miércoles, 15 de enero de 2025

Espionaje: El incidente de Venlo

El incidente de Venlo



En la oscura y tensa Europa de 1939, las sombras de la guerra ya se cernían con fuerza. Espías, traiciones y secretos cruzaban fronteras en la penumbra, y en ese mundo incierto, la inteligencia británica buscaba desesperadamente formas de debilitar al régimen nazi. Fue entonces cuando dos experimentados agentes del MI6, Sigismund Payne Best y Richard Henry Stevens, recibieron una noticia intrigante. En la frontera entre Alemania y los Países Bajos, un oficial alemán disidente buscaba negociar la paz con Inglaterra y derrocar a Hitler. La reunión estaba concertada para el 9 de noviembre de ese mismo año en la ciudad fronteriza de Venlo, una localidad holandesa que parecía el lugar perfecto para una operación tan delicada.





Sin embargo, no sabían que estaban caminando directo hacia una trampa letal. La inteligencia nazi había orquestado cada detalle con precisión meticulosa, y Heinrich Himmler, el implacable jefe de la Gestapo, había autorizado la operación con el fin de capturar a estos agentes británicos y conseguir información valiosa. En aquel momento, Best y Stevens eran figuras clave de la inteligencia aliada en Europa, portadores de secretos que podrían comprometer estrategias y nombres cruciales.

Al llegar a Venlo, los británicos esperaban encontrar a oficiales alemanes descontentos que los llevarían a una conversación confidencial, pero en cambio, el destino les deparaba una emboscada. La trampa se desató en un instante: hombres armados de la Gestapo los rodearon y, antes de que pudieran reaccionar, fueron tomados prisioneros. A punta de pistola y en medio de un caos calculado, Best y Stevens fueron obligados a subir a un vehículo que rápidamente cruzó la frontera hacia Alemania. Allí, comenzaron los interrogatorios.

A principios de septiembre de 1939, se organizó una reunión entre Fischer y el agente británico del SIS, el capitán Sigismund Payne Best. Best era un oficial de inteligencia experimentado que trabajaba bajo la cobertura de un hombre de negocios que residía en La Haya con su esposa holandesa.

En las reuniones posteriores participó el mayor Richard Henry Stevens, un agente de inteligencia con menos experiencia que trabajaba de forma encubierta para el SIS británico como oficial de control de pasaportes en La Haya. Para ayudar a Best y Stevens a atravesar las zonas movilizadas holandesas cerca de la frontera con Alemania, el jefe de la inteligencia militar holandesa, el general Johan van Oorschot, reclutó a un joven oficial del ejército holandés, el teniente Dirk Klop. Van Oorschot permitió que Klop asistiera a reuniones encubiertas, pero no pudo participar debido a la neutralidad de su país.


Teniente Dirk Klop

En las primeras reuniones, Fischer llevó a participantes que se hacían pasar por oficiales alemanes que apoyaban un complot contra Hitler y que estaban interesados ​​en establecer condiciones de paz con los Aliados si Hitler era depuesto. Cuando se supo que Fischer había conseguido concertar reuniones con los agentes británicos, el Sturmbannführer Walter Schellenberg, de la sección de inteligencia exterior del Sicherheitsdienst, empezó a asistir a las reuniones. Schellenberg, que se hacía pasar por un "Hauptmann Schämmel", era en aquel momento un agente de confianza de Heinrich Himmler y mantenía estrechos contactos con Reinhard Heydrich durante la operación de Venlo.

En la última reunión entre los agentes británicos del SIS y los oficiales alemanes del SD, celebrada el 8 de noviembre, Schellenberg prometió llevar a un general a la reunión del día siguiente. Sin embargo, los alemanes pusieron fin abruptamente a las conversaciones con el secuestro de Best y Stevens.



Richard H. Stevens (abajo) y Sigismund P. Best (arriba), en 1939


Los nazis encontraron en sus documentos y notas una mina de información sobre las redes de espionaje aliadas y sus operaciones. Las secuelas del incidente de Venlo se sintieron de inmediato: la inteligencia alemana logró debilitar y desbaratar varias células de espionaje británicas en el continente. Pero la Gestapo no se conformó solo con el conocimiento ganado. Al día siguiente, la maquinaria de propaganda nazi se puso en marcha, urgiendo al pueblo alemán y al mundo a creer que la captura de estos agentes confirmaba una conspiración británica para asesinar a Hitler. Fue un recurso perfecto para sembrar desconfianza y presentar al régimen nazi como la víctima de una red global de traición y sabotaje.



Walter Schellenberg

Sin embargo, el verdadero objetivo era mucho más grande y ambicioso: el incidente de Venlo fue uno de los puntos que Alemania utilizó como excusa para justificar la invasión de los Países Bajos en mayo de 1940. Los nazis argumentaron que la neutralidad de los Países Bajos era una fachada, mientras que el gobierno de Londres urdía complots en suelo holandés para asesinar al Führer. Fue una excusa conveniente, aunque absurda, que Hitler utilizó para justificar el avance militar en una Europa que ya comenzaba a ceder a la ferocidad de sus tanques.

Best y Stevens pasaron el resto de la guerra en cautiverio, su misión convertida en un símbolo de la brutalidad de los métodos nazis y un recordatorio de los peligros de operar en un continente plagado de traición y engaños. El incidente de Venlo se convirtió en una de las historias más amargas del espionaje británico en la Segunda Guerra Mundial, una advertencia de que, en un mundo en guerra, incluso los mejores pueden ser presa de la trampa más calculada.


Reconstrucción del incidente en 1948


domingo, 12 de enero de 2025

Julio Argentino Roca, padre fundador de la Argentina Moderna

Roca y la Argentina moderna

Julio Argentino Roca

El 19 de octubre próximo se cumplirán 110 años del fallecimiento del general Julio Argentino Roca. Aquella Argentina de 1843 era bien distinta a la que dejó en 1914. El epopéyico protagonismo del estadista y militar tucumano había permitido construir una nación moderna en un desierto en solo una generación.

En años más recientes, el escritor anarquista Osvaldo Bayer lanzó una campaña facciosa y difamatoria del dos veces presidente de la República. Su despiadada crítica al rol que le cupo en la ocupación del espacio territorial argentino soslaya los méritos respecto de la ley 1420 de enseñanza primaria obligatoria y gratuita de quien fuera también el fundador de las primeras escuelas industriales, el que hizo llegar el ferrocarril a San Juan o a la quebrada de Humahuaca e iniciado las obras para llegar tanto a La Paz, Bolivia, como a Neuquén. Omite también que se trata del presidente que evitó la guerra con Chile por cuestiones limítrofes, generó los derechos argentinos en la Antártida con la base en las Islas Orcadas, proyectó el Código del Trabajo y creó las primeras cajas de jubilaciones. Nos referimos también al presidente cuyo canciller, Luis María Drago, fijó un hito en la historia diplomática argentina con la doctrina que lleva su nombre, estableciendo que las deudas de un país no podían ser reclamadas por la fuerza militar. Fue quien hizo construir la primera flota de mar de nuestra marina de guerra y modernizó al ejército con la Escuela de Guerra y el servicio militar. El mismo presidente que inició las obras del puerto de Buenos Aires y nombró primer intendente a Torcuato de Alvear, responsable de la transformación urbana de la Ciudad de Buenos Aires.

El general Roca no decapitó a ningún indio como con ligereza y llamativo desconocimiento afirmó el papa Francisco. De hecho, en los combates en los que triunfó terminó con los degollamientos, que eran práctica común en esas guerras civiles fratricidas. Episodios aislados de violencia de alguna fracción de sus columnas fueron inevitables como en cualquier acción de guerra.

La Campaña del Desierto fue liderada por el general RocaTwitter

Roca planeó y ejecutó la operación militar para que la jurisdicción del Estado nacional llegara a sus límites territoriales, abriendo la posibilidad de transitar con seguridad. Pocos recuerdan que hasta 1880 la ruta nacional 8, desde Pergamino a Villa Mercedes, era intransitable por los peligros de malones; o que recién con la inauguración del ferrocarril Rosario-Córdoba, en 1870, se pudo viajar sin riesgos entre ambas ciudades.

Ya el virrey Vértiz había planeado llevar la frontera hasta el río Negro, algo que por falta de recursos y escasa población era poco viable. En la Patagonia, más precisamente en Neuquén, intentos de instalar misiones jesuíticas en los siglos XVII y XVIII concluyeron con el incendio de las capillas y el asesinato de sacerdotes como el padre Nicolás Mascardi.

La guerra de la independencia trajo la violencia indígena desde Chile a nuestras Pampas por la alianza de oficiales españoles con tribus araucanas. Al grito de ¡Viva Fernando VII! pueblos como Pergamino, Salto y Rojas fueron asaltados en 1820. Las disputas entre tribus trasandinas y las que estaban asentadas de este lado de la cordillera tuvieron a los tehuelches como principales víctimas.

El general Roca no decapitó a ningún indio como con ligereza y llamativo desconocimiento afirmó el papa Francisco

Terminar con los ataques a las poblaciones y permitir el transporte de personas y mercaderías era una necesidad impostergable, tanto como evitar que las tierras al sur del río Colorado fueron ocupadas por potencias extranjeras cuando en Europa se repartían el mundo, sin olvidar las pretensiones de Chile.

En 1867, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, el Congreso aprobó por ley 215 avanzar la frontera hasta el río Negro. La guerra de Entre Ríos –desatada por el asesinato del general Justo José de Urquiza– obligaría a desviar tropas y a afrontar los gastos por ese conflicto.

En 1872, en la batalla de San Carlos, localidad cercana a la ciudad de Bolívar, se enfrentaron dos mil soldados –la mitad eran indios– contra cinco mil lanzas de Calfucurá, quien termina derrotado. Poco antes, este cacique había llegado con sus malones a doscientos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.

En algunas de esas incursiones hubo saqueos como el del llamado Malón Grande, ya dirigido por Namuncurá; unas 200 mil cabezas de ganado fueron arreadas para su comercialización en Chile. Se llevaran también cautivos y cautivas para el servicio en las tolderías o la venta.

En el gobierno de Nicolás Avellaneda, el ministro de Guerra, Adolfo Alsina, estableció un plan de avance paulatino, reforzando la frontera con más fortines y cavándose una zanja a lo ancho de la provincia de Buenos Aires conocida por su nombre, precisamente para dificultar los movimientos de ganado por parte de los malones, y respondiendo al pedido de colonos que poblarían las cercanías de la línea.

Al fallecimiento de Alsina, ocurrido en 1878, asumió el ministerio el general Roca quien propuso una campaña a lo largo de toda la frontera que iba desde el Atlántico hasta los Andes, llegando hasta el río Negro. El Congreso aprobó este plan y su financiación mediante la venta de hasta cuatro millones de hectáreas de las tierras a ganar con el avance.

Pocos recuerdan que hasta 1880 la ruta nacional 8, desde Pergamino a Villa Mercedes, era intransitable por los peligros de malones

Cabe destacar que, de los cinco mil hombres que integraban las distintas columnas, alrededor de mil eran soldados indígenas. Las bajas contabilizaron 1240 indios, una tercera parte de los muertos en la campaña de Rosas en 1833. La frontera no constituía una barrera infranqueable, como evidenciaron las guerras civiles en las que tribus indígenas participaban en ambos bandos y ofrecían refugio a los vencidos, tal el caso de los oficiales unitarios Manuel Baigorria y los hermanos Saá.

La columna con la que Roca marchó desde Azul, pueblo que era punta de rieles en el sur, hasta el río Negro, iba acompañada con científicos y sacerdotes. Esta obra de evangelización se consolidará en la primera presidencia del general Roca con la instalación de la orden salesiana en aquellos territorios, con Ceferino Namuncurá como uno de los primeros alumnos.

Manuel Namuncurá, su padre, recibió ocho leguas. No fue el único. Los Ancalao, tribu de origen Boroga a la que se enfrentó Calfucurá al poco tiempo de ingresar a la provincia de Buenos Aires proveniente de Chile, colaboraron con el gobierno nacional en la defensa de Bahía Blanca y recibieron en Norquinco 114 mil hectáreas. Para Nahuelquin, quien ayudó al perito Moreno en la demarcación de los límites con Chile en Cuyame, fueron 125 mil hectáreas. La política de conceder tierras a caciques para que se integraran a la sociedad benefició a Coliqueo con Los Toldos y a otros que se asentaron en Azul y en 25 de Mayo. Evitar los guetos contribuiría con el tiempo a conformar el pueblo de la nación integrando a todos, indios, criollos e inmigrantes.

Personas de distintas filiaciones intelectuales y políticas, como Arturo Frondizi, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos y Oscar Alende, reconocieron la obra de Roca, que en su primera presidencia abarcó la totalidad del sur argentino hasta las islas cercanas a Tierra del Fuego y que emprenderá la ocupación del Chaco, inmensos territorios que hasta entonces solo habían sido nominalmente argentinos, procediéndose a su organización institucional con la ley de territorios nacionales promulgada en su primera presidencia. La paz, el orden y la libertad fueron para Roca piezas clave que, acompañadas de un intenso activismo legislativo digno de ser imitado, condujeron al afianzamiento soberano del territorio de la República y a su integración mediante una amplia infraestructura, todo lo cual promovió la llegada de inmigrantes e inversiones extranjeras.

El presente nos demanda reeditar muchos de aquellos logros. El legado de Roca conserva hoy gran parte de su vigencia.



jueves, 9 de enero de 2025

Araucanos: El Parlamento de Quilín (1641)

El Parlamento de Quilín (1641)





 

El Parlamento de Quilín de 1641 es uno de los acuerdos más importantes en la historia de las relaciones entre el pueblo mapuche y la Corona Española en lo que hoy es Chile. Este parlamento fue un encuentro diplomático entre las autoridades coloniales españolas y los lonkos (líderes) mapuches, que se llevó a cabo en diciembre de 1641 en la zona de Quilín, ubicada en la actual Región de la Araucanía, al sur del río Biobío. El parlamento marcó un intento de establecer una paz más duradera entre ambos pueblos tras décadas de intensos conflictos conocidos como la Guerra de Arauco.

Contexto histórico

Desde la llegada de los españoles al territorio mapuche en el siglo XVI, las relaciones entre los colonizadores y los mapuches fueron extremadamente conflictivas. La Guerra de Arauco fue un prolongado enfrentamiento armado que comenzó tras la fundación de ciudades españolas en el sur de Chile, como Concepción y Valdivia, y la resistencia de los mapuches a la ocupación de sus tierras. Los mapuches se organizaron militarmente bajo la figura de los toquis (líderes militares) y lograron resistir la invasión con tácticas guerrilleras, obligando a los españoles a reconocer que su conquista completa era inviable.

En este contexto, el gobernador de Chile, Francisco López de Zúñiga y Meneses, y los líderes mapuches, acordaron realizar un parlamento para buscar una solución pacífica a la situación de permanente conflicto.

El acuerdo del Parlamento de Quilín

En el parlamento, las autoridades españolas reconocieron la autonomía del territorio mapuche al sur del río Biobío, lo que se convirtió en una especie de frontera natural entre la Capitanía General de Chile y el Wallmapu (el territorio mapuche). A cambio, los mapuches acordaron detener sus ataques a los asentamientos españoles al norte del río y permitir cierto comercio y relaciones diplomáticas entre las dos partes.

El Parlamento de Quilín fue uno de los primeros acuerdos formales en los que una potencia colonial reconocía territorialmente la soberanía de un pueblo indígena. Los principales puntos del tratado fueron:

  1. Reconocimiento del río Biobío como frontera: El territorio al sur del río Biobío fue reconocido como independiente de la administración colonial española. Esta área correspondía al Wallmapu, el corazón del territorio mapuche.

  2. Cese de hostilidades: Ambos lados acordaron poner fin a los enfrentamientos armados, con los mapuches comprometiéndose a no atacar más asentamientos coloniales, y los españoles a no invadir ni establecer más fortificaciones al sur del Biobío.

  3. Intercambio y comercio: Se establecieron pautas para el comercio y la convivencia entre los pueblos, permitiendo un flujo controlado de bienes entre ambos lados de la frontera.

  4. Libertad para los prisioneros: Se acordó la liberación de prisioneros por ambas partes, como gesto de buena fe y reconciliación.

Importancia y efectos a largo plazo

El Parlamento de Quilín sentó las bases para una serie de futuros parlamentos entre españoles y mapuches, en un sistema de negociaciones regulares que perduraría hasta bien entrado el siglo XIX, incluso durante los primeros años de la independencia de Chile. Estos parlamentos se convirtieron en un mecanismo clave para manejar las tensiones y conflictos, funcionando como un espacio diplomático donde ambas partes podían expresar sus demandas y llegar a acuerdos.

Aunque el tratado de 1641 no significó una paz definitiva, sí estableció un reconocimiento mutuo de los territorios y marcó un periodo en el que los españoles, al no poder someter completamente a los mapuches, se vieron obligados a aceptar su autonomía territorial en la región de la Araucanía.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, este tipo de acuerdos fueron violados o ignorados, especialmente durante la Pacificación de la Araucanía en el siglo XIX, cuando el Estado chileno finalmente incorporó la mayor parte del territorio mapuche bajo su control mediante campañas militares. Este proceso de colonización y ocupación de tierras mapuches ha sido motivo de reclamos históricos por parte del pueblo mapuche hasta el día de hoy, que considera muchos de estos acuerdos, incluido el de Quilín, como promesas rotas.

Legado

El Parlamento de Quilín es un símbolo importante en la historia de las relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas, no solo en Chile, sino también en el contexto más amplio de América Latina. Representa uno de los primeros intentos de formalizar una coexistencia pacífica entre una potencia colonial y un pueblo nativo, aunque las tensiones territoriales y políticas continuarían siendo una constante. Para los mapuches, sigue siendo un referente histórico en sus reclamos de autonomía y derechos sobre su territorio ancestral.

En la actualidad, los acuerdos de Quilín son evocados por el pueblo mapuche como una prueba de que, en algún momento, su soberanía territorial fue reconocida, lo que fortalece sus demandas actuales de recuperación de tierras y autodeterminación.

miércoles, 8 de enero de 2025

Análisis: ¿Por qué evitamos la guerra en el Beagle y aceptamos ir a Malvinas?

El juego de la gallina en las crisis del Beagle y Malvinas




En su exhaustivo análisis titulado “Predicting the Probability of War During Brinkmanship Crises: The Beagle and the Malvinas Conflicts” (haga clic aquí), Alejandro Luis Corbacho explora una cuestión intrigante en la historia reciente de Argentina: ¿por qué el país evitó la guerra con Chile en el conflicto del canal de Beagle, pero eligió confrontar militarmente a Gran Bretaña en el conflicto de las islas Malvinas? El trabajo de Corbacho ofrece una respuesta innovadora a esta pregunta al enfocarse en cómo las presiones políticas internas y las dinámicas de supervivencia del régimen autoritario argentino influyeron en las decisiones de los líderes.

El concepto central que guía el análisis de Corbacho es el brinkmanship o "juego de la gallina", una estrategia de riesgo en la que un país desafía los compromisos de otro con la esperanza de que retroceda para evitar la guerra. Según la teoría clásica, desarrollada por el politólogo Richard Ned Lebow, las guerras en este tipo de crisis surgen principalmente de percepciones erróneas: un país malinterpreta la resolución de su adversario y actúa bajo el supuesto de que éste cederá ante la amenaza de conflicto. Sin embargo, Corbacho introduce una perspectiva diferente. En su análisis, argumenta que en algunos casos, como en el de las Malvinas, no fue la mala interpretación de la disposición británica a defender las islas lo que llevó a la guerra, sino las presiones internas dentro de Argentina. Estas presiones impulsaron a la junta militar a arriesgar una confrontación con un poder superior como parte de un desesperado intento por mantener su control en medio de una crisis política interna.


 

Un análisis comparativo de las crisis

Para abordar esta cuestión, Corbacho utiliza una metodología comparativa, examinando dos crisis que involucraron a Argentina durante el régimen militar: el conflicto del canal de Beagle con Chile en 1978 y el conflicto de las islas Malvinas con Gran Bretaña en 1982. Aunque ambos eventos tuvieron similitudes superficiales —ambas fueron crisis de brinkmanship, y ambas involucraron disputas territoriales históricas—, los resultados fueron marcadamente diferentes. Mientras que la crisis del Beagle fue resuelta pacíficamente, el conflicto de las Malvinas resultó en una guerra devastadora para Argentina. A través de un análisis detallado de estos dos casos, Corbacho busca entender qué factores llevaron a estos resultados tan distintos.

Las diferencias internas que marcaron otro resultado 

El estudio de Corbacho revela que el contexto político interno fue fundamental para determinar el desenlace de ambas crisis. En 1978, durante la crisis del Beagle, la junta militar argentina estaba bajo presiones, pero no enfrentaba una amenaza existencial tan severa como la que experimentaría cuatro años más tarde. Aunque había tensiones con Chile por el control de las islas del canal de Beagle, la dictadura militar contaba con una relativa estabilidad interna, lo que permitió a sus líderes actuar con mayor cautela. Además, la diplomacia internacional —particularmente la intervención del Papa Juan Pablo II, quien ofreció su mediación— proporcionó una salida viable para evitar el conflicto armado sin que los líderes argentinos perdieran legitimidad o poder.


En cambio, el contexto del conflicto de las Malvinas fue completamente diferente. Para 1982, el régimen militar argentino estaba profundamente debilitado. La economía del país estaba en declive, y el gobierno enfrentaba una creciente oposición interna. La junta militar, encabezada por el general Leopoldo Galtieri, necesitaba desesperadamente una victoria que pudiera restaurar su legitimidad y sofocar las crecientes críticas. Según Corbacho, la decisión de invadir las Malvinas fue vista por los militares argentinos como una operación de “rescate del régimen”, un intento de unificar a la nación en torno a una causa nacionalista y consolidar el apoyo popular en un momento de crisis interna.

El brinkmanship y las decisiones de guerra

Uno de los puntos clave del análisis de Corbacho es que, aunque la teoría de Lebow sobre el brinkmanship enfatiza la importancia de las percepciones erróneas del adversario, esta no puede explicar completamente por qué Argentina eligió enfrentar a un enemigo mucho más poderoso en el caso de las Malvinas. Si bien es cierto que los líderes argentinos subestimaron la resolución británica y malinterpretaron la probable respuesta de Estados Unidos, el factor determinante fue la presión política interna. En otras palabras, la junta militar no podía permitirse retroceder, independientemente de las señales que pudiera haber recibido de que Gran Bretaña no cedería fácilmente. La guerra se convirtió en la única opción viable para mantener su control sobre el país.

Este análisis se ve reforzado cuando se compara con el manejo de la crisis del Beagle. En ese conflicto, aunque había facciones dentro de la junta que favorecían una acción militar contra Chile, las presiones internas no eran tan agudas. Esto dio margen para la negociación y permitió que la intervención de terceros, como el Papa, influyera en el resultado. Según Corbacho, en el caso del Beagle, los líderes argentinos tenían más flexibilidad para maniobrar sin perder su posición de poder, lo que les permitió aceptar una solución diplomática en lugar de una confrontación militar.

 

Conclusiones

El trabajo de Corbacho ofrece varias conclusiones importantes para entender cómo y por qué Argentina actuó de manera tan diferente en estas dos crisis internacionales:

  1. Las presiones internas pueden ser más decisivas que las percepciones erróneas del adversario. Si bien la teoría del brinkmanship se centra en la mala interpretación de las intenciones del otro, Corbacho demuestra que en el caso de las Malvinas, la junta militar argentina estaba motivada principalmente por la necesidad de consolidar su poder frente a una amenaza interna. En ese contexto, las percepciones sobre la respuesta británica eran secundarias ante la urgencia de restaurar la legitimidad del régimen.

  2. La mediación internacional puede ser efectiva cuando las presiones internas no son abrumadoras. En el caso del Beagle, la intervención del Papa Juan Pablo II y el apoyo de la comunidad internacional proporcionaron una salida pacífica. Esto fue posible porque la junta militar aún tenía margen de maniobra política interna. En cambio, en el conflicto de las Malvinas, no hubo tal margen, y la guerra se volvió inevitable.

  3. La guerra de las Malvinas fue, en gran medida, un último recurso político. Corbacho sostiene que la decisión de invadir las Malvinas no fue simplemente un error de cálculo estratégico, sino una respuesta desesperada a una crisis política interna que amenazaba con desmoronar al régimen. La junta no vio otra opción viable para mantenerse en el poder.

  4. El papel de las potencias externas fue decisivo, pero limitado. En ambos conflictos, las potencias internacionales, especialmente Estados Unidos y el Vaticano, jugaron papeles importantes. Sin embargo, su capacidad para influir en los eventos estuvo limitada por la situación interna de Argentina. En el caso del Beagle, la presión internacional ayudó a evitar una guerra. En el caso de las Malvinas, los intentos de mediación de Estados Unidos fueron insuficientes para disuadir a los líderes argentinos, que ya habían decidido que la guerra era su única opción.

Lecciones para futuras crisis internacionales

El análisis de Corbacho tiene implicaciones más amplias para el estudio de las crisis internacionales y la política exterior. Una de las principales lecciones es que, en las crisis de brinkmanship, las decisiones de guerra no siempre se basan en percepciones erróneas sobre el adversario, sino que pueden estar profundamente influenciadas por factores políticos internos. Cuando los líderes enfrentan amenazas a su supervivencia política, pueden verse obligados a adoptar políticas arriesgadas, incluso si reconocen que es probable que el adversario no retroceda.

Además, el estudio destaca la importancia de la intervención diplomática en la resolución de crisis. En el caso del Beagle, la intervención del Papa fue crucial para evitar una guerra. Sin embargo, como muestra el caso de las Malvinas, la diplomacia solo puede tener éxito cuando las condiciones internas permiten a los líderes aceptar una solución negociada.

Finalmente, el trabajo de Corbacho ofrece una perspectiva valiosa sobre cómo las dictaduras militares pueden utilizar los conflictos externos como una estrategia de supervivencia política. En un contexto donde el poder del régimen está en declive, la guerra puede ser vista como una forma de restaurar la legitimidad y consolidar el apoyo interno, independientemente de las consecuencias a largo plazo.

En conclusión, el análisis de Corbacho proporciona una comprensión profunda de los conflictos de las Malvinas y el Beagle, y ofrece lecciones importantes para el estudio de las crisis internacionales. Al destacar el papel crucial de las presiones internas y la dinámica política, este trabajo desafía las explicaciones convencionales centradas en la percepción errónea del adversario y sugiere que, en algunos casos, la guerra es el resultado inevitable de un régimen en crisis.