viernes, 23 de septiembre de 2016

Guerra del Paraguay: A 150 años de Curupaytí

150 años de la batalla de Curupaytí, emblema y orgullo del Paraguay
Fue la derrota más grande de la Triple Alianza formada por Argentina, Brasil y Uruguay. Quedó marcada en todos los combatientes pero no modificó el desenlace de una guerra que cambió la historia de Sudamérica
Infobae


“Asalto de la 4° columna”, de Cándido López (Museo Nacional de Bellas Artes)

En la mañana del 22 de septiembre de 1866, tras varios días de una lluvia intensa y cuatro horas del bombardeo de lo acorazados brasileños, el ejército de la Triple Alianza conformada por Brasil, Argentina y Uruguay se lanzó sobre la fortaleza de Curupaytí, a unos 220 kilómetros de Asunción.

Desde el principio las cosas salieron mal para los casi 18.000 atacantes: el cañoneo brasileño perdió sus objetivos y casi no dañó las defensas paraguayas, el barro de las lluvias convirtió el terreno en un pantano y no se realizó el reconocimiento previo necesario. Luego de cuatro horas de cargas y marchas, los aliados se retiraron dejando enormes bajas en el campo.

"A pesar del valor desplegado en el ataque por todos los combatientes, desde los generales a los soldados, los aliados sufrieron 4.000 bajas y los paraguayos, que no podían ser alcanzados desde su inconquistable posición, perdieron sólo 92 hombres", explicó a Infobae el historiador argentino Miguel Ángel de Marco.



La batalla de Curupaytí, de la que se cumplen 150 años este jueves, fue la derrota más grande de la Triple Alianza en la Guerra del Paraguay y constituyó la última victoria del ejército paraguayo de Francisco Solano López antes de su derrota total. Un verdadero ícono de la terrible guerra que enfrentó a vecinos y hermanos durante más de cinco años, la más sangrienta en la historia de Sudamérica.
Para los aliados fue un punto de quiebre que potenció la desconfianza. "Jefes militares brasileños y, en menor medida, argentinos se veían como aliados circunstanciales", considera el historiador brasileño Francisco Doratioto, quien publicó este año junto a De Marco el texto Guerra, Memoria e Integración en el N°48 del programa Historia Visual Argentina del Museo Roca, en Buenos Aires. "Se consideraban probables enemigos del futuro", agrega.

Para el Paraguay, en cambio, fue un motivo de orgullo y un efímero respiro que no modificó en nada el desenlace final. "A pesar de la reducida cantidad de muertos en relación a las bajas de los aliados en la batalla, el país no sólo fue aniquilado en su población y su economía, sino también política y moralmente", señaló a Infobae Edwin Britez, analista político y periodista del diario ABC en Paraguay.

Si bien hay dudas sobre el comienzo exacto de la Guerra de la Triple Alianza, o Guerra del Paraguay o Guerra Grande, según la perspectiva, para la mayoría de los historiadores adquiere su dimensión exacta con la invasión paraguaya de la provincia argentina de Corrientes, en abril de 1865, ordenada por el entonces dictador del Paraguay, el Mariscal Francisco Solano López, para llegar con sus ejércitos al Uruguay e intervenir en la guerra civil. La agresión propició la alianza entre Argentina y Uruguay con Brasil, que ya se encontraba en conflicto con el Paraguay en el Mato Grosso e involucrado también en los conflictos internos del Uruguay.

La Triple Alianza, con el presidente argentino Bartolomé Mitre como comandante general, derrotó a las columnas paraguayas y las expulsó de Corrientes en enero de 1866, dando inicio a la invasión del Paraguay y a la campaña para desbaratar el complejo defensivo de Humaitá, en el camino a Asunción. Así, tras una categórica victoria en mayo en Tuyutí y una rápida conquista del fuerte de Curuzú en septiembre, los aliados pretendieron hacer lo mismo con Curupaytí, la formidable fortaleza justo sobre la vera del río Paraguay y defendida por unos 5.000 soldados paraguayos.


Uniformes del ejército argentino en la Guerra del Paraguay (Museo Roca, Historia Visual Argentina N°48)

"El comandante de la escuadra brasileña, barón de Tamandaré, había prometido el día anterior que destruiría 'tudo isso em duas horas', pero el bombardeo de los cañones de grueso calibre no hizo mella a las baterías paraguayas ni destruyó los depósitos de municiones", explicó De Marco sobre los preparativos antes del asalto.

Mientras que para Doratioto "la superioridad aliada en armamentos modernos fue compensada por las ventajas defensivas por parte del Paraguay, como el conocimiento del terreno y el fácil acceso a fuentes de provisión de alimentos en la retaguardia".

El número de bajas entre los aliados es motivo de discusión, con algunos historiadores hablando de tanto como 10.000 entre muertos y heridos, aunque las estimaciones más actuales consideran unos 2000 brasileños y 2000 argentinos, en todo concepto. Diezmados por anteriores batallas, las fuerzas uruguayas casi no participaron del asalto a Curupaytí.

En el caso argentino, la sangría llegó a todos los niveles de la jerarquía militar: entre los muertos figuraban "dominguito" Sarmiento, hijo adoptivo del futuro presidente y Francisco Paz, hijo del vicepresidente Marcos Paz, en ejercicio durante la guerra; en tanto el pintor Cándido López perdió una mano en el combate.


“Viva la República del Paraguay. Vencer o Morir”, de Adolfo Methfessel (Museo Roca, Historia Visual Argentina N°48)

"Dada la magnitud del descalabro fue necesaria una larga etapa de  reorganización que duró casi un año, pues recién en junio de 1867 pudo el comando aliado ordenar un movimiento de flanco del este para interponerse entre las fortificaciones paraguayas y la ciudad de Asunción", señaló De Marco.

La debacle en Curupaytí, las enfermedades y una serie de revueltas en las provincias argentinas de Cuyo limitaron la participación argentina en el conflicto, y a partir de finales de 1867 las fuerzas brasileñas al mando del Duque de Caxias y bajo la mirada del Emperador Pedro II tomaron la iniciativa en la etapa final de la Guerra, que terminó con la caída de Asunción y la persecución del Mariscal López hasta su muerte en Cerro Corá, al noreste de Paraguay, en 1870.

"La importancia de la Guerra del Paraguay fue tal que ella repercutió en las generaciones siguientes y está presente en las memorias de las sociedades que la libraron", afirma Doratioto.


“Después de la batalla de Curupaytí”, de Cándido López (Museo Nacional de Bellas Artes)

La guerra, sin embargo, tuvo sus mayores efectos en el Paraguay, que sufrió masivas pérdidas humanas, sobre todo en su población masculina, y la destrucción de sus principales factores productivos. Pero todavía es fuente de orgullo nacional.

"El pueblo sigue siendo un gran admirador del soldado paraguayo por la valentía y el patriotismo con el que ha actuado. Batallas como la de Curupaytí son factores de unión, admiración y respeto", dijo Britez. "Lamentablemente ese sentimiento nacional se fue debilitando con el tiempo por la actitud engañosa de politiqueros de turno que convirtieron a las fuerzas armadas en instrumentos de dominación de la población", consideró.

En Argentina, la guerra no tiene una connotación de ese tenor en la actualidad, pero motivó siempre un interés muy fuerte entre sus historiadores y un debate historiográfico que por momentos se entrelazó con diferentes proyectos políticos.


Un cabo del ejército de Brasil (História Ilustrada)

"Hoy por hoy, aquella trágica guerra que involucró a cuatro países hermanos, provoca la labor seria de los estudiosos, aunque también trae a colación lugares comunes y frases militantes que hacen mucho ruido pero contribuyen poco", consideró De Marco.

Hoy, a 150 años de esa mañana de muerte que pareció durar una eternidad, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay son miembros fundadores del Mercosur, lo que para Britez es muestra de que el Paraguay "ha demostrado desde la batalla de Curupaytí tener un espíritu pacifista, no revanchista".

"Aún cuando sigue siendo víctima de un juego sucio en las relaciones comerciales y sigue esperando la devolución de todos los trofeos", agregó.

jueves, 22 de septiembre de 2016

SGM: El atroz asedio de Leningrado

Leningrado: La ciudad que se negó a morir de hambre en la Segunda Guerra Mundial
Fue Leningrado, Stalingrado no que era verdadero desastre humanitario de la Segunda Guerra Mundial el frente del este. Alemania nazi envió a cientos de miles de civiles a la muerte por hambre e hipotermia.
DW



Al principio, los perros y gatos desaparecieron. Entonces no había pájaros más. Ellos fueron comidos. Fue hecho por pura desesperación, con el fin de sobrevivir y no volverse loco. El menú en Leningrado durante este período de la guerra incluye fondos de escritorio, la ventana masilla y sopa hecha de cuero endurecido. La conmemoración del 70 aniversario del comienzo del bloqueo se llevó a cabo hace dos años en el Parlamento alemán. Un sobreviviente, el autor ruso Daniil Granin, describió la casi impensable: "Un niño murió - que era sólo 3 años de edad Su madre puso el cuerpo dentro de la ventana de doble acristalamiento y cortó un pedazo de él todos los días para alimentar a su segundo. hijo, una niña. Esta es la forma en que la consiguió, sin embargo. "


El autor ruso Daniil Granin

El canibalismo no era raro que durante el sitio casi 900 días. Las cifras varían entre 1.000 y 2.000 casos. Pero la gente que come llevaron a impulsar las ejecuciones. No se permitieron las apelaciones.
Leningrado, ahora restaurado a su antiguo nombre de San Petersburgo, sufrió un destino horrible forma exclusiva en los años entre 1941 y 1944. La ciudad, que se encuentra en la desembocadura del río Neva tenía alrededor de 2,5 millones de habitantes en el comienzo del bloqueo. Entre ellos había unos 400.000 niños. Durante los 871 días del cerco alrededor de 1,1 millones de civiles murieron. La mayoría de ellos murieron de hambre. Los historiadores describen el destino de Leningrado como la mayor catástrofe demográfica sin precedentes en una ciudad.
El sitio duró desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944. Cuando terminó, las personas se reunieron en las calles o escuchaba la radio. Fue el bloqueo más largo de una ciudad en el siglo XX. Durante el verano de 1941 los 500.000 tropas del ejército alemán "Norte", bajo el mando del General Mariscal de Campo Wilhelm Ritter von Leeb, avanzaban en la ciudad. Sus órdenes eran acabar con el ejército rojo en los Estados bálticos, para capturar todas las bases navales en el Mar Báltico y para vencer Leningrado para el 21 de julio De hecho, la última conexión ferroviaria que unía Leningrado con el mundo exterior no cayó en manos alemanas hasta el 30 de agosto La ciudad estaba rodeada el 8 de septiembre. Los ciudadanos de Leningrado estaban lejos de ser preparado para esto.


13 de de enero de, 1942: Ciudadanos pasar por el procedimiento de ir a buscar agua para la "sopa de cuero. '

'Vida en la calle'

Era Adolf Hitler, que había querido originalmente para capturar la ciudad y arrasar a la tierra, que ordenó a las tropas que parar. En lugar de sufrir grandes pérdidas a través de batallas callejeras, ordenó a un sitio de la segunda ciudad más grande Soviética. Esto enfureció a los soldados alemanes. ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, anotó en su diario: "Las tropas están gritando como una 'queremos marchar hacia adelante!'"
El historiador Jörg Ganzenmüller, de la ciudad de Jena, dijo que el hambre del pueblo de Leningrado era necesaria para garantizar que no había suficientes suministros para el ejército alemán. Sólo fue posible para apoyar al ejército al permitir que la gente se muere de hambre. Desde el verano de 1941, ya existían problemas de suministro para la Wehrmacht. Se suponía que las tropas a ser alimentados por los territorios capturados. Las grandes ciudades ya no iban a recibir los suministros. De acuerdo con el plan original Ganzenmüller para destruir la ciudad se convirtió en una estrategia para sitiarla y al final para acabar con toda la población.
Leningrado fue sitiada durante casi dos años y medio por la Wehrmacht: a partir de septiembre de 1941 hasta enero de 1944. Sólo durante los dos inviernos extremadamente fríos, había una manera de entrar y salir: al otro lado del lago congelado Lagoda. La comida era trajo a la ciudad a través del hielo y más de un millón de personas fueron capaces de escapar. Lago Ladoga era el "camino de la vida" y al mismo tiempo un viaje peligroso.
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Los habitantes de Leningrado fueron especialmente preparados para el primer invierno de la guerra. Sólo había una abertura de salida de la ciudad cercada, que estaba al otro lado del lago Ladoga congelado. La carretera de hielo legendario fue llamado oficialmente "Military Road No.101." Pero era comúnmente llamado simplemente la Calle de la Vida. Esta ruta peligrosa, que estaba bajo el fuego alemán, era la única forma en la gente podría ser evacuado y lo más importante, los suministros trajo a la ciudad. Sin embargo, muy pocos suministros calado.
hambruna masiva ya había comenzado en octubre de 1941. El pan se estira mediante la mezcla en el salvado y la celulosa. cartillas de racionamiento se repartieron. Los trabajadores se les permitió 250 gramos de pan al día, todos los demás se les permitió la mitad de esta. personas debilitadas vivían en la congelación de apartamentos, junto con sus muertos. En primer lugar los muebles fue quemado, al final, los libros. Fue sólo a partir de 1943 que puso fin al hambre. A continuación, el pan ilimitada estaba disponible de nuevo.
Pero, incluso durante la pura lucha por la supervivencia, el pueblo de Leningrado mostraron una gran fortaleza. En el primer invierno del asedio alrededor de 2.500 estudiantes se graduaron de la universidad. Había obras de teatro, los museos estaban abiertos y en el verano de 1942 Dmitri Schostakowitsch estrenó su séptima sinfonía. El compositor había escrito la obra sólo el año anterior, en el centro de la ciudad bajo el fuego alemán.

El silencio que siguió
Durante mucho tiempo en los estudios históricos, el asedio de Leningrado fue considerado como una "operación militar normal", de acuerdo a Manfred Sapper, editor en jefe de la revista alemana Osteuropa. El historiador británico Anna Reid, dijo que durante muchos años el nivel de sufrimiento de la población fue suprimida debido a que los autores eran padres y abuelos que habían estado en el frente oriental. En su libro sobre el sitio, escribe que: "Es más fácil de recordar estos parientes que sufren de congelación, pasar hambre o hacer trabajos forzados en campos de prisioneros en lugar de imaginar que quemaron aldeas, robaron ropa de invierno y alimentos de los agricultores y ayudó a redondear hacia arriba y disparar a los judíos ".
Durante muchos años el sitio de Leningrado fue eclipsada en la conciencia alemana por los acontecimientos de la Batalla de Stalingrado. Ganzenmüller cree que esto se debe al número particularmente elevado de bajas alemanas en Stalingrado. Los crímenes de la Wehrmacht fueron casi completamente ignorados hasta el 1980, dice el historiador. De acuerdo con Peter Jahn, el ex director del museo ruso-alemán en Berlín-Karlshorst, "hay un enorme acto de supresión involucrado en no querer grabar otro gran crimen del siglo en nuestra memoria colectiva."
Daniil Granin, el autor y sobreviviente del asedio de 871 días, habló en el Bundestag en 2014, en el aniversario del fin del bloqueo. Dijo que durante mucho tiempo no fue capaz de perdonar a los alemanes para esperar a que la ciudad se rindiera. Lo encontró deshonrosa que en vez de enviar soldados enviaron hambre.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Alemania: La creación de la Gestapo

Cómo surgió la Gestapo, la temible policía secreta de Hitler
En su nuevo libro, el reconocido historiador inglés Frank McDonough reconstruye la historia del principal instrumento de terror durante la Alemania nazi. Infobae publica un adelanto
Infobae


Portada de “La Gestapo”, de Frank McDonough (Crítica)

Alemania contaba con una larga tradición de espionaje político. Durante la revolución de 1848, el rey Luis I de Baviera consintió el seguimiento de opositores políticos en las cervecerías locales. Cuando se creó el imperio alemán en 1871, el gigantesco estado de Prusia, que abarcaba el 60% del territorio alemán, tenía su propia policía política (Politische Polizei), llamada Departamento V, bajo la dirección de Wilhelm Stieber, nacido en Merseburg, Sajonia, el 3 de mayo de 1818 y procedente de una clase media consolidada. Se licenció como abogado antes de entrar en el cuerpo de policía. Se hizo célebre como el "espía maestro" de Bismarck, y fue decisivo en los servicios de inteligencia alemanes, tanto nacionales como en el extranjero. Stieber dio las siguientes instrucciones a los agentes:

El agente debería ser obligado a mantener algún tipo de actitud que escoja mientras esté externamente en consonancia con los requisitos comerciales o de otra índole del país en el que trabaja … Es preciso comprender que es necesario que nuestro agentes inspiren confianza en los círculos donde se desarrolle su centro de acción, y consolidar esa confianza con la apariencia de una existencia burguesa corriente.

En sus exageradas y, en general, poco fiables memorias, Stieber recuerda que mientras llevaba a cabo operaciones de inteligencia en Londres, de alguna manera logró llegar hasta la casa de Karl Marx, el exiliado cabecilla de los comunistas alemanes, y robar listas de miembros de la Liga Comunista. La principal tarea de la policía política prusiana dentro de Alemania era la vigilancia de partidos e individuos contrarios al gobierno, sobre todo la izquierda comunista.

En 1918, la compleja red de espías alemanes que Stieber había creado en el extranjero se vino abajo, pero el nuevo gobierno democrático de Weimar decidió mantener el cuerpo de la policía política. En Prusia se rebautizó Departamento IA y más tarde pasó a llamarse simplemente Departamento I. En 1928, el ministro del Interior prusiano definió el Departamento IA como la organización encargada de observar, prevenir y perseguir todos los delitos de índole política.4 En 1930 contaba con unos mil empleados que operaban en cada uno de los cuarenta y cuatro distritos administrativos de Prusia. El grueso de los agentes fue reclutado de la policía criminal normal.

La policía política prusiana hacía un seguimiento de las actividades de los comunistas, pero también vigilaba de cerca al Partido Nazi. La policía política prusiana inició un total de cuarenta mil procesos contra miembros del partido antes de 1933. Se hacía un seguimiento rutinario de los discursos y textos de todos los cabecillas nazis, y se creó una comisión especial de inspección de partidos de extrema derecha, ya que ese tipo de organizaciones proliferaron durante el período de la República de Weimar.

El nombramiento de Franz von Papen como canciller alemán el 20 de julio de 1932 transformó la manera en que la policía política prusiana trataba a los "enemigos del estado". La campaña contra los comunistas se convirtió en el principal objetivo. El destacado nazi Hermann Göring se convirtió en el eficaz comandante de todo el cuerpo policial prusiano, que contaba con cincuenta mil hombres e incluía el departamento de la policía política. Göring añadió de inmediato un departamento especial que se ocupara de la lucha contra el comunismo. Despidieron a un total de once jefes de la policía considerados partidarios de la democracia.

Este proceso encajaba a la perfección con el objetivo clave de los nazis de hacerse con el control de todas las fuerzas de seguridad. Las cuatro figuras clave en el logro de dicho objetivo fueron Hermann Göring y Rudolf Diels en Prusia, y Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich en Baviera. En gran medida gracias a los esfuerzos de esos cuatro individuos acabó existiendo la Gestapo. Al final, Himmler y Heydrich tomarían el control total no solo de la Gestapo, también de todo el sistema policial de la Alemania nazi, pero su triunfo no fue en absoluto inevitable.

martes, 20 de septiembre de 2016

Frente Oriental: Pictorial de la Operación Bagration

50 fotos asombrosas de la Operación Bagration del 22 de junio de 1944
Damian Lucjan - War History Online




El 22 de junio de 1944, la Operación Bagration comenzó. Tres años después de la Operación Barbarroja, Rusia estaba llevando la lucha a los alemanes. La operación fue nombrada así por Pyotr Bagration, un general del ejército imperial ruso y un héroe de guerra.

La operación resultó en pérdidas alemanas pesados, con el Grupo de Ejércitos Centro Cuarto Ejército, Tercer Ejército Panzer, y el noveno ejército diezmado. Se considera una de las peores derrotas experimentadas por las fuerzas armadas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.




Los despliegues durante la Operación Bagration [vía]

Panther en el frente oriental. 21 de de junio de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-694-0303-20A / Meyer; Wiltberger / CC-BY-SA 3.0]

Los soldados alemanes durante un contraataque en los Estados bálticos. 1 de agosto de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 183-1992-0617-506 / Scheerer (e) / CC-BY-SA 3.0]

Los oficiales (SS primer teniente Erwin-Meier de vestir) de la División SS "Totenkopf" sobre un fondo de tanques destruidos T-34. 1 de agosto de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 183-J27465 / Gronert / CC-BY-SA 3.0]

Los zapadores alemán (nota de la Cruz de Hierro de Primera Clase) plantar explosivos en un ferrocarril antes del retiro. Grodno, 16-17 de de julio de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-695-0404-04 / CC-BY-SA]

Pantera de SS-División "Totenkopf" en Siedlce. 25-29. De julio de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-695-0419-03A / Voigt / CC-BY-SA 3.0]

Panzer IV de la 5ª División Panzer. A principios de julio 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-155-2112A-38A / CC-BY-SA 3.0]

Sd.Kfz. 10 con Nebelwerfer 42 durante la retirada de Orsha. A principios de julio 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-155-2109A-06A / Noack / CC-BY-SA 3.0]

El Raupenschlepper Ost transporta un arma de artillería través de un río. 1944 [vía]

Panther en acción. En algún lugar sobre el territorio soviético de 1944 [vía]

Un transporte ferroviario de panteras alemán al frente del este. 1944 [vía]

Los blindados alemanes se prepara para contragolpe contra el avance del Ejército Rojo. Cerca Nurzec de 1944 [vía]

El comandante del Grupo de Ejércitos "Centro" - Mariscal de Campo W. Modelo (lado del conductor). 9 de octubre de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 183-1992-0617-506 / Scheerer (e) / CC-BY-SA 3.0]

vehículos militares alemanas que cruzan un puente en Grodno. 10-15 de julio de 1944 [Por Bundesarchiv Bild 101I-695-0409A-29A / Leher / CC-BY-SA 3.0]

avance de la infantería soviética junto tanques T-34. El verano de 1944 [vía]

Una columna de soviético T-34 [vía]

Ejército Rojo tras la liberación de Pinsk. 1944 [vía]

lunes, 19 de septiembre de 2016

SGM: Operación Cobra (1944)

Normandía: Ruptura y el contraataque de julio-agosto de 1944 
Parte I 

Bajo el plan de Overlord, los Aliados tenían la esperanza de mantener todas las de Normandía al oeste del río Sena y la Bretaña dentro de los noventa días de la invasión, pero, a partir del 25 de julio, estaban muy por debajo de ese objetivo. Dadas las condiciones de Cherbourg y la falta de otros puertos importantes en la cabeza de playa, la posesión de los puertos bretones les pareció clave para la acumulación de recursos en curso. Aunque la capacidad de las playas de invasión había superado las expectativas, una gran tormenta había causado estragos en las operaciones buque-tierra a finales de junio, subrayando el riesgo de confiar en exceso de la playa de alimentación durante demasiado tiempo. Dentro del alojamiento relativamente estrecho, el millón de soldados de infantería estadounidenses, incluyendo trece divisiones de infantería y cuatro blindadas con sus equipos y suministros, se encontraban con graves problemas de congestión, y existía una grave escasez de munición de artillería. Sin embargo, la resistencia enemiga no mostró signos de debilitamiento en el campo de batalla.

En realidad, la situación del enemigo se estaba deteriorando, ya que los altos mandos aliados sabían de intercepciones ULTRA de tráfico de radio alemana. Desde el día D, los alemanes habían perdido 250 tanques, 200 cañones de asalto y antitanques, y más de 200.000 hombres en Normandía. Algunos de los hombres y equipo perdidos podrían ser reemplazado rápidamente. Tampoco podían los alemanes que coincida con la acumulación de los aliados en la gasolina, municiones y otros pertrechos, y la Fuerza Aérea alemana, la famosa Luftwaffe, se había vuelto casi invisible. Por último, el malestar se había sacudido el Alto Mando Alemán. El Mariscal de Campo Gerd von Rundstedt, el capaz comandante del teatro, ya había renunciado, y el carismático mariscal de campo Erwin Rommel, jefe del Grupo de Ejércitos B, había sido gravemente herido cuando su coche fue ametrallado por un avión aliado. Habiendo sobrevivido por muy poco a un intento de golpe de Estado el 20 de julio, Adolf Hitler ordenó al sucesor de Rundstedt, el mariscal de campo Günther von Kluge, de mantenerse firme, y Kluge había hecho todo lo posible para reforzar sus líneas, especialmente en la zona de Caen. Hitler quería seguir para aprovechar el favorable terreno defensivo en Normandía y evitar un retroceso desalentador en un área con pocas posiciones defendibles. Sin embargo, como Kluge sabía muy bien, que sus tropas se enfrentaban a una situación grave en el caso de un gran avance, porque no podían coincidir con la movilidad de los aliados. Él y su jefe subordinado General Heinrich Eberbach, cuyo Grupo Panzer Oeste enfrentaba a los británicos, y el general Paul Hausser, cuya séptimo Ejército enfrentaba a los estadounidenses-sólo podían esperar que los aliados finalmente comienzan a debilitarse frente a la terca defensa alemana.




Operaciones
En el camión de mando y una tienda de campaña junto al Cuartel General del Primer Ejército, los generales Bradley y Collins delinearon límites, fijaron objetivos, asignaron tropas, y prepararon un plan para romper las defensas alemanas. Los aliados ya habían considerado desembarco aéreos o anfibios en Bretaña, pero habían rechazado la idea por ser demasiadas arriesgadas y una distracción de los esfuerzos principales. En cambio, Bradley dirigió a la operación Cobra, un gran impulso al sur por la VII Cuerpo de Collins en el centro americano inmediatamente después de un pesado bombardeo aéreo para destruir las defensas alemanas. Utilizando la carretera de Periers-St. Lo como punto de partida, las divisiones de infantería 83ra y novena en el oeste, la 4ta división de infantería en el centro, y la 30a División de Infantería, en el este sellarían los flancos de penetración. Después de eso, la primera división de infantería motorizada, con un comando de combate adjunto de la 3ra División Blindada, entonces conducirían cuatro millas al sur a través de la penetración de Marigny y luego girar hacia el oeste a diez millas al Coutances, cortando la mayoría de los alemanes del LXXXIV Cuerpo. El 3ro Blindado guardaría el flanco sur de esta unidad, mientras que la 2da División Acorazada, después de explotar a través de la brecha, se establecería más posiciones de bloqueo hacia el sureste. Más al este, el XIX Cuerpo, bajo el mando de Corlett, y el V Cuerpo, bajo el mando de Gerow, pondría en marcha pequeñas ofensivas para atar las fuerzas alemanas en su área y evitar que interfieran con el objetivo principal.



El Primer Ejército se basaba en gran medida de un ataque preliminar de los bombarderos pesados ​​y medianos de la Octava y Novena Fuerza Aéreas para destruir las defensas, interrumpir las comunicaciones y las reservas y reducir la voluntad del enemigo para combatir. A pesar de los "pesos pesados" por lo general no cumplían un papel táctico, Bradley quería la fuerza abrumadora que podrían ofrecer, y el 19 de julio viajó a Gran Bretaña para trabajar en los detalles con los jefes del aire. Para proporcionar un margen de seguridad, los generales reunidos coincidieron en que las tropas de tierra, justo antes de los ataques aéreos, se retirarían unos 1.200 metros de sus posiciones a lo largo de la carretera Periers-St. Lo, lo que representa una línea divisoria entre amigos y enemigos. No estaban de acuerdo, sin embargo, de la ruta de ataque que el avión iban a utilizar. Los jefes del aire quería un acercamiento perpendicular, menos expuestos al fuego antiaéreo y más capaz de golpear simultáneamente todos los objetivos en el área objetivo. Bradley, sin embargo, partidario de un enfoque paralelo para minimizar el peligro de que las bombas golpearan accidentalmente a sus tropas. Ambas partes aparentemente pensaron que el otro había aceptado sus puntos de vista, un malentendido que podría tener consecuencias nefastas.

Mientras que los generales conferenciaban, a sus subordinados estaban haciendo sus propios preparativos para el próximo ataque. Después de más de un mes en los setos, las tropas estadounidenses se habían vuelto más agresivas, más inteligentes en combate, y hábiles en el uso de armas combinadas. Un sargento de caballería, usando acero de obstáculos de la playa alemanes, soldó dientes en la nariz de un tanque, lo que permitió al tanque "rinoceronte" arar directamente a través de un seto en lugar de subir el terraplén y por lo tanto exponer su punto vulnerable a las armas anti-tanque alemanes. Un impresionado Bradley dirigió la instalación del dispositivo en los tanques como sea posible antes de COBRA. Los soldados y pilotos estadounidenses también estaban trabajando para mejorar la coordinación y comunicación entre la infantería, tanques y aviones. El general de división Elwood R. Quesada, el afable jefe del IX Comando Aéreo Táctico, que prestó apoyo aéreo cercano al Primer Ejército, había tomado un interés personal en el apoyo aéreo de las tropas de tierra. Alentó a la estrecha cooperación entre su personal y de Bradley, experimentó con un mayor cargas de bombas por sus cazabombarderos y posición algunos aeródromos más cerca a hasta 400 metros detrás de las líneas del frente. A sugerencia de Quesada, Primer Ejército tuvo su instalación de radios de alta frecuencia de las Fuerzas Aéreas en las unidades blindadas en los tanques seleccionados, lo que permitió el contacto directo entre los equipos de tanques y aviones que lo sobrevolaban.



A pesar del progreso general, la cooperación aire-tierra en el inicio de la Operación Cobra demostró trágicamente insuficiente. Tras una espera de una semana de duración que el tiempo claro, seis grupos de caza-bombarderos y tres divisiones de bombardeo pesados ​​despegaron de bases en Gran Bretaña en la mañana del 24 de julio. Densas nubes sobre la zona objetivo hicieron que el comandante de la aviación aliada, Mariscal del Aire Sir Trafford Leigh-Mallory, cancelara el ataque, pero la palabra no llegó a los pesados B-17 y B-24s. Al acercarse a la perpendicular a la parte delantera, más de 300 aviones soltaron cerca de 700 toneladas de bombas. Algunas de las bombas cayeron en la 30a División de Infantería dado que un mecanismo de liberación defectuosa causó que un bombardero abandonara su carga antes de tiempo. El resultado de 150 víctimas sorprendió y enfureció a Bradley y sus generales, pero, no queriendo dar a los alemanes alertaron a todo momento para responder, aprobaron un ataque para el día siguiente con sólo unos pocos cambios en los procedimientos. Una vez más, el desastre. Los 1.500 bombarderos pesados, 380 bombarderos medianos, y 550 cazabombarderos apenas podía ver la carretera de Periers-St. Lo debido al polvo, y bombarderos volvieron a experimentar dificultad en la detección de objetivos y juzgar los puntos de lanzamiento. Los " bombardeos cortos" mataron a 111 soldados estadounidenses, incluido el jefe de visitas de la Fuerza Terrestre del Ejército, teniente general Lesley J. McNair, quien había hecho tanto para organizar y entrenar al Ejército antes de su despliegue en el extranjero.



Aturdido por los bombardeos en corto, las tropas estadounidenses avanzaron inicialmente poco. La unidad más occidental en el ataque, la 330a de Infantería y la 83ra División de Infantería, se encontraron con la feroz oposición de paracaidistas alemanes atrincherados en los setos. En el centro, a pesar de los bombardeos de saturación, grupos dispersos de soldados enemigos lucharon firmemente contra la 9na división de infantería, y el regimiento líder de la 4ta División de Infantería encontró su avance retrasado por los defensores de los alemanes en un huerto. Al este, la 30a División de Infantería se recuperó lo suficiente de los bombardeos cortos para avanzar una milla de la ciudad de Hebecrevon. Sin embargo, el progreso general hacia el final del primer día fue decepcionante, con los comandantes de tierra que muchos creyendo que los ataques aéreos habían hecho tanto daño a sus propios soldados como al enemigo. En el cuartel general del VII Cuerpo, Collins se enfrentó a una decisión de si debía o no comprometer a su fuerza de la explotación. Si existía una penetración, no le gustaría para dar tiempo a los alemanes a recuperarse. Si la línea alemana se mantenía intacta, sin embargo, el compromiso de su blindados y de infantería motorizada, sería prematuro, crear congestión y confusión, y dejar a los estadounidenses para abrir un contragolpe. Tomando nota de la ausencia de coordinación en la defensa alemana, decidió apostar. En la tarde del 25 de julio, Collins dirigió a sus reservas mecanizadas para atacar a la mañana siguiente.

Había tomado la decisión correcta. A medida que la infantería y blindados estadounidenses avanzaban en la mañana del 26 de julio, la extensión del daño a los alemanes se hizo evidente. Los ataques aéreos habían desmoralizado a fondo varias unidades y así interrumpido las comunicaciones con lo que el alto mando alemán carecía de una idea clara de la situación. En el centro de la penetración, la Panzer Lehr Division había dejado de existir como fuerza de combate. Mientras que la 330o de Infantería siguió encontrando una fuerte resistencia, las Divisiones de Infantería 9, 4 º, y 30 reportaron ganancias impresionantes a través de la mañana del 26, y los blindados americanos se habían movido por el hueco y se dirigían al sur. En Marigny, la 1ª División de Infantería encontraba una dura lucha con la 353ra División de Infantería. En la tarde del 27 de julio, sin embargo, la 1ª División se había despejado la ciudad y, junto con el Comando de Combate B de la 3ra División Blindada, impulsaron cinco millas al oeste hacia Coutances, en un esfuerzo para atrapar a los alemanes del LXXXIV Cuerpo a lo largo de la costa oeste del Cotentin. El resto de la 3ra de Blindados logró empujar al sur y al oeste a través de cráteres de bombas, vehículos destrozados, y el tráfico para cubrir el flanco de la unidad de la 1ª División, mientras que, en el flanco oriental VII Cuerpo, la 2da División Blindada avanzaron a través de la débil oposición para llegar a sus objetivos COBRA por la mañana del 28 de julio. A pesar de los esfuerzos del VIII Cuerpo de precisar los alemanes en el oeste de Cotentin, la mayoría de LXXXIV Cuerpo escapó de la trampa de encerrona, pero dejaron un gran depósito de equipos.



 A pesar de la fuga del LXXXIV Cuerpo, la magnitud del primer avance del Ejército ha creado oportunidades no previstas en el plan original de COBRA, oportunidades que Bradley se movió rápidamente para explotar. En la noche del 27 de julio, se dirigió el ataque al sur en la dirección de Avranches, la puerta de entrada a Bretaña. Él ordenó a sus jefes de cuerpo de mantener la presión constante, permitiendo que el enemigo no tenga tiempo para reagrupar sus fuerzas. Dado el rápido ritmo de las operaciones, Bradley expresaba sus órdenes en términos bastante generales, especificando únicamente que el XIX Cuerpo de Corlett tomara Vire, una antigua ciudad, fortificada y centro de transporte críticos poco más de veinte kilómetros al sureste de St. Lo.

Fin de la primera parte

American Military History



domingo, 18 de septiembre de 2016

Revolución Libertadora: 61° Aniversario



A 61´ años de la Revolución contra Perón. 
Por Nicolás Márquez - Prensa Republicana



¿Un gigante de cartón?

Una semana antes de que se consumara la Revolución Libertadora en el histórico septiembre de 1955´, el General Eduardo Lonardi, oficial retirado, sin mando de tropa, sin un programa previamente acordado con sus camaradas de armas (ni siquiera conocía en persona al Almirante Rojas) y sin coordinación alguna con los partidos políticos opositores osó viajar sin custodia en un micro de línea (acompañado de su mujer y su hijo) desde Buenos Aires a Córdoba con su uniforme militar doblado en un bolso de mano y una semana después, regresó a Buenos Aires como Presidente de la Nación. Indudablemente, lo suyo fue una hazaña digna de quedar en los anales de la historia: en ese lapso Lonardi tomó personalmente la Escuela de Artillería de Córdoba, tras ocho horas de desigual combate logró la rendición de la Escuela de Infantería, luego se plantó quijotescamente frente al Ejército leal (que lo quintuplicaba en efectivos) hasta hacerlo hocicar, paralizó al hegemónico Congreso de la Nación, neutralizó al movimiento sindical que días atrás había recibido la orden de del dictador Perón de matar “5 por 1” y se mantuvo imperturbable ante el bombardeo informativo de los medios de comunicación, todos en manos del régimen.

O lo de Lonardi fue una verdadera epopeya o el desmoronamiento de Perón y de todas sus estructuras dependientes fueron al margen del arrojo de Lonardi. Dicho de otro modo: ¿fue Lonardi un súper-héroe o fue Perón un gigante de cartón? Los súper-héroes no existen y en todo caso Lonardi obró inequívocamente como un héroe pero a su vez, Perón demostró que lo que verdaderamente tenía de gigante era su verba: “¡Compañeros!: los jefes de esta asonada, hombres deshonestos y sin honor, han hecho como hacen todos los cobardes: en el momento abandonaron sus fuerzas y las dejaron libradas a su propia suerte. Ninguno de ellos fue capaz de pelear y hacerse matar en su puesto. Compañeros: nosotros, los soldados, sabemos que nuestro oficio es uno solo: morir por nuestro honor; y un militar que no sabe morir por su honor no es digno de ser militar, ¡ni de ser ciudadano argentino!” arengó el bocón el 29 de septiembre de 1951 tras la frustrada rebelión de Menéndez. Pero cuatro años después él mismo escapaba sin morir, sin pelear, abandonando a los suyos y sin el menor gesto de honor. “Si el pueblo no me necesita, como argentino me sentiré más seguro en la cárcel que en ninguna Embajada extranjera. Digo esto no para no atribuirme méritos, sino para hacer resaltar la diferencia que hay entre nosotros y estos opositores a la violeta, que cuando se resfrían se van a una Embajada como exiliados” disparó en 1952. Pero en 1955 buscó desesperadamente escondite en la primera Embajada que le diera cabida: la del Paraguay comandada por su amigo el dictador Strossner.

Sin embargo, lo más curioso de todo este desenlace no son las mentiras y contradicciones en las que con insistencia y habitualidad recurría Perón, sino el hecho de que en septiembre de 1955 él le sobraba estructura política y militar (la proporción entre leales y rebeldes era de 7 a 1) como para haber podido aplastar a la revolución si acaso hubiese tenido verdaderos dones de mando militar y hubiese contado con las suficientes agallas como para asumir la responsabilidad de liquidar a los rebeldes en Córdoba. Vale decir: sin quitarle el menor mérito a los jefes revolucionarios y a sus heroicos hombres (cono el ContraAlirante Isaak Rojas o el General Pedro Eugenio Aramburu), si la misma prepotencia discursiva con la que Perón se pavoneaba desde los balcones la hubiese portado y aplicado como militar y jefe de Estado, muy probablemente el dictador no hubiese terminado escapando tan deshonrosa y miserablemente.

“Mejor que decir es hacer” decía siempre Perón, aunque paradojalmente si analizamos sus dichos y sus hechos notamos que durante los momentos cruciales o decisivos de su trajinada vida política y militar su gallardía acabara siendo oral y en su actuar concreto no hiciera más que desdecirse y/o autodestruirse, obrando como un verdadero gigante con pies de barro o una suerte de Goliat[1] de las pampas.


Es too much! 

Perón no sólo obró sin honor ni dignidad durante la Revolución Libertadora sino que tampoco contó con dichos atributos con posterioridad, es decir,  a la hora de reflexionar sobre lo sucedido. En efecto, tras fugarse intentó ensayar de inmediato explicaciones acerca del porqué de su caída, y una de sus primeras ficciones, sostenida el 5 de octubre de 1955 (semana posterior a la Revolución) se la concedió a la agencia norteamericana United Press en donde manifestó que su destitución obedeció a la conspiración desatada por determinados nacionalistas locales que se opusieron a su política “entreguista” para con la petrolera norteamericana Standard Oil: “Las causas son solamente políticas. El móvil, la reacción oligarco-clerical para entronizar el conservadorismo caduco; el medio, la fuerza medida por la ambición y el dinero. El contrato petrolífero, un pretexto de los que trabajaban de ultranacionalistas sui generis”[2]. Es decir, el fugitivo alegaba haber caído por culpa de los chauvinistas que no entendieron su acuerdo bilateral con el capitalismo estadounidense. Argumento raro el de Perón, teniendo en cuenta que posteriormente él mismo inventó que la causa de su caída fue paradojalmente consecuencia de una conspiración del capitalismo estadounidense: “A nosotros no nos volteó el pueblo argentino: nos voltearon los yanquis; y quién sabe si hubiéramos tomado otras medidas: tal vez hubiese venido una invasión como la de Santo Domingo (…) Todo fue orquestado por los Estados Unidos”[3]. Incluso, uno de sus delirios explicativos más intensos sobre esta última “tesis” la brindó Perón en el mes de noviembre de 1955 en Panamá, cuando se justificó ante la prensa diciendo que se fue de la Argentina para evitar una invasión norteamericana y de la “sinarquía internacional”: “P- General, si las fuerzas leales eran superiores a los insurgentes y además el pueblo estaba con Ud. y la CGT pidió armas para defender al gobierno ¿por qué no resistió? – JDP: ¿qué resolvíamos con eso? La sinarquía internacional se nos iba a echar encima más ruidosamente, quizás nos iban a mandar marines (marinos norteamericanos), pudieron haber muerto un millón de argentinos. ¿Qué favor le haríamos al país?”[4]. ¿En qué quedamos?. ¿Lo voltearon los nacionalistas por “cipayo” o lo voltearon los norteamericanos por “anti-imperialista”? Las recurrentes ficciones de Perón no pasan la prueba de la risa, no sólo por sus insalvables contradicciones sino porque en esta última fantasía suya (la de pretender evitar una “invasión norteamericana”), es el propio dictador el que semanas antes de huir le acababa de entregar la explotación del petróleo en bandeja a los Estados Unidos, y luego alegaba haber desistido la lucha para evitar una inminente invasión estadounidense, la cual acudiría en apoyo de la Revolución Libertadora que fue justamente la que días después anuló los contratos petroleros con la Standard Oil norteamericana que solícitamente había firmado Perón!

Sin embargo, meses después, Perón intentó reformular sus risueñas e inconsistentes excusas y para tal fin elaboró un libro auto-justificativo titulado “La fuerza es el derecho de las bestias”, en el cual sostuvo entre otras cosas que él renunció a la presidencia para salvar la refinería de petróleo que amenazaba bombardear la Marina, puesto que para él esa fábrica le despertaba una especial ternura: “yo la consideraba como un hijo mío. Yo había puesto el primer ladrillo” anotó sentimentalmente, siendo que además el bombardeo implicaría “la destrucción de 10 años de trabajo y la pérdida de 400 millones de dólares”[5]. ¿O sea que el jefe militar de una revolución “anti-oligárquica” abandona a sus “descamisados” a merced de los “explotadores” para salvar la integridad de una simple refinería que al cederla iba a ser luego usufructuada no por “su pueblo” sino por los “explotadores oligarcas”? Es decir, por un posterior gobierno “gorila” que por supuesto obraría al servicio del “imperialismo y las clases dominantes”.



Pero como estas estulticias justificativas no encajaban en ningún razonamiento que pretenda tomarse por serio, en ese mismo libro Perón tomó la precaución de completar su frágil explicación con un argumento un poco más elegante al sostener que en verdad se fue para “no derramar sangre” puesto que además él mismo se negó a armar a los obreros para defender su gobierno: “Influenciaba también mi espíritu la idea de una posible guerra civil de amplia destrucción, y recordaba el panorama de una pobre España devastada que presencié en 1939. Muchos me aconsejaban abrir los arsenales y entregar las armas y municiones a los obreros, que estaban ansiosos de empuñarlas, pero hubiera representado una masacre, y probablemente la destrucción de medio Buenos Aires”[6]. ¿O sea que el “macho”, el Primer Trabajador, el “Gran Conductor”, el General de la Nación y el Libertador de la Nueva Argentina tras haberle ordenado a su pueblo “dar la vida en su puesto de combate” y exhortarles “que caigan cinco de ellos por cada uno nuestro” ahora cedía ante la “oligarquía” bajo el argumento postrero de que no querer “derramar sangre” tras negarse otorgarles armar a los obreros que según él estaban “ansiosos de empuñarlas”? Resulta muy curioso este último silogismo pacifista de Perón, puesto que en carta escrita y remitida en 1956 a John William Cooke, el propio Perón escribió exactamente todo lo contrario y encima culpó a sus colaboradores militares de no haberse animado a armar a los obreros: “Tanto Lucero como Sosa Molina se opusieron terminantemente a que se le entregaran armas a los obreros, sus generales y sus jefes defeccionaron miserablemente, sino en la misma medida que la marina y la aviación, por lo menos en forma de darme la sensación que ellos preferían que vencieran los revolucionarios (sus camaradas) antes que el pueblo impusiera el orden que ellos eran incapaces de guardar e impotentes de establecer”[7]. Luego, en su citado libro, Perón argumenta lo mismo que anotó en la carta a Cooke, pero en esta ocasión no culpó a sus militares sino a sus Ministros: “En los primeros días de septiembre (…) Como un reaseguro, propuse a los Ministros movilizar parte del pueblo, de acuerdo con la ley, para la defensa de las instituciones; pero no encontré acogida favorable por consideraciones secundarias, referidas al efecto que una medida semejante podría ocasionar en los Comandos que, siendo leales, se sentirían objeto de una desconfianza injusta”[8] y en reportaje concedido el 12 de junio de 1956 se despacha contra ministros y militares por igual agregando: “Yo no acuso de traidores a mis Ministros, que fueron fieles, pero sí los acuso de haberme impedido usar al pueblo para la defensa, con el tonto concepto de que lo harían las fuerzas militares, que en la prueba demostraron que no valían nada o que no querían defender al pueblo. Ésa es la verdad, dura pero la verdad. Yo debía haberlos destituido, pero desgraciadamente ya era tarde”[9].

Es decir, siempre echándole la culpa a los demás y sin la menor autocrítica, Perón primero anotó que no quiso “derramar sangre” ni “armar a los obreros” y en declaraciones separadas culpó a sus generales y Ministros de no haber tenido éstos la voluntad de aplastar la rebelión ni de haberse animados a armar a los obreros. Pero hay más chivos expiatorios usados por Perón para justificar su derrumbe. En el colmo de la ingratitud, el “Primer Trabajador” en sus memorias grabadas, culpó a su “pueblo trabajador” no sólo de cobardía sino de haber facilitado su derrocamiento: “nuestro pueblo, que había recibido enormes ventajas y reivindicaciones contra la explotación de que había sido víctima desde hacía un siglo, debía haber tenido un mayor entusiasmo por defender lo que se le había dado. Pero no lo defendió porque todos eran ´pancistas´…! Pensaban con la panza y no con la cabeza y el corazón!…Esta ingratitud me llevó a pensar que darles conquistas y reivindicaciones a un pueblo que no es capaz de defenderlas, es perder el tiempo…Si no hubieran existido todas esas cosas que le dan asco a uno, yo hubiera defendido el asunto y…salgo con un regimiento, decido la situación y termina el problema…También me desilusionaron los gremios. La huelga general estaba preparada y no salieron…Entonces llegué a la conclusión de que el pueblo argentino merecía un castigo terrible por lo que había hecho”[10].

En otra ocasión, en una de las fantasías más ocurrentes que Perón haya esbozado para explicar su derrocamiento, se animó a sostener que él defeccionó porque sus propios militares de confianza pretendían matarlo: “Si yo no me hubiera dado cuenta de la traición  y hubiera permanecido en Buenos Aires, ellos mismos me habrían asesinado, aunque solo fuera para hacer méritos con los vencedores (…) de muchos ya tengo opinión formada como traidores, como cobardes y como felones”[11]. Pero curiosamente años después (en 1970) expuso todo lo contrario: “A mí las Fuerzas Armadas no me defeccionaron: sólo un pequeño sector de ellas. Si yo hubiese resuelto resistir no tenía problemas”[12].

No contento con todo este cúmulo de insensateces, más adelante en el tiempo Perón le expuso a su biógrafo Pavón Pereyra que él se fue por culpa de una conspiración pergeñada por el Primer Ministro de Inglaterra Winston Churchill en un contubernio conformado por el judaísmo, la masonería y el Papa: “Aquí es lícito hablar de factores supranacionales. Ya se sabe que el vaticanismo, la masonería y el sionismo aparecen simultáneamente unidos cada vez que se les disputan en las áreas nacionales el predominio del poder del espíritu, del poder político o del poder del dinero” agregando que “Nuestro error básico quizás haya consistido en no considerar a la lucha entablada contra el peronismo como un fragmento de la lucha secular con Inglaterra” resumiendo la componenda como una “vulgar estratagema churchilliana”[13]

De todas sus bromas explicativas, dejamos para el final la que consideramos más ficcionaria y es la que le brindó a Esteban Peicovich en reportaje concedido en Madrid en 1965, en donde la misma persona que se cansó de perseguir, torturar y encarcelar comunistas sostuvo que en 1955 cayó por falta de apoyo del comunismo internacional: “Si en 1954 Rusia hubiere estado tan fuerte como después, yo hubiera sido el primer Fidel Castro de América Latina”[14].

¿Sintetizamos tamaño abarrotamiento de incongruentes mentiras para no marearnos tanto? Tras excusarse de haber huido por culpa de los nacionalistas que lo voltearon como consecuencia de su acuerdo petrolero con el capitalismo estadounidense, Perón acusó luego a los Estados Unidos de haberlo derrocado (inminente invasión que iría en apoyo de los revolucionarios que derogaron el contrato petrolero que precisamente beneficiaba a los norteamericanos). Posteriormente sostuvo que escapó en salvaguarda de su coqueta refinería, la cual al abandonarla dejaba en pleno usufructo a la “oligarquía”. Seguidamente explicó su fuga inventando su pacífica pretensión de evitar derramar sangre al no querer armar a los obreros, pero luego culpó a sus generales de no haberlos armado, responsabilizó del mismo pecado a sus ministros y por último calificó de cobardía y pancismo a los mismísimos obreros por no haberse estos animados a empuñar armas en su defensa.

Pero todos estos divagues no le impidieron sostener a Perón en otra ocasión que a él lo volteó una conjura encabezada por el Primer Ministro inglés al encabezar una sórdida conspiración antiperonista conformada por el Vaticano, la masonería y el judaísmo. Y en el medio de todo este grotesco galimatías también supo perorar conque en verdad ocurrió que sus militares de confianza pretendían matarlo, aunque posteriormente sostuvo que no, que los militares locales jamás lo traicionaron y finalmente, quien fuera un confesado militar mussolinista y perseguidor de comunistas nos ilustró sosteniendo que en puridad él cayó por no contar con el anhelado apoyo soviético, lamentable ausencia que le impidió convertirse en el primer presidente comunista del hemisferio. ¡Es “too much”!. ¿Tanta pirueta verbal para intentar explicar sin éxito que el verdadero motivo de su fuga fue su cobardía?

sábado, 17 de septiembre de 2016

Guerra Antisubversiva: Sentencia cuida a Perón como terrorista de Estado

La Perla y Julio Yessi: pequeña corrección a sentencias justas
Acaba de finalizar la megacausa de La Perla, Córdoba, con la condena de la mayoría de los represores. Las sentencias evitan denostar al principal líder del movimiento justicialista.
Sergio Bufano - Perfil


La Perla y Julio Yessi: pequeña corrección a sentencias justas La Perla y Julio Yessi: pequeña corrección a sentencias justas 
Foto:Cedoc

Acaba de finalizar la megacausa de La Perla, Córdoba, con la condena de la mayoría de los represores. Finalmente, luego de las declaraciones de cientos de testigos, la justicia cordobesa cierra un capítulo nefasto de nuestra historia.

El tribunal, presidido por el juez federal Jaime Díaz Gavier, agrega con justeza que el terrorismo de Estado “imperaba en nuestro país aún con anterioridad al golpe del 24 de marzo de 1976”, aunque sitúa el inicio de este terrorismo en 1975. Coincide así con la jueza María Romilda Servini de Cubría, quien en marzo de este año, al condenar a Julio Yessi a cuatro años de prisión, sostuvo que la Triple A “fue proyectada, materializada, financiada y conducida por agentes públicos, más precisamente por un ministro de la Nación”, refiriéndose a José López Rega.

Es necesario introducir una pequeña corrección en ambas sentencias. Porque contienen el mismo error: en un caso se modifica la fecha del inicio del terrorismo de Estado, y en el otro, se evita nombrar a quien designó a Yessi y ascendió a los cinco jefes de la Triple A, el entonces Presidente de la Nación General Juan Domingo Perón.

El 29 de enero de 1974, el Presidente nombró como subjefe de la Policía Federal y Superintendente de la fuerza a Alberto Villar y Luis Margaride, respectivamente. El primero había sido formado por la temible Organisation de l´Armée Secrète (OAS) en París. Ambos tuvieron activa participación en la Triple A. Poco después, el 18 de febrero, el Presidente designó a Juan Ramón Morales como comisario inspector y a Rodolfo Eduardo Almirón como inspector (decreto 562/74). Todos ellos fueron la cabeza de los escuadrones de la muerte que asolaron al país.

En el mes de mayo el plan de nombramientos continuó con el decreto 1412, firmado por el General, que nombró a Julio Yessi como presidente del Instituto Nacional de Acción Cooperativa (Boletín Oficial, 13 de mayo 1974). Con despacho, naturalmente, en el ministerio de Bienestar Social, desde donde alían los grupos armados a matar opositores. Luego, mediante el decreto 1350, ascendió a comisario general de la Policía Federal, el cargo más alto de esa institución, a su hombre de confianza, José López Rega. En los fundamentos del decreto señaló “que de los antecedentes que se acompañan resta que el hoy ministro de Bienestar Social, don José López Rega, tuvo un brillante desempeño en la Policía Federal hasta la fecha de su retiro, dispuesto el 3 de abril de 1962”.

¿Cuál es el motivo por el que dos jueces federales evitan referirse a quien nombró a los cinco jefes de una organización terrorista previa a 1976? El mismo que recorre buena parte de la historiografía cuando se trata de Juan Domingo Perón: el temor a denostar al principal líder del movimiento justicialista.

Las pruebas son tan contundentes y abrumadoras que llama la atención la obstinada decisión de salvar su imagen. Es entendible que los partidarios de justicialismo lo hagan; su adhesión incondicional trasciende los delitos que haya cometido. Pero ¿por qué la Justicia? Debe reconocerse que hubo militantes peronistas de aquella época que llegaron a denunciar la tragedia: Juan Carlos Añón, dirigente de la Regional I de la JP, afirmó en abril de 1974: “nosotros creíamos que la violencia se terminaba el 25 de mayo y eso lamentablemente no fue cierto. Juventud Peronista tuvo más muertos del 25 de mayo (1973) hasta hoy que en los últimos ocho años de la dictadura militar”.

También Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde lo reconocieron en febrero de 1974, al titular en su revista Militancia que el gobierno de Perón era cada día más gorila: “En la Argentina hay bandas de ultraderecha, por supuesto. Pero no tienen vida propia si el Estado y su aparato represivo no las apoyan. Cuando dejan de ser puramente declarativas y entran a funcionar como  “escuadrones de la muerte” es porque han sido oficializadas”.

Acerca de que las Tres A comenzaron a actuar luego de la muerte del líder, conviene recordar que el primer atentado con su firma se produjo el 21 de noviembre de 1973 contra el senador Hipólito Solari Yrigoyen, defensor de presos políticos. Entre julio y diciembre de 1973 se cometieron más de 20 asesinatos y 17 secuestros seguidos de torturas; entre enero de 1974 hasta la muerte del Presidente, hubo 38 crímenes cometidos por la Triple A y 24 secuestros de personas que salvaron su vida pero fueron cruelmente torturadas. A ello hay que sumar cientos de atentados contra diarios, imprentas, locales de partidos políticos opositores al gobierno y también de la Tendencia. Que la Justicia disimule los hechos históricos no es un buen ejemplo. Ni para los jóvenes que están estudiando leyes, ni para la sociedad que necesita conocer su propio pasado.

(*) Coautor de Perón y la Triple A, las 20 advertencias a Montoneros.

viernes, 16 de septiembre de 2016

URSS: ¿Por qué tuvo más mujeres que hombres?

¿Por qué la antigua URSS tiene muchos menos hombres que mujeres?
Por GEORGE GAO - Pew Research



Las relaciones globales de género en 2015
Donde las mujeres superan a los hombres en 2015In nuestro mapa de arriba, los países representados en las azules más oscuros tienen muchos menos hombres que mujeres - y la antigua Unión Soviética se destaca del resto del mundo.

Esta región ha sido predominantemente femenina, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos hombres soviéticos murieron en la batalla o abandonaron el país para luchar. En 1950, había sólo 76,6 hombres por cada 100 mujeres en el territorio que ahora es Rusia. Ese número aumentó de manera constante en las décadas siguientes, subiendo a 88,4 en 1995, antes de disminuir de nuevo.

La razón de género en Rusia es actualmente 86,8 hombres por cada 100 mujeres, y las relaciones en Letonia (84,8), Ucrania (86,3), Armenia (86,5), Bielorrusia (86,8) y otras ex naciones soviéticas son igualmente baja.

(Por el contrario, la relación en los EE.UU. es de 98,3 hombres por cada 100 mujeres, y la proporción global es 101,8 hombres por cada 100 mujeres, de acuerdo con 2015 datos de las Naciones Unidas. Los Estados Unidos han sido más mujeres que hombres por lo menos desde 1950, mientras que el mundial la población masculina se convirtió en primera mayoría alrededor de 1960.)

¿Cuáles son los factores que marcan la antigua Unión Soviética, aparte?

La población de Rusia y la ex Unión Soviética en su conjunto es mayor que la del mundo. La mayoría de estas naciones, incluyendo las tasas más pobladas, también tienen baja fertilidad en comparación con el promedio mundial. Esto sesga proporción de género de la población porque las personas mayores tienen más probabilidades de ser mujeres, mientras más personas más jóvenes son de sexo masculino.

Ajustar por edad: Otra manera de mirar a relaciones globales de género
Donde las mujeres sobreviven a los hombres los hombres LongestYounger en la antigua Unión Soviética también tienen una inusualmente alta tasa de mortalidad, que se ha ampliado el desequilibrio de género de la población. Una forma de ver esto es mirar en la esperanza de vida de hombres y mujeres y las diferencias entre esos números.

Se espera que las mujeres rusas nacidos 2010-2015 vivir a 75,6 años, mientras que se espera que los hombres rusos a vivir a 64,2 años, una diferencia de 11,4 años. Otros países de la ex URSS, como Bielorrusia, Ucrania y Letonia, tienen igualmente elevadas brechas, con muchos hombres en esta área de perder la vida a los incidentes relacionados con el alcohol, los suicidios y enfermedades, entre otras causas (como se ha señalado por el demógrafo Murray Feshbach). La única nación con una brecha de esperanza de vida más alta entre los géneros es Siria desgarrado por la guerra.

El alcoholismo ha sido durante mucho tiempo un problema en la antigua URSS, especialmente para los hombres jóvenes. Un estudio de 2014 en la revista médica The Lancet encontró evidencia de que el uso excesivo de vodka es una principal causa de muerte en Rusia, responsables de una cantidad desproporcionada de muertes entre los hombres rusos. Y una encuesta de 2013 del Pew Research Center encontró una brecha de género cruda sobre las actitudes hacia la bebida en la sociedad rusa: el 52% de las mujeres cree que el consumo de alcohol es moralmente inaceptable, en comparación con sólo el 36% de los hombres que dicen lo mismo.