Montoneros, entre la impunidad y las cuentas pendientes
A 50 años del secuestro de los Born, por el que se pagó 60 millones de dólares, un récord mundial. Violencia armada y corrupción de la política.
Por Rodrigo Lloret | Perfil
María O’Donnell dio a conocer este año una gran investigación periodística sobre el secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born, producido en 1975 a manos de los Montoneros. El libro se titula Born, la tapa se ilustra con una foto de uno de los empresarios durante su cautiverio, delante de una inscripción que dice “Montoneros” con un fusil y una lanza formando la V de la victoria bajo la P, que fue el eslogan utilizado por el peronismo durante los años de exilio de su líder, mientras que detrás de la foto de Born aparecen dos retratos: Juan Domingo Perón y Eva Duarte. El trabajo editado por Sudamericana ya se ha convertido en el mejor libro del año y tiene tres sugerentes subtítulos: 9 meses en las entrañas de Montoneros, 60 millones que corrompen la política, 40 años del secuestro más caro de la historia.
Luego de varios encuentros con Jorge Born, que ahora tiene 82 años, O’donnell logró reflejar un momento histórico de la política local que marcó a fuego la lucha armada en la Argentina. La obra es también una demostración cabal de la impunidad con la que se movieron los Montoneros bajo un gobierno constitucional, demostrando el desprecio por la democracia que tuvieron esos jóvenes arrogantes, obnubilados por el poder de saberse dueños de un ejército de miles de militantes armados, en lo que se convirtió la organización guerrillera más importante del mundo.
Tras haber pasado a la clandestinidad en 1974, los Montoneros diseñaron la Operación Mellizas con la que buscaban repercusión internacional y, fundamentalmente, dinero para subsistir. Siguiendo ese plan, el 20 de junio de 1975, Jorge y Juan Born, los dos herederos del emporio Bunge y Born fueron secuestrados por hombres que empuñaban fusiles y ametralladoras y eran comandados por Roberto Quieto, oficial superior de Montoneros y responsable militar de la operación, y Rodolfo Galimberti, jefe de la Columna Norte de Montoneros. En el ataque fallecieron dos personas: el chofer de los Born y un empresario amigo de Jorge desde la infancia y ejecutivo de una de las empresas del grupo.
Los Born fueron trasladados a las “cárceles del pueblo” creadas por Montoneros en las “casas operativas” que controlaban en el norte del conurbano bonaerense. Eran espacios minúsculos, de seis metros cuadrados, sin ventilación ni luz solar, en donde les entregaban alimentos que debían comer junto a un balde con sus propias deposiciones.
Montoneros habían pedido 100 millones de dólares para liberarlos, pero Jorge Born padre se negó a pagar esa cifra y ni siquiera aceptó una conversación para negociar por la vida de sus seres queridos. Fue su hijo Jorge, desde su propio cautiverio, el que estableció un contacto (un amigo que no fue identificado en el libro) para que el padre aceptara pagar por el rescate. Fue también el propio rehén el que inició la negociación de la cifra de pago, que finalizó en 60 millones de dólares, 30 millones por cada secuestrado, cuando su hermano Juan empezó a mostrar serios problemas de salud por las condiciones del cautiverio.
De la planificación de Mellizas había participado Rodolfo Walsh, aportando datos de inteligencia. Y la operación fue un éxito. Pero los Montoneros no habían planeado el pago del rescate y tuvieron que ser asesorados, irónicamente, por el propio secuestrado: Jorge les indicó cómo debían cobrar el dinero y cómo trasladarlo al exterior. Una parte llegó a Cuba para ser administrada por el gobierno de Fidel Castro (O’donnell calcula que podrían haber sido más de 40 millones de dólares), y otra parte fue controlada por el banquero David Graiver en Suiza hasta su muerte en un sospechoso accidente de aviación en 1976 en los Estados Unidos.
Por su responsabilidad en el secuestro de los Born, uno de los fundadores de Montoneros y su principal comandante, Mario Firmenich fue capturado en Brasil tras el regreso de la democracia argentina. Bajo el gobierno de Raúl Alfonsín fue extraditado, juzgado y condenado a treinta años de prisión. Pero los indultos firmados por Carlos Menem lo beneficiaron junto a Fernando Vaca Narvaja, Roberto Perdía (la cúpula de montonera) y Galimberti. Fue la devolución de un favor: los Montoneros apoyaran políticamente y, sobre todo, financieramente, al riojano. En su investigación, O’donnell plantea la cifra de tres millones de dólares para la campaña presidencial.
Desde entonces, nunca más un jefe Montonero fue acusado. Ninguna causa fue reabierta a pesar de que hace cuatro décadas tomaron las armas para decidir sobre la vida y la muerte en la Argentina. Los principales líderes Montoneros no fueron simples idealistas que buscaban un mundo mejor nuevo: fueron criminales que usaron armas para asesinar como excusa política. Ojalá algún día puedan saldar esas cuentas pendientes en la justicia. El secuestro de los Born y la corrupción generada por el dinero pagado por ese rescate, son dos ejemplos que lo reclaman hasta el presente.
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