miércoles, 28 de marzo de 2018

Antártida: ¿OVNIs nazis atacaron a la US Navy durante la operación Highjump?

¿Hitler construyó ovnis avanzados en la Antártida?

Por Diana Brown, How Stuff Works
 

¿Fue el ejército de EE. UU. atacado por los OVNIS nazis en la Antártida durante la Operación High Jump después de la Segunda Guerra Mundial? IMÁGENES DE MARK STEVENSON / STOCKTREK / GETTY IMAGES

Las acciones enfermas y retorcidas de la Alemania Nazi han sido ampliamente documentadas. Más allá de comenzar una guerra con todo el mundo, el Partido Nazi intentó exterminar judíos, homosexuales, discapacitados y ancianos. Afortunadamente, los Aliados derrotaron a los nazis y a Hitler en 1945 ... ¿o sí?

Algunos creen que en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial escaparon hasta 250,000 altos oficiales en el Partido Nazi, tal vez incluso Hitler, en submarinos alemanes. Pero, ¿dónde se habrían ido? Algunos dicen que fueron a Argentina, protegidos por la administración simpatizante de Juan Perón, pero otros creen que escaparon a una base secreta en la Antártida que ya estaba desarrollando armas nuevas y poderosas. Cosas que no quieren que sepas: los anfitriones Matt Frederick y Ben Bowlin observan todas las teorías, y los hechos, en el podcast ¿Realmente hicieron los nazis los ovnis?



Poco después de que terminó la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos montó una gran expedición a la Antártida llamada Operación Highjump. No era la primera vez que los Estados Unidos iban allí: ya en la década de 1800, equipos científicos de varios países intentaban explorar, mapear y obtener dominio sobre el último continente deshabitado. Pero el tamaño de Operation Highjump superó a todos los demás; más de 4,000 personal de los EE. UU., más docenas de aviones y naves fueron parte de la expedición dirigida por el Almirante Richard Byrd. Aunque la misión estaba pensada para durar de seis a nueve meses, terminó abruptamente después de una sola.

Los teóricos de la conspiración creen que terminó porque el contingente estaba siendo constantemente bombardeado por la artillería, y los hombres sufrieron grandes bajas. Byrd fue citado en la prensa chilena diciendo que se encontraron con un nuevo enemigo que "podría volar de polo a polo a velocidades increíbles", aunque los EE. UU. No confirmarían su información. Y lo que es más, existen varios informes de pilotos que vieron OVNIs: aviones planos tipo disco que los persiguieron, pero nunca dispararon contra ellos. También informaron bolas de luz que siguieron sus aviones.

Los pilotos los llamaron "luchadores foo", y supuestamente estos ovnis fueron capaces de cerrar las capacidades de bombardeo de sus aviones. ¿Vinieron estos ovnis de Neuschwabenland, la base nazi secreta construida en la década de 1930, alardeada por el gran almirante alemán Karl Dönitz en 1943? ¿Acaso todos los brillantes pero retorcidos científicos involucrados en las atrocidades nazis realmente se agazaparon en la desolación congelada del Polo Sur para continuar inventando nuevas armas, invisibles para el mundo? ¿O para hacer contacto con extraterrestres reptiles que compartieron su avanzada tecnología?

La historia oficial de los Estados Unidos con respecto a la Operación Highjump es que solo un avión se estrelló, matando a tres pilotos. Y es cierto que los nazis montaron su propia expedición a la Antártida en 1938, aunque no necesitaron suficiente personal para construir gran parte de nada, mucho menos una base tecnológicamente avanzada capaz de crear ovnis.

Entonces, ¿por qué estaban allí en 1938? ¿Y cómo explicaron el Ejército y la Marina de EE. UU. Esas bolas de luz que muchos pilotos informaron haber visto durante la Operación Highjump? ¿Estaban siendo perseguidos por OVNIS? ¿O acaso solo era el fuego de San Telmo? Escuche todo el podcast mientras Matt y Ben analizan todos los detalles de nazis, ovnis, señores reptilianos y Adm. Byrd y decide por sí mismo si la teoría de Neuschwabenland realmente contiene agua ... o, um, hielo.


martes, 27 de marzo de 2018

Guerra contra la Subversión: La arquitectura del golpe del 76

La arquitectura del 24 de marzo: cómo se gestaron los protocolos internos para la represión ilegal

Las Fuerzas Armadas comenzaron los preparativos para el “Día D” seis meses antes del golpe de Estado. Los reglamentos militares se modificaron y describían el funcionamiento de las “patrullas de allanamiento” y de los “lugares de reunión para detenidos”. La guardia nocturna de los “técnicos interrogadores” 

Por Marcelo Larraquy Infobae
Periodista e historiador (UBA)


Una máquina para matar… Jorge Videla

Las Fuerzas Armadas prepararon el golpe de Estado durante el gobierno de Isabel Perón con seis meses de anticipación.  El tiro de gracia para el quiebre del orden constitucional lo proporcionó el decreto 2770/75 firmado el 6 de octubre de 1975 por los ministros del gabinete y el presidente en ejercicio, el senador Ítalo Luder. El decreto trasladó toda la estructura represiva del Estado a la cúpula militar, liderada por el teniente general Jorge Videla.
A partir de entonces se sucedieron decretos, modificaciones reglamentarias y directivas secretas que fueron organizando la represión, mientras en el discurso público las Fuerzas Armadas continuaban anunciando su "prescindencia política" y "fidelidad al orden constitucional".
En octubre de 1975, la primera directiva del Ejército estableció a Tucumán, Capital Federal, La Plata, Córdoba, Rosario y Santa Fe como áreas prioritarias para "detectar y aniquilar a las organizaciones subversivas". Durante ese mismo mes se modificó el Reglamento Militar. Su idea rectora era "aplicar el poder de combate con la máxima violencia para aniquilar a los delincuentes subversivos donde se encuentren".
También se estableció que no habría encuadramiento legal, con trato de "prisioneros de guerra", para los "elementos subversivos". De este modo, el Ejército intentaba prevenirse de reclamos por violación a los acuerdos de la Convención de Ginebra, que prohíbe torturas, fusilamientos y desapariciones.
En el nuevo Reglamento Militar se describía:
"La acción militar es siempre violenta y sangrienta", por lo cual, "cuando las FFAA entran en operaciones no deben interrumpir el combate ni aceptar rendiciones. Las órdenes deberán aclarar, por ejemplo, si se detiene a todos o a algunos, si en caso de resistencia pasiva se los aniquila o se los detiene, si se destruyen bienes o se procura preservarlos".
La modificación también estableció la creación de centros clandestinos de detención. Se los mencionaba con LRD, "lugar de reunión de detenidos". Indicaba que el "sospechoso" sería detenido en base a informes de inteligencia y trasladado al LRD para interrogarlo, sin posibilidad de defensa legal.
Los centros clandestinos eran parte del "Operativo Independencia", constituido en Tucumán desde febrero de 1975. Ocho meses después, comenzarían construirse en el interior de guarniciones. Uno de ellos fue la cárcel militar de La Ribera, en Córdoba. También se crearía "La Perla", a 12 kilómetros de la capital de esa provincia. En la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) se iniciarían las refacciones internas para la conformación de su campo de concentración.
Durante el gobierno de Isabel Perón ya había seis centros clandestinos "operativos". En 1976 funcionaron 365.

El Plan de la Marina

La Armada creó su protocolo interno para el "combate a la subversión" en noviembre de 1975. En su Plan de Capacidades Internas (Placintara) marcaba fases "defensivas" (preservación de instalaciones y personal de la institución) y "ofensivas" (hostigamiento, inteligencia previa, selección del objetivo y detención de personas) para destruir al "oponente subversivo".
La fuerza naval se propuso acabar con la "subversión y sus ideólogos" con "patrullas de allanamiento" de 15 hombres, que incluía también a otros miembros de fuerzas de seguridad. El Plan funcionaba como un manual operativo para los "allanamientos". Según la descripción, los "subversivos" debían desalojar su casa por el frente y con las manos en alto. Si esta orden no se cumplía, los miembros de la patrulla debían rodear el objetivo y batir a fuego puertas y ventanas a fin de "evitar fugas".


Centro clandestino de detención La Perla

Para los detenidos en procedimientos, la Armada preveía la creación de una instancia denominada "guardia transitoria", que funcionaría como un centro clandestino de detención, hasta que se resolviera su destino. El detenido podría ser juzgado por un tribunal militar, derivado a la autoridad policial, a una cárcel común –a disposición del Poder Ejecutivo-, decidir su libertad o mantenerlo secuestrado. No tenía posibilidad de defensa legal.
La Fuerza Aérea fue la última en incorporarse al plan del golpe de Estado. Fue a partir del pase a retiro del brigadier Héctor Fautario, el 22 de diciembre de 1975, que se había opuesto a la interrupción institucional. El centro clandestino de mayor relieve de la Fuerza Aérea sería la "Mansión Seré", en Morón.

Los técnicos interrogadores del 601

La clave para la represión ilegal se asentaba en la inteligencia, un área a cargo del Batallón 601, dependiente del Ejército. El edificio, ubicado en Callao y Viamonte, en Buenos Aires, había albergado en su sótano al cadáver de Evita, antes de ser trasladado a Italia en 1957.
El Batallón de Inteligencia 601 era un centro incesante de flujo informativo. Estaba a cargo del coronel Alfredo Valín.  A partir de la directiva secreta 404/75 del Ejército, conformó su "comunidad informativa", en la que confluían los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, las de seguridad y de la SIDE.

El 601 concentraba a la elite de la inteligencia militar.

Sus agentes estaban formados para la infiltración en fábricas, universidades, sindicatos, ámbitos culturales, sociales. Lo venían haciendo desde hacía varios años. La información que recababa "la comunidad informativa" se evaluaba en la Sala de Reunión, en el sexto piso.



El Batallón 601 disponía de "técnicos de inteligencia" –militares y civiles- que servían de apoyo para "interrogar" a un detenido ilegal en un procedimiento. Los "técnicos" permanecían de guarda por la noche si algún "grupo de tareas" requería de sus servicios para un extraer información.
La información producida se analizaba en la Sala de Situación, que elaboraba un informe sobre el detenido que luego derivaba a los Comandos de Zona, que se correspondía con cada Cuerpo de Ejército, donde se decidían sobre el destino del secuestrado.
En febrero de 1976, el "Plan del Ejército" estableció que los detenidos ilegales estarían incomunicados y a disposición de la Junta de Comandantes, y no habría para ellos posibilidad de justicia.
El Plan también delimitó a sus enemigos: organizaciones gremiales del peronismo ortodoxo y del peronismo combativo, distintos frentes de izquierda, agrupaciones estudiantiles y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, al que asignaban peligrosidad por "su definida prédica socializante".
También preveía la detención de las autoridades provinciales, funcionarios públicos, legisladores, la suspensión del derecho a huelga, de los fueros sindicales y la actividad política. Las embajadas comenzaron a ser controladas para evitar el asilo político.
Hasta que llegó el "Día D", en la madrugada del 24 de marzo de 1976. La orden de represión comenzó a ejecutarse. Los centros clandestinos comenzaron a recibir secuestrados.
La máquina de matar se puso en marcha.
El autor es es periodista e historiador (UBA). Su último libro es "Primavera Sangrienta" (Editorial Sudamericana, 2017).

lunes, 26 de marzo de 2018

PGM: Tsingtao, una miniguerra en China

Tsingtao: un microcosmos de la Primera Guerra Mundial

Gabe Christy || War History Online




El Suwo, el buque insignia japonés durante el asedio de Tsingtao.


Cuando Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania el 4 de agosto de 1914, estalló una guerra mundial. Ambas naciones tenían posesiones coloniales en todo el mundo. Esas pequeñas colonias, puestos comerciales y bases navales se convirtieron en la primera línea. Poco después del estallido de la guerra, una batalla de dos meses de duración se centró en una ciudad: Tsingtao.

Tsingtao, o Qingdao, es una ciudad en el noreste de China, cruzando el Mar Amarillo desde la península de Corea. En 1891, el Imperio Alemán tomó el control del pequeño pueblo pesquero y comenzó una campaña de construcción masiva. Lo transformaron en una ciudad portuaria moderna, con líneas de ferrocarril y un puerto bien fortificado. Alrededor de ella, construyeron fuertes fortificaciones con numerosos emplazamientos de armas y una estación naval.

El próspero puerto sirvió como base de operaciones para las armadas alemana y austro-húngara. Por esa razón, por encima de todo, fue atacado de inmediato por las fuerzas japonesas y británicas en la región. Japón y Gran Bretaña tenían una alianza que se remontaba a 1902, y en 1914 los británicos solicitaron el apoyo japonés en la guerra contra Alemania.

El 15 de agosto, Japón emitió un ultimátum a Alemania: retire sus barcos de las aguas chinas y dé Tsingtao a Japón. Alemania no respondió. El 23 se acabó la oferta, y Japón y Alemania estaban en guerra.

La batalla comenzó con un bloqueo naval el día 27. Los japoneses enviaron cinco acorazados, dos cruceros de batalla y dos destructores para rodear el puerto. Se quedaron fuera del alcance de las pesadas baterías navales que dominaban el puerto. Además de sus buques de guerra, los japoneses tenían una oferta de hidroavión; el Wakamiya. Los preparativos comenzaron para un largo asedio.


El barco japonés Suwo, el buque insignia de la flota de bloqueo.

El 2 de septiembre, los japoneses desembarcaron tropas en Lungkou, a 160 kilómetros al norte de Tsingtao. Técnicamente rompió la neutralidad china, pero las protestas chinas fueron ignoradas. Los británicos, que no querían que los japoneses reclamaran una victoria por sí mismos, agregaron 1000 tropas de los Borders del sur de Gales y 500 sikhs. El ejército alemán envió todas sus fuerzas al lejano oriente para defender a Tsingtao. El Kaiser lo declaró una prioridad principal. Los japoneses luego enviaron aviones para explorar las defensas de la ciudad.

El 5 de septiembre, un hidroavión Farman arrojó bombas sobre algunos de los barcos alemanes en la bahía, pero se vio obligado a retirarse debido al fuego de una ametralladora. Ese breve encuentro fue la primera batalla aire / mar en la historia.


Un hidroavión Farman. El pequeño avión de lona y madera fueron los primeros aviones en atacar un barco.

Los barcos alemanes enviaron algunas incursiones, hundiendo el Takashio, con la pérdida de 271 miembros de la tripulación. Cuando se determinó que no podían escapar del bloqueo, los alemanes retiraron la mayoría de las armas de sus naves y las agregaron a sus baterías de la costa. Estaban cavando para una sangrienta batalla.


Las tropas alemanas escalaron con los japoneses al norte de la península, pero fueron empujados lentamente hacia atrás. Alfred Meyer-Waldeck, comandante alemán de las fuerzas en Tsingtao, no quería desperdiciar su limitada infantería en una lucha innecesaria. Sus tropas lucharon en una retirada lenta, pero tuvieron que abandonar las estaciones de ferrocarril a medida que avanzaban; permitiendo a los japoneses traer más tropas. Después de aterrizar en Laoshan Bay, la infantería japonesa superó en número a los alemanes más de 6 a 1.


Las tropas alemanas se trasladan a las defensas.

Durante los siguientes dos meses, los japoneses probaron las defensas de la ciudad, trajeron equipo de asedio y hostigaron a las baterías navales. Finalmente, el 31 de octubre, las baterías japonesas se abrieron. 100 armas enviaron proyectiles a las defensas alemanas en un bombardeo interminable.

Esa misma noche, los japoneses dispararon proyectiles de metralla contra las baterías destruidas de las defensas exteriores alemanas. Al amparo del bombardeo y la oscuridad, los ingenieros japoneses cavaron una zanja de savia de 300 metros, hacia la línea alemana. Durante el día, los alemanes respondieron con su propio bombardeo, dirigido por observadores en una alta colina fuera de la ciudad.


Tropas japonesas que desembarcan al norte de Tsingtao.

Al día siguiente, los japoneses se abrieron con un bombardeo masivo. Fue acompañado por cruceros japoneses que ingresaban al puerto, bombardeando continuamente las baterías marinas alemanas. El crucero austro-húngaro SMS Kaiserin Elisabeth fue hundido en el puerto y su tripulación fue transferida a las defensas.

Los alemanes sabían que los japoneses tenían una habilidad especial para reutilizar el equipo enemigo. Algunos de los barcos japoneses habían sido capturados de los rusos una década antes.


Marines alemanes en una trinchera hacia adelante. Bundesarchiv

El bombardeo continuó durante siete días a medida que avanzaban los japoneses. Para el 5 de noviembre, las trincheras opuestas estaban separadas unos 100 metros en algunas áreas.

Para el 6 de noviembre, la artillería alemana ya no tenía municiones. Esa noche, los japoneses atacaron las defensas alemanas y capturaron un reducto.


Un arma alemana destruida.

Las tropas japonesas y 1500 británicas se abrieron paso a través de la brecha, abanicándose y ganando terreno. A medida que los japoneses avanzaban por Iltis Hill, se desarrolló una escena increíblemente extraña.

Un capitán japonés, avanzando cuesta arriba, se encontró cara a cara con un teniente alemán que intentaba reunir a sus tropas con la espada desenvainada. Los dos hombres, como para actuar en un espectáculo, fueron iluminados por un foco. Un duelo estalló, con la infantería de ambos lados mirando atónita asombro.


Un reducto alemán. 

El gunto japonés, una versión militar de la espada samurai tradicional, superó al sable ceremonial del oficial alemán. Al ver a su teniente derribado, los alemanes se retiraron mientras las tropas japonesas atacaban hacia adelante, con las bayonetas arregladas.

Los alemanes se vieron obligados a retirarse en masa. Con sus flancos expuestos y su artillería sin municiones, no había esperanza. El día 7, Alfred Meyer-Waldeck se rindió formalmente. En total, el recuento de cadáveres favoreció a los alemanes, con 199 muertos a 727. Todas las tropas restantes fueron llevadas cautivas, y seis barcos fueron hundidos en el puerto.


Alfred Meyer-Waldeck.

Tsingtao fue un importante punto de fricción para las relaciones entre Japón y China durante los siguientes 20 años. Los japoneses se negaron a abandonar la colonia hasta 1922. Les dio experiencia en la ocupación de la parte continental de China, lo que llevó a su invasión a China en la década de 1930 y 40.

La batalla fue un microcosmos de la guerra que siguió. Combinó ataques aéreos y reconocimiento, bombardeos de artillería pesada que cubrían los avances de la infantería y luchas desesperadas en los escombros resultantes.

La Primera Guerra Mundial fue una experiencia de lucha diferente, y Tsingtao brindó al mundo una idea de lo que estaba por venir.

domingo, 25 de marzo de 2018

Guerra Antisubversiva: Un golpe de estado pedido por el público

24 de marzo: el golpe que más aplaudieron los argentinos. 

Por Nicolás Márquez | Prensa Republicana

Tal como viene sucediendo año tras año, en esta semana del 24 de marzo (fecha convertida en insólito feriado turístico) un conglomerado de actos públicos, declaraciones televisivas y encendidas alocuciones serán brindadas por referentes de los partidos políticos, en repudio a las Fuerzas Armadas por haber tomado el poder del Estado en 1976 y desde allí, haber interpuesto un “genocidio” contra “luchadores sociales”, según repiten con insistencia los voceros de la partidocracia y del establishment comunicacional.



Sin embargo, en estos histriónicos discursos, tanto recolectores de votos como figurones de circunstancia omitirán recordar el apoyo irrestricto que todos los partidos políticos del país (empezando por los que hoy declaman en primera fila), personalidades múltiples y diferentes estamentos de la sociedad civil de todas las ideologías le dieron a la pacífica sublevación militar que a la sazón destituyó a Isabelita y aquella impresentable corte de gangsters que la secundaba. Y motivos para tal consenso “destituyente” no faltaban: durante los casi tres años que iban de gobierno peronista (desde mayo de 1973 a marzo del 76) el terrorismo paraestatal de la Triple A ya había asesinado a medio millar de personas; el terrorismo marxista protagonizado por el ERP y Montoneros había causado 1.358 homicidios (cantidades informadas y ratificadas en su momento por diarios antagónicos como La Prensa o La Opinión), y el número de guerrilleros desaparecidos tras las órdenes presidenciales de “aniquilar el accionar de los elementos subversivos” ya ascendía a 900.

Desde mayo de 1974 centenares de guerrilleros del ERP operaban en los montes de la selva de Tucumán, dándole guerra al Estado en el afán de segregar la Provincia del territorio nacional. En esa intentona secesionista fueron famosos los crímenes de niños cometidos por la subversión: el caso más famoso fue el de las hermanas María Cristina y María Fernanda Viola (de 3 y 5 años respectivamente), la primera asesinada a balazos y la segunda acabó un mes internada en estado de coma, con secuelas irreparables. El padre de ambas, el Capitán Humberto Viola, también fue asesinado en el mismo ataque. Lo expuesto no fue un hecho aislado: entre 1969 y 1979 las bandas terroristas cometieron 21.665 actos de subversión (entre ellos 5052 colocaciones de bombas y 1748 secuestros), cantidades ratificadas en la sentencia dictada el 9/10/1985 por la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional – Cap. 1. Cuestiones de hecho – Causa 13.

En todo el período de barbarie y desgobierno previo al 24 de marzo de 1976, no sólo no se dictó ninguna condena a un solo terrorista, sino que centenares de ellos fueron premiados y amnistiados durante el lamentable pasaje presidencial de Héctor Cámpora: de los más de 1000 terroristas beneficiados con la impunidad, 371 terroristas ya tenían condena judicial.

Como si los escalofriantes datos de la guerra civil entonces vigente fuesen insuficientes, los números económicos se desplomaban y la hiperinflación (según informe de FIEL) arrojaba una proyección anual del 17.000% para 1976.

Durante los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y las notas de los diarios reflejaban el clima imperante: “Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres” publicaba La Opinión (19/03/76). “Es inminente el final. Todo está dicho” redundaba La Razón. Pero la expresión más clara de lo que la clase política podía dar fue del diputado Molinari:

“¿Qué podemos hacer? Yo no tengo ninguna clase de respuesta”.

De la oposición nada podía esperarse. El jefe de ésta, Ricardo Balbín (a la sazón presidente de la UCR), efectuó un público y desembozado lavado de manos el 22 de marzo, alegando: “Hay soluciones, pero yo no las tengo”. Ya el 27 de febrero el comité nacional de la UCR había incentivado el golpe al publicar la siguiente exhortación: “Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que por su hondura, vastedad e incomprensible dilación, alcanza su límite”.

Horas antes del fin de aquel tenebroso régimen, se escapaba al exterior el máximo líder sindical, Casildo Herrera: “yo me borro” fue su conocida sentencia al llegar sano y salvo a Montevideo. Y lo bien que hizo en huir, a sus antecesores en el máximo cargo jerárquico de la CGT no les había ido nada bien: tanto José Alonso como José Ignacio Rucci habían sido asesinados poco antes por las balas montoneras. Dos días previos al 24 de marzo renunció también el Intendente de la Ciudad Buenos Aires José Embrioni y mientras tanto, el hombre fuerte de aquel gobierno, el hechicero José López Rega, se encontraba prófugo de la justicia escondido en Europa. Pero la bochornosa competencia de estampidas y deserciones también llegó al Congreso de la Nación: “Los legisladores que asistieron al Parlamento se dedicaron a retirar sus pertenencias y algunos solicitaron un adelanto de sus dietas” informó Clarín el 21 de marzo.

En suma, la ceguera ideológica de los que ahora repiten la estereotipada historia oficial a base de aforismos parciales y sensibleros oculta que “la inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos”, textuales palabras dirigidas a la revista alemana “Geo” en 1978 por el escritor Ernesto Sábato: el mismo tránsfuga que después presidió la Conadep y encima prologó el libro “Nunca Más”, el emblemático best seller financiado por el inconcluso gobierno de Raúl Alfonsín.

Pero el apoyo generalizado a los militares proveniente de los mismos sectores que hoy los repudian no se limitó a la sublevación del 24 de marzo. Una vez constituido el nuevo gobierno, sus aplaudidores se sumaron a cogobernar con entusiasmo: de las 1.697 intendencias vigentes en la gestión del Presidente Jorge Rafael Videla, solo el 10% de ellas eran comandadas por miembros de las FF.AA.; el 90% restante, estaba conformado por civiles repartidos del siguiente modo: el 38% de los intendentes eran personalidades ajenas al ámbito castrense de reconocida trayectoria en sus respectivas comunas, y el 52% de los municipios restantes era comandado por los partidos tradicionales en el siguiente orden: la UCR contaba con 310 intendentes en el país, secundada por el PJ (partido presuntamente “derrocado”) con 192 intendentes; en tercer lugar se encontraban los demoprogresistas con 109, el MID con 94, Fuerza Federalista Popular con 78, los democristianos con 16, el izquierdista Partido Intransigente con 4 y el socialismo gobernaba la ciudad de Mar del Plata. En otras áreas, el socialista Américo Ghioldi se constituía en embajador en Portugal; en Venezuela, el radical Héctor Hidalgo Solá haría lo propio, Rubén Blanco en el Vaticano y Tomás de Anchorena en Francia; el demoprogresista Rafael Martínez Raymonda en Italia, el desarrollista Oscar Camilión en Brasil y el demócrata mendocino Francisco Moyano en Colombia. En tanto, el Partido Comunista ratificó su apoyo a Videla y fue la primera vez que una gestión de facto no prohibió ni declaró ilegal al PC.

Por supuesto que en el marco de la guerra civil desatada por el terrorismo marxista el gobierno militar cometió errores y horrores, pero en absoluto estos fueron en la proporción ni en la dimensión que pretenden endilgarles los reescribidores de historietas: hoy ya sabemos oficialmente que los desaparecidos no fueron 30 mil sino 6447 (según listado gubernamental del año 2006) y que dentro de esta aminorada cantidad “Habrá alguno que otro desaparecido que no tenía nada que ver, pero la inmensa mayoría era militante y la inmensa mayoría eran montoneros”, literal confesión brindada por Mario Firmenich al periodista español Jesús Quinteros.

Se va otro 24 de marzo, y otra vez nos estamos perdiendo una renovada oportunidad de discutir y repensar en serio y con afán superador el triste pasado reciente. Muy probablemente nada de los hechos citados en esta nota serán mencionados en los sucesivos carnavales de la memoria, los cuales girarán en torno a un inamovible y exótico feriado que, para lamento del grueso de los habitantes de Argentina, este año cae sábado.

Nota publicada originariamente en Infobae bajo el título “Una fecha con mala memoria”

sábado, 24 de marzo de 2018

Guerra antisubversiva: Los muertos invisibles

Los muertos invisibles de la Argentina

Jorge Fernández Díaz || LA NACION




El último gesto de vida de Antonio Muscat, segundos después de recibir una lluvia de plomo, es esta lágrima furtiva que le cruza el rostro final, tendido sobre la vereda ensangrentada. Nació en Dock Sud, provenía de una humilde familia de inmigrantes malteses y se casó con una bella croata de tres nombres a quien todos llamaban Beba. Se recibió de contador público, ingresó en Molinos e hizo una larga carrera en el grupo Bunge & Born. Su vida personal siguió siendo sencilla, frugal y feliz: se lo veía siempre cortando el pasto del jardín de su casa de Quilmes, acompañando a sus tres hijas mujeres y ayudando a los más pobres desde sociedades de fomento, club de leones y parroquias ribereñas. Beba lo esperaba todas las tardes con la alegría de una novia. Al día siguiente del secuestro de los hermanos Born, ella atendió un llamado: "Decile al hijo de puta de tu marido que va a ser el próximo". Al principio de los violentos años 70, la compañía le había ofrecido trasladarse a Brasil; luego le intervinieron el teléfono y le pusieron una custodia. Pero Antonio no quería asilarse ni vivir vigilado; pensó sinceramente que nadie querría matar a un simple gerente, a un tipo de barrio. Más bien cavilaba, y no sin algo de razón, que esos amagues eran simples presiones para que el patriarca de los Born soltara por fin el dinero del rescate. Pero el patriarca se ponía duro y las negociaciones se dilataban, y entonces los responsables de la Operación Mellizas tomaron secretamente la decisión de "ejecutar" a algún empleado de la compañía para ablandar la voluntad, para aceitar el diálogo. Antonio Muscat no tenía forma de saber que ya se había transformado en un blanco móvil.

Esta mañana del 7 de febrero de 1975 gobierna Isabel Perón, y hay un sol radiante. Muscat, como todos los días, se levanta temprano, sale a hacer flexiones y ejercicios de respiración, se ducha y despierta a Beba: siempre se sienta a su lado en la cama y le ceba unos mates. Luego carga a dos hijas en su Ford Falcon y cambia su itinerario de rutina, puesto que debe dejar a una de ellas en la estación de trenes. "Apurate que tengo varios coches atrás", le dice. Ella se apura y, por lo tanto, solo le deja un beso fugaz. Todavía hoy, 43 años después y con la perspectiva del drama, se arrepiente de aquella fugacidad. El dolor nos vuelve injustos con los detalles.

En la barrera Rodolfo López un coche le frena a Muscat por la retaguardia, y otro se adelanta y se le pone a la par. El contador entiende que algo grave está por suceder, porque comienzan a sonar dos sirenas. La barrera se alza y él pisa el acelerador. Pero a los pocos metros un tercer auto sale de la nada y lo bloquea, y lo encierran hacia la derecha. De ellos surgen nueve tipos armados con ametralladoras y le arrojan gas pimienta. La otra hija de Muscat baja aturdida y se refugia por un instante detrás del Falcon, y Antonio parece alejarse de ella quizá porque intuye que van a rociarlo de muerte, y no quiere que las balas la alcancen. Los asesinos se concentran en él: uno de los proyectiles le entra por el brazo, le atraviesa el tórax y le toca el corazón.



Cuando se acerca, su hija lo ve caído y por el rabillo del ojo divisa a los nueve homicidas, que regresan a sus coches con las ametralladoras humeantes. Es en ese instante de conmoción cuando observa que aquella lágrima solitaria y última surca la cara de su padre. Un conscripto que pasa por ahí la ayuda a cargar el pesado cuerpo y a conducirlo a la Clínica Modelo. Beba Muscat, pocos minutos más tarde, entra en el quirófano sin saber que su marido ya ha expirado y le grita: "¡Vamos, Antonio, fuerza!". Hasta que una enfermera la acaricia amorosamente, ella se da cuenta de la verdad y se desmorona.

Muscat fue sepultado en el cementerio de Avellaneda; dentro de la caja fuerte de su oficina encontraron varias amenazas firmadas por Montoneros y ERP. Born, que lo conocía y lo estimaba, ordenó fríamente que pagaran una indemnización, pero solo envió unas flores y una tarjeta impersonal. Sus dos hijos recobraron la libertad, pero nadie se acordó nunca de esa familia mutilada. Ni una línea, ni una palabra, ni un llamado. Beba se sintió abandonada emocionalmente por los patrones de su esposo. Estuvo un año entero muerta en vida, hasta que de pronto resucitó: dijo que nunca más iba a consumir la yerba ni la harina ni ningún otro producto que fabricaran las empresas de los Born, y se dedicó con risas y con garra a sacar adelante a sus hijas. Jamás volvió a enamorarse, pero logró que todas hicieran un buen duelo y que no se agitara obsesivamente en el hogar la memoria de aquel terrible atentado; no quería que sus nietos crecieran con resentimiento. La dictadura militar les pareció a todas ellas una aberración inexcusable: lavar sangre con más sangre, combatir el terrorismo transformando al Estado en terrorista y en sádico asesino en masa. Los posteriores negocios de Born con Galimberti les hicieron rechinar los dientes. Y la irresponsable mitificación de los montoneros operada por el gobierno kirchnerista les crispó los nervios. Tuvieron que romper su propio criterio con esos hijos y sobrinos cuando descubrieron que el clima de época les inculcaba la épica de la "juventud maravillosa". Se vieron forzadas a sentar a esos chicos y a explicarles seriamente lo que había sucedido con el abuelo. Y cómo los miembros de aquellas bandas armadas jamás pidieron perdón, y el modo en que se silenciaron a todas sus víctimas mediante una extraña extorsión pública según la cual evocar las aberraciones terroristas implicaba necesariamente disculpar el exterminio de Videla y de Massera, o sustentar de manera automática la "teoría de los dos demonios".

Por esa misma razón, hay 1094 muertos invisibles en la Argentina; la mayoría de ellos, eliminados en tiempos de democracia. Civiles y no combatientes. Personas que trabajaban para una multinacional y eran fusiladas con alevosía bajo la acusación de "colaborar con el capitalismo", o que se encontraban en el lugar equivocado a la hora equivocada, y una bomba las volaba en pedazos. O policías recién salidos de la escuela que eran agentes de tránsito y servían como bautismo de fuego para los militantes más ambiciosos: les disparaban a los vigilantes a mansalva en una esquina y ganaban así prestigio en el escalafón interno de la Orga. Hirieron, por ese camino, a 2362 ciudadanos y secuestraron a 756 hombres y mujeres.



Los Muscat no reivindican la represión ilegal, ni repudian las condenas a los militares, ni siquiera esperan que un juez alcance alguna vez a las cúpulas guerrilleras: parece demasiado tarde. Solo aspiran a salir del pozo del olvido, ese averno de silencios donde la muerte es omitida por el Estado y por la sociedad. Los desaparecidos, con gran justicia, tienen actos, homenajes, museos, parques de la memoria, lugar en los libros. Estos muertos, en cambio, no tienen nada. Su recuerdo no solo es necesario para reparar esa sustracción, sino para cuestionar esta nueva historia oficial que se cuenta en las aulas colonizadas, según la cual hubo una generación "heroica" que dio todo por cambiar el mundo. Incapaces de un mínimo pedido de disculpas, muchos de ellos fueron en verdad asesinos autoindulgentes, arrogantes e impunes recubiertos bajo la piel de "idealistas". Pensé mucho en ellos y en Muscat al leer esta semana la novela Patria, sobre ETA y el País Vasco. Fernando Aramburu, su autor, vino a Buenos Aires y lo dejó claro: "Matar por un ideal es un crimen".

viernes, 23 de marzo de 2018

Witold Pilecki, héroe polaco contra el nazismo fusilado por Stalin

Witold Pilecki, el polaco que se infiltró en Auschwitz y acabó fusilado en su propio país




La historia del polaco Witold Pilecki constituye un caso absolutamente excepcional en la Historia. Nacido en 1901, al estallar la Segunda Guerra Mundial vio cómo su país sufría el destino de ser invadido simultáneamente por sus dos poderosos vecinos la Alemania nazi y la U.R.S.S. de Stalin (“Desdichada Polonia”, como decía uno de los personajes de la genial película de Lubitsch To Be or not To Be).

Durante la dominación alemana y ante los rumores de lo que estaba aconteciendo en los campos de concentración especialmente con los judíos, Pilecki (que no era judío) tomó una decisión que le convirtió en un personaje único: ingresar por voluntad propia en el hoy siniestramente célebre campo de exterminio de Auschwitz para conocer de primera mano si los rumores sobre el genocidio que allí se estaba llevando a cabo eran ciertos. Pilecki ingresó en el campo de concentración en 1940 con el nombre de Tomasz Serafinski. En el interior de Auchwitz, organizó un grupo de resistencia dentro del campo y consiguió enviar información al exterior sobre lo que estaba ocurriendo dentro de este.

Pilecki tenía esperanza que al llegar a los aliados las noticias de lo que allí pasaba se realizara algún tipo de acción para liberar a los prisioneros y trató de organizar las cosas en el interior por si el ataque se producía. En 1943, cuando se convenció de que el ataque sobre Auschwitz no se iba a producir, Pilecki decidió huir del campo junto con dos compañeros. Nuestro protagonista no solo fue la única persona que entró en Auschwitz por voluntad propia, sino que también fue de los pocos que lograron escapar del campo de la muerte.

Pilecki se dirigió a Varsovia, donde fue uno de los líderes del movimiento de resistencia y del levantamiento del ghetto de la ciudad contra los nazis (a pesar de que, como hemos dicho, no era judío) . Detenido en 1944 pasó el resto de la guerra en un campo de prisioneros, para unirse en 1945 a las tropas del Ejército Libre de Polonia. Posteriormente aceptó regresar a su país, ya bajo dominio comunista, para realizar tareas de espionaje del movimiento de liberación polaco. Capturado por las autoridades del nuevo régimen, fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado por sus compatriotas el 25 de mayo de 1948.

La historia de Witold Pilecki fue mantenida en secreto por el régimen comunista hasta el desmoronamiento de los países del bloque soviético. Hubo que esperar hasta 1995 para que la extraordinaria historia de este luchador por su país contra la tiranía nazi que acabó fusilado por sus propios compatriotas fuera debidamente recompensada con la concesión de la Orden de Polonia Restituta. En 2006 le fue concedida la más alta condecoración de su país. la Orden del Águila Blanca.

Los informes elaborados por Witold Pilecki sobre lo que estaba aconteciendo en Auschwtiz se narran en el libro The Auschwitz Volunteer: Beyond Bravery . Existe una película, Operation Auschwitz, que cuenta la historia de Pilecki, aunque no he tenido ocasión de verla.

Curiosidades de la Historia

jueves, 22 de marzo de 2018

Comandantes que revolucionaron la guerra

Estos comandantes revolucionaron la guerra en su tiempo

Andrew Knighton || War History Online



Desde la izquierda: Napoleón, El barón rojo, Federico el grande


De vez en cuando, un comandante emerge con un enfoque genuinamente transformacional de la guerra. Aquí están algunos de esos comandantes.

Filipo de Macedonia

Alejandro Magno fue el líder más famoso y exitoso en la historia de Macedonia. Sus éxitos, sin embargo, se construyeron sobre la base establecida por su padre, el rey Felipe II.

Filipo llegó al poder en una época en que las milicias ciudadanas defendían las ciudades-estado griegas. Dirigió Macedonia hacia un ejército profesional capaz de derrotar a todos los que llegaron. El aumento de la unidad política y una mejor administración de la tierra le permitieron apoyar a un ejército mayor de tropas subordinadas y aliadas.

Filipo también cambió la forma en que los macedonios lucharon. Aprendiendo de los mercenarios griegos, adoptó las tácticas más avanzadas de la época. Las falanges de lanza que le pasó a Alexander fueron las mejores en el mundo griego.


La diadema de plata dorada de Felipe II, encontrada en su tumba en Vergina


Carlos VIII

Aunque no fue ingeniero, el rey Carlos VIII de Francia canalizó las habilidades de los ingenieros militares de su país para transformar el uso de la artillería.

En 1494, desplegó la primera fuerza de artillería producida por su nuevo enfoque estandarizado. Las armas de bronce fundido eran lo suficientemente robustas como para resistir la alta presión de potentes cargas de pólvora. Les permitió disparar más y de manera más efectiva. Sin las imperfecciones que acribillaron muchos cañones, era menos probable que explotaran en las caras de sus usuarios. A pesar de su fuerza, eran lo suficientemente ligeros como para viajar en carruajes de campo.

Las armas fuertes, livianas y estandarizadas le permitieron a Charles destruir fortalezas en toda Italia. Él estableció el estándar para el futuro de la artillería.

Oda Nobunaga

El caudillo japonés Oda Nobunaga supervisó el comienzo del fin de la guerra samurai. Un soldado de una estación relativamente baja, usó la astucia táctica para aniquilar un ejército doce veces más grande que el suyo en la garganta de Okehazuma. Dispuesto a adoptar nuevas tecnologías y tácticas, utilizó una línea defensiva de arcabuceros para destruir a los samuráis que cargaban en Nagashino 1575.

En el momento de su muerte a través de la traición de un subordinado, había reunido gran parte del Japón fracturado. Los hombres que lo siguieron terminaron un siglo de guerra localizada, creando un poder militar central.


Estatua de Oda Nobunaga en el castillo de Kiyosu. Bariston - CC BY-SA 4.0


Federico el grande

Hay una razón por la cual el Rey Federico II de Prusia es recordado como Federico el Grande. Convirtió al ejército prusiano en una temible máquina de guerra que dominó Europa a mediados del siglo XVIII. Su enfoque dio forma a la de otros comandantes durante décadas después.


Federico II (el Grande), rey de Prusia, de 68 años

El corazón de los éxitos de Federico radicaba en una estricta disciplina y ejercicio. Llegó a una duración sin precedentes para garantizar que sus tropas fueran entrenadas para marchar y luchar juntos de manera efectiva. Logró victorias como en Leuthen en 1757, donde la fiabilidad y la maniobrabilidad de sus formaciones de infantería fueron fundamentales para su éxito.

Napoleón Bonaparte

Las innovaciones de Napoleón comenzaron con la artillería, el elemento del ejército en el que comenzó. En lugar de dispersar las armas para apoyar a otras formaciones, las concentró, enfocando su devastación en los lugares clave de la línea enemiga.

La reorganización de Napoleón fue mucho más allá de eso. Un maestro de la maniobra y la motivación, su ejemplo fue estudiado por generaciones después. Audaz, rápido, y dispuesto a tomar riesgos por el bien del gran éxito, transformó la guerra en Europa. Sus métodos se extendieron a América, donde el estudio de las técnicas de Napoleón dio forma a la lucha durante la Guerra Civil.

Shaka Zulu

A principios del siglo XIX, Shaka Zulu tomó el control de la pequeña nación zulú y la transformó en un poderoso imperio. Fue construido sobre sus innovaciones como comandante militar.

Shaka adoptó el sistema amabutho para organizar sus ejércitos. Se basó en los cuadros de hombres jóvenes de edad similar que se entrenaron y lucharon juntos, fomentando los lazos de lealtad, coraje y disciplina.

Al perforar las tropas en el terreno espinoso, Shaka endureció sus pies. Les permitió deshacerse de sus sandalias torpes y marchar y luchar descalzo. Su velocidad de maniobra, tanto táctica como estratégicamente, fue legendaria.

La elección de las armas también desempeñó un papel. En lugar de lanzar lanzas, Shaka se concentró en apuñalar con la pequeña lanza Assegai. Enfrentado con sus oponentes, el Zwide, los zulúes soportaron una lluvia de lanzas arrojadizas, y luego se acercaron a la victoria.


El Barón Rojo

La Primera Guerra Mundial presentó una gran cantidad de repeticiones inútiles en el suelo, pero en el aire, era un campo de gran innovación.

El Barón Manfred von Richthofen, conocido como el Barón Rojo, fue el mejor as aéreo de la Primera Guerra Mundial. Creó nuevas maniobras y tácticas para la lucha de formación. Al volar alto y luego descender con el sol a su espalda, obtuvo una ventaja sobre sus oponentes con un efecto devastador. Comenzó una tendencia entre los aviadores alemanes de aviones pintados de vivos colores, lo que le valió a su unidad el título de Flying Circus. Sirviendo como una fuerza móvil arriba y abajo de las líneas, aterrorizaron a sus enemigos.


Manfred von Richthofen (en la cabina) por su famoso Rote Flugzeug ("Avión Rojo") con otros miembros de Jasta 11. 23 de abril de 1917

Heinz Wilhelm Guderian

Habiendo visto el poder de los tanques durante la Primera Guerra Mundial, Heinz Guderian se convirtió en un líder en el desarrollo de la guerra de tanques. Inicialmente basando sus tácticas en las de los pensadores británicos Fuller y Liddell Hart, las superó. En cooperación con los rusos y los suecos, condujo ejercicios de entrenamiento que impulsaron el potencial de los tanques.

Una de sus mayores preocupaciones era la comunicación entre tanques. Utilizando su experiencia con las señales, desarrolló comunicaciones de radio seguras para permitir la coordinación en la batalla.

Las innovaciones de Guderian llevaron al famoso Blitzkrieg alemán.

Fuentes:


  • Charles Rivers Editors (2014), The Red Baron: The Life and Legacy of Manfred Von Richthofen
  • John Keegan and Richard Holmes (1985), Soldiers
  • John Keegan (1987), The Mask of Command
  • David Rooney (1999), Military Mavericks: Extraordinary Men of Battle
  • Stephen Turnbull (1987), Samurai Warriors



miércoles, 21 de marzo de 2018

Aztecas: Pruebas de su holocausto

Aparecen pruebas sobre el Holocausto azteca

El Imperio azteca fue una entidad de control territorial, político y económico que existió en la zona central de Mesoamérica, durante el Posclásico Tardío, antes de la Conquista española. Formalmente, estaba integrada por los dominios de la Triple Alianza, conformada por Texcoco, Tlacopan y México-Tenochtitlan. En los hechos, la mayor parte de los territorios bajo el dominio de los altépetl coaligados pertenecían a los mexicas. A lo largo de la historia ha habido diversas versiones a favor y en contra el posible holocausto Azteca y al parecer en la actualidad se han hallado nuevas pruebas que confirmarían qué ocurrió en verdad.
Por Urgente 24



La 1era descripción de la torre de los cráneos de Tenochtitlan la hace en 1521 el soldado español Andrés de Tapia, que acompañó a Hernán Cortés y a los totonacas, tlaxcaltecas y otras tribus en la conquista de México. Luego la repitieron el conquistador español Bernal Díaz del Castillo y el historiador Francisco López de Gómara. Después fue negada, y con ella, aquel sistema de sacrificios humanos de los aztecas, porque el Imperio azteca tenía que pertenecer al edén indígena que los españoles bárbaros habían destruido cuando arrasaron América. En consecuencia, estas descripciones del terror azteca no podían ser más que mentiras para justificar la conquista de México.



Hernán Cortés

Los propios mexicanos cuentan que su historia -y contra este disparate escribió Octavio Paz- comienza con la fundación del dios Quetzalcóatl, para verse luego interrumpida con la llegada destructiva de los españoles, y continuada por su cauce natural tras la independencia. Hace ya mucho tiempo que se sabe que los cronistas españoles no mentían.

Hace pocos días, una noticia de agencia desveló que en las excavaciones arqueológicas que desde 2015 se hacen junto a la catedral metropolitana de México se ha encontrado una torre de cráneos que responde punto por punto a la descripción de los cronistas españoles

Los arqueólogos han encontrado ahora un osario de cabezas de hombres presos en guerra y sacrificados a cuchillo, el cual era a manera de teatro más largo que ancho, de cal y canto con sus gradas, en que estaban ingeridas entre piedra y piedra calaveras con los dientes hacia afuera. Es decir, que Cortés no mentía. Con el agravante de que no son sólo guerreros sacrificados, como dijeron los aztecas, sino también mujeres y niños.

La negación de los sacrificios ha tenido distintas versiones, plenamente vigentes. El 25/04 de este año Jason Suárez, del History Department de El Camino College de California, explica en su conferencia Questions of ritual human sacrifice que la idea de los sacrificios humanos es errónea y fruto de haber interpretado torticeramente las imágenes en que estos sacrificios se representan, para justificar la conquista.

Para Marvin Harris es la falta de proteínas la que explica los sacrificios humanos. Todo ello va encaminado a reforzar la idea de que los españoles no llegaron a México y acabaron con un horror institucionalizado, porque el horror debía estar encarnado por ellos mismos, por Cortés y sus hombres y, por tanto, nada beneficioso podía venir de ahí.

Pero ahora el descubrimiento de la torre de los cráneos de Tenochtitlán, tan verazmente descrita por los cronistas, obliga a mirar a Cortés y a su gente de otra manera.

Pronto caerá otro manto de silencio sobre esta realidad como ha caído sobre tantas otras que no necesitaban de un equipo de arqueólogos. Como, por ejemplo, que el gobernador nombrado por Cortés que tuvo México en el nuevo orden cristiano se llamó Andrés de Tapia Motelchiuh (1526-1530) y era un azteca que se bautizó tomando precisamente el nombre del cronista y conservando también el suyo, y que era un plebeyo casi esclavo a quien el anquilosado sistema social azteca nunca le hubiera permitido prosperar. Acompañó a Cortés durante 3 años en sus expediciones. Pero se podría nombrar también a otro plebeyo,  Pablo Xochiquenzin, que también fue gobernador 5 años. O a Diego de Alvarado Huanitzin, que acompañó a Cortés en la expedición a Honduras y fue nombrado gobernador de Ecatepec, cargo que ocupó 14 años. Después el virrey Antonio de Mendoza le nombró gobernador de Tenochtitlán. O a Diego de San Francisco Tehuetzquititzin o a  Alonso Tezcatl Popocatzin, o a Pedro Xiconocatzin. Todos indios, todos gobernantes del virreinato de la Nueva España.