El mayor misterio de la aviación argentina cumple 50 años
"El avión de los cadetes"
El 3 de noviembre de 1965 un Douglas DC-4 de la Fuerza Aérea con 68 personas a bordo se apagaba en todos los radares. Desde entonces, nada se sabe de él ni de sus ocupantes, aunque la búsqueda continúa.
El "vuelo de los cadetes". El DC 4 matrícula TC-48, antes de su desaparición.
El 3 de noviembre de 1965, hace hoy exactamente cincuenta años, desaparecía el avión de la Fuerza Aérea Argentina matrícula TC-48. La aeronave se apagó en todos los radares mientras volaba cerca de Costa Rica con 68 personas a bordo. Es recordado como "el avión de los cadetes" y se transformó en el misterio más grande de la historia de la aeronavegación argentina.
El avión, un Douglas DC-4 para transporte de paracaidistas, iba en viaje de instrucción. Llevaba a 54 cadetes de la Fuerza Aérea; uno de ellos era peruano, el resto, argentinos. Iban en el avión además nueve tripulantes y cinco oficiales que viajaban como pasajeros.
El Douglas DC 4 matrícula TC-48, antes de su desaparición.
La aeronave había despegado de la base estadounidense de Horward, en Panamá, con destino a El Salvador. Su travesía completa había comenzado en Mendoza y tenía a California como destino final. Iba acompañado por otro avión, también en vuelo de instrucción. Los aparatos despegaron de Panamá con cinco o seis minutos de diferencia entre sí, pero solo uno de ellos llegó a destino.
El aeropuerto de Tegucigalpa, Honduras, y un avión comercial recibieron un alerta de la aeronave minutos antes de su desaparición: no está claro si uno o dos de sus cuatro motores se había incendiado. Poco más se supo desde entonces.
En diciembre de 1967, después de una búsqueda que incluyó 23 expediciones a la selva y más de 50 vuelos en avionetas y helicópteros, el gobierno de Costa Rica dio por finalizada la búsqueda.
Una investigación hecha por los Estados Unidos concluyó que el avión cayó al mar entre Panamá y Costa Rica, a 30 kilómetros de la costa; para la Aviación Civil de Costa Rica, en cambio, los restos del aparato están en algún lugar de la selva.
Reproducción digital de un Douglas DC-4 como el desaparecido en 1965.
Algunos de los familiares de las víctimas no dudan de que el avión está en la selva del sur de Costa Rica. El libro TC-48, el avión de los cadetes, escrito por Ricardo Becerra, ex teniente del Ejército y hermano del cadete Héctor, menciona a trece testigos que lo vieron volar a baja altura en zona selvática. Estos testimonios y la comunicación radial que el avión mantuvo con un piloto costarricense son elementos clave que sostienen la hipótesis de que el avión cayó en tierra, y no en el mar.
En 2008 la Fuerza Aérea Argentina llevó a cabo dos misiones terrestres en la selva de Costa Rica. Fue después de que, en 2007, Clarín publicara las quejas de los familiares de los desaparecidos.
Basada en simulaciones por software y testimonios de personas que tuvieron comunicación con el avión en emergencia, las investigaciones de 2008 establecieron la hipótesis de que el avión pudo haber llegado a tierra firme, pero no estaba en condiciones de atravesar la cadena montañosa de Talamanca; esto recorta el área sobre la que podría haber caído.
Según dijeron a Clarín familiares de las víctimas en 2007, pertenencias de uno de los cadetes desaparecidos, Oscar Vuistaz, fueron halladas. Se trata de unos gemelos de oro, un documento y dólares que jamás habían estado en contacto con agua.
Los familiares también señalaron que contaban con testimonios que indicaban que el avión no estaba en buenas condiciones. Tenía agujeros que debían ser tapados con estopa, según habría contado uno de los pasajeros de la aeronave.
Entre las hipótesis que las familias de las víctimas barajan está la que indica que, tras caer en la selva, el avión fue saqueado por indígenas que luego mataron a los sobrevivientes para ocultar su delito. "La zona fue embrujada y nadie quiere hablar de eso", conjeturó uno de los familiares de los desaparecidos ante Clarín en 2007.
Ahora, al cumplirse 50 años de su desaparición, se llevará a cabo en los próximos días una nueva misión de búsqueda en la selva costarricense. Así lo informó ayer el diario El Tribuno de Salta.
Hacia allí partirá un comando especial enviado por la Fuerza Aérea Argentina. "Esta búsqueda será realizada por tierra, como se hicieron las anteriores. También en esta ocasión contarán con el aporte logístico de la NASA y de la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales)", le contó a El Tribuno Regina Zurro, hija del comandante Mario Nello Zurro, desaparecido en el vuelo.
La nueva misión se denomina Esperanza VII. Tal vez la séptima sea la vencida.
Clarín
domingo, 8 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
Historia argentina: La batalla de Ombú (1827)
La batalla de Ombú
Dos días después de la sableada que había aplicado Lavalle a las fuerzas brasileñas comandadas por el General don Bentos Manoel Ribeiro, ante la persistencia del jefe paulista, el General Alvear encomendó al General Mansilla darle el escarmiento necesario. El encuentro se produjo en el arroyo Ombú. Mansilla contaba con 800 hombres de caballería, en tanto que el General Ribeiro conducía 1.200 soldados. Tras una desordenada carga patriota que facilitó a la caballería enemiga formar un gran semicírculo que puso en peligro el ataque argentino, la rápida reacción del ayudante del General Mansilla, don Segundo Roca, al quitarle el clarín al trompa de órdenes el cual estaba dispuesto a tocar retirada, permitió que un Escuadrón del Regimiento 16 de Caballería, a órdenes del coronel Olavarría, efectuara una carga con tal ímpetu que frenó la acción brasileña. Esto permitió rehacer la carga propia y provocó la detención del empuje brasileño. El ataque enemigo pronto se transformó en retirada y luego en desordenada fuga.
El silencio de un corneta y la valentía de Olavarría hacen el día
Luego de la batalla de Bacacay... Alvear dispuso escarmentar a las tropas brasileñas por segunda vez.
La tarea fue encomendada al general Lucio Mansilla y dos días después de producido el combate de Bacacay se toparon argentinos y brasileños en el arroyo Ombú. Mansilla contaba con 800 hombres, todos de caballería: 100 del Regimiento 1º (comandante José María Cortina), 100 del Regimiento nº2 (capitanes Albarracín y Martín), 300 del Regimiento nº8 (coronel Zufriategui), 200 del Regimiento nº16 (coronel Olavarría) y el Escuadrón de Coraceros (teniente coronel Medina). El coronel Ribeiro conducía a 1200 soldados.
General Lucio Mansilla (Argentina)
Antes de relatar el combate debe efectuarse una precisión: Mansilla había ascendido -como Alvear- sin atender a la escala orgánica y merced en gran parte a la política. No había comandado en batalla a numerosos efectivos. En efecto, tras su paso por el Ejército de los Andes, con el grado de mayor se incorporó al ejército entrerriano de Ramirez luego de la batalla de Cepeda (1820), al frente de cuya infantería contribuyó a derrotar a Artigas. Abandonando a su jefe, ya teniente coronel, se apoderó del gobierno de Entre Ríos, desbaratando los intentos del general López Jordán por mantener la República Entrerriana. Fue entonces ascendido a coronel. Y en vísperas de abrirse la campaña contra el Imperio de Brasil, tras desempeñar una diputación en el Congreso Nacional, recibió entorchados de general. Por eso, Alvear -olvidado de su propia trayectoria- lo calificaba de "general de bochinche". Veamos ahora los testimonios de un par de actores en el combate de Ombú.
El capitán Domingo Arrieta en sus Memorias recordaba lo que sucedió cuando se avistó a los imperiales ocupando unas pequeñas alturas, al salir el sol el día 15:
Regimiento de caballería nº16 "Lanceros de Olavarría"
Fue creado por decreto de 4 de agosto de 1826 designándose para su mando y organización al Coronel José Olavarria. El vistoso uniforme agregado, pertenece a su jefe, aunque se cree que, a pesar del decreto del 5 de julio de 1826, sus soldados lo usaron, según algunas referencias. Este regimiento hizo toda la campaña del Brasil con brillante actuación, disolviéndose a su regreso. Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.
Con todo, los brasileños, ante la fogosa carga que se les iba encima, se replegaron a un llano en la retaguardia y formaron su línea sobre la margen izquierda del arroyo Ombú. Cuando llegaron allí los jinetes argentinos lo hicieron -según Arrieta- "en estado de no haber un solo caballo que pudiese galopar".
Teniente José María Todd, relata los pormenores de la batalla
El general Mansilla ordenó al coronel Juan Zufriategui que atacara la línea enemiga con su Regimiento (compuesto en gran parte por antiguos Dragones de Rivera). Lo que sigue integra los Recuerdos del entonces teniente José María Todd:
Aprovechando la oportunidad, Bento Manoel rodeó con su caballería a los cuerpos argentinos y se dispuso a concluirlos. Prosigue relatando el capitán Arrieta:
El general Mansilla se dispuso a abandonar la lucha. Pero en ese instante se produjo un hecho que resultó trascendental, según reveló en 1857 el después general Jerónimo Espejo, a la sazón integrante del Estado Mayor de Alvear:
Coronel José de Olavarría
De ahí en adelante se modificó la situación, aunque indica Todd "que estábamos admirados de encontrar una resistencia a la que no estábamos acostumbrados: debo confesar que los brasileños pelearon como bravos". Por fin los paulistas emprendieron su retirada al galope, perseguidos ahora por los argentinos, "causándoles el daño que no supieron hacernos", comenta Arrieta. En su fase final, la caballería riograndense convirtió su carrera en una auténtica fuga. Un último detalle ofrece Todd:
Los imperiales tuvieron 173 muertos y 46 heridos. Las bajas propias fueron de 54 muertos y 31 heridos, y el coronel Zufriategui sufrió grave descrédito, recogido en los testimonios de Paz, Iriarte y Todd.
En cuanto a Bento Manoel Ribeiro, fue alejado de las operaciones tras sus dos contrastes sucesivos, perdiendo contacto con los argentinos hasta el día de la batalla de Ituzaingó (en la cual no participó), causando su conducta una impresión desagradable entre sus camaradas.
General Bento Manoel Ribeiro (Brasil)
Fuente
Isidoro Ruiz Moreno, Campañas Militares Argentinas, EMECE, 2005: pp: 398-400
Dos días después de la sableada que había aplicado Lavalle a las fuerzas brasileñas comandadas por el General don Bentos Manoel Ribeiro, ante la persistencia del jefe paulista, el General Alvear encomendó al General Mansilla darle el escarmiento necesario. El encuentro se produjo en el arroyo Ombú. Mansilla contaba con 800 hombres de caballería, en tanto que el General Ribeiro conducía 1.200 soldados. Tras una desordenada carga patriota que facilitó a la caballería enemiga formar un gran semicírculo que puso en peligro el ataque argentino, la rápida reacción del ayudante del General Mansilla, don Segundo Roca, al quitarle el clarín al trompa de órdenes el cual estaba dispuesto a tocar retirada, permitió que un Escuadrón del Regimiento 16 de Caballería, a órdenes del coronel Olavarría, efectuara una carga con tal ímpetu que frenó la acción brasileña. Esto permitió rehacer la carga propia y provocó la detención del empuje brasileño. El ataque enemigo pronto se transformó en retirada y luego en desordenada fuga.
El silencio de un corneta y la valentía de Olavarría hacen el día
Luego de la batalla de Bacacay... Alvear dispuso escarmentar a las tropas brasileñas por segunda vez.
La tarea fue encomendada al general Lucio Mansilla y dos días después de producido el combate de Bacacay se toparon argentinos y brasileños en el arroyo Ombú. Mansilla contaba con 800 hombres, todos de caballería: 100 del Regimiento 1º (comandante José María Cortina), 100 del Regimiento nº2 (capitanes Albarracín y Martín), 300 del Regimiento nº8 (coronel Zufriategui), 200 del Regimiento nº16 (coronel Olavarría) y el Escuadrón de Coraceros (teniente coronel Medina). El coronel Ribeiro conducía a 1200 soldados.
General Lucio Mansilla (Argentina)
Antes de relatar el combate debe efectuarse una precisión: Mansilla había ascendido -como Alvear- sin atender a la escala orgánica y merced en gran parte a la política. No había comandado en batalla a numerosos efectivos. En efecto, tras su paso por el Ejército de los Andes, con el grado de mayor se incorporó al ejército entrerriano de Ramirez luego de la batalla de Cepeda (1820), al frente de cuya infantería contribuyó a derrotar a Artigas. Abandonando a su jefe, ya teniente coronel, se apoderó del gobierno de Entre Ríos, desbaratando los intentos del general López Jordán por mantener la República Entrerriana. Fue entonces ascendido a coronel. Y en vísperas de abrirse la campaña contra el Imperio de Brasil, tras desempeñar una diputación en el Congreso Nacional, recibió entorchados de general. Por eso, Alvear -olvidado de su propia trayectoria- lo calificaba de "general de bochinche". Veamos ahora los testimonios de un par de actores en el combate de Ombú.
El capitán Domingo Arrieta en sus Memorias recordaba lo que sucedió cuando se avistó a los imperiales ocupando unas pequeñas alturas, al salir el sol el día 15:
Nuestro general Mansilla, desde el momento que los vio, mandó la nunca bien ponderada maniobra de formar toda la división en una sola columna por escuadrones y marchar desde la gran distancia en que aún nos hallábamos del enemigo, al aire de galope, en un terreno que por lo pedregoso, desigual y lleno de arbustos, hubiera sido muy dificultoso hacerlo al paso. Este violento orden de marcha hizo que se perdiese todo orden de formación. Desbandados nuestros escuadrones, tanto por el cansancio de nuestros caballos como por la pendiente del terreno, más parecía una división en completa derrota que tropa que iba a batirse con el enemigo. |
Regimiento de caballería nº16 "Lanceros de Olavarría"
Fue creado por decreto de 4 de agosto de 1826 designándose para su mando y organización al Coronel José Olavarria. El vistoso uniforme agregado, pertenece a su jefe, aunque se cree que, a pesar del decreto del 5 de julio de 1826, sus soldados lo usaron, según algunas referencias. Este regimiento hizo toda la campaña del Brasil con brillante actuación, disolviéndose a su regreso. Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.
Con todo, los brasileños, ante la fogosa carga que se les iba encima, se replegaron a un llano en la retaguardia y formaron su línea sobre la margen izquierda del arroyo Ombú. Cuando llegaron allí los jinetes argentinos lo hicieron -según Arrieta- "en estado de no haber un solo caballo que pudiese galopar".
Teniente José María Todd, relata los pormenores de la batalla
El general Mansilla ordenó al coronel Juan Zufriategui que atacara la línea enemiga con su Regimiento (compuesto en gran parte por antiguos Dragones de Rivera). Lo que sigue integra los Recuerdos del entonces teniente José María Todd:
Salió el nº8 en son de carga, y en el acto se desprendió otro regimiento enemigo que cargó con decisión, pero con mal instinto, pues a una cuadra dio la voz de carga. Nuestro regimiento, en vez de aprovechar esa chambonada que había desorganizado la línea enemiga, echó a correr con toda ignominia. Felizmente tomó en su disparada una línea diagonal que descubrió el frente de los vencedores. |
Aprovechando la oportunidad, Bento Manoel rodeó con su caballería a los cuerpos argentinos y se dispuso a concluirlos. Prosigue relatando el capitán Arrieta:
Aprovechándose los brasileños de la gran superioridad que sobre nosotros le daba el descanso en que estaban sus caballadas, maniobraron como quisieron, y formando una especie de círculo nos encerraron dentro de él, sin ser bastante a impedirlo la desesperada oposición que hicimos. ¡Ya no había remedio: todos éramos perdidos! |
El general Mansilla se dispuso a abandonar la lucha. Pero en ese instante se produjo un hecho que resultó trascendental, según reveló en 1857 el después general Jerónimo Espejo, a la sazón integrante del Estado Mayor de Alvear:
En este combate, envueltos nuestros escuadrones casi en derrota, cuando el corneta del General iba a tocar la señal de retirada, Roca [su ayudante don Segundo] le quitó el clarín de la boca, y esta acción atrevida dio lugar a que un escuadrón nuestro diese otra carga al enemigo. El coronel Olavarría, del 16, jefe valiente y práctico en las ocasiones de choques parciales, mediante una serie de combates en que se había encontrado y siempre distinguido en la guerra de la Independencia, restableció el orden y obtuvo un triunfo sobre el adversario. |
Coronel José de Olavarría
De ahí en adelante se modificó la situación, aunque indica Todd "que estábamos admirados de encontrar una resistencia a la que no estábamos acostumbrados: debo confesar que los brasileños pelearon como bravos". Por fin los paulistas emprendieron su retirada al galope, perseguidos ahora por los argentinos, "causándoles el daño que no supieron hacernos", comenta Arrieta. En su fase final, la caballería riograndense convirtió su carrera en una auténtica fuga. Un último detalle ofrece Todd:
El paso preciso del arroyo que debían vadear era bastante ancho, pero como se habían aglomerado todos en completo desorden, se estorbaban unos a otros y pudimos llegar a tiempo y causarles una gran mortandad. Allí por primera vez se vio el gran efecto que producían las lanzas, arma muy mal recibida por nuestros soldados, especialmente por los salteños que se creían degradados por ella, pues solo la usaron los gauchos en la guerra de la Independencia a falta de otra arma; pero en esta pelea y recorriendo los muertos enemigos, casi todos estaban heridos de lanza: adquirió fama esta arma. |
Los imperiales tuvieron 173 muertos y 46 heridos. Las bajas propias fueron de 54 muertos y 31 heridos, y el coronel Zufriategui sufrió grave descrédito, recogido en los testimonios de Paz, Iriarte y Todd.
En cuanto a Bento Manoel Ribeiro, fue alejado de las operaciones tras sus dos contrastes sucesivos, perdiendo contacto con los argentinos hasta el día de la batalla de Ituzaingó (en la cual no participó), causando su conducta una impresión desagradable entre sus camaradas.
General Bento Manoel Ribeiro (Brasil)
Fuente
Isidoro Ruiz Moreno, Campañas Militares Argentinas, EMECE, 2005: pp: 398-400
viernes, 6 de noviembre de 2015
Argentina: Escudo de armas de Buenos Aires
Escudo de armas de Buenos Aires
Escudo de armas de Buenos Aires
El fundador de la ciudad dispuso, con fecha 20 de octubre de 1580, darle escudo de armas, señalando como “blasón un águila negra pintada al natural con una corona en la cabeza con cuatro hijos debajo demostrando que los cría con una cruz colorada sangrienta que salga de la mano derecha y suba más alto que la corona que semeje la cruz de calatrava y la cual esté sobre campo blanco”.
En el mismo acto indicó la necesidad de pedir confirmación al Rey. Esto era de rigor.
En 1590 el Cabildo mandó un Procurador a España y entre las peticiones que debía formular al Monarca figuraba la de serle confirmado el escudo de armas señalado por el general Garay, o pedir otras si S. M. fuere servido.
Con fecha 20 de septiembre del año siguiente, el Consejo dictaminó de acuerdo, diciendo: “que señalaban y señalaron por armas las que el dicho Juan de Garay les señaló y se les dé cédula para que la dicha ciudad pueda usar y use de ellas”.
Se ignora si las autoridades porteñas conocieron el dictamen, si recibieron la Real Cédula que debió comunicarlo y si usaron el escudo.
Sin embargo, como en un acuerdo de 1610 se ordena pagar varios trabajos al herrero Silvestre González, entre los cuales se incluye el sello de la Ciudad, es permitido suponer que al menos se hizo uno, aun cuando ignoremos su diseño y empleo.
Cinco años más tarde, el capitán Víctor Casco de Mendoza, alcalde de primer voto, condenó al platero Melchor Miguel, por una herida que había causado, “a que hiciese y labrase en plata las armas de esta ciudad que son un pelícano con cinco hijos y que la plata en que se labrase se le diese por el Mayordomo de los propios y él no llevase cosa alguna de hechura”. En seguida agregan que “se acordó que las armas que se hallare haber elegido el General Juan de Garay poblador de esta ciudad se labren y pongan en un sello de plata y la plata que para ello fuere menester la entregue al Mayordomo de esta ciudad”.
De los términos del acta puede deducirse que lo redactaron teniendo a la vista algún ejemplar material y no el documento de 1580, pues la descripción es terminante y no permite confundir un “águila” con un “pelícano”, ni poner “cinco” hijos cuando dice “cuatro”.
Es más fácil que una mala ejecución anterior del sello causara las citadas diferencias erróneas.
Tampoco sabemos si se hizo esa vez, aunque parecería no haberse cumplido la sentencia del alcalde Casco de Mendoza, porque en otro acuerdo de 1625 se lee que, hasta entonces, no se había hecho el sello con las armas de la Ciudad, para los pliegos y despachos del Cabildo, y se encomienda al Mayordomo que mande hacer dos, uno grande y otro pequeño.
Nada puede decirse respecto al resultado del acuerdo en cuestión, pues no hay prueba de haberse cumplido un deseo tantas veces reiterado.
Todo autoriza a pensar que no pasó a ser un hecho, por cuanto, en 1649, el Cabildo vuelve sobre el asunto y “atento no haberse hallado aquí las armas en el archivo de este Cabildo y sus libros que haya tenido ni tenga hasta ahora armas alguna cuyo sello de armas sirve para sellar cualquier testimonio, certificaciones, pliegos, cartas y demás recaudos necesarios”, dispuso adoptar como tales las que se diseñaron en la misma página del libro capitular.
“Chi dura vince” dicen los italianos, y así resultó; pues, desde esa fecha (1649), la Capital de la Provincia del Río de la Plata tuvo y usó escudo de armas, no obstante estar en contravención con la Real Ordenanza del rey don Felipe II, fechada el 20 de marzo de 1596, según la cual se prohibía, a toda ciudad, usarlo sin previa aprobación Real.
Pero el Cabildo no se preocupó de dicho trámite, siguió usando el escudo que se había dado y, salvo ciertos detalles que lo bastardean, continúa siendo el de la Capital Federal hasta hoy.
A fines del siglo, 1692, el Cabildo mandó poner cabo al sello de la Ciudad, hecho que demuestra su existencia y hasta su empleo.
También, con fecha 9 de febrero del mismo año, dispone “que por cuanto desde la fundación de esta ciudad se formó y puso como lo ha estado hasta el tiempo presente un cuadro de lienzo en que están dibujados los patrones de esta ciudad, que lo son la Virgen Santísima María, Nuestra Señora de las Nieves y San Martín con las armas (…) Y que dicho lienzo respecto de su antigüedad se halla casi sin efigies (por lo que) es necesario que se haga y forme otro de nuevo. Y debajo de dichas armas reales se pongan las que esta ciudad tiene”.
Además se le debía hacer un dosel “de algún género a propósito para el caso”.
La descripción del cuadro coincide con el existente en el Museo del Cabildo, fechado en 1744, durante el gobierno de don Domingo Ortiz de Rozas, en cuya fecha se mandó “retocar las armas y ponerlas con la decencia debida”, por lo que puede creerse que se trata del mismo cuadro restaurado, o su copia fiel, ya que las Armas Reales que tiene corresponden a la Casa de Austrias, reinante en 1692, y no a la de Borbón, ocupante del trono en 1744.
Entre el escudo de la Ciudad dibujado en el libro de acuerdo y el del cuadro de 1744 no hay otra diferencia sino la del letrero de la orla; en el primero sólo se lee el nombre, y en el segundo está antepuesto el título de “muy noble y leal”, de acuerdo con la merced Real de 1716.
Lafuente Machain, R. de ´“Buenos Aires en el Siglo XVII”, de R. de Lafuente Machain, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1944.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone. Gabriel Oscar – El escudo de armas de Buenos Aires – Setiembre de 2015
Revisionistas
Escudo de armas de Buenos Aires
El fundador de la ciudad dispuso, con fecha 20 de octubre de 1580, darle escudo de armas, señalando como “blasón un águila negra pintada al natural con una corona en la cabeza con cuatro hijos debajo demostrando que los cría con una cruz colorada sangrienta que salga de la mano derecha y suba más alto que la corona que semeje la cruz de calatrava y la cual esté sobre campo blanco”.
En el mismo acto indicó la necesidad de pedir confirmación al Rey. Esto era de rigor.
En 1590 el Cabildo mandó un Procurador a España y entre las peticiones que debía formular al Monarca figuraba la de serle confirmado el escudo de armas señalado por el general Garay, o pedir otras si S. M. fuere servido.
Con fecha 20 de septiembre del año siguiente, el Consejo dictaminó de acuerdo, diciendo: “que señalaban y señalaron por armas las que el dicho Juan de Garay les señaló y se les dé cédula para que la dicha ciudad pueda usar y use de ellas”.
Se ignora si las autoridades porteñas conocieron el dictamen, si recibieron la Real Cédula que debió comunicarlo y si usaron el escudo.
Sin embargo, como en un acuerdo de 1610 se ordena pagar varios trabajos al herrero Silvestre González, entre los cuales se incluye el sello de la Ciudad, es permitido suponer que al menos se hizo uno, aun cuando ignoremos su diseño y empleo.
Cinco años más tarde, el capitán Víctor Casco de Mendoza, alcalde de primer voto, condenó al platero Melchor Miguel, por una herida que había causado, “a que hiciese y labrase en plata las armas de esta ciudad que son un pelícano con cinco hijos y que la plata en que se labrase se le diese por el Mayordomo de los propios y él no llevase cosa alguna de hechura”. En seguida agregan que “se acordó que las armas que se hallare haber elegido el General Juan de Garay poblador de esta ciudad se labren y pongan en un sello de plata y la plata que para ello fuere menester la entregue al Mayordomo de esta ciudad”.
De los términos del acta puede deducirse que lo redactaron teniendo a la vista algún ejemplar material y no el documento de 1580, pues la descripción es terminante y no permite confundir un “águila” con un “pelícano”, ni poner “cinco” hijos cuando dice “cuatro”.
Es más fácil que una mala ejecución anterior del sello causara las citadas diferencias erróneas.
Tampoco sabemos si se hizo esa vez, aunque parecería no haberse cumplido la sentencia del alcalde Casco de Mendoza, porque en otro acuerdo de 1625 se lee que, hasta entonces, no se había hecho el sello con las armas de la Ciudad, para los pliegos y despachos del Cabildo, y se encomienda al Mayordomo que mande hacer dos, uno grande y otro pequeño.
Nada puede decirse respecto al resultado del acuerdo en cuestión, pues no hay prueba de haberse cumplido un deseo tantas veces reiterado.
Todo autoriza a pensar que no pasó a ser un hecho, por cuanto, en 1649, el Cabildo vuelve sobre el asunto y “atento no haberse hallado aquí las armas en el archivo de este Cabildo y sus libros que haya tenido ni tenga hasta ahora armas alguna cuyo sello de armas sirve para sellar cualquier testimonio, certificaciones, pliegos, cartas y demás recaudos necesarios”, dispuso adoptar como tales las que se diseñaron en la misma página del libro capitular.
“Chi dura vince” dicen los italianos, y así resultó; pues, desde esa fecha (1649), la Capital de la Provincia del Río de la Plata tuvo y usó escudo de armas, no obstante estar en contravención con la Real Ordenanza del rey don Felipe II, fechada el 20 de marzo de 1596, según la cual se prohibía, a toda ciudad, usarlo sin previa aprobación Real.
Pero el Cabildo no se preocupó de dicho trámite, siguió usando el escudo que se había dado y, salvo ciertos detalles que lo bastardean, continúa siendo el de la Capital Federal hasta hoy.
A fines del siglo, 1692, el Cabildo mandó poner cabo al sello de la Ciudad, hecho que demuestra su existencia y hasta su empleo.
También, con fecha 9 de febrero del mismo año, dispone “que por cuanto desde la fundación de esta ciudad se formó y puso como lo ha estado hasta el tiempo presente un cuadro de lienzo en que están dibujados los patrones de esta ciudad, que lo son la Virgen Santísima María, Nuestra Señora de las Nieves y San Martín con las armas (…) Y que dicho lienzo respecto de su antigüedad se halla casi sin efigies (por lo que) es necesario que se haga y forme otro de nuevo. Y debajo de dichas armas reales se pongan las que esta ciudad tiene”.
Además se le debía hacer un dosel “de algún género a propósito para el caso”.
La descripción del cuadro coincide con el existente en el Museo del Cabildo, fechado en 1744, durante el gobierno de don Domingo Ortiz de Rozas, en cuya fecha se mandó “retocar las armas y ponerlas con la decencia debida”, por lo que puede creerse que se trata del mismo cuadro restaurado, o su copia fiel, ya que las Armas Reales que tiene corresponden a la Casa de Austrias, reinante en 1692, y no a la de Borbón, ocupante del trono en 1744.
Entre el escudo de la Ciudad dibujado en el libro de acuerdo y el del cuadro de 1744 no hay otra diferencia sino la del letrero de la orla; en el primero sólo se lee el nombre, y en el segundo está antepuesto el título de “muy noble y leal”, de acuerdo con la merced Real de 1716.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoLafuente Machain, R. de ´“Buenos Aires en el Siglo XVII”, de R. de Lafuente Machain, Emecé Editores S.A., Buenos Aires, 1944.
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone. Gabriel Oscar – El escudo de armas de Buenos Aires – Setiembre de 2015
Revisionistas
jueves, 5 de noviembre de 2015
Biografía: Las enfermedades de Hitler
miércoles, 4 de noviembre de 2015
Argentina: 20 años de la explosión que encubrió a Menem
Se cumplen 20 años de la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero
Sin responsables políticos aunque con cuatro militares condenados, se recuerda hoy la trágica fecha en la que siete personas murieron. Galería de imágenes.
Perfil
20 años de la explosión para ocultar la venta ilegal de armas.
El 3 de noviembre de 1995 se produjo una explosión en la Fábrica Militar de Río Tercero, Córdoba, que provocó la muerte de siete personas, dejó más de 300 heridos y generó la destrucción de gran parte de la ciudad.
Si bien desde un primer momento el entonces presidente Carlos Menem instaló la idea de que se había tratado de un accidente, la Justicia determinó el año pasado que fue un hecho "intencional, organizado y direccionado" para ocultar el contrabando de armas a Ecuador y Croacia -por el que fue condenado el ex mandatario-, y sentenció a cuatro militares a penas de entre 10 y 13 años de prisión. El hecho dejó además de daños materiales en viviendas particulares.
En el marco de los homenajes que se realizarán este martes, miembros de la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina (Argra) y el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren) realizarán una exposición en el Anfiteatro Municipal 'Luis Amaya'. En tanto, para las 19.30 está prevista una marcha que partirá desde la plaza San Martín, luego de una misa.
Para los más de 46.000 habitantes de esta ciudad, distante 110 kilómetros al sur de la capital provincial, aquella serie de explosiones marcaron un antes y un después para el resto de sus vidas y de la propia fisonomía del lugar, que quedó devastado. Así lo demuestran las primeras imágenes de aquella trágica jornada, similares a las de una ciudad en guerra, consignó Télam.
Ésta será la primera conmemoración anual tras conocerse la sentencia del fallo judicial que condenó a 13 años de prisión a los militares Edberto González de la Vega, Carlos Franke y Jorge Antonio Cornejo Torino; y a 10 años a Marcelo Diego Gatto. En todos los casos las penas fueron por el delito de 'estrago doloso agravado por muerte de personas'.
El juicio finalizó en diciembre de 2014 y el ex presidente Carlos Menem no figuró entre los acusados. Es que si bien fue incluido en el proceso en 2007 por su presunta responsabilidad política, la Cámara Federal de Córdoba le dictó en 2010 una falta de mérito que lo dejó fuera de la causa.
El expediente de la investigación sostiene que el objetivo fue el "ocultar un faltante de proyectiles, municiones y/o explosivos". Como consecuencia de los hechos, perdieron la vida Aldo Aguirre, Leonardo Solleveld, Romina Torres, Laura Muñoz, Hoder Francisco Dalmasso, José Varela y Elena Ribas de Quiroga.
El mes pasado el Gobierno nacional promulgó la ley para indemnizar a los damnificados en la tragedia de aquella mañana de noviembre de 1995, a partir de una iniciativa presentada por el ex diputado y actual secretario general de la Presidencia, Eduardo "Wado" De Pedro, que fue aprobada por unanimidad el 16 de septiembre por el Senado. Las indemnizaciones, que alcanzarán a 10.691 personas, estarán dirigidas a herederos de personas fallecidas, a quienes sufrieron lesiones graves, daño moral y/o psíquico y a quienes han tenido perjuicios por daños materiales o desvalorización de las propiedades.
Sin responsables políticos aunque con cuatro militares condenados, se recuerda hoy la trágica fecha en la que siete personas murieron. Galería de imágenes.
Perfil
20 años de la explosión para ocultar la venta ilegal de armas.
El 3 de noviembre de 1995 se produjo una explosión en la Fábrica Militar de Río Tercero, Córdoba, que provocó la muerte de siete personas, dejó más de 300 heridos y generó la destrucción de gran parte de la ciudad.
Si bien desde un primer momento el entonces presidente Carlos Menem instaló la idea de que se había tratado de un accidente, la Justicia determinó el año pasado que fue un hecho "intencional, organizado y direccionado" para ocultar el contrabando de armas a Ecuador y Croacia -por el que fue condenado el ex mandatario-, y sentenció a cuatro militares a penas de entre 10 y 13 años de prisión. El hecho dejó además de daños materiales en viviendas particulares.
En el marco de los homenajes que se realizarán este martes, miembros de la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina (Argra) y el Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren) realizarán una exposición en el Anfiteatro Municipal 'Luis Amaya'. En tanto, para las 19.30 está prevista una marcha que partirá desde la plaza San Martín, luego de una misa.
Para los más de 46.000 habitantes de esta ciudad, distante 110 kilómetros al sur de la capital provincial, aquella serie de explosiones marcaron un antes y un después para el resto de sus vidas y de la propia fisonomía del lugar, que quedó devastado. Así lo demuestran las primeras imágenes de aquella trágica jornada, similares a las de una ciudad en guerra, consignó Télam.
Ésta será la primera conmemoración anual tras conocerse la sentencia del fallo judicial que condenó a 13 años de prisión a los militares Edberto González de la Vega, Carlos Franke y Jorge Antonio Cornejo Torino; y a 10 años a Marcelo Diego Gatto. En todos los casos las penas fueron por el delito de 'estrago doloso agravado por muerte de personas'.
El juicio finalizó en diciembre de 2014 y el ex presidente Carlos Menem no figuró entre los acusados. Es que si bien fue incluido en el proceso en 2007 por su presunta responsabilidad política, la Cámara Federal de Córdoba le dictó en 2010 una falta de mérito que lo dejó fuera de la causa.
Río Tercero: Condenan a cuatro militares por la explosiónAl conocerse los fundamentos de las condenas, lo que surge de la investigación y el proceso de enjuiciamiento es que la explosión sucedió a partir de una acción "intencional, programada y organizada", que tuvo origen en el "incendio de un tambor que contenía en su interior mazarota de trotyl o trotyl de descarga, ubicado en un tinglado existente en la Planta de Carga de la Fmrt". Ese fuego se expandió y, en pocos minutos, se generaron explosiones simultáneas, en tanto que una explosión de mayor magnitud tuvo lugar en los depósitos de Expedición y Suministro situados hacía el sector sur de la Planta de Carga, tinglados que en su interior contenían gran cantidad de explosivos, municiones y proyectiles, que generaron la onda expansiva que dispersó de manera violenta proyectiles y esquirlas sobre la población de la ciudad de Río Tercero.
El expediente de la investigación sostiene que el objetivo fue el "ocultar un faltante de proyectiles, municiones y/o explosivos". Como consecuencia de los hechos, perdieron la vida Aldo Aguirre, Leonardo Solleveld, Romina Torres, Laura Muñoz, Hoder Francisco Dalmasso, José Varela y Elena Ribas de Quiroga.
El mes pasado el Gobierno nacional promulgó la ley para indemnizar a los damnificados en la tragedia de aquella mañana de noviembre de 1995, a partir de una iniciativa presentada por el ex diputado y actual secretario general de la Presidencia, Eduardo "Wado" De Pedro, que fue aprobada por unanimidad el 16 de septiembre por el Senado. Las indemnizaciones, que alcanzarán a 10.691 personas, estarán dirigidas a herederos de personas fallecidas, a quienes sufrieron lesiones graves, daño moral y/o psíquico y a quienes han tenido perjuicios por daños materiales o desvalorización de las propiedades.
martes, 3 de noviembre de 2015
EA: General Ángel Pacheco
General Angel Pacheco (1795-1869)
Revisionistas
General Angel Pacheco (1795-1869)
Nació en Buenos Aires el 14 de julio de 1795, siendo sus padres José Pacheco Gómez Negrete, español, y Teresa Concha Darregrande. Antes de cumplir los 16 años, y después de haber cursado estudios de filosofía en el colegio de San Carlos, el 10 de abril de 1811, se incorporó como cadete al Regimiento de Milicias “Patricios de Buenos Aires”, pasando con esta jerarquía al Regimiento de Granaderos a Caballo, el 22 de noviembre de 1812, siendo promovido poco después a porta-estandarte del afamado cuerpo, en la 2ª Compañía del 1er Escuadrón.
Marchó con el coronel San Martín a la corta campaña siguiendo la margen derecha del río Paraná, para repeler los desembarcos que efectuaban los españoles con el objeto de hostilizar las poblaciones y de recoger ganados para los defensores de Montevideo; en esta oportunidad, el porta-estandarte Angel Pacheco, recibió la misión de su jefe, de actuar como escucha desde Rosario, y en el desempeño de esta tarea pasó todo el día 2 de febrero de 1813 tendido sobre la barranca del río, observando con su anteojo a los buques que pasaban pudiendo así contar la gente que transportaban como también las que desembarcaron frente a la isla situada frente a Rosario, donde los españoles practicaron algunos ejercicios y completaron su dotación de armamento y equipo para el desembarco que debían efectuar al día siguiente. El sagaz porta-estandarte se apresuró a comunicar a su Jefe lo que había observado, y por su digno comportamiento en el combate de San Lorenzo, fue ascendido a alférez de la 2ª Compañía del 1er Escuadrón el 26 de febrero de1813.
Después de esta acción, Pacheco quedó en aquel pueblo a cargo de los heridos que se asistieron en el convento de “San Carlos”, y con un piquete de 40 hombres estuvo encargado de custodiar la costa, teniendo oportunidad, el 23 de agosto del mismo año de rechazar un fuerte desembarco de marinos realistas, en Las Palmas, cerca de Zárate no obstante la superioridad numérica de éstos, obligándolos a abandonar al comandante militar de este último punto, José Antonio Ramírez, al que perseguían conjuntamente con los 16 milicianos que le acompañaban. Los españoles tuvieron aluna pérdida en el rechazo y Pacheco tuvo herido el caballo que montaba.
En el mes de noviembre marchó con los escuadrones de Granaderos a Caballos que fueron enviados al Ejército del Norte, siendo promovido a teniente de la 2ª Compañía del 1er Escuadrón, con fecha 4 de diciembre 1813. Se halló en una fuerte guerrilla en la provincia de Salta, a las órdenes del coronel Manuel Dorrego, que con una división cubría la retirada del Ejército derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. En la “Cuesta Nueva”, se batió en 1814 contra una división realista mandada por el coronel Marquiegui estando Pacheco destacado en Concha (Salto), con su compañía. En una sorpresa de consideración en Mojo, el mismo año, a las órdenes del teniente Mariano Necochea, le mataron el caballo. Se encontró también en la sorpresa la 1ª División del Ejército Real en Abrapampa o Puesto del Marqués, el 17 de abril de 1815, bajo el superior comando del general Fernández de la Cruz.
Asistió al combate de Venta y Media, el 20 de octubre del mismo año, bajo la dirección del brigadier Martín Rodríguez; así como en la acción general de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre de igual año, a las órdenes del general José Rondeau, batalla esta última en la cual Pacheco recibió una gran herida de bala en un brazo. Había ascendido a ayudante mayor el 8 de octubre de 1815.
Se halló así herido en la derrota que sufrió nuestro Ejército en los “Altos de San Lorenzo”, provincia de Salta continuando la retirada hasta Lules, en la de Tucumán, desde donde los dos escuadrones de Granaderos a Caballo, en setiembre de 1816, marcharon por La Rioja, a la ciudad de Mendoza, para incorporarse a las fuerzas que organizaba el general San Martín para emprender la campaña restauradora de Chile. En ella iba a tomar parte el ayudante Pacheco.
Iniciado el pasaje de la Cordillera, aquél formó parte de la Escolta del general José de San Martín, la que estaba mandada por el comandante Mariano Necochea, el cual adelantándose al grueso del Ejército que marchaba a las órdenes del general Soler, tuvo un encuentro con los realistas, el 7 de febrero de 1817, en las inmediaciones de las Coimas acción en la cual el ayudante Pacheco mandó la derecha de la fuerza de Necochea, arrollando la línea de tiradores enemigos con una carga furiosa. Por su conducta valerosa mereció figurar elogiosamente en el parte del combate, elevado conjuntamente con el de Chacabuco, por el general San Martín; figurando igualmente en el parte de esta última batalla, en la que se comportó con tanta distinción, que para premiarlo, el General vencedor lo mandó a Buenos Aires conduciendo la bandera del Regimiento de Talavera y el estandarte de Dragones de Chile, conjuntamente con otros dos trofeos y el parte de la acción, los que puso en manos del Director Supremo del Estado, general Pueyrredón. San Martín lo había promovido a capitán de la 1ª Compañía de Cazadores a Caballo, con fecha 27 de febrero de 1817 cuyos despachos se le extendieron el 24 de marzo del mismo. Pacheco, que había partido de Santiago de Chile con los trofeos, el 22 de este último mes, llegó a Buenos Aires el 9 de marzo y al día siguiente, Pueyrredón le otorgó el grado de sargento mayor.
De regreso a Chile, Pacheco se incorporó a su cuerpo, que continuaba a las órdenes de Necochea. Marchó a la campaña de Talcahuano, asistiendo al combate de Carapangue, el 26 y el 27 de mayo de 1817 y toma de los fuertes de Arauco. Se batió con denuedo en la sorpresa de Cancha Rayada, el 19 de marzo de 1818. En la retirada que tuvo lugar después de esta desgraciada jornada, salvó con su escuadrón los depósitos que habían quedado abandonados en San Carlos, y de los que se habían apoderado los enemigos ese mismo día. Presentado al general San Martín con lo que había salvado, éste le aumentó el escuadrón y le ordenó cubrir la retirada del ejército, lo que efectuó hasta el Río de Maipú, en donde recibió orden de reunirse al ejército el día antes de la batalla de este último nombre.
En el desempeño de su cometido tuvo un encuentro sobre el río de Rancagua, contra 3 escuadrones de cazadores “Dragones del Rey”, que batió haciéndolos retroceder, persiguiéndoles hasta la “Hacienda de la Compañía”. Se halló en la mencionada batalla de Maipú, el 5 de abril del mismo año, siendo el capitán Pacheco encargado de perseguir al general Osorio, con 40 Cazadores a Caballo, aunque sin lograr darle alcance. Por su comportamiento en esta campaña, San Martín lo promovió a sargento mayor efectivo; lo que fue confirmado por el Director Pueyrredón por despachos extendidos el 13 de mayo, con antigüedad del 15 de abril; recibiendo, igualmente, un cordón de oro y medalla del mismo metal acordado por el Gobierno de las provincias Unidas, y otra medalla otorgada por el de Chile.
Pacheco continuó `prestando servicios en la campaña del Sud de Chile, al mando inmediato del coronel Manuel de Escalada, y el 24 de diciembre de 1818 se halló en un combate en las inmediaciones del río Ñuble, mereciendo ser elogiado en el parte por su comportamiento. Se encontró en la derrota del ejército español en el Bío-Bío, el 19 de enero de 1819, cuyos restos persiguió con su escuadrón hasta bien adentro del territorio de Arauco, habiendo tomado algunos jefes, oficiales y tropa, prisioneros, y sosteniendo varias escaramuzas con los indios que le eran adictos. El 4 de junio del mismo año obtuvo su retiro a inválidos y regresó a Buenos Aires.
Fue uno de los firmantes del famoso manifiesto del general Soler al Cabildo de Buenos Aires, el 10 de febrero de 1820. El 2 de junio de aquel año fue llamado al servicio, e hizo la campaña al Norte, a las órdenes del coronel Manuel Dorrego, y al mando de un Regimiento de Lanceros, compuesto de varios piquetes de otros cuerpos, se halló en la acción de San Nicolás de los Arroyos, el 2 de agosto, contra las fuerzas anarquistas acaudilladas por Alvear, y Carrera. Igualmente se encontró en la del Arroyo Pavón, el 12 del mismo mes, contra los santafecinos de Estanislao López. Se batió en el Gamonal, el 2 de setiembre, jornada en la que fueron batidas las tropas porteñas; y también en un encuentro en las chacras del Mayor, el día 12 de este último mes. Cuando se produjo el motín del coronel Pagola, el 1º de octubre, desconociendo la autoridad del gobernador Rodríguez, Pacheco se halló entre los amotinados y fue quien impuso a Dorrego de aquellos sucesos al llegar a Luján. Después de estos acontecimientos quedó encargado del Departamento del Norte de la provincia, siempre al mando del Regimiento de Lanceros. Por haberse inutilizado por heridas recibidas en función de guerra se hallaba “retirado a dispersos” en el tiempo de la reforma. El 29 de octubre de 1822 se informó que le correspondía estar incluido en el Art. 20 de la Ley de reforma, que se le concedió (1).
El estallido de la Guerra del Brasil iba a permitir recoger nuevos laureles a este distinguido Jefe, siendo promovido a teniente coronel del 3º de Caballería “siendo sargento mayor reformado” el 20 de marzo de 1826, y al organizarse el Ejército Republicano, fue designado 2do Jefe del Regimiento Nº 3 de Caballería de Línea, llamado “Coraceros de Caballería”, cuerpo del cual pronto fue su jefe interino, asistiendo en este carácter a la batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, en la cual se le dio sobre el mismo campo de la acción el comando de la 1ra División de Caballería de Línea por haber caído herido de muerte, el titular, coronel Brandsen. Por su participación en esta victoria, recibió un cordón de plata con gavetes de oro, pendiente del cuello y un escudo del mismo metal en el brazo izquierdo.
Se hallo también en el combate de Camacuá, el 23 de abril del mismo año 1927, al frente de su División. En el Yaguarón, el 1º de junio, mandando la vanguardia de ejército, en cuya marcha hasta la sierra de Aceguá, en que se reunió al Ejército, tuvo que sostener día a día, fuertes encuentros con los enemigos. En el reconocimiento de los potreros del Padre Filiberto o “Casa Blanca”, en que su División se encontró con todo el ejército enemigo, el 22 de febrero de 1828. Hizo la difícil y peligrosa expedición al territorio enemigo, emprendida en este mes, en la que sostuvo varios encuentros y dispersó un regimiento que procedente de Misiones, marchaba para reforzar las fuerzas imperiales, tomándole muchos prisioneros y 5.500 caballos que remitió en varias remesas al Ejército Republicano, habiendo sido éste el principal objeto de esta expedición por la absoluta necesidad que tenían de ellos las tropas montadas. Se halló en el combate de Las Cañas, el 15 de abril de igual año, a las órdenes superiores del general Julián Laguna. El 1º de mayo de 1827 recibió los despachos de coronel efectivo.
Terminada aquella campaña regresó a Buenos Aires en octubre de 1828, ordenándosele marchara a tomar el mando de las fuerzas del Norte de la provincia de Buenos Aires. Conocida es su actuación en los sucesos que inmediatamente siguieron al motín del 1º de diciembre; el gobernador Dorrego trató de buscar amparo en el Regimiento de Húsares Nº 5, que se encontraba en Areco bajo el mando del coronel Pacheco, pero los comandantes Escribano y Acha se rebelaron contra el último y redujeron a prisión al gobernador Dorrego. Según afirmaciones hechas por el propio Pacheco días después, en un comunicado, desmintieron un párrafo del diario “El Tiempo” sobre la prisión de aquél, la captura del gobernador fue realizada por Escribano valiéndose de una torpe perfidia. Pacheco fue también arrestado en estas circunstancias pero quedó en libertad una vez que se hubo marchado Dorrego con sus aprehensores, quedando autorizado para marcharse a Buenos Aires o quedarse en Areco, si así lo deseaba.
El mes anterior al de estos sucesos, Pacheco realizó una expedición sobre los indios, al mando de una división compuesta de los regimientos: Nº 4 de Milicias, Nº 5 de Línea (Húsares), un escuadrón del 6º y una fuerza de 600 santafecinos; con la cual marchó hasta la costa del Salado, de donde regresó por orden que recibió del Superior Gobierno.
Como consecuencia de la publicación mencionada hecha por Pacheco después del fusilamiento de Dorrego, el primero fue puesto a bordo de un buque de guerra por resolución del Ministro General José Miguel Díaz Vélez, embarcándolo en el bergantín “Balcarce”, donde permaneció detenido un tiempo breve. El 27 de diciembre de 1828 pasó a revistar en la Plana Mayor del Ejército. Caído el gobierno de Lavalle, el coronel Pacheco fue nombrado el 7 de setiembre de 1829 Comandante en Jefe del Departamento Norte.
El 26 de setiembre de 1829, el coronel Angel Pacheco con 70 coraceros sorprendió a los indios en las inmediaciones de la Guardia de Rojas, quitándoles las haciendas que habían robado. El 10 de abril de 1830, al mando de las fuerzas del Departamento a sus órdenes (2), destrozó a los indios en el Salado, los que en gran número habían invadido la frontera, quitándoles las haciendas que llevaban y hasta sus propias caballadas, por lo que el Superior Gobierno le concedió una medalla de oro con el lema de su nombre y apellido. En esta acción recibió una contusión.
Formó parte del Ejército Confederado que, a las órdenes del general Estanislao López, invadió la provincia de Córdoba para destruir el poder del general Paz, y Pacheco, en su calidad de jefe de la vanguardia de aquél, derrotó en el Fraile Muerto, el 5 de febrero de 1831, a la vanguardia enemiga a las órdenes del coronel Pedernera, quedando un batallón entero entre los prisioneros tomados al enemigo. Por sus merecimientos en esta campaña fue promovido a coronel mayor el 13 de diciembre de 1831, no obstante lo cual, Pacheco siguió revistando en la Comandancia del Departamento Norte; y a pesar de esto, desde enero de 1830 figuro en la P. M. I. con la nota “Empleado en el Norte” hasta mayo de 1831, en que deja de revistar.
En la campaña al Desierto, en 1833, bajo el comando superior del general Juan Manuel de Rosas, el general Pacheco fue el 2do Jefe del ejército y estuvo a sus órdenes la vanguardia del mismo. Al llegar la División Izquierda al arroyo Napostá, el 25 de abril, permaneció allí cinco días, siguiendo su marcha recién el 1º de mayo, con rumbo al Sud, dejando Bahía Blanca a la izquierda. Una legua más afuera, Rosas destacó una división de 800 hombres al mando de Pacheco, para que remontase el Río Negro, mientras que él con el grueso de las fuerzas, siguió por la margen interior del Sauce Chico, hasta unas cinco leguas, donde acampó. El 10 de mayo, Pacheco ocupaba el Río Negro, haciendo pasar dos escuadrones a la margen opuesta, bajo el mando de los comandantes Hilario Lagos y Francisco Sosa. Pacheco remontó el río hasta cerca de Choele-Choel y el día 26 de mayo lanzó a los dos comandantes citados sobre la tribu del famoso cacique Payllaren, la que fue destruida por aquéllos, matando al propio Cacique y a casi todos los indios de pelea, y tomando prisioneras a casi todas las familias salvajes. En los primeros días de julio, Pacheco llegaba a Choele-Choel, que fue tomada por éste, después de acuchillar a todos los indios que se hallaban en la isla. Esta fue recorrida en toda su extensión, después de ser ocupada el día 3 del mismo mes, la isla principal, y dejando fuerza suficiente como guarnición en ésta última. Pacheco fue a acampar con el resto de su fuerza en la rinconada de los Malchaquies, mientras que sus subordinados, los comandantes Sosa y Lagos, se arrojaban vigorosamente contra los caciques Chocory (que murió en la acción), y Pitrioloncoy, que fue destruido completamente y tomado prisionero por Lagos. Ocho caciques fueron muertos y siete prisioneros, en esta campaña; 2.000 personas de ambos sexos tomadas en sus tolderías, y como 300 cautivas cristianas libertadas. Pacheco recibió una medalla de oro por su actuación en la misma.
El general Pacheco prosiguió su avance hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, los que forman el río Negro y de allí regresó a incorporarse a Rosas. Pacheco estuvo un año operando desde el río Colorado hasta el de Balchitas al S. del rio Negro, regresando a principios de 1834 (3). Al año siguiente ocupaba una banca en la Legislatura que votó la suma del poder público a Rosas, después de haber sido elegido Pacheco gobernador el 25 de setiembre de 1834, puesto que no aceptó. En 1839 ante el peligro del movimiento subversivo de aquel año, Pacheco fue designado por Rosas para ocupar el comando militar al Norte de la provincia de Buenos Aires. Cuando el general Lavalle desembarcó en San Pedro, el 5 de agosto de 1840, lo hizo frente al ejército de Pacheco, quien se apresuró a comunicar a Rosas la aproximación del enemigo. En la noche del 6, atacó a Lavalle con 1.500 hombres, pero malas disposiciones tácticas tomadas por Pacheco, representó para éste su ataque un verdadero peligro; la retirada de su enemigo, lo salvó de la situación difícil. Tal fue el combate de la Cañada de la Paja.
Lavalle avanzó hasta Merlo, lo que hizo poner sobre el disparador de sus armas a todos los soldados rosistas que se encontraban en la provincia de Buenos Aires; pero al retirarse Lavalle para el Norte, lo siguió Pacheco con su fuerza, quien fue puesto por Rosas bajo el mando superior de general Manuel Oribe. Pacheco pasó a operar sobre La Rioja y Catamarca, mientras otras divisiones federales operaban sobre otras provincias. En San Calá, el 8 de enero de 1841, el general Pacheco deshacía completamente la división unitaria del coronel José María Vilela, compuesta por unos 1.000 hombres. Un mes y medio antes, en la batalla de Quebracho Herrado, Pacheco había mandado la derecha de la línea de combate de Oribe.
Cuando a mediados de junio de1841, el general Lamadrid avanzó desde Catamarca para dirigirse a La Rioja, el general Oribe destacó a Pacheco, con una división de 2.000 hombres de tropas escogidas, para que realizara la campaña de Cuyo, mientras él marchó a Tucumán. Pacheco se dedicó a buscar a Lamadrid para batirlo. En el curso de aquellas operaciones se produjo el triunfo del general Acha en Angaco, donde el 16 de agosto, derrotó con 600 hombres a los 2.200 del general José Aldao; pero a su vez Acha fue vencido y tomado prisionero dos días después, en los arrabales de la ciudad de San Juan. Acha fue fusilado el 16 de setiembre de 1841 por orden del general Pacheco, y luego decapitado, siendo su cabeza expuesta en el Paso de la Cabra. Sin embargo documentos publicados por el Dr. Vicente Quesada en la Revista Nacional, hacen caer íntegramente la responsabilidad de este ajusticiamiento en el general José Félix Aldao.
Con posterioridad el general Pacheco penetró en la provincia de Mendoza en persecución de Lamadrid. El 22 de setiembre se encontraba en El Retamo, dístante doce leguas de la ciudad de Mendoza, y el 24 ambos ejércitos combatían en el Rodeo del Medio, siendo Lamadrid completamente derrotado, viéndose obligado a internarse en la cordillera y emigrar a Chile.
Vencido los unitarios en el interior de la República, los ejércitos federales vencedores retrocedieron hacia el Sur. Oribe cayó sobre la provincia de Santa Fe, dominándola, y ya unido a él el general Pacheco, penetró en la de Entre Ríos, donde el 6 de diciembre de 1842 se producía la sangrienta batalla del Arroyo Grande, en la cual el centro de Oribe estuvo bajo el mando del general Angel Pacheco. Fructuoso Rivera, destruido su ejército, buscó la salvación en la fuga.
Los vencedores atravesaron el río Uruguay a fines de diciembre y el 16 de febrero de 1843 se iniciaba el largo asedio de Montevideo. Pacheco mandó allí una parte de las fuerzas de Oribe y se batió en numerosas acciones contra los sitiados, especialmente, en las del 28 de marzo de 1844, en la que perdió la vida el general Angel María Núñez; en la salida general efectuada por los sitiados el 24 de abril del mismo año, en la cual Pacheco mandó las fuerzas que combatieron en las proximidades del Cerro, pues aquel general estaba a cargo de las tropas que sitiaban aquella fortaleza.
En 1845 el general Pacheco era jefe accidental de la Frontera del Centro con asiento de comando en Luján, y en los dos años siguientes organizó algunos cuerpos y estableció los fuertes de Bragado y Mulitas (hoy 25 de Mayo), realizando también dos expediciones contra los indios.
Posteriormente regresó a Buenos Aires, ciudad que lo eligió diputado a la Legislatura en 1850, y donde se encontraba en 1851 cuando el general Urquiza se levantó en armas contra Juan Manuel de Rosas; y en esta circunstancia, Pacheco se apresuró a renovar su adhesión a Rosas. Nombrado comandante en jefe de los ejércitos federales que debían afrontar al ejército aliado que mandaba Urquiza, Pacheco procedió con una inexplicable y extraordinaria lentitud, haciendo sospechosa su conducta a los demás jefes rosistas. El 26 de enero de 1852 abandonó la Guardia de Luján, que Pacheco cubría con 2.000 hombres, ante el avance del Ejército Aliado. Cuando se produjo el 31 de enero el encuentro en los Campos de Alvarez, el jefe que allí combatió, coronel Hilario Lagos, creyó encontrar apoyo de Pacheco en el Puente de Márquez, pero no fue así, pues había hecho retirar todas las fuerzas, habiendo vadeado el río de las Conchas el día anterior. El 1º de febrero Pacheco presentó su renuncia del mando en jefe, la que no le fue aceptada.
En la tarde del mismo día llegó aquél a Santos Lugares, donde estaba Rosas. “Reyes fue a anunciarlo –dice Adolfo Saldías-, y se volvió a conversar con el coronel Bustos. No habían pasado cinco minutos cuando con asombro estos jefes vieron salir de las habitaciones de Rosas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin saludarlos, montó a caballo y se dirigió a la chacra de Witt, donde permaneció mientras se llevaban a cabo los hechos de armas”. Afirman personas bien informadas, que el general Urquiza había logrado que entrara la desconfianza en Rosas con respecto a Pacheco, haciendo que tropas rosistas capturaran un supuesto mensaje del primero al último según el cual estaría en connivencia con los invasores. Después de la batalla de Caseros, el general Pacheco regresó a Buenos Aires.
Cuando estalló la revolución del 11 de setiembre de 1852, el general Pacheco se incorporó al partido de Buenos Aires. El día 20 de aquel mismo mes fue nombrado Inspector y Comandante General de Armas de esta Provincia, con antigüedad del 12 de setiembre. El 7 de diciembre de igual año fue designado Ministro de Guerra y Marina, pero habiendo renunciado Pacheco a este cargo, el Gobierno, con fecha 9, aceptó su dimisión, designándolo general en Jefe de las fuerzas de la Capital, transfiriéndole todas las facultades que las Cámaras le habían concedido. El día 27 del mismo mes fue nuevamente nombrado Ministro de Guerra, puesto que desempeñó hasta el 7 de febrero de 1853, en que fue reemplazado por el coronel Pedro José Díaz.
En el comando del Ejército de la Capital, el general Pacheco organizó las fuerzas para la defensa de la ciudad, sitiada por las tropas al mando de los coroneles Hilario Lagos y Cayetano Laprida. Personalmente dirigió algunas salidas contra los sitiadores, siendo herido de bala en un brazo en la efectuada hasta San José de Flores, el 21 de enero de 1853, en la cual no obstante esta contrariedad, tuvo un éxito completo. Aún no curado de esta herida, el día 30 del mismo mes, el Gobierno le nombró Enviado Extraordinario en misión especial cerca de S. M. el Emperador del Brasil. En la defensa de Buenos Aires, Pacheco se halló, además, en los encuentros del 25 de diciembre y del 1º de enero contra los sitiadores.
La Cámara de Representantes de Buenos Aires, por ley de 25 de setiembre de 1834, como se ha dicho más arriba, nombró a Pacheco gobernador de la Provincia, conforme a lo establecido en la ley del 23 de diciembre de 1823. El Ministro de Gobierno se apersonó a Pacheco para comunicarle que debía prestar el juramento reglamentario el día 4 de octubre; persuadido el interesado de que su nombramiento tendría un fin análogo al del general Juan Ramón Balcarce, declinó el honor que se le discernía, evitando de este modo que el país se viera impuesto en una guerra civil.
A raíz de su victoria sobre Lamadrid en el Rodeo del Medio, la Legislatura de San Juan, por ley del 18 de octubre de 1841, confirió a Pacheco el grado de brigadier general de la Provincia, “en testimonio de la gratitud de ella por los eminentes servicios prestados a la Patria”.
El general Pacheco falleció en Buenos Aires el 28 de setiembre de 1869. Contrajo matrimonio en esta ciudad el 1º de octubre de 1822 con María Dolores Reinoso Más de Sexar, natural de Santa María de Palos, España; nacida el 9 de setiembre de 1801 y fallecida el 17 de agosto de 1883; hija de Domingo de Reinoso Roldán y de Agueda Más de Sexas y Gutiérrez.
(1) El 28 de octubre de 1824 solicitó Pacheco 2 cañones de a 6 “con todos los aparejos necesarios para su servicio, 16 tiros del mismo calibre a metralla y 4 id. de bala rasa para ponerse en defensa de las incursiones de los bárbaros”, en una población que poseía en el partido de Navarro; lo que se le concedió el día 29 del mismo mes por el término de 8 meses.
(2) Departamento del Norte (entre Arrecifes y Arroyo del Medio) compuesto por los partidos de: San Nicolás, San Pedro, Baradero, Fortín de Areco, Arrecifes, Salto, Pergamino y Rojas.
(3) El general Pacheco llegó por el Neuquén hasta más o menos los 10º de latitud S. y los 11º de longitud occidental del meridiano de Buenos Aires.
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Yaben, Jacinto R. º Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1939)
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General Angel Pacheco (1795-1869)
Nació en Buenos Aires el 14 de julio de 1795, siendo sus padres José Pacheco Gómez Negrete, español, y Teresa Concha Darregrande. Antes de cumplir los 16 años, y después de haber cursado estudios de filosofía en el colegio de San Carlos, el 10 de abril de 1811, se incorporó como cadete al Regimiento de Milicias “Patricios de Buenos Aires”, pasando con esta jerarquía al Regimiento de Granaderos a Caballo, el 22 de noviembre de 1812, siendo promovido poco después a porta-estandarte del afamado cuerpo, en la 2ª Compañía del 1er Escuadrón.
Marchó con el coronel San Martín a la corta campaña siguiendo la margen derecha del río Paraná, para repeler los desembarcos que efectuaban los españoles con el objeto de hostilizar las poblaciones y de recoger ganados para los defensores de Montevideo; en esta oportunidad, el porta-estandarte Angel Pacheco, recibió la misión de su jefe, de actuar como escucha desde Rosario, y en el desempeño de esta tarea pasó todo el día 2 de febrero de 1813 tendido sobre la barranca del río, observando con su anteojo a los buques que pasaban pudiendo así contar la gente que transportaban como también las que desembarcaron frente a la isla situada frente a Rosario, donde los españoles practicaron algunos ejercicios y completaron su dotación de armamento y equipo para el desembarco que debían efectuar al día siguiente. El sagaz porta-estandarte se apresuró a comunicar a su Jefe lo que había observado, y por su digno comportamiento en el combate de San Lorenzo, fue ascendido a alférez de la 2ª Compañía del 1er Escuadrón el 26 de febrero de1813.
Después de esta acción, Pacheco quedó en aquel pueblo a cargo de los heridos que se asistieron en el convento de “San Carlos”, y con un piquete de 40 hombres estuvo encargado de custodiar la costa, teniendo oportunidad, el 23 de agosto del mismo año de rechazar un fuerte desembarco de marinos realistas, en Las Palmas, cerca de Zárate no obstante la superioridad numérica de éstos, obligándolos a abandonar al comandante militar de este último punto, José Antonio Ramírez, al que perseguían conjuntamente con los 16 milicianos que le acompañaban. Los españoles tuvieron aluna pérdida en el rechazo y Pacheco tuvo herido el caballo que montaba.
En el mes de noviembre marchó con los escuadrones de Granaderos a Caballos que fueron enviados al Ejército del Norte, siendo promovido a teniente de la 2ª Compañía del 1er Escuadrón, con fecha 4 de diciembre 1813. Se halló en una fuerte guerrilla en la provincia de Salta, a las órdenes del coronel Manuel Dorrego, que con una división cubría la retirada del Ejército derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. En la “Cuesta Nueva”, se batió en 1814 contra una división realista mandada por el coronel Marquiegui estando Pacheco destacado en Concha (Salto), con su compañía. En una sorpresa de consideración en Mojo, el mismo año, a las órdenes del teniente Mariano Necochea, le mataron el caballo. Se encontró también en la sorpresa la 1ª División del Ejército Real en Abrapampa o Puesto del Marqués, el 17 de abril de 1815, bajo el superior comando del general Fernández de la Cruz.
Asistió al combate de Venta y Media, el 20 de octubre del mismo año, bajo la dirección del brigadier Martín Rodríguez; así como en la acción general de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre de igual año, a las órdenes del general José Rondeau, batalla esta última en la cual Pacheco recibió una gran herida de bala en un brazo. Había ascendido a ayudante mayor el 8 de octubre de 1815.
Se halló así herido en la derrota que sufrió nuestro Ejército en los “Altos de San Lorenzo”, provincia de Salta continuando la retirada hasta Lules, en la de Tucumán, desde donde los dos escuadrones de Granaderos a Caballo, en setiembre de 1816, marcharon por La Rioja, a la ciudad de Mendoza, para incorporarse a las fuerzas que organizaba el general San Martín para emprender la campaña restauradora de Chile. En ella iba a tomar parte el ayudante Pacheco.
Iniciado el pasaje de la Cordillera, aquél formó parte de la Escolta del general José de San Martín, la que estaba mandada por el comandante Mariano Necochea, el cual adelantándose al grueso del Ejército que marchaba a las órdenes del general Soler, tuvo un encuentro con los realistas, el 7 de febrero de 1817, en las inmediaciones de las Coimas acción en la cual el ayudante Pacheco mandó la derecha de la fuerza de Necochea, arrollando la línea de tiradores enemigos con una carga furiosa. Por su conducta valerosa mereció figurar elogiosamente en el parte del combate, elevado conjuntamente con el de Chacabuco, por el general San Martín; figurando igualmente en el parte de esta última batalla, en la que se comportó con tanta distinción, que para premiarlo, el General vencedor lo mandó a Buenos Aires conduciendo la bandera del Regimiento de Talavera y el estandarte de Dragones de Chile, conjuntamente con otros dos trofeos y el parte de la acción, los que puso en manos del Director Supremo del Estado, general Pueyrredón. San Martín lo había promovido a capitán de la 1ª Compañía de Cazadores a Caballo, con fecha 27 de febrero de 1817 cuyos despachos se le extendieron el 24 de marzo del mismo. Pacheco, que había partido de Santiago de Chile con los trofeos, el 22 de este último mes, llegó a Buenos Aires el 9 de marzo y al día siguiente, Pueyrredón le otorgó el grado de sargento mayor.
De regreso a Chile, Pacheco se incorporó a su cuerpo, que continuaba a las órdenes de Necochea. Marchó a la campaña de Talcahuano, asistiendo al combate de Carapangue, el 26 y el 27 de mayo de 1817 y toma de los fuertes de Arauco. Se batió con denuedo en la sorpresa de Cancha Rayada, el 19 de marzo de 1818. En la retirada que tuvo lugar después de esta desgraciada jornada, salvó con su escuadrón los depósitos que habían quedado abandonados en San Carlos, y de los que se habían apoderado los enemigos ese mismo día. Presentado al general San Martín con lo que había salvado, éste le aumentó el escuadrón y le ordenó cubrir la retirada del ejército, lo que efectuó hasta el Río de Maipú, en donde recibió orden de reunirse al ejército el día antes de la batalla de este último nombre.
En el desempeño de su cometido tuvo un encuentro sobre el río de Rancagua, contra 3 escuadrones de cazadores “Dragones del Rey”, que batió haciéndolos retroceder, persiguiéndoles hasta la “Hacienda de la Compañía”. Se halló en la mencionada batalla de Maipú, el 5 de abril del mismo año, siendo el capitán Pacheco encargado de perseguir al general Osorio, con 40 Cazadores a Caballo, aunque sin lograr darle alcance. Por su comportamiento en esta campaña, San Martín lo promovió a sargento mayor efectivo; lo que fue confirmado por el Director Pueyrredón por despachos extendidos el 13 de mayo, con antigüedad del 15 de abril; recibiendo, igualmente, un cordón de oro y medalla del mismo metal acordado por el Gobierno de las provincias Unidas, y otra medalla otorgada por el de Chile.
Pacheco continuó `prestando servicios en la campaña del Sud de Chile, al mando inmediato del coronel Manuel de Escalada, y el 24 de diciembre de 1818 se halló en un combate en las inmediaciones del río Ñuble, mereciendo ser elogiado en el parte por su comportamiento. Se encontró en la derrota del ejército español en el Bío-Bío, el 19 de enero de 1819, cuyos restos persiguió con su escuadrón hasta bien adentro del territorio de Arauco, habiendo tomado algunos jefes, oficiales y tropa, prisioneros, y sosteniendo varias escaramuzas con los indios que le eran adictos. El 4 de junio del mismo año obtuvo su retiro a inválidos y regresó a Buenos Aires.
Fue uno de los firmantes del famoso manifiesto del general Soler al Cabildo de Buenos Aires, el 10 de febrero de 1820. El 2 de junio de aquel año fue llamado al servicio, e hizo la campaña al Norte, a las órdenes del coronel Manuel Dorrego, y al mando de un Regimiento de Lanceros, compuesto de varios piquetes de otros cuerpos, se halló en la acción de San Nicolás de los Arroyos, el 2 de agosto, contra las fuerzas anarquistas acaudilladas por Alvear, y Carrera. Igualmente se encontró en la del Arroyo Pavón, el 12 del mismo mes, contra los santafecinos de Estanislao López. Se batió en el Gamonal, el 2 de setiembre, jornada en la que fueron batidas las tropas porteñas; y también en un encuentro en las chacras del Mayor, el día 12 de este último mes. Cuando se produjo el motín del coronel Pagola, el 1º de octubre, desconociendo la autoridad del gobernador Rodríguez, Pacheco se halló entre los amotinados y fue quien impuso a Dorrego de aquellos sucesos al llegar a Luján. Después de estos acontecimientos quedó encargado del Departamento del Norte de la provincia, siempre al mando del Regimiento de Lanceros. Por haberse inutilizado por heridas recibidas en función de guerra se hallaba “retirado a dispersos” en el tiempo de la reforma. El 29 de octubre de 1822 se informó que le correspondía estar incluido en el Art. 20 de la Ley de reforma, que se le concedió (1).
El estallido de la Guerra del Brasil iba a permitir recoger nuevos laureles a este distinguido Jefe, siendo promovido a teniente coronel del 3º de Caballería “siendo sargento mayor reformado” el 20 de marzo de 1826, y al organizarse el Ejército Republicano, fue designado 2do Jefe del Regimiento Nº 3 de Caballería de Línea, llamado “Coraceros de Caballería”, cuerpo del cual pronto fue su jefe interino, asistiendo en este carácter a la batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, en la cual se le dio sobre el mismo campo de la acción el comando de la 1ra División de Caballería de Línea por haber caído herido de muerte, el titular, coronel Brandsen. Por su participación en esta victoria, recibió un cordón de plata con gavetes de oro, pendiente del cuello y un escudo del mismo metal en el brazo izquierdo.
Se hallo también en el combate de Camacuá, el 23 de abril del mismo año 1927, al frente de su División. En el Yaguarón, el 1º de junio, mandando la vanguardia de ejército, en cuya marcha hasta la sierra de Aceguá, en que se reunió al Ejército, tuvo que sostener día a día, fuertes encuentros con los enemigos. En el reconocimiento de los potreros del Padre Filiberto o “Casa Blanca”, en que su División se encontró con todo el ejército enemigo, el 22 de febrero de 1828. Hizo la difícil y peligrosa expedición al territorio enemigo, emprendida en este mes, en la que sostuvo varios encuentros y dispersó un regimiento que procedente de Misiones, marchaba para reforzar las fuerzas imperiales, tomándole muchos prisioneros y 5.500 caballos que remitió en varias remesas al Ejército Republicano, habiendo sido éste el principal objeto de esta expedición por la absoluta necesidad que tenían de ellos las tropas montadas. Se halló en el combate de Las Cañas, el 15 de abril de igual año, a las órdenes superiores del general Julián Laguna. El 1º de mayo de 1827 recibió los despachos de coronel efectivo.
Terminada aquella campaña regresó a Buenos Aires en octubre de 1828, ordenándosele marchara a tomar el mando de las fuerzas del Norte de la provincia de Buenos Aires. Conocida es su actuación en los sucesos que inmediatamente siguieron al motín del 1º de diciembre; el gobernador Dorrego trató de buscar amparo en el Regimiento de Húsares Nº 5, que se encontraba en Areco bajo el mando del coronel Pacheco, pero los comandantes Escribano y Acha se rebelaron contra el último y redujeron a prisión al gobernador Dorrego. Según afirmaciones hechas por el propio Pacheco días después, en un comunicado, desmintieron un párrafo del diario “El Tiempo” sobre la prisión de aquél, la captura del gobernador fue realizada por Escribano valiéndose de una torpe perfidia. Pacheco fue también arrestado en estas circunstancias pero quedó en libertad una vez que se hubo marchado Dorrego con sus aprehensores, quedando autorizado para marcharse a Buenos Aires o quedarse en Areco, si así lo deseaba.
El mes anterior al de estos sucesos, Pacheco realizó una expedición sobre los indios, al mando de una división compuesta de los regimientos: Nº 4 de Milicias, Nº 5 de Línea (Húsares), un escuadrón del 6º y una fuerza de 600 santafecinos; con la cual marchó hasta la costa del Salado, de donde regresó por orden que recibió del Superior Gobierno.
Como consecuencia de la publicación mencionada hecha por Pacheco después del fusilamiento de Dorrego, el primero fue puesto a bordo de un buque de guerra por resolución del Ministro General José Miguel Díaz Vélez, embarcándolo en el bergantín “Balcarce”, donde permaneció detenido un tiempo breve. El 27 de diciembre de 1828 pasó a revistar en la Plana Mayor del Ejército. Caído el gobierno de Lavalle, el coronel Pacheco fue nombrado el 7 de setiembre de 1829 Comandante en Jefe del Departamento Norte.
El 26 de setiembre de 1829, el coronel Angel Pacheco con 70 coraceros sorprendió a los indios en las inmediaciones de la Guardia de Rojas, quitándoles las haciendas que habían robado. El 10 de abril de 1830, al mando de las fuerzas del Departamento a sus órdenes (2), destrozó a los indios en el Salado, los que en gran número habían invadido la frontera, quitándoles las haciendas que llevaban y hasta sus propias caballadas, por lo que el Superior Gobierno le concedió una medalla de oro con el lema de su nombre y apellido. En esta acción recibió una contusión.
Formó parte del Ejército Confederado que, a las órdenes del general Estanislao López, invadió la provincia de Córdoba para destruir el poder del general Paz, y Pacheco, en su calidad de jefe de la vanguardia de aquél, derrotó en el Fraile Muerto, el 5 de febrero de 1831, a la vanguardia enemiga a las órdenes del coronel Pedernera, quedando un batallón entero entre los prisioneros tomados al enemigo. Por sus merecimientos en esta campaña fue promovido a coronel mayor el 13 de diciembre de 1831, no obstante lo cual, Pacheco siguió revistando en la Comandancia del Departamento Norte; y a pesar de esto, desde enero de 1830 figuro en la P. M. I. con la nota “Empleado en el Norte” hasta mayo de 1831, en que deja de revistar.
En la campaña al Desierto, en 1833, bajo el comando superior del general Juan Manuel de Rosas, el general Pacheco fue el 2do Jefe del ejército y estuvo a sus órdenes la vanguardia del mismo. Al llegar la División Izquierda al arroyo Napostá, el 25 de abril, permaneció allí cinco días, siguiendo su marcha recién el 1º de mayo, con rumbo al Sud, dejando Bahía Blanca a la izquierda. Una legua más afuera, Rosas destacó una división de 800 hombres al mando de Pacheco, para que remontase el Río Negro, mientras que él con el grueso de las fuerzas, siguió por la margen interior del Sauce Chico, hasta unas cinco leguas, donde acampó. El 10 de mayo, Pacheco ocupaba el Río Negro, haciendo pasar dos escuadrones a la margen opuesta, bajo el mando de los comandantes Hilario Lagos y Francisco Sosa. Pacheco remontó el río hasta cerca de Choele-Choel y el día 26 de mayo lanzó a los dos comandantes citados sobre la tribu del famoso cacique Payllaren, la que fue destruida por aquéllos, matando al propio Cacique y a casi todos los indios de pelea, y tomando prisioneras a casi todas las familias salvajes. En los primeros días de julio, Pacheco llegaba a Choele-Choel, que fue tomada por éste, después de acuchillar a todos los indios que se hallaban en la isla. Esta fue recorrida en toda su extensión, después de ser ocupada el día 3 del mismo mes, la isla principal, y dejando fuerza suficiente como guarnición en ésta última. Pacheco fue a acampar con el resto de su fuerza en la rinconada de los Malchaquies, mientras que sus subordinados, los comandantes Sosa y Lagos, se arrojaban vigorosamente contra los caciques Chocory (que murió en la acción), y Pitrioloncoy, que fue destruido completamente y tomado prisionero por Lagos. Ocho caciques fueron muertos y siete prisioneros, en esta campaña; 2.000 personas de ambos sexos tomadas en sus tolderías, y como 300 cautivas cristianas libertadas. Pacheco recibió una medalla de oro por su actuación en la misma.
El general Pacheco prosiguió su avance hasta la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, los que forman el río Negro y de allí regresó a incorporarse a Rosas. Pacheco estuvo un año operando desde el río Colorado hasta el de Balchitas al S. del rio Negro, regresando a principios de 1834 (3). Al año siguiente ocupaba una banca en la Legislatura que votó la suma del poder público a Rosas, después de haber sido elegido Pacheco gobernador el 25 de setiembre de 1834, puesto que no aceptó. En 1839 ante el peligro del movimiento subversivo de aquel año, Pacheco fue designado por Rosas para ocupar el comando militar al Norte de la provincia de Buenos Aires. Cuando el general Lavalle desembarcó en San Pedro, el 5 de agosto de 1840, lo hizo frente al ejército de Pacheco, quien se apresuró a comunicar a Rosas la aproximación del enemigo. En la noche del 6, atacó a Lavalle con 1.500 hombres, pero malas disposiciones tácticas tomadas por Pacheco, representó para éste su ataque un verdadero peligro; la retirada de su enemigo, lo salvó de la situación difícil. Tal fue el combate de la Cañada de la Paja.
Lavalle avanzó hasta Merlo, lo que hizo poner sobre el disparador de sus armas a todos los soldados rosistas que se encontraban en la provincia de Buenos Aires; pero al retirarse Lavalle para el Norte, lo siguió Pacheco con su fuerza, quien fue puesto por Rosas bajo el mando superior de general Manuel Oribe. Pacheco pasó a operar sobre La Rioja y Catamarca, mientras otras divisiones federales operaban sobre otras provincias. En San Calá, el 8 de enero de 1841, el general Pacheco deshacía completamente la división unitaria del coronel José María Vilela, compuesta por unos 1.000 hombres. Un mes y medio antes, en la batalla de Quebracho Herrado, Pacheco había mandado la derecha de la línea de combate de Oribe.
Cuando a mediados de junio de1841, el general Lamadrid avanzó desde Catamarca para dirigirse a La Rioja, el general Oribe destacó a Pacheco, con una división de 2.000 hombres de tropas escogidas, para que realizara la campaña de Cuyo, mientras él marchó a Tucumán. Pacheco se dedicó a buscar a Lamadrid para batirlo. En el curso de aquellas operaciones se produjo el triunfo del general Acha en Angaco, donde el 16 de agosto, derrotó con 600 hombres a los 2.200 del general José Aldao; pero a su vez Acha fue vencido y tomado prisionero dos días después, en los arrabales de la ciudad de San Juan. Acha fue fusilado el 16 de setiembre de 1841 por orden del general Pacheco, y luego decapitado, siendo su cabeza expuesta en el Paso de la Cabra. Sin embargo documentos publicados por el Dr. Vicente Quesada en la Revista Nacional, hacen caer íntegramente la responsabilidad de este ajusticiamiento en el general José Félix Aldao.
Con posterioridad el general Pacheco penetró en la provincia de Mendoza en persecución de Lamadrid. El 22 de setiembre se encontraba en El Retamo, dístante doce leguas de la ciudad de Mendoza, y el 24 ambos ejércitos combatían en el Rodeo del Medio, siendo Lamadrid completamente derrotado, viéndose obligado a internarse en la cordillera y emigrar a Chile.
Vencido los unitarios en el interior de la República, los ejércitos federales vencedores retrocedieron hacia el Sur. Oribe cayó sobre la provincia de Santa Fe, dominándola, y ya unido a él el general Pacheco, penetró en la de Entre Ríos, donde el 6 de diciembre de 1842 se producía la sangrienta batalla del Arroyo Grande, en la cual el centro de Oribe estuvo bajo el mando del general Angel Pacheco. Fructuoso Rivera, destruido su ejército, buscó la salvación en la fuga.
Los vencedores atravesaron el río Uruguay a fines de diciembre y el 16 de febrero de 1843 se iniciaba el largo asedio de Montevideo. Pacheco mandó allí una parte de las fuerzas de Oribe y se batió en numerosas acciones contra los sitiados, especialmente, en las del 28 de marzo de 1844, en la que perdió la vida el general Angel María Núñez; en la salida general efectuada por los sitiados el 24 de abril del mismo año, en la cual Pacheco mandó las fuerzas que combatieron en las proximidades del Cerro, pues aquel general estaba a cargo de las tropas que sitiaban aquella fortaleza.
En 1845 el general Pacheco era jefe accidental de la Frontera del Centro con asiento de comando en Luján, y en los dos años siguientes organizó algunos cuerpos y estableció los fuertes de Bragado y Mulitas (hoy 25 de Mayo), realizando también dos expediciones contra los indios.
Posteriormente regresó a Buenos Aires, ciudad que lo eligió diputado a la Legislatura en 1850, y donde se encontraba en 1851 cuando el general Urquiza se levantó en armas contra Juan Manuel de Rosas; y en esta circunstancia, Pacheco se apresuró a renovar su adhesión a Rosas. Nombrado comandante en jefe de los ejércitos federales que debían afrontar al ejército aliado que mandaba Urquiza, Pacheco procedió con una inexplicable y extraordinaria lentitud, haciendo sospechosa su conducta a los demás jefes rosistas. El 26 de enero de 1852 abandonó la Guardia de Luján, que Pacheco cubría con 2.000 hombres, ante el avance del Ejército Aliado. Cuando se produjo el 31 de enero el encuentro en los Campos de Alvarez, el jefe que allí combatió, coronel Hilario Lagos, creyó encontrar apoyo de Pacheco en el Puente de Márquez, pero no fue así, pues había hecho retirar todas las fuerzas, habiendo vadeado el río de las Conchas el día anterior. El 1º de febrero Pacheco presentó su renuncia del mando en jefe, la que no le fue aceptada.
En la tarde del mismo día llegó aquél a Santos Lugares, donde estaba Rosas. “Reyes fue a anunciarlo –dice Adolfo Saldías-, y se volvió a conversar con el coronel Bustos. No habían pasado cinco minutos cuando con asombro estos jefes vieron salir de las habitaciones de Rosas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin saludarlos, montó a caballo y se dirigió a la chacra de Witt, donde permaneció mientras se llevaban a cabo los hechos de armas”. Afirman personas bien informadas, que el general Urquiza había logrado que entrara la desconfianza en Rosas con respecto a Pacheco, haciendo que tropas rosistas capturaran un supuesto mensaje del primero al último según el cual estaría en connivencia con los invasores. Después de la batalla de Caseros, el general Pacheco regresó a Buenos Aires.
Cuando estalló la revolución del 11 de setiembre de 1852, el general Pacheco se incorporó al partido de Buenos Aires. El día 20 de aquel mismo mes fue nombrado Inspector y Comandante General de Armas de esta Provincia, con antigüedad del 12 de setiembre. El 7 de diciembre de igual año fue designado Ministro de Guerra y Marina, pero habiendo renunciado Pacheco a este cargo, el Gobierno, con fecha 9, aceptó su dimisión, designándolo general en Jefe de las fuerzas de la Capital, transfiriéndole todas las facultades que las Cámaras le habían concedido. El día 27 del mismo mes fue nuevamente nombrado Ministro de Guerra, puesto que desempeñó hasta el 7 de febrero de 1853, en que fue reemplazado por el coronel Pedro José Díaz.
En el comando del Ejército de la Capital, el general Pacheco organizó las fuerzas para la defensa de la ciudad, sitiada por las tropas al mando de los coroneles Hilario Lagos y Cayetano Laprida. Personalmente dirigió algunas salidas contra los sitiadores, siendo herido de bala en un brazo en la efectuada hasta San José de Flores, el 21 de enero de 1853, en la cual no obstante esta contrariedad, tuvo un éxito completo. Aún no curado de esta herida, el día 30 del mismo mes, el Gobierno le nombró Enviado Extraordinario en misión especial cerca de S. M. el Emperador del Brasil. En la defensa de Buenos Aires, Pacheco se halló, además, en los encuentros del 25 de diciembre y del 1º de enero contra los sitiadores.
La Cámara de Representantes de Buenos Aires, por ley de 25 de setiembre de 1834, como se ha dicho más arriba, nombró a Pacheco gobernador de la Provincia, conforme a lo establecido en la ley del 23 de diciembre de 1823. El Ministro de Gobierno se apersonó a Pacheco para comunicarle que debía prestar el juramento reglamentario el día 4 de octubre; persuadido el interesado de que su nombramiento tendría un fin análogo al del general Juan Ramón Balcarce, declinó el honor que se le discernía, evitando de este modo que el país se viera impuesto en una guerra civil.
A raíz de su victoria sobre Lamadrid en el Rodeo del Medio, la Legislatura de San Juan, por ley del 18 de octubre de 1841, confirió a Pacheco el grado de brigadier general de la Provincia, “en testimonio de la gratitud de ella por los eminentes servicios prestados a la Patria”.
El general Pacheco falleció en Buenos Aires el 28 de setiembre de 1869. Contrajo matrimonio en esta ciudad el 1º de octubre de 1822 con María Dolores Reinoso Más de Sexar, natural de Santa María de Palos, España; nacida el 9 de setiembre de 1801 y fallecida el 17 de agosto de 1883; hija de Domingo de Reinoso Roldán y de Agueda Más de Sexas y Gutiérrez.
Referencias
(1) El 28 de octubre de 1824 solicitó Pacheco 2 cañones de a 6 “con todos los aparejos necesarios para su servicio, 16 tiros del mismo calibre a metralla y 4 id. de bala rasa para ponerse en defensa de las incursiones de los bárbaros”, en una población que poseía en el partido de Navarro; lo que se le concedió el día 29 del mismo mes por el término de 8 meses.
(2) Departamento del Norte (entre Arrecifes y Arroyo del Medio) compuesto por los partidos de: San Nicolás, San Pedro, Baradero, Fortín de Areco, Arrecifes, Salto, Pergamino y Rojas.
(3) El general Pacheco llegó por el Neuquén hasta más o menos los 10º de latitud S. y los 11º de longitud occidental del meridiano de Buenos Aires.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoPortal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. º Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1939)
domingo, 1 de noviembre de 2015
Libro: El fin del Imperio Otomano
Todo el mundo es un escenario
Una cuenta sutil de las luchas de poder que puso fin al imperio otomano
El Endgame Otomano: Guerra, Revolución y la formación de la moderna Oriente Medio, 1.908 hasta 1923. Por Sean McMeekin. Penguin Press; 576 páginas; $ 35. Allen Lane; 30 £.
Pocas relaciones internacionales son tan volátiles e importante como la que existe entre los rusos y los turcos. Aunque eran una combinación formidable cuando ocasionalmente se unieron (contra los franceses en 1798 a 1799, por ejemplo), los zares y los sultanes eran más a menudo en desacuerdo. De hecho, se enfrentaron en 12 guerras entre los principios del siglo 20 y 16a. No ha cambiado mucho desde entonces. A principios del siglo 21 turcos y rusos han virado entre las relaciones comerciales cálidos y la guerra por delegación de Siria.
La última guerra ruso-turca grande, que formó uno de los frentes de la Primera Guerra Mundial, es una fuente de fascinación continuar Sean McMeekin, profesor de historia en el Bard College al norte de Nueva York, quien enseñó previamente en dos universidades en Turquía. En "The Endgame Otomano", una cuenta de barrido de los últimos 15 años del Imperio Otomano, las partes más originales y apasionadamente escritos se refieren a la lucha entre rusos y turcos en el este de Anatolia y el Cáucaso.
Dos cosas distinguen Sr. McMeekin de muchos otros escritores en Inglés acerca de este período. En primer lugar, tiene una profunda empatía con las preocupaciones de Turquía, y se ciñe más a la línea oficial turca que a la revisionista, el enfoque autocrítico adoptado por algunos liberales turcos valientes. En segundo lugar, él tiene algunas ideas inusuales en el pensamiento de Rusia imperial, con base en el estudio de los archivos zaristas.
Al Sr. McMeekin le resulta fácil imaginar el mundo tal como apareció a los jóvenes maestros del reino Otomano, como ellos y sus aliados teutónicos enfrentaron las fuerzas combinadas de Rusia, Gran Bretaña y Francia; y trae viva la memoria de los comandantes zaristas como Nikolai Yudenich y las batallas titánicas que lucharon en lugares salvajes como Van y Erzurum, con consecuencias terribles para la población civil en el lado equivocado.
El autor tiene un sentido bien fundado de que los poderes teocráticos tradicionales que parecen destartalada o incluso moribunda a ojos occidentales todavía pueden actuar con eficacia despiadada cuando las apuestas estratégicas son muy altos; y se aplica ese punto en igual medida a finales del Imperio Otomano y la tarde una zarista.
El uso de este lente, él trae algunos correctivos útiles en el foco. Se ha convertido en un lugar común decir que las fronteras de Oriente Medio que se están impugnadas por Estado Islámico son las establecidas por un acuerdo anglo-francés, alcanzado en 1916 y conocido como el acuerdo Sykes-Picot. En realidad, el Sr. McMeekin insiste, fue un acuerdo anglo-franco-rusa; y argumenta, polémico, que los rusos eran socios principales en la negociación.
Muchos estudiantes de la época verán en el enfoque del Sr. McMeekin una agenda apenas oculta. Él insiste en el espíritu de lucha de todas las fuerzas que luchan por el zar, una coalición que en determinados momentos y lugares incluidos armenios locales. Ya sea con disgusto o aprobación, que el énfasis, sin duda va a ser interpretado como una forma de reivindicar o explicar lejos la deportación masiva de armenios, decretada en 1915, que era en realidad una marcha de la muerte.
De hecho, el Sr. McMeekin no juega por el hecho de que cientos de miles de armenios perecieron "... si por hambre, la sed, la enfermedad, simple cansancio, oa manos de los escuadrones de ejecución." Como él delicadamente lo expresa, la elección de una franja árida del desierto de Siria como destino de los armenios desarraigadas 'sugiere que "la supervivencia de los deportados no fue ... [la] primera prioridad" de Talaat Pasha, el funcionario otomano quien armenios consideran como el principal perpetrador de genocidio.
Para muchos, estos turnos cautelosos de la frase ascenderán a alabar, o al menos excusar, por la condenación débil. Pero si el propósito del señor McMeekin era simplemente para exonerar a todo comportamiento otomano y minimizar el sufrimiento armenio, no habría incluido la observación de un soldado venezolano de la fortuna que vio en una ladera de la montaña "miles de medio desnudos y sangrantes cadáveres armenios, apilados en montones orinterlaced en abrazo final de la muerte ".
Una cuenta sutil de las luchas de poder que puso fin al imperio otomano
El Endgame Otomano: Guerra, Revolución y la formación de la moderna Oriente Medio, 1.908 hasta 1923. Por Sean McMeekin. Penguin Press; 576 páginas; $ 35. Allen Lane; 30 £.
Pocas relaciones internacionales son tan volátiles e importante como la que existe entre los rusos y los turcos. Aunque eran una combinación formidable cuando ocasionalmente se unieron (contra los franceses en 1798 a 1799, por ejemplo), los zares y los sultanes eran más a menudo en desacuerdo. De hecho, se enfrentaron en 12 guerras entre los principios del siglo 20 y 16a. No ha cambiado mucho desde entonces. A principios del siglo 21 turcos y rusos han virado entre las relaciones comerciales cálidos y la guerra por delegación de Siria.
La última guerra ruso-turca grande, que formó uno de los frentes de la Primera Guerra Mundial, es una fuente de fascinación continuar Sean McMeekin, profesor de historia en el Bard College al norte de Nueva York, quien enseñó previamente en dos universidades en Turquía. En "The Endgame Otomano", una cuenta de barrido de los últimos 15 años del Imperio Otomano, las partes más originales y apasionadamente escritos se refieren a la lucha entre rusos y turcos en el este de Anatolia y el Cáucaso.
Dos cosas distinguen Sr. McMeekin de muchos otros escritores en Inglés acerca de este período. En primer lugar, tiene una profunda empatía con las preocupaciones de Turquía, y se ciñe más a la línea oficial turca que a la revisionista, el enfoque autocrítico adoptado por algunos liberales turcos valientes. En segundo lugar, él tiene algunas ideas inusuales en el pensamiento de Rusia imperial, con base en el estudio de los archivos zaristas.
Al Sr. McMeekin le resulta fácil imaginar el mundo tal como apareció a los jóvenes maestros del reino Otomano, como ellos y sus aliados teutónicos enfrentaron las fuerzas combinadas de Rusia, Gran Bretaña y Francia; y trae viva la memoria de los comandantes zaristas como Nikolai Yudenich y las batallas titánicas que lucharon en lugares salvajes como Van y Erzurum, con consecuencias terribles para la población civil en el lado equivocado.
El autor tiene un sentido bien fundado de que los poderes teocráticos tradicionales que parecen destartalada o incluso moribunda a ojos occidentales todavía pueden actuar con eficacia despiadada cuando las apuestas estratégicas son muy altos; y se aplica ese punto en igual medida a finales del Imperio Otomano y la tarde una zarista.
El uso de este lente, él trae algunos correctivos útiles en el foco. Se ha convertido en un lugar común decir que las fronteras de Oriente Medio que se están impugnadas por Estado Islámico son las establecidas por un acuerdo anglo-francés, alcanzado en 1916 y conocido como el acuerdo Sykes-Picot. En realidad, el Sr. McMeekin insiste, fue un acuerdo anglo-franco-rusa; y argumenta, polémico, que los rusos eran socios principales en la negociación.
Muchos estudiantes de la época verán en el enfoque del Sr. McMeekin una agenda apenas oculta. Él insiste en el espíritu de lucha de todas las fuerzas que luchan por el zar, una coalición que en determinados momentos y lugares incluidos armenios locales. Ya sea con disgusto o aprobación, que el énfasis, sin duda va a ser interpretado como una forma de reivindicar o explicar lejos la deportación masiva de armenios, decretada en 1915, que era en realidad una marcha de la muerte.
De hecho, el Sr. McMeekin no juega por el hecho de que cientos de miles de armenios perecieron "... si por hambre, la sed, la enfermedad, simple cansancio, oa manos de los escuadrones de ejecución." Como él delicadamente lo expresa, la elección de una franja árida del desierto de Siria como destino de los armenios desarraigadas 'sugiere que "la supervivencia de los deportados no fue ... [la] primera prioridad" de Talaat Pasha, el funcionario otomano quien armenios consideran como el principal perpetrador de genocidio.
Para muchos, estos turnos cautelosos de la frase ascenderán a alabar, o al menos excusar, por la condenación débil. Pero si el propósito del señor McMeekin era simplemente para exonerar a todo comportamiento otomano y minimizar el sufrimiento armenio, no habría incluido la observación de un soldado venezolano de la fortuna que vio en una ladera de la montaña "miles de medio desnudos y sangrantes cadáveres armenios, apilados en montones orinterlaced en abrazo final de la muerte ".
sábado, 31 de octubre de 2015
Guerra del Paraguay: Devolución brasileña de material capturado al Paraguay
La última trinchera de la guerra en el Paraguay
Escrito por Homero F. Adler Castro
La devolución de los cañones de El Cristiano
La prensa está anunciando que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva firmará un decreto devolviendo el obús El Cristiano a Paraguay. ¿Qué tan importante es para nosotros? Hoy en día, somos países hermanos, ¿debemos considerar esto como un gesto de amistad? Pero ¿lo es para nuestra historia?
América del Sur se vio envuelto en un conflicto muy grande entre los años 1864 a 1870: el Presidente de Paraguay, Solano López, a continuación, invadió Mato Grosso y Río Grande do Sul, a través de Argentina, arrastrados a la guerra.
Fue una guerra larga y la más violenta en la historia de Brasil. Se movilizaron decenas de miles de soldados, de todas las clases sociales, desde todos los rincones del país, unidos en el ideal de defensa de la nación contra la agresión. Un momento de la historia porque marca un punto de inflexión y un cambio profundo. Por ejemplo, la odiosa institución de la esclavitud sería injustificable cuando se vio a miles de soldados negro se comportaron con honor y la eficiencia, el apoyo a las dificultades en el campo de batalla.
Una de las mayores dificultades para ser superado por los aliados fue la fortaleza de Humaitá, que impedía el paso del río Paraguay hasta Asunción. Debido a su posición, el paraguayo armados con más de 180 armas, algunas de las cuales son tan grandes, que recibieron nombres específicos, como el Criollo, el Acá Verá y El Cristiano. Este último, con un peso doce toneladas, fue lanzado en 1867 con las campanas de bronce de las iglesias en el Paraguay. En ella está escrito "para el Estado de la Religión" y el nombre de la pieza, "El cristiano", en conmemoración de su origen "religioso".
A las Fuerzas Armadas Aliadas les tomaron más de dos años para superar este obstáculo, con la pérdida de miles de vidas. Por el esfuerzo y el sacrificio de estos hombres no fueron olvidadas por las generaciones futuras, los comandantes de las fuerzas de Brasil, Caxias, Osorio y Tamandaré enviaron recuerdos capturados en el campo de batalla como banderas, tambores y las armas, a ser incorporados en las colecciones de los museos en Brasil. Una práctica común en la guerra, tanto es así que en los museos militares paraguayos, los armas de Brasil se puede ver en el Museo de Vapor y Anhabahy Cué es el barco brasileño, uno de los cuales fueron capturados por las fuerzas de Solano López, cuando invadieron Mato Grosso.
Los años pasaron, y el gobierno del Paraguay se ha convertido en un buen amigo de Brasil y ya en el siglo 19 comenzó a escuchar voces que dicen que el conflicto "debe ser olvidado". Algunas medidas se han tomado de buen grado, como la condonación de la deuda de guerra del gobierno paraguayo en 1940 y en 1972, Brasil devolvió un gran número de trofeos que se conservaban en museos y bibliotecas, tales como banderas, la espada de Solano López y los documentos de archivo que se encontraban en la Biblioteca Nacional del Paraguay. Uno de los pocos objetos que quedaba era el paraguayo El Cristiano, el Museo Histórico Nacional.
Cada vez que el tema vuelve, fue impugnada por los partidarios de la historia nacional, como los trofeos, que no se utiliza con un nacionalista o patriótica vista, fue un récord para un evento tan importante para Brasil y para el Paraguay. Los acontecimientos que había pasado. Devolverlo no iba a cambiar la historia y la amistad con el Paraguay no se verían perjudicados por su estancia en Brasil. Sin embargo, en 1972, los demagogos políticos prefieren un gesto vacío, tratando de complacer a nuestros vecinos cuando estábamos negociando la construcción de la planta hidroeléctrica de Itaipú.
Al parecer, el gesto de buena voluntad no se ha hecho lo suficiente. En 1998, el Instituto Histórico y Artístico Nacional disminuyó la colección del Museo Nacional de Historia, por su importancia y que los políticos no actúan contra los intereses del país como lo habían hecho antes. Los objetos que allí se encuentran se han declarado como patrimonio nacional por el Decreto-Ley 25/37, debe ser protegidos y prevenir su exportación, para que las generaciones futuras puedan estudiar y comprender lo que había sucedido. El presidente tenía la autoridad para revertir el acto de depósito que, en teoría, garantizaría su conservación. Lamentablemente, el actual presidente parece dispuesto a utilizar su poder precisamente para socavar el patrimonio histórico y artístico.
El Destombes es un caso raro en Brasil - el último fue en 1961 cuando tomó Quadros la protección de una casa y una iglesia en Campos (RJ), para construir una escuela. Y la motivación del acto debe ser siempre un "interés social más grande" que la preservación. Incluso tan infeliz, que el Brasil no era la norma, la Presidencia, para eliminar la protección que la ley le da a algunos objetos, ha actuado en casi todo el tiempo por trivial o sin sopesar las consecuencias. La destrucción de edificios en Campos (RJ), por ejemplo, autorizada por Quadros, no dio lugar a una escuela, sino a un estacionamiento. En 1950, el agujero de la fortaleza, construida en el siglo 17, en Olinda (PE) y el testimonio de las guerras holandesas, fue Destombes, ese lugar se construyó una base de hidroaviones de la Armada. La fortaleza fue volada, dejando sólo algunas ruinas, que sobrevivió porque la base nunca se construyó. De hecho, la Marina ni siquiera podría utilizar hidroaviones.
¿Tiene Destombes y El Cristiano tener un "interés social más grande"? ¿Su regreso será aumentar la amistad entre Brasil y Paraguay? El retorno de las piezas que se hizo en 1972 tuvo este sentido? ¿Quién lo recuerda? Una vez, visitando Paraguay, tuve la oportunidad de tomar la espada de Solano Lopes, ya que fue arrojado en una silla, sin ningún tipo de cuidado o supervisión. Diferente fue el tratamiento que el objeto recibió en Brasil Mucho, porque aquí se ha conservado cuidadosamente como un artefacto que parecía una guerra. Las preguntas siguen siendo: se espera que regrese a la guerra se olvida? Los sacrificios que nuestros antepasados sufrieron en los cuatro años del conflicto deben ser descartados?
La gran pregunta es, ¿que el presidente Lula va a cometer otro ataque en el sitio histórico nacional? En prácticamente todos los países del mundo de los coleccionistas de acción es de importancia fundamental para la preservación de artefactos de importancia histórica. Es imposible para el gobierno por sí solo puede proteger todo lo que es importante. Por desgracia, la ley sobre el desarme, colocando enormes dificultades para el trabajo legal de los colectores ha visto una inmensa destrucción de armas históricas. ¿El conjunto de las instituciones públicas se debe también ser destruidos?
¿Qué podemos hacer? El autor de estas líneas no lo sabe. Sin embargo, prefiere dar a conocer el asunto, porque este ataque a nuestra historia no pasa, de nuevo, en vano.
* Adler Homero Fonseca de Castro es un maestro en la historia e investigador en el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico (IPHAN), consultor del Museo Conde de Linhares Militar (MMCL) y miembro de la Junta de Fortificaciones del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).
Tecnologia e Defesa
Escrito por Homero F. Adler Castro
La devolución de los cañones de El Cristiano
La prensa está anunciando que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva firmará un decreto devolviendo el obús El Cristiano a Paraguay. ¿Qué tan importante es para nosotros? Hoy en día, somos países hermanos, ¿debemos considerar esto como un gesto de amistad? Pero ¿lo es para nuestra historia?
América del Sur se vio envuelto en un conflicto muy grande entre los años 1864 a 1870: el Presidente de Paraguay, Solano López, a continuación, invadió Mato Grosso y Río Grande do Sul, a través de Argentina, arrastrados a la guerra.
Fue una guerra larga y la más violenta en la historia de Brasil. Se movilizaron decenas de miles de soldados, de todas las clases sociales, desde todos los rincones del país, unidos en el ideal de defensa de la nación contra la agresión. Un momento de la historia porque marca un punto de inflexión y un cambio profundo. Por ejemplo, la odiosa institución de la esclavitud sería injustificable cuando se vio a miles de soldados negro se comportaron con honor y la eficiencia, el apoyo a las dificultades en el campo de batalla.
Una de las mayores dificultades para ser superado por los aliados fue la fortaleza de Humaitá, que impedía el paso del río Paraguay hasta Asunción. Debido a su posición, el paraguayo armados con más de 180 armas, algunas de las cuales son tan grandes, que recibieron nombres específicos, como el Criollo, el Acá Verá y El Cristiano. Este último, con un peso doce toneladas, fue lanzado en 1867 con las campanas de bronce de las iglesias en el Paraguay. En ella está escrito "para el Estado de la Religión" y el nombre de la pieza, "El cristiano", en conmemoración de su origen "religioso".
A las Fuerzas Armadas Aliadas les tomaron más de dos años para superar este obstáculo, con la pérdida de miles de vidas. Por el esfuerzo y el sacrificio de estos hombres no fueron olvidadas por las generaciones futuras, los comandantes de las fuerzas de Brasil, Caxias, Osorio y Tamandaré enviaron recuerdos capturados en el campo de batalla como banderas, tambores y las armas, a ser incorporados en las colecciones de los museos en Brasil. Una práctica común en la guerra, tanto es así que en los museos militares paraguayos, los armas de Brasil se puede ver en el Museo de Vapor y Anhabahy Cué es el barco brasileño, uno de los cuales fueron capturados por las fuerzas de Solano López, cuando invadieron Mato Grosso.
Los años pasaron, y el gobierno del Paraguay se ha convertido en un buen amigo de Brasil y ya en el siglo 19 comenzó a escuchar voces que dicen que el conflicto "debe ser olvidado". Algunas medidas se han tomado de buen grado, como la condonación de la deuda de guerra del gobierno paraguayo en 1940 y en 1972, Brasil devolvió un gran número de trofeos que se conservaban en museos y bibliotecas, tales como banderas, la espada de Solano López y los documentos de archivo que se encontraban en la Biblioteca Nacional del Paraguay. Uno de los pocos objetos que quedaba era el paraguayo El Cristiano, el Museo Histórico Nacional.
Cada vez que el tema vuelve, fue impugnada por los partidarios de la historia nacional, como los trofeos, que no se utiliza con un nacionalista o patriótica vista, fue un récord para un evento tan importante para Brasil y para el Paraguay. Los acontecimientos que había pasado. Devolverlo no iba a cambiar la historia y la amistad con el Paraguay no se verían perjudicados por su estancia en Brasil. Sin embargo, en 1972, los demagogos políticos prefieren un gesto vacío, tratando de complacer a nuestros vecinos cuando estábamos negociando la construcción de la planta hidroeléctrica de Itaipú.
Al parecer, el gesto de buena voluntad no se ha hecho lo suficiente. En 1998, el Instituto Histórico y Artístico Nacional disminuyó la colección del Museo Nacional de Historia, por su importancia y que los políticos no actúan contra los intereses del país como lo habían hecho antes. Los objetos que allí se encuentran se han declarado como patrimonio nacional por el Decreto-Ley 25/37, debe ser protegidos y prevenir su exportación, para que las generaciones futuras puedan estudiar y comprender lo que había sucedido. El presidente tenía la autoridad para revertir el acto de depósito que, en teoría, garantizaría su conservación. Lamentablemente, el actual presidente parece dispuesto a utilizar su poder precisamente para socavar el patrimonio histórico y artístico.
El Destombes es un caso raro en Brasil - el último fue en 1961 cuando tomó Quadros la protección de una casa y una iglesia en Campos (RJ), para construir una escuela. Y la motivación del acto debe ser siempre un "interés social más grande" que la preservación. Incluso tan infeliz, que el Brasil no era la norma, la Presidencia, para eliminar la protección que la ley le da a algunos objetos, ha actuado en casi todo el tiempo por trivial o sin sopesar las consecuencias. La destrucción de edificios en Campos (RJ), por ejemplo, autorizada por Quadros, no dio lugar a una escuela, sino a un estacionamiento. En 1950, el agujero de la fortaleza, construida en el siglo 17, en Olinda (PE) y el testimonio de las guerras holandesas, fue Destombes, ese lugar se construyó una base de hidroaviones de la Armada. La fortaleza fue volada, dejando sólo algunas ruinas, que sobrevivió porque la base nunca se construyó. De hecho, la Marina ni siquiera podría utilizar hidroaviones.
¿Tiene Destombes y El Cristiano tener un "interés social más grande"? ¿Su regreso será aumentar la amistad entre Brasil y Paraguay? El retorno de las piezas que se hizo en 1972 tuvo este sentido? ¿Quién lo recuerda? Una vez, visitando Paraguay, tuve la oportunidad de tomar la espada de Solano Lopes, ya que fue arrojado en una silla, sin ningún tipo de cuidado o supervisión. Diferente fue el tratamiento que el objeto recibió en Brasil Mucho, porque aquí se ha conservado cuidadosamente como un artefacto que parecía una guerra. Las preguntas siguen siendo: se espera que regrese a la guerra se olvida? Los sacrificios que nuestros antepasados sufrieron en los cuatro años del conflicto deben ser descartados?
La gran pregunta es, ¿que el presidente Lula va a cometer otro ataque en el sitio histórico nacional? En prácticamente todos los países del mundo de los coleccionistas de acción es de importancia fundamental para la preservación de artefactos de importancia histórica. Es imposible para el gobierno por sí solo puede proteger todo lo que es importante. Por desgracia, la ley sobre el desarme, colocando enormes dificultades para el trabajo legal de los colectores ha visto una inmensa destrucción de armas históricas. ¿El conjunto de las instituciones públicas se debe también ser destruidos?
¿Qué podemos hacer? El autor de estas líneas no lo sabe. Sin embargo, prefiere dar a conocer el asunto, porque este ataque a nuestra historia no pasa, de nuevo, en vano.
* Adler Homero Fonseca de Castro es un maestro en la historia e investigador en el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico (IPHAN), consultor del Museo Conde de Linhares Militar (MMCL) y miembro de la Junta de Fortificaciones del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).
Tecnologia e Defesa
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