lunes, 27 de julio de 2020

Argentina: La Revolución del Parque de 1890

A 130 años de la Revolución del Parque: tres días de combates en pleno centro porteño, la caída de un gobierno y una traición

Marcó el final del gobierno de Juárez Celman. Los revolucionarios, comandados por Alem, quedaron a mitad de camino porque, si bien el presidente debió renunciar, la muñeca política de Roca fue la ganadora. Los sangrientos días donde, en nombre de la libertad y de la institucionalidad, se murió y se mató en Buenos Aires

Por Adrián Pignatelli  ||  Infobae



Los Repetto vivían en una casa de bajos sobre Talcahuano, casi esquina Lavalle, a pocos pasos del Parque de Artillería. Era una construcción baja y maciza. En la madrugada del sábado 26 de julio de 1890 los cuatro hermanos de la familia fueron despertados por una discusión de sus padres, que no se ponían de acuerdo sobre el origen de los ruidos que venían de la calle. La mujer decía que había estallado la revolución, que hacía días se esperaba, mientras que el marido los atribuía a “la artillería de Bollini”, el nombre que los vecinos le habían puesto a las máquinas barredoras tiradas por caballos que el recién asumido intendente Francisco Bollini había implementado para la limpieza de calles. Cuando sonaron los primeros disparos, los tres hermanos varones se vistieron a las apuradas y salieron a la vereda. La madre estaba en lo cierto: había estallado la revolución.

Desde 1886 gobernaba el país el cordobés Miguel Juárez Celman, quien para todos significaba la continuación del régimen inaugurado en 1880 por su concuñado, Julio A. Roca. Responsable de una administración que no escatimaba en gastos, se fue endeudando, abusó de la emisión, generó una inflación que se fue acelerando en medio de una descontrolada especulación, entre otros tantos desatinos. Paulatinamente, esta crisis económica -que ya se percibía a mediados de 1889- provocó el surgimiento de una oposición al gobierno, que no mostraba capacidad de reacción y que, además, maniobraba para disputarle poder político a Roca.



En busca de fe y honradez

Jóvenes de distintos extractos y políticos organizaron, el 1 de septiembre de 1889, un acto en Jardín Florida, un predio ubicado en Florida y Paraguay. Si bien no logró una masiva concurrencia, alcanzó para que hombres de la talla de Leandro N. Alem, Francisco Barroetaveña, Aristóbulo del Valle y Pedro Goyena, entre otros, fundasen la Unión Cívica de la Juventud.

Denunciaban que el pueblo estaba excluido de la vida pública. Alem dijo: “No hay, no puede haber buenas finanzas, donde no hay buena política. Para hacer esta buena política se necesita grandes móviles, se necesita buena fe, honradez, nobles ideales; se necesita, en una palabra, patriotismo”. Rápidamente, afloraron comités en diversos barrios de la ciudad.

La escalada de la crisis hizo que el 12 de abril de 1890 los ministros presentaran sus renuncias. El gobierno, que no había tomado en serio esa manifestación, vio con otros ojos el acto multitudinario del 13 de abril de 1890 en el Frontón Buenos Aires, avenida Córdoba casi Cerrito, donde 10 mil personas vitorearon a Alem y a Mitre y clamaron por el fin del unicato, el regreso a la Constitución y a la reconquista de las libertades.

El “Manifiesto a los pueblos de la República” que se dio a conocer el 17, señalaba la “ineptitud y desquicio gubernamental, despilfarro e inmoralidad en la administración pública, fraude estatal”.




La conspiración para derrocar al gobierno, reemplazarlo por otro que en dos o tres meses debía llamar a elecciones, se puso en marcha. Se armó una junta revolucionaria que se reunía todos los días, desde las ocho de la noche a las dos de la mañana, en la casa de Benjamín Buteler. Para la policía, que seguía los pasos de Alem, era “Cristo”. Los revolucionarios le propusieron al general mitrista Manuel J. Campos, a tomar la dirección militar de la rebelión.

Los planes

La idea de Alem era tomar Plaza de Mayo y Casa de Gobierno a plena luz del día. Previamente se armaría una interpelación al ministro de Guerra, a la que debería asistir el vicepresidente Carlos Pellegrini, lo que dejaría al presidente Juárez Celman solo en su despacho. Sin embargo, los jefes militares dijeron que sería imposible sacar a los regimientos de los cuarteles durante el día. Entonces, Alem propuso hacerlo en la noche del 9 de julio, y sorprender al presidente y su gabinete en la función de gala. También fue descartada.

Se optó por tomar el Parque de Artillería (donde hoy está el Palacio de Tribunales) de donde saldrían dos columnas: una tomaría el cuartel de policía y otra enfrentaría a las fuerzas leales al gobierno. Con una victoria segura, se apoderarían de la Casa de Gobierno, del telégrafo y de la estación del ferrocarril. Pero esas columnas nunca llegaron a salir.



En una votación, los conjurados votaron a Alem como presidente provisional de la revolución que creían triunfante; el general Campos y el coronel Figueroa lo hicieron por Mitre, quien se enteró de la revolución en París.

El general Campos convenció a los jefes de que el día indicado era el 21 de julio. Los jefes de las unidades llevarían un farol con vidrios de colores para identificarse; el santo y seña se daría a conocer el domingo por la noche.

Sin embargo, una delación del mayor Palma, del 11° de Caballería, que simulaba estar con los complotados, hizo que detuvieran a Campos, a Figueroa y a un par de jefes más.

Todo parecía haber vuelto a fojas cero. Pero una misteriosa visita que Julio A. Roca le hizo a Campos en su lugar de detención la tarde del 25, cambió todo. Roca habría acordado con Campos que lo ayudaría a fugarse y que participara en la revolución y que, una vez derrocado Juárez Celman, nadie se opondría a una candidatura de Mitre. Varios historiadores señalan que Roca aprovechó la revolución para quitarse a su cuñado de encima, sacándolo de competencia del Partido Autonomista Nacional y, gracias a la complicidad del propio Campos, haría que el intento revolucionario fracasase. Campos quedó en libertad y tomó la dirección militar de la revolución.



Los revolucionarios determinaron que el golpe se daría a las cuatro de la mañana del sábado 26 de julio. A Lucio V. López le cupo la redacción del manifiesto de la junta revolucionaria, que se imprimió en los talleres gráficos del diario La Nación. Se convocaba a “evitar la ruina del país”.

La bandera

Los sublevados no podían identificarse con la bandera argentina, porque podrían confundirse con los efectivos del gobierno. La única tela en cantidad que se encontró en la ciudad fue de los colores blanca, verde y rosa y así Josefina de Rodríguez y Elvira Ballesteros cosieron la bandera y armaron divisas y gallardetes que los hombres llevaban colgados del hombro derecho. Y también se adquirieron un lote importante de boinas blancas, que luego serían la identificación de los radicales.

El santo y seña fue Patria y Libertad.



Los enfrentamientos

El 26 a la madrugada un millar de militares y 300 civiles coparon el Parque de Artillería, cuyos 1300 efectivos ya se habían pasado al bando revolucionario. Además, contaba con toda la artillería de la ciudad.

Como las horas pasaban y nada sucedía, los revolucionarios creyeron haber triunfado sin disparar un solo tiro. Aristóbulo del Valle, entusiasmado, mandó a hacer sonar las campanas de la iglesia de San Nicolás -protestas del cura párroco mediante- que se levantaba donde hoy está el Obelisco.



Pero los enfrentamientos comenzaron, en pleno centro porteño. Las fuerzas leales, cercanas al millar, que se habían agrupado en los cuarteles de Retiro, atacaron con los regimientos 6 y 11 de Caballería, parte de los batallones 4 y 6 de infantería, y con el 8 de Infantería. También contaban con el cuerpo de bomberos y la policía, en buena medida militarizada. Los comandaba el ministro de Guerra, teniente general Nicolás Levalle.

Estas fuerzas debían vérselas con 50 cantones revolucionarios diseminados por la ciudad, donde hasta se llegó a pelear cuerpo a cuerpo. Los había en el Palacio Miró, una residencia delimitada por Córdoba, Talcahuano, Viamonte y Libertad; también en Córdoba y Talcahuano; en Viamonte y Uruguay y una serie de barricadas por Lavalle que llegaban hasta Suipacha. Los revolucionarios tomaron el Colegio El Salvador, sobre Callao y la confitería El Molino.



La ciudad era el campo de batalla.

Muchas casas de las esquinas fueron copadas por civiles y usaban sus techos y azoteas para disparar. Se combatía en las calles, en un radio de cuarenta manzanas. Barcos de la escuadra que se habían plegado, al mando del teniente de navío O’Connor, bombardearon durante el mediodía del 27 la Casa de Gobierno y hasta intentaron hacer blanco en la casa del presidente, que vivía en la calle 25 de mayo. Como producto de esas bombas, por lo menos murieron dos personas. El bombardeo fue visto por Estanislao Zeballos desde el mirador del Hotel de la Paz, en Cangallo y Reconquista.

Al mediodía del sábado hubo un momento de algarabía cuando se supo que Juárez Celman, a regañadientes, había abandonado la ciudad en tren. No demoraría en regresar.



Roca y Pellegrini, en los hechos a cargo del gobierno, enviaron emisarios. Querían saber si los revolucionarios depondrían las armas si Juárez Celman renunciaba. Les respondieron que no.

Para el domingo a la mañana, los revolucionarios cayeron en la cuenta de que no disponían de suficientes municiones para continuar peleando más de una hora. Además, la inacción de Campos los dejaba sin iniciativa. El Frontón Buenos Aires, a dos cuadras del Parque de Artillería, había caído en las primeras horas de ese día. Para ganar tiempo y conseguir munición, los revolucionarios pidieron una tregua para enterrar a sus 23 muertos, justo cuando fuerzas del gobierno -aprovechando la pasividad de Campos- se disponían a arrasar la resistencia en las plazas Libertad y del Parque, con tropas muy bien armadas, cañonear el cuartel revolucionario y tomarlo por asalto.

En plena Plaza Lavalle, se había armado un hospital de campaña. Una de las organizadoras era Elvira Rawson, una estudiante de medicina de 23 años, la única mujer en una clase de 85 hombres en la Facultad de Medicina. Junto a otros médicos, como Juan B. Justo y Julio Fernández Villanueva -que murió cuando rescataba un herido- atendían a hombres de ambos bandos. Su desempeño le valió el reconocimiento del propio Alem.



El lunes 28, el gobierno envió como mediadores a Benjamín Victorica, Luis Sáenz Peña, Francisco Madero y Ernesto Tornquist, mientras civiles que se sumaban al movimiento seguían ocupando cantones, y gastando municiones.

Si bien la situación a esa altura era una causa perdida, algunos creían que se podía resistir, como era el caso de Hipólito Yrigoyen y Mariano Demaría. Hubo un intento desesperado del coronel Mariano Espina, que con un grupo de hombres del regimiento 10° quiso llegar a Plaza de Mayo pero fue rechazado en Pellegrini y Lavalle. El envío de importantes fuerzas de la provincia de Buenos Aires para ayudar al gobierno, determinó el fin.

A las 8 de la mañana del martes 29 todo había concluido, a pesar de la resistencia de los civiles, empecinados en seguir combatiendo. Vencedores y vencidos se reunieron en el Palacio Miró donde acordaron que ninguno de los sublevados sería sometido a juicio, que los civiles dejarían las armas en el Parque de Artillería y que los cadetes del Colegio Militar no serían sancionados.

En las calles quedaron centenares de muertos, que en un lento desfile de carretas, eran llevados al cementerio de la Chacarita.



Para Juárez Celman, ya era tarde. Sin apoyo, debió renunciar el 6 de agosto y su vicepresidente Carlos Pellegrini se hizo cargo del gobierno. La maniobra de Roca había dado resultado. “¡Ya se fue!¡Ya se fue el burrito cordobés!”, gritaba la gente.

El único que no festejó fue Leandro N. Alem, el último en abandonar el Parque de Artillería.

A los Repetto les llamó la atención que, en medio de la euforia popular, Alem mandó a colocar crespones al frente del comité, en señal de duelo. Razones no le faltaban. El gobierno había caído, pero no el sistema que lo sostenía. Lamentablemente para el fundador de la Unión Cívica Radical, no sería su último desencanto.Miguel Juárez Celman era presidente desde 1886 del Partido Autonomista Nacional.Leandro N. Alem, uno de los líderes de la Unión Cívica y cabeza de la revolución de julio de 1890.El general Manuel J. Campos, jefe militar del movimiento. Habría llegado a un acuerdo en secreto con Julio A. Roca.Parque de Artillería, el epicentro de los combates, en Plaza Lavalle, en el centro porteño. Hoy, en ese lugar, se levanta el Palacio de Tribunales.El origen de las características boinas blancas que usarían los radicales.Techos y balcones se convirtieron en reductos, desde donde civiles combatían. Esta fotografía corresponde a un edificio en Mitre y Talcahuano.Buenos Aires se había transformado en el campo de batalla. La imagen muestra la esquina de Lavalle y Libertad en esos convulsionados días.Uno de los boletines que redactaron los revolucionarios, con noticias importantes y "muy importantes".Los heridos eran atendidos en la plaza Lavalle, donde un grupo de médicos habían levantado un hospital de campaña.El Mosquito era un diario de tinte satírico, famoso por las caricaturas que publicaba de los políticos de la época. En esa se ven a los líderes de la revolución del 90, tratando de ponerse de acuerdo. En el medio, parado, se ve a Bartolomé Mitre y al lado, sentado, de larga barba, a Leandro N. Alem.

domingo, 26 de julio de 2020

Almirantes: El primer comando de la flota del Alte. Nelson

El primer comando de flota de Nelson

W&W




HMS Captain capturando el San Nicolás y el San Josef en la batalla del cabo San Vicente, el 14 de febrero de 1797

No fue sino hasta marzo de 1795, cuando Nelson había sido un postcapitán por casi 17 años, que tuvo su primera oportunidad de participar en una acción de flota. La ocasión fue decepcionante. Para entonces, Hood se había ido a casa y había sido reemplazado por el almirante Hotham, un hombre de sello menos firme: además, la fuerza relativa de las fuerzas marítimas en el área del mar de Liguria, al menos en el papel, había cambiado mucho a favor de Francia. El enemigo había tenido el tiempo necesario para reparar el armamento de Toulon, que había sido destruido de manera incompleta en el momento de la retirada, mientras que debido al desgaste, el desprendimiento, la enfermedad y los accidentes de guerra, los barcos británicos ya no estaban tripulados, y cada entrenamiento y reemplazo tenía que llegar a Hotham a través del largo recorrido desde su casa.

El Directorio francés, que reunió a unos 17 navegantes, los envió desde Toulon para buscar e involucrar a los británicos. En caso de éxito, por lo que se argumentó, Córcega podría ser retomada, y los británicos ya no podrían hostigar el tráfico a lo largo de la costa de Italia. Hotham tuvo noticias de la salida en Leghorn, donde comandó 15 barcos de vela, uno de ellos napolitano. Comenzó de inmediato para enfrentar el desafío, y de hecho se le ocurrió a los franceses, pero el resultado fue típico de los muchos encuentros indecisos de la era de la vela.

Hotham descubrió que los franceses, aunque superiores en barcos y totalmente tripulados, no soportarían encontrarse con él. Cuando las condiciones del viento finalmente lo permitieron, en realidad le permitieron perseguirlo, posiblemente porque todavía estaban bajo la influencia de su derrota por Howe en el Atlántico, el resultado de la batalla del 'Glorioso Primero de Junio' durante el verano anterior Una persecución fue la oportunidad de distinción de Nelson, porque el Agamenón era un velero rápido, y él lo aprovechó. Fueron días en que el ritmo de la guerra marítima era tal que era posible que un capitán redactara una carta a casa cuando realmente estaba a la vista del enemigo, y Nelson escribió a su esposa el 10 de marzo de la siguiente manera:

... Cualquiera que sea mi destino, no tengo dudas en mi propia mente, pero mi conducta será tal que no hará sonrojar a mis amigos. La vida de todos está en manos de Aquel que sabe mejor si preservarla o no, y a su voluntad me resigno. Mi carácter y buen nombre están bajo mi cuidado. La vida con desgracia es terrible. Hay que envidiar una muerte gloriosa y, si algo me sucede, recordar la muerte es una deuda que todos debemos pagar, y que ahora o dentro de unos años puede ser de poca importancia ...

En la majestuosa pero no concluyente maniobra que ocupó los días siguientes, un barco francés, Le Ça Ira, de 84 cañones, "los dos pisos más grandes que he visto", le dijo Nelson a su hermano, se llevó sus mástiles principales y delanteros. Una fragata la llevó a remolque, y otras dos embarcaciones, Le Sans Culotte y Le Barras se mantuvieron dentro de los disparos por un tiempo, pero Nelson en el Agamenón desgastado por la guerra se paró hacia las naves desordenadas, proponiendo retener su fuego hasta que realmente tocara su popa. Esto resultó imposible, pero él la golpeó durante más de dos horas, y redujo aún más su eficiencia de combate. Luego cayó la noche, pero al día siguiente, después de más combates, el premio fue suyo, y Le Censeur, de 74 cañones, cayó a otros barcos de la flota de Hotham.

Nelson fue todo por presionar la ventaja, pero no pudo mover al almirante. "Debemos estar contentos", dijo Hotham. "Lo hemos hecho muy bien". "Ahora", le escribió Nelson a Fanny, "si hubiéramos tomado diez velas y permitido que el undécimo escapara, cuando hubiera sido posible llegar a ella, nunca podría haberlo dicho bien". ... Deberíamos haber tenido un día como creo que los anales de Inglaterra nunca se produjeron.

La primera acción de la flota de Nelson, aunque le había traído distinción, y el nombramiento honorario de Coronel de Marines, que considerando sus hazañas militares era singularmente apropiado, también trajo amargura, ya que tenía una concepción diferente de la guerra de la mayoría de sus compañeros. Apuntó a la aniquilación como la conclusión lógica de llevar a un enemigo a la acción. Fue un principio respaldado por Napoleón.

Deseo [confesó Nelson] ser un almirante y al mando de la flota inglesa; Muy pronto debería hacer mucho o arruinarme: mi disposición no puede soportar medidas mansas y lentas. Claro que sí, si hubiera ordenado el día 14 [el último día] que toda la flota francesa hubiera agraciado mi triunfo, o que hubiera estado en un lío confuso.

Solo tres meses después, llegó otra oportunidad. A Nelson se le había ordenado en servicio separado que cooperara con los austriacos en el hostigamiento de los franceses en la Riviera genovesa. Fuera del Cabo del Mele, se encontró con la flota principal del enemigo, que inmediatamente lo persiguió. Se retiró de inmediato sobre San Fiorenzo, en el norte de Córcega, donde Hotham estaba regando y reparando, y durante una o dos horas estuvo en posibilidad de ser capturado mientras veía a sus amigos.

A fuerza de grandes esfuerzos, Hotham, aunque tomado por sorpresa, logró ser menos pesado, y durante cinco días persiguió al enemigo. Cuando las fuerzas principales se acercaron a la distancia de combate por segunda vez, los vientos desconcertantes y la calma repentina y vejatoria que son una característica del área de Fréjus hicieron imposible acortar el alcance. Aunque para la tarde del 13 de julio el Agamenón y el Cumberland eran, en palabras de Nelson:

... cerrando con una nave de 80 cañones con una Bandera, el Berwick y el Heureux ... El Almirante Hotham pensó que era correcto sacarnos de Acción, ya que el viento estaba directamente en el Golfo de Fréjus, donde el Enemigo anclaba al anochecer.

Nelson tuvo que esperar casi dos años antes de volver a encontrarse en condiciones de afectar la suerte de un enfrentamiento con la flota. Para entonces había dejado el Agamenón, y había descubierto, en Sir John Jervis, una especie de almirante muy diferente de Hotham. 'Entre nous', escribió Sir William Hamilton desde Nápoles, 'puedo percibir que mi viejo amigo, Hotham, no está lo suficientemente despierto para un comando como el de la flota británica en el Mediterráneo, aunque es la mejor criatura imaginable. 'Jervis era de otro tipo.
El desarrollo de la guerra, en particular en el Mediterráneo, exigía cada vez más al hombre excepcional, ya que iba de mal en peor. Por tierra, Francia tuvo éxito en todas partes, y el trabajo que recayó en Nelson y sus compañeros capitanes fue tratar de contener lo incontenible. El bloqueo en barcos gastados era agotador, y en junio de 1796, cuando Nelson actuaba como comodoro, se hizo necesario que él cambiara su colgante del Agamenón, que casi se estaba desmoronando, tanto que ella necesitaba un hogar. reajustar, al capitán. Este barco, de 74 cañones, fue comandado por Ralph Miller, un oficial que se convirtió en uno de una larga serie de hombres de rango que eran partidarios de Nelsen. Miller había nacido en Nueva York, sus padres eran fervientes leales, y la Armada produjo pocos oficiales mejores.

En la última parte del año, se hizo urgente que Jervis enfrentara el hecho de que pronto sería imperativo que los británicos se retiraran por completo del Mediterráneo, tan crítica era la situación de la oferta y la salud, tan amenazante para las disposiciones enemigas, tan incierto. clima político en los estados italianos, y tan desesperado se había convertido en la necesidad de mantener la fuerza más fuerte posible basada en Gibraltar y el Tajo. Portugal, que ofrecía instalaciones en Lisboa, era en ese momento un aliado confiable de Gran Bretaña en el oeste, porque la hostilidad activa por parte de España era una condición que, por lo que se sabía, no podía demorarse por mucho tiempo. Con los recursos a disposición del Almirantazgo, ya no era posible mantener activas tres flotas poderosas, una en los accesos occidentales del Canal, una más al sur y una tercera basada en Córcega.

Los últimos días de Nelson en la estación del Mediterráneo estuvieron llenos de incidentes. En septiembre y octubre de 1796 participó en la retirada de Córcega, que le había costado mucho asegurar. En diciembre se encontraba en Gibraltar, donde trasladó su colgante a La Minerve, fragata, con órdenes de ayudar en la retirada de tropas y tiendas de Port Ferrajo, en Elba, que había cumplido su turno como filial de base de Córcega. Para entonces, se confirmó la guerra con España, y el 19 de diciembre, frente a Cartagena, Nelson tuvo una de las acciones más inteligentes de su vida. Fue contra la fragata española La Sabina, comandada por Don Jacobo Stuart, un oficial descendiente de James II de Inglaterra, y reconocido en su propia armada.

Nelson describió la acción a su hermano William, diciendo que comenzó con su "saludo al Don" y exigió la rendición inmediata. "Esta es una fragata española", fue la respuesta digna, "¡y pueden comenzar tan pronto como quieran!" Nelson agregó: "No tengo idea de una batalla más estrecha o más aguda", porque la reputación de Stuart tenía una base sólida.

La fuerza de un arma es la misma, y ​​claramente la misma cantidad de hombres; tenemos 250. Le pedí varias veces que se rindiera durante la acción, pero su respuesta fue: ‘No, señor; ¡no mientras tenga los medios para luchar! ”Cuando solo él, de todos los oficiales, quedó con vida, saludó y dijo que no podía pelear más, y me rogó que dejara de disparar.

Apenas habían cesado las armas y se había enviado un grupo de abordaje, que otros barcos españoles se acercaban. Al día siguiente, Nelson se vio obligado a abandonar el premio, junto con sus huéspedes, para proteger su propio barco. La Minerve pudo luchar contra el enemigo, pero no pudo evitar que los colores españoles se volvieran a subir en La Sabina. Stuart, que disfrutaba de la hospitalidad de Nelson, parecía ser el único prisionero de guerra español.

Poco después, en un intercambio de cortesías entre españoles y británicos, Stuart regresó a casa, Hardy y otro oficial fueron liberados, Hardy había comandado el grupo de embarque. Fue el comienzo de un vínculo entre Nelson y Hardy que continuaría por el resto de la vida de Nelson, y se vio consolidado por un incidente sorprendente. Cuando La Minerve salía del Mediterráneo a su regreso para unirse a Jervis en el Atlántico, fue avistada y perseguida por dos barcos de línea españoles. El coronel Drinkwater, un amigo militar de Nelson que pasaba con él, le preguntó si era probable que hubiera una acción. "Muy posiblemente", dijo el comodoro, "pero antes de que los Dons se apoderen de ese poco de empavesado", mirando su colgante, "tendré una pelea con ellos, y antes de abandonar la fragata la ejecutaré". en tierra.'
Un poco más tarde, Nelson y su personal estaban cenando, pero la comida apenas había comenzado cuando fue interrumpida por el grito: "¡Hombre por la borda!" Hardy salió en el bote alegre para intentar rescatarlo, pero el marinero había sido atrapado en una corriente que fluía hacia los españoles perseguidores. Nunca lo volvieron a ver. Actualmente, Hardy y la tripulación de su bote se metieron en dificultades, sin avanzar hacia el barco.

"En esta crisis", por lo que se relaciona con Drinkwater ", Nelson, mirando ansiosamente la peligrosa situación de Hardy y sus compañeros, exclamó:" Por G—, no voy a perder a Hardy. Retroceda la vela superior de la mizzen "." La orden tuvo el efecto deseado de verificar la velocidad de la fragata, y un encuentro entre fuerzas desiguales ahora parecía seguro. Pero los españoles estaban sorprendidos y confundidos por la acción de Nelson. El barco líder de repente acortó la vela, permitiendo que La Minerve bajara al bote alegre y recogiera a Hardy y sus hombres. Una vez en marcha nuevamente, pronto estuvo a salvo, al menos por el momento.

Esa misma tarde, la fragata se encontró con niebla, y cuando comenzó a levantarse, Nelson vio que estaba en medio de una flota enemiga. Los vigilantes españoles eran, por lo que había descubierto durante mucho tiempo, criaturas falibles, y las condiciones de visibilidad eran tales que hacen que su escape sea casi una certeza. Fue así, y cuando La Minerve llegó a la cita de Jervis frente al cabo de San Vicente el 13 de febrero, Nelson pudo brindarle valiosa información de primera mano. Se le ordenó reunirse con el Capitán y prepararse para la batalla que obviamente no podía demorarse mucho.

Córdoba, el almirante español, tenía órdenes de proteger un valioso convoy de mercurio, y su flota también debía formar parte de un armamento franco-español más grande cuyo propósito era la invasión de las Islas Británicas. La amenaza era real. Los franceses ya habían aterrizado en Bantry Bay el diciembre anterior, eludiendo la vigilancia del sucesor de Howe, Lord Bridport, pero desperdiciando su oportunidad; y hubo otro intento en Gales durante este mismo mes de febrero, que también terminó ignominiosamente. Cualquiera que sea el resultado de tales incursiones, el hecho se había hecho evidente de que podían y podrían tener éxito, y como Jervis comentó, una victoria era muy necesaria para el bienestar del país.

Cuando el comandante en jefe vio a los españoles, el 14 de febrero, el día de San Valentín, no estaban en orden regular. El propio Córdoba estaba a barlovento de los británicos, y otro grupo de barcos, entre los que se encontraban los urcas cargados de mercurio, iban a sotavento, rumbo a Cádiz. Jervis tenía con él 15 barcos de línea y cuatro fragatas. La fuerza de Córdoba tenía 27, de los cuales un buque, el Santissima Trinidad, tenía cuatro pisos, y el buque de guerra más grande a flote. El plan de Jervis era liderar su línea bien disciplinada como una cuña entre las dos divisiones españolas, y luego girar hacia barlovento para atacar a Córdoba. Tuvo éxito, aunque puede haber dejado su turno algo tarde.

El Capitán, con el colgante de Nelson, fue el tercero del último en la línea de Jervis. Antes de que el Comandante en Jefe hiciera su señal crucial de "virar en sucesión", es decir, de cambiar de dirección, Nelson se dio cuenta de que las naves principales podrían ser incapaces de evitar que Córdoba efectúe su unión con el grupo a sotavento. También se dio cuenta de que si él mismo se desgastaba y se dirigía de inmediato a los españoles más cercanos, desorganizaría sus movimientos y permitiría que el jefe de la línea británica hiciera lo que Jervis había querido.

Tal acto de iniciativa no tenía paralelo por parte de un subordinado, y nunca se ha repetido en una acción importante. En la marina georgiana, la línea de batalla era sagrada. Dejarlo, sin una orden directa, significaba una corte marcial y probablemente una desgracia. Bajo una disciplina extrema como Jervis, la desobediencia de cualquier tipo, por inteligente que fuera, exigía un valor supremo, y necesitaría ser justificada, hasta el fondo, por el éxito.

Nelson no estuvo sin apoyo por mucho tiempo. Su viejo amigo Troubridge, al mando del Culloden y al frente de la línea, pronto estuvo en el meollo del asunto, y también Collingwood en el Excelente, otro amigo de toda la vida que, por cierto, había llevado el taladro de artillería en su barco al máximo nivel de eficiencia en ese momento. asequible. El capitán se metió rápidamente en problemas. Sus velas y aparejos fueron disparados, su rueda se rompió, y al ver que ese día no podría hacer más servicio en la línea, o incluso en una persecución, Nelson ordenó a Miller que se acercara al español más cercano. Luego llamó a los huéspedes. No era deber de un oficial de alto rango participar en combates cuerpo a cuerpo, su vida era demasiado valiosa, pero Nelson no era un comodoro ordinario, y lo que siguió en el español San Josef necesita ser contado en sus propias palabras. .
El primer hombre que saltó a las cadenas de mizzen del enemigo fue el Capitán Berry, fallecido mi primer teniente. Fue apoyado desde nuestro patio de vela ... Un soldado del 69º Regimiento, que rompió la ventana del cuarto de la galería superior, saltó, seguido por mí y otros, lo más rápido posible. Encontré las puertas de la cabina cerradas, y los oficiales españoles nos dispararon sus pistolas a través de las ventanas, pero al abrir las puertas, los soldados dispararon, y el brigadier español cayó en retirada al alcázar.

Un destacamento del 69º, más tarde el Regimiento Welch, servía como infantes de marina, y lo hizo espléndidamente en todo momento, y en unos momentos el San Josef estaba en manos británicas. Justo detrás de ella había un barco aún más grande, el San Nicolás, que había sido conducido junto a su compatriota. Nelson ordenó al Capitán Miller que enviara una fiesta a través del San Josef para tomar el San Nicolás por los mismos métodos. Nelson lo siguió.

Cuando entré en las cadenas principales [informó], un oficial español se topó con la barandilla de un cuarto de cubierta, sin armas, y dijo que el barco se rindió. Según esta información de bienvenida, no pasó mucho tiempo antes de que estuviera en el alcázar, cuando el capitán español, con la rodilla doblada, me presentó su espada y me dijo que el almirante se estaba muriendo con sus heridas debajo ... y en el alcázar de un Español de primera clase, por extravagante que parezca la historia, ¿recibí las espadas de los españoles vencidos?

Jervis tomó cuatro barcos españoles el 14 de febrero, sin pérdida para su propia flota. En un momento se pensó que la imponente Santísima Trinidad había golpeado sus colores, pero ella se escapó en la oscuridad y la confusión de la tarde de invierno, aunque el almirante tuvo que cambiar su bandera a una embarcación menos dañada.

Habiendo ganado sus premios por lo que llamó su "puente de patentes", Nelson ahora tenía que enfrentar a su jefe. No necesitaba haberse preocupado, porque Jervis conocía a un hombre cuando lo vio. Nelson fue recibido con el mayor afecto. Jervis, dijo, "usó toda expresión amable", que "no podía dejar de hacerme feliz".

Nelson había sufrido un hematoma en el estómago durante la pelea, y aunque no pensó nada en el asunto, el dolor de esta herida le causó problemas ocasionales por el resto de su vida. Las lesiones del Capitán fueron aún más graves, y Nelson se mudó al Irresistible, enarbolando su bandera como contralmirante del Azul, para su ascenso por antigüedad casi inmediatamente después de la acción. Hizo una incursión más en el Mediterráneo, retirando los últimos hombres y suministros de Córcega y Elba, y luego se estableció al mando de la guardia costera en Cádiz. Era una publicación activa para un hombre muy activo, a punto de convertirse en Sir Horacio Nelson, Caballero del Baño, con una estrella y una cinta para su abrigo en reconocimiento de sus hazañas en el Día de San Valentín.

Fanny Nelson, cuando escuchó la noticia de la batalla, le rogó a su esposo que 'dejara el embarque a los capitanes', pero fue como almirante que Nelson, en compañía del Capitán Fremantle, había estado con él en la fragata Inconstant durante el El ataque al Ça Ira tuvo otra aventura extraordinaria, cuyos detalles serían apenas creíbles si no aparecieran en el "Bosquejo de mi vida" de Nelson.

Fue durante este período [escribió en su forma desinhibida] que tal vez mi coraje personal fue más visible que en cualquier otro período de mi vida. En un ataque de los cañoneros españoles [que habían hecho una salida desde su puerto], el Comandante de los Cañoneras me subió a mi barcaza con su tripulación común de diez hombres, Cockswain, el Capitán Fremantle y yo. La barcaza española remaba veintiséis remos, además de oficiales, treinta en total; Este fue un servicio mano a mano con espadas, en el que mi Cockswain, (ahora no más), me salvó la vida dos veces. Dieciocho de los españoles asesinados y varios heridos, logramos llevar a su Comandante.
Nelson nunca cuestionó el coraje de los españoles, pero tenía experiencia de su eficiencia, o falta de ella, que se remontaba a su servicio en Nicaragua, y tales episodios simplemente confirmaron su opinión de que las libertades podrían ser tomadas con 'los Dons' que no serían otros -De ser justificado. Sin embargo, la próxima pelea en la que estuvo involucrado demostró que el desprecio militar era imprudente y que podía costarle mucho.

Mientras Nelson estaba fuera de Cádiz, Jervis, ahora conde de San Vicente, escuchó que un barco del tesoro español había puesto en Santa Cruz en Canarias, y planeó cortarla. Teneriffe, la isla en cuestión, estaba bien defendida, y la operación requeriría una fuerza de algún tamaño. Nelson era el hombre obvio para dirigirlo.

Le dieron cuatro naves de línea, con su bandera en el Teseo, junto con tres fragatas y un cortador. Eligió a sus propios oficiales, que incluían a Troubridge en Culloden y Fremantle, ahora en Seahorse, sucesor del barco de las Indias Orientales de Nelson. Fremantle en realidad tenía a su joven esposa a bordo, lo que se debió al hecho de que ella era una favorita especial con Lord St Vincent.

Nada salió bien. Debido al clima desfavorable y las corrientes costeras insospechadas, los barcos no pudieron llegar a su lugar de aterrizaje durante las horas de oscuridad, y el ataque perdió así todo elemento de sorpresa. Las pocas partes capaces de llegar a tierra pronto se retiraron, ya que encontraron la guarnición formidable y lista. Nelson decidió que lideraría un segundo ataque nocturno en persona. "Mañana", escribió a San Vicente el 24 de julio, "mi cabeza probablemente estará cubierta de laurel o ciprés".

Josiah Nisbet suplicó que fuera con su padrastro. 'No', dijo Nelson, 'si los dos caigáramos, ¿qué sería de tu pobre madre?' '¡Iré contigo esta noche', dijo el joven, 'si nunca vuelvo a ir!' Nelson dejó que se saliera con la suya, y fue bueno que lo hiciera, porque su bote fue fuertemente disparado cuando ella se acercó a la orilla, y justo cuando el almirante estaba a punto de aterrizar, un disparo le destrozó el brazo derecho. Josiah, que estaba cerca, vio que Nelson no podía pararse y lo escuchó exclamar: "¡Soy un hombre muerto!" El joven lo colocó en el fondo del bote, le quitó un pañuelo de seda del cuello y, con la ayuda de uno de los barqueros hizo un torniquete áspero. El bote luego se retiró a la oscuridad, recogiendo sobrevivientes del cortador Fox mientras regresaba al escuadrón.

Fue el Seahorse lo que Nisbet vio por primera vez, pero nada induciría a Nelson a abordarla, incluso a riesgo de su vida, por él. Necesitaba atención instantánea. "Preferiría evitar la muerte", dijo, "que alarmar a la Sra. Fremantle en este estado, y cuando no pueda darle noticias de su marido".

Cuando por fin se encontró al Teseo, Nelson rechazó la ayuda para subir a bordo. "Déjame en paz", dijo. ‘Todavía me quedan las piernas y un brazo. Dígale al cirujano que se apresure y obtenga sus instrumentos. Sé que debo perder mi brazo derecho, así que cuanto antes se salga, mejor ".

La amputación se realizó en las primeras horas de la mañana del 25 de julio, y fue exitosa. Al día siguiente, así lo notó el cirujano, Nelson descansó bastante bien y con bastante facilidad. Té, sopa y sagú. Bebida de limonada y tamarindo. "El" descanso "fue comparativo. La expedición estaba en ruinas, y aunque el galante Troubridge consiguió una fiesta en tierra, no pudo hacer mucho. Su munición estaba empapada, sus hombres fueron superados en número y no había nada más que retirarse. Era la isla de Turks de nuevo.

Los españoles, corteses como siempre, estaban listos para hablar. Se comportaron, dijo Troubridge, "de la manera más hermosa, enviando una gran proporción de vino, pan, etc., para refrescar a la gente, y mostraron toda su atención". ¡Incluso prestaron botes para que los británicos pudieran retirarse con comodidad! Nelson, para no ser menos educado, pidió la aceptación del gobernador español de un barril de cerveza inglesa y un queso grande.

Era igual de bueno que Nelson no hubiera abordado el Seahorse, ya que cuando Fremantle regresó con su esposa, él también resultó herido, y su lesión, aunque más leve, era tan problemática como la de Nelson y necesitaba vestirse constantemente. Por casualidad, él también había sido golpeado en el brazo derecho al aterrizar.

El 16 de agosto, la fuerza se reunió con Lord St Vincent en el mar. De camino a la cita, Nelson había escrito, lenta y dolorosamente, para decir que "un almirante zurdo nunca más será considerado útil ...". Cuanto antes llegue a una cabaña muy humilde, mejor, y dejaré espacio para que un mejor hombre sirva ... 'Nunca se escribieron palabras menos precisas, aunque Nelson se fue a casa en el Seahorse con los Fremantles, uniéndose a su esposa y su padre después de más de cuatro años de arduo servicio en el extranjero. Les parecía poseer todo el entusiasmo ávido y cariñoso que habían amado de antaño. La convalecencia obviamente sería prolongada, y que él devolviera un héroe, a pesar de ser uno maltratado, era un hecho del que todos podían regocijarse.

Increíblemente, fue dentro de un año que Nelson estuvo nuevamente en acción. Esta vez, la historia resonaría en toda Europa, y las noticias vendrían de Egipto.

sábado, 25 de julio de 2020

Aztecas: La guerra de las flores

Guerra azteca de las flores

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La guerra misma fue vista por los aztecas como parte de los ritmos naturales. Se creía que estos ritmos penetraban en todos los niveles de existencia y solo al seguirles el paso podía un individuo y (más importante) una tribu o ciudad sobrevivir y prosperar. Cada día fue visto como una batalla entre el sol y la tierra. El sol pierde cada puesta de sol y se sacrifica alegremente a la tierra, para que los hombres puedan prosperar. Muchos de los trabajos de la naturaleza fueron vistos como reflejos del ritmo de la guerra entre las fuerzas naturales y espirituales opuestas. Luego, la guerra adquirió una naturaleza religiosa y ritual que la limitó en extensión y la hizo parte de la vida espiritual de la comunidad con fuertes connotaciones metafísicas. Los rituales surgieron en torno a la realización de guerras y variar de ellos habría causado que la guerra perdiera su razón de existir. En el nivel más mundano, las guerras se libraron por venganza, defensa o razones económicas. Una causa común de la declaración formal de guerra fue que los comerciantes de una ciudad estaban siendo discriminados o atacados. (Estos comerciantes normalmente se duplicaron como la fuerza de inteligencia de cada ciudad y, por lo tanto, a menudo fueron hostigados en tiempos de altas tensiones). Detrás de todas las justificaciones políticas y económicas siempre estuvo la fuerte fuerza de la naturaleza religiosa de la guerra, y una necesidad interminable de sacrificios para los cautivos.

Una causa inmediata común para la guerra fue la incapacidad de un estado vasallo de pagar el tributo exigido. Es sorprendente descubrir, pero es cierto, que en un sistema donde el tributo era uno de los ingredientes clave, nunca se ideó ningún sistema (como los rehenes) para garantizar el pago del tributo de un área previamente conquistada. Si se rechazaba el tributo, la única alternativa era volver a la guerra.

El proceso de declarar la guerra fue largo y complejo. Seguido en la mayoría de los casos, no dejó espacio para la artimaña común en las guerras aztecas. El procedimiento a seguir se estableció en una serie de acciones reales, pero ritualmente requeridas. La declaración de guerra real implicaba tres visitas de Estado, a menudo por tres ciudades aliadas que planeaban atacar. La primera delegación llamó al jefe y los nobles de la ciudad. Se jactaban de su fuerza y ​​advirtieron que exigirían algunos de los nobles como sacrificios si la guerra continuaba. Luego, el grupo se retiraría frente a la puerta de la ciudad y acamparía durante un mes azteca (20 días) en espera de una respuesta. Esto normalmente se daba el último día y si la ciudad o la coalición no aceptaban sus términos, se distribuían armas simbólicas a los nobles. (Esto fue para que nadie pudiera decir que derrotaron a un enemigo desarmado).

La segunda delegación se acercaría a los principales comerciantes de la ciudad. Esta segunda delegación describiría los "horrores" económicos de una derrota, comparándolos mal con los términos ofrecidos, y en general tratando de persuadir a los comerciantes para que se rindan los jefes. Esta delegación también se retiró durante un mes para esperar una respuesta. Si esto también fuera negativo, llegaría una tercera y última delegación. Este grupo debía hablar con los guerreros mismos. Arreglizarían una reunión masiva con razones por las cuales no deberían pelear y cuentos de los horrores de la batalla. Una vez más, pedirían que la ciudad cumpliera con sus términos (normalmente una rendición virtual o la pérdida de algún territorio) y luego se retirarían a un campamento para el ritual de un mes de espera. Finalmente, después de todo esto, los ejércitos (habiendo tenido tiempo de sobra para reunirse) se enfrentarían en una batalla. Aquí cualquier engaño era aceptable y un general astuto tan valioso como uno valiente.




El liderazgo de los aztecas era el mismo en tiempos de paz y guerra. Entre guerras, los oficiales sirvieron como la administración, el poder judicial y el servicio civil de la ciudad. Encabezando esta organización estaba el jefe supremo de guerra o Tlacatecuhtli. Esta fue la posición que ocupaba el desafortunado Montezuma en Tenochtitlán cuando llegó Cortés. Cada clan fue asignado a una de las cuatro fratrias, cada una con su propio líder llamado Tlaxcola, que sirvió como su comandante de división en tiempos de guerra, y en un consejo con los otros tres que dirigían la administración real de la ciudad en tiempos de paz. El jefe de cada clan sirvió como comandante del regimiento y era conocido como Tlochcautin. En paz serviría en un papel similar al del sheriff inglés. Por debajo del nivel del clan había una unidad de aproximadamente 200 a 400 hombres. Este era el equivalente de nuestra compañía y era realmente la unidad más grande sobre la cual se podía mantener cualquier control táctico una vez que comenzó una batalla. La unidad regular más pequeña era el pelotón de 20 hombres. Esta organización fue observada rígidamente por las principales ciudades y era una parte tan integral de la cultura azteca que el símbolo de '20' era una bandera como la que tenía cada pelotón.

Las técnicas militares de los aztecas eran inferiores a las de Europa o China en ese momento. Probablemente esto se deba principalmente al hecho de que, si bien era ritual y religiosamente importante, la guerra se desarrolló menos como una solución social en la preconquista de México. Esto fue causado por varios factores, el principal es que la densidad de población del área era mucho menor que en otras partes del mundo. En el período inmediatamente anterior al español, solo un área realmente había sentido la pizca de sobrepoblación. Esta era el área alrededor del lago Titicocca ocupada hoy por la ciudad de México. Aquí es donde se desarrollaron las ciudades poderosas y más belicosas. Incluso entonces, su tradición de guerra (en oposición al combate individual) tenía solo unos pocos cientos de años en comparación con miles en otras tierras. El resultado fue que, aunque tenían una actitud guerrera y una guerra profundamente arraigada en su cultura, las técnicas de batalla seguían siendo poco sofisticadas y básicas.

Un reflejo de la naturaleza no desarrollada de las guerras aztecas fue la ausencia de cualquier tipo de simulacro. Las unidades actuaban como un grupo solo durante los deberes civiles, o durante las varias ceremonias religiosas que reunían cada año. Las tácticas de una batalla se parecían más a menudo a las tácticas de masas o enjambres de los tiempos bíblicos.

Otro factor mitigado a favor de solo actividades militares limitadas. Este fue el hecho de que era extremadamente difícil para un ejército participar en una campaña extendida. Como el ejército también era la fuerza laboral, se prohibió una campaña durante las temporadas de siembra y cosecha. Esto es especialmente cierto ya que la agricultura no era tan eficiente como para poder soportar la enorme jerarquía de sacerdotes y un ejército permanente de cualquier tamaño. Un ejército tampoco podría vivir fuera del país, ya que era probable que el área por la que viajarían estuviera habitada por varios estados de la ciudad que no estaban involucrados en la guerra y que eran independientes de los involucrados. Esto significaba que era necesario no solo establecer depósitos de suministros a lo largo de cualquier ruta propuesta, sino también negociar el permiso para traspasar las tierras de otras ciudades.

La naturaleza marginal de la agricultura también era tal, que los asedios que duraban cualquier período de tiempo eran prácticamente imposibles. El ejército sitiador moriría de hambre como los sitiadores. El resultado de esto fue que los muros formales y otras fortificaciones eran raros. En su lugar, los canales (útiles en el comercio también) a menudo se usaban con puentes portátiles. Muchas ciudades también se ubicaron en terrenos fácilmente defendibles, como en la ladera de una montaña o en el extremo de un estrecho istmo. Tampoco ha habido evidencia de que se hayan desarrollado o utilizado armas de asedio de ningún tipo. A pesar de todos los problemas enumerados, los aztecas pudieron emprender campañas en una amplia área de México. La mayoría de las veces se lucharon con ejércitos compuestos principalmente de aliados locales con un contingente de aztecas para endurecerlos. En algunos casos se registra que los aztecas se vieron obligados a participar en la laboriosa técnica de tener que someter a cada uno de los pueblos y ciudades en su ruta.

Las armas y herramientas de los aztecas eran de naturaleza básica y simple. En lugar de desarrollar nuevas variaciones de armas, los esfuerzos de los aztecas se centraron en elaboradas decoraciones en ellas. Había cuatro armas principales utilizadas por el guerrero azteca. Se usó un palo de madera con filos afilados de obsidiana. Las jabalinas eran comunes y a menudo se usaban con un bastón llamado atl-atl. El arco y la flecha también se encontraron en la mayoría de los ejércitos, ya que era una jabalina o lanza pesada para la lucha interna. Ocasionalmente, un clan tendría una tradición que hizo que algunos de ellos emplearan la honda o las lanzas. Las hachas se usaron como herramientas, pero no parecen haber sido un arma utilizada regularmente.
La mayor parte de las armas en una ciudad se guardaba en un arsenal llamado Tlacochcalco o más o menos la "casa de los dardos". Uno de estos fue encontrado en cada barrio de una ciudad y contenía las armas para cinco clanes (una phratrie). Estos arsenales siempre se ubicaron cerca de los templos principales y fueron diseñados con paredes inclinadas que les permitieron servir como un fuerte. Los tlacochcalcos sirvieron como sede, puntos de reunión y puntos de reunión para los defensores de una ciudad. Las ceremonias religiosas también se llevaron a cabo allí por los líderes militares y los "Caballeros".

Los escudos de los aztecas eran de mimbre cubiertos con cuero. La mayoría eran circulares y elaboradamente pintadas y decoradas. Las pieles y las plumas también a menudo se unían para aumentar su belleza. Los guerreros que usaban los garrotes portaban escudos, pero aquellos que usaban la jabalina o la lanza grandes no podían hacerlo, ya que necesitaban ambas manos para emplear su arma. La armadura del cuerpo estaba hecha de algodón acolchado endurecido en salmuera. Esto fue bastante exitoso contra las armas utilizadas por otros aztecas (e inútil contra las ballestas y las espadas de acero). De hecho, esta armadura de algodón fue adoptada rápidamente por los conquistedores como lo suficientemente efectiva y mucho más fresca que su propia armadura de metal. La armadura acolchada a menudo estaba teñida de colores brillantes, brochada y bordada con intrincados diseños y símbolos.

Cascos de madera fueron usados ​​por algunos guerreros y los jefes (que se convirtieron en jefes por ser guerreros sobresalientes). Estos rápidamente se volvieron elaborados y voluminosos. A menudo era necesario que fueran soportados por arneses de hombro. La mayoría de los tocados o cascos eran animales estilizados o deidades protectoras. Cuanto más elaborado es el casco, más renombre es el guerrero en la batalla. Se mencionan los cascos de cobre en algunos códices, pero ninguno se ha encontrado y, en cualquier caso, habría sido extremadamente raro. El trabajo en metal para herramientas y armas no era avanzado y la obsidiana era el material básico (y efectivo).

Como durante períodos comparables en otros continentes, los aztecas no llevaban uniformes. Cada lado se identificaría con una insignia o insignia prominentemente usada. Esto a menudo se elaborará para mostrar también el rango del usuario. Con la miríada de colores en la armadura de algodón y los elaborados cascos, una batalla azteca era un caleidoscopio de remolinos de colores. A un joven guerrero se le enseñó el uso de armas como parte de su educación. (Todos los hombres eran soldados.) Se requería que todos los niños fueran tutores o asistieran a Telpuchcalli o a una escuela pública. Más tarde, en lugar de entrenamiento y ejercicios de la unidad, un nuevo guerrero se unió al veterano para sus primeras batallas. Este programa era en realidad bastante similar al sistema de aprendizaje o escudería desarrollado con el mismo propósito en la Europa medieval.

Las tácticas y las armas de los aztecas estaban muy influenciadas por el objetivo de sus guerras, cautivos y cualquier tributo o tierra exigida. Era el último signo de habilidad en un guerrero para traer de una batalla a un enemigo vivo adecuado para el sacrificio. Los guerreros a menudo se esforzaron por no matar a su enemigo, sino por noquearlo o entregar una herida no mortal, pero incapacitante. Una victoria fue valorada entonces por el número de enemigos capturados, no asesinados. Con este fin, los guerreros fueron entrenados rigurosamente en combate individual, con poco énfasis en formaciones o trabajo en equipo. Los mejores guerreros fueron admitidos en sociedades selectas de "caballeros". Solo se permitió la entrada a los más hábiles (a juzgar por el número de cautivos capturados). Estos eran conocidos como los Caballeros del Águila, los Caballeros del Ocelote (Tigre), y un grupo menos común, los Caballeros de la Flecha. Los cascos que representaban sus homónimos a menudo se usaban y los trajes ceremoniales que copiaban su coloración se usaban en ceremonias y en la batalla. Estas órdenes realizaron bailes y participaron en rituales en el Tlacochcalco. También participaron en las simulados combates de sacrificio. Estos Caballeros recibieron grandes porciones de tierra cuando los territorios conquistados se dividieron entre los guerreros. (Esta práctica le dio a una fuerza de ocupación una forma de mantenerse a sí misma).



Un guerrero que fue asesinado en la batalla o sacrificado después de una derrota se le garantizó la entrada a un cielo especial de guerreros. Esto se encontraba en el Este y un cielo especial para las mujeres que murieron en el parto estaba en el Oeste (se sentía que se habían sacrificado por un nuevo guerrero potencial). Morir de esta manera era el mayor honor que un guerrero derrotado podía recibir. (Los no guerreros y los cobardes fueron vendidos como esclavos). Para algunos fue la culminación más que la ruina de las vidas. Se registra la historia de Tlahuicol, quien era un jefe de Tlaxclan. Después de haber sido capturado en la batalla, se le otorgó el honor del simulacro de combate de sacrificio territorial. Esto significaba que estaba encadenado a una gran piedra redonda que representaba el sol y que le daban armas de madera (sin puntos o bordes de obsidiana), y que los miembros de los Caballeros del Águila lo atacaban uno por uno. En un solo combate logró matar a unos pocos e hirió a varios más. El combate se detuvo y se le ofreció a Tlahuicol la elección de la dirección general del ejército de Tlaxclan o ser el sacrificio en su más alto ritual. Él eligió ser el sacrificio, viéndolo probablemente como el mayor honor.

Estos sacrificios fueron vistos entonces no como un castigo (los criminales fueron asesinados o esclavizados, pero nunca sacrificados), sino como una oportunidad para dar su gran contribución final a sus comunidades. Se creía que los sacrificios eran necesarios para evitar la ira de los dioses y traer todo lo necesario, como la lluvia o la primavera. Quizás el único honor cercano era obtener un prisionero en la batalla.

Una típica batalla azteca consistía en que ambos bandos se toparan entre sí, formándose rápidamente para cargar y luego corriendo uno contra el otro en medio de gritos feroces. Rápidamente, esto se dividiría en muchos combates entre individuos y grupos pequeños. Ambas partes lucharían, hasta que una pareciera estar ganando ventaja. El otro se rompería y huiría, evitando la captura para minimizar la victoria de su enemigo. A menudo, la derrota y captura de un jefe importante era suficiente para hacer que la moral de un lado se rompiera.

Se usaron muchas estratagemas. Las fintas y el engaño eran comunes, especialmente en las batallas entre las principales ciudades. Era una maniobra común para un lado fingir una ruta y luego llevar a sus perseguidores más allá de una segunda fuerza en la clandestinidad. Esta fuerza caería en la parte trasera de sus perseguidores mientras la fuerza de enrutamiento se unía. Un astuto jefe de guerra era considerado tan valioso como uno valiente. Quien ganó, los sacrificios estaban asegurados y los dioses aplacados.

Si no hubo guerra, se instituyó una guerra artificial para asegurar los sacrificios y dar a los guerreros la oportunidad de demostrar sus habilidades. Esto fue incongruentemente llamado la "Guerra de las Flores". Aunque fue una guerra artificial, quienes participaron en ella pelearon una batalla muy real. Muchos murieron y muchos más fueron capturados para sacrificio antes de que un grupo admitiera la derrota.

Se invitó a participar a los mejores Caballeros y guerreros de dos o más estados rivales. Los mejores guerreros contendieron para poder participar. Si ganaba, un guerrero ganaría renombre en todas las ciudades. Si fue asesinado, el guerrero recibió el honor de la cremación. Reservado solo para guerreros, la cremación garantiza la entrada al cielo especial de los guerreros. Finalmente, si es derrotado y capturado, un guerrero recibe el honor supremo de ser sacrificado. Tan populares fueron estas Guerras de Flores que algunas se repitieron anualmente durante años.

La institución de la guerra entre los aztecas se convirtió en algo muy diferente de lo que percibimos. Fue sobre todo un medio por el cual un individuo podía servir a la tribu o ciudad más importante. Fue un evento inherentemente ritualizado y místico de profundo significado y necesidad. Era el único medio por el cual los cautivos necesitaban apaciguar a sus dioses sedientos de sangre (en realidad, eran los corazones que arrancaban y ofrecían aún latiendo). En una sociedad militar verdaderamente colectiva, era el área donde un individuo podía ganar renombre y prestigio.

jueves, 23 de julio de 2020

Wehrmacht: 5° Ejército Blindado (1/2)


5.Panzerarmee

Parte 1 || Parte 2
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Hasso-Eccard, Freiherr (barón) von Manteuffel (1897–1978) era bajo, fibroso y lleno de energía explosiva. Al igual que George S. Patton, el Barón era un pentatleta de nivel olímpico (Patton compitió en Estocolmo en 1912, Manteuffel en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936). A pesar de la notable diferencia en sus antecedentes, Hitler, que generalmente detestaba a los aristócratas, quedó muy impresionado por Manteuffel y lo ascendió directamente de una división al mando del Quinto Ejército el 1 de septiembre de 1944. Las tropas de Manteuffel lograron las mayores penetraciones en el Bulge y tuvieron a Hitler si le hubieran dado una fracción de los recursos asignados a las Waffen-SS de Dietrich, el Quinto Ejército sin duda habría llegado al Mosa

Dado el peso aplastante del poder aéreo que había socavado la moral alemana en Normandía, ¿cómo lograron los tres ejércitos atacantes mover todas las tropas, tanques, caballos, artillería y suministros que necesitaban para Herbstnebel? Como hemos visto en los descifrados Ultra relevantes, a pesar de los intentos de las flotas de bombarderos aliados, los ferrocarriles alemanes continuaron funcionando hasta el final de la guerra. Esto se debía a que la Patria siempre había depositado una dependencia excesiva en su infraestructura ferroviaria, la más grande de Europa. En el siglo XIX, todas las líneas principales se habían construido con la estrategia en mente, y corrían de este a oeste con mucha capacidad disponible, y el Estado Mayor del Ejército tenía un departamento ferroviario especial que se ocupaba de este importante activo estatal.




Deutsche Reichsbahn era la empresa pública más grande del mundo en el momento de su nacionalización en 1937, cuando sus 660,000 empleados tenían 24,000 locomotoras y 20,000 estaciones, con 40,000 millas de vías. Se hizo cargo del sistema austriaco en 1938, el de Checoslovaquia en 1939 (que fabricaba material rodante y motores de primera clase), y durante la guerra el ferrocarril estatal militarizado operó un asombroso total de 50,000 locomotoras y al menos tres millones de vagones de carga, más más del doble que la de los Estados Unidos. Esto incluyó a los absorbidos de las naciones conquistadas, pero también fabricaron otros 15,000 motores y 245,000 vagones para mantener el ritmo de las pérdidas.

En junio de 1944, 1.6 millones de personas, incluidas 200,000 mujeres, trabajaban para el sistema ferroviario dirigido por Alemania en toda Europa, enviando 29,000 trenes militares por día y cargando hasta un millón de vagones por semana, transportando todo, desde bajas, refuerzos, caballos y prisioneros, a municiones, suministros, incluso divisiones panzer enteras. Los trenes tenían ventajas sobre el transporte por carretera; podrían operar de noche y viajar más lejos: los cálculos del personal alemán funcionaron sobre la base de un tren de tropas que cubre 500 millas por día. Además, utilizaron carbón (y ocasionalmente madera), que el Reich poseía en abundancia, en lugar de la gasolina que necesitaban los camiones, que era muy escasa.

Aunque las estaciones y los patios de maniobras fueron golpeados por ataques aéreos cada noche, las líneas individuales eran difíciles de golpear. Había tramos libres de rieles y traviesas de madera junto a la mayoría de las líneas y equipos de reparación de rieles itinerantes que podrían, en unas pocas horas, reparar el daño causado por el bombardeo de la noche anterior. Como el sabotaje era solo un problema en los países ocupados, no dentro del Reich, la destrucción causada por los bombardeos aliados fue un pinchazo en comparación con los recursos ferroviarios a disposición de la Patria.2 Por lo tanto, la vista de un águila y una locomotora adornada con esvástica eructando fumar, tirando de una línea interminable de carro plano tras carro plano, cada uno con un tanque o camión bajo una red de camuflaje con un soldado aburrido escaneando el cielo en busca de aviones hostiles, no se consideró notable ni inusual a principios de diciembre de 1944. Era lo que el Reichsbahn tenía estado haciendo para la Wehrmacht desde septiembre de 1939, y para los ejércitos de varios Kaisers antes de eso.

Si las expectativas de Alemania de una victoria final dependían de sus ferrocarriles, las esperanzas de Hitler de ganar en las Ardenas descansaban firmemente sobre los hombros de sus dos ejércitos panzer, el veterano Fifth y el nuevo Sixth. En su propia opinión, confiaba, por supuesto, en que los Aliados no serían capaces de reaccionar con rapidez o fuerza hasta que sus fuerzas blindadas hubieran alcanzado y cruzado el Mosa. Seguro de que el ejército de EE. UU. Inicialmente se derrumbaría ante la adversidad, también anticipó que Eisenhower lanzaría alguna forma de contraataque contra su banco occidental. Incluso el modelo escéptico, junto con muchos de sus comandantes subordinados, opinaba que las fuerzas alemanas probablemente podrían llegar tan lejos como el Mosa antes de que los estadounidenses reaccionaran de manera coordinada, aunque todos, con la excepción de Hitler, parecen haber razonado. que cualquier progreso más allá de ese río era poco probable. Sin embargo, como hemos visto, bajo ninguna circunstancia el Führer estaba preparado para cambiar a un objetivo menos ambicioso o reducir su fuerza de ataque a expensas de defender sus flancos. La escasa asignación de una brigada de armas de asalto al Séptimo Ejército de Brandenberger fue el único compromiso que acordó, expresado en su rechazo ciego a alterar sus planes de alguna manera desde la concepción hasta la ejecución.
Animado por Himmler, el Führer depositó sus esperanzas personales en las Waffen-SS de Dietrich en el Sexto Ejército triunfando sobre los estadounidenses en las Ardenas. De hecho, sería el quinto Panzer de Manteuffel el que mejor lo hizo. Ya hemos conocido a su diminuto jefe, el general Hasso-Eccard Freiherr von Manteuffel, de cuarenta y siete años, que en muchos sentidos representaba al oficial aristocrático prusiano tradicional que Hitler detestaba. Es una señal de su habilidad que tuvo éxito en el Tercer Reich cuando las probabilidades se apilaron fuertemente contra él. Todo sobre los antecedentes de Manteuffel lo puso en desacuerdo con Hitler: nacido en Potsdam, descendiente de una familia Junker que remonta sus orígenes a 1287 (su tío abuelo había sido mariscal de campo prusiano); estudiante en la Royal Prussian Cadet School (luego considerada una academia para la élite); joven oficial en el famoso Zieten Hussars, un regimiento que data de 1730, fundado en los días de Federico el Grande; Campeón olímpico de pentatlón en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y jinete experto. Reputado de ser el oficial más bajo del ejército alemán, era extremadamente duro, astuto, ingenioso y atlético. Era el tipo de individuo con el que se encontraría liderando una unidad de Fuerzas Especiales hoy.

El cabo Hitler, por el contrario, el forastero, técnicamente austríaco de nacimiento, se levantó de un entorno incierto azotado por la pobreza, reunió a otros forasteros de entornos igualmente bajos a su alrededor, y estaba más en casa en las cervecerías de Munich y Nuremberg que en el moderno Berlín; Sin embargo, de alguna manera él y Manteuffel forjaron un pacto Faustiano viable. Quizás Hitler había oído hablar de su legendario coraje físico y hábito de liderar desde el frente, lo que le causó heridas y medallas, y en ocasiones se negó a abandonar su puesto de mando para recibir tratamiento médico; El Führer siempre admiró tales ejemplos de sacrificios por la Patria.

Como Leutnant Freiherr von Manteuffel de la Reichswehr, el futuro general publicó un tratado sobre infantería montada en 1922 y luego enseñó en la nueva escuela de entrenamiento Wunsdorf Panzer bajo la supervisión de Guderian desde 1935, quien dirigió a este entusiasta converso a la guerra de tanques. Invadiendo Rusia en 1941 como comandante de batallón, rápidamente se hizo cargo de un regimiento después de que su coronel había sido asesinado y fue recompensado con una división en Túnez en 1943. El barón pronto se trasladó para comandar la élite de los Granaderos Granaderos GrossDeutschland, una unidad de criados a mano. guerreros de estatura generalmente alta. Manteuffel era fácilmente el hombre más bajo de la división. No importa: en este momento le habían otorgado una Cruz de Caballero y Hojas de Roble, que es lo que lo llamó la atención de Hitler. La promoción directamente al mando de un ejército, el Quinto Panzer, siguió el 1 de septiembre de 1944. Asumió su cita el día 12 y reunió a un personal cuidadosamente seleccionado a su alrededor, que se dedicó personalmente a su pequeño general, dirigió el Quinto en La campaña de Lorena y la lucha por Aachen. Mucho más que el Séptimo Brandenberger o Dietrich del Sexto, estampaba su personalidad en su ejército y sus planes y tácticas de batalla.

Manteuffel se había encontrado en un desacuerdo violento aunque respetuoso con los planes originales que Jodl le había entregado en noviembre. Desafiando sus órdenes, había hecho un reconocimiento personal de su futuro terreno de batalla, disfrazándose de coronel de la Wehrmacht y visitando unidades de primera línea que patrullaban regularmente en territorio estadounidense. Lo que revelaron lo sorprendió: los puestos de avanzada estadounidenses atendieron sus trincheras desde una hora antes del amanecer, pero se retiraron a edificios cálidos después del anochecer: ¡por la noche sus posiciones no estaban tripuladas! En la última conferencia de planificación celebrada con Hitler en el Reichskanzlei de Berlín el 2 de diciembre, Manteuffel, en presencia de Model y Sepp Dietrich, extrajo de su Führer varias alteraciones tácticas, que ayudaron en gran medida las primeras horas de su asalto. Esta fue la última ocasión en que los presentes trataron de disuadir a Hitler de su "Gran solución" en favor de la más práctica "Pequeña solución" de rodear a los estadounidenses alrededor de Aquisgrán. Aunque Hitler se negó a ceder en la mayor parte de su plan, quizás las concesiones otorgadas a Manteuffel fueron una forma de compensación para uno de sus generales favoritos. Reflejando el fuego de Hitler, desde su cuartel general en Manderscheid, al noreste de Bitburg, el barón exigió a sus comandantes que se considerara solo el avance; los flancos tendrían que cuidarse a sí mismos y, sobre todo, el ritmo no debería disminuir.

Había estado incómodo con la idea de Hitler de un bombardeo inicial, comenzando a las 07.30 a.m., antes del ataque a las 11.00 a.m. El 2 de diciembre, Manteuffel argumentó sabiamente que `` todo esto hará despertar a los estadounidenses y luego tendrán tres y media hora para organizar sus contramedidas antes de que llegue nuestro asalto ... Después de las 4:00 pm, estará oscuro. Entonces, solo tendrá cinco horas, después del asalto a las 11:00 am, para lograr el avance ". También usaría grandes cantidades de municiones, que ya son escasas. Finalmente, Hitler concedió un cañón de noventa minutos, comenzando mucho antes, a las 05.30 a.m., cuando los estadounidenses estarían atontados. Manteuffel también pidió permiso para lanzar pequeños destacamentos de tormentas, a la misma hora, al amparo de su propio fuego, para infiltrarse en las posiciones de sus oponentes, como habían hecho los alemanes en 1917–18, y que ambos bandos hicieron habitualmente en el este; una buena táctica, pero solo la usaría el Quinto Ejército. El uso de reflectores, la luz que rebotaba de las nubes también fue idea suya.



Esta extraña circunstancia, de que un comandante del ejército tuvo que pedir permiso a su jefe de estado para hacer tales modificaciones tácticas a un plan de operación, resume la impracticabilidad de la constante interferencia de Hitler, hasta decidir la hora del ataque. También fue mal aconsejado, porque Manteuffel observó que ‘Keitel, Jodl y Warlimont [el ayudante de Jodl] nunca habían estado en la guerra. Al mismo tiempo, su falta de experiencia en la lucha tendía a subestimar las dificultades prácticas, y alentaba a Hitler a creer que se podían hacer cosas que eran imposibles ". El Führer intervino porque pudo, y lo hizo.

Hablando con el historiador británico Basil Liddell Hart dentro de un año de los acontecimientos, en 1945, Manteuffel fue muy crítico con Jodl en OKW en particular, culpando por la escasez de combustible en su puerta. ‘Jodl nos había asegurado que habría suficiente gasolina para desarrollar toda nuestra fuerza y ​​llevar nuestro impulso a través. Esta garantía resultó completamente equivocada. Parte del problema fue que OKW realizó un cálculo matemático y estereotipado de la cantidad de gasolina requerida para mover una división durante cien kilómetros. Mi experiencia en Rusia me había enseñado que duplicar esta escala era realmente necesaria en condiciones de campo de batalla. Jodl no entendió esto. Teniendo en cuenta las dificultades adicionales que probablemente se enfrentarán en una batalla invernal en un país tan difícil como las Ardenas, le dije a Hitler que deberían proporcionarse cinco veces la escala estándar de gasolina. En realidad, cuando se lanzó la ofensiva, solo se había proporcionado una vez y media la escala estándar. Peor aún, gran parte se mantuvo demasiado atrás, en grandes columnas de camiones en la orilla este del Rin ".

Con altas expectativas del barón, su Quinto Ejército recibió tres divisiones panzer y cuatro de infantería con las que procesar a Herbstnebel, repartidas en tres cuerpos: más de 90,000 hombres, 963 armas y casi 300 tanques y armas de asalto. A la izquierda para continuar con su propia planificación y ayudado por el capaz Generalmajor Carl Gustav Wagener, su jefe de personal, la pareja planeó usar el Cuerpo LXVI del General Walter Lucht de dos divisiones Volksgrenadier para rodear la 106.a División de Infantería de los Estados Unidos de Alan W. Jones en su norte flanco. Los estadounidenses fueron desplegados a lo largo del terreno elevado del Schnee Eifel, ocupando puestos avanzados de la Línea Siegfried alrededor de las aldeas de Auw, Bleialf y Winterspelt, y se sabe que son recién llegados e inexpertos. La región más amplia de Eifel es, efectivamente, el nombre germánico para la gama de altas colinas, gargantas estrechas y bosques, la mejor palabra para describir el paisaje es "accidentada", conocida más al oeste como las Ardenas. Los dos son uno y lo mismo y, aparte de cruzar una frontera, un viajero no sería consciente de cruzar desde las Ardenas al Eifel porque constituyen una característica geológica única.
En la época romana, un gran bosque impenetrable de proporciones de los Hermanos Grimm, para 1944, como ahora, un programa agrícola controlado de silvicultura significaba que gran parte del bosque en las tierras altas del Schnee Eifel había sido talado, con innumerables claros, pero el paso a través del el paisaje superior era lento con dependencia de senderos de tala mal drenados. El movimiento a través del terreno inferior fue canalizado por muchos pequeños tramos de agua, donde la escorrentía de las alturas se acumulaba y fluía hacia el sur hacia el Nuestro. Pequeños pueblos construidos en piedra habían evolucionado en cada cruce o puesto fronterizo. Era, y sigue siendo, pintoresco, un favorito entre los excursionistas y cazadores, aunque ofrece pocos lugares con panoramas de tribuna en los que ubicar buenos puestos de observación. Pocos caminos estaban pavimentados, ya que la mayor parte del tráfico anterior a la guerra era arrastrado por caballos. La confusa variedad de colinas locales frecuentemente protegía el contacto inalámbrico, y los árboles impedían las comunicaciones desde la línea de visión, lo que también interrumpía los campos de fuego. Esto significaba que las tropas defensoras confiaban demasiado en las comunicaciones en línea, particularmente en los teléfonos de campaña. Durante el bombardeo de apertura el 16 de diciembre, este modo de señalización fue el primero en plegarse cuando los proyectiles alemanes cortaron el cable estadounidense.

Después de rodear el Schnee Eifel, Lucht avanzaría directamente a través de Schönberg para tomar la importante ciudad de St Vith, a ocho millas más allá de la frontera, y un centro de ruta tan vital en el norte de las Ardenas como Bastoña estaba más al sur. Manteuffel ordenó la captura de St Vith al final del primer día. A partir de entonces, su viaje los llevaría, a través de Vielsalm, a lo largo de las carreteras hacia el oeste, hasta el Mosa.

Las dos divisiones de Volksgrenadier de Lucht estaban mal equipadas y carecían de fuerza, comprendiendo basura principalmente de la Luftwaffe. Pocos de los 18 del Oberst Günther Hoffmann-Schönborn tenían cintas de campaña o decoraciones. Según el jefe de gabinete de la división, Oberstleutnant Dietrich Moll, la división, activada el 2 de septiembre, fue en gran medida el resultado de las "unidades de robo de héroes" de Himmler y comprendió a 2.500 hombres de la Luftwaffe que habían sido expulsados ​​de Normandía en agosto, y 3.000 El personal redundante de la Luftwaffe y Kriegsmarine adquirió en Dinamarca, donde la división se entrenó por primera vez. Más reclutas provenían de un grupo de hombres de mediana edad peinados fuera de la industria. Muy pocos eran jóvenes, y aún menos habían visto alguna acción, incluidos los oficiales: en total, el 18 fue una formación extraordinariamente inexperta, considerando que Alemania estaba en su sexto año de guerra.



Por el contrario, su comandante, Hoffmann-Schönborn, poseedor de la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, cumplió con los requisitos de Himmler para líderes de combate altamente decorados y ya había servido en Polonia, Francia, Grecia y Rusia. Con una unidad tan dispares, en noviembre, Hoffmann-Schönborn se sintió obligado a impartir alguna disciplina nacionalsocialista para animar a los demás. Una orden divisional capturada firmada por él decía que "los traidores de nuestras filas han abandonado al enemigo". Después de nombrarlos, el comandante de división continuó:

Estos bastardos han revelado importantes secretos militares. El resultado es que durante los últimos días los estadounidenses han estado lanzando fuego de artillería bastante preciso en sus posiciones, sus búnkers, la sede de su compañía y pelotón, sus cocinas de campo y sus rutas de mensajería. Engañadores judíos fanáticos engañosos se burlan de usted con sus panfletos y tratan de atraerlo a convertirse en bastardos también. ¡Deja que arrojen su veneno! Vigilamos la frontera de Alemania. Muerte y destrucción a todos los enemigos que pisan el suelo de Alemania. En cuanto a los traidores despreciables que han olvidado su honor, puede estar seguro de que la división verá que nunca más volverán a ver a sus seres queridos. Sus familias tendrán que expiar su traición. El destino de un pueblo nunca ha dependido de traidores y bastardos. El verdadero soldado alemán era y es el mejor del mundo. Inquebrantable detrás de él está la Patria, y al final está nuestra Victoria. ¡Larga vida a Alemania! ¡Heil el Fuhrer!

Esta cruda misiva, con su lenguaje grosero, claramente no fue escrita por el comandante de división que, en cualquier caso, tenía mejores cosas que hacer. Fue obra del divisional Nationalsozialistischer Führungsoffizier (oficial de orientación nazi), una de las criaturas repugnantes parecidas a comisarios insertadas personalmente por Himmler en cada sede del personal, en lugar del capellán de la división. De ahora en adelante, el pobre y viejo granadero tenía enemigos viciosos detrás y detrás de él.

Conocida como la Die Mondscheindivision (División Moonshine), después de su insignia, la otra división de Lucht fue la 62a Volksgrenadiers, dirigida por el Oberst Friedrich Kittel. Había servido en el ejército bávaro en la Primera Guerra, y pasó la mayor parte de la Segunda en el Frente Oriental. En contraste con sus compañeros estables de mediana edad de la 18 División Volksgrenadier, al asumir su nueva formación el 1 de noviembre, Kittel descubrió que dos de sus subunidades contenían Juventudes Hitlerianas de diecisiete años: el 164º Regimiento Volksgrenadier incluía a HitlerJugend de Düsseldorf y su 183 ° Regimiento hermano, jóvenes de la cercana Colonia. Las dos divisiones Volksgrenadier de Lucht iban a reparar el 106º EE.UU. de Jones y evitar que interfirieran con el avance de los dos cuerpos panzer de Manteuffel, más al sur.

Los logros reales del barón se centrarían en el éxito o el fracaso de sus dos cuerpos panzer, cuyas misiones eran las mismas: usar sus Granaderos Volks para cruzar el río Our y abrumar las defensas estadounidenses avanzadas en la cresta al oeste del río, cubriendo así la construcción de puentes para sus panzers. El Our, entonces como ahora, no era ni profundo ni ancho, pero las pendientes eran empinadas, con poco espacio para maniobrar. Manteuffel quería que esto se completara para el mediodía para que las divisiones de tanques, siguiendo muy de cerca, cruzaran hacia la orilla oeste a media tarde; luego tomarían la delantera y correrían más allá por carretera lo más rápido posible, apoderándose de ciudades y cruces de carreteras en el camino hacia el Mosa. En el centro, Manteuffel pretendía que el LVIII Panzer Corps del general Walter Krüger usara a los 560o Volksgrenadiers para cruzar el río en Ouren y entrar en las líneas de los EE. UU.

Ya hemos conocido a algunos de los 116 hombres en Hotton, y su comandante, Waldenburg, recibió su Cruz de Caballero por Hitler en Ziegenberg. Otro aristócrata de Prusia Oriental, Waldenburg, de cuarenta y seis años, había servido en la exclusiva Guardia de Granaderos del Emperador Alexander desde 1915, luego asistió a la Kriegsakademie y actuó como oficial de personal en Francia y Rusia, antes de comandar unidades panzer en el este. Su división Windhund (galgo) se había formado solo en marzo de 1944 y fue liderado a través de la campaña de desgaste de Normandía por Gerhard Graf von Schwerin, cuya destitución del mando Himmler había diseñado durante la batalla por Aquisgrán. El reemplazo fue Waldenburg, designado el 14 de septiembre, con la ayuda de su joven jefe de personal y oficial de operaciones (el "Ia"), el mayor Heinz-Günther Guderian, hijo del fundador de la fuerza panzer del Reich. Los galgos ya habían luchado en Mortain y Falaise, donde fueron gradualmente reducidos a 600 hombres y doce tanques.

En preparación para las Ardenas, el 10 de diciembre de 1944, el Decimosexto Regimiento Panzer de Waldenburg informó de cuarenta y tres Panteras en su Primer Batallón, mientras que su Segundo Batallón tenía veintiséis Panzer IV operativos, un total divisional de sesenta y nueve tanques. Por supuesto, para una división de infantería estadounidense opuesta equipada con pocos o ningún tanque, la División Greyhound era terriblemente poderosa, pero, en realidad, el 116º Panzer era una sombra de lo que era. Esto era menos que la fuerza de un batallón de tanques alemán: en Normandía, la formación había desplegado 157 panzers.

La División Volksgrenadier de Krüger era la 560, criada en Noruega el 10 de octubre y compuesta de unidades de guarnición sobrantes, los batallones de la fortaleza, de soldados entrenados de Dinamarca y las defensas costeras de Noruega. Dirigida por un ex oficial de artillería, el general mayor Rudolf Bader, de cuarenta y seis años, desde el 10 de noviembre, la división fue identificada por su insignia del martillo de Thor. Era la división alemana más débil desplegada, destinada al Frente ruso pero enviada a las Ardenas en el último minuto: muchos de sus soldados aún estaban en camino desde Noruega el 16 de diciembre. En consecuencia, en la línea de partida, cada regimiento estaba a media fuerza, pudiendo desplegar solo un batallón cada uno, mientras que el batallón antitanque de la división de cañones de asalto seguidos estaba completamente ausente.
La división también comenzó la batalla sin su comandante, que estaba en el hospital; fue dirigido por el oberst Rudolf Langhäuser, de cuarenta y cuatro años, comandante del 1128º Regimiento, hasta el regreso de Bader el 27 de diciembre. Como todas las unidades Volksgrenadier, dependían totalmente de la movilidad de los caballos, siendo autorizadas 3.002, aunque pocas unidades adquirieron este número. A su vez, los animales requerían una compañía veterinaria de 152 oficiales y hombres para tratarlos, calzarlos y cuidarlos. En total, Herbstnebel involucraría a más de 50,000 caballos que luchan a lo largo de los caminos congelados, no es la imagen habitual que tenemos de la batalla. Mientras que los fotógrafos y camarógrafos de Propaganda Kompanie de la Wehrmacht tomaron principalmente imágenes de panzers que se estrellaron a través de las Ardenas, la verdad es que por cada tanque alemán desplegado en la ofensiva de invierno había cuarenta caballos.

En el caso de los 560 Granaderos Volks, solo sus batallones antitanque y antiaéreos poseían algún tipo de transporte motorizado, y se alentó a todas las unidades a capturar y usar vehículos y combustible estadounidenses. Sin embargo, que la Wehrmacht dependía tanto de los caballos y tenía relativamente pocos vehículos produjo una consecuencia interesante, a menudo pasada por alto: que no muchos soldados alemanes sabían conducir un vehículo de motor. Muchos habían sido criados antes de la guerra en la tierra y entendían a los caballos, mientras que sus contemporáneos en los Estados Unidos, con la propiedad de automóviles más alta del mundo, estaban aprendiendo a conducir automóviles. Las cifras comparativas de 1935 revelan que el 1.6 por ciento de los alemanes poseía un vehículo motorizado, en comparación con el 4.5 por ciento en Gran Bretaña, el 4.9 por ciento en Francia y el asombroso 20.5 por ciento en los Estados Unidos, o uno de cada cinco de toda la población. Por el contrario, el ejército alemán en realidad otorgó una insignia de conductor a aquellos que podían sentarse detrás de un volante con habilidad.

Por lo tanto, cuando los Granaderos Volks capturaron muchos vehículos estadounidenses en los primeros días, llenados de combustible y listos para partir, no siempre pudieron usarlos, y a veces obligaron a los prisioneros de guerra de GI a conducir camiones capturados. Este fue el caso incluso con formaciones blindadas. El 17 de diciembre, cuando la Primera División SS-Leibstandarte Panzer llegó al cruce de Baugnez en las afueras de Malmedy el 17 de diciembre, y tomó prisioneros a más de cien soldados, su primera acción fue solicitar conductores para vehículos estadounidenses capturados.

Los caballos sacaron todas las armas y vagones de municiones del regimiento de artillería Volks de la 560 División en el que sirvió Kanonier Josef Reusch. Nacido en 1927, aún no tenía diecisiete años cuando fue reclutado el 25 de marzo de 1944. Creció en el pueblo fronterizo de Bleialf, que pronto sería el escenario de una lucha dura, y asistió a la escuela en St. Vith, igualmente disputado amargamente. Entrenado como un Rechner (tabulador) en un obús de 105 mm y un observador avanzado, más tarde aprendió tareas similares con un arma antitanque de 75 mm. Reusch se sorprendió al enterarse el 15 de diciembre de que iba a la batalla a solo unas pocas millas al norte de su hogar, ahora ocupado por estadounidenses.

Hacia el sur, y junto al 5º Fallschirmjäger del Séptimo Ejército de Heilmann, acechaba el XLVII Cuerpo Panzer del general von Lüttwitz, el más fuerte de los tres cuerpos de ejército de Manteuffel. No fue hasta el 2 de diciembre que Lüttwitz, luego luchando contra los británicos en torno a Geilenkirchen, recibió la noticia de Manteuffel de que su cuerpo participaría en una próxima contraofensiva en las Ardenas. Cuatro días después se había desconectado y reubicado más cerca del cuartel general del Quinto Ejército Panzer. Este fue un aviso increíblemente corto para que una formación planifique una operación importante que comenzará dentro de unos días. Sin embargo, tuvo suerte con la cantidad de activos del cuerpo que le dieron para Herbstnebel: la 15a Brigada VolksWerfer y el 766avo Cuerpo de Artillería Volks, con un total de casi 200 armas, el 600. ° Batallón de Ingenieros del Ejército y el 182 ° Regimiento Flak, todos motorizados.

Su misión era que los 26 ° Volksgrenadiers cruzaran el Our en Gemünd y establecieran una cabeza de puente para que Panzer Lehr lo siguiera. Mientras tanto, hacia el norte, 2nd Panzer cruzaría el mismo río en Dasburg, subiría a las orillas opuestas, tomaría el camino lateral que corría a lo largo del terreno elevado (bautizado como Skyline Drive) y la pequeña ciudad fortaleza de Clervaux, o Clerf, hacia el Alemanes: una distancia de siete millas. A partir de entonces, 2nd Panzer debía abrirse camino a través de las líneas estadounidenses restantes, tomando Bastogne, apenas dieciocho millas más, preferiblemente al final del primer día.