jueves, 18 de septiembre de 2014

GCE: El cazador de rojos

El cazador de rojos
Pedro Urraca dirigió en Francia una red de agentes para perseguir a líderes republicanos huidos tras la Guerra Civil. Él fue quien detuvo y trasladó a Lluís Companys a España, donde fue fusilado. Su hoja de servicios será inaccesible para los historiadores hasta el año 2021
LUIS GÓMEZ


La única imagen (de una ficha del Ministerio de Exteriores) que se conoce del agente Urraca, el hombre que detuvo en Francia y trasladó a España al dirigente nacionalista catalán.

No fue un simple policía de la represión franquista. El agente Pedro Urraca Rendueles convirtió en una pesadilla el exilio de destacados dirigentes republicanos huidos a Francia después de la Guerra Civil. Con ayuda de la Gestapo, los hostigó, persiguió y terminó apresando. No se detuvo hasta detener al presidente de la Generalitat, Lluís Companys, y conducirlo a España para que fuera ejecutado tras un sumario consejo de guerra. La pista del agente Urraca se pierde a su regreso a España. Su historial posterior es un misterio que tardará al menos 13 años más en resolverse. Su hoja de servicios será inaccesible hasta el año 2021.

Su identidad tardó en ser conocida por aquellos historiadores que empezaron a investigar en las alcantarillas del franquismo. Nadie le molestó. Nadie llamó a su puerta. Nadie pudo interrogarle por su actuación en Francia tras la Guerra Civil. Un historiador llegó a localizar un teléfono a su nombre en una guía telefónica de Madrid en los años noventa, pero no llegó a marcar ese número. Ni siquiera en el archivo del Ministerio del Interior consta la fecha de su presunto fallecimiento (de seguir vivo tendría 104 años), un dato que no es anecdótico: la ley impide acceder a su historial hasta pasados 25 años de su muerte.

En París se apropió del piso de su vecina, una mujer de origen judío que había escapado de las garras de la Gestapo
El historial policial de Urraca es todavía secreto. ¿Tiene algún sentido que la actuación de este personaje y de los policías a los que dirigió esté vetada al escrutinio de los historiadores? Es un ejemplo más de la memoria imperfecta de España. Este periódico intentó el acceso a su ficha personal, pero en aplicación de la ley, su expediente no será accesible hasta octubre de 2021, dado que el último documento (un reconocimiento de trienios) data de 1971 y han de pasar 50 años o 25 desde su muerte. Se jubiló en 1969. No consta fecha de su fallecimiento. Los datos más elocuentes sobre sus actividades están en los archivos franceses, entre ellos su condena a muerte en 1948 por el Gobierno democrático acusado de colaboración con los nazis y persecución de exiliados españoles. Urraca pudo sortear esa condena. Desde los años cincuenta ha sido un funcionario especialmente escurridizo.

¿De qué fue responsable? Pedro Urraca fue el personaje central de una red de policías que el régimen de Franco distribuyó por Francia tras la guerra para perseguir, y en algunos casos detener, a las principales autoridades de la República Española en el exilio. No fue una actividad secreta, sino una operación de represión en territorio extranjero en colaboración con la Gestapo y el régimen de Vichy. Existe documentación sobre el envío de agentes policiales, en diciembre de 1941, con destino a Marsella, Perpiñán y Toulouse para investigar y perseguir a "los jefes rojos". Paralela a esta operación policial fue la actividad de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles en el Extranjero, dirigida por el coronel Barroso, agregado militar en París. Esta red no se limitó a vigilar y perseguir a republicanos: se incautó de dinero, joyas y documentos en los domicilios donde residían los exiliados.

No hace mucho tiempo que se pudo verificar que fue Pedro Urraca el autor, el 13 de agosto de 1940, de la detención de Lluís Companys, presidente de la Generalitat durante la guerra. Fue también quien primero le interrogó en París y quien finalmente ejecutó su entrega en Irún a las autoridades españolas, que lo fusilaron semanas después (15 de octubre). El caso de Companys fue similar al de Julián Zugazagoitia (ministro de la Gobernación con Negrín, detenido en París, entregado y fusilado en Madrid). Detuvo e interrogó a decenas de personalidades relevantes de la República, como Manuel Portela Valladares (ex presidente del Consejo de Ministros), Josep Tarradellas, Juan Morata (subsecretario de Gobernación) o Mariano Ansó (ministro de Justicia). La lista de perseguidos es muy extensa.

También vigiló de cerca las actividades del presidente Manuel Azaña, a quien no pudo detener por las presiones que ejerció en aquel momento el Gobierno mexicano. Pero Azaña estuvo entre sus objetivos: le vigiló hasta el mismo día de su muerte (de hecho, fue quien informó a Madrid de su fallecimiento y entierro en Montauban, en una nota que se guarda en el Ministerio de Asuntos Exteriores). La red que dirigió este policía despojó de sus bienes y de documentos a muchos refugiados y trató de impedir que algunos de ellos pudieran embarcar a México (entre ellos, la viuda de Azaña).

Su nombre comenzó a salir a la luz en algunas memorias de refugiados españoles en Francia. Se trataba de referencias aisladas, carentes de apoyo documental. Posteriores investigaciones (las más importantes arrancan del año 2000) fueron colocando en su lugar a este personaje y documentando su actividad. Pedro Urraca no ha dejado de ser, aún hoy, un personaje un tanto enigmático, insuficientemente estudiado porque sigue siendo difícil el acceso a ciertos archivos españoles. El historiador Josep Benet lo cita de una forma expresa en su investigación sobre Lluís Companys como el policía que interviene en su detención y su posterior traslado a España, pero es en 2006 cuando el círculo se cierra con la tesis doctoral de Jordi Guixé Corominas (Diplomacia y represión: la persecución hispano-francesa del exilio republicano), que aún no tiene editor. Jordi Guixé, formado en la Universidad de La Sorbona, tuvo la oportunidad de investigar durante varios años en los archivos franceses. Y allí encontró, entre numerosos documentos, el informe elaborado por Pedro Urraca sobre el primer interrogatorio de Lluís Companys en la prisión parisiense de La Santé, cuya dirección correspondía a la Gestapo. Urraca fue no sólo quien le detuvo, sino quien le interrogó en primera instancia, quien le comunicó el funesto destino que le esperaba y quien le acompañó, junto con un oficial alemán, a la frontera con Irún.

¿Cómo era Pedro Urraca? ¿Cuál es el origen de este personaje? ¿Qué otras actividades realizó en Francia durante la guerra y con posterioridad? A falta de la documentación protegida, de Pedro Urraca Rendueles existe al menos una imagen fotográfica. La foto pertenece a una ficha del Ministerio de Exteriores. Es una pose de perfil; el rostro de un hombre de frente ancha, pelo corto cepillado hacia la nuca, mirada al frente y gesto relajado, seguro de sí mismo. En otros documentos consta su fecha de nacimiento (22 de febrero de 1904, en Valladolid). Están sin verificar datos anexos, como su trabajo en un banco antes de formar parte de la policía de la República, función que abandonó en fecha indeterminada para incorporarse al bando de Franco y trasladarse a Francia antes de acabar la guerra.

De sus funciones en Francia consta su cargo como "agregado policial" en la Embajada de España en París. Buena parte de sus actividades están documentadas; pero la pista se pierde, casi irremediablemente, meses antes de que Francia comience a ser liberada por los aliados. Es evidente que regresó a España (entre otras cuestiones, para evitar que se ejecutara su condena a muerte), pero se desconoce en qué otras actividades estuvo involucrado desde entonces. El historiador Jordi Guixé sospecha que trabajó en Bruselas para la Embajada española durante los años sesenta; también pudo documentar las gestiones realizadas, ya en 1974, para que el expediente de Urraca fuera incorporado a los beneficiarios de la ley de amnistía promulgada por el Gobierno francés el 6 de agosto de 1953. Un último documento aparece en los archivos franceses el 5 de noviembre de 1982 referente a la concesión de un permiso para entrar en Francia que no podía exceder de los tres meses de estancia.

"Las actuaciones de Urraca y otros agentes franquistas destinados a Francia han supuesto un escollo difícil de investigar", escribe Jordi Guixé en su tesis doctoral. "La documentación policial y secreta todavía está mal localizada (voluntaria o involuntariamente, dependiendo de los casos) en los archivos españoles. La identidad de represores y torturadores todavía nos es camuflada bajo leyes de protección, a falta de una regulación legal de los archivos españoles y una necesidad de democratizar los archivos de ministerios como Interior y Exteriores".

Un policía francés del régimen de Vichy describió a Pedro Urraca en un informe como "un policía de gran clase, lleno de habilidades e incisivo, que nos ha sido de gran utilidad". Alguna otra referencia personal sobre Urraca (ésta procedente de un exiliado español) le describe como una persona que "maltrataba" el francés. Sea como fuere, el policía en cuestión tampoco desaprovechó el tiempo para enriquecerse. Residía en París y se apropió del piso de su vecina, una mujer de origen judío que había escapado de las garras de la Gestapo. Urraca actuaba para la Gestapo con el alias de Unamuno. También actuó para el régimen de Vichy.

Este episodio consta en el expediente que determinó su condena a muerte en 1948. Otros españoles fueron igualmente condenados. ¿Quiénes? Quizá algunos colaboradores de Urraca: sus nombres están en los archivos policiales franceses.

El personaje ha salido a la luz. Fue un funcionario protegido durante décadas por el Estado español. Es posible que disfrutara de una cómoda jubilación. Nadie le molestó en su vejez. No ha estado obligado a escuchar preguntas incómodas. No parece justo que la España democrática deba esperar hasta 2021 para conocer respuestas sobre hechos sucedidos 80 años antes.


El País

martes, 16 de septiembre de 2014

Como la PGM forjó los caracteres de los líderes de la SGM

De un infierno bélico a otro
La Primera Guerra Mundial forjó las personalidades de muchos líderes de la Segunda. La serie ‘The World Wars’ repasa las experiencias de Hitler, MacArthur Patton o De Gaulle, entre otros

Jacinto Antón - El País


Mussolini como 'Duce' durante la Segunda Guerra Mundial.

Un disparo más alto de un soldado francés el 24 de septiembre de 1914 al oeste de Varennes y no hubiera habido zorro del desierto: el entonces joven y audaz teniente Rommel habría recibido el balazo en la cabeza y no en el muslo. Su luego Némesis en los desiertos norteafricanos, el mariscal Montgomery, tampoco hubiera acudido a la cita del destino en El Alamein de no ser porque un médico en un hospital de campaña se dio cuenta de que el joven oficial al que habían dado por muerto en la batalla de Ypres el 31 de octubre de 1914, atravesado de un disparo, y estaban a punto de echar a la fosa, aún respiraba. Un poquito más de gas en aquel ataque británico nocturno del 13 de octubre de 1918 sobre las posiciones alemanas en el río Lys y, paradójicamente (visto lo del gas), quizá no hubiera existido Auschwitz: en vez de resultar herido, el correo del regimiento List de la 6ª División Bávara de Reserva, Adolf Hitler, hubiera muerto y nunca habría desencadenado –al menos él- la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.

La Primera Guerra Mundial determinó en detalles aparentemente tan nimios en su momento como esos –qué podían importar entonces tres muertos más o menos en aquella masacre- lo que fue la Segunda. Es controvertido el papel decisivo de los individuos concretos en el acontecer de los grandes hechos históricos –posiblemente si no hubiera habido un Hitler la guerra hubiera estallado igual, aunque fuera con matices diferentes-, pero resulta apasionante reseguir, con el determinismo que caracteriza saber lo que pasó, un poco a la manera de "qué fue de" pero al revés, la carrera previa de los grandes personajes de la Segunda Guerra Mundial durante la Primera. Muchos de ellos (De Gaulle, Mussolini, Tojo), pelearon entonces como soldados, y su personalidad se forjó decisivamente para el futuro en aquellos terribles acontecimientos. Sin duda sus decisiones en la guerra de 1939-45 se vieron influidas por lo que vieron en la anterior.

La continuidad biográfica de esos personajes, con idearios y obsesiones acuñados en las experiencias y traumas vividos en la Gran Guerra, contribuye a reforzar esa idea de algunos historiadores de que las dos guerras y su intervalo, de 1914 a 1945, fueron un mismo fenómeno, un sangriento continuum, una nueva Guerra de los Treinta Años incluso. En realidad, como apunta el historiador francés Johann Chapoutot, la idea no es nueva: que la guerra no acabó en 1918 es lo que pensaban los nazis.

Una interesantísima miniserie documental que arranca el lunes día 15, The World Wars, de Canal Historia (se emite en todas las plataformas de televisión de pago), producida con motivo del centenario de la Primera Guerra Mundial, examina las dos guerras mundiales como un todo a través de las experiencias en ambas de varios personajes: Roosevelt, Hitler, Stalin, Patton, Mussolini, Churchill, Tojo, De Gaulle y MacArthur. El acertado leit motif es "la primera guerra los cambió, en la segunda ellos cambiaron el mundo".

Tráiler de la serie documental 'The World Wars'.
La serie, una gran panorámica, con impactantes reconstrucciones y algunas licencias artísticas que pueden hacer arquear alguna ceja (además de alguna metedura de pata con los uniformes en las dramatizaciones: las insignias de cuello de las SS no casan con la gorra de la Wehrmacht, señores), resulta muy amena y es extraordinaria en sus colaboradores. Entre los que aparecen comentando los acontecimientos figuran el ex primer ministro británico John Major –que habla del mal trago de Churchill en 1915 con Gallipoli, un fracaso que le llevó a cesar como gran lord del Almirantazgo y alistarse para luchar en el frente (lo hizo como teniente coronel de los Royal Scot Fusiliers y se jugó el tipo)-, el general y ex secretario de Estado de EE UU Colin Powell o el ex director de la CIA y ex secretario de Defensa Leon Panetta, además de un plantel de historiadores realmente notable (Max Hastings, Richard Evans, Ron Rosenbaum…). En la serie, que no habla de la Guerra Civil española pese a su clara conexión con el tema ("demasiada guerra para seis horas", justifican los responsables), las imágenes documentales se alternan con las de ficción. Los personajes -jóvenes "con mucho que aprender" en la Primera Guerra Mundial y maduros en la Segunda- están recreados con mejor o peor fortuna por actores. la serie es una buen excusa, además, para bucear en las biografías de otros muchos personajes de la Segunda Guerra Mundial a ver qué hicieron en la Primera, y viceversa. Un ejercicio muy interesante.

Hitler aseguraba que el héroe británico Henry Tandey pudo haberlo matado con su rifle en Francia en 1914
Hitler –que eligió luchar en el ejército alemán y no el austrohúngaro, que era el que le tocaba, por considerarlo degeneradamente multirracial- se trajo de las trincheras, aparte del gusto por lo militar y el creerse un gran soldado y un elegido por el destino, un bagaje de odio, rencor y afán de revanchismo que marcó el resto de su vida. También la Cruz de Hierro de la que estaba tan orgulloso (aunque se ha apuntado recientemente que la ganó por enchufe –véase La primera guerra de Hitler, de Thomas Weber, 2012-). Hitler reinventó y magnificó su guerra. La serie da crédito, recreándolo en imágenes, a su inverosímil relato de que tras la lucha por Marcoing, en Francia, se encontró desarmado ante el fusil del soldado británico Henry Tandey, héroe de guerra, ganador de la Cruz Victoria, y este decidió no dispararle. La historia se la explicó el propio Hitler, que dijo haber reconocido años después a Tandy por un recorte de prensa, a Chamberlain. Al enterarse, Tandey habría vivido torturado por pensar que podía haber matado a Hitler aquel día de 1914. La serie apunta que el bigotito fue herencia de la Gran Guerra: Hitler habría recortado su mostacho para que le cupiera en la máscara de gas. Menos anecdótico es lo que se ha sugerido de que el envenenamiento por gas le proporcionara la idea años después del método para exterminar a los judíos. Algo que Chapoutot, asesor de The World Wars, me negó taxativamente en una conversación. Según el historiador experto en nazismo, la decisión del genocidio siguió caminos mucho más complejos. Y Hitler, dijo, no hubiera pensado inicialmente en emplear algo que le causó a él tanto daño. Me parece una visión muy optimista de Hitler.

Charles De Gaulle vivió una guerra de aquí te espero. "El huracán me llevaba como una brizna de paja a través de los dramas de la contienda", escribió en sus muy literarias memorias. También él, como tantos, como el Albert de Nos vemos allá arriba, la novela de Pierre Lemaitre, se apuntó a una guerra stendhaliana y se encontró con una salvaje y prosaica matanza. Jefe de pelotón del 33º regimiento que mandaba Pétain (otro que circuló espectacularmente de una guerra a otra y con el que De Gaulle se llevaba muy bien entonces), resultó de los primeros en ser herido. Recibió una citación al valor por su papel haciendo arriesgadísimas escuchas junto a las trincheras enemigas, fue herido de nuevo con bayoneta, metralla, una mina y gas en Verdún y tras capturarlo los alemanes protagonizó cinco intentos de fuga. Ese tesón (y su idea de que Francia no podía ser Francia "sin grandeur” –y sin él-) le permitió aguantar los trances de la Segunda Guerra Mundial y lanzar L’Appel. En la presentación de The World Wars, en París el pasado junio, participó Bernard de Gaulle, el sobrino del general y él mismo ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial –en el maquis de L’Oisans y en el Ejército de la Francia Libre-, que fue de los primeros en entrar en Berlín en 1945. Hombre de gran presencia y muy parecido a su tío, aunque mucho más modesto, recordó cómo influyó en su familia la humillación de la guerra franco-prusiana (en la que su abuelo, capitán, fue herido) y subrayó, alargando aún más la perspectiva de la que hablamos, que la Primera Guerra Mundial "no deja de ser en cierta manera la Segunda Guerra Franco-Prusiana" (la enemistad, dijo, no acabó hasta el entrechocar de manos de De Gaulle y Adenauer, en la misa de Reims en 1962).

Mussolini fue enrolado en el 11º Regimentto Bersaglieri y pasó nueve meses en el frente, hasta ser herido en 1917 en la explosión fortuita de un obús de mortero en su trinchera (se le extrajeron 40 esquirlas de metal del cuerpo). Llegó a sargento y trató de sacar rédito político a su experiencia militar (como hizo Hitler) con la publicación de Il mio diario di guerra.

Resulta curioso que dos de los grandes líderes de EE UU durante la Segunda Guerra Mundial no tuvieran experiencia bélica directa en la Primera. Franklin Delano Roosevelt era secretario de la Marina y trabajó en expandir la fuerza naval. Quiso alistarse pero el mismísimo presidente Wilson se lo impidió. A partir de 1921 se enfrentó a una guerra personal: contra la polio. Eisenhower, que sería el comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa, vio cómo, siendo teniente en 1917, se le denegaba la petición de ir a combatir a Francia. Le encargaron adiestrar tripulaciones de tanques en Pennsylvania. Una semana antes de marchar al frente acabó la guerra. Otros militares estadounidenses tuvieron mucho más que contar. MacArthur, oficial de alta graduación, participó en distintas acciones, fue condecorado varias veces por su valor (incluidas siete estrellas de plata) y gaseado en dos ocasiones. En 1918 fue hecho prisionero por uno de sus propios hombres que lo confundió con un general alemán.

El caso del tan desagradable como corajudo Patton es muy singular. En 1915 se encontraba persiguiendo a las tropas de Pancho Villa durante la expedición punitiva de EE UU en México (allí adquirió su icónico revólver con cachas de nácar) y cazó a tres de sus leales desde coches Dodge artillados con ametralladoras. Ató los cadáveres a los parachoques para exhibirlos. Al entrar EE UU en guerra fue de los primeros en desembarcar en Francia, ya todo blood & guts. Especialista en tanques, comandó varios ataques de los Renault F7 franceses tripulados por estadounidenses, fue herido de un balazo en la rodilla en la ofensiva del Meuse-Argonne y lo salvó su ordenanza, el soldado Joe Angelo. Cuando años después este marchó sobre Washington como parte del Bonus Army, el contingente de veteranos descontentos que reclamaban su paga, Patton mandaba las tropas que los reprimieron. Angelo trató de hablar con Patton y este lo rechazó: “No conozco a este hombre, llevároslo de aquí”. Es el Patton que luego abofeteará por cobarde en Sicilia a un soldado afectado de neurosis de guerra.


Escena de la serie 'World Wars' sobre el coronel Patton.


Entre los rusos, Stalin, a la sazón preso político, fue llamado a filas pero descartado por la lesión de su brazo (le había pasado un carro por encima de niño). Zhukov sí combatió. Sirvió en un regimiento de dragones, fue herido y condecorado. Varios de los grandes mandos alemanes de la Segunda Guerra Mundial eran veteranos de la Primera. El ya citado Rommel ganó la Pour le Mérite y acuñó con su Gebirgsbatallion sus ideas de guerra móvil, iniciativa personal, intuición, improvisación e ímpetu del ataque que le darían fama con los pánzers. Von Manstein, luchó valientemente y fue herido. Schörner (apodado Ferdinand el Sangriento), que sería uno de los generales alemanes de Hitler más controvertidos –un miserable según algunos por fusilar a los soldados que titubeaban y luego escaparse él disfrazado de campesino tirolés- ganó también la Pour le Mérite en el mismo escenario que Rommel, el monte Matajur, luchando contra los italianos.

Los líderes nazis, en general no tuvieron un gran servicio en la Gran Guerra. El joven Himmler fue rechazado por miope. Goebbels por cojo. Bormann no llegó a ver acción. Las principales excepciones son Röhm, el purgado líder de las SA, que combatió con bravura como capitán y fue herido en la cara gravemente (no es que fuera feo, eran cicatrices), Rudolph Hess, que estuvo en artillería y aviación y fue herido y condecorado, y sobre todo, Hermann Goering, uno de los grandes ases de caza, con 22 derribos, jefe de la escuadrilla Richthofen y ganador también del Blue Max. Karl Doenitz, que mandó la flota de Hitler y fue condenado en Nurenberg, había sido comandante de submarino en la Primera Guerra Mundial. Su sumergible fue hundido y él hecho prisionero. El almirante Canaris, jefe de la inteligencia militar alemana, la Abwehr, vivió muchas aventuras en la Gran Guerra, en el crucero corsario Dresden y también como capitán de U-Boot. Mención especial merece Ernst Udet, el segundo mayor as alemán tras Richthofen (62 victorias, Blue Max, etcétera) y creador con Goering de la Luftwaffe de Hitler. Udet se suicidó en extrañas circunstancias en 1941 –se pegó un tiro mientras hablaba por teléfono con su novia (y luego dicen que los hombres no somos capaces de hacer dos cosas a la vez)-; parece que tenía algunos problemillas con el Reichmarshall.

Otros personajes cuya trayectoria es interesante seguir en las dos guerras son Ernst Jünger, capaz de atravesar ambas como oficial alemán y sin dejar de leer a Ariosto; Tolkien, soldado en la primera en el 11 º de fusileros de Lancashire -véase Tolkien y la Gran Guerra, de John Garth, Minotauro 2014- y al que se quiso reclutar como criptógrafo y descodificador –para aprovechar el dominio del quenya y el sindarin élficos, supongo- en la segunda; o el conde Lászlo Almásy, el personaje real de El paciente inglés, que de húsar austrohúngaro y piloto pasó a realizar operaciones de inteligencia y comandos en el desierto líbico para el Afrika Korps como capitán y agente de la Abwehr. Nos quedamos sin saber qué hubiera hecho Lawrence de Arabia –murió en 1935- en la Segunda Guerra Mundial. Seguramente algo interesante.

Con todo, probablemente uno de los destinos más asombrosos sea el de Martin Niemöller que de tener una larga carrera en los submarinos en la Primera Guerra Mundial –en el U-39 coincidió con Doenitz, fue comandante del UC-67 y ganó la Cruz de Hierro de Primera Clase- pasó a convertirse en pastor protestante (singular transformación que explicó en su libro Del submarino al púlpito) y en opositor al nazismo, lo que pagó con su internamiento en Sachsenhausen y Dachau. Es el autor de aquella famosa sentencia que empieza “Primero vinieron a por los comunistas, pero no dije nada porque yo no era comunista…”, y sigue con los sindicalistas, socialistas, judíos… Hasta concluir “Luego vinieron a por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada”.

lunes, 15 de septiembre de 2014

El montonero arrepentido ignorado por la subversión kirchnerista

El intelectual exmontonero cuya muerte ninguneo el kirchnerismo
Por Ceferino Reato. - Perfil
Los emails del sociólogo antes de fallecer y las causas de su "invisibilización". 

 Héctor Leis falleció el sábado pasado en Brasil, donde se exilió en 1976.


Es una impresión, pero creo que la muerte de Héctor Leis está pasando demasiado desapercibida. Leis es el sociólogo y profesor universitario que en sus últimos libros y artículos pidió perdón por su pertenencia a Montoneros en los 70 y describió con agudeza y sentido del humor muchos de los mitos que sostenían a las guerrillas y que explican cómo tantos jóvenes tomaron las armas. Además, protagonizó junto con Graciela Fernández Meijide un documental, El diálogo, que debate todas esas cuestiones.

Es decir que para el kirchnerismo y sus intelectuales Leis se había convertido en un personaje incómodo. Eso explica el silencio de este sector frente a su muerte; aplican la táctica del “ninguneo”: ¿para qué van a criticar, para que van a “darle prensa”, a un personaje que ya no podrá incomodarlos? El papel que cumplen no es, precisamente, debatir, sino construir relatos maniqueos sobre la historia reciente y proyectarlos a las lucha políticas del presente.

Se explica menos el silencio entre los intelectuales no kirchneristas, salvo excepciones. Creo que los 70 son un tema incómodo; la mayoría de estos intelectuales no quiere abordarlo y solo lo hace cuando se ven obligados. En todos estos años, no han sabido salir de la trampa que les ha tendido el kirchnerismo. Es una trampa rudimentaria pero efectiva: ante cualquier atisbo de crítica, los vincula con “la teoría de los dos demonios”, “la derecha”, “el golpe cívico militar”, el mal, los buitres de la historia y del presente.

Para unas u otras razones, los intelectuales, en general, mantienen clausurado el debate sobre los 70 como si todo ya estuviera dicho, como si nada puede aprenderse de una época que concentra muchas de las virtudes pero también de los vicios de nuestra cultura política (entre los vicios, anoto el autoritarismo, el espíritu de facción, la intolerancia, el mesianismo y el redentorismo).

Leis vivía en Brasil, donde se había radicado durante la dictadura argentina. Al menos en el último tramo de su vida, estaba disgustado con los intelectuales argentinos, en general. Me lo comentó en un email el 21 de julio, es decir un mes y medio de su muerte. La enfermedad que lo iba consumiendo no lograba apagar su entusiasmo por dar a conocer sus ideas y generar debate; estaba preocupado por la escasa repercusión pública de su último libro, Memorias en fuga, al contrario de lo que había pasado con Un testamento y el documental El diálogo.

“Mis otros textos no ofrecen tantos elementos como éste; sin embargo, Memorias… fue blindado por un silencio de los medios y de mis colegas intelectuales que me frustra y no consigo entender. Este silencio sería menos ominoso si no recibiera en privado los elogios que mis colegas me niegan en público”, me dijo.

Yo le di un par de ideas para impulsar el libro, y agregué: “Es importante no desanimarse a causa del medio ambiente: los intelectuales en esta parte del mundo no son muy generosos”.

Leis me respondió al día siguiente, el 22 de julio. Sobre una de las ideas que le propuse, me dijo: “Lamentablemente, ya no consigo hablar bien como para hacer algo por videoconferencia, pero quizás se pueda organizar algún debate sobre el libro”. Y añadió: “Estoy convencido que al elitismo intelectual-académico-progresista que existe en Argentina debemos atacarlo de frente, es parte importante de la obturación del debate sobre la cultura política dominante en el país. ¡En mis Memorias… los maltraté todo lo que pude!”.

*Editor ejecutivo de la revista Fortuna, su último libro es ¡Viva la sangre!

domingo, 14 de septiembre de 2014

El oro argentino que dilapidaría Perón

Memoria: el oro con el que se tropezó Perón



Cuando las arcas estaban llenas

Dos veteranos marinos mercantes recuerdan los peligrosos tiempos de la Segunda Guerra Mundial en que, desafiando a los submarinos alemanes, trasladaban desde Estados Unidos enormes cargamentos de oro con el que los Aliados pagaban las exportaciones argentinas. Años después, verían también cómo el metal precioso se marchaba del país


Los capitanes Suburo y Boano, en los muelles donde hace seis décadas se acumulaba el oro
Foto: Julián Bongiovanni

En su libro De Perón a Lanusse. 1943-1973 , Felix Luna citaba cómo Juan Domingo Perón se había vanagloriado en 1946 afirmando: "No podemos caminar por los pasillos del Banco Central, tan abarrotados están de lingotes de oro". Como siempre, consumado artista en el arte de la contradicción, el mismo caudillo afirmaría años después, ya en el exilio en Madrid, que "cuando yo me hice cargo del gobierno, encontré un país endeudado y descapitalizado", como se encarga de reseñar Hugo Gambini en su pormenorizado libro Historia del peronismo (1943-1955) . Como siempre, en algún lugar intermedio entre afirmaciones tan distantes y categóricas, la verdad se oculta esperando al historiador.

Una buena pista para acercarnos al tema nos la proporcionan dos veteranos marinos mercantes argentinos, que en los riesgosos tiempos de la Segunda Guerra Mundial navegaron desde y hacia los Estados Unidos por mares escrutados rigurosamente por los periscopios de los submarinos alemanes, en muchos casos transportando remesas de oro que nuestro país recibía a cambio de sus vitales embarques de granos y carnes a los Aliados.

Buena parte de la conversación con los capitanes Carlos N. Suburo y Luis Fabián Boano (ambos de más de 80 años) tuvo lugar en la calidez del comedor del hogar de este último, ubicado en un tranquilo vecindario de zona norte.

El primero en hablar es el capitán Suburo. Macizo, de estatura mediana y bigote recortado, resulta un consumado conversador, repleto de anécdotas y recuerdos fascinantes que lo llevan por los distintos mares del mundo. "Los embarques de oro desde los Estados Unidos hacia nuestro país -recuerda el marino- fueron numerosos entre 1943 y 1945. Siendo yo segundo oficial del buque frigorífico Río Luján (el viejo barco francés Katiola), momentos antes de salir del puerto de Nueva Orleans para Buenos Aires con carga general, el 7 de diciembre de 1943, alrededor de las 15 horas local, el capitán del buque, Silvio Leporace, avisó por vía del primer oficial que la salida quedaba demorada, sin especificar la causa del retraso. Momentos después apareció frente al buque un camión pintado de negro con grandes carteles a sus costados de propaganda de cigarrillos Camel. A continuación, el acompañante del chofer del vehículo subió al buque para hablar con el capitán Leporace. Y el chofer procedió a abrir las puertas de atrás. Del interior del camión bajaron entonces dos soldados muy bien armados (eran dos gorilas, verdaderos mastodontes) y comenzaron a descargar 27 cuñetes de unos 70 centímetros de altura, que fueron embarcados haciéndolos rodar por la planchada que se encontraba a nivel del muelle y llevados al mismísimo camarote del capitán, para colocarlos alrededor de una mesa. Terminado el operativo, el buque inició la maniobra de salida. Nos enteramos luego de que los cuñetes dejados en el camarote del capitán contenían oro. `Nunca he tenido tanta plata junta´, dijo éste. Al llegar a Buenos Aires, el 29 de diciembre de 1943, los cuñetes fueron desembarcados de inmediato y trasladados al Banco Central. Fue éste el primer embarque de oro del que tengo registro, y le sucedieron muchos más".



Rio Lujan

El puerto dorado

Posteriormente, Suburo recuerda que ya terminada la guerra, en septiembre de 1946, embarcó en Nueva York como pasajero en el Río Deseado (tras haber sido desembarcado allí del Río Juramento por sufrir un accidente), al mando del capitán Esteban Picchi. El buque salió para puertos canadienses sobre el río San Lorenzo a buscar bobinas de papel. Luego, volvió a Nueva York solamente para cargar cuñetes de oro. Con este cargamento, señala Suburo, llegó a Buenos Aires el 11 de noviembre de ese año. En ese período de los últimos años de la guerra y primeros meses de la posguerra, asegura el marino, prácticamente todos los buques de Flota Mercante del Estado que recalaron en Nueva Orleans volvieron con su carga de oro. Claro que las cosas pronto cambiarían.

"Estos eran los tiempos -recuerda Suburo- en los que Perón declamaba que no podía caminar por los pasillos del Banco Central por los lingotes de oro que se habían acumulado allí. Pronto tendría espacio", bromea.

"Ya a principios de 1947 -aclara el marino-, mientras esperaba ir a Sunderland a la construcción del barco Río Chico, me destinaron a las oficinas de personal embarcado de Flota Mercante del Estado para diligenciar el traslado en avión a los Estados Unidos de tres tripulaciones para los buques Victory denominados Río Aguapey, Río Araza y Río Atuel. El embarque de los tripulantes sería mediante FAMA (que posteriormente se convertiría en parte de Aerolíneas Argentinas), que tenía sus oficinas en la calle Lavalle, entre San Martín y Reconquista. Allí me enteré de que pese a estar listas para el viaje las tripulaciones mencionadas, éstas no podían partir porque todos los aviones de FAMA estaban en ese momento destinados a trasladar cuñetes de oro rumbo a los Estados Unidos."

Consultado sobre las causas que llevaron a que el metal precioso abandonara su domicilio argentino de tiempos de guerra, Suburo contesta: "No sé la verdadera razón de estos embarques, claro que por todos lados se oían afirmaciones de que se estaba pagando a los Estados Unidos por material bélico usado en la Segunda Guerra Mundial, además de por las compras del famoso IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio). Entre el material de rezago que compramos en esos tiempos había unos camiones anfibios que mucho después pude ver en acción en el lago San Roque paseando a turistas. También había una enorme partida de material bélico usado que permaneció encajonado por muchos años en las cercanías de La Plata."

El dueño de casa, capitán Luis Fabián Boano, de porte atildado y notable claridad de conceptos, también recuerda muy precisamente la época en la que el oro de los Aliados se embarcaba rumbo a Buenos Aires. "A mí me tocó traer el oro en tiempos de guerra. Perón no era todavía presidente, pero ya estaba acumulando poder. El oro lo traíamos en los buques de Flota Mercante del Estado en unos barriles a los que les llamaban cuñetes. En el entrepuente de mi barco, el Río Atuel, le habíamos hecho un recinto de seguridad, un locker . ¡Bah!, seguridad relativa, para que no estuviera a mano de cualquiera. Los lingotes los traíamos, básicamente, del puerto de Nueva Orleans. El último embarque de oro con el que viajé fue en el Río Atuel, en febrero de 1945. El metal precioso venía a cambio de los cereales, cueros, metales y minerales que enviábamos a los Aliados." .



Rio Atuel

Sin lugar para más oro

Haciendo referencia a ese último viaje a bordo del Río Atuel, Boano agrega: "En esa ocasión trajimos 13 cuñetes de oro (que era bastante poco en comparación a viajes anteriores). Adentro de los cuñetes estaban las barras o ladrillos de oro. El monto total del valor del cargamento no lo conocíamos. Cuando llegamos al puerto de Buenos Aires no pudimos descargarlo porque no había lugar donde guardarlo. Nos tuvieron 24 horas ahí amarrados, rodeados por tropas del Ejército. Estuvimos en guardia todo el día porque en el Banco Central no había lugar donde ponerlo. Esa noche hubo siempre una tanqueta del Ejército en la proa y otra en la popa. No dejaban acercarse ni a una mosca. Tras un día de espera recién pudimos bajar el oro, siempre con las tanquetas apostadas alrededor. Mientras tanto, el barco había estado sin operar, no pudimos descargar, cargar, ni nada."

En todos esos viajes con tan preciosa carga a bordo, Boano señala que no hubo el menor inconveniente. "Para nosotros el oro era como una carga común. A veces no entraban los camiones junto al muelle en Nueva Orleans, sino que los cuñetes venían directamente en una carretilla. Nosotros, ya embarcados, los revisábamos una o dos veces por día, comprobando que los candados de seguridad estuvieran todos en su lugar. Nunca faltó nada. Claro que en los barcos argentinos, por entonces, no había problemas de seguridad, ya que todos los tripulantes eran argentinos o españoles. Además, cuando en Nueva Orleans los norteamericanos traían el oro era en el momento mismo de la partida de la nave, y en Buenos Aires, enseguida de llegar, salvo excepciones como la que mencioné antes, lo descargaban".

 El mayor riesgo de aquellos viajes, claro, lo constituían los submarinos alemanes que pululaban cerca de la Costa Este de los Estados Unidos (el lugar más peligroso para la navegación, en el que según señala Boano, se veían a veces los mástiles de los barcos hundidos) y en el Caribe. "En el Caribe, cerca de Cuba, mientras hacíamos ese transporte, una o dos veces se nos acercaron submarinos alemanes. Se pegaban a nuestro barco y una comisión nos abordaba. Siempre alguno de ellos hablaba castellano y se hacía entender. Nosotros estábamos preocupados por el oro, pero ellos nos salían pidiendo cigarrillos. Tenían una necesidad bárbara de cigarrillos, así que les dábamos cajas de cincuenta atados, y a cambio, ellos nos dejaban cajas de champagne Pommery".

Para el capitán Boano, el oro acumulado en tiempos de guerra se fue del país en los primeros años del gobierno de Perón. "Se fue a cambio de material de guerra anticuado y en mal estado. Cerca de La Plata, se veían terrenos inmensos llenos de jeeps y tanquetas viejas. Yo creo que tuvo que haber una coima inmensa allí, para comprar toda esa porquería, que además, estaba en malas condiciones. La mayoría de esos vehículos no funcionaban y había que arreglarlos", concluye el veterano marino.

 Por supuesto, las opiniones de estos marinos acerca del destino final de las reservas metálicas acumuladas en tiempos de guerra podrán ser motivo de múltiples y dispares apreciaciones por parte de economistas e historiadores. Lo que nadie podrá negar es que con sus propios ojos de viejos y curtidos zorros de mar vieron los preciosos cargamentos con los lingotes que, según contaba Perón, alguna vez impidieron el paso en los pasillos del Banco Central.

  Por Ernesto G. Castrillón y Luis Casabal

Fuente

sábado, 13 de septiembre de 2014

El trayecto y las pérdidas de la Armada Invencible y la búsqueda de sus restos

Las pérdidas de la Armada Invencible
Con las excavaciones arqueológicas del galeón San Marcos ya son nueve los barcos de la Armada Invencible estudiados en las costas de Irlanda y Escocia.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Guerra contra la Subversión: "Rita", la hija de puta

¿QUIÉN ERA LAURA ESTELA CARLOTTO, NOMBRE DE GUERRA “RITA”, MILITANTE DE MONTONEROS? SU POSIBLE PRONTUARIO




Laura Estela Carlotto Barnes, había nacido el día 21 de febrero de 1955, recibiendo el DNI 11.614.026 siendo su madre Estela Barnes de Carlotto. Al año 2014, tres de sus hermanos son funcionarios. Uno de sus hermanos era Remo, quien es actual Diputado Nacional del oficialista Frente para la Victoria, y es integrante de “La Cámpora”. A su vez, Guido Carlotto es el Secretario de Derechos Humanos bonaerense. A su vez, Claudia Carlotto es titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).

RITA

¿Era “Rita” concubina de Fontan o de Falcone? ¿Era su cuñado Jorge Falcone, cuyo nombre de guerra era “Chiqui”?
Distintas fuentes que pueden recabarse en Internet, ofrecen un posible historial de la trayectoria de “Rita”, el cual era el nombre de guerra en la organización Montoneros de Laura Estela Carlotto Barnes.
Tenía “nombre de guerra” (NG), porque ocupaban un status militar, en el marco de una guerra llevada a cabo contra la sociedad civil para adueñarse del poder durante la década de 1970.
La Organización Política Militar Montoneros, llevó a cabo acciones en las cuales “Rita” había actuado personalmente de forma no organizada o dentro de una estructura de combate: Pelotón, Grupo, Sección, etc. y conducidas por un responsable, siendo tal el modo de operar de dicha organización.

¿INOCENTE COLEGIALA?

La hija de Estela de Carlotto, quien se llamaba Laura Estela Carlotto (Nombre de Guerra “Rita”), durante el verano de 1974, vistiendo un uniforme de colegiala, asesinó por la espalda con cinco tiros a un militante de la CNU (Concentración Nacional Universitaria). Una semana después, los montoneros mataron a otro cuadro de la CNU y ahí se produjo la guerra.
Laura Estela Carlotto estaba casada, había pasado a la clandestinidad para cometer actos de terrorismo, y además tenía dificultad para llevar a buen término los embarazos, un dato que su madre siempre se ha cuidado de ocultar para sostener el dato plagado de “pistas falsas” (según sus propios dichos) del supuesto nieto “Guido”.
Años antes a 1977, cuando su hija no era subversiva y estaba aun normalmente casada, Estela Carlotto llegó a la casa de la madre del general Bignone, donde celebraban con algunas amigas el cumpleaños de la hermana del mismo, sumamente compungida porque "su hija casada no había podido tener familia"... Al parecer, estos hechos son parte de una Historia que no se cuenta.

VIOLENTA BIOGRAFÍA

En 1976, Laura Carlotto tenía 21 años y vivía con unas amigas en La Plata, en un departamento justo enfrente de la comisaría novena. Les parecía que, de tan obvio, las ponía a salvo de sospechas: era un primer piso con dos habitaciones donde vivían y se refugiaban muchos militantes de la JUP. Allí empezó un periplo de casa en casa según el libro "Laura, vida y militancia", escrito por María Eugenia Ludueña y publicado por Editorial Planeta Argentina.
El libro señala que "el Consejo Nacional de Montoneros había dado a conocer el Código de Justicia Penal Revolucionario. Sus directivas alcanzan a distintos niveles de la organización: militantes, activistas y colaboradores, incluso de las agrupaciones, con distintas penas. Sus artículos definen las figuras del delito: traición (colaborar con el enemigo), delación, deserción. No caer combatiendo o evitar el combate en una situación donde se impone, faltar a una opereta, configuran delitos muy graves. Algunos se castigan con fusilamiento. La pena máxima solo puede ser dictada por el Consejo Nacional de la Organización, a propuesta del Tribunal Revolucionario. O también, por propia decisión del Consejo cuando el juicio se hace por apelación, o a pedido de algún miembro."
"Laura cuenta cómo van sus operativos de pintadas. Su hermano Kibo, que recién hace sus primeros pasos en la militancia, la ayuda a planearlas, a veces le alcanza un informe de la zona...  En las primeras semanas de marzo de 1976, el Poder Ejecutivo envía al Parlamento las reformas que endurecen la legislación antisubversiva, similares a las dictadas años atrás por Onganía. Unos días más tarde, las medidas represivas que emanan de la Presidencia incluyen la pena de muerte. Los militantes de la JUP ya no hacen reuniones de ámbito, solo respetan el calendario de las citas en los lugares públicos. A veces ni se hablan: simplemente uno ve pasar al otro o se cruzan en una caminata efímera, donde circulan por veredas opuestas, en direcciones contrarias. Si hay alguna información entonces sí, se acercan y se la transmiten rápidamente. Los responsables informan la cita del día siguiente y siguen caminando. “Mañana en 7 y 50, a las nueve de la mañana”. Si pasan diez minutos y la otra persona no llega, es una señal pésima, hay que retirarse y echar a correr la voz. Es crucial enterarse pronto de que un compañero ha caído en manos del enemigo. Ya saben que si uno de ellos desaparece, el riesgo lo corren todos. Los que empiezan a contar que a algunos militantes los levantan en la calle, los torturan salvajemente y no los ven más son amigos de Laura. Algunos se quiebran y pueden dar nombres, direcciones. O colaborar con la Policía que los lleva de paseo en auto a señalar gente." El libro, ¿da a entender que "Rita" era una "buchona"?

CON GRADO MILITAR

Los grados, en los primeros años, tenían los siguientes niveles: Miliciano, Aspirante, Oficial, Oficial 2º, Oficial 1º, Oficial Mayor y Oficial Superior. Con la organización y puesta en funcionamiento del Ejército Montonero el 05/10/75 en su ataque al cuartel de Formosa, los niveles pasaron a ser: Soldado, Subteniente, Teniente, Teniente 1º, Capitán, Comandante 2º y Comandante. Lo que no cambió son los cincos hechos delictuales de distinta intensidad de riesgo para la promoción de nivel. Estos siete niveles en uno u otro caso permiten inferir que para llegar a lo más alto de la conducción Oficial Superior u Comandante, los integrantes debían ejecutar como mínimo treinta y cinco acciones terroristas.
Rita militaba en la JUP y Prensa de Montoneros (Debate en la Causa 2955 “Almeida y otros” del Tribunal Oral Criminal Federal Nº 1 de La Plata, donde la madre, Estela Barnes de Carlotto declaró que su hija Laura Estela pertenecía a Montoneros al aparato de Prensa el 08/05/2012).

BOMBA AL JEFE DE LA PFA

El 18 de junio de 1976, Montoneros asesina al Jefe de la PFA General Brigada Cesáreo Ángel Cardozo (In Memoriam, Ed. Círculo Militar, Bs. As. 1999, Tomo I Pág. 270), mediante una bomba colocada debajo de su cama en el domicilio, por la Montonera Ana M. González NG “Teresa”, de 18 años, amiga de “Rita” (es decir, debía estar en contacto con ella por el vínculo de amistad).
El hecho fue muy promocionado por Montoneros, incluyendo una entrevista clandestina con la revista española Cambio 16. La terrorista posteriormente muere en 1977 al intentar evadir con un auto un puesto de control tránsito del EA, donde mata a quemarropa a un Soldado Guillermo Félix Dimitri; este antes de caer ametralla el auto con disparos de fusil FAL y la hiere de muerte en el hígado. Fallece horas después en una posta sanitaria clandestina; para evitar una propaganda negativa sus compañeros terroristas ocultan la muerte, incinerando el cuerpo y enterrando las cenizas en un lugar desconocido.
Este atentado fue planificado y ejecutado por integrantes del Departamento de Operaciones Especiales del Servicio de Inteligencia Nacional de Montoneros. En el mismo habrían participado entre otros su principal responsable, Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, con un importante equipo militar, entre quienes se contaban Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui” como encargado de dar a conocer los hechos en la revista Evita Montonera, que él dirigía, ya que manejaban una Central de Inteligencia y un aparato de prensa denominados Agencia Clandestina (ANCLA) y Cadena Informativa, respectivamente. Junto con él, habría participado en la sección de Prensa Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

ATENTADO A LA PF

Luego, el 2 de julio de 1976, la Conducción Nacional de Montoneros bajo la Jefatura de Mario Firmenich NG “Pepe”, autorizó al Área Federal, a su Departamento de Informaciones e Inteligencia, conducido por el escritor y agente cubano Rodolfo Walsh NG “Petrus” o “Esteban” - Capitán, al Departamento Operaciones cuyo responsable era el Comandante 2º Marcelo Daniel Kurlat NG “El Monra”, casado con Inés Carazo NG “Lucía”, de atentar contra la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal. Para ese propósito se utilizaría una bomba del tipo vietnamita, construida en los laboratorios que poseía la Organización en dos Unidades Básicas llamadas Juan Pablo Maestre y Héroes de Trelew de La Plata, respectivamente, que dependían de la Regional Sur – Columna La Plata se complementaban con otros centros logísticos situados en Martínez y en Berisso, de la provincia de Buenos Aires. Al respecto se afirma que entre 1976 y 1978, Montoneros produjo setecientos ochenta kilos de alto Explosivo Plástico (C-2), y sus Unidades Zonales más de mil quinientos kilos de explosivo de mediano poder, usado para los ataques con granadas y en operaciones cuyo empleo así lo requería.
Así, el 2 de julio se produce el atentado con explosivos en el Comedor de Seguridad Federal de la PFA con veintitrés muertos: Oficial Ayudante Alejandro Castro, Cabo Ernesto Agustín Suani, Cabo 1º Carlos Shand, Sargento Juan Paulik, Sargento Rafael Modesto Muñoz, Sargento Bernardo Roberto Tapia, Supernumerario David Ezequiel Di Nuncio, Oficial Inspector David Ron, Suboficial Auxiliar José Hilario Carvasco, Sargento María Esther Pérez Couto, Sargento (R) Romualdo Rodríguez, Sargento Bernardo Zapi, Agente José Roberto Iacovello, Agente Juan Carlos Blanco, Agente Alicia Esther Lunati, Agente Ernesto Alberto Martinzo, Cabo Genaro Bartolomé Rodríguez, Sargento Adolfo Chiariano, Cabo Elba Hilda Gazpio, Cabo Vicente Iore, Supernumerario Ramón Arias, Sargento Marta Olga Pérez de Bravo y Oficial Ayudante Héctor A Castro, la civil Josefina Cepeda 11, doce mutilados y sesenta y seis heridos. Habría sido ejecutado por Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, con  Horacio Alberto Mendizábal La Fuente NG “Hernán” o “Vasco” o “Mendicrín” o “Antonio” o “Lauchón” como Comandante Responsable del Área Federal. También habrían participado Rodolfo Walsh NG “Esteban” o “Petrus” como Comandante 2º  Responsable Departamento de Informaciones e Inteligencia; Horacio Verbitsky NG “Roberto” o “Salazar” como Capitán y Responsable Subsector PFA del Departamento de Informaciones e Inteligencia; y Miguel Bonasso NG “Cogote” como Teniente, Integrante del Subsector PFA del Departamento de Informaciones e Inteligencia. Entre los partícipes necesarios se contaría con Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui”, y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

BOMBA EN EL CÍRCULO MILITAR

El 17 de octubre de 1976, Rodolfo Walsh, también tuvo participación en tareas de Inteligencia en la bomba colocada en el cine del Círculo Militar, con más de 50 heridos entre el personal retirado, familiares y socios de ese club, aprovechando su condición de hijo del JEMGE. Por su cargo y funciones, fue, además, propiciador de otra importante cantidad de atentados. Entre los partícipes necesarios de dicho acto terrorista se encontraban Jorge Delfor Falcone NG “Chiqui” y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”, y Adriana Puigross de Bernetti NG “Cabezona” integrante del Departamento de Informaciones.
Después, el 3 de noviembre de 1976, es copada la planta transmisora de Canal 2 de TV en La Plata, Montoneros pasa una proclama revolucionaria. Habrían Participado entre otros: Cañas Blanca Santiago Enrique, Aued Lara Roberto Eduardo NG “Turco”, Medici María Graciela de Aued, y Carlotto Barnes Laura Estela NG “Rita”.

BOMBA EN EL MINISTERIO DE DEFENSA

El 16 de diciembre de 1976, a las 19:15, Montoneros realizó un atentado protagonizado por el Pelotón de Combate Norma Arrostito de la Columna Capital en el microcine de la Subsecretaría de Planeamiento del Ministerio de Defensa, ubicado en el tercer piso del edificio que ocupaba en calle Bartolomé Mitre al 1462, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. En esa oportunidad se realizaba allí una reunión de trabajo y en momentos de producirse la explosión estaba colmada su capacidad; los participantes eran funcionarios militares, diplomáticos y civiles, entre los que había hombres y mujeres. Fue ejecutado por la organización terrorista Montoneros utilizando un artefacto explosivo de alto poder del tipo de bomba vietnamita. Este tipo de artefacto contiene -además del explosivo- perdigones y trozos de metal que al producirse la explosión se transforman en proyectiles y aumentan en forma considerable el número y gravedad de las víctimas. El artefacto explosivo fue colocado por un miembro de Montoneros, el sociólogo José Luis de Dios NG “Jerónimo”- empleado como asesor de esa Subsecretaría y con más de 10 años de antigüedad en el cargo. El procedimiento fue dejar en el centro del salón su maletín con la bomba activada y retirarse del lugar para concurrir al baño, dándose a la fuga en forma inmediata. Como consecuencia del atentado murieron 14 personas y resultaron heridas de distinta gravedad 30 de los presentes. Además, recibieron heridas otras personas que transitaban próximo al lugar. El lugar quedó totalmente destruido y la onda explosiva causó daños en locales vecinos, en el piso inferior y en edificios linderos.
La publicación clandestina de Montoneros Evita Montonera Nro 15 de febrero de 1977 en su página 27 decía que el atentado lo había cometido el Pelotón de Combate “Norma Arrostito” del ejército montonero, argumentando con falsedades el objetivo elegido, ya que allí no se efectuaba ningún tipo de planificación relacionada con la guerra contra el terrorismo subversivo. En realidad, el atentado se efectuó en ese lugar, por trabajar allí un miembro de la organización y tener éste la posibilidad de ejecutarlo sin mayores complicaciones y sin importarle la vida de sus compañeros de trabajo con los que había compartido 10 años de su vida. (Los terroristas llaman a esta actitud alevosa Moral revolucionaria) y no, por las causas expresadas por la organización, que eran falsas. José Luis de Dios, en septiembre de 1977, mientras se desempeñaba como Secretario de Prensa y Propaganda de la Columna 19 Norte fue abatido en un enfrentamiento. Habrían participado en el nivel de decisión Mario Firmenich NG “Pepe” como Comandante, y como partícipes necesarios formando parte del Departamento de Inteligencia: Jorge Delfor Falcone Méndez NG “Chiqui” y Laura Estela Carlotto Barnes NG “Rita”

AUTOPSIA

El 25 de agosto de 1978, son exhumados los restos de Laura Estela Carlotto Barnes de Fontan NG “Rita”, en La Matanza. En esa oportunidad fueron identificados sus restos por el EAAF en 1985. Lo insólito es que figura como desaparecida en el Nunca Más de la CONADEP en su edición 2006 (Roberto Baschetti, La memoria de los de abajo, Ed. De la Campana, La Plata 2007, Vol. 1, Pág. 108. Libro Tumbas Anónimas Pág. 169, de Cohen Salama Mauricio. Exhumada el 25/11/85 en el cementerio de La Plata).
Una versión afirma que “Rita” fue secuestrada en una confitería de la entonces Capital Federal en noviembre 1977, que estaba embarazada de 2 meses y medio, y que su hijo habría nacido en el Hospital Militar. El ex general Suárez Mason había sido condenado en Italia por la desaparición de ambos, de Laura Carlotto y de este supuesto hijo (nieto de Estela Barnes).
Según la versión oficial de la Policía Bonaerense, Laura murió el 25 de agosto de 1978, a la 1:20 de la madrugada, en un enfrentamiento "con fuerzas conjuntas, dependientes del Área Militar 114, en la intersección de la Ruta Nacional N° 3 y Cristianía, Isidro Casanova". Tenía la mitad del rostro destrozado por itakazos y el vientre perforado por un disparo. El cuerpo fue entregado por la policía a una funeraria, adonde Estela Carlotto lo pudo recuperar luego de largos trámites. Es decir, según esta versión si eventualmente hubiese sido posible por un verdadero milagro que “Rita” hubiese tenido un hijo habría sido en su estado de clandestinidad, habiéndolo dejado a cargo de alguien mientras realizaba alguna operación de riesgo, en la cual aconteció el enfrentamiento.

¿Y VAELLO?

Hubo testimonio ante la CONADEP de un tal Vaello en 1984, preso en la cárcel y presunto ex CNU, quien dijo que el bebé fue entregado a un médico del cual indica nombre, datos y domicilio. Esto fue dicho en 1984 al juez que investiga este caso en forma puntual; se supone que en todos los años transcurridos ya debería haber aclarado esta denuncia, pero no hay ninguna diligencia al respecto en el expediente Bagnasco. El tal Vaello no ha declarado judicialmente, algo que sería inaceptable si lo que dijo fuera cierto. No hay ninguna declaración del tal Vaello ante la causa, ni constancias de lo actuado por el juez del caso puntual. Pese a haber sido entregado el cadáver de la terrorista muerta a su madre, no hay en la causa examen forense con constancias de embarazo anterior, algo elemental de hacer; justamente, en otro caso de esta investigación del juez Bagnasco, se intentó probar un nacimiento por el dictamen forense que informaba de un embarazo y parto antes de morir. Parecería que estos exámenes se practican cuando convienen a la querella y se desechan en caso contrario.

DINERO, PODER Y VENGANZA

El caso está repleto de contradicciones. Los familiares de Estela Barnes de Carlotto como se dijo al principio, han sido y son funcionarios.
Ella misma ha sido funcionaria bonaerense hasta su renuncia por motivo de desprolijidades en la gestión que no fueron aclaradas hasta el presente.
Es claro que toda persona tiene el más que esencial derecho a su propia identidad. La pregunta que surgiría a cualquiera es cómo fue que Laura "Rita" Carlotto tuvo un hijo si no podía llevar a buen término embarazos, cómo fue que estando embarazada fue detenida, o cómo fue que después de haber tenido un hijo y estando en clandestinidad participó de un enfrentamiento en el cual resultó herida mortalmente sin que su hijo estuviese en el lugar. Efectivamente, son contradicciones que se suman a que el "dato" que siempre sostuvo Estela Barnes de Carlotto no coincide en la fecha del nacimiento del joven Ignacio Hurban, cuyo nombre tampoco es "Guido", en tanto que ahora resulta que su padre sería Montoya, el cual antes jamás había sido mencionado como pareja de "Rita". Y además, ¿cómo aparece en el listado del "Nunca Más" en su edición de 2006 si no es desaparecida, ya que el cuerpo de "Rita" fue entregado a su madre el mismo día en que murió? Son incógnitas y contradicciones que no está a nuestro alcance resolver.
No obstante ello, la Justicia ha determinado que el “nieto 114” es de Carlotto, el nuevo “Guido Montoya Carlotto”, es efectivamente nieto de Estela Barnes. Todo ello mientraslLos médicos de la provincia de Buenos Aires repudiaron a su colega Julio Luis Alberto Sacher, cuyo nombre figura en el acta de nacimiento del nieto de Estela de Carlotto, Ignacio Hurban (Guido Montoya Carlotto). Automáticamente se le asignó una indemnización de un millón de Pesos y un salario de por vida de $ 6.000 mensuales.

JUSTICIA, PACIFICACIÓN Y CONCORDIA

Esta historia es una reconstruccion basada en datos que pueden hallarse en Internet. Seguramente existieron muchos hechos que se desconocen, y que tal vez se desconocerán por siempre jamás, debido a la clandestinidad con que operaron los grupos subversivos.
Lógicamente toda sociedad sana, todo ciudadano sano, repudia la injusta violencia, repudia el terrorismo. A su vez, no podemos dejar de repudiar los excesos cometidos en la sociedad de los "años de plomo", muchos de los cuales incluso fueron tenidos como "reglas del juego". A su vez, deben efectuarse reparaciones a todas las víctimas de aquella sociedad enferma, no solamente a una parte. Y debe crearse un clima apto para que todos los excesos cometidos sean reparados.
¿Existen casos que deben aun ser reparados? Indudablemente que sí, pero en un clima de violencia jurídica y moral se hace muy difícil tal reparación, por lo cual es menester crear el ámbito de serenidad para poner orden y "dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde" en derecho.

DEL HORROR A LA PACIFICACIÓN

Finalmente, no se puede dejar de mencionar el horror vivido en la década de 1970, provocado por grupos terroristas, por grupos paramilitares, y también por funcionarios del Estado.
Resulta claro que hubo una guerra, ya hubo dos Ejércitos que se enfrentaron, ambos con grados militares: las Fuerzas Armadas de la Nación, y las fuerzas militares constituidas con sus jerarquías por los subversivos de aquél entonces, quienes actuaron no sólo en tiempos de gobierno de facto, como pretende hacer suponer la "Historia Oficial", sino también en tiempos democráticos, incluso en contra del mismo gobierno de Juan Domingo Perón, quien dio durísimos discursos contra el accionar subversivo y terrorista que cada día se agravaba más en aquellos tiempos.
La Guerra contra la Subversión tuvo excesos que son injustificables e inadmisibles desde todo punto de vista. Pero ello no exime de responsabilidad a los terroristas, ni los autoriza a tomar venganza ahora que están en el poder. El dolor vivido por los desaparecidos y por los familiares de los desaparecidos, fue cambiado por un negocio. Los familiares de las víctimas de la subversión no deben imitarlos ni tomar el mismo camino.
La sociedad entera merece una pacificación y vivir en concordia y con justicia, evitando toda venganza. Sólo así podremos mirar y enfrentar el futuro unidos en la Verdad.

Fuentes: 


http://www.infobae.com/2014/08/05/1585564-la-historia-laura-la-madre-guido-carlotto

http://diariopregon.blogspot.com.ar/2011/06/carlotto-pidio-que-no-confundan-abuelas.html

http://seprin.info/2014/08/05/carlotto-tiene-que-tapar-el-default-y-el-procesamiento-de-boudou-dudas-del-nieto-sea-lo-que-dice-ser/

http://www.diarioveloz.com/notas/130474-fuerte-repudio-al-medico-que-figura-la-partida-nacimiento-guido-carlotto

http://www.revistaanfibia.com/feria-nota/laura-carlotto-el-principio-de-la-noche-interminable

Diario Pregón