sábado, 14 de julio de 2018

Guerra de la Independencia: Batalla de Marmarajá

Batalla de Marmarajá




José Gervasio de Artigas (1764-1850)

A pesar de sus virtudes militares, Dorrego poseía un espíritu turbulento y juntamente con el coronel Carlos Forest se pusieron en pugna con el general en jefe, lo que obligó a Belgrano a ordenar la separación de Dorrego del mando y la formación de una causa, razón por la cual debió regresar a Jujuy cuando el Ejército del Norte estaba en marcha hacia Potosí.  Eso impidió que estuviera en las desastrosas actuaciones de Vilcapugio y Ayohuma.  El general Belgrano dijo después de la primera de ellas que si hubiera estado presente el teniente coronel Dorrego, no hubiera sido batido el ejército patriota.

Cuando el ejército se replegó hasta Jujuy, Manuel Dorrego se incorporó nuevamente a él.  Quedó a cargo de las fuerzas de avanzada que se situaron en Guachipas para alimentar una guerra de guerrillas, y con 500 nuevos soldados organizó un regimiento llamado de “Partidarios”.  Al poco tiempo el general San Martín recibió el mando de aquel ejército y ordenó el repliegue de la fuerza hasta Tucumán.  A fines de enero Dorrego sostuvo un combate en la Quebrada de Humahuaca contra el coronel Saturnino Castro.

A consecuencia de una discusión con San Martín, éste ordenó que fuese remitido a Santiago del Estero, a fines de febrero de 1814.  Desde este último destino, Dorrego pasó a Buenos Aires por disposición del Gobierno General, al que solicitó el 15 de junio de 1814, le hiciera algún pago a cuenta de los sueldos que se le adeudaban, correspondientes a un año de servicios; decía que habiendo estado constantemente en campaña, atendió sus gastos con recursos particulares que ahora le escaseaban para los preparativos de viaje que estaba realizando.

Le fueron acordados 400 pesos; ultimó sus aprestos y se trasladó, de acuerdo con órdenes recibidas, al lado de Alvear; iba a ser envuelto en la guerra civil que tuvo su primer resplandor siniestro en el combate de Las Piedras. (1)

La acción militar que desarrollaría inmediatamente, y las ideas de organización nacional que sostuvo más tarde, tal vez ya profesadas, no fueron contradictorias; combatiendo a Artigas cumplía el mismo deber a que no se sustrajo en 1816, y en 1820, cuando volvió a esgrimir la espada contra los caudillos gauchos; sosteniendo los poderes nacionales y perteneciendo al ejército regular, se podía aspirar sinceramente a la unión de todos los argentinos mediante transacciones patrióticas, y a una constitución grata a las distintas provincias.

Dorrego fue el jefe que salió a Montevideo al frente de la división que cooperaría al ataque que el general llevaba a los montoneros.  Conducía 900 hombres y debía interponérsele en el camino a Torgués, que suponía en retirada a Santa Teresa, frontera Este de la Banda Oriental.  En tanto, Alvear, situado en el Paso de los Toros, resguardaba los Ríos Negro y Yí, evitando que Torgués pasara al Norte y que otros caudillos pasaran al Sud en su protección, desprendió fuertes destacamentos que según explicaciones del general, recorrieron 250 leguas inútilmente buscando a Torgués que, avisado del peligro, se movía con velocidad asombrosa.  Contrariado e impaciente, Alvear trasladó su cuartel general a la Calera de García (30 de setiembre), dejando a Hortiguera con 500 hombres, en su anterior posición.

Desde la Calera conoció el rumbo del enemigo y emprendió una marcha forzada (3 de octubre), en la cual recorrió catorce leguas y vadeó tres ríos en el transcurso de veinticuatro horas solamente.

Mientras Alvear salía del Paso de los Toros, su mayor general, que disponía de excelentes cabalgaduras, emprendió, desde el Paso de Villaboa, una marcha convergente, también precipitada, oculto por las fragosidades que hay entre los ríos Negro y Yí, hasta presentarse por el frente a Torgués, que no lo había sentido y creía ser perseguido por Alvear solamente.

Una avanzada del ejército regular, mandada por el capitán Manuel Mármol, aprisionó una partida de 37 hombres de Torgués y 600 caballos que custodiaba, y luego cayó sobre una compañía compuesta por negros y mulatos, tomando dos oficiales, 50 soldados armados y casi todo el parque del caudillo; otra, mandada por el teniente de “Granaderos a Caballo” Manuel Suárez, tomó a un capitanejo Mieres y 25 soldados también con armas.

El caudillo artiguista, cuyas huestes, según cálculo aproximado, sumaban 1.000 hombres, campaba en el valle de Marmarajá cuando Dorrego lo acometió a las primeras luces del 4 de octubre.  La acción duró poco y fue poco reñida.  Torgués se retiró del combate, perdiendo en la acción su sombrero y su espada, que se habían de contar entre los trofeo obtenidos por las tropas porteñas.  Sin embargo los fieros gauchos se resistieron sin dirección.  Después de ser arrojada toda la montonera del valle, hubo un fuerte núcleo que se rehizo, pero inmediatamente alcanzado, se dispersó, perdiendo 81 hombres -28 muertos y 43 prisioneros.

Durante todo el día no cesó la persecución, tan encarnizada y bien dirigida que el caudillo no se creyó salvo hasta azotar el arroyo Chuy, para refugiarse con su desorganizada y maltrecha hueste en el Brasil.  Dorrego se apoderó de toda la artillería de Torgués, una cantidad de municiones, un trozo de caballada flor, un cargamento de paños, una suma de dinero y gran cantidad de carretas cargadas de familias, en una de las cuales estaba la del propio caudillo.  Entre los prisioneros merecen citarse especialmente el secretario presbítero Domingo Sánchez, el consejero Antonio José del Tejo y Félix Artigas, primo de Gervasio Artigas.

Las tropas regulares tuvieron de pérdida 11 hombres muertos –siendo uno de ellos el teniente Nicasio Carreto- y algunos heridos.

Terminada la persecución, Dorrego se estableció en Santa Teresa con parte de su fuerza (el resto se lo retiró Alvear), vigilando cuidadosamente la frontera del Brasil, con sus tropas listas para abatir de nuevo a Torgués así pretendiera volver a atacar (2); pero Torgués había encontrado cómodo asilo: los codiciosos vecinos lo dejaron permanecer tranquilamente con sus gauchos reunidos y conservando las armas, a espera de tiempos mejores: la guerra civil no les desagradaba, porque pensaban ya, que podía servirles de pretexto para la conquista. (3)

Referencias


(1) Documentos del Archivo General de la Nación.

(2) Francisco Bauzá, en su Historia de la dominación española en el Uruguay, afirma que Dorrego cometió repudiables actos de libertinaje en el pueblo de la Colonia, donde fue a festejar su triunfo de Marmarajá inmediatamente de obtenerlo; el doctor Eduardo Acevedo (segundo), en su alegato “José Artigas”, pretende disculpar las atrocidades cometidas por Torgués en Montevideo, diciendo que los jefes porteños habían violado a la hija de ese caudillo, apresada en Marmarajá.  El general Mitre, haciendo el retrato de Torgués en la “Historia de Belgrano”, dice que aquél castró una partida de porteños, para vengarse del general de éstos que le habían quitado la querida; y se refiere al general en jefe o sea Alvear, pero se equivoca: éste sedujo a la hija de Torgués, según nota dirigida al delegado Herrera por aquél; por eso calla Alvear la existencia de la joven en los partes de Marmarajá.  El doctor Acevedo hace mal en decir “los jefes” en lugar del “general en jefe”.

Alvear llegó al campo de su mayor general, muy luego de alcanzada la victoria de Marmarajá; se recibió de todos los bagajes e hizo los partes del combate,  Con paciencia benedictina, he revisado, hoja por hoja, los papeles que se guardan en el Archivo General de la Nación y son muy valiosos, relativos a la tropa de la Banda Oriental y la insurrección artiguista, sin encontrar rastro alguno de incorrecciones cometidas por Dorrego.  En todos los que se refieren a él, y especialmente en los subscriptos por Alvear y Soler, se elogian sus cualidades sin la menor reticencia.

Inexplicable sería que Pueyrredón y Terrada, si Dorrego hubiera cometido excesos en la Banda Oriental, no los hayan citado en su famoso decreto que acumuló cuantos antecedentes parecieron podían presentarse como desfavorables a él, sin prescindir de los más triviales.  Lo de “haciendo alarde de impunidad ha repetido y reagravado iguales delitos “después de mi mando”, reduciendo a conflictos la quietud y armonía de los pueblos hermanos”, se refiere evidentemente a quejas recién llegadas de Santa Fe, por la acción desenvuelta allí, a las órdenes del general Díaz Vélez.

La afirmación que hago en este artículo, de que Dorrego se estableció en Santa Teresa después de la acción de Marmarajá, está justificada por diversos documentos que cito y transcribo en parte, todos los cuales se guardan en el Archivo General de la Nación.  El examen de esos documentos y el absurdo de ir a festejar un triunfo, alcanzado en el extremo Este de la Banda Oriental, en el extremo Oeste de la misma, me persuadieron que la versión aludida, perjudicial a la fama de Dorrego y en pugna con su reconocida caballerosidad, no podía ser cierta, despertándose en mí la sospecha de que se confundiera al vencedor de Marmarajá con algún jefe de tránsito o algún comandante destacado en la Colonia.

El historiador Bauzá, después de hacer la acusación, cita los “Apuntes de Larrañaga y Guerra”, dos cronistas contemporáneos y partidarios de Artigas, que escriben con tal pasión y ligereza, recogiendo informaciones contrarias a los hombres de Buenos Aires, que es la misma de quienes escribieron en esta ciudad contra Artigas, sus tenientes y sus huestes; además invoca una nota, fecha 7 de octubre de 1814, dirigida al Cabildo de Montevideo y subscripta por Alvear.

El último documento me pareció digno de respeto, y por lo mismo, pensé que de él saldría la luz que necesitaba, vale decir, que destruiría la propia versión, revelando su error.  Me dirigí entonces, dando explicaciones minuciosas, a uno de los hombres más espectables del Uruguay, el doctor Luis Alberto de Herrera, que ha brillado como escritor, periodista, parlamentarista, diplomático y jurisconsulto, quien me había dicho anteriormente en gentilísima carta: “creo que los escritores de ambas orillas, nos debemos este recíproco apoyo, a fin de ir esclareciendo la historia verdadera de estos países, tan adulterada por la pasión y por el interés político”.  La respuesta que obtuve, fue la siguiente:

“Señor Saturnino Uteda – Distinguido amigo: Primeramente, debo pedirle a usted disculpa por la demora en contestarle; sucedió que no sé cómo extravié la última carta de usted, que contenía los datos, y pareciéndome impropio pedirle la renovase los produje en la forma imperfecta que me fue posible.  Y bien: he visto el parte de Alvear, fecha 7 de octubre de 1814, que usted refiere, y aparece del folio 61 a 63 del libro respectivo; en él no se dice nada de ningún exceso cometido por Dorrego, sino que relaciona únicamente un combate victorioso sostenido contra Otorgues, por tropas del general Alvear a las órdenes del coronel Dorrego; sorprendido Otorgués, perdió la “armería” y sufrió una gran dispersión, cayendo prisionero su hijo y no su hija como varios escritores afirman.

“Pero como el historiador Bauzá era muy concienzudo, y para evitarle a usted un involuntario error, creo conveniente me envíe nuevos datos.  Si le interesa el parte de Alvear, le ruego me lo avise para mandarle una copia debidamente legalizada; pero eso sería dentro de un mes, porque mañana mismo me embarco para el Brasil.

“Poniéndome nuevamente a sus órdenes, lo saluda muy atentamente su afectivísimo. – L. A. de Herrera”.

Respondí que faltándole a la versión el testimonio de Alvear, ella ya no me preocupaba, pues las aseveraciones de cronistas parciales, visiblemente erróneas, no tenían autoridad ni merecían crédito, como no tienen ni merecen las que han imputado a Artigas desde esta orilla, por ejemplo, haber escrito a uno de sus tenientes una carta que jamás apareció y a la cual el doctor Carlos María Ramírez llamaba “la carta perdida o empacada”, ordenando que todas la semanas se fusilase un “porteño” o un “godo” para conservar la moral.  Por lo demás, respeto las opiniones del doctor de Herrera, pero no comparto la que exterioriza sobre Bauzá, quien no solamente se ha equivocado en la colocación de una cita de documentos probatorios, lo cual puede atribuirse a un simple descuido, sino que ha incurrido en errores garrafales muy frecuentes, admitiendo cuanta leyenda antiporteña conoció.

(3) Documentos del Archivo General de la Nación.

Fuente


  • Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación.
  • Departamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejército, apartado del Boletín Histórico del Ejército, N° 132-135 (tercera edición), el 14 de junio de 1974
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

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Rodriguez, Cap. Edison A. – Artigas, Aspectos Militares del Héroe
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