río Negro. Al norte y al sur de la República, para dejar liberados del terror a esos territorios para su ocupación y poblamiento.

25 de junio de 1885

Zarpó de Buenos Aires el vapor “Teuco” al mando de JUAN PAGE para explorar el río Bermejo, regresando a Corrientes el 3 de octubre.

Agosto de 1885

Una flotilla de tres embarcaciones al mando GUILLERMO ARÁOZ navegó por el río Bermejo, explorando también el río Teuco. La expedición continuó en enero de 1886 hasta el río San Francisco al mando de los subtenientes SÁENZ VALIENTE y ZORRILLA.

19 de septiembre de 1886

Zarpó de Buenos Aires una escuadrilla al mando del capitán de marina FEDERICO WNCELSAO FERNÁNDEZ, compuesta por el vapor “sUCRE” Yy la chata “Susana”, para explorar el río Aguaray Guazú y verificar sus vinculaciones con el Pilcomayo.

23 de noviembre de 1886

El capitán EULOGIO RAMALLO con una partida del Regimiento 12 de Caballería derrota a los caciques SADUA y PITERATY.

 02 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA del Regimiento 12 de Caballería, en el paraje llamado “Conchas” bate a una partida de indígenas.

09 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA con 20 soldados del Regimiento 12 de Caballería derrota a un malón  que había robado en la “Colonia Las Toscas”.

22 de enero de 1887

El alférez ÁNGEL A. HERRERA con 11 soldados del Regimiento 12 de Caballería, ataca una toldería de indígenas que habían estado de correría, logrando rescatar 3 cautivas y numeroso ganado.

27 de enero de 1887

El capitán FENELÓN ÁVILA, sale al mando de un destacamento del Regimiento 12 de caballería en misión de vigilancia de los territorios al sur de la línea del Bermejo y al llegar a “Riacho de Oro”, logra batir a una importante partida de indígenas guerreros que se resistían a dejar las armas.

 1889

Campaña del Lorenzo Winter. Se pone en marcha para proteger poblaciones asentadas en Santa Fe y en las márgenes de los ríos Paraná y Paraguay, contra indígenas y bandoleros aliados para cometer fechorías.

 12 de marzo de 1890

Los barcos “Bolivia” y “General Paz”, iniciaron una nueva exploración del Pilcomayo al mando del capitán de fragata Juan Page, que murió durante el viaje, explorando el Brazo Norte.

1º de setiembre de 1899

El general LORENZO VINTTER, inició una campaña militar en el Chaco austral al mando de 1.700 hombres de la División de Operaciones del Chaco, formada por un batallón de infantería, cinco regimientos de caballería y un regimiento de artillería. Se intentó convencer pacíficamente a los indígenas de que debían someterse, pero se realizaron varios combates y la línea de frontera fue establecida en el río Pilcomayo. Se crearon puestos militares avanzados comunicados por telégrafo y un camino. La campaña concluyó con la ocupación militar efectiva del Chaco argentino, que se realizó con escasa resistencia indígena.

Campaña al Chaco. Tropas al mando del Cte Astorga, entregan pilchas y lanzas a indígenas lugareños, Ca 1895

 1907

Se crea la División  Caballería del Chaco. Con la intención de ocupar paulatinamente todos los territorios afectados por la hostilidad de los aborígenes, tratando de pacificarlos y de llevar la zona de seguridad hasta el río Pilcomayo
1911
Creación de de las “Fuerzas en Operaciones del Chaco”. Con el objetivo de eliminar la frontera interior existente, llevándola hasta el Pilcomayo
1914
Es disuelta la División de Caballería del Chaco, quedando a cargo de las últimas operaciones en la zona,  el Regimiento 9 de Caballería.
31 de diciembre de 1917
Así concluye prácticamente la “Campaña al Gran Chaco”, ya que hasta 1919 y más adelante, aún, sólo se registrarán pequeños ataques aislados y sorpresivos, ejecutados por bandas de indígenas (no siempre argentinos) y vagabundos que hostilizaban a los fortines de frontera, conducta que adquiere su máximo dramatismo en el caso del “Fortín Yunká” (19 de marzo de 1919), a cuyos atacantes se los considera como el último malón (ver “La tragedia del Fortín Yunká” en Crónicas)
PUEBLOS ABORÍGENES INVOLUCRADOS EN ESTAS ACCIONES
Muchas eran las tribus pertenecientes a distintas etnias las que habitaban la región en la época que nos ocupa, pero no todas participaron en las acciones que se desarrollaron durante la “Campaña al Gran Chaco”, por lo que consignaremos a continuación, las que tuvieron una más activa participación en dicho evento.

Abipones

Tenían su “hábitat” en la ribera norte del río Bermejo inferior. A comien
zos del siglo XVIII adoptaron el caballo y se dedicaron a la depredación, atacando las estancias y las ciudades de los españoles.

Chirigüanos

Pueblo originario del noreste de la provincia de Salta, se vieron involucrados en la lucha contra el hombre blanco, arrastrados por sus “hermanos” del sur de esa provincia, los “vilelas”, que por ser más combativos, estuvieron más dispuestos para defender lo que consideraban su tierra, por derecho de nacimiento  y su modo de vida.

Mocovíes (de la etnia de los guaycurúes)

Aliados de los abipones en sus correrías, originariamente vivían en las fronteras del antigüo Tucumán y contribuyeron en gran medida con la destrucción de “Concepción del Bermejo” y en los ataques que se llevaban a cabo sobre Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. Alejados de esos centros de población por la expedición que ESTEBAN DE IURIZAR Y ARESPACOCHAGA llevara contra ellos en 1770,  se dedicaron a hostilizar poblaciones y estancias de Santa Fe.

Matacos

Vivían al oeste de Chaco y Formosa y este de Salta. Tenían una agricultura muy rudimentaria. En sus ataque a poblados utilizaban lanzas y “macanas” (un temible garrote hecho con madera dura, quizás quebracho, árbol nativo de la zona). Cuando llegaron los españoles, se dedicaron casi exclusivamente al asalto de sus instalaciones.

Pilagaes (de la etnia de los guaycurúes)

Habitan en la parte central de la provincia de Formosa, sobre la margen derecha del río Pilcomayo, en las zonas anegadizas del estero “Patiño”. Son los únicos de la familia de los  “guaycurúes” que todavía tienen una importante cultura autóctona

Sanavirones.

Habitaban el bajo río Dulce y en la cuenca de Mar Chiquita, hasta el río Primero en territorios que hoy ocupa la provincia de Córdoba y desde allí hostilizaban  a sus vecinos, los “comechingones”  hasta que llegados los españoles, comprobando que con ellos obtenían
mejores botines en sus correrías, se dedicaron a atacar y a saquear sus poblaciones.

Tobas (de la etnia de los guaycurúes)

Ocupaban originariamente  el territorio que hoy ocupa la provincia de Formosa; después se replegaron hacia el este, extendiéndose luego hacia el norte y el sur. En el siglo XVIII también adoptaron el caballo y así aumentó su peligrosidad, pues como hábiles jinetes, les resultó muy conveniente la velocidad con que sus montados  les permitían ataques relámpago a estancias y poblados de esos territorios

Vilelas

Habitaban el sudeste de Salta. Se distinguieron por su fierez y valor en el combate y en varias oportunidades derrotaron a las tropas españolas que intentaban penetrar en su intrincado territorio. Con la incorporación del caballo, como su arma de combate más eficaz, se transformaron en hábiles jinetes y con la lógica mayor movilidad que les daba ir montados, sus ataques al hombre blanco, se hicieron más profundos, audaces y repetidos. Son hoy un pueblo cuyos escasos descendientes viven en las provincias del Chaco, Santiago del Estero, junto a pequeños grupos emigrados a Rosario y el Gran Buenos Aires

CÓMO COMBATIR EL INDIO EN LA FRONTERA NORTE.

Por considerarlo de interés, recordamos que la expedición al río Pilcomayo, efectuada por el gobernador intendente de Potosí, FRANCISCO DE PAULA SÁENZ, le sirvió a este, para producir un informe sobre los resultados de su expedición, acompañado por una serie de conclusiones, que según su criterio, deberían ser tenidas en cuenta para combatir con éxito a los indígenas hostiles. Dice al respecto en su informe del 21 de mayo de 1805:  “Es necesario tener en cuenta que la preparación y ejecución de una excursión contra los indígenas del Chaco, deberá afrontar serias dificultadas, fundamentalmente presentadas por factores geográficos. Es de capital importancia entonces realizar exploraciones previas y empleando pequeñas unidades de tropa, conocedoras del terreno y de las tribus que lo ocupaban; preparar detalladamente la zona de operaciones, de manera tal que los  operativos de la lucha contra los indígenas, se realicen contando con la debida organización, el necesario equipo y el suficiente adiestramiento de la tropa a emplear. La escasez de soldados y la falta de un equipamiento militar adecuado resulta menos peligrosa que la carencia de agua o abastecimientos. Por ello debe insistirse repetidamente en el aprovisionamiento de ganado vacuno y caballar, enviándolo  por remesas, previamente concertadas con las guarniciones  instaladas en tierras de indígenas o reunido luego de atacar los pueblos hostiles que se encuentren  en el camino. Ir penetrando en territorio indígena mediante etapas sucesivas para afianzarse en el terreno conquistado y abastecerse convenientemente para las próximas etapas. Utilizar, en lo posible, la vía fluvial y poseer un depósito de víveres siempre en las cercanías de las columnas. En nuestro caso,  el centro de abastecimiento fue el Fuerte de San Luis. Medir las jornadas diarias de marchas por la presencia de agua y pasto en primer término. Por ello, el indio quema siempre los pastos. Contar siempre con la presencia de indios aliados y baquianos. Arrasar con los pueblos hostiles para luego de quemar las casas buscar los “troges” de maíz, que muchas veces han sido enterrados y apoderarse de todos los animales que se encuentren como gallinas patos, etc. además del ganado caballar o vacuno  que posean. Dentro de la táctica operativa indígena,  además de la quema de los pastizales,  está también el retiro inmediato de sus muertos en batalla,  para evitar que el enemigo conozca el alcance del daño efectuado entre las filas de la indiada” Finalmente opina sobre la táctica operativa que será conveniente aplicar en la guerra contra los indígenas, diciendo que “se deben realizar ataques rápidos y decisivos y no efectuar operaciones prolongadas y  lejanas, dificultadas por las posibilidades de abastecimiento”.

Gran parte de este material ha sido extraído de una nota titulada “La conquista del Chaco” publicada en el Anuario Nº 1 del año 1983, de la Revista “Chasque del Desierto”, obra a la que nos permitimos sugerir que se recurra, para ampliar y mejorar esta información 

sábado, 5 de enero de 2019

PGM: El telegrama que hubiese cambiado la guerra

Un telegrama entre Alemania y México que pudo cambiar el rumbo de la Primera Guerra Mundial 

En el llamado telegrama Zimmermann, Alemania propuso a México declarar la guerra a EEUU para distraerlo y evitar que participara en el conflicto en Europa
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El telegrama Zimmermann en su versión escrita y cifrada (créditos: Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania en Berlín)

Al correr los primeros días de 1917, Alemania quiso otorgar a México un papel definitivo en el futuro de la Primera Gran Guerra al planear una propuesta que hubiera al menos cambiado la ruta conocida de la historia.

En sus planes por mantener lejos del conflicto a Estados Unidos, que hasta ese momento se había mantenido nautral, Alemania apostó por el odio "antiguo y bien fundamentado" de México contra su vecino del norte para poner sobre la mesa una tentadora –aunque inviable– oferta: declarar la guerra a los estadunidenses.

A cambio, Alemania ofrecía a México su apoyo para recuperar los extensos territorios que había perdido en el siglo XIX, durante la invasión de Estados Unidos.

En esencia, este fue el ofrecimiento que el entonces ministro alemán de Relaciones Exteriores, Arthur Zimmermann, puso en manos del embajador de su país en México, Hienrich von Eckardt, a través de un telegrama que la historia ha bautizado como Telegrama Zimmermann.

En sus cálculos, el ministro alemán había considerado el antecedente de la expedición del líder revolucionario Francisco Villa a Columbus, Estados Unidos, y la fallida estategia de ese país para capturarlo.

Aseguraba que "los mexicanos son soldados extraordinariamente valerosos" y que los estadounidenses no habían obtenido ningún éxito cuando penetraron a México para seguir el rastro de Villa.

Zimmermann pretendía convencer al presidente mexicano Venustiano Carranza de declarar la guerra a EEUU. (Especial)

Luego de analizarlo con sus asesores, Zimmerman tuvo lista la oferta para México el 15 de enero de 1917. El texto enviado al embajador alemán en México decía:

Tenemos intenciones de comenzar el primero de febrero la guerra submarina ilimitada. Con todo, se intentará mantener neutrales a los Estados Unidos.

En caso de que no lo lográramos, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: dirección conjunta de la guerra, tratado de paz en común, abundante apoyo financiero y nuestra conformidad de nuestra parte en que México reconquiste sus antiguos territorios en Nuevo México, Texas y Arizona. Dejamos a Su Excelencia el arreglo de los detalles.

Su Excelencia comunicará lo anterior en forma absolutamente secreta al Presidente [Carranza] tan pronto como estalle la guerra con los Estados Unidos, añadiendo la sugerencia de que invite al Japón a que entre de inmediato en la alianza, y al mismo tiempo sirva de intermediario entre nosotros y el Japón.

Tenga la bondad de informar al Presidente que el empleo ilimitado de nuestros submarinos ofrece ahora la posibilidad de obligar a Inglaterra a negociar la paz en pocos meses. Acúsese recibo.

Estrategia fallida

Dado que una carta en barco hubiera tardado al menos tres semanas en llegar a su destino, Zimmermann decidió enviar el texto por telégrafo el 16 de enero, con los métodos cifrados de la época.

El telegrama debía viajar de Alemania a Washington y de allí a México, a manos de Eckardt, para que este a su vez presentara la oferta al entonces presidente mexicano Venustiano Carranza.

A pesar de las precauciones, el telegrama pudo ser interceptado por los servicios secretos británicos, que compartieron su contenido con el gobierno estadounidense de Woodrow Wilson, quien lo utilizó para convencer a la opinión pública de su país de intervenir en la guerra de Europa.


El telegrama Zimmermann cifrado.

Pero los alemanes no sabían que los ingleses habían descifrado el contenido, de modo que hicieron la oferta al gobierno mexicano.

En aquellos días, sin embargo, México seguía inmerso en su propia guerra revolucionaria y con recursos menos que limitados para poder emprender una guerra contra Estados Unidos. De modo que el gobierno mexicano rechazó la oferta.

Unos meses antes, en noviembre de 1916, cuando tropas estadounidenses entraron a territorio mexicano elevando la tensión entre los gobierno de ambos países, tal vez otra hubiera sido la respuesta.

De hecho, México había solicitado el apoyo alemán en aquel momento y, a cambio de ayuda militar, le ofreció instalar en territorio mexicano un centro de transmisiones.

Incluso podía inferirse que los submarinos alemanes podían tener bases de aprovisionamiento en México, de acuerdo con la extensa investigación que al respecto hizo el académico austriaco Friederich Katz.

Impacto fronterizo

La oferta alemana había llegado tarde y ya cuando México y Estados Unidos habían limado asperezas. No obstante, la respuesta definitiva del presidente Carranza tardó casi tres meses en llegar a los alemanes. En los primeros días de abril, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania.

El gobierno británico, a través del departamento criptoanalítico bautizó este documento como "Sala 40" (The Romm S40), que actualmente se encuentra resguardado en el volumen R16919 del archivo histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Berlín.


 
La prensa estadounidense hizo mofa del telegrama interceptado. (Especial)

Está signado por Arthur Zimmermann y otros altos mandos alemanes, fue escrito por Arthur von Kemnitz, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, y tuvo correcciones del director del Departamento Político, Ernst Freiherr Langwerth von Simmern.

En México los efectos de este documento se dejaron sentir en la frontera, donde Estados Unidos reforzó la seguridad ante los rumores de actividades de espionaje alemán. Así, entre las dos Nogales –una de lado mexicano y otra de lado estadounidense– se levantó una de las primeras alambradas fronterizas.

La tensión fronteriza llegó incluso al episodio de un tiroteo entre tropas de Estados Unidos y México, el 27 de agosto de 1918. En el centro de Nogales, en México, hay un sencillo obelisco que recuerda a las víctimas de aquel episodio que fue colofón del Telegrama Zimmermann.

viernes, 4 de enero de 2019

Tercera Guerra del Golfo: La caída de los hijos de Saddam

Tortura, violaciones y borracheras: a 15 años de la muerte de los sanguinarios hijos de Saddam

Hussein Uday y Qusay cayeron el 22 de julio de 2003, poco después del derrumbe del régimen de su padre, en combate con las fuerzas de Estados Unidos. Eran los herederos del brutal dictador iraquí y hasta el final fueron los hombres más temidos del país


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  Saddam Hussein flanqueado por sus hijos Uday (izquierda) y Quday (derecha) (AFP)

Alguna vez los hombres más temidos en todo Irak, después de su padre Saddam Hussein, claro, los hermanos Uday y Qusay murieron en batalla contra las fuerzas de Estados Unidos el 22 de julio de 2003, hace exactamente 15 años.

Habían sido traicionados por un colaborador, que informó a los estadounidenses de su escondite en la ciudad de Mosul con la intención de cobrar los más de 15 millones de dólares de recompensa por cada uno de ellos que ofrecía en ese momento Washington.

Cuando las tropas de la Fuerza de Tareas 121, que los estaba buscando activamente, y soldados de la división aerotransportada 101 llegaron a la enorme mansión en la segunda ciudad más grande de Irak, recibieron una lluvia de balas de parte de los hermanos, el hijo de 14 años de Qusay y un guardaespaldas.

El dictador Saddam Hussein junto a su familia

Tal fue la respuesta que los 200 soldados que rodeaban el edificio debieron ordenar un bombardeo aéreo con aviones A10 Thundebolt II y pedir cañones pesados para poder doblegar la resistencia.

Tras seis horas de combate, solo quedaban ruinas y los cuerpos calcinados de los dos hijos más importantes del dictador Saddam Hussein, quien sería capturado cinco meses después en Tikrit.

Uday Hussein, de 39 años y el mayor de los hijos de Saddam, era el comandante de la organización paramilitar Fedayeen Saddam, director del Comité Olímpico y alguna vez considerado sucesor de su padre, aunque progresivamente fue desplazado de este rol por su estilo de vida lleno de excesos y violencia desenfrenada. Era el "as de corazones" en el mazo de naipes con los más buscados por Estados Unidos al comienzo de la Invasión de Irak en marzo de 2003.

El cuerpo de Uday recuperado por los soldados de Estados Unidos. Las imágenes se divulgaron para que los iraquíes confiaran en que estaba muerto (Reuters)

Qusay, su hermano menor de 36 años, era el comandante de la Guardia Republicana y director de la brutal inteligencia iraquí durante el dominio de Saddam. Frío, calculador y despiadado, se había convertido en el heredero del régimen y era el "as de tréboles".

Saddam y sus hijos estaban escondidos desde la caída de Bagdad en abril de 2003, pero el dato del informante develó que Uday y Qusay, siempre juntos, se habían refugiado en Siria durante la invasión y habían vuelto a Mosul, donde finalmente fueron encontrados.

Cuando la noticia se supo hubo celebraciones en todo Irak, especialmente en las comunidades chiitas y kurdas que habían sufrido lo peor de la represión del régimen sunita de los Hussein, que gobernó desde 1979 a 2003.

El cuerpo sin vida de Qusay Hussein (Reuters)

Especialmente Uday era famoso por sus excentricidades, su temperamento violento, sus tortura indiscriminada a los atletas iraquíes, sus borracheras y sus abusos sexuales a mujeres que simplemente veía en la calle y le gustaban.

También era famosa su fortuna acumulada gracias al control de los medios de comunicaciones iraquíes y otros negocios del gobierno de su padre.

Era tan temido y odiado que en 1996 intentaron asesinarlo. Recibió al menos siete disparos en el cuerpo por parte de atacantes no identificados mientras conducía por Al Mansour, y a raíz de sus heridas quedó impotente.

  Tropas estadounidenses tras la batalla que la que murieron Uday y Qusay

Pero apenas fue dado de alta protagonizó uno de los hechos más famosos de su locura violenta, como recuerda el periodista Anton Antonowicz, quien lo conoció durante una entrevista a su padre en 1982, en el periódico The Sun.

Uday quería celebrar haber sobrevivido al ataque y asistió al prestigioso club hípico Jadriyah. Allí quedó fascinado por una niña de 14 años, por lo que ordenó a sus guardaespaldas que la raptaran y llevaran a su casa.

La violaron por tres días y luego la dejaron en su casa junto a una bolsa de dinero.
  Uday era conocido por su gusto por los cigarros (AFP)

Pero su padre, un ex gobernador, se quejó ante Saddam y habló en público de lo que Uday había hecho.

En consecuencia, el entonces heredero del régimen se presentó ante el hombre, le exigió que entregara una vez más a su hija y que esta vez incluyera también a su hermana de 12 años, o los mataría a todos. El ex gobernador aceptó.

Qusay cultivaba, en cambio, el bajo perfil. No se le conocían estos arranques homicidas ni otros excesos. Vestía de manera sobria e imitaba el estilo de su padre.



El “as de tréboles” y el “as de corazones”, en la baraja que las tropas estadounidenses usaban para identificar a fugitivos de alto rango

Pero, como éste, su brutalidad no requería de grandes actos. Era él quien dirigía el aparato represivo de Saddam, los servicios de inteligencia y la policía secreta.

En 1991 lideró las matanzas contra lo chiitas levantados en Saddam City y persiguió y torturó a los opositores al régimen hasta el derrocamiento de su padre, muchas veces involucrándose personalmente en el proceso.

jueves, 3 de enero de 2019

Fusil Dreyse (Prusia)


Fusil Dreyse




Fusiles Dreyse. El tercero desde la izquierda es el modelo original; los otros son desarrollos posteriores.

El fusil “de aguja” Dreyse es un fusil de cerrojo accionado manualmente que revolucionó el mundo de las armas de fuego y colaboró eficazmente en el triunfo de los prusianos en su guerra contra daneses y austríacos, de la década de 1860.

Desarrollo

Johann Nikolaus Dreyse (1787-1867) comenzó a desarrollar un sistema de retrocarga, basado en un diseño hecho años antes por Jean Samuel Pauly, y luego de múltiples experimentos, concluyó el diseño del mismo en 1836. Consistía en un fusil de cerrojo corredizo y giratorio, cuya característica más destacada era una larga aguja percutora de acero que estaba situada en el interior de este y empujada por un muelle; de ahí el nombre de este sistema de arma.

Otra característica era su cartucho, que integraba todos los elementos que en las armas de avancarga estaban separados: cápsula fulminante, carga de pólvora y proyectil.

En 1841, el arma es ofrecida a Prusia, que la prueba en el mayor secreto y la adopta definitivamente en 1848. Los soldados prusianos que combatieron en la guerra de 1864, contra Dinamarca, y en la de 1866, contra Austria, iban armados con fusiles Dreyse.

El 3 de julio de 1866, en la batalla de Sadowa, los prusianos armados con este fusil se enfrentaron contra los austríacos, armados con el fusil de avancarga Lorenz, en un combate que duró 8 horas. Finalmente, los prusianos ganaron la batalla causando cuantiosas pérdidas a su enemigo, gracias al poder de fuego que les brindaba el fusil Dreyse.

Funcionamiento


Esquema del cerrojo de un Dreyse.

El Dreyse era básicamente un fusil de cerrojo accionado manualmente, que en su interior alojaba una larga aguja percutora y el resorte o muelle que impulsaba la misma. Al abrir el cerrojo y llevarlo hacia atrás, se comprimía el resorte y se podía introducir un cartucho en la recámara, quedando la aguja y el resorte retenidos.

Al cerrar el cerrojo, este quedaba bloqueado y la obturación se realizaba mediante dos piezas cónicas que se encastraban una dentro de otra. Cuando se oprimía el disparador, la aguja era liberada, impulsada por el resorte, con la fuerza suficiente para traspasar el cartucho y golpear el fulminante y así lograr encender al mismo.

Ese sistema de cierre tenía la ventaja de permitir la retrocarga, es decir, que se podía cargar desde atrás en vez de por la boca del cañón, y con los componentes del disparo (carga de pólvora, pastilla de fulminato y proyectil) ensamblados en una unidad o cartucho, no separados, lo que permitía una gran rapidez de tiro: entre 7 y 10 disparos por minuto durante los primeros momentos, lo que le daba una potencia de fuego increíble para esa época. Pero, el inconveniente residía en el que después de varios disparos, la recámara acumulaba tal cantidad de residuos producidos por la combustión de los cartuchos, que estos dificultaban el cierre y la apertura del cerrojo y hacían disminuir notablemente la velocidad de disparo.

La munición de este fusil era singular. El pistón o cápsula fulminante iba situado en la parte trasera del proyectil ojival que, a su vez, estaba contenido en un taco de cartón (que era el que tomaba las estrías del ánima del cañón) y tenía forma ovoide; después venía la carga de pólvora negra , por lo que la aguja percutora tenía que ser fina y larga para atravesarla y poder incidir en el pistón; por eso a esta arma se la llamó también “de aguja”.

El Dreyse poseía un cañón de ánima estriada, lo que le daba una excelente precisión.


Wikipedia

Aunque el diseño era sumamente ingenioso, presentaba una serie de dificultades prácticas: como ya se dijo, al quemarse la carga de pólvora directamente en la recámara, sin nada que la obturara y la protegiera, a los pocos disparos esta se recubría de residuos que dificultaban la introducción en ella de los cartuchos. Esto a veces llegaba a tal grado que los soldados equipados con este fusil tenían que ayudarse para cerrar y abrir el cerrojo con algún elemento -por ejemplo, una piedra-, pues con la mano no resultaba fácil. Por otro lado, la falta de obturación de la recámara hacía que escapasen de ella hacia la cara del tirador partículas incandescentes de pólvora. Además, la aguja, al tener que permanecer entre la carga de pólvora mientras esta se quemaba, se corroía y rompía con gran frecuencia y facilidad.

Características

Longitud total: 142,5 cm
Calibre: 15,43 mm
Peso sin bayoneta: 4,980 kg
Peso con bayoneta: 5,336 kg
Longitud de la bayoneta: 559 mm
Longitud del cañón: 907 mm de hierro forjado
Cadencia: entre 7 y 10 disparos por minuto
Velocidad inicial: 295 a 305 m/s
Alcance máximo: 600 m

El cartucho


Cartucho Dreyse a la izq.

El cartucho, integraba todos los elementos del disparo (bala, fulminante y pólvora) en una sola unidad, pero en un orden muy particular. El pistón o cápsula fulminante iba situado tras el proyectil, que a su vez estaba contenido en un taco de cartón; después venía la carga de pólvora. Este cartucho, armado artesanalmente, era de papel y se quemaba en la recámara, por lo que también se lo conoce como "cartucho combustible".

Características del cartucho

Diámetro: 16 mm
Peso total: 38,5 g
Peso de la carga: 4,85 g pólvora negra (75 grains)
Peso de la bala: 31 g (478 grains)
Longitud total: 6 cm aprox.

miércoles, 2 de enero de 2019

Cuba es una mierda: Las cosas que destruyó la puta revolución

Todas las cosas que destruyó la Revolución Cubana en 60 años de dictadura




Por Pedro Corzo | Infobae

El autor es cubano. Periodista. Vivió en Venezuela por doce años. Preside actualmente el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo.


Dos asesinos: los cubanos Fidel Castro y Che Guevara



En estos últimos sesenta años el pueblo de América Latina que menos ha progresado ha sido Cuba, mientras, ha retrocedido a los tiempos más oscuros de la Edad Media en lo que respecta a derechos, libertades ciudadanas y condiciones de vida de su población.


Cierto que en la mayor de las Antillas 21.900 día atrás tampoco había democracia, sin embargo, aunque no es consuelo, la economía estaba pujante y las condiciones materiales de vida y sociales, en franco progreso.


Infortunadamente, en las últimas elecciones plurales de su historia, según observadores de la época, el gobierno cometió fraude. Si bien, en menos de dos meses dejó un vacío de poder que ocupó la tiranía más cruel e ineficiente de toda la historia americana.


En estos 720 meses desaparecieron los partidos políticos y todos los organismos de la sociedad civil. Se estableció un absoluto control sobre los medios de comunicación y la educación. Las tradiciones fueron quebradas. La gestión económica se estatizó hasta destruir la economía nacional y empobrecer a niveles sin precedentes a la población.


Se militarizó la sociedad, al extremo de que la calificación de desertor se le asigna a quien abandone una delegación oficial, así sea un artista, un deportista o un médico. La intolerancia y la sumisión a las consignas fueron las nuevas normas. Se impuso un paradigma nacional que promovía el odio y el tableteo de las ametralladoras.


Decenas de miles fueron a prisión. Miles más partieron al exilio. La libertad intelectual desapareció. Se estableció un estricto control de los medios de información. Las religiones enclaustradas en sus templos. Una especie de nueva devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas.

Sin dudas, la destrucción del país y la profunda crisis de nacionalidad que enfrenta Cuba es consecuencia de la visión mesiánica que Fidel Castro tenía de sí mismo, delirio que se acrecentó al triunfo de la insurrección por el amplio respaldo popular a sus propuestas y la adoración a su persona que rendía la mayoría de la población, incluyendo notables personalidades de la clase dirigente en la que destacaban industriales, ganaderos, artistas, periodistas y hasta figuras de la política nacional.

Para sorpresa de cualquier observador no contaminado por el influjo de la ilusoria épica de la Sierra Maestra y para los que miran en el presente retrospectivamente los meses iniciales del proceso, es inconcebible que el discurso de populismo extremo del nuevo caudillo pudiera cautivar por igual al pueblo llano y a las elites económicas y políticas. Era un festín de fe en la que los iniciados acataban devotamente los mandatos de la Revolución y Fidel, el único con derecho a interpretar las necesidades de la patria.

Quizás toda esa popularidad hizo que Castro se viera a sí mismo como un José Stalin construyendo la Unión Soviética o mejor, Adolfo Hitler, su modelo para acceder al poder por medio de la violencia. Es posible que fuera entonces cuando se imaginó construyendo una especie de Tercer Reich dinástico con él como referente clave, una monstruosidad que penosamente y por desgracia lo sobrevive.

Castro agarró el poder con todo su cuerpo, al extremo que pudiera decirse que lo engulló. Construyó una maquinaria represiva para garantizar su autoridad y extenderla a todas las dimensiones. Dispuso sobre vida y obra. Fue político, ejecutor, ingeniero, biólogo, estratega militar, consejero de familia, constructor, juez y verdugo, especialista en todas las disciplinas y excepcionalmente capacitado para implementarlas.

Los abusos del régimen generaron una oposición sin precedentes que se gestó y manifestó en el mismo año del triunfo de la insurrección, porque en justicia, ante la mayoría que ciegamente se entregaba al pérfido tirano, una minoría sin las condiciones necesarias, en contra del más elemental sentido común, pero comprometidos con los ideales democráticos, inició un proceso de confrontación que no ha cejado nunca en su empeño por terminar con la opresión.

La lucha en aquellos primeros años fue a sangre y fuego. Hombres y mujeres se alzaron en armas en llanos y montañas de todas las provincias. Un poderoso movimiento clandestino se orquestó en todo el país con el apoyo decidido de quienes habían partido al exilio, muchos de los cuales retornaron con las armas en las manos entregando sus vidas a sus ideales.

La resistencia que se inició en 1959, dentro de la isla como en el exterior, ha marcado pautas trascendentes. El resultado ha sido cruento. Miles de fusilados, cientos de miles han pasado por las prisiones, otros tantos marcharon al exilio, el ostracismo interno es también numeroso.

La dictadura ha durado 60 años, pero los que se le oponen llevan el mismo tiempo de lucha en su contra. Una muestra: en todos estos años la prisión política ha estado presente. Mientras no haya libertad, habrá resistencia.

martes, 1 de enero de 2019

Cuba es una mierda: Aniversario de la revolución comunista

Seis décadas de una utopía inalcanzable


El triunfo de la Revolución cubana cumple 60 años este 1 de enero "sin parecerse a los sueños que proyectaron" sus entonces jóvenes protagonistas, dice Joani Sánchez al constatar en lo "que derivó toda aquella utopía".

Joani Sánchez (lgc) | DW




Entrada de Fidel Castro a La Habana el 8 de enero de 1959 (en el centro, de pie en el jeep junto al comandante Camilo Cienfuegos). Unos días antes había huido el dictador Fulgencio Batista. "La tiranía ha sido derrocada", clamó entre vítores el líder de la Revolución.

El viejo Ramón era un adolescente de rostro lampiño cuando Fidel Castro entró en La Habana aquel enero de 1959. Poco después, decidió hacerse miliciano para defender lo que entonces muchos cubanos llamaban con orgullo "la Revolución". Hoy, con una pensión que no supera el equivalente a 20 euros al mes, el jubilado vive del dinero que le mandan sus nietos, emigrados el otro lado del Estrecho de Florida, en ese país al que Ramón apuntó con su fusil mientras hacía la guardia en una unidad militar en plena Guerra Fría.

Este 2019, el proceso que ilusionó a millones de cubanos llega a sus seis décadas de existencia, sin parecerse a los sueños que proyectaron jóvenes como Ramón y sin haber logrado darle una vida digna y libre a los que se quedaron en la isla. Ahora ya pocos llaman al modelo político que se instauró tras la llegada de los barbudos al poder como "la Revolución" y en lugar de eso prefieren decirle "el sistema" o, simplemente "esto" o "esta cosa". De los líderes vestidos de verde oliva que bajaron de la Sierra Maestra solo quedan unos pocos octogenarios que no logran despertar admiración ni respeto en la gran mayoría de la gente.

De las promesas iniciales, en las que se hablaba de oportunidades para todos y de libertades ciudadanas, tampoco ha sobrevivido casi nada. En lugar de esos espacios de realización individual y colectiva, el castrismo ha mantenido un estricto entramado de vigilancia y control que ha sido el más acabado de sus "logros" y el más permanente de sus "resultados". En cuanto a justicia social no hay mucho que celebrar. En las calles se hace evidente el abismo económico que separa a los jerarcas del Gobierno de los pensionados, la población negra y los residentes en zonas rurales. Los nuevos ricos marcan distancia con los que cada vez son más pobres.



El genocida Fidel Castro celebra la victoria sobre el dictador Fulgencio Batista en La Habana en una imagen fechada el 8 de enero de 1959.

Por otro lado, en los últimos años el régimen de La Habana ha tenido que ceder terreno a las leyes del mercado que tanto criticó en sus consignas. Un sector privado de medio millón de trabajadores ha puesto en evidencia la ineficiencia del aparato estatal y está empujando los límites de las restricciones que aún se mantienen al emprendimiento y a la creatividad. Después de haber confiscado hasta los puestos de comida más humildes en el lejano año 1968, ahora la Plaza de la Revolución está vendiendo la Isla pedazo a pedazo a los inversionistas extranjeros.

De las "joyas de la corona" del proceso, los servicios públicos de educación y salud, tampoco hay mucho para mostrar. La extensión de ambos sistemas sigue llegando a cada rincón del país, pero el deterioro de la infraestructura, los bajos salarios de profesores y médicos, junto a los excesos de ideología y los vacíos éticos han hecho que las aulas y los hospitales no se parezcan al sueño de un pueblo culto y bien atendido sanitariamente que una vez arrancó los aplausos de miles de cubanos que se congregaban para escuchar los maratónicos discursos del Comandante en Jefe.

Ahora, cuando las celebraciones oficiales hablan del 60º cumpleaños de este proceso político y social que pocos se atreven ya a calificar como "revolucionario", gente como Ramón y sus nietos están pasando revista a lo que no lograron, a las ilusiones que tuvieron que aparcar en el camino y al sistema disfuncional y autoritario en que derivó toda aquella utopía.


lunes, 31 de diciembre de 2018

Fotos del día: Ametralladora ZB en manos japonesas

ZB japonesa 
Las tropas japonesas con una ametralladora ligera checoslovaca ZB-26 en China, circa 1937.


El operador, tal vez, está intentando liberar a mano un cartucho trabado mientras que el segundo le alcanza un cargador.