La Presidenta ningunea el 40 aniversario de la muerte del fundador del peronismo. “Para ese viejo, yo no pongo un peso”, había dicho.
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Definitivamente, Cristina Kirchner se siente mucho más cómoda con la figura de Evita que con la de Juan Domingo Perón, el fundador del movimiento que la depositó en la Casa Rosada, a quién todavía no le han levantado la módica estatua prevista por ley a un costado de la sede del gobierno nacional. ¿A qué se debe? A que Cristina no da su visto bueno, según los promotores de ese monumento.
Por ejemplo, trascendió que mañana, martes, a las 10 la Presidenta encabezará un acto en la Casa Rosada para recordar los cuarenta años de la muerte de Perón en un homenaje titulado, pudorosamente, “A los líderes populares latinoamericanos del siglo XX”.
En cambio, dos años atrás, cuando se cumplieron 60 años del “paso a la inmortalidad” de Evita, el kirchnerismo preparó toda una ristra de eventos a lo largo y ancho del país, que incluyó un discurso de Cristina en José C. Paz, donde aseguró que Evita “ha vuelto también en la dignidad de una patria que ha dejado de ser colonia”.
Cristina Kirchner se ubica así, al menos simbólicamente, en el sector del peronismo al que se podría llamar la “izquierda peronista” que reivindica la figura de Evita como una líder revolucionaria, enemiga mortal, irreconciliable, de la oligarquía criolla y el imperialismo yanqui. Por el contrario, a Perón lo ven un líder conservador, pragmático, poco confiable.
En todo caso, Cristina y el kirchnerismo puro reivindican los dos primeros gobiernos de Perón, entre 1946 y 1955, cuya sustancia se podría resumir en dos frases: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, y “Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”. Pero, les fastidia el Perón del retorno de su largo exilio, en 1973, el del abrazo con el radical Ricardo Balbín, el que reivindicaba el pacto social en lugar de la lucha de clases, y la evolución por encima de la revolución; un Perón que se podría resumir en su nueva frase: “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.
Un peronista de la primera hora, el ex gobernador y ex senador Antonio Cafiero, ahora gravemente enfermo, solía contar en privado una anécdota sobre la poca estima de Cristina hacia Perón. “Para ese viejo, yo no pongo un peso”, le habría dicho la Presidenta cuando Cafiero le contó la idea de él y de otros peronistas históricos de hacer una colecta pública para pagar una estatua de Perón y colocarla en un terreno ubicado al costado de la Casa Rosada.
Cafiero es un caballero y no repite esa anécdota en público, pero se la ha contado a varios compañeros de la vieja guardia, como a Osvaldo Agosto, el jefe de Prensa de José Ignacio Rucci, el ex secretario general de la CGT asesinado en 1973 por un grupo montonero. Y también a Gerónimo “Momo” Venegas, secretario general del gremio de los trabajadores rurales y de las 62 Organizaciones Peronistas, que se animó a organizar un acto para recordar a Perón mañana a las 18,30 horas en la sede porteña de Avenida Independencia 3060.
(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna, su último libro es ¡Viva la sangre!
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