¡"La noche que un pibe de 16 y su padre, enfrentaron a la "revolución"!
@PedroMihovilce1
Era 1975, transcurría el gobierno democrático del peronismo, con Isabel y los compañeros al mando, marcaba el pulso de un país en ebullición. Yo tenía 16 años, trabajaba en el campo con mi viejo y era un estudiante más en una secundaria atravesada por vientos turbulentos. Algunos profesores, vociferaban discursos encendidos, militando en Montoneros, ERP, JP y otras siglas de la época, sembrando ideas entre los pupitres, para conseguir soldados para la revolución.
Pero una noche, en el campo de mi familia en San Antonio de la Paz, provincia de Catamarca, la teoría se estrelló contra la realidad. La paz se quebró con el rugido de dos jeeps y un camión jaula que irrumpieron con una misión: llevarse nuestras vacas para "alimentar a los soldados de la revolución" y a los humildes de los campos tucumanos. Mis viejos, eran gente de trabajo honrado (lejos de ser Bunge o Born), habían puesto en esa hacienda todo lo que teníamos, era nuestro único capital.
La luna llena reinaba esa noche, como un farol plateado que nos regaló claridad. Nosotros conocíamos el monte como las líneas de nuestras manos, porque lo recorríamos de día y de noche para cuidar la hacienda, era época de sequía y esta fue la ventaja para resistir el asalto.
24 sombras llegaron con su "idealista tarea revolucionaria" (en criollo, a robarnos sin ningún pudor). Comenzaron a exponer sus ideales revolucionarios apuntándonos con fusiles y ametralladoras, pero no cedimos. Y de una discusión acalorada pasamos a que el aire se llene de pólvora y furia.
Entre mi viejo y yo, vaciamos varias cajas de cartuchos 12/70 y varios cargadores de .45. En una hora y media, su revolución se desmoronó: huyeron como ratas entre los arbustos del monte, dejando atrás los vehículos y a dos camaradas que sorprendí y retuve con la escopeta en ristre, listos para un retrato improvisado (que hoy conocemos como selfie). Cuando la estrenduosa visita cedió, los llevé a pie hasta casa, pasos firmes y patadas en el culo, bajo la mirada de la luna a esperar a la policía.
Entramos, y "el sol de noche" de la cocina de la casa, los iluminó de lleno. Entonces vi sus caras: ¡eran dos profesores de mi escuela! La sorpresa me atravesó como un relámpago. La policía llegó, se los llevó, y en Catamarca los pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Fin de la historia, pensé...
Pero no, semanas después, en la feria remate de hacienda de Jesús María, reconocí un lote de novillos con la marca de un vecino al que sí habían doblegado. Interrogué al rematador. "Los trajo el hijo de la jueza tal", confesó, aunque ese día no se vendían: porque carecían de papeles que justificaran su origen (obvio era hacienda robada, cuatrereada).
Así, entre el ’73 y el ’76, desangraron a productores de Santiago del Estero, Catamarca, Córdoba y Tucumán, dejándolos en la ruina. Los "profes" que capturamos esa noche, con las manos en un novillo, entraron por una puerta y salieron por la otra a la semana.
Al mes, los vi otra vez en la escuela, tejiendo sus palabras cargadas de odio a la “oligarquía” (¿les suena?) entre los pibes como si aquí, nada hubiera pasado.
Años después, durante "el Menemato", alzaron la voz y cobraron indemnizaciones como "víctimas de la represión" 250 mil dólares (en realidad y por el caso que les cuento, fue por una semana tras las rejas por cuatreros).
Colorín colorado: la mentira y el afán de robar siempre fueron el mismo hilo conductor enroscado en la política.
Por eso les dejo un consejo a los pibes laburadores y de bien:
"Métanse en política, porque tarde o temprano la política se mete con ustedes".
Basta de ingenuidad; hay que actuar, mientras los populistas millonarios brindan en su fiesta eterna el país se sigue cayendo de a pedazos.
Si a los 16 años, con mi querido viejo Antonio, no arrugamos frente a 24 de ustedes (24 contra 2), imaginate hoy... ¿se acuerdan del tiroteo en el monte? Esa noche, que nos llovieron más de 400 disparos de FAL, para lograr su "objetivo de guerra" (robarse nuestra hacienda) y se les escurrió entre los dedos. Cuando corrieron en retirada, abandonando a dos camaradas que capturé, temblando y descompuestos frente a un pendejo de 16 años. ¿se acuerdan? o ¿les dá vergüenza el recuerdo?...
Hoy, a mis 65, con un pie en el cajón y con nada que perder, ¿en serio creen que me van a asustar con amenazas, soretes? En esa época que eran idiotas útiles, vaya y pase. Pero ahora, hombres grandes, no inspiran miedo: como siempre, dan asco.
Sus miserables vidas orbitan en torno a engrosar sus cuentas bancarias, usando a los pobres como escudo, un arte que nunca abandonaron, propio de cobardes, cínicos y miserables, para terminar finalmente siendo los más ricos del cementerio.
¡Piensen! aunque les hagan un mausoleo como al virolo, los gusanos se van a comer sus restos al igual que con los restos del más pobre.
Volviendo al tema de aquella noche del ’75 con mi viejo, los espero. Solo lamento que “el Antonio” no esté para compartir la fiesta; esta vez, el telón sube solo para mí. Vengan tranquilos, pero traigan los pañales puestos: ¡no hay que perder la dignidad camaradas! menos ustedes, los soldados del Che. Y recuerden como les dijo mi querido viejo Antonio:
"No siempre el hilo se corta por lo más fino".
Aunque me pese el alma hoy, viejo y cansado de ver cómo les llenaron la cabeza con mentiras y toneladas de mierda a varias generaciones, destrozando lo hermoso que fue mi país, la Argentina, se los digo alto y claro: aún en mi ocaso, puedo darles una sorpresa. Quizás así cerremos este capítulo como "hombres de honor", aunque sé que con ustedes es imposible, honor y pelotas es lo que siempre les faltó.
Por desgracia para nosotros y en favor de ustedes habitamos un país de justicia parcial, ustedes carecen de patriotismo y honor. Espero no tener que partir sin saldar esta deuda que tenemos pendiente.
Nos merecemos un segundo acto ¿no les parece? para ver quién tiene las pelotas bien puestas y quiénes siguen siendo unas ratas cobardes, siempre agazapadas en las sombras del poder de turno.
Hago público este mensaje porque no pienso suicidarme como recientemente algún amigo empresario, ni arrastro deudas turbias. Lo digo por si se les cruza la mala idea de mandarme a alguien a matarme por la espalda, como hicieron siempre con propios y ajenos, sepan que: por cada amenaza va a salir una antorcha como esta, para quemarlos vivos frente a la opinión pública.
Que todos vean qué clase de porquerías conviven entre nosotros, metidos en la política y que encima, por ende "viven de nosotros".
Dios quizás los perdone; YO NO, ¡NUNCA! ¡JAMÁS!
Saludos cordiales, ¡CAGONES!
Pedro, el chango de ‘El 17’.
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