miércoles, 29 de marzo de 2017

JAR: Una reivindicación más

Carta abierta a "Pacho" O'Donnell 
Por Rolando Hanglin | Para La Nación  


Ante la designación del Dr. O´Donnell al frente del nuevo Instituto Manuel Dorrego, destinado a reivindicar la corriente nacional, popular y federal, me atrevo a acercarle algunas pistas documentales que podrían favorecer dicho propósito. 

SOBRE EL GENERAL ROCA 

1. Incorporó al territorio nacional más de 40.000 leguas, mediante la Campaña al Desierto. Esto incluye a la Patagonia y el Chaco Austral. Comenzó en 1879, cuando Roca era Ministro de Guerra de Avellaneda. Se perfeccionó en la Ley 1532, de octubre de 1884. Dejó una Argentina con mayor extensión que la actual. Su gobierno llegó para quedarse, afirmando la soberanía en las Islas Orcadas, en 1904. Antes de Roca, la superficie argentina efectivamente controlada era más pequeña que el Uruguay, ya que Mendoza, Salta, Jujuy, Córdoba, San Luis, Rosario y la propia Buenos Aires eran poco menos que islas en un mar de lanzas. La frontera de Buenos Aires, por ejemplo, estaba en el río Salado. 

2. La Ley 1420, de Educación Universal, Obligatoria, Laica y Gratuita, fue sancionada en 1884, durante la primera presidencia de Julio A. Roca. Se la atribuye erróneamente a Sarmiento. Ella permitió el acceso a la educación, sin discriminación, de todas las clases sociales. Hasta los más pobres pudieron ir a la escuela. Y permitió la materialización de la utopía de los inmigrantes, que aspiraban a tener "Mi hijo el doctor", tan bien representada en la obra de Florencio Sánchez. Estableció el Registro Civil de nacimientos, decesos y matrimonios, afrontando una crisis con el Nuncio Apostólico Mons. Matera, que fue oportunamente expulsado del país. 

3. Promulgó la Ley 4301 del Servicio Militar Obligatorio, sancionada en 1901, durante la segunda presidencia de Roca, en tiempos en que era Ministro de Guerra el General Pablo Ricchieri. Así se consolida la ley que convocaba, en 1896, a la primera conscripción en Cura-Malal y a la movilización de las fuerzas permanentes y de ciudadanos. Eran tiempos de alta tensión por la cuestión de límites con Chile en la Cordillera de los Andes, la Patagonia y la zona austral. No sólo aseguraba la defensa nacional con las armas, sino que integraba a todos los ciudadanos por igual, en el idioma, en la educación y en el civismo. 

4. Entre 1880 y 1900 llegaron a la Argentina más de un millón de europeos, representando más del 30 por ciento de su población, por lo que estas leyes permitieron homogeneizar al pueblo, argentinizando a los millones de inmigrantes y su descendencia, que buscaban paz, trabajo y progreso espiritual y material en estas tierras. 

5. El 16 de octubre de 1884, siendo presidente don Julio Roca, se promulgó la ley 1532, creando los territorios nacionales de la Patagonia. Así nacían Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén. Después se agrega La Pampa. Estos territorios son hoy provincias argentinas, gracias al esfuerzo que se hizo hace 120 años. 

6. Por la campaña del general Roca, los patagónicos somos argentinos. Sin Roca, Chile se habría quedado con la Patagonia. Ya había penetrado hasta el cañadón de los Misioneros. En el año 1878, cuando Roca era Ministro de Guerra y Marina del Presidente Nicolás Avellaneda, se instaló en lo que hoy es Puerto Santa Cruz la subdelegación marítima a las órdenes del alférez de fragata Carlos María Moyano, quien en 1884, siendo ya capitán de fragata, fue el primer gobernador del territorio". 

Texto del Sr. Enrique Martínez, de Río Gallegos 

Decía una publicación de Buenos Aires sobre Roca: "Raquítico, enano, guaso joven que mira de soslayo, anda en los ranchos de Córdoba en mangas de camisa, vareando caballos y sacando para comer el cuchillo de la cintura". En aquel entonces, el ciudadano que no andaba de levita y galera estaba excluido de la buena sociedad. También lo estaba (al parecer) el Sr. Roca. 

En su Introducción a las "Cartas Inéditas de Alberdi a Juan M. Gutiérrez y Félix Frías", dice don Jorge M. Mayer que, según los porteños, Roca era "un mazorquero, el símbolo de la barbarie, rodeado por caudillos de chiripá, con aro en la oreja y chupa de tabaco negro. Si triunfaba, los indios abrirían con sus chuzas las cajas fuertes de los bancos". Una visión, digamos, unitaria. 

A favor de Roca: "Transformó la Argentina, modificó composiciones sociales, impulsó nuevos sectores a la política transformadora y echó las bases de una clase media, obrera y artesanal que irrumpiría en 1916 en el poder, para que la Argentina dejara de ser la colonia pastoril que pronosticaban algunos...Se impuso a los hombres de Bartolomé Mitre". Texto del Dr. Rodolfo Ponce de León, Profesor Titular de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional del Comahue. 

Dice Leopoldo Lugones, en su libro ´Roca´, editado por la comisión nacional de homenaje de 1938: ´Las invasiones de los indios se vinculaban con vastos intereses de Chile. Allá iba a parar gran parte de los ganados del saqueo. Y en cuando a los cautivos, mientras las mujeres aumentaban el harem del cacique, los mozos válidos por los que nadie pagaba rescate eran vendidos como esclavos en Chile" (op. cit. Ponce de León) 

"Desde Rosas hasta Avellaneda, la diplomacia pampa fue una variante de las Relaciones Exteriores. Se mantenía, como política de estado, la decisión de convivir sin integrar, para lo cual se habilitaban aguardientes, yerba, azúcar, uniformes militares y sueldos a los caciques, capitanejos y caciquillos, de quienes se sospechaba que recibían similar prestación presupuestaria de Chile". (op.cit.) 
"Desde Azul al Sur estaban la noche, el viento, el frío y la aventura. Aquí comenzaban los peligros para ganados, carretas, niños y mujeres. La muerte era protagonista frecuente en esos lares. Era cosa de hombres... 
"Adolfo Alsina, caudillo autonomista, fue designado ministro de Guerra de Avellaneda. Moderniza al Ejército y se lanza a una campaña que culmina, prácticamente, con su muerte en 1877. En enero de 1878 comienzan a entregarse, desnutridos y abandonados por su propia tropa, varios caciques y capitanejos, como Namuncurá, Pincén y Catriel... Roca, pariente del presidente Avellaneda (ambos eran tucumanos) asume la Campaña del Desierto con criterio estratégico, con varias innovaciones técnicas que cambian el cariz de la batalla, básicamente el telégrafo y el Remington... El marco internacional era altamente favorable, porque Chile estaba ya en guerra contra Perú y Bolivia, países que lo enfrentaron en las llamadas Guerras del Guano y del Salitre". (op.cit.Ponce de León) 

En Chile, estos episodios se narran normalmente de otra manera: "Roca aprovechó que estábamos distraídos combatiendo con Perú y Bolivia, para robarnos la Patagonia". 

ROCA TUVO BATALLONES INDIGENAS 

"Roca es designado comandante de la campaña, que empieza en 1879, y sus primeras contrataciones son los periodistas Antonio Pozzo y Remigio Lupo, del diario "La Pampa". Parten en el ferrocarril del Sud, con destino a Azul, el 16 de abril... Se suman a las tropas los caciques Manuel Grande y Tripailao, cuyos lanceros constituyeron el escuadrón "Auxiliares del Desierto". También se sumó a la expedición el cacique Pichihuinca, con 43 hombres, 55 mujeres y 41 criaturas... De la campaña misma, comentaba Pozzo: ´Hasta ahora no hemos visto indios, salvo alguno que otro boleador que andaba cazando avestruces y guanacos, con gauchos de Carmen de Patagones´... 

¿CÓMO ERAN LOS INDIOS? 

La siguiente descripción nos parece válida tanto para los araucanos chilenos como para los ranqueles, vorogas y tehuelches argentinos, que muchas veces actuaron en fusión o confederación, incluso con asistencia de miles de parientes de Chile, especialmente los lanceros de Reuquecurá, hermano de Calfucurá, que disponía de tropas de hasta dos y tres mil hombres. 
Cementerio indígena en Matunen-co

"Creo que no existe una buena descripción de los indios. Los españoles, cuando el descubrimiento del país, exterminaron a un gran porcentaje de esta raza desgraciada. Los restantes se consideraron bestias de carga, y durante sus breves intervalos de descanso, se dispuso que los sacerdotes les explicasen que aquella tierra pertenecía al Papa de Roma. Los indios, incapaces de comprender semejante argumento, y de sostener las cargas que les obligaban a transportar, morían en grandes cantidades. Por lo tanto, fue necesario declarar que eran imbéciles de cuerpo y alma. Declaración que apoyaron la codicia y la avaricia. De modo que se dio por cosa demostrada. 
"Durante mis galopes por América, me persuadí sinceramente de que son los más lindos hombres que han existido en ese ambiente. En las minas, los he visto usar herramientas que nuestros mineros se declaran impotentes para manejar. Llevan cargas que no soportaría ningún hombre de Inglaterra. 
"Los indios de las vastas llanuras de la Pampa son todos jinetes. Más aún, pasan la vida a caballo. Con clima ardiente en verano y helado en invierno, andan desnudos y en pelo, sin llevar siquiera sombrero. 
"Viven gobernados por caciques, pero no tienen residencia fija. Donde el pasto esté bueno, se los encontrará. Hasta que sea consumido por sus caballos, y luego se trasladan inmediatamente a sitios con mayor verdor. Carecen de pan, fruta y legumbres. Se alimentan enteramente con la carne de las yeguas que no montan, y sólo se permiten el lujo de lavarse el pelo con sangre de yegua. 
"Consideran que la guerra es el empleo más noble y natural. Es la ocupación de su vida. Declaran que la actitud más soberbia de la figura humana es cuando, agachado sobre su caballo, el guerrero atropella al enemigo. El arma principal es una lanza de 18 pies de largo (5 metros aprox.). La manejan con gran destreza y saben imprimirle un movimiento vibratorio que muchas veces hace saltar la espada de las manos del europeo. 
"A causa de andar constantemente a caballo, los indios apenas pueden caminar. Esto quizás parezca raro pero, desde la infancia, no tienen costumbre de andar. Viviendo en una llanura ilimitada, se comprende fácil que todas sus ocupaciones y diversiones sean a caballo, y así las piernas se hacen débiles. El indio siente desapego por el caminar sobre sus pies. Un esfuerzo cada vez más fatigoso. Además, el paso con que se deslizan a caballo por la llanura es tan veloz, comparado con la lentitud de las propias piernas, que este último parece un esfuerzo ridículo. 
"Son de admirar mucho como nación militar. Su sistema de pelea es el más noble y perfecto del mundo. Cuando se congregan, para atacar a sus enemigos o invadir la tierra de los cristianos, con los que están siempre en guerra, reúnen grandes tropillas de caballos y yeguas. Después, con alarido salvaje de guerra, salen al galope. Cuando se cansan los caballos montados, saltan en pelo a los de refresco, manteniéndose así hasta ver al enemigo. El país entero provee pasto para sus caballos, y donde se les antoja no tienen más que desmontar, para carnear algunas yeguas. El suelo es la cama donde han dormido siempre, desde la niñez, y por tanto enfrentan al enemigo con el corazón contento y la barriga llena. 
"Muy diferente es esta vida guerrera de la marcha de nuestros ejércitos. Hombres valientes pero rengueando, con los pies lastimados, encorvándose bajo el peso de sus mochilas, seguidos de una masa de mulas, y forraje, y albardas, y bagaje, y carros, y mujeres, novillos echados en el suelo que no pueden más, etc. Forman un cuadro de desesperada confusión, que siempre acompaña al ejército que debe marchar, en lugar de cabalgar, y comer vacas en lugar de yeguas. Un ejército europeo no puede competir con la agilidad de una caballería india. 
"Los gauchos, que también cabalgan lindo, declaran que es imposible seguir al indio, pues sus caballos son superiores a los de los cristianos, y tienen un modo de apurarlos con alaridos y ciertos movimientos especiales del cuerpo, que aún trocando caballos los batirían. Los gauchos temen a las lanzas del indio. Aseguran que algunos cargan sin freno y en pelo. Otros se cuelgan bajo la panza de sus cabalgaduras, que parecen ganado suelto, y así ocultos gritan para asustar al adversario. Con el caballo cansado, los indios mueren en gran cantidad. 
"Para gente habituada a las pasiones frías de Inglaterra, sería imposible describir el odio salvaje que existe entre gauchos e indios. Estos últimos invaden en malón por el extático placer de asesinar cristianos, y en las luchas que mantienen se desconoce la misericordia. 
"Necesariamente, el indio es hombre de coraje. Su profesión es la guerra, su alimento sencillo, y su cuerpo se encuentra en el estado de vigor que le permite levantarse de la llanura en que ha dormido y mirar orgullosamente, sobre el pasto, los contornos de su figura trazados en la helada... 
"Creen en un estado futuro, después de la muerte. Allí habrán de estar constantemente borrachos, y andarán cazando. Cuando los indios galopan de noche por la llanura, sus lanzas apuntan a las constelaciones celestes que, a su modo de ver, son las figuras de sus antepasados, que en el firmamento montan caballos más veloces que el viento y andan boleando avestruces. 
"A su modo de ver, las mezquinas luchas entre los españoles nacidos en el Viejo Mundo y sus hijos, nacidos en América, es decir entre la independencia y la dependencia, son un mero juego de palabras". 

(Espléndida descripción de Francis Bond Head en "Los Indios de la Pampa", que incorpora algunas fantasías pero traza un perfecto perfil de esta raza) 

¿FUE UN GENOCIDIO O UNA LIMPIEZA ETNICA? 

"Roca hizo la Campaña en carruaje. Sólo montó a caballo cuatro veces, una para la foto. Y no encontró un solo indio. No hubo batallas ni combates, ni siquiera un tiroteo o entrevero..." (op. cit.) 
"Comparar un paseo en calesa con un genocidio banaliza el concepto mismo de genocidio" (op.cit) 
"Roca es digno de ser reivindicado. Su accionar marcó un antes y un después en la Argentina". 
Vintter, Villegas, Roca y Teodoro García

El Profesor Ponce de León interpreta, entonces, que los indios de Pampa y Patagonia ya estaban vencidos cuando Roca efectúa su campaña. El gran despliegue se limitó, pues, a capturar prisioneros y batir prófugos, ya que las anteriores campañas, desde 1800 hasta 1880, comenzando por Amigorena y siguiendo por Rosas, Mitre, Facundo Quiroga, Aldao, Conesa, Vinter, Villegas, Adolfo Alsina, habían quebrado la resistencia de los indígenas. Roca, sencillamente, "ocupó" y "aseguró" un territorio que podía caer en manos de Chile o de los Araucanos, tal vez como protectorado británico. A lo largo del siglo XIX, las naciones poderosas como Inglaterra y Francia surcaban los mares a la pesca de nuevas colonias, aprovechando la declinación de España y Portugal. 

ESTOS INDIOS: ¿ERAN PUEBLOS ORIGINARIOS? 

Dice el Licenciado Jorge Díaz Cantera: "En el sudeste de la Provincia vivían los 'het' o 'chechehet', o 'gununna-kena' o 'guenaken', hoy conocidos como tehuelches'. Los patagónicos se denominaban 'aoniken', constituyendo una gran familia desde Río Negro hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, por el proceso de 'araucanización' desarrollado desde el siglo XVII, y también por la aparición del caballo y el avance incaico hacia el sur, los aborígenes del Arauco chileno iniciaron una serie de movimientos fuera de la región, llegando más tarde hasta la provincia de Buenos Aires, y en especial hacia Salinas Grandes y Carhué, desde donde llevaban la hacienda robada hasta Valdivia, Chile. Aún existen, en el territorio nacional, las rastrilladas que confluyen en el 'camino de los chilenos', excavado en las pampas por inmensos arreos robados en la Argentina". 

De todo esto se deduce que los araucanos chilenos invadieron nuestro país y sometieron a los pueblos originarios de esta nación. Los métodos no fueron suaves: el cacique chileno Calfucurá pasa a degüello a los vorogas de Rondeau en Salinas Grandes y, después de la degollina general de caciquillos y capitanejos, se proclama nuevo soberano y enviado de Dios, en 1831. Muy pronto se convertiría en el Napoleón de las Pampas. En otras palabras: al malón chileno lo seguía la revancha punitiva de milicos, estancieros y peones. Ofendidos, desplazados y perseguidos, los indios (en variada alianza que incluía araucanos chilenos y argentinos de filiación tehuelche, pampa, ranquel o voroga) volvían a maloquear, y así en una escalada secular. Con saña extraordinaria se combatió desde 1820 hasta 1880, cuando Roca concluyó con la "cuestión indígena" después de 60 años de incendio, saqueo, cautiverio y esclavitud: malón contra malón. No se tomaban prisioneros, como atestigua el ingeniero inglés Francis Bond Head en "Las Pampas y los Andes". Este técnico en minería, contratado en 1825 para una empresa que resultaría frustrada después de tres años, relata sus viajes, travesías y conversaciones con paisanos argentinos. Uno de estos hombres, que había participado de numerosos combates, cuando Head le pregunta cuántos prisioneros se habían tomado en determinada acción, respondía con el clásico gesto del degüello, pasándose el índice por el pescuezo: "No se toman prisioneros, se matan todos". 

Hoy nadie sabe, en nuestro país, qué es un "mitrista", un "autonomista", un "lomo negro". Ni siquiera somos conscientes de que habitamos un suelo abonado por miles de muertes en las guerras de unitarios y federales, indios y cristianos, ingleses invasores y negros enviados por el imperio del Brasil. 

Un magma de inmigrantes ha cubierto el pasado, disimulando las fosas mal tapadas, y nada ha vuelto a saberse de Sayhueque, de Pincén, de Villegas, del pobre Nicolás Otamendi... 

Estimado Sr. O´Donnell: en nombre del más noble revisionismo histórico (¿Qué es la historia sino revisar el pasado?) le ruego que cuide la memoria del general Roca. En nuestra historia no hay santos ni mártires, ni se puede dividir el relato entre buenos y malos, pero Roca merece una protección más rigurosa, sobre todo cuando lo acusan de genocidio, encubriendo lo que fue una guerra a muerte entre dos civilizaciones, con la intencionada intervención de potencias extranjeras. El genocidio, la traición a pactos solemnes, la esclavitud, el secuestro extorsivo y otras desgracias feroces, existieron por ambas partes: la República Argentina y la Confederación Araucana de Calfucurá, que aspiraba a convertirse en Estado y no quedó lejos del objetivo. En Chile, esta misma cosa se llamó -con toda franqueza- Guerra a Muerte. Aquí no se llamó nada. Se olvidó. 

Para aclarar definitivamente el tema de los "pueblos originarios": usted, Sr. O´Donnell, no es irlandés, y yo tampoco. Somos originarios de Irlanda, eso sí, porque de allí vinieron nuestros antepasados, como los de O´Higgins, Patricio Kelly o Guillermo Brown. Pero nos contamos en la sencilla legión de ciudadanos argentinos, como otros que son descendientes de tobas, collas, mapuches, piamonteses, vascos, galeses, bearneses, paraguayos y bolivianos. La Argentina no le debe nada a nadie. A lo sumo, podría decirse que algo se nos debe a nosotros, ya que el Virreinato del Río de la Plata incluía los territorios del Alto Perú (Bolivia) la Banda Oriental (Uruguay) el Paraguay, el Estrecho de Magallanes y las Islas Malvinas. Pero eso, como usted sabe, es otra historia, y sin duda el Instituto Manuel Dorrego la conoce mejor que yo. 

Si miramos un poco al Norte, veremos que el Brasil se mantuvo unido, desde el primero al último de los territorios conquistados por Portugal. A punto estuvo de ocupar toda la Banda Oriental, en el concepto de que el límite sur del Brasil era el Río de La Plata. Nosotros, en cambio, nos hemos partido en mil pedazos, uno más frágil que el otro. Roca consagró con su "paseo en calesa" el inmenso territorio de un gran país, que pudo ser un paisito si se desmembraban también Entre Ríos, Corrientes y Jujuy... ¡Pudo ser! 

En cuanto a los americanos de más al Norte, no sólo conservaron su territorio sino que lo agigantaron con Arizona, Nuevo Méjico, California, la Florida, Puerto Rico, Hawaii y Alaska. 

Cerramos este modesto comentario con una frase del Profesor Ponce de León: "En algunas inteligencias de nuestra época, parece que ni la realidad es capaz de torcer ideas. El buen ´indiófilo´ debe inventar una historia, allí donde los hechos no se adecuan a su buen corazón redentor´. 

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