miércoles, 27 de noviembre de 2024
martes, 26 de noviembre de 2024
El flautista de Hamelin y las Cruzadas de Niños
El horrible origen del flautista de Hamelin
1. ¿Conoces el cuento de “El flautista de Hamelin”? Es la historia de unos niños arrastrados al desastre por las notas de una flauta mágica. Pues bien, el relato o cuento se basa en un episodio insólito de la historia medieval que terminó en tragedia: La Cruzada de los niños.
Allá por mayo del año 1212 un pastorcillo francés de unos 12 años llamado Esteban, vecino de Cloyes (cerca de Orleáns), se presentó ante el rey Felipe Augusto de Francia con una carta que, según aseguraba, el mismo Jesucristo le había entregado mientras apacentaba su ganado. El objeto de la misiva no era otro que predicar una Cruzada de niños para salvar los Lugares Santos allá por Tierra Santa allende el mar. En su delirio aseguraba que, igual que le ocurrió a Moisés en el mar Rojo en su huida de Egipto, las aguas del Mediterráneo se abrirían a su paso dejando vía libre a su misión.
Cuál no sería la sorpresa del monarca que le invitó a volver a su casa y a sus quehaceres. Aún seguía vivo el recuerdo del fracaso de la Cuarta Cruzada.
2. El tal Esteban no se arredró y el frenesí religioso logrado por su iniciativa logró en menos de un mes reunir unos 30.000 niños y a algunos religiosos y adultos.
Partieron de Vendôme en julio de 1212 hacia el sur. Tras numerosas e incontables penalidades, muchos murieron por sed, hambre, enfermedades o volvieron con sus padres, sólo un tercio de los niños llegó a Niza, hay fuentes que hablan de Marsella. Sea como fuere, tras esperar dos largas semanas el milagro divino de las aguas dos mercaderes, Hugo el Hierro y Guillermo el Cerdo, fletaron siete barcos para el traslado de la chiquillería.
3. De la expedición no se volvió a saber nada.
Pasaron dieciocho años antes hasta tener noticias de lo que había sucedido a sus pasajeros. Será en 1230 cuando un sacerdote que había participado en el viaje de regreso a Francia procedente de Oriente contó como dos de los siete barcos se habían estrellado contra las rocas durante una tormenta en la isla de San Pietro, en Cerdeña, ahogándose todos los ocupantes. Los niños de los otros cinco barcos, corrieron una suerte atroz, unos fueron atrapados por piratas, otros llevados a Argel por los mercaderes y vendidos como esclavos.
Pero el fervor religioso no solo animó a los niños franceses, en Alemania un niño llamado Nicolás, prendió la llama de la cruzada infantil. En poco tiempo reunió cerca de 7.000 seguidores y tras incontables avatares menos de la tercera parte llegó a Génova. Allí el mar volvió a ser el obstáculo insalvable. El desánimo cundió y la mayoría se volvieron a sus hogares tras la visita de Nicolás al Papa Inocencio III, quien les instó a volver a casa.
4. Los hermanos Grimm popularizaron en 1816 un relato que trataba de un músico que valiéndose de su flauta atraía a las ratas pero que viéndose engañado, atrajo a los niños de Hamelín con sus notas mágicas haciéndolos desaparecer.
¿Es simplemente un cuento, una tradición popular o una leyenda cuyos orígenes se remontan a la Edad Media?
Curioso es que la primera representación gráfica de los niños saliendo de Hamelín es de 1300 y se hallaba en una de las vidrieras de la iglesia del mercado (desapareció en el s. XVII). Lo curioso de la vidriera es que en ella no aparecían ratas, sólo un hombre con un instrumento musical seguido por niños.
Toda leyenda tienen un fondo de verdad…
Espero que os haya gustado y como siempre, gracias por leerme.
lunes, 25 de noviembre de 2024
domingo, 24 de noviembre de 2024
Crisis del Beagle: Los planes secretos del ataque a Temuco
Un general cuenta cómo fueron los preparativos secretos para ir a la guerra por el Canal de Beagle e invadir Chile en 1978
Por aquel entonces, Hugo Domingo Bruera tenía 23 años y era teniente de Infantería. Según los planes, su regimiento iba a ser uno de los primeros en cruzar la frontera durante la invasión
Se esperaba que fuera una guerra sangrienta. El gobierno de Jorge Videla no reconocía el resultado del laudo sobre el Canal de Beagle. Muchos años antes, en 1971, durante los gobiernos de Salvador Allende en Chile y el presidente Alejandro Lanusse en Argentina, se había decidido que la Corte Internacional de La Haya mediara en el conflicto.
El fallo fue emitido a mediados de 1977, y a principios de 1978, la dictadura argentina anunció que desconocía esa decisión. A partir de ahí, las tres fuerzas armadas comenzaron los preparativos. El plan era iniciar con la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox, que habían sido adjudicadas a Chile. Desde el aire, mar y tierra, la dictadura argentina planeaba una especie de blitzkrieg con la esperanza de que la comunidad internacional ignorara el fallo de La Haya.
Aunque los preparativos eran secretos, todos sabían que decenas de miles de soldados de ambos lados iban a enfrentarse. Esta vez, el cruce de la cordillera no sería un San Martín acudiendo en ayuda de O'Higgins, sino un Videla intentando demoler a un Pinochet.
Las tropas terrestres estaban bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, alias "El Cachorro", jefe del III Cuerpo de Ejército con base en Córdoba. Allí,los rumores decían que Menéndez mostraba a sus oficiales cómo disparar a la cabeza de un prisionero. Los que mataban quedaban unidos, ya fuera por sumisión, convicción o cualquier otra razón; ese era el estilo de Menéndez. El mismo Pinochet había hablado que habría enorme cantidad de fusilados de ambos bandos.
Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Era alto, fuerte y capaz de andar en mula o cargar los morteros pesados de la sección a su cargo. Era teniente de Infantería; su padre, abogado laboralista y ferviente peronista, lo había llamado Domingo.
Hugo Bruera
Hugo estaba en el regimiento 21, en Las Lajas, bajo la VI Brigada de Montaña de Neuquén, comandada por Mario Benjamín Menéndez, quien años después se rendiría en Malvinas. "El Cachorro" Menéndez visitaba frecuentemente para supervisar los ejercicios de cruce de la cordillera previos a la Navidad. A principios de diciembre de 1978, Menéndez llegó, recorrió a caballo las estribaciones de la cordillera y luego subió a un helicóptero para cruzar a territorio chileno.
Se rumoraba entre los oficiales que Menéndez había orinado desde el aire sobre lo que él consideraba territorio enemigo. Más tarde, frente a un centenar de oficiales, en medio de una arenga, Menéndez pronunció una frase que, 40 años después, aún resuena en los oídos de Bruera:
—¿Y cómo reaccionaron los oficiales? —pregunta Infobae.
—Nadie dijo nada. En esa época todos nos quedábamos callados frente a un general de tan alto rango —responde Bruera, quien había llegado a Las Lajas a principios de 1978.
Las Lajas, un pueblito de unos 500 habitantes, está en un valle y el regimiento en una meseta, a 60 kilómetros de la cordillera y a otra distancia similar de Zapala.
En Las Lajas, ni siquiera los rebeldes estaban informados: no llegaba ninguna radio ni mucho menos televisión, hasta las comunicaciones telefónicas eran dificultosas.
-Era un regimiento montado, teníamos gran cantidad de mulas. Yo era el jefe de la sección Morteros Pesados. Tenía más mulas que soldados. Teníamos un puesto de avanzada en Pino Hachado –cuenta.
Se trata de uno de los cruces cordilleranos más importantes del sur, a casi 2.000 metros de altura y un punto donde, en caso de estallar el conflicto, sería escenario de combate.
-La segunda mitad de 1978 fue de muchos ejercicios militares. Teníamos una mística bastante fuerte porque ese lugar, tan solitario, hace que uno se sienta orgulloso de defender un paso de frontera. La mística te sostiene. Aunque los conscriptos que llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán sufrían el frío –dice Bruera, que llegó a general de Brigada y pasó a retiro hace unos años.
El jefe del regimiento empezó a revistar las tropas con más frecuencia desde mitad de 1978 y llegado diciembre los rumores de malestar con Chile eran fuertes. Bruera estaba centrado en su misión: con los morteros pesados debían pasar por encima de las avanzadas de infantería para neutralizar la eventual defensa chilena. Dormían a la intemperie para familiarizarse con lo que les esperaba.
-En las marchas dormíamos al aire libre. Se ataban las mulas y los caballos. Hacíamos la cama con el capote abajo, el pellón de la montura y la bolsa de dormir arriba. De almohada el casco –dice.
Las bromas estaban a tono con la locura de las guerras. Una noche, mientras dormía en el cuartel, a Bruera le pusieron un grabador Geloso al lado de la oreja. Se sobresaltó con una música que hoy recuerda como la de las proclamas de los golpes de Estado. En ese momento, creyó que era el inicio de las operaciones.
-Salté de la cama, me puse el casco y agarré el equipo. Salí corriendo hacia la mulera para buscar a los soldados y a los animales –dice.
Apenas se encontró con las carcajadas de los bromistas.
Perder el caballo
Bruera había logrado tener un caballito de montaña para desplazarse.
-Le puse Pajarito, por lo rápido que andaba. Me lo había dado un indio que era soldado en mi sección. Era de la tribu de Namuncurá, hijo del cacique en ese momento. El animal estaba acostumbrado a pasar a Chile con la veranada, llevando ovejas o chivos, algo que habitualmente hacían los indios por su destreza en ese territorio. El caballito se me escapó y se fue para Chile. Tuve que pedirle a Crisóstomo, un baqueano de la sección, conocedor de la zona, que se vistiera de paisano y pasara al otro lado de la frontera. La pista que podía seguir era el surco que abría la soga que, al estar desatada, dejaba alguna huella en el camino. Crisóstomo sabía dónde pastaba el ganado y me trajo a Pajarito de vuelta –cuenta, y agrega que los baqueanos llevaban chupilca en la cantimplora: una mezcla de vino con harina tostada y azúcar, muy bueno para levantar la temperatura del cuerpo.
En la montaña no estábamos quietos. La preparación y los ejercicios seguían a diario. Hacíamos los cálculos para el lanzamiento de los morteros. También teníamos que tratar de suplir la falta de provisiones que no llegaban. Teníamos que llevar a pastorear las mulas, montarlas, entrenándolas para desplazarse en la montaña.
Habíamos cavado como para contar con unas cuevas donde se guardaban las municiones. Tengo una foto con una flor silvestre que pusimos en una de esas cuevas. Si había un rato libre, Bruera siempre tenía la guitarra presta para acompañar su repertorio gardeliano.
Casamiento postergado
-Yo tenía agendado mi casamiento para el 29 de diciembre y diez días antes me dijeron que suspendiera la ceremonia porque no sabían qué iba a pasar. Yo tenía que avisarle a mi futura esposa, que vivía en un pueblito de La Pampa que tenía la misma escasez de teléfonos que sufría Las Lajas. Desde una cabina, como no se escuchaba nada, fue la operadora quien le dijo a mi novia se suspendía el casamiento: "Suspende porque es militar y no le puede decir más, pero quédese tranquila", fueron sus palabras.
Muy cerca de Navidad les llegó la orden de operaciones. Se desplazaron los sesenta kilómetros que los separaban de la cordillera.
-El desplazamiento era difícil. Teníamos que ir a pie, de noche, llevando las mulas del cabestro. Llovía, había viento, se puso frío. Cuando llegamos a un monte pequeño paré la tropa para que durmiera y esperé a un soldado que se le había roto el soporte del mortero. Yo salí a buscarlo y muy rápidamente di con él -cuenta.
Los preparativos de invasión
Lo que hasta acá parece una descripción dura pero bucólica debe cotejarse con los propósitos de la Junta Militar, que había hecho contactos tanto con Perú como con Bolivia (donde también había dictaduras militares) para instarlos a tomar parte en el ataque a Chile. De los planes no quedó documentación escrita pero sí fueron reconstruidos los pasos a seguir.
A principios de diciembre había partido una nutrida flota naval. El día D era el 22 de diciembre a las ocho de la noche, donde la infantería de marina ocuparía las cinco islas adjudicadas a Chile en el laudo. Unas horas después, en la Patagonia comenzaba a actuar el Ejército y de inmediato los aviones de la Aeronáutica atacarían la aviación chilena. El Cachorro Menéndez, con las tropas aerotransportadas del III Cuerpo de Ejército, invadiría cercanías de Santiago de Chile. También entrarían en combate unidades del II y el V Cuerpo. Para el 23 de diciembre, la supremacía argentina sería aplastante. El costo en vidas humanas iba a ser inmenso.
Guerra postergada
Las olas de 12 metros, los vientos huracanados y el frío de la noche del 21 de diciembre frustraron el desembarco de los infantes de marina. Tampoco los helicópteros podían despegar de las cubiertas de los barcos. Ni los buzos podían ir en gomones hacia sus objetivos. La tormenta evitó el primer paso de la guerra. A su vez, los militares chilenos, que tenían órdenes de responder la ocupación, no recibieron instrucciones para atacar a los buques argentinos que estaban en su mar territorial.
Pero, como siempre, las guerras se ganan o se pierden en los escritorios. Ambas dictaduras habían aceptado que el Vaticano intercediera en el conflicto. Y fue el ya veterano cardenal Antonio Samoré quién hablaba por teléfono con Pinochet y Videla para frenar el conflicto. Su llegada a Montevideo se produjo justo el día de Navidad de 1978 y allí ambas dictaduras aceptaron firmar un acta que evitaba la guerra. Siempre quedará para los admiradores de los escenarios contrafácticos pensar qué hubiera pasado si el clima del 21 de diciembre en el Beagle hubiera sido agradable.
Dos días de respiro
Los soldados y oficiales que estaban en operaciones no sabían nada más que las instrucciones que recibían. Bruera apenas supo que Samoré había llegado a esta lejana región del planeta.
-Antes de fin de año nos dieron dos días para ir en camiones hasta el regimiento sin desarmar las posiciones de la cordillera. Ahí podíamos bañarnos y cambiar la ropa. Yo usé esos dos días para subirme a mi Fiat 600 y recorrer los 900 kilómetros que me separaban del pueblito donde vivía mi novia. Ahí pude decirle personalmente lo que no había podido contarle por teléfono. Volví enseguida, fui al puesto en la cordillera. Año nuevo los pasé con la tropa.
Guardamos la posición hasta fin de enero y luego nos desmovilizaron y volvimos al regimiento.
-¿Y el casamiento? –preguntan los cronistas.
-Fue en Rosario, el 2 de febrero de 1979. Pero sin luna de miel. Me volví a ir en el Fiat 600 y dos días después lo cargué para llevar todo a Las Lajas. Mi esposa se venía a vivir allá –cuenta.
Cara a cara con un militar chileno
Treinta años después Argentina y Chile conmemoraron la paz. El acto se hizo en Santa Cruz, en el paso Monte Aymond, donde fueron las dos presidentas de entonces, Cristina Kirchner y Michele Bachelet. Bruera fue con la comitiva oficial, ya no como teniente de morteros sino como secretario general del Ejército.
-Del Ejército chileno fueron varios jefes. Nosotros llevamos una sección de soldados de Río Gallegos para que luego de la ceremonia oficial pasáramos del lado chileno y hacer un desfile conjunto. Como sorpresa hubo una invitación a comer en un restorán de Puerto Natales. Ahí celebramos no haber entrado en combate. Yo canté algún tango y de repente estaba hablando con el general Hernán Mardones de Chile, a quien no conocía. Pero nos contamos en qué lugar estaba cada uno. Yo, en Pino Hachado y él cerca de Temuco, dos localidades que están a la misma latitud, enfrentadas. Entonces los dos dijimos "si se armaba la guerra nos matábamos".
Cuarenta años después
A mediados de 2018, tras casi cuatro décadas de aquel momento infame para los pueblos de Chile y Argentina, el regimiento de Las Lajas se juntó en Villa María, Córdoba, para compartir anécdotas, asado y vino. Por supuesto, Bruera sacó la guitarra y cantó Palermo, me tenés seco y enfermo…
-Bruera, ¿y de la dictadura de entonces? –preguntan los cronistas.
-Yo tenía el concepto claro de que la dictadura era un flagelo.
A principios de junio de 2010, Bruera fue desplazado de su cargo y enviado a Perú. Una nota de Mariano Obarrio, cronista en Casa Rosada por La Nación, señalaba: "Bruera es peronista y siempre jugó muy bien para inculcar los derechos humanos en el Ejército", como si a alguien le interesara ese tema.
Esta nota fue escrita por el ex-terrorista montonero Eduardo Anguita y Daniel Cecchini
sábado, 23 de noviembre de 2024
Chile: La guerra civil de 1891
Guerra civil chilena de 1891
La guerra civil chilena de 1891, también conocida como Revolución de 1891, fue un conflicto armado ocurrido en Chile entre los partidarios del Congreso Nacional y los del presidente de la República José Manuel Balmaceda.
Tras una serie de disputas entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, la discusión sobre el presupuesto fiscal de 1891 fue una de las grandes causas del conflicto. Sin embargo, el hecho que desencadenó la guerra fue el cierre del Congreso por parte del presidente Balmaceda. Mientras las fuerzas del Ejército de Chile se dividieron, apoyando a ambos bandos, la Armada se unió a los congresistas. Desde Iquique los revolucionarios iniciaron una serie de campañas con el fin de derrocar a Balmaceda, quien estableció una férrea opresión sobre sus opositores.
Tras las batallas de Concón y Placilla, las fuerzas leales al presidente fueron derrotadas. Balmaceda entregó el poder al general Manuel Baquedano el 28 de agosto, mientras las fuerzas revolucionarias entraban a Santiago, y se refugió en la legación argentina, donde se suicidó el 19 de septiembre de 1891, un día después de que expirara su periodo constitucional como presidente.
La victoria de las fuerzas congresistas marcó un importante hito en la historia de Chile. La sociedad chilena enfrentó una gran división tras el conflicto bélico, que dejó entre 50001 y 10 0002 muertos. Las reformas a la Constitución de 1833 terminaron con la llamada República Liberal y se inició el Régimen Parlamentario, que imperó en Chile hasta 1925.
Causas
Las principales causas de esta guerra fueron:
- Conflicto presidencialismo-parlamentarismo: El mandatario gobernó interpretando la constitución como presidencialista, con lo que se ganó la oposición de los partidos políticos y el Congreso Nacional, que habían desarrollado una lectura parlamentarista de la carta fundamental. Ello le significó múltiples obstáculos a Balmaceda para poder cumplir sus propósitos.3
- Intervención electoral: Balmaceda pretendía designar, tal como lo habían hecho sus antecesores, al Congreso y a su sucesor en la presidencia por medio de la intervención electoral; esto, yendo en contra del llamado de los partidos políticos a respetar la libertad electoral.
- Hegemonía oligárquica en peligro: Balmaceda nombró como Ministros a jóvenes no pertenecientes a la oligarquía tradicional. Este grupo reaccionó al prever la posibilidad de disminuir su poder político y social.[cita requerida]
- División de las Fuerzas Armadas: Para el desarrollo de la guerra fue fundamental la división de las Fuerzas Armadas, ya que sin este suceso, el bando de Balmaceda no hubiera podido oponer resistencia. El Ejército apoyó al Presidente, y la Armada a la causa congresista.
- Crecientes niveles de rivalidad política: El respeto a las autoridades de Gobierno y a los opositores, que habían marcado la convivencia anterior, se vio sobrepasado por una prensa virulenta que llegó a incluir en sus ataques a familiares y vidas privadas de los hombres públicos.4
- Conflicto con la Iglesia: Por la condición liberal de Balmaceda, y su antiguo apoyo al traspaso del poder eclesiástico al Estado, los clérigos, los políticos y particularmente los jóvenes conservadores mantuvieron una oposición virulenta al Presidente.5
Estallido del conflicto
La junta revolucionaria de Iquique (de izq. a der.): Waldo Silva, vicepresidente del Senado; Jorge Montt Álvarez, capitán de navío y presidente de la misma; y Ramón Barros Luco, presidente de la Cámara de Diputados.
Tanto el Congreso como el presidente se negaron a ceder,6 por lo que al llegar el 1 de enero de 1891, Balmaceda estableció por decreto la prórroga de los presupuestos del año anterior. Esto condujo a la crisis institucional. El Congreso Nacional declaró al Presidente fuera de la ley, a lo que Balmaceda respondió instaurando la dictadura, asumiendo todo el poder público necesario para la administración y gobierno del Estado y el mantenimiento del orden interior.7
Apoyándose en la mayor parte de la Armada y parte importante del Ejército, el Congreso confió el mando al capitán de navío Jorge Montt Álvarez el 6 de enero de 1891 para defender "la Constitución y las leyes". Para que el movimiento de la Armada no fuera considerado como un simple pronunciamiento, los marinos exigieron la presencia de los Presidentes de ambas Cámaras, lo que hicieron de inmediato Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados, y Waldo Silva, Vicepresidente del Senado. El 7 de enero, la escuadra se sublevó contando con los blindados Cochrane y Blanco Encalada, el crucero Esmeralda, la corbeta O'Higgins y la cañonera Magallanes. El monitor Huáscar estaba del lado de los congresistas.
Como la mayoría del Ejército se mantuvo en obediencia al Presidente, la escuadra se dirigió al norte, para tomar la rica zona salitrera, que sería la caja de fondos de la revolución y desde donde reclutaría soldados para formar un ejército. Los dueños de las salitreras no miraban con buenos ojos la política comercial de Balmaceda ni el régimen dictatorial impuesto por este, después de conocer el alzamiento.
Bando leal al Congreso | Bando leal al Presidente |
---|---|
Estanislao del Canto Arteaga Arturo Fernández Vial Adolfo Holley Jorge Montt Álvarez Gregorio Urrutia |
Santiago Amengual Balbontín José Luis Araneda Carrasco Orozimbo Barbosa Puga José Antonio Bustamante José María del Canto Arteaga Diego Dublé Almeyda Juan José Latorre Benavente Óscar Viel y Toro José Velásquez Bórquez Juan Williams Rebolledo |
El primer enfrentamiento fue el combate de Zapiga, el 21 de enero de 1891 que desencadenó la Campaña del Norte.
Los congresistas capturaron Pisagua, con un ejército que no pasaba todavía de 1200 voluntarios, soldados y marineros, y que era comandado por el coronel Estanislao del Canto. El encuentro con las tropas balmacedistas, conformadas por 900 soldados al mando de Eulogio Robles Pinochet, se realizó en Huara, ubicada entre Pisagua e Iquique el 17 de febrero. Después de cuatro horas de combate las tropas congresistas fueron derrotadas.
La situación crítica de los congresistas cambió con la captura de Iquique (Combate de la Aduana de Iquique) por el capitán de navío Merino Jarpa, quien al mando de 40 marineros logró rechazar el ataque del coronel José María Soto.
Dueños de Iquique y con la simpatías de los trabajadores de la pampa, el Ejército Constitucionalista, como se hacían llamar las fuerzas que representaban al Congreso, incrementaron su número y vencieron a Robles en el combate de Pozo Almonte, siendo asesinado sin piedad aun cuando se encontraba herido.
Las provincias de Tarapacá, Antofagasta y Atacama quedaban al mando de la revolución.
La Junta de Iquique y la dictadura balmacedista
La Junta de Iquique
Junta de Gobierno de Chile durante la guerra civil en Iquique, 1891
Desde el principio, los congresistas tuvieron en Santiago una junta secreta que dirigía la revolución desde tierra. Con la conquista del norte, el 12 de abril de 1891 organizaron la Junta de Gobierno de Iquique, compuesta por el Capitán de Navío Jorge Montt Álvarez, que la presidiría, Waldo Silva, Vicepresidente del Senado y Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados como vocales, la que actuaría como órgano de gobierno, en reemplazo del Presidente de la República, con Enrique Valdés como secretario y asesorada por cuatro ministros: Interior y Obras Públicas, que se reservó para Manuel A. Matta; Relaciones Exteriores y Justicia, Culto e Instrucción Pública, a cargo de Isidoro Errázuriz; Hacienda, a cargo de Joaquín Walker Martínez; Guerra y Marina, a cargo del Coronel Adolfo Holley.
Junto con el decreto de creación de la Junta, se dio a conocer públicamente, por primera vez, el acta de deposición de Balmaceda, documento ignorado por la mayoría de los congresistas.
Sus agentes en el extranjero, los financistas y banqueros Augusto Matte y Agustín Ross Edwards, lograron la compra de armas de los últimos modelos en Estados Unidos, superiores a las del ejército de Balmaceda, y pusieron trabas a la entrega de los cruceros "Presidente Pinto" y "Presidente Errázuriz" y el acorazado "Capitán Prat" que desde antes de la revolución se construían en Francia.
El Gobierno balmacedista
José Manuel Balmaceda.
Mientras en el norte se consolidaba el gobierno de la junta, en el resto del país se instalaba una férrea dictadura bajo la dirección del Ministro Domingo Godoy, dispuesto a aplastar la rebelión sin reparar en los medios: las universidades y algunos liceos fueron cerrados, así como los clubes y centros políticos; las cárceles se llenaron de enemigos del régimen; los diarios fueron cerrados, las cortes fueron reemplazadas por tribunales militares; fueron incautadas arbitrariamente las haciendas de los opositores; además de realizarse en campos y ciudades enrolamientos forzosos, destinados a incrementar el ejército del gobierno.
Balmaceda decidió legitimar su gobierno, disolviendo el Congreso y convocando a elecciones parlamentarias, postulando como su sucesor a Claudio Vicuña.
Los atropellos en todo orden cometidos por Godoy, causaron que la mayoría del Congreso recién elegido solicitara la renuncia del ministro de La Moneda. Por ese motivo, se organizó otro ministerio al mando de Julio Bañados Espinoza, quien propuso reformas semejantes a las contenidas en la Constitución de 1833, entre ellas, el establecimiento de un régimen presidencial.
Fuerzas navales comparadas
Las fuerzas congresistas contaban con la Fragata blindada Cochrane y la Blanco Encalada, la corbeta O'Higgins, el Crucero Esmeralda, el Monitor Huáscar y la Cañonera Magallanes. El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández sólo contaba con las torpederas que estaban en sus varaderos, protegidas dentro del galpón de la Caleta de Las Torpederas. Otros buques como los cruceros Presidente Errázuriz, Presidente Pinto y el acorazado Capitán Prat se encontraban en construcción en Europa. La Corbeta Abtao regresaba de su viaje al Mediterráneo y el Torpedero Almirante Condell navegaba por el Atlántico.
Hundimiento del "Blanco Encalada"
Ataque al Cochrane con botes torpedos.
La mayor parte de la escuadra estaba en manos de los congresistas; se estaban construyendo en Francia una serie de buques, de los cuales Balmaceda recibió las torpederas Almirante Lynch y Almirante Condell. Estas atacaron por sorpresa en la madrugada del 23 de abril sobre el puerto de Caldera, lanzando sus torpedos sobre el Blanco Encalada, hundiéndolo. A bordo del buque se encontraba Ramón Barros Luco, integrante de la Junta de Iquique, quien logró salvar con vida, y Enrique Valdés Vergara, secretario general de la Escuadra, quien murió junto a otros 11 oficiales y 171 tripulantes, tanto civiles como militares. Este fue el llamado Combate Naval de Caldera. Si bien el hundimiento significó una pérdida importante de armas, municiones y vituallas para las tropas en tierra,10 no logró romper la superioridad marítima de la Junta de Iquique.
El 15 de mayo de 1891, Ismael Valdés Vergara, hermano de Enrique, fue designado como secretario general de la Escuadra por la Junta de Iquique.
En tiempos posteriores, Barros Luco desmentiría la anécdota que afirmaba que se habría salvado asido de la cola de una vaca, que era parte del ganado en pie que se acostumbraba a llevar a bordo, porque no sabía nadar.
Cazatorpederos Lynch y Condell atacan al Blanco Encalada en Caldera
El Blanco Encalada fue el primer blindado en el mundo en ser hundido por un torpedo autopropulsado disparado desde otro navío.
La ofensiva congresista
El regimiento de Pisagua (3° de línea de las fuerzas congresistas) en la plaza de Viña del Mar, después de las batallas de Concón y Placilla.
El ejército congresista compró armamentos de último modelo, principalmente alemán y británico (con los recursos de los impuestos a las salitreras), y bajo la dirección del teniente coronel alemán Emilio Körner se agruparon 10 000 hombres, entre soldados voluntarios reclutados de las oficinas salitreras y oficiales improvisados entre los jóvenes llegados ocultamente desde distintas zonas del país, tenía en su poder las ricas regiones del norte y la Armada (de tradición inglesa).
Terminada la organización de fuerzas, la junta de Iquique expedicionó al sur, ya que Balmaceda había reunido 32 000 hombres, para rechazar cualquier intento de desembarco, pero divididos en varias fuerzas (Balmaceda se negó a agrupar sus fuerzas).1617 Como Jefe del ejército congresista fue nombrado Estanislao del Canto. El objetivo de los congresistas era derrocar a Balmaceda antes de que este recibiera los blindados recientemente comprados, el Presidente Errázuriz y el Presidente Pinto, que hubieran equiparado el poder naval del presidente con la de los congresistas.
Represión del gobierno de Balmaceda antes de la guerra civil de 1891
La noche del 19 de diciembre de 1890, la policía balmacedista reprime un mitin conservador, el cual culmina con la muerte del joven conservador Isidro Ossa Vicuña, quien es considerado la primera víctima de la guerra civil. Luis Orrego Luco lo describe como un “joven simpático y sin figuración”, “sin brillante talento”, aunque era “por su ardoroso celo ultramontano y por su situación social prominente, una figura de relieve". La Epoca calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: “Esta primera víctima de la tiranía que se inicia era por todos conceptos digna de ser inmolada en el altar de la patria. ¡Y fue inmolado inerme, por la espalda, a sangre fría por viles agentes de los agentes de la tiranía, al salir de una asamblea pacífica! Es, pues, el reinado del crimen el que comienza”. El General Baquedano se mostro claro y dispuesto contra el gobierno de Balmaceda, especialmente después del asesinato de Isidro Ossa, Entonces el general señaló a su camarada Cornelio Saavedra lo siguiente: “Ya no se puede volver atrás y debemos proceder”, lo que ilustraba una convicción de ir hasta las últimas consecuencias. La reunión habría sido una más de las que se hicieron en el proceso de politización y polarización de la sociedad durante todo el período que precedió a la guerra civil, pero la muerte de Ossa cambió la importancia de la reunión y también de los últimos días del año. Una partida de policías penetró en el Club Conservador, donde se encontraban los opositores, en una actividad que era liderada por Joaquín Walker Martínez y en la que participaban principalmente jóvenes y obreros. Walker encaró a algunos “sospechosos”, quienes eran de la policía enviados al lugar para ejercer vigilancia, capitaneados por Ramón Valdés Calderón, hombre criticado por sus procedimientos, quien había llegado a ser un * factotum y déspota vulgar”, en palabras de Blanchard Chessi. Después de un intercambio de balazos por ambos lados, fueron apresados más de cien participantes en la reunión, pero Isidro Ossa prefirió emprender el retiro del lugar, siendo perseguido por unos guardias montados. Recibió entonces un disparo que lo dejó moribundo manchando de sangre el lugar y también el debate político. Por primera vez se comprobaba que la lucha de los poderes no era sólo una cuestión de palabras, sino que podía llegar en cualquier momento a los hechos más crueles. Walker Martínez señaló al día siguiente que se trató de un “asesinato alevoso perpetrado en medio de toda la fuerza pública”, cuya sangre caía sobre el Presidente de la República y sus ministros.% A juicio de El Ferrocarril, la policía organizó expresamente una partida armada, “haciendo ostentación de un despliegue inútil e imprudente de fuerza como amenaza al libre derecho de reunión”. La Época calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: por una parte lamentaron la muerte del joven Ossa y por otra atacaron al gobierno que combatían.
Una de las manifestaciones más visibles de la restricción a las libertades durante 1891 fue la desaparición de los periódicos contrarios a Balmaceda, que dejaron de circular por disposiciones expresas de las autoridades. Un decreto prohibió de inmediato la circulación de El Independiente, El Estandarte Católico, La Época, La Libertad Electoral, El Día, El Fígaro, El Ají y Las Provincias. Similar situación vivieron los adversarios de la administración en Valparaíso, donde a la clausura de diarios se sumó el encarcelamiento de algunos periodistas. Lo mismo sucedió con el periódico El Sur de Concepción, donde “al amanecer del 10 de enero de 1891 se presentó a las puertas de la imprenta [del diario] un piquete de treinta soldados, quienes derribaron puertas y ventanas a golpe de culatazos”, impidiendo su circulación hasta una vez concluida la guerra. El único medio al que se le permitió libre circulación fue a El Ferrocarril, el cual, sin embargo, decidió compartir la suerte de los demás periódicos y no gozar de privilegios especiales, en medio del grave atentado que había sufrido la libertad de prensa. Varios periodistas y dueños de medios fueron a parar a la cárcel, como se ha mencionado. En la penitenciaría capitalina estaban Carlos Lyon y Moisés Escala, director y redactor de La Unión de Valparaíso, respectivamente; Ramón Briseño, de La Patria; Eusebio Segundo Lillo y Teófilo Durán, de La Libertad Electoral; Carlos Luis Húbner y Ángel Custodio Espejo, colaboradores de diversos periódicos; Emilio Espinosa, de El Puchacay, de La Florida; Lorenzo Monsalve, de El Imperial de Coronel; además del propio José María Solano, de El Heraldo. La razón de la prohibición de los medios de comunicación enemigos del balmacedismo es, evidentemente, la instauración de la dictadura, que tuvo consecuencias variadas en términos de restricción a los derechos personales. Sin embargo, el gobierno tenía otras razones para limitar la libertad de prensa, que resumió muy bien el presidente Balmaceda en la inauguración del Congreso Constituyente: “La licencia de la prensa ha llegado en nuestro tiempo a extremidades a que no se llegó jamás en ningún país de la tierra... La licencia se ha precipitado en la pendiente del escándalo, y ha llegado a ser una de las causas del trastorno que aflige a los chilenos pacíficos y honrados”. pesar de las restricciones, la oposición siguió difundiendo sus ideas a través de la prensa clandestina, que se convirtió quizá en el mayor dolor de cabeza del gobierno. Entre los periódicos principales se pueden mencionar los siguientes: La Horca, La Dictadura, La Venganza, La Justicia, La Libertad, El Heraldo, La Patria, El Constitucional, El Congreso, El Republicano, La Revolución. '** El periódico gobiernista El Recluta menciona también otros además de algunos de los señalados, por ejemplo El Amigo del Pueblo. En esos medios, como reconoce un adversario de Balmaceda, “las verdades” que proclamaban eran “a veces exageradas por la vehemencia de ver a la patria restaurada y a los opresores justamente castigados”. La labor de la prensa clandestina era muy difícil. El peligro de ser detenido, enviado a la cárcel e incluso torturado siempre estuvo presente. “Al calabozo con este bellaco... en la noche cantará”, oyó decir Arturo Alessandri al momento de su detención mientras repartía La Revolución, aunque finalmente no sufrió flagelaciones. Pero el caso más dramático fue, sin duda, el de Álvaro Lamas, redactor del Diario Oficial del verdadero gobierno, quien recibió más de cien azotes, fue dejado en libertad luego de varias semanas, con secuelas que se extendieron de por vida. Domingo Godoy reconoció los tormentos, pero aseguró que se habían aplicado sin conocimiento de las autoridad. La difusión se hacía mediante esos “periodistas clandestinos”, pero también contribuyeron las mujeres, que se convirtieron en el principal respaldo de los revolucionarios en la propagación de sus ideales. A me- diados de año La Nación estimó su deber publicar una lista de mujeres “accionistas, protectoras y propagadoras de pasquines”, que se habría encontrado en una imprenta descubierta por las autoridades. El objetivo del medio de gobierno era denunciar a quienes habían contribuido con las calumnias de esos periódicos clandestinos, “en menoscabo de la sociedad, de la familia, del hogar y de la Patria”. La existencia de esa prensa opositora era el reflejo de la vida en la clandestinidad. El gobierno, por su parte, se preparaba para la legalización de sus actos y se organizaba para darle una continuidad histórica a lo que había sido el proyecto de su administración en los últimos años de Balmaceda en el poder.
Conspiraciones
La acción militar y naval de la junta debía ser secundada por el comité secreto de Santiago, que planeó inutilizar las torpederas del gobierno y la destrucción de puentes para evitar la concentración de las unidades a lo largo del país. Lo primero fue intentado por Ricardo Cumming, industrial de Valparaíso, pero fue delatado por uno de sus cómplices, siendo posteriormente sometido a un Consejo de Guerra que lo condenó a muerte. Su fusilamiento tuvo lugar el 12 de julio de 1891.
Masacre de Lo Cañas
Más de setenta jóvenes de familias acaudaladas se reunieron junto a unos veinte artesanos en el fundo de Lo Cañas, de propiedad de Carlos Walker Martínez, a fin de organizar y preparar el corte del Puente del Maipo. Antes de lograr su objetivo, fueron descubiertos, muriendo la mayoría de ellos en el posterior ataque del Ejército presidencial, siendo los restantes aprehendidos y conducidos a la capital, donde, sometidos a Consejo de Guerra, fueron condenados a muerte y fusilados. Este hecho, después conocido como la matanza de Lo Cañas, fue ampliamente publicitado y provocó una reacción negativa, aumentando el apoyo al Congreso.
Muertos en las trincheras después de la batalla de Placilla.
Batalla de Concón
Las tropas congresistas desembarcaron en Quintero y atravesaron el Aconcagua el 20 y 21 de agosto en número de más de 9000 combatientes, y enfrentando a los 7000 hombres de Balmaceda, que eran comandados por los generales Orozimbo Barbosa y Alcérreca sobre las alturas de Concón. Estos jefes no recibieron los refuerzos venidos de Santiago y Concepción y fueron derrotados el 21 de agosto.
Batalla de Placilla
Gral Orozimbo Barbosa
El ejército congresista dejó Viña del Mar y Concón, enfrentándose en la meseta de la Placilla con el ejército comandado por Barbosa y Alcérreca el 28 de agosto. La batalla fue tan corta como decisiva, las tropas balmacedistas fueron completamente derrotadas, muriendo sus generales en el enfrentamiento.
Muerte de Balmaceda: triunfo de los congresistas
Alegoría de la entrada del Ejército Congresista a Santiago.
Al conocer la noticia de la derrota en Placilla, Balmaceda entregó el mando del poder ejecutivo al general Manuel Baquedano el 29 de agosto y se asiló en la legación argentina ese mismo día.
Baquedano no supo impedir el saqueo y destrozos en las propiedades y viviendas de los partidarios del Presidente. Ello se debió en parte a las acciones de venganza del sector vencedor, pero también se debió al vacío de poder dejado por las autoridades balmacedistas, lo que fue aprovechado por turbas y delincuentes e incluso por robos efectuados por el ejército vencido, al quedar sin jefes responsables.23
El 30 de agosto ingresaron las fuerzas del Congreso a Santiago.
El capítulo final tuvo lugar el 19 de septiembre en la embajada argentina, con el suicidio de José Manuel Balmaceda en la fecha correspondiente al día posterior a la del fin de su mandato presidencial.
Se calcula que en la guerra civil murieron aproximadamente entre 50001 y 10 0002 personas de una población de dos millones y medio de habitantes.
Tras la victoria sobre las fuerzas de Balmaceda, asume el control la Junta de Gobierno de Iquique el 31 de agosto de 1891, que fue trasladada a Santiago. Esta dio lugar a una nueva Junta el 3 de septiembre que convocó a elecciones de Senadores, Diputados, municipales y electores de Presidente, con arreglo a la ley electoral de 1890. Además, repuso en sus cargos a los funcionarios del Poder Judicial destituidos por la "dictadura" de Balmaceda, dio de baja a los miembros de las Fuerzas Armadas que habían servido al régimen caído y reorganizó a los empleados civiles del mismo.
El Almirante Jorge Montt asumió la presidencia el 26 de diciembre, después de las elecciones de octubre.
Eventos posteriores
La derrota del Presidente significó el inicio de un período en la Historia de Chile conocido como la República Parlamentaria, que se extendió entre 1891 y 1924, y en el cual los Presidentes de la República estuvieron fuertemente controlados por el Congreso, que debía aprobar a su gabinete de Ministros.
Se aprobaron leyes de amnistía en diciembre de 1891 (a favor de personal subalterno de las fuerzas armadas), febrero de 1893 (a oficiales superiores), agosto de 1893 (a las víctimas de la Masacre de Lo Cañas), agosto de 1893 (a ambos bandos), diciembre de 1895 (pensiones para el personal de la administración pública que fue expulsado de su puesto).
Los partidarios de Balmaceda fundaron el Partido Liberal Democrático, conocido como el partido balmacedista. Su objetivo era cumplir el programa económico de Balmaceda y reformar la constitución para volver al presidencialismo previo a 1891. Sin embargo, en breve tiempo, cayó en las tácticas del parlamentarismo chileno.
Debido a las tensiones entre el nuevo gobierno y el gobierno de los Estados Unidos, que había apoyado a Balmaceda, se produjo el caso Baltimore.
viernes, 22 de noviembre de 2024
jueves, 21 de noviembre de 2024
miércoles, 20 de noviembre de 2024
GCE: Un resumen del conflicto
Resumen de la Guerra Civil Española
El 17 de julio de 1936 empezó la Guerra Civil Española.
Cuando el 18 se extiende por la Península, la II República cuenta con las grandes ciudades, la industria, el oro y más material militar.
Entonces, ¿Cómo es posible que perdiera la guerra?
Lo primero, repasemos. La República al inicio de la guerra tenía las grandes ciudades del país incluida la Capital, Madrid así como el 72% del territorio y el 63% de la población.
También tenía en su poder 300 tn. de oro y 3.300 tn. de plata del Banco de España.
La República también tenía las mayores zonas industriales del país como Cataluña, el País Vasco y Asturias.
Las minas de carbón y hierro, la metalúrgica, la mayoría de los cultivos de regadío y TODAS fábricas de armas estaban bajo control republicano.
Por otra parte en el plano militar contaba con la mitad del ejército, el 81% de los aviones y una gran parte de los barcos de la Armada
Entonces ¿Qué pasó?
1. El pacto de no intervención → Desde el inicio, Francia y especialmente Reino Unido mantuvieron una postura neutral en el conflicto español para evitar enfrentarse directamente a Alemania e Italia.
Sólo la URSS se prestó a vender armas y enviar asesores a la República.
Sin embargo la ayuda militar de la URSS ni de lejos se acercaba a la que Italia, Alemania y en menor medida Portugal, prestaron a Franco.
Entre Alemania, Italia y Portugal enviaron casi 90.000 soldados mientras que la Unión Soviética apenas 2.000. Entre Alemania e Italia.
2. Dinero → Si hay algo que gana guerras, eso es el dinero.
Es cierto que la República poseía las reservas de oro y plata, pero fue el bando sublevado el que consiguió ingentes cantidades de créditos en Alemania e Italia y de las grandes fortunas españolas.
3. Un líder → Desde muy pronto y gracias a las muertes de San Jurjo, Primo de Rivera y Mola, el bando sublevado cerró filas en torno a Franco.
Mientras, la República no consiguió a nadie que asumiera un liderazgo claro y constante durante toda la guerra.
4. La indisciplina → La desconfianza de Frente Popular hacia los militares llevó a la República a casi desmantelar el ejército.
Pasaría casi un año hasta que el Partido Comunista y los asesores soviéticos, organizaron definitivamente el Ejército Regular de La República.
Sin embargo para entonces los sublevados ya no eran una fuerza frágil sino que ya estaban organizados y contaban con la ayuda internacional, el dinero, las armas, más territorio y todo lo necesario para aplastar a la República.
Por otro lado, ambos bandos tenían fuerzas irregulares. Sin embargo mientras que las republicanas como las anarquistas eran autónomas, las sublevadas como la falange y los requetés, siempre estuvieron bajo el control militar.
5. La unión de la izquierda → mientras que las derechas estaban unidas y eran disciplinadas, las izquierdas eran un desastre.
Anarquistas, comunistas y el POUM hacían cada uno la guerra por su cuenta. Incluso algunos priorizaban la revolución a ganar la guerra.
De esta forma fueron comunes los problemas de orden público, la no cooperación en los frentes e incluso los enfrentamientos entre las distintas facciones que culminaron en las Jornadas de Mayo de 1937.
En estos sucesos se enfrentaban los grupos anarquistas y trotskistas (partidarios de la Revolución Permanente), por un lado, y el Gobierno de la República, la Generalidad de Cataluña y algunos grupos políticos, por otro lado.
Y sí has llegado hasta aquí es tu turno ¿Crees que hubo algún motivo más por el cual la Segunda República perdió la guerra?