domingo, 2 de junio de 2019

España: Yacimiento arqueológico de Alarcos, moros contra cristianos


Alarcos, el yacimiento de una batalla


Los arqueólogos hallan en el lugar donde se enfrentaron las tropas de Alfonso VIII y Abu Yaqub Al-Mansur en 1195 numerosos restos de la refriega
Vicente G. Olaya | El País





Osamenta de soldado de Alfonso VIII muerto durante el ataque al castillo de Alarcos. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


Paños de la muralla inacabada por Alfonso VIII bajo la que se halló el foso con los cuerpos de los soldados cristianos. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


Vista aérea del yacimiento de Alarcos, sobre el montículo los restos del castillo cristiano, a la derecha la iglesia de la Virgen de Alarcos y abajo, el centro de interpretación. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
 
Esqueleto de una cabalgadura muerta durante la batalla junto a un elemento cerámico. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA

Interior de la iglesia gótica de la Virgen de Alarcos, situada a cien metros del castillo. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


 Estribos, espuelas y herraduras hallados en el yacimiento.


Murallas inconclusas del castillo de Alarcos. La fortaleza fue tomada por los almohades tras la batalla. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


Foso de despojos con restos de los soldados cristianos. 


Castillo de Calatrava la Vieja, cuya toma por los cristianos fue previa a la batalla de Navas de Tolosa. V. G. O.


Punta de lanza encontrada en el yacimiento. UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA


Vista aérea del castillo de Alarcos, erigido sobre un cerro de la provincia de Ciudad Real. 

sábado, 1 de junio de 2019

GCE: Los campos de concentración de Franco

Los campos del horror

Franco desplegó una heterogénea red de centros en los que concentró a cientos de miles de prisioneros de la guerra
Manuel Morales | El País


LOS 294 CAMPOS DE CONCENTRACIÓN DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA

Campos de concentración de 1936 a 1947
Fuente: www.loscamposdeconcentraciondefranco.es Diseño: Jose María Hernández. EL PAÍS


"Organizarán los campos de concentración con los elementos perturbadores, que emplearán en trabajos públicos, separados de la población". Esta fue la orden enviada por Franco a sus generales el 20 de julio de 1936, solo dos días después de la sublevación militar. Era el inicio de un plan represivo y controlador de los que iban a convertirse en derrotados. "La represión es el capítulo más estudiado hoy por los historiadores", asegura Ángel Viñas, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en el conflicto español y el franquismo. Ejemplo de este interés es la reciente aparición de Los campos de concentración de Franco, del periodista Carlos Hernández de Miguel (Ediciones B), que aborda una cuestión en la que fue pionero, en 2005, el libro Cautivos, de Javier Rodrigo (Crítica). "Ha sido una cuestión oculta tradicionalmente", continúa Viñas.

Cientos de miles de personas padecieron en sus carnes, durante la contienda y tras esta, la terrible vida en un campo de concentración. "Lo de la latita de sardinas y la falta de agua fue continuo. En Miranda [de Ebro] dormíamos en el puñetero suelo, en el barro", contaba el militante anarquista Félix Padín en Cautivos. "Fueron espacios en los que se interna, clasifica y reeduca a prisioneros de guerra", dice Rodrigo, doctor en Historia Contemporánea. No obstante, la organización de este mastodonte se caracteriza por la improvisación. "Lo de la eficiencia de los sublevados es un mito", señala Rodrigo.

Los campos empezaron "de manera irregular, entre noviembre y diciembre de 1936, porque fracasa el golpe y aumentan, sobre todo, tras la campaña del Norte, en marzo de 1937, cuando se toma a 90.000 prisioneros; solo en Santander, 30.000", continúa este historiador, que cifra en 190 el número de centros, por los que pasaron "entre 350.000 y 500.000 presos". Hernández, en su libro, ha aumentado ambas cifras: 294 campos y entre 700.000 y casi un millón de presos. "Me he ceñido a aquellos que el propio régimen franquista cataloga así". En cualquier caso, la proliferación llevó a Franco a intentar poner orden con la creación, en el verano de 1937, de la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (ICCP), organismo que no desaparece hasta 1942.

Una característica distintiva de los campos del franquismo fue que "los presos son considerados como delincuentes y pierden la condición de prisioneros de guerra", subraya Gutmaro Gómez Bravo, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. "No habían sido acusados de nada ni habían sido condenados", añade Hernández. Aparte estaban los que directamente fueron fusilados o encarcelados. La obsesión de las autoridades era clasificar el aluvión de reos para decidir qué hacer con ellos. Los que se consideraba que podían ser afectos al nuevo régimen "eran enviados de inmediato al frente; los desafectos, a la justicia militar, y sobre los que había dudas, al circuito del trabajo forzoso hasta su liberación", según Rodrigo.


Prisioneros de las Brigadas Internacionales en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos). BIBLIOTECA NACIONAL

Para tomar una resolución se pedían informes a los Ayuntamientos de las localidades natales de los presos. "Lo que dijesen el cura, el alcalde, el jefe de Falange y el jefe de la Guardia Civil suponía el pasaporte a la vida, la muerte o los trabajos forzados", agrega Hernández, que para su libro pudo hablar con media docena de supervivientes. "Han sido muy importantes las memorias, manuscritos y notas que muchos dejaron a sus seres queridos".

El día a día constaba de madrugones a golpes y gritos, formación, saludos y cantos fascistas, despiojarse en los ratos de ocio, mucha hambre y aguantar el frío o calor. "No había un particular deseo de tratar bien a los prisioneros, aunque tampoco había un plan de exterminio, porque les interesaba reutilizarlos para su Ejército", explica Rodrigo, para quien los paradigmas del terror fueron San Juan de Mozarrifar, en Zaragoza; Miranda de Ebro y San Pedro de Cardeña (Burgos), Celanova (Ourense) y Santoña (Cantabria). Fuera de las fronteras españolas únicamente hubo una cierta reacción por parte del Vaticano "para que no se cometieran excesos", señala Gómez Bravo, "porque el temor era que cayeran en manos de Falange". De puertas adentro, solo se puso algo más de cuidado, de cara a la galería, "tras la derrota nazi de Stalingrado", por el miedo a que la derrota de Hitler arrastrara a Franco.

Los tipos de espacios concentracionarios atendieron a la evolución del conflicto. Rodrigo destaca un bloque "desde la ofensiva del norte a la batalla de Teruel, otro hasta la batalla del Ebro y el de la ofensiva final, cuando se hicieron unos 140.000 prisioneros en Madrid, Castilla-La Mancha y Valencia". En esta última región se produce lo que Gómez Bravo describe como "un colapso monumental". Al general Varela "le piden que ocupe Valencia y prepare alambradas para 25.000 personas; él responde que no tiene material para tantos, y cuando llega el momento se encuentra que son 100.000".

Acabada la guerra, también ingresan en los campos "los que habían entrado en España desde Europa, refugiados y evadidos, por la guerra mundial", apunta Rodrigo, que lanzará el 30 de abril, junto con David Alegre, Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles, 1917-2017 (Galaxia Gutenberg). El último campo que cerró oficialmente es el de Miranda de Ebro, en 1947. Han pasado 80 años del parte que anunciaba el fin de la guerra y apenas hay placas en esos lugares, ni musealización alguna, que recuerden lo que ocurrió en aquellos recintos del extremo sufrimiento.



Campo de concentración en los Campos de Sports de El Sardinero (Santander). BIBLIOTECA NACIONAL

viernes, 31 de mayo de 2019

Rosas visto por amigos y rivales

De la admiración, al desprecio y el temor: qué escribieron sobre Juan Manuel de Rosas, una figura que provoca lealtades y odios

En un nuevo aniversario del nacimiento del Restaurador, un repaso por los escritos de las personas que lo conocieron. Anécdotas familiares, elogios y recuerdos de un personaje de la historia argentina que despierta pasiones hasta la actualidad
Por Luciana Sabina | Infobae


Juan Manuel de Rosas nació el 30 de marzo de 1793


Juan Manuel de Rosas nació el 30 de marzo de 1793, hace exactamente 226 años. En vida, su figura inspiró lealtades y odios. Actualmente no deja de fascinar a diversos historiadores, lo que lleva a algunos hacia extremos en su investigación. Por eso es importante hacer un breve recorrido por su origen, las anécdotas más salientes y la opinión de ciertos contemporáneos basta para entender aquél magnetismo.


Se conocen diversos detalles sobre los padres de Rosas gracias a los textos de Lucio V. Mansilla, nieto de ambos. Se sabe, por ejemplo, que dormían en habitaciones separadas porque Agustina López Osornio -madre del caudillo-, a cargo de criar niños casi todo el tiempo, no quería afectar el sueño del esposo.

Agustina López Osornio, la madre del Restaurador, fue una figura clave en su vida


Todos los hermanos y hermanas del Restaurador -en total diecinueve, según Mansilla- se emparentaron con familias de abolengo, incluyendo a un descendiente del mismísimo Atahualpa, el inca caído por obra de Francisco Pizarro durante la Conquista americana.



Cada comida familiar era excesiva, casi barroca, pero de utensilios simples. La madre de Rosas fue briosa, decidida y por momentos cruel. Una especie de deidad doméstica que se hacía cebar mates de rodillas por alguna esclava negra. Sus hijos le obedecieron con entrega feudal. Se puede decir que en cuanto a familia, hogar y administración de bienes, ella tuvo aquellos "poderes extraordinarios" que el Restaurador consiguió en la esfera pública.

Vicente Fidel López definió al caudillo como “un estanciero sin rival en el duro trabajo de domesticar ganados y caballos salvajes”.


De hecho, doña Agustina dominó a todos incluso después de muerta. En su testamento favoreció inmensamente a dos nietos huérfanos y sus hijos lo respetaron. "De tamaña mujer nació Rosas", comentó Mansilla al relatar esta anécdota.

Cada comida familiar era excesiva, casi barroca, pero de utensilios simples. La madre de Rosas fue briosa, decidida y por momentos cruel. Una especie de deidad doméstica que se hacía cebar mates de rodillas por alguna esclava negra. Sus hijos le obedecieron con entrega feudal

Ya convertido en un hombre de poder, Rosas recibió al naturalista británico Charles Darwin, quien por entonces contaba con 22 años y estaba realizando su famoso viaje científico por estas tierras. Darwin lo describió como "un hombre de extraordinario carácter, que ejerce la más profunda influencia sobre sus compañeros; influencia que sin duda pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y su dicha".

"Dirige admirablemente sus inmensas propiedades y cultiva mucho más trigo que todos los restantes propietarios del país", concluyó el científico.

Darwin describió a Rosas como “un hombre de extraordinario carácter, que ejerce la más profunda influencia sobre sus compañeros”

Por su parte, el historiador y político Vicente Fidel López definió al caudillo como "un estanciero sin rival en el duro trabajo de domesticar ganados y caballos salvajes. (…) Se fingía modesto y recatado en las escasas visitas que hacía a la capital. Pero allá en los campos era tan brutal en los juegos hípicos que no se contentaba sino haciendo víctimas".

"Alto, hercúleo, de semblante rubio, de ojos azules y de hermosa figura, tenía no sé qué avasalla bárbaros. (…) era el que a su vez traía y clasificaba a los habitantes de aquella campaña como si fuesen ganados mansos de su rodeo", agregó el historiador.
En ambos testimonios es palpable la esencia del líder carismático que encarnó Rosas. Pero no sólo Darwin y López se refirieron al físico y temperamento de Rosas. Son numerosos los cronistas que escribieron al respecto, aunque pocos hicieron hincapié en su salud. En ese sentido se destaca el estudio realizado por José María Ramos Mejía, médico e historiador, donde asegura que Rosas sufría "arrebatos de insania".

La figura de Rosas despierta pasiones hasta la actualidad

Aparentemente, Rosas protagonizaba episodios durante los que saltaba del caballo y empezaba a correr, agitando las extremidades y lanzando gritos descomunales. Finalmente caía al suelo, agotado. Para sus médicos -a quienes Ramos Mejia entrevistó- todo era fruto de los "excesos de vida".

Rosas supo ganar la admiración de muchos contemporáneos, entre ellos la de José Francisco de San Martín. El último mensaje que recibió del Libertador fue escrito en mayo de 1850, poco antes de su muerte.

"Como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace y hará sierre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota Q.B.S.M (Que besa sus manos)".

Aparentemente, Rosas protagonizaba episodios durante los que saltaba del caballo y empezaba a correr, agitando las extremidades y lanzando gritos descomunales. Finalmente caía al suelo, agotado. Para sus médicos -a quienes Ramos Mejia entrevistó- todo era fruto de los “excesos de vida”

Cabe destacar que Rosas y San Martín no llegaron a conocerse en persona, pero seguramente la opinión de este último no hubiese variado ya que el ex gobernador de Buenos Aires poseía un carisma apabullante. De esto pudo dar muestras Juan Bautista Alberdi, quien dedicó su juventud a combatirlo y al conocerlo terminó admirándolo.

San Martín le mandó una carta a Rosas para felicitarlo

En 1857, Alberdi representaba a la Confederación Argentina en Inglaterra, país en el que Rosas se hallaba exiliado. No dudó en visitarlo. La reunión generó cierta fascinación en el tucumano y lo hizo cambiar por completo su visión sobre el antiguo enemigo. Desde entonces mantuvieron una interesante relación epistolar.

En septiembre de 1864 Alberdi le escribió: "No quiero (…) dejar pasar el año, sin presentarle mis respetos y renovarle los testimonios de mi constante aprecio y distinción, de un modo directo, pues por intermedio de amigos, no he cesado de tener ese gusto, y de saber igualmente por ellos que su salud y su espíritu se conservan fuertes y enteros como en sus bellos años".

"El ejemplo de moderación y dignidad que Vd. está dando á nuestra América despedazada por la anarquía es, para mí una prenda segura de que le esperan días más felices que los actuales. Yo sé los deseos de su corazón, mi distinguido señor General, y con estos sentimientos tengo el honor de renovarle mis respetos amistosos con que soy de Vd. General, su atento compatriota y servidor", agregó.

Alberdi visitó a Rosas en su exilio


Claro que no todos olvidaron el lado oscuro de Rosas, ni los años de terror y muerte con que supo mantener en vilo al país, desde una residencia en Palermo.

Así, en 1877, tras conocerse la noticia de la muerte del Restaurador en Inglaterra, una horda desquiciada azotó Buenos Aires y destruyó todo símbolo federal. Sin duda alguna, la ambivalencia que generó entre quienes compartieron su tiempo dota de amplias bases a sus actuales detractores y admiradores.

jueves, 30 de mayo de 2019

G7A: La batalla de Rossbach (1757)

Rossbach

Weapons and Warfare




El resultado de la batalla de 90 minutos no estaba en duda.



Fecha: 5 de noviembre de 1757.

Ubicación: una milla al noroeste de Weissenfels (Ruta No, 71) al oeste de la carretera a Halle.

Guerra y campaña: la guerra de los siete años; Campaña alemana de 1757.

Objeto de la acción: Federico interpuso su ejército entre el ejército francés y sus objetivos en Sajonia.

Lados opuestos: (a) Federico el Grande al mando del ejército prusiano, {b) el Príncipe Saschen-Hildburghausen y el Príncipe de Soubise dirigiendo un ejército franco-imperial.

Fuerzas comprometidas: (a) prusianos: 27 batallones; 45 escuadrones. Total: 20,000-22,000. b) Aliados: 62 batallones; 82 escuadrones; aprox. 80 cañones. Total: 41,000.

Bajas: (a) 548 prusianos muertos y heridos, (b) aprox. 10,000 aliados incluyendo muchos prisioneros.

Resultado: la derrota del ejército franco-imperialista despejó el frente occidental de Frederick en un período crítico.

La batalla de Rossbach es quizás la acción más famosa de Federico el Grande, y ciertamente una de las victorias más completas que la historia militar tiene que mostrar. Años de agresión y falta de fe habían traído su recompensa, y en el otoño de 1757, un año después del estallido de la Guerra de los Siete Años, el rey Federico II de Prusia se encontró rodeado por un anillo de enemigos. Austriacos, franceses, rusos y suecos se estaban acercando a Brandeburgo, el corazón de la monarquía prusiana, y Federico se vio obligado a adoptar la desesperada estrategia de competir contra cada enemigo con un pequeño ejército móvil. Por este medio, esperaba derrotar a sus adversarios poco a poco, o al menos evitar que se combinaran contra él.

Durante mucho tiempo, a Frederick se le negó el tipo de acción que deseaba. El objetivo más adecuado parecía ser el gran pero desorganizado ejército de franceses y alemanes del sur y del oeste que el Príncipe de Sachsen-Hildburghausen y el Príncipe de Soubise habían llevado a Sajonia contra su flanco occidental, pero en la primera estocada prusiana los aliados retrocedieron de alcance, y Frederick tuvo que marcharse ante la noticia de que un cuerpo de asalto austriaco amenazaba a Berlín. Aunque Frederick llegó demasiado tarde para evitar que los austriacos cobraran una multa de su capital, escuchó que los aliados habían reunido coraje para reanudar la ofensiva, y avanzaban una vez más hacia Sajonia, por lo que Frederick se apresuró a reunirse con ellos, y por 4 Noviembre, los ejércitos rivales se enfrentaban cerca de Rossbach.

En su habitual camino confuso, los comandantes aliados se decidieron por un movimiento de flanqueo alrededor del extremo sur de la posición prusiana: Soubise, con la esperanza de maniobrar al enemigo hacia una retirada, pero Hildburghausen con la intención de aplastar a Frederick en una batalla decisiva. Tras horas de demora y confusión, el ejército aliado partió a las 11.30 de la mañana del 5 de noviembre. Las amplias columnas marcharon desde el campamento de Miicheln hacia el sur hasta Zeuchfeld, donde cambiaron de dirección y golpearon al este a lo largo de un espolón que se extendía a través de Pettstadt hacia Reichardtswerben. Abajo, a la izquierda, podían ver el extremo sur del campamento prusiano en Rossbach, y detrás de la aldea, los humildes bajos de las colinas de Janus y Polzen se extendían hacia el este en paralelo a su propia línea de marcha. Aproximadamente a las dos y media de la tarde, los prusianos golpearon repentinamente sus tiendas y marcharon fuera de la vista detrás de la Colina Janus como si estuvieran en retirada, una impresión que se vio reforzada por los informes llevados a los generales aliados por los exploradores de caballería ligera. En este momento, Soubise se convirtió a los puntos de vista agresivos de Hildburghausen, y los aliados se lanzaron imprudentemente en un intento de adelantar y aplastar al enemigo. No hubo más intentos de reconocimiento: no hay arreglos para un despliegue adecuado.



Al principio, Frederick no había prestado atención a los informes de los movimientos aliados y, todavía sin inmutarse, se había sentado a almorzar con sus generales en su cuartel general en Rossbach. Una de las compañías, sin embargo, fue el general de caballería independiente Seydlitz, que silenciosamente envió una advertencia al ejército. Fue enteramente debido a la iniciativa de este subordinado que el caballo y la artillería estaban listos para partir tan pronto como Frederick se dio cuenta de su error. El rey entregó toda la caballería a la mano de Seydlitz, a pesar de su falta de antigüedad, y le dio órdenes de marchar hacia la izquierda y alejarse del enemigo empujado hacia atrás. Seydlitz dirigió la marcha de su caballo hacia el este detrás de la pantalla de las alturas, midiendo todo el tiempo el progreso de los ejércitos opuestos, luego organizó su comando en dos líneas detrás de la Colina Polzen. Aunque una poderosa batería prusiana ya había abierto fuego desde la colina de Janus, Seydlitz mantuvo a sus excitados escuadrones bajo un control perfecto, y esperó hasta que las tropas enemigas más importantes hubieran llegado a la franja de tierra al norte de Reichardtswerben antes de conducir a la caballería sobre el oleaje. aterrizar en la carga.

El cuerpo de caballería a la cabeza de las columnas aliadas fue tomado por sorpresa, y solo 2 regimientos austriacos coraceros pudieron desplegarse en cualquier orden para enfrentar el impacto de la primera línea prusiana. La resistencia de los austriacos dio tiempo para que una poderosa reserva de caballería francesa echara una mano en la lucha, pero un núcleo interno de regimientos alemanes mal entrenados ya estaba cediendo cuando los austriacos y los franceses fueron rechazados por el impacto del segundo de Seydlitz. línea. Seydlitz fue lo suficientemente sensato para estar satisfecho con su éxito, y volvió a juntar a sus soldados en los huecos cerca de Tagewerben para esperar una nueva oportunidad. El resto del ejército prusiano vio al enemigo en la cima de la cresta, el ala izquierda bajo el Príncipe Henry aceleró su marcha y giró hasta que las tropas se enfrentaron al oeste. Algunos regimientos franceses que lideraban la infantería aliada se recuperaron rápidamente de su conmoción e hicieron un avance decidido contra los prusianos con la bayoneta. Justo antes del encuentro, la disciplina francesa colapsó: los disparos estallaron sin orden, y las tropas giraron en vuelo. Seydlitz lanzó un segundo cargo desde Tagewerben, que completó la derrota de los aliados, y todo terminó antes de que la infantería del Príncipe Henry tuviera tiempo para entregar más de unas pocas descargas.

El comportamiento de unas pocas unidades, en particular los regimientos suizos de Diesbach y Planta, salvó el honor del ejército aliado, pero el resto de las tropas se dividieron en turbas desorganizadas o pandillas de merodeadores. Frederick ahora podía pasar su tiempo más rentablemente en otro lugar, y marchó a Silesia, donde el mes siguiente derrotaría a los austriacos en una victoria apenas menos reconocida en Leuthen. Sin embargo, Rossbach se queda solo como un ejemplo de la superioridad del buen liderazgo y la moral elevada sobre el mero peso de los números, y es notable como la primera ocasión en que un ejército continental se inspiró para la victoria por un sentimiento que puede compararse con el nacionalismo en el mundo. sentido moderno

Rossbach y la historia alemana.

Esta proporción de pérdida de diez a uno es extremadamente rara en las batallas del siglo XVIII, lo que magnifica la escala del triunfo prusiano. La reputación militar de Frederick se restauró después de las derrotas a principios de ese año, y ganó otra sorprendente victoria sobre los austriacos en Leuthen en Silesia en diciembre. Los dos éxitos convencieron a Gran Bretaña de continuar apoyando a Prusia, contribuyendo enormemente a la supervivencia de Frederick durante los siguientes cinco años de guerra. Austria abandonó sus planes para recuperar Silesia e hizo la paz sobre la base del status quo anterior a la guerra en febrero de 1763.

Las consecuencias militares inmediatas fueron mucho menos dramáticas. Hildburghausen renunció, pero el ejército imperial se reunió y siguió luchando con cierto éxito hasta fines de 1762. Los escritores posteriores ignoraron en gran medida el impacto divisivo de la Guerra de los Siete Años en la política alemana, utilizando a Rossbach como un símbolo de la supuestamente superior organización política y militar de Prusia. De hecho, la confianza excesiva y el liderazgo inepto convirtieron la simple derrota en un desastre. Si bien Rossbach es célebre por el movimiento disciplinado de los prusianos, los ataques de caballería y el poder de fuego de infantería, fueron los franceses quienes señalaron el futuro con su mezcla de formaciones lineales y de columnas. Todos estos elementos debían ser refinados por Napoleón y contribuir al propio desastre de Prusia en Jena en 1806

miércoles, 29 de mayo de 2019

GCE: La arqueología ingresa en las viejas trincheras

Los arqueólogos toman las trincheras


Por: F. Javier Herrero | El País




Excavación de un abrigo republicano en la Ciudad Universitaria, Madrid. / UCM


Los efectos de la sexta contraofensiva franquista sobre las posiciones republicanas en la orilla derecha del Ebro fueron decisivos. El joven y capaz coronel Manuel Tagüeña, al mando de los 18.000 soldados del XV Cuerpo de Ejército, dirigía las operaciones de retirada republicana en esos días de noviembre de 1938 y, tras la caída de La Fatarella, centra el esfuerzo defensivo en la estratégica línea de Raïmats. Allí se ubica la Cota 562, y en una de sus trincheras, junto con sus compañeros de la 15ª Brigada, Charlie se preparó para el inminente combate, consciente de que el futuro de los que cruzaban el río dependía de su sacrificio. Era más alto de lo habitual y también un poco viejo a sus cuarenta y tantos años entre esos jóvenes de la Quinta del Biberón. Se cercioró de que llevaba su zurrón bien provisto: las granadas polacas y munición para su fusil Mosin Nagant, y se quedó con unos pocos objetos personales: la escudilla para comer, una navaja, el cepillo de dientes y su tubo de pasta, una carta doblada cuidadosamente... En la mañana de ese 15 de noviembre, la 82 División de Franco, después de tres días de bombardeo aéreo sobre la zona, se lanzó rápida contra la Cota 562. Charlie y sus compañeros comenzaron a disparar, respondieron con sus bombas de mano. A su lado cayó una granada del enemigo y trató de devolvérsela pero no hubo tiempo. Le estalló en la mano de manera fatal. Allí mismo quedó sepultado por los soldados de la 82 que tomaron la cota. Gracias a la entrega de hombres como Charlie, el coronel Tagüeña pudo afirmar en sus necesarias memorias Testimonio de dos guerras (Planeta) que en el paso del Ebro, los franquistas no capturaron prisioneros ni material.




Si conocemos la historia final de Charlie, no es gracias al testimonio de alguien, o su aparición en algún documento o imágenes de la época. Fue el mismo Charlie, 73 años después, quien nos trajo su historia y el canal que usó fue la arqueología. Desde 2006, Alfredo González Ruibal, científico del CSIC y arqueólogo especializado en el pasado contemporáneo, investiga el paisaje de la Guerra Civil y la posguerra a lo largo y ancho de España y ha plasmado los resultados de estos años de trabajo de campo en Volver a las trincheras (Alianza Editorial), una aportación realmente atractiva para conocer la tragedia española del siglo XX desde el foco científico de la arqueología, tomando como base de partida los objetos encontrados en los campos de concentración, las fosas comunes o los frentes de combate. ¿Qué conocimientos pueden aportar esos objetos en un ámbito del que se ha escrito tanto y hay tanta documentación? En declaraciones a este blog, el autor afirma que “la arqueología puede, por un lado, simplemente contar las cosas de otra manera, poniendo más el acento en lo material y en la experiencia vivida. Ese es quizá el objetivo fundamental del libro. Pero también puede documentar fenómenos de los que existe poca documentación ­-como la práctica de la violencia política (cómo se asesinaba a la gente). También puede llamar la atención sobre aspectos que pueden estudiarse a través de otras fuentes, pero que han recibido poca atención: la historia cultural, la de la vida cotidiana, que es la que nosotros recuperamos en las excavaciones y es un tipo de historia que ha sido poco practicada (frente a la política, económica o militar)”. Ciertamente, a través de la arqueología accedemos a aspectos históricos que resultan imposibles de percibir por otros caminos. El investigador se enfrenta al pasado directamente, lo toca de manera no mediada. A través del registro arqueológico se teje un nuevo relato que no discrimina en función de la importancia de la persona y aborda las vicisitudes, en este caso trágicas, de la gente corriente, los olvidados de la historia hegemónica, de todos y todo.



Con el cambio de siglo, las fosas comunes han despertado un enorme interés social y numerosas asociaciones y colectivos trabajan para que los restos de los que fueron asesinados o murieron en la lucha sean recuperados y tengan un final digno elegido por sus familiares. En este proceso, la arqueología ha desempeñado una tarea necesaria que ha contextualizado e interpretado como fueron los momentos que vivieron los que iban a ser asesinados, su identidad, cómo se perpetró el crimen. Un ejemplo estremecedor es el de la violencia que la sublevación militar focalizó hacia las mujeres, en particular las del sur de España, (a la derecha, detalle de un zapato de tacón encontrado en una fosa común de Fregenal de la Sierra, Badajoz / Laura Muñoz) un colectivo que con la llegada de la República comenzó a exigir en voz alta igualdad de género y emancipación social. El trabajo del equipo de González Ruibal en las fosas confirma esta circunstancia con la descripción de lo encontrado: adornos femeninos, costureros, peinetas, un zapato de tacón…El trabajo de los arqueólogos consiste en invocar fantasmas, y en el caso de la cercana Guerra Civil con todas las consecuencias que trae consigo. Es por ello que desde sectores conservadores se les acusa de aprovecharse de la Ley de Memoria Histórica y de estar “politizados”. Sobre este asunto González Ruibal discrepa de manera rotunda y declara: “Me atrevería a decir que los historiadores mezclan sus ideas políticas con su práctica profesional de forma mucho más evidente que los arqueólogos: no hay más que leer a Payne, Preston, Julius Ruiz o Espinosa, por citar a historiadores de ambos lados del espectro ideológico. Y no lo digo como una crítica. Es que la historia contemporánea es así. Es imposible no tener un punto de vista político (…). Aceptemos de una vez que la política y la ciencia no se pueden separar fácilmente. El problema es cuando se tergiversan los datos para defender una determinada perspectiva política. Creo que esto es algo que sucede muy excepcionalmente en arqueología, si es que sucede”.

Muy pocos de los dos millones de viajeros al año que se mueven por los pasillos del aeropuerto de Lavacolla, en Santiago de Compostela, saben cómo se construyó ese aeropuerto. La nueva pista proyectada necesitó del trabajo esclavo de cientos de presos republicanos, que en condiciones extremas de hambre y muerte, fueron hacinados en una antigua fábrica de curtidos, convertida hoy en restaurante. Este grupo de arqueólogos ha fijado también su atención en esas cárceles, campos de concentración y destacamentos penales donde malvivieron y murieron los más de 370.000 presos políticos del régimen franquista, que forman parte de lo que denominan “el paisaje totalitario”. Como afirma el autor, esta compleja red “que existió hasta los años cincuenta se puede entender como parte de la tecnología franquista para construir nuevos sujetos políticos, dóciles con el régimen”. La mayoría de los campos de concentración se ubicaron en centros o edificios ya construidos pero en el caso de Castuera, en Badajoz, el contexto arqueológico se presentaba más accesible ya que se trataba de un centro de nueva planta que no fue reutilizado después. El equipo de González Ruibal decidió acometer su excavación y una vez más se vuelve a tocar el pasado, se regresa en el tiempo y son recuperados miles de objetos que hablan de la alimentación, la higiene, las condiciones médicas, la vigilancia, el castigo o la resistencia. Uno de ellos, una irrelevante tapa de olla, le fue mostrada a una anciana vecina del pueblo, a cuyos padres fusilaron al acabar la guerra, y en ese momento su memoria recuperó el recuerdo de aquellas mujeres que pasaban por su casa y llevaban alimentos a sus seres queridos presos en el campo de Castuera.



Excavación de un búnker republicano de la Batalla del Ebro en La Fatarella (Tarragona). / UCM

¿Cómo se está gestionando el patrimonio que sale a la luz con el trabajo arqueológico? ¿Cómo actúan las instituciones ante el gran interés social por conocer mejor la Guerra Civil? Alfredo González opina que “los restos de la Guerra Civil todavía se encuentran en un estadio muy incipiente de transformación en patrimonio cultural. El riesgo es que con el creciente interés social por este tema se generalicen las musealizaciones triviales y repetitivas, que no solo den una visión aburrida de la guerra, sino que además omitan las cuestiones políticas (fundamentales en la Guerra Civil) para evitar problemas. El patrimonio de la guerra y la dictadura requiere un tratamiento crítico, que haga reflexionar a los ciudadanos y plantearse las narrativas heredadas, y creativo, que permita ver el pasado de una forma distinta y atractiva”.

Cuando queda poco más de un mes para que se cumpla el 80º aniversario de la sublevación militar contra la II República son ya muy pocas las voces que aún se pueden escuchar de los que vivieron la guerra. La arqueología puede ocupar ese espacio de la memoria que el testimonio oral ya no podrá llenar y Volver a las trincheras es una obra indispensable para entender lo realizado hasta ahora en esta nueva disciplina. El conocimiento crítico y científico que proporciona debe recibir el trato digno que merece por parte de las instituciones, como en los países europeos de nuestro entorno, de manera que siga contribuyendo a la demanda social que exige comprender mejor nuestro pasado cercano.

martes, 28 de mayo de 2019

SGM: El asalto a Varsovia (1/2)

Varsovia 1939 

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Weapons and Warfare





El 8 de septiembre de 1939, una semana después de la invasión nazi de Polonia, las tropas blindadas alemanas llegaron a las puertas de Varsovia. El gobierno polaco y el Alto Mando habían abandonado la ciudad, pero una guarnición determinada esperaba al enemigo invasor y los polacos pudieron evitar dos intentos alemanes consecutivos de tomar la capital mediante un ataque blindado. Así comenzó un asedio que duraría tres semanas y sometió al Ejército de Varsovia a más de 100.000 y a la población civil de más de un millón a una campaña despiadada de bombardeos aéreos y bombardeos de artillería pesada, que causó miles de víctimas y una destrucción generalizada. Fue una batalla desesperada que solo pudo terminar en derrota y el 27 de septiembre la guarnición polaca capituló. Las fotos de la primera penetración de tanques e infantería de la 4. División Panzer tomadas el 9 de septiembre se convirtieron en el repertorio estándar de las publicaciones de propaganda alemanas en el Blitzkrieg en Polonia.



El 8 de septiembre, ocho días después del inicio de la campaña y después de un asombroso recorrido de 80 kilómetros en diez horas, los elementos principales de la 4. División Panzer aparecieron repentinamente en las afueras de Varsovia. Aprovechando la sorpresa, los alemanes lanzaron de inmediato un ataque a la ciudad, esperando capturarlo en la carrera. El primer ataque, en la tarde del 8 y solo por el Regimiento Panzer 35, fue detenido rápidamente por la feroz resistencia polaca en el distrito exterior de Ochota. El segundo intento, por toda la división y en un doble eje, en la mañana del 9 penetró más profundamente en la ciudad, pero fue rechazado nuevamente en intensos combates en Ochota y Wola. Un fotógrafo de Propaganda-Kompanie, Bildberichter Otto Lanzinger, acompañó a una de las columnas atacantes a la ciudad y sus imágenes se han convertido en imágenes clásicas de la lucha de 1939 por Varsovia. Aquí, una serie de PzKpfw I y II se mueven hacia adelante mientras apoyan a la infantería para mantenerse cerca de las casas.




Un PzKpfw II avanza más allá de otro. Estas fotografías se tomaron en la calle Grojecka, la vía principal que entra en Varsovia desde el sureste y que conduce al distrito de Ochota, en su intersección con la calle Siewierska. Grojecka fue el eje de ataque de Panzer-Regiment 35, tanto en la tarde del 8 como en la mañana del 9. Las largas sombras en las fotos de Lanzinger muestran el sol en el este, lo que demuestra que fueron tomadas el día 9.


Alrededor de 150 metros a lo largo de Grojecka, cerca de su cruce con la calle Przemyska, Lanzinger representó un le de 7.5 cm. IG 18 arma de infantería ligera preparada para atacar a las tropas enemigas defendiéndose detrás de una barricada. El arma acaba de disparar una ronda y el humo todavía está saliendo de su cañón. Panzer I y II están esperando detrás. El humo negro se levanta de un vehículo discapacitado en el fondo.



De vuelta al frente, y justo enfrente de donde Lanzinger se está cubriendo, se ha instalado otra pistola, esta es un Pak 36 de 3.7 cm. Al otro lado de la calle está su vehículo remolcador Krupp Kfz 69. Dos Panzer es rodar hacia adelante. La 4. División Panzer había comenzado la campaña con 341 tanques: 183 Panzer I, 130 Panzer II, 12 Panzer IV y 16 Panzerbefehlswagen. Sin embargo, cuando llegó a Varsovia, ambos regimientos de tanques habían sufrido pérdidas y los cuatro batallones de tanques estaban por debajo de su fuerza.


Mapa de los ataques terrestres iniciales en Varsovia. Polacos-azules, alemanes-rojos.


La situación en Varsovia

Varsovia en 1939 era una ciudad de 1,3 millones de habitantes. Desde las primeras horas de la campaña, esta gran área metropolitana se convirtió en el objetivo de una campaña de bombardeos aéreos sin restricciones por parte de los bombarderos de la Luftwaffe y los bombarderos en picado, principalmente de Luftflotte 1 de Kesselring que apoyaba a Heeresgruppe Nord.

El 1 de septiembre, una fuerza de unos 90 Heinkel He 111 bombarderos de Kampfgeschwader 27, protegidos por 36 Me 109 combatientes de Jagdgeschwader 21, junto con 35 He 111s de II./Lehrgeschwader 1 allanaron la capital. Atacaron objetivos militares, como los cuarteles de infantería, el aeródromo y la fábrica de aviones PZL en Okecie en el suroeste y la estación de radio de Varsovia en Fort Mokotow en el sur. Sin embargo, desde el principio, también bombardearon libremente instalaciones civiles, como obras hidráulicas, hospitales, mercados y escuelas, y bombardearon a civiles con ametralladoras. Los ataques llegaron como una completa sorpresa. Las calles estaban llenas y decenas de personas murieron en los primeros minutos. Más tarde, esa misma semana, para interrumpir las comunicaciones, los bombarderos y los bombarderos en picado atacaron las estaciones ferroviarias de la ciudad y los puentes Vistula, este último sin éxito. Solo el 3 de septiembre, 1.500 civiles fueron asesinados. Una escuela de niñas fue golpeada en el 4to.

La defensa aérea de Varsovia dependía principalmente de los combatientes de la Brigada de Persecución de la Fuerza Aérea Polaca (Brygada Poscigowa) bajo el mando del Coronel Stefan Pawlikowski. Estaba compuesto por dos escuadrones y estaba equipado con 54 aviones de combate, principalmente los tipos PZL P. 7 y PZL P. 11. La artillería antiaérea de la ciudad bajo el mando del Coronel Kazimierz Baran tenía 86 cañones AA y varios destacamentos de ametralladoras antiaéreas.

Inicialmente la defensa aérea de la capital tuvo bastante éxito. Durante los primeros seis días, la Brigada de Persecución logró derribar 43 aviones enemigos, mientras que la artillería antiaérea destruyó un número similar. Además, hubo nueve victorias no confirmadas y 20 aviones dañados. Sin embargo, la brigada también había perdido 38 máquinas, o aproximadamente el 70 por ciento de su fuerza. La defensa aérea de la ciudad comenzó a desmoronarse el 5 de septiembre cuando las autoridades militares ordenaron que 11 de las baterías AA se retiraran de Varsovia hacia Lublin, Brest-Litovsk y Lwow. Al día siguiente, 6 de septiembre, los restos de la Brigada de Búsqueda también fueron transferidos del sector de Varsovia a Lublin.

Con rumores de la derrota de los ejércitos polacos llegando a la capital, miles de habitantes empacaron sus pertenencias y huyeron hacia el este, solo para encontrarse con otros refugiados que se dirigían hacia el oeste. Al mismo tiempo, masas de personas entraron a la ciudad desde el oeste, huyendo ante las fuerzas invasoras alemanas. Los stukas se abalanzaron sobre las largas columnas de personas, reprimiendo y golpeando el terror en el tiempo libre.

El 4 de septiembre, el presidente polaco Ignacy Moscicki y su gobierno evacuaron de Varsovia, trasladando su asiento a Lublin, 150 kilómetros al sureste. El comandante en jefe, el mariscal Smigly-Rydz y el Estado Mayor de Polonia también abandonaron la capital, en la noche del 6 al 7 de septiembre, trasladándose a Brest-Litovsk, también a 150 kilómetros de la retaguardia. Su partida llevó a un mayor pánico y caos en la capital.

En un momento, la intención del Gobierno era declarar a Varsovia como una "ciudad abierta", pero esta idea ahora se abandonó. El capital sería defendido a toda costa. El 3 de septiembre, antes de irse, Smigly-Rydz ordenó la creación de un Comando de Defensa de Varsovia improvisado (Dowodztwo Obrony Warszawy). El general Walerian Czuma, el jefe de la Guardia de Fronteras (Straz Graniczna), fue nombrado comandante y el Coronel Tadeusz Tomaszewski su Jefe de Estado Mayor.

Inicialmente, las fuerzas bajo el mando del General Czuma eran muy limitadas. La mayoría de las autoridades de la ciudad se habían retirado junto con una gran parte de las fuerzas policiales, bomberos y guarniciones militares. Varsovia quedó con solo cuatro batallones de infantería y una batería de artillería. Además, el portavoz de la guarnición de Varsovia había emitido un comunicado en el que ordenaba a todos los jóvenes que abandonaran la ciudad. Para coordinar los esfuerzos civiles y contrarrestar el pánico que amenazaba con engullir la capital, Czuma nombró al Presidente (Lord Mayor) de Varsovia, Stefan Starzynski, como el Comisario Civil de la capital. Starzynski inmediatamente comenzó a organizar a la Guardia Civil para reemplazar a las fuerzas de policía evacuadas y a los bomberos. También ordenó a todos los miembros de la administración de la ciudad que regresen a sus puestos. En sus transmisiones de radio diarias, pidió a todos los civiles que construyeran barricadas y barreras antitanque en las afueras de la ciudad.
Las fortificaciones de campo defensivas se construyeron principalmente al oeste de los límites de la ciudad. Las calles estaban bloqueadas con barricadas y vagones volcados. Bodegas de casas se convirtieron en pastilleros. Gradualmente, las fuerzas del General Czuma se reforzaron con voluntarios, así como con tropas de retaguardia y varias unidades del ejército, principalmente de los Ejércitos de Lodz y Prusy, retirándose ante el ataque de las unidades blindadas alemanas. Uno era un batallón callejero del 41.er Regimiento de Infantería "Suwalski" de la 29 División dividida. El 7 de septiembre, el 40.º Regimiento de Infantería "Hijos de Lwow", parte de la 5ta División y comandado por el teniente coronel Jozef Kalandyk, estaba transitando por Varsovia hacia posiciones previamente asignadas con el Ejército de Pomorze. La unidad fue detenida y se unió a la defensa de la capital.

Para el octavo, el general Czuma había reunido a unos 17 batallones de infantería bajo su mando, con el apoyo de 64 piezas de artillería y 33 tanques. Los últimos 27 tanques livianos de los tipos Vickers E, 7-TP y R-35 y seis tanques TK-3 y TKS se formaron en la 1ª y 2ª Compañía de Tanques Ligeros.

La última formación polaca que se defendió antes de Varsovia fue la 13ª División de Infantería, situada cerca de Koluszki en el centro de Polonia. Después de amarga lucha con el XVI de Hoepner. Armeekorps del 6 al 7 de septiembre, sus líneas fueron interrumpidas por la 4. División Panzer, que capturó la ciudad de Tomaszow Mazowiecki, ubicada a 115 kilómetros al suroeste de Varsovia, durante la noche (7/8 de septiembre), la mayoría de los soldados de la La 13ª División entró en pánico y desertó, permitiendo a la 4. División Panzer continuar a Rawa Mozawiecka, otros 35 kilómetros más cerca de la capital polaca.



Primeros ataques alemanes a la capital

En la mañana del 8 de septiembre, la 4. División Panzer, ahora muy por delante del resto de la 10. Armee, hizo un rayo hacia Varsovia, a 80 kilómetros de distancia. Saliendo a la primera luz de Rawa Mozawiecka, con Panzer-Regiment 35 a la cabeza, dejó de lado los bolsillos de la resistencia enemiga y alcanzó Radziejowice, 35 kilómetros más adelante. Con los soldados polacos rendidos por miles, los panzers avanzaron otros 35 kilómetros hacia Wolica, un suburbio al sudoeste de Varsovia, con la esperanza de asegurar cruces sobre el río Utrata en Raszyn. Atacando a las 1.15 p. m., los panzers destruyeron dos tanques ligeros polacos y empujaron a la infantería polaca, pero no pudieron evitar que los polacos volaran dos puentes justo enfrente de ellos. Sin desanimarse, los bomberos ligeros vadearon el arroyo, mientras que los ingenieros adjuntos de Pionier-Bataillon 79, protegidos por la infantería de SchützenRegiment 12, repararon rápidamente los cruces. Pronto, las tropas principales se acercaban a Okecie, el aeródromo justo en el extremo suroeste del área metropolitana. El Regimiento Panzer 35 había llegado a los límites de la ciudad de Varsovia.

De vuelta en el puesto de comando divisional en Nadarzyn, diez kilómetros atrás, el generalista Georg-Hans Reinhardt acababa de recibir una visita de los comandantes de su ejército y cuerpo, los generales Reichenau y Hoepner. Habiendo escuchado rumores de que los polacos habían declarado que su capital era una ciudad abierta, los tres generales no esperaban una resistencia seria y juntos elaboraron planes exactos para la toma de la ciudad. La división avanzaría en dos columnas, con Panzer-Regiment 35 y Schützen-Regiment 12 a la derecha y Panzer-Regiment 36 y Infanterie-Regiment 33 a la izquierda. Sin embargo, las últimas tres unidades seguían avanzando y les llevaría algo de tiempo llegar a la línea de salida.

En la delantera, el comandante del Regimiento Panzer 35, Oberst Heinrich Eberbach, pensó que podía tomar la ciudad a la fuga. Hablando con Hoepner y Reinhardt, recomendó que se explotara la sorpresa del enemigo y que se le permitiera continuar el avance sin esperar al resto de la división. Se concedió el permiso. Un avión ligero de Storch voló apresuradamente en algunos mapas de las calles de Varsovia y se hizo un plan de ataque. Entrando desde el sudoeste, el II regimiento. Abteilung debía avanzar a través de la Plaza Pilsudski y luego cruzar la Vístula hacia la orilla este; El I. Abteilung debía permanecer en el centro de la ciudad. El apoyo aéreo para el ataque se organizó rápidamente a través de la Luftflotte 1 de Kesselring (nominalmente en apoyo de Heeresgruppe Nord) que envió 35 bombas de buceo biplanas Henschel HS 123 de II./Lehrgeschwader 2.

A las 5 p. metro. El regimiento de Eberbach comenzó el asalto, avanzando hacia el distrito de Ochota. Se dispararon unas cuantas rondas. Justo al otro lado del asentamiento de Rakowiec, las casas se detuvieron momentáneamente, un área abierta parcialmente llena de huertos suburbanos que se extendían ante los ojos de los petroleros. Los tanques se movieron a través de un puente de carretera, las afueras reales de la ciudad están a 400 metros más allá. Cuando entraron en la zona edificada, la carretera que tenía delante estaba bloqueada por una barricada de tranvías volcados y camiones de muebles. De repente, una lluvia de fuego cayó sobre la fuerza. Desde edificios de apartamentos de cuatro pisos, aberturas de ventilación en los tejados, ventanas y sótanos, los soldados polacos de los 40. "Niños de Lwow" y 41 "Regimientos de Suwalski" abrieron los tanques con todo lo que tenían. Uno de los pocos PzKpfw IV (el regimiento completo tenía solo ocho de estos en sus 4. y 8. Kompanie) recibió un impacto directo. Fue recuperado bajo fuego pero el ataque se estancó.

Por ahora el sol se estaba poniendo. Al darse cuenta de que Varsovia no era una ciudad abierta y que los polacos la defendían enérgicamente, Eberbach suspendió el ataque y retiró sus tanques detrás del puente. Por ahora, todo por sí mismo y muy por delante del resto de la división, el regimiento necesitaba asegurarse por todos lados.

A las 7.15 p. metro. esa noche, un momento en el que los panzers aún estaban luchando en Ochota, la radio alemana ya emitió el comunicado del OKW con la noticia de que las tropas alemanas habían penetrado en Varsovia.

Durante la noche, los elementos restantes de la división alcanzaron a Panzer-Regiment 35: los tanques de Panzer-Regiment 36, la infantería de Schützen-Regiment 12 y Infanterie-Regiment 33 y la artillería divisional. Pensando que ahora era lo suficientemente fuerte como para tomar la ciudad, el general Reinhardt ordenó que el ataque se repitiera a la mañana siguiente con todas las fuerzas disponibles. PanzerRegiment 35, apoyado por Schützen-Regiment 12, debía repetir su ataque a lo largo de la carretera principal hacia Ochota. Panzer-Regiment 36, apoyado por Infanterie-Regiment 33 y dos compañías de ingenieros, lanzaría un ataque desde posiciones más al norte, a lo largo de la carretera principal que conduce a la ciudad de Wola.

A las 7 a. metro. el 9 de septiembre, luego de un bombardeo de artillería preparatoria de diez minutos en el borde de la ciudad, la 4. División Panzer nuevamente se movió en el asalto. Luftflotte 1, que había despachado los HS 123 desde II./LG2 y 140 Stukas desde StG77 y III./StG51, proporcionó una vez más apoyo para el ataque en picado.



Liderando el ataque a Ochota, el I. Abteilung de Panzer-Regiment 35 (Hauptmann Meinrad von Lauchert), con infantería montada en los tanques, una vez más rodó por el puente, seguido por más infantería e ingenieros adjuntos. La primera barricada del camino fue eliminada. A pesar de la fuerte resistencia polaca, se tomó un segundo puente y los tanques llegaron a las calles de Varsovia. Una vez en el área edificada, la infantería alemana tuvo que tomar cada casa y limpiarla. Los polacos resistieron ferozmente con el estallido de disparos de ametralladoras, las granadas de mano cayeron desde arriba y se lanzaron desde las aberturas de las bodegas, incluso con los bloques de piedras que caían de los techos. Minas antitanque enterradas en los bordes de la carretera y campos contiguos deshabilitaron varios panzers. La lucha más feroz en Ochota fue en la barricada erigida cerca del cruce de las calles Grojecka y Siewierska y defendida por la 4ª Compañía del 40º Regimiento.

Los panzers intentaron continuar solos. El tanque de plomo, comandado por el leutnant Georg Claass del 1. Kompanie, fue golpeado por un arma antitanque bien camuflada. La primera ronda no pudo eliminarlo, pero la segunda prendió fuego al vehículo. Claass y su operador de radio lograron rescatar, pero ambos más tarde sucumbieron a sus heridas. El mismo cañón polaco inmovilizó el vehículo del ayudante del regimiento, Oberleutnant Heinz-Günther Guderian (el hijo del general panzer). Desmontándose y escapando por la puerta de un patio, Guderian se encontró con el tanque de Leutnant Diergardt y un pelotón de infantería. Tomando ambos bajo su mando continuó el ataque.
Avanzando a través de patios y jardines, el Leutnant Wilhelm Esser y dos pelotones de tanques de la 2. Kompanie pudieron avanzar hasta la línea del ferrocarril, donde las defensas polacas le quitaron la radio. Oberfeldwebel Ziegler en su PzKpfw III asumió el mando de los vehículos restantes y logró avanzar hasta la estación de tren principal. Solo en medio de la capital, finalmente tuvo que retirarse. Leutnant Gerhard Lange avanzó hacia una posición de artillería enemiga y abrió fuego contra las armas con todo lo que tenía. Los polacos atacaron lanzando cargas en forma contra sus orugas, que arrancaron una de las ruedas y bloquearon su torreta, y también tuvieron que retirarse.

A lo largo de la batalla, los Stukas de StG77 y III./StG51 brindaron apoyo al atacar las principales posiciones de artillería polacas ubicadas en Praga, en el extremo opuesto de la ciudad y al este de Vistula. Además de atacar los sitios de las armas, se lanzaron en picado a las principales avenidas de la ciudad y a los ferrocarriles en un intento de obstruir los movimientos de las tropas polacas.

Alrededor de las 9 a. metro. Oberst Eberbach cometió el II. Abteilung (Mayor Wilhelm Hochbaum), que se había mantenido en reserva y contaba con el apoyo de otro batallón de Schützen-Regimiento 12, al área un kilómetro al norte de la carretera principal, donde las defensas polacas parecían estar menos organizadas. Esta fuerza inicialmente hizo un buen progreso, superando a Fort Szczesliwice, una de las antiguas fortificaciones que rodeaban la capital. Sin embargo, cuando llegaron al parque más allá, los fusileros montados recibieron disparos de rifles y ametralladoras desde los rascacielos de la izquierda. Justo cuando se desplegaron para atacarlo, la artillería polaca cayó entre ellos y algunos vehículos se incendiaron. Mientras tanto, los cañones antitanques polacos detuvieron el avance de los tanques. Oberleutnant Heinz Morgenroth, el comandante de la 8. Kompanie, fue herido de muerte. De los dos pelotones panzer que avanzaron hacia el parque, solo tres tanques regresaron.

La historia fue muy parecida con el PanzerRegiment 36, atacando al norte de la línea de ferrocarril y hacia Wola. También en este caso, los cañones antitanques polacos de 75 mm, bien situados, dispararon a quemarropa y las barricadas erigidas en las calles principales lograron repeler el asalto alemán. La población civil tomó parte activa en los combates y los alemanes fueron detenidos con graves pérdidas.

En varias ocasiones, los polacos compensaron su falta de armamento por su ingenio. El coronel Zdzislaw Pacak-Kuzmirski, comandante de la Octava Compañía del 40.o Regimiento, encontró 100 barriles de trementina en la fábrica Dobrolin y ordenó a sus hombres que los colocaran frente a la barricada en la intersección de las calles Wolska, Elekcyjna y Redutowa. Cuando se acercó la armadura alemana, se encendió el líquido y se destruyeron varios tanques sin disparar un solo tiro.

Los tanques TP-7 del Comando de Defensa de Varsovia participaron activamente en las batallas. Los de la 1ra Compañía de Tanques Ligeros se unieron a las duras peleas en el aeropuerto de Okecie, pero no fueron rivales para los panzers alemanes y sufrieron pérdidas considerables. Los de la 2ª Compañía participaron en la exitosa defensa de Wola.

A las 10 a. m., después de tres horas de infructuoso ataque, el generalista Reinhardt vio que la lucha no podía prolongarse si su división debía permanecer como una unidad operativa y ordenó a sus hombres que se retiraran a su línea de partida inicial. Las bajas en tanques e infantería habían sido muy pesadas. De los 220 tanques que habían participado en el asalto, unos 80 se habían perdido. Solo el Regimiento Panzer 35, que había iniciado el asalto con 120 tanques, solo tenía 57 en funcionamiento, incluido un solo Panzer IV. Incluso el tanque de comando de Generalleutnant Max von Hartlieb-Walsporn, comandante de los 5. Panzer-Brigada (que controlaba los dos regimientos panzer), fue inmovilizado por fuego antitanque mientras regresaba. Cuando el XVI. Armeekorps envió una orden para renovar el ataque de inmediato, Reinhardt regresó al puesto de comando del cuerpo y convenció a Hoepner de que esto era absolutamente imposible. Todo lo que se podía hacer por ahora era asediar la capital desde el oeste.

Durante la noche, una gran cantidad de panzers discapacitados, incluidos algunos que habían atropellado las minas, fueron recuperados por sus tripulaciones, en algunos casos fuera de las líneas polacas. Refuerzos adicionales llegaron en forma de Infanterie-Regiment Leibstandarte-SS 'Adolf Hitler' (mot.), La unidad de guardaespaldas del Führer se convirtió en una unidad de infantería motorizada y comandada por el SS-Obergruppenführer Sepp Dietrich.

lunes, 27 de mayo de 2019

Guerra campesina alemana de 1525

Guerra campesina alemana (1525)

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Georg, el Truchsess (gobernador) de Waldburg, fue el comandante de campo del ejército de la Liga de Suabia encargado de sofocar las revueltas campesinas, por medios justos o por falta. Apodado "Bauernjörg" (en términos generales, "azote de los campesinos"), fue implacable en vengarse, particularmente después de las batallas de Leipheim y Böbllngen.




Una revuelta de campesinos alemanes, la última de una larga lista de levantamientos, comenzó a mediados de 1524 en Stühlingen y Turingia, extendiéndose desde allí hasta la Selva Negra. Lo que comenzó como revueltas locales inconexas en ayuda de peticiones contra la servidumbre, los precios del mercado y otras quejas se extendió rápidamente en gran parte del sur de Alemania y en Austria, Tirol y Estiria. Los reclamos económicos subyacentes incluían demandas por la abolición de la servidumbre, el estatus legal incierto de las tenencias de tierras de los campesinos, la compresión de los bosques y la reducción de los bienes comunes, el aumento de los impuestos locales e imperiales relacionados con el aumento de los costos de la guerra y la revolución de los precios en los alimentos básicos diarios. El aumento de la población y la afluencia de metales monetarios de las Américas se vio agravado por las malas cosechas en 1523 y 1524. Las quejas políticas incluían demandas de los nobles y de las ciudades por la reforma institucional del Sacro Imperio Romano. Los agravios religiosos surgieron del fermento sobre las nuevas ideas de Martín Lutero y la ira de más edad sobre la corrupción y los abusos de los clérigos en la Iglesia Católica. Varios sacerdotes, los propios campesinos o solo recientemente retirados, se unieron y lideraron bandas campesinas. Otros observaron la dramática retórica de la nivelación social del predicador radical, Thomas Müntzer. Los mineros y los gremios también se unieron, ya que el "hombre común" en la ciudad y el pueblo se alzó en una revuelta general.



El "ejército campesino" era un asunto políglota. Comenzó con bandas de campesinos organizados regionalmente, especialmente alrededor del lago Constanza y en la Selva Negra, armados con implementos agrícolas, cuchillos largos o lanzas de jabalí que usaban para cazar y matar a los terratenientes y nobles locales. A estas bandas pronto se les unieron artesanos, milicias de la ciudad, algunos nobles, ladrones y caballeros pobres, predicadores radicales inspirados en Lutero y mercenarios de Landsknechte y Reislaüfer. Algunas ciudades grandes fueron obligadas a levantarse, otras se unieron voluntariamente. Varias de las ciudades alemanas más grandes les cerraron las puertas y les negaron armas a los campesinos. El ejército campesino creció a más de 40,000 a mediados del verano, casi toda la infantería. Si bien siempre carecía de suficiente caballería, adquirió algo de artillería al contratar o capturar armas de ciudades más pequeñas: Rothenburg contrató dos bombarderos, completos con carros y artilleros, mientras que las ciudades de Marktdorf y Meersdorf fueron invadidas, después de lo cual entregaron 13 cañones de varios calibres. Con toneladas de polvo negro y tiro. En julio, una banda campesina capturó intacto todo el tren de artillería de Habsburgo Estiria. Otras armas y armaduras fueron saqueadas de castillos saqueados, monasterios (también saqueados de cereales y tiendas de vino), y ciudades a lo largo de la línea de marzo. Por último, los campesinos emplearon Wagenburgs primitivos hechos de carros de la granja y carros de heno, no del robusto tipo husita que fue creado para la guerra. Como resultado, estos proporcionaron poca defensa cuando se enfrentaron a la caballería de Rennfahne de la Gran Liga de Suabia. Debido a que los "campesinos" no tenían un comando central, la guerra se caracterizó por levantamientos en serie en lugar de una campaña planificada o coherente. Esto era típico de las revueltas campesinas en casi todas partes, y una razón clave por la cual la mayoría terminó en derrota y en represalias salvajes llevadas a cabo por la nobleza asustada y los sacerdotes.



En el otro lado, muchos nobles estaban fuera sirviendo en el ejército del emperador Carlos V luchando las guerras italianas con Francia. Charles le pidió a su hermano, Fernando I, entonces archiduque de Austria, que tomara el mando de las fuerzas imperiales en Alemania. Georg de Waldburg comandó el ejército separado de la Liga de Suabia. Mientras tanto, el desposeído y exiliado Ulrich de Württemberg levantó un ejército privado de Landsknechte y Swiss para recuperar sus tierras ducales y marchó a Stuttgart. Sin embargo, la noticia de la derrota suiza en Pavia hizo que la parte suiza de su fuerza se retirara mientras liberaba a miles de Landsknechte para luchar contra él por la Liga de Suabia. La principal ventaja de los Ligas de Suabia era su caballería, que usaban repetidamente para flanquear, perseguir y matar a los campesinos. Además, las disciplinadas formaciones de piqueros y artilleros de Landsknechte infligieron un daño terrible a los campesinos armados con armas de fuego más cortas. Junto a los Ligas, se encontraban contingentes de hombres armados e infantería suministrados por varios pequeños príncipes alemanes territoriales, los verdaderos enemigos de los campesinos.

En diciembre de 1524, se formó una banda campesina en Baltringen. En enero de 1525, los mineros tiroleses y los campesinos de Kempton se rebelaron. La Liga de Suabia envió negociadores para ganar tiempo y organizar un ejército de contraataque. En febrero se formó una tercera banda campesina en Allgaü y el mes siguiente se estableció una cuarta banda alrededor del lago Constanza. Allgaü, Baltringen y Lake Band se unieron para formar la "Hermandad Cristiana", una confederación de armas. La Hermandad tenía una estructura de mando radicalmente igualitaria, pero tomó filas y organización de unidades del Landsknechte. El 26 de marzo, la Banda de Baltringen rechazó el compromiso y asaltó el castillo en Schemmerberg; Una semana después, la banda de Allgaü irrumpió en el monasterio de Kempten. También en abril, los campesinos de Würzburg formaron una nueva banda; se estableció una banda en el valle del Neckar; varias pequeñas bandas se unieron para formar la Tauber Valley Band; Se formaron otras bandas en Alsacia y Odenwald, y así sucesivamente. El 4 de abril, el ejército de la Liga de Suabia se reunió y derrotó a los campesinos de Baltringen en Leipheim, matando a más de 1.000, de los cuales 400 se ahogaron en el Danubio. El 15 de abril, la Banda del Lago, que contaba con unos 12.000 campesinos, milicias de la ciudad y una levadura de Landsknechte, se enfrentó a los Ligueros de Suabia y los obligó a retirarse. El 17 de abril se convocó una tregua en Suabia, mientras que un tribunal escuchó quejas y un acuerdo sacó a Suabia Superior de la lucha. Pero para entonces, la revuelta se había extendido como un reguero de pólvora a través de los pastos de finales de verano: estalló una nueva revuelta en Limburgo y otra banda, la Werra, se formó en Turingia. El 23 de abril estallaron combates en Renania-Palatinado. La semana siguiente, Stuttgart y Erfurt cayeron ante bandas campesinas y la revuelta se extendió a varios cantones suizos. El 5 de mayo, a pesar de cierta simpatía por la causa, Lutero denunció a los campesinos, amonestándolos desde la comodidad de un santuario castellano donde vivía bajo la protección de un poderoso príncipe y benefactor. "No es para un cristiano apelar a la ley, o para luchar, sino para sufrir el mal y soportar el mal", dijo a los campesinos.

Tres días después, una banda campesina tomó Würzburg y estalló la rebelión en el Tirol. Entonces la marea cambió. El 12 de mayo, la Liga de Suabia derrotó a una banda campesina en Böblingen, después de lo cual los líderes campesinos que habían sancionado la ejecución de nobles fueron asados ​​vivos. En una pelea de dos días, un noble ejército de 2,300 caballos y 4,000 pies con contingentes de Brunswick, Hesse y Saxony aplastó a la Frankenhausen Band, matando a 5,000 campesinos y milicianos, incluyendo a 300 decapitados en la ciudad "pour stimager les autres". Al día siguiente, las bandas alsacianas fueron derrotadas en Zabern por un ejército de Lorrainers; Muchos cientos de campesinos fueron masacrados después de abandonar la pelea. Una semana más tarde, 12,000 campesinos se rindieron en Friburgo (24 de mayo), que acababan de tomar. Al día siguiente cayó Mühlhausen en Turingia y Müntzer fue capturado, torturado y decapitado, para satisfacción de Lutero, quien despreciaba al hombre. El 2 de junio, la banda de Odenwald fue golpeada por el ejército de Leaguer en Königshofen. Dos días después, la revuelta en Franconia fue aplastada. Una pelea prolongada con campesinos excavados tuvo lugar a lo largo del río Leubas durante julio. Cuando los "camaradas" clave de Landsknechte abandonaron las trincheras y desertaron a la Liga de Suabia, los sobrevivientes murieron de hambre y se lanzaron a la fuerza hasta el 23 de julio, tras lo cual fueron sacrificados a un hombre. Así terminó la "guerra campesina" en Alemania.

En Austria, sin embargo, la lucha duró hasta 1526. Una rara victoria campesina llegó a Schladming el 2 de julio de 1525, donde los mineros y los campesinos de Salzburgo rechazaron a un ejército austriaco confiado. Esto obligó a las concesiones de Fernando y llevó a una tregua firmada en septiembre. Los príncipes no cumplieron su palabra, lo que llevó a la reanudación de los combates en la primavera con bandas de campesinos que se refugiaron en valles alpinos inaccesibles. La cifra de muertos para la guerra en su conjunto fue de 80.000 a 100.000, en su mayoría campesinos y ciudadanos. La derrota dejó la servidumbre en su lugar (aunque, de hecho, las condiciones mejoraron un poco después de 1525), el Imperio no se reformó y un amargo residuo de confesión y enojo de clase en toda Alemania.