viernes, 2 de junio de 2023

Guerra antisubversiva: La madre del tartamudo de Pedro, la asesina Revora

Por qué la madre de Wado de Pedro tiene las manos manchadas con sangre

Un libro publicado por la dictadura militar a fines del mes de 1979 titulado “El Terrorismo en la Argentina”, al que tuvo acceso REALPOLITIK, incluye un valioso dossier sobre el asesinato masivo perpetrado por la madre de Wado de Pedro, bajo la caratula: "Atentado al vicealmirante D. Armando Lambruschini. 1 Agosto 1978. Montoneros".


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El 1 de agosto de 1978 a la 1.40 de la madrugada, una célula armada de la organización Montoneros organizó un atentado contra al jefe del Estado Mayor del Ejército, vicealmirante Armando Lambruschini. La bomba fue colocada en el departamento contiguo al del funcionario de la dictadura cívico militar, ubicada en la calle Pacheco de Melo 1957, en el barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires.

Como consecuencia de la explosión de la bomba de trotyl, falleció su hija, Paula Lambruschini, de quince años, uno de sus custodios, una maestra jubilada de 82 años llamada Margarita Obarrio de Villa y el vecino Ricardo Álvarez. El impacto fue brutal, a punto tal que otros diez vecinos del edificio resultaron gravemente heridos.

La operación tuvo como responsables a dos miembros de la organización, Lucila Révora de De Pedro y Carlos Guillermo Fassano, y se ejecutó en la madrugada del 1 de agosto de 1978.

El comunicado emitido por Montoneros se atribuyó el hecho y lo justificó como una respuesta concreta a la pretensión de “los milicos” de “dominar al pueblo” por medio de sus armas. Ni Paula ni los vecinos eran su objetivo, pero “lamentablemente también murieron la hija y una anciana, víctimas inocentes de esta guerra declarada por la dictadura y heroicamente enfrentada por nuestro pueblo”.

La interpretación extraoficial de la dictadura sobre el citado documento definía a Montoneros como una “banda de delincuentes subversivos” y destacaba que con “esta brutal acción, repudiada unánimemente por todo el país, se pone de manifiesto una vez más la catadura moral de estos elementos, cuyo objetivo es el crimen indiscriminado”.

A continuación, un medio periodístico explicaba cómo dos sujetos, disfrazados de policías y argumentando estar llevando a cabo un operativo antidrogas, habían logrado franquear la entrada al lugar. E informaba que la Policía Federal “proporcionó un identikit de los dos individuos, con el fin de lograr la retención”.

Los individuos a los que se referían eran Lucila Révora de De Pedro (madre de Eduardo “Wado” De Pedro), cuyo esposo, Enrique De Pedro, había sido asesinado por efectivos de la dictadura en abril de 1977. Al momento del atentado, Lucila estaba en pareja con Fassano, el segundo de los retratados en el identikit. Pero no se procedió a su detención legal, sino que ambos fueron capturados el 11 de octubre de ese mismo año, cuando “desaparecieron” por la acción de un “grupo de tareas” de la dictadura.


Lucila había cursado estudios secundarios en su ciudad de Mercedes y luego ingresó en la facultad de Psicología de la UBA. Allí se incorporó a la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y luego a Montoneros, y conoció a su compañero de vida, Enrique de Pedro.

Al ser secuestrada en su domicilio mediante una terrible acción represiva en su vivienda del barrio porteño de Floresta, Lucila estaba embarazada de ocho meses y medio. Tal como era de práctica en el contexto del “terrorismo de estado”, se informó que habían sido abatidos “en un enfrentamiento armado”.

Wado de Pedro rememora la trágica situación en los siguientes términos: “Primero perdí a mi padre en abril de 1977, tenía cinco meses. Después en octubre de 1978 secuestran y asesinan a mi madre, Lucila (Révora), embarazada de ocho meses y medio. Ahí se produce un tiroteo muy fuerte en la casa donde estábamos viviendo. Yo me salvé de las balas por el cuerpo de mi mamá. Ella me refugia en la bañadera y se pone encima de mí”.

Sin recordar los asesinatos cometidos por su madre, incluyendo el de una niña menor de edad, el actual ministro romantiza su relato recordando que en 1996 visitó aquella casa donde se produjo el asesinato de su madre y donde fue secuestrado. "Le toqué el timbre a la vecina de la casa donde fue el operativo. Me dejó pasar a la casita del fondo y está el baño todavía con tiros en la puerta. Cuando veo eso, veo lo que pasé. Fue muy duro, seguramente de ahí a mí me secuestran. Estuve apropiado por alguna familia de militares por unos meses”, concluye.

La interpretación de los publicistas de la dictadura sobre el atentado destacó el “carácter patológico de los delincuentes terroristas que cometieron el hecho y a la organización montoneros”. Más allá de las interpretaciones, a la distancia, lo único cierto es que ambos bandos resultaron tener las manos manchadas con sangre. En el medio, millones de argentinos amantes de la paz resultaron ser las verdaderas víctimas de la violencia. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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