La Guerra Contra la Confederación Peruano–Boliviana (1837-1839)
Por Sebastián Miranda
Licenciado en Historia
El 19 de mayo de 1837 el entonces encargado del manejo de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana, comenzando el conflicto con dicha confederación. Se trató de una reacción originada como consecuencia de las agresiones que el Mariscal Santa Cruz, dictador de Perú y Bolivia, venía ejerciendo sobre nuestro país.
Las causas de la guerra
Terminada la guerra de independencia Bolivia se separó del Perú y se proclamó como república independiente en 1825. A este hecho siguió, en ambos Estados, un período de guerras civiles entre diferentes grupos que se disputaban el poder. Tras una larga lucha en 1836 el Mariscal Andrés de Santa Cruz, viejo guerrero del ejército de Bolívar y dictador de Bolivia, tomó el control del Perú decretando la unión entre ambas repúblicas. Nació así la Confederación Peruano-Boliviana que fue reconocida por la mayoría de los gobiernos de Europa y América.
Andrés de Santa Cruz buscaba la formación de una confederación de repúblicas americanas y continuó su proceso de expansión hacia el sur, comenzando sus fuerzas a incursionar sobre el norte de Argentina y Chile lo que motivó las protestas de ambos gobiernos a pesar de lo cual continuaron las incursiones. A su vez estableció contactos con Fructuoso Rivera, presidente de la Banda Oriental y enemigo de Rosas. Su plan consistía en fomentar el desorden en las provincias del norte a la vez que Rivera lo hacía en las de la Mesopotamia, tras lo cual - bajo el pretexto de razones de orden y humanidad - colocarían estas provincias bajo su protección. Santa Cruz también dio amplio apoyo a los emigrados unitarios que desde el territorio boliviano realizaban ataques a los gobernadores federales de las provincias del norte lo que motivó nuevamente las protestas de la Confederación Argentina.
Bandera de la Confederación Peruano-Boliviana
Ya en 1834 Santa Cruz había prestado auxilios a una incursión del coronel unitario Javier López sobre el norte que culminó con su derrota de Chiflón. En 1835 se produjo otro ataque de López desde Bolivia pero fue nuevamente derrotado, en este caso en la batalla de Monte Grande. Ese mismo año Felipe Figueroa con fuerzas organizadas en Bolivia invadió la provincia de Catamarca. Al año siguiente Mariano Vásquez atacó con fuerzas bolivianas los poblados de Talina, Tupiza y La Puna. También dio apoyo a una expedición organizada en Perú al mando del general Freyre que se proponía derrocar al gobierno de Chile pero fue interceptada por una incursión de naves chilenas sobre el puerto de El Callao. Al reiterarse las agresiones, los gobiernos de Argentina y Chile comenzaron los contactos para el establecimiento de una alianza en contra de Santa Cruz. Esta nunca llegó a materializarse por escrito pero sí de palabra. El 11 de noviembre de 1836 Chile declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana. Argentina hizo lo propio el 19 de mayo del año siguiente.
Las fuerzas opuestas
La Confederación Argentina
He tomado el año de 1838 como base para describir el estado de las fuerzas opuestas ya que fue el momento álgido de la campaña, pero se debe tener en cuenta que la composición de las mismas fue variando con el paso del tiempo.
Rosas nombró como comandante del ejército nacional en el norte al general Alejandro Heredia, caudillo de Tucumán y una de las figuras de mayor influencia en la zona tras la muerte de Facundo Quiroga. Las fuerzas a cargo de Heredia eran muy limitadas por lo que debió comenzar a organizarlas por su propia cuenta. Ante la carencia de medios solicitó auxilios a Buenos Aires. Rosas envió importantes cantidades de pertrechos entre los que se contaban: 500 tercerolas y carabinas, 900 fusiles, 700 sables, 3.500 piedras de fusil y unos 54.500 cartuchos. A su vez las provincias del norte y el litoral aportaron más armas y soldados con lo que se logró poner en pie una fuerza de unos 3.500 hombres que para 1838 quedó organizada en tres divisiones.
General Alejandro Heredia
La primera a cargo del gobernador de Salta, General Pablo Alemán. Estaba compuesta de la siguiente manera: 2 regimientos y dos escuadrones de caballería, los primeros eran el “Coraceros de la Confederación Argentina” y “Lanceros de Salta” y los segundos el “Dragones de Jujuy” y el “Restaurador de Aguilar” y 5 regimientos de infantería, el 1 y 2 de milicias de Jujuy y el 6, 9 y 10 de milicias de Salta. En total unos 1.000 hombres.
La segunda división era mandada por el General Manuel Virto y la formaban: 2 regimientos y 4 escuadrones de caballería los primeros eran el “Restauradores” y el 3 de milicias y los segundos eran el “Coraceros de la Guardia”, el de granaderos, el de guías y el de lanceros. A estas unidades se sumaban dos batallones de infantería, el “Libertad” y el de “Cazadores”. En total unos 1.500 hombres.
La tercera división la formaban 1.000 hombres con 2 piezas de artillería, agrupados en las siguientes unidades: 4 regimientos y 2 escuadrones de caballería, los “Coraceros de la Muerte”, “De Rifles”, “Coraceros Argentinos”, 11 de milicias, 4 de milicias y “Granaderos de Santa Bárbara”. A ellos se sumaban dos batallones de infantería, el “Defensores” y el "Voltígeros”. La división estaba a cargo del General Gregorio Paz.
El armamento lo componían fusiles de chispa de 16mm con bayoneta con un alcance eficaz de 200 metros y máximo de entre 400 y 500 metros. Se sumaban las carabinas con un alcance algo menor al de los fusiles, sables, pistolas y lanzas. La artillería fue muy poco usada debido a que se operaba en un terreno que en general era montañoso por lo que no convenía el cargar con pesadas piezas, a lo sumo se llevaban culebrinas o morteros. En esta época de nuestra historia la caballería se organizaba en regimientos compuestos de cuatro escuadrones cada uno, aunque en la guerra contra la Confederación formada por Perú y Bolivia tenían solamente dos.
La infantería argentina solía organizarse en regimientos compuestos a su vez por dos o más batallones divididos en compañías. El número de hombres variaba según la disponibilidad de efectivos. A su vez solía dividirse a la infantería en las unidades de línea (combatían en orden cerrado) y en las de ligera que combatían en orden disperso, lo que se llama comúnmente a manera de “guerrillas”.
La Confederación Peruano-Boliviana
En ese caso lamentablemente es menor la información de la que se dispone. El grueso del ejército de la Confederación, unos 5.000 hombres, se encontraba en el propio territorio del Perú presto a enfrentar el ataque de las fuerzas chilenas que desembarcarían allí. A esta fuerza se la conoció como “fuerza norte”. Sobre la frontera con nuestro país Santa Cruz ubicó a unos 2.000 - 4.000 hombres (las cifras son muy variables) al mando del General Felipe Braun con el objetivo de mantener a raya a las fuerzas argentinas hasta que el grueso del ejército derrotara a las unidades chilenas.
La campaña contra la CPB
Para 1838 las fuerzas de Santa Cruz se componían de 4 batallones de infantería, los 2, 5, 6 y 8 con 300, 380, 700 y 600 hombres respectivamente; 4 escuadrones de caballería 2 de ellos de cazadores, 1 de coraceros y 1 de guías y una brigada de artillería con 4 piezas al mando del comandante García. El armamento de estas unidades era muy similar al de las argentinas.
En lo que se refiere al entrenamiento hay que destacar que era mejor el de las unidades ubicadas en Bolivia que el de las nacionales. Santa Cruz se había preocupado desde el principio de su gestión de fortalecer al ejército para utilizarlo como principal argumento de su proyecto de expansión. Santa Cruz contó con una gran ventaja a nivel militar con respecto a nuestro país durante la guerra, mientras él pudo concentrar todas sus fuerzas contra Chile y Argentina, las fuerzas de la Confederación Argentina no pudieron hacer lo mismo. Esto se debió a que a la vez que se producía la guerra con Bolivia y Perú la Argentina debió enfrentarse al bloqueo y los ataques de Francia, a la campaña de las fuerzas unitarias en el litoral y a la revolución de los hacendados del sur de Buenos Aires por lo que no se pudo emplear el ejército nacional en su totalidad en el norte.
Situación inicial
Para 1837 Alejandro Heredia se encontraba en Tucumán preparando el grueso del ejército para comenzar las operaciones sobre la frontera. Heredia había encargado al general Pablo Alemán la cobertura de la frontera mientras él completaba el entrenamiento de las fuerzas argentinas. Alemán apenas desplegó unos 380 hombres dispersos en diversas localidades de la frontera que quedó en un estado de suma vulnerabilidad. Por otra parte la preparación del ejército se demoró demasiado por lo que la iniciativa de la guerra quedó inicialmente en manos de los bolivianos.
El general Felipe Braun había recibido órdenes de Santa Cruz de mantenerse a la defensiva hasta que él pudiera derrotar a las fuerzas chilenas, pero al ver la inactividad de las fuerzas argentinas decidió atacar la frontera argentina. Braun intentaría hacer retroceder a las fuerzas argentinas hacia el sur con el objetivo de asegurar la frontera.
La posición de Braun se vio favorecida por la demora en el inicio de la invasión chilena al Perú. Dicha demora se debió al alzamiento de las tropas del coronel Vidaurre, en Quillota, y el asesinato de Diego Portales, ministro chileno.
La invasión de Braun al norte argentino
Aprovechando la inactividad de las fuerzas argentinas el general Felipe Braun concentró sus fuerzas en Tupiza y a fines de agosto de 1837 avanzó hacia el sur para invadir el norte argentino entrando por Jujuy. El 28 de agosto de 1837 una columna compuesta por unos 100 hombres ingresó por La Quiaca al poblado de Cochinoca reduciendo a las autoridades de La Puna y al destacamento de la zona. La segunda de las columnas, ubicada al oeste de la primera, tomó los poblados de Santa Victoria e Iruya tras rendir a las fuerzas de dudosa lealtad al mando del coronel Manuel Sevilla. De esta manera quedó el camino abierto hacia Jujuy. Ambas columnas se reunieron en la quebrada de Humahuaca el 11 de septiembre.
Alejandro Heredia recién había tenido noticia de estos movimientos el día 9 de septiembre por lo que tardó en reaccionar. Envió a su hermano Felipe con la vanguardia del ejército compuesta por un escuadrón del regimiento “Restauradores a Caballo”, otro del “Cristinos de la Guardia”, un escuadrón de milicia y una compañía de tiradores como refuerzo, en total 400 hombres. El 12 de septiembre la vanguardia nacional llegó a unos 500 metros al sur del poblado de Humahuaca y fue recibida por los disparos de una avanzada boliviana a la que dispersó rápidamente, comenzando de esta manera el combate de Humahuaca. Por las características del terreno, montañoso, las fuerzas de Heredia no pudieron flanquear a los bolivianos por lo que las atacaron frontalmente. Tras varias cargas retrocedieron siendo perseguidos por los soldados argentinos. La persecución se detuvo por el descubrimiento de una considerable fuerza enemiga ubicada más al norte. Se trataba de una columna dirigida por el teniente coronel Campero y que había sido mandada por Braun para permitir la retirada de sus fuerzas ya que en ese momento creyó erróneamente que las fuerzas argentinas eran el ejército completo y no como en realidad ocurría simplemente la reducida fuerza de vanguardia.
Felipe Heredia continuó el avance al día siguiente y el 13 de septiembre se encontró nuevamente con las fuerzas de Braun que se habían atrincherado en las alturas de Santa Bárbara. Para atacar la posición Heredia dividió a sus tropas en dos columnas, la derecha quedó formada por un escuadrón del “Cristinos de la Guardia”, otro del de milicias y la compañía de tiradores. La columna de la izquierda se formó con un escuadrón del “Restauradores”. Sorpresivamente el teniente coronel Benito Macías, comandante del “Restauradores”, ordenó a su escuadrón cargar sin recibir orden previa de Heredia. Viendo esta situación Felipe Heredia ordenó al escuadrón del “Cristinos de la Guardia” cargar inmediatamente. Este escuadrón fracasó en su carga, pero las fuerzas argentinas se reorganizaron y volvieron a cargar logrando hacer retroceder a los bolivianos que se retiraron hacia el norte. Ante la proximidad de nuevas fuerzas enemigas Heredia no continuó la persecución.
El 11 de diciembre un destacamento de soldados argentinos al mando del capitán Aramayo sorprendió a una fuera boliviana al mando del comandante Calqui en Tres Cruces tomando varios prisioneros, armas y ganado. Las acciones a menor escala continuaron y el 2 de febrero de 1838 un destacamento nacional al mando del capitán Gutiérrez tomó prisioneros a 10 soldados bolivianos en la zona de Rincón de las Casillas, al sur de Negra Muerta. El destacamento argentino se encaminó a Negra Muerta para esperar la llegada de una columna enviada por Braun y emboscarla. Allí mediante un brillante ardid Gutiérrez logró que en medio de la obscuridad dos destacamentos bolivianos se confundieran y, creyendo que se trataba del enemigo, abrieron fuego uno sobre el otro, prolongándose el enfrentamiento hasta que se dieron cuenta del error cometido. A pesar de las victorias obtenidas, Alejandro Heredia no pudo emplear a las fuerzas argentinas en una invasión a Bolivia debido a una serie de sublevaciones producidas en las provincias del norte.
Derrota chilena y retirada argentina
Mientras se desarrollaban estos enfrentamientos en el norte argentino Chile lanzó una expedición sobre la costa del Perú a las órdenes del Almirante Blanco Encalada.
Los chilenos desembarcaron y establecieron un gobierno provisional en Arequipa tras lo cual avanzaron al norte por terreno desértico, las enfermedades, la sed y las epidemias mermaron mucho a los 4.000 hombres de esta expedición. Santa Cruz lo sabía y con el grueso del ejército de la Confederación Peruano-Boliviana marchó para enfrentar a Blanco Encalada. El almirante chileno viéndose en una completa inferioridad de condiciones se rindió firmando la paz de Paucarpata por la cual Chile quedó momentáneamente fuera de la guerra. Heredia se enteró de este hecho en enero de 1838 y comprendió la gravedad de la situación ya que ahora se presentaba el peligro de que Santa Cruz decidiera avanzar con todo su ejército sobre el norte argentino. Aprovechando esto Braun volvió a avanzar sobre el norte argentino y a su vez Heredia retrocedió concentrado al ejército en Itaimari y Hornillos.
Brigadier Juan Manuel de Rosas
Las fuerzas argentinas a pesar de la peligrosa situación emprendieron algunas acciones menores contra los bolivianos. El coronel Paz logró tomar San Antonio de los Cobres, el coronel Mateo Ríos avanzó desde Orán hacia Iruya y el teniente coronel Baca hostilizó a los bolivianos, la acción combinada de estas fuerzas obligó a Braun a retroceder. La situación nuevamente se tornó favorable a las fuerzas argentinas ya que el gobierno chileno rechazó el acuerdo de Paucarpata y comenzó a preparan una nueva expedición sobre el Perú por lo que Santa Cruz no pudo mandar al grueso de sus tropas contra la Confederación Argentina. El general Heredia no se mostraba demasiado activo lo que motivó los reclamos de Chile. Heredia ofreció su renuncia pero fue rechazada por Rosas y le ordenó la preparación de una expedición para atacar a los bolivianos.
Campaña de Alejandro Heredia
Con sus fuerzas ya reorganizadas el general Alejandro Heredia se dispuso a tomar la ofensiva contra las tropas de Braun. A tal fin organizó al ejército del norte en tres divisiones. La primera de ellas quedó al mando del coronel Manuel Virto con unos 1.200-1.500 hombres y tenía como misión el avanzar hacia las montañas de Iruya para atacar al grueso del ejército boliviano por la retaguardia e impedir su retirada. La segunda división estaba compuesta por 1.000 hombres al mando del general Gregorio Paz y debía ocupar la frontera con Tarija y amenazar la ciudad de Chuquisaca.
La tercera división al mando Pablo Alemán permanecería a retaguardia de las otras divisiones para actuar como reserva. La vanguardia de la división del general Gregorio Paz inició la marcha el 27 de mayo de 1838 con el coronel Mateo Ríos al frente. A los dos días atacó a una avanzada boliviana que se había ubicado en el pueblo de Carapari. El comandante de la guarnición, Cuellas, se mostró dispuesto a rendirse pero explicó que debía convencer a sus oficiales que se encontraban acampados en Zapatera. Estos no accedieron a rendirse por lo que Paz decidió atacarlos. A tal efecto dividió a sus fuerzas en dos columnas. La primera de ellas al mando del coronel Mateo Ríos avanzó por el camino de Itau, la segunda al mando de Paz lo hizo por el camino de Saladillo.
La vanguardia boliviana fue atacada por una compañía de tiradores y 15 hombres del regimiento “Coraceros Argentinos” por lo que comenzó a retirarse, fue entonces cuando el teniente coronel Bárcena avanzó con una compañía de tiradores y la mitad del escuadrón “Granaderos de Santa Bárbara” para cortarles el paso. Mientras se producía la persecución, que se prolongó unos 20 km., un escuadrón al mando del comandante Cuellas desertó y se unió a las fuerzas nacionales. La columna del general Paz siguió avanzando y el 8 de junio de 1838 derrotó a una avanzada boliviana en San Diego. En esta acción participaron la segunda compañía de granaderos, 15 tiradores del regimiento “Coraceros Argentinos” y una compañía del batallón “Defensores”.
Cerca de la localidad de El Pajonal el general Gregorio Paz destacó al teniente coronel Ubiens con 200 hombres para que se ubicara a retaguardia del enemigo y cortara su retirada pero los bolivianos dando cuenta de la maniobra se retiraron y lograron eludir el cerco. La división continuó el avance llegando a las proximidades de Tarija pero al aproximarse nota la presencia de una fuerza enemiga de considerable tamaño por lo que Paz decidió retroceder el 24 de junio. Durante la retirada las fuerzas nacionales fueron derrotadas en Cuesta de Cayambuyo y continuamente hostilizadas por los bolivianos sufriendo fuertes pérdidas. A la vez que se desarrollaban estas acciones la columna del coronel Virto también participaba en las operaciones. Esta columna había partido el 5 de junio de 1838 de San Andrés con rumbo a Abra de Zenta. En el camino se reunieron con las tropas enviadas desde Jujuy al mando del coronel Iriarte.
El 11 de junio la división se encontraba cerca de la población de Iruya donde las tropas de Braun se habían atrincherado fuertemente. Al frente de la vanguardia marchaba el coronel Rivas para tomar las alturas ocupadas por el enemigo. La compañía de “Voltígeros” del capitán Lorenzo Alvarez atacó la población con gran determinación pero fracasó. Virto mandó en repetidas oportunidades sus fuerzas contra el dispositivo boliviano pero no logró doblegarlo. Como último intento mandó la reserva pero aún así no pudo seguir avanzando por lo que debió retroceder.
El 22 de agosto de 1838 el general Heredia ordenó la retirada de las fuerzas nacionales tras haber fracasado las columnas en cumplir con los objetivos asignados.
El 12 de noviembre de 1838 estalló en el noroeste argentino la rebelión dando comienzo a lo que se llamó la “Coalición del Norte”. Ese día el general Alejandro Heredia fue asesinado por una partida de rebeldes por lo que las acciones se vieron nuevamente detenidas.
El fin de la guerra
El 20 de enero de 1839 las fuerzas chilenas desembarcadas en el Perú al mando del general Manuel Bulnes se enfrentaron al ejército del general Andrés de Santa Cruz en Yungay, tras cinco horas de duros combates las fuerzas de la Confederación Peruano-Boliviana fueron completamente derrotadas. Tras la batalla la confederación se disolvió. El general Velasco fue elegido como nuevo presidente de Bolivia. Las nuevas autoridades mostraron buena voluntad con respecto al problema originado años antes con nuestro país por la disputa en torno a la posesión de la provincia de Tarija. El gobierno argentino podría haber aprovechado la situación de encontrarse como vencedor para ocupar la disputada provincia, pero no lo hizo. Juan Manuel de Rosas consideró que lo correcto era que la cuestión debía ser decidida por los habitantes de la zona. Se realizó una consulta y Tarija se incorporó a Bolivia.
El 26 de abril de 1839 el gobierno argentino dio oficialmente por terminada la guerra.
Como balance de la misma se puede decir que si bien la Argentina no logró victorias decisivas durante su desarrollo sí se logró algo que fue fundamental para la Nación. Se pudieron desbaratar los planes de Santa Cruz de anexar a la Confederación Peruano-Boliviana las provincias del noroeste por lo que se logró mantener la integridad territorial y la soberanía de la Argentina, esto es más destacable si tenemos en cuenta que por esos días la Confederación Argentina debió enfrentarse también con otra agresión desde el exterior, el bloqueo de Francia. Este fue apoyado por numerosos movimientos internos encabezados por los unitarios que no mostraron el menos escrúpulo –salvo gloriosas excepciones como el caso de Martiniano Chilavert- a la hora de intentar derrocar a Rosas, aunque fuera con armas y dinero francés y que ello implicara la disgregación de la integridad territorial de nuestra Patria.
Sirva este trabajo a manera de sencillo y humilde homenaje a los valientes que dieron la vida en esta contienda por preservar la soberanía Argentina en esos momentos decisivos para la nación.
Bibliografía
-BASILE, Clemente: Una Guerra Poco Conocida, Buenos Aires, Círculo Militar, 1943. Biblioteca del Oficial.
-CHÁVEZ, Fermín: Rosas su Iconografía, Buenos Aires, Oriente, 1970.
-COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas Histórico-Militar Argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970.
-SALDÍAS, Adolfo: Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1951, T II.
-SECRETARÍA GENERAL DEL EJÉRCITO: Semblanza Histórica del Ejército Argentino, Buenos Aires, Ejército Argentino.
-SIERRA, Vicente: Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1969, T VIII.
Defensa y Seguridad
domingo, 15 de mayo de 2016
sábado, 14 de mayo de 2016
SGM: La operación Antropoide y las vejaciones a mujeres polacas
Después de la muerte pal de Hitler, los nazis recreado sus heridas en un experimento enfermo
Por Mackenzie Dawson | New York Post
La mujer polaca había regresado a Ravensbrück, 70 años después de que ella había visto por última vez el lugar. Esta vez, ella estaba en una silla de ruedas, paseó por un voluntario atento que la llamaba su "tía" y llevaba una bufanda de la bandera polaca con su número de campos de concentración estampada en ella. Se detenían periódicamente para tomar autofotos con algunos de los jóvenes que se habían reunido para celebrar el aniversario de la liberación del campo.
Stanislawa "Stasha" Sledziejowska-Osiczko fue uno de los afortunados. Ella había llegado a casa.
Stasha era un miembro de los conejos de Ravensbrück, 72 prisioneras polacas católicas que fueron sometidos a una serie de experimentos médicos inhumanos por los médicos nazis en los campos de concentración única exclusivamente femenino de la Segunda Guerra Mundial. El nombre del grupo proviene de su tratamiento como conejos de laboratorio médico - y también, porque los experimentos crueles menudo los dejaron con lesiones y deformidades que significaba hopping era la única manera de que pudieran moverse.
Su historia nunca ha sido ampliamente dicho, pero ahora, una nueva novela llamada "lila Girls" de Martha Salón Kelly, describe su increíble viaje, que se extendió desde el campo de concentración a los Estados Unidos, donde un filántropo y miembro de la jet conocida llamada Caroline ferriday les ayudaría a recuperarse de sus heridas terribles. Sus circunstancias no podrían haber sido más diferente que la de los prisioneros de Ravensbrück - y sin embargo, se convirtió en uno de sus mayores defensores durante un tiempo cuando la realidad de los campos de concentración parecía muy lejano para la mayoría de los estadounidenses.
Carolina Ferriday, más a la derecha, organizó el 35 de las mujeres torturadas para venir a los Estados para la rehabilitación física y mental. Ella celebró la Navidad con algunos de ellos en su casa de Connecticut en 1958. Photo: Connecticut Signals
"En el principio, [comandante de la SS] Heinrich Himmler utilizó [Ravensbrück] como un campo de espectáculo. Había flores en las jardineras, jaulas de pájaros y un hermoso camino bordeado de árboles. Himmler lo mostraría a la Cruz Roja internacional para demostrar [fue] supuestamente tratar bien a los prisioneros ", dice Kelly del campo 56 millas al norte de Berlín, que albergaba a las prostitutas, los socialistas, comunistas, manifestantes políticos, abortistas y los testigos de Jehová, entre las otros.
La médica alemán Herta Oberhauser, que estaba desesperada por ser un cirujano y realizó muchos de los experimentos brutales. finalmente fue condenada a 20 años de prueba en los médicos de Nuremberg ', pero sólo sirve cinco. Photo: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos
"En medio de la guerra, que necesitaban todas las manos a trabajar, por lo que no se ejecutan a tantas personas. Hacia el final, cuando [Alemania era] perder, comenzaron a usar las cámaras de gas "unos 120.000 prisioneros pasaron por el campo en el transcurso de la guerra.; 50.000 murieron.
Mientras que "lila Girls" es una novela, Kelly utiliza varias personas reales como personajes, incluyendo a Caroline Ferriday y un médico alemán llamado Herta Oberheuser, que realizó muchos de los experimentos. Un dermatólogo que estaba desesperado por convertirse en un cirujano, Oberheuser aprovechó la oportunidad de trabajar en el campo. (Más tarde, estaría condenado a 20 años durante el juicio los médicos de Nuremberg 'Ella sólo sirvió cinco años;. Después de ser liberada, se iba a abrir una clínica médica familiar en Stocksee, Alemania).
experimentos de sulfonamidas de Ravensbrück, como se les conocía, se llevaron a cabo para probar la eficacia de los medicamentos a base de sulfa. Estudiaron nervio y la regeneración de tejidos, incluyendo el trasplante de médula de una persona a otra. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; amputaron las extremidades sanas.
Mientras que la investigación fue aparentemente para estudiar las heridas de guerra, "Eso fue [sólo] lo que los nazis querían que la gente cree", dice Kelly.
La mayoría de los experimentos probó la eficacia de las sulfonamidas. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; extremidades sanas eran amputadas. Foto: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos
Los experimentos fueron en realidad precipitados por la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, de alto rango oficial de las SS Reinhard Heydrich, que murió a causa de las heridas sufridas durante un atentado con coche bomba en 1942. Heydrich fue tratado por el médico personal de Himmler, el Dr. Karl Gebhardt, que se negó utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Cuando murió, Hitler culpó Gebhardt, insistiendo Heydrich murió a manos de la gangrena gaseosa.
modal de activación
Los experimentos comenzaron después de la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, Reinhard Heydrich (izquierda) quién es el médico se negó a utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Los experimentos recreados, y por lo general exageradas, las lesiones y demostrar a Hitler que no usar sulfa era la correcta decision.Photo: Getty Images
Gebhardt ideó los experimentos con Himmler para probar a Hitler de que la decisión de evitar las sulfonamidas era correcta. lesiones de Heydrich se vuelven a crear en detalle en las mujeres, con el fin de investigar qué había salido mal. Los médicos podrían maximizar deliberadamente el potencial de infecciones mediante la inserción de fragmentos de vidrio y bacterias en las heridas abiertas antes de coser para arriba.
En un primer momento, los experimentos se llevaron a cabo en los prisioneros masculinos en Sachsenhausen, un campamento en Oranienburg, Alemania, pero los que fueron suspendidos debido a que los presos se quejaron demasiado y resultaban difíciles de controlar.
Por lo que los médicos volvieron a las mujeres, pensando que presentarían dócilmente.
"Se llevaban a grupos de 10 mujeres, mantenerlos por un tiempo y luego utilizar un grupo diferente", dice Kelly. "Algunos de ellos murieron durante los experimentos, y varios fueron ejecutados inmediatamente después. Algunos no habían cicatrizado, y tuvo que ser llevado a la pared de tiro ".
Las piernas del prisionero Jadwiga Dzido llevaban las cicatrices del tratamiento espantosa.
En la investigación de datos para "Lila niñas," Kelly habló con varios supervivientes de Ravensbrück, que le dijeron un detalle desgarrador: Cuando las mujeres estaban a punto de ser ejecutado, que harían de los pelos.
"Ellos pellizcar sus mejillas de color, hacer el pelo, hacer lo mejor que pudieron sujetas a sus maridos para ese último paseo", dice Kelly.
"Y ellos hablaron sobre si sería lo suficientemente valiente para gritar: ¡Viva Polonia, 'porque los nazis odiaban eso. Hubo una bebida sedante [guardias] les daría, y algunas mujeres se negó a tomarlo ".
Durante los últimos meses de la guerra, los nazis determinado para ejecutar todos los conejos restantes, como que estaban viviendo prueba de las atrocidades cometidas. Pero otros internos Ravensbrück intervinieron en una gran muestra de solidaridad.
Los conejos se habían reunido en una habitación y estaban circulando rumores; todo el mundo creía que esto sería la noche de su ejecución.
Fue entonces cuando un grupo de prisioneros rusos cerró la red eléctrica, hundiendo el campo en la oscuridad y que permite a las mujeres que se esconden debajo de búnkeres y en los espacios del ático. Se quedaron a salvo de esta manera hasta marzo de 1945, cuando fueron rescatados y llevados a Suecia a través de la Cruz Roja (y, eventualmente, de regreso a su nativa Polonia).
La historia de los conejos fue en gran parte no contada hasta 1958, cuando Ferriday, que vivía en Connecticut y vino de una fortuna productos secos ricos de Nueva York, aprendió de él de un amigo y periodista Norman Cousins convencido para escribir un artículo en el Saturday Review. donativos de los lectores vierte en, por un total de $ 5.000 - una buena cantidad en el momento.
Ferriday, entonces de 56 años, se determinó: Las mujeres que vienen a los Estados Unidos, y que ayudaría a obtener tratamiento para sus heridas de Ravensbrück.
Stanislaus Sledziejowska-Osiczko o "Stasha," uno de los pocos supervivientes de Ravensbrück, que regresaron al campamento para el 70 aniversario de su liberación.
"Los estadounidenses justo después de la guerra eran muy enfermo de la guerra [la]", dice Kelly. "Eso es lo que era increíble - que ella era capaz de galvanizar a la gente."
Ferriday juntó $ 5,000 - considerada una buena cantidad en 1958 - para ayudar a los sobrevivientes de Ravensbrück. Photo: Cortesía de Anna Jarosky, Connecticut Signals
Después de meses de negociaciones con el gobierno comunista de Polonia, 35 de los conejos - casi la mitad del grupo - llegó a los Estados para el tratamiento extenso, tanto física como mental.
Las mujeres fueron a diferentes ciudades, dependiendo de qué hospitales fueron los más adecuados para manejar sus lesiones específicas. Cuatro de los ex prisioneros se quedaron en la casa de Ferriday en Bethlehem, Connecticut para la Navidad en 1958.
Cuando Kelly fue a Ravensbrück en 2015 para el 70 aniversario de su liberación, se encontró con Stasha, ahora uno de los cinco conejos que sobreviven, cada uno de los cuales tiene un ayudante voluntario que cuida de ellos.
"Cuando le pregunté acerca de venir a América que responda a Caroline, que era lo único que ella tiene problemas hablando, porque quería quedarse [en Estados Unidos] y ser actriz", dice Kelly.
"Después de todo lo que le pasó a ella - el hecho de que Stasha tuvo que volver a casa de América, que era lo más triste!
"Pero hay una maravillosa paz como a los conejos con los que hablé. No odian más. Dejan que todo vaya. [Cuando se habla de Ravensbrück], dijo Stasha, 'Yo no guardo rencor en absoluto. Me perdono por completo. ' "
Por Mackenzie Dawson | New York Post
La mujer polaca había regresado a Ravensbrück, 70 años después de que ella había visto por última vez el lugar. Esta vez, ella estaba en una silla de ruedas, paseó por un voluntario atento que la llamaba su "tía" y llevaba una bufanda de la bandera polaca con su número de campos de concentración estampada en ella. Se detenían periódicamente para tomar autofotos con algunos de los jóvenes que se habían reunido para celebrar el aniversario de la liberación del campo.
"Lila Girls" de Martha Salón Kelly (Ballantine Books) |
Stanislawa "Stasha" Sledziejowska-Osiczko fue uno de los afortunados. Ella había llegado a casa.
Stasha era un miembro de los conejos de Ravensbrück, 72 prisioneras polacas católicas que fueron sometidos a una serie de experimentos médicos inhumanos por los médicos nazis en los campos de concentración única exclusivamente femenino de la Segunda Guerra Mundial. El nombre del grupo proviene de su tratamiento como conejos de laboratorio médico - y también, porque los experimentos crueles menudo los dejaron con lesiones y deformidades que significaba hopping era la única manera de que pudieran moverse.
Su historia nunca ha sido ampliamente dicho, pero ahora, una nueva novela llamada "lila Girls" de Martha Salón Kelly, describe su increíble viaje, que se extendió desde el campo de concentración a los Estados Unidos, donde un filántropo y miembro de la jet conocida llamada Caroline ferriday les ayudaría a recuperarse de sus heridas terribles. Sus circunstancias no podrían haber sido más diferente que la de los prisioneros de Ravensbrück - y sin embargo, se convirtió en uno de sus mayores defensores durante un tiempo cuando la realidad de los campos de concentración parecía muy lejano para la mayoría de los estadounidenses.
Carolina Ferriday, más a la derecha, organizó el 35 de las mujeres torturadas para venir a los Estados para la rehabilitación física y mental. Ella celebró la Navidad con algunos de ellos en su casa de Connecticut en 1958. Photo: Connecticut Signals
"En el principio, [comandante de la SS] Heinrich Himmler utilizó [Ravensbrück] como un campo de espectáculo. Había flores en las jardineras, jaulas de pájaros y un hermoso camino bordeado de árboles. Himmler lo mostraría a la Cruz Roja internacional para demostrar [fue] supuestamente tratar bien a los prisioneros ", dice Kelly del campo 56 millas al norte de Berlín, que albergaba a las prostitutas, los socialistas, comunistas, manifestantes políticos, abortistas y los testigos de Jehová, entre las otros.
La médica alemán Herta Oberhauser, que estaba desesperada por ser un cirujano y realizó muchos de los experimentos brutales. finalmente fue condenada a 20 años de prueba en los médicos de Nuremberg ', pero sólo sirve cinco. Photo: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos
"En medio de la guerra, que necesitaban todas las manos a trabajar, por lo que no se ejecutan a tantas personas. Hacia el final, cuando [Alemania era] perder, comenzaron a usar las cámaras de gas "unos 120.000 prisioneros pasaron por el campo en el transcurso de la guerra.; 50.000 murieron.
Mientras que "lila Girls" es una novela, Kelly utiliza varias personas reales como personajes, incluyendo a Caroline Ferriday y un médico alemán llamado Herta Oberheuser, que realizó muchos de los experimentos. Un dermatólogo que estaba desesperado por convertirse en un cirujano, Oberheuser aprovechó la oportunidad de trabajar en el campo. (Más tarde, estaría condenado a 20 años durante el juicio los médicos de Nuremberg 'Ella sólo sirvió cinco años;. Después de ser liberada, se iba a abrir una clínica médica familiar en Stocksee, Alemania).
experimentos de sulfonamidas de Ravensbrück, como se les conocía, se llevaron a cabo para probar la eficacia de los medicamentos a base de sulfa. Estudiaron nervio y la regeneración de tejidos, incluyendo el trasplante de médula de una persona a otra. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; amputaron las extremidades sanas.
Mientras que la investigación fue aparentemente para estudiar las heridas de guerra, "Eso fue [sólo] lo que los nazis querían que la gente cree", dice Kelly.
La mayoría de los experimentos probó la eficacia de las sulfonamidas. De lo contrario prisioneros sanos tenían partes de hueso, músculo y tejido extirpado sin anestesia; extremidades sanas eran amputadas. Foto: United States Holocaust Memorial Museum Archivos Fotográficos
Los experimentos fueron en realidad precipitados por la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, de alto rango oficial de las SS Reinhard Heydrich, que murió a causa de las heridas sufridas durante un atentado con coche bomba en 1942. Heydrich fue tratado por el médico personal de Himmler, el Dr. Karl Gebhardt, que se negó utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Cuando murió, Hitler culpó Gebhardt, insistiendo Heydrich murió a manos de la gangrena gaseosa.
modal de activación
Los experimentos comenzaron después de la muerte de uno de los amigos cercanos de Hitler, Reinhard Heydrich (izquierda) quién es el médico se negó a utilizar las sulfamidas cuando se opera en él. Los experimentos recreados, y por lo general exageradas, las lesiones y demostrar a Hitler que no usar sulfa era la correcta decision.Photo: Getty Images
Gebhardt ideó los experimentos con Himmler para probar a Hitler de que la decisión de evitar las sulfonamidas era correcta. lesiones de Heydrich se vuelven a crear en detalle en las mujeres, con el fin de investigar qué había salido mal. Los médicos podrían maximizar deliberadamente el potencial de infecciones mediante la inserción de fragmentos de vidrio y bacterias en las heridas abiertas antes de coser para arriba.
En un primer momento, los experimentos se llevaron a cabo en los prisioneros masculinos en Sachsenhausen, un campamento en Oranienburg, Alemania, pero los que fueron suspendidos debido a que los presos se quejaron demasiado y resultaban difíciles de controlar.
Por lo que los médicos volvieron a las mujeres, pensando que presentarían dócilmente.
"Se llevaban a grupos de 10 mujeres, mantenerlos por un tiempo y luego utilizar un grupo diferente", dice Kelly. "Algunos de ellos murieron durante los experimentos, y varios fueron ejecutados inmediatamente después. Algunos no habían cicatrizado, y tuvo que ser llevado a la pared de tiro ".
Las piernas del prisionero Jadwiga Dzido llevaban las cicatrices del tratamiento espantosa.
En la investigación de datos para "Lila niñas," Kelly habló con varios supervivientes de Ravensbrück, que le dijeron un detalle desgarrador: Cuando las mujeres estaban a punto de ser ejecutado, que harían de los pelos.
"Ellos pellizcar sus mejillas de color, hacer el pelo, hacer lo mejor que pudieron sujetas a sus maridos para ese último paseo", dice Kelly.
"Y ellos hablaron sobre si sería lo suficientemente valiente para gritar: ¡Viva Polonia, 'porque los nazis odiaban eso. Hubo una bebida sedante [guardias] les daría, y algunas mujeres se negó a tomarlo ".
Durante los últimos meses de la guerra, los nazis determinado para ejecutar todos los conejos restantes, como que estaban viviendo prueba de las atrocidades cometidas. Pero otros internos Ravensbrück intervinieron en una gran muestra de solidaridad.
Los conejos se habían reunido en una habitación y estaban circulando rumores; todo el mundo creía que esto sería la noche de su ejecución.
Fue entonces cuando un grupo de prisioneros rusos cerró la red eléctrica, hundiendo el campo en la oscuridad y que permite a las mujeres que se esconden debajo de búnkeres y en los espacios del ático. Se quedaron a salvo de esta manera hasta marzo de 1945, cuando fueron rescatados y llevados a Suecia a través de la Cruz Roja (y, eventualmente, de regreso a su nativa Polonia).
Cuando las mujeres estaban a punto de ser ejecutadas, las peinaban bienRavensbrück fue uno de los últimos campos liberados, dejando el un montón de tiempo nazis para destruir documentos. Como resultado, se sabe poco sobre el campo. Pero en el momento en que se cerró, los resultados de los innumerables experimentos de conejo se inclinan a favor de Gebhardt.
La historia de los conejos fue en gran parte no contada hasta 1958, cuando Ferriday, que vivía en Connecticut y vino de una fortuna productos secos ricos de Nueva York, aprendió de él de un amigo y periodista Norman Cousins convencido para escribir un artículo en el Saturday Review. donativos de los lectores vierte en, por un total de $ 5.000 - una buena cantidad en el momento.
Ferriday, entonces de 56 años, se determinó: Las mujeres que vienen a los Estados Unidos, y que ayudaría a obtener tratamiento para sus heridas de Ravensbrück.
Stanislaus Sledziejowska-Osiczko o "Stasha," uno de los pocos supervivientes de Ravensbrück, que regresaron al campamento para el 70 aniversario de su liberación.
"Los estadounidenses justo después de la guerra eran muy enfermo de la guerra [la]", dice Kelly. "Eso es lo que era increíble - que ella era capaz de galvanizar a la gente."
Ferriday juntó $ 5,000 - considerada una buena cantidad en 1958 - para ayudar a los sobrevivientes de Ravensbrück. Photo: Cortesía de Anna Jarosky, Connecticut Signals
Después de meses de negociaciones con el gobierno comunista de Polonia, 35 de los conejos - casi la mitad del grupo - llegó a los Estados para el tratamiento extenso, tanto física como mental.
Las mujeres fueron a diferentes ciudades, dependiendo de qué hospitales fueron los más adecuados para manejar sus lesiones específicas. Cuatro de los ex prisioneros se quedaron en la casa de Ferriday en Bethlehem, Connecticut para la Navidad en 1958.
Cuando Kelly fue a Ravensbrück en 2015 para el 70 aniversario de su liberación, se encontró con Stasha, ahora uno de los cinco conejos que sobreviven, cada uno de los cuales tiene un ayudante voluntario que cuida de ellos.
"Cuando le pregunté acerca de venir a América que responda a Caroline, que era lo único que ella tiene problemas hablando, porque quería quedarse [en Estados Unidos] y ser actriz", dice Kelly.
"Después de todo lo que le pasó a ella - el hecho de que Stasha tuvo que volver a casa de América, que era lo más triste!
"Pero hay una maravillosa paz como a los conejos con los que hablé. No odian más. Dejan que todo vaya. [Cuando se habla de Ravensbrück], dijo Stasha, 'Yo no guardo rencor en absoluto. Me perdono por completo. ' "
viernes, 13 de mayo de 2016
Terrorismo: El fusilamiento dentro de Montoneros
La increíble historia de la hija de un montonero asesinado por "traidor"
El padre de Luciana Ogando había sido fusilado por la agrupación armada, pero recién a los 28 años su familia le contó la verdad, luego de decirle que había sido víctima de los militares. Ahora cuenta su vida en el nuevo libro "Hijos de los 70". Entrevista
Infobae
Luciana Ogando decidió contar su historia en el libro Hijos de los 70.Luciana Ogando decidió contar su historia en el libro "Hijos de los 70".Crédito: Télam A los 38 años, con acento francés y ojos que reflejan la búsqueda como esencia, Luciana está feliz de haber empezado a armar su vida en la Argentina, de recuperar su larga historia que le había sido negada y de tener la palabra para contarla.
Luciana es hija de Osvaldo Lenti y Paula Ogando, dos militantes de montoneros; su padre fue fusilado por decisión de un tribunal revolucionario de la agrupación armada. Y su madre, secuestrada en el centro clandestino conocido como "Sheraton", en Villa Insuperable, y trasladada luego al hospital militar de Campo de Mayo, donde nació Luciana y pasó los primeros días de su vida.
Paula tuvo que partir a un exilio forzoso en Uruguay, en 1977, y luego a Francia, donde crió a Luciana junto a su marido francés, Giles.
Su historia le fue dada con cuentagotas, pero Luciana decidió transmitirla a pesar de la culpa por romper con un mandato familiar: de eso no se habla.
La suya es es una de las 23 historias que forma parte del libro "Hijos de los 70, historias de la generación que heredó la tragedia argentina", escrito por las periodistas Carolina Arenes y Astrid Pikielny, tras dos años de un arduo trabajo.
La madre de Luciana, Paula, llegará este mes de visita, y ella la espera con expectativa y también con temor.
"Yo no le comenté nada (sobre el libro), no creo que se haya enterado, y no sé si se va a enterar. Cuando venga a mi casa lo voy a poner en un cajón", dice al principio de la entrevista con Télam. Luego, transcurrido un tiempo de charla, se relaja y piensa que a lo mejor el libro sea la excusa para que la relación con su madre comience una nueva etapa.
"Cada encuentro con mi mamá es una nueva etapa de mi vida. A lo mejor ya es el momento, a lo mejor estamos en un lugar de escucha, a lo mejor viene y le digo: 'Toma esto, si querés leelo', se replantea.
Su relato es una historia que transitó preguntas, reflexiones, hipótesis y verdades a medias.
A Luciana le contaron a los 7 años, cuando nacía su hermana, que su padre biológico había muerto en un accidente de autos.
A los 15 años, cuando regresaba a vivir con su familia a la Argentina, le dijeron que en verdad había sido víctima de la dictadura militar (1976-1983). Recién a los 28 años supo que su padre había sido fusilado por la misma agrupación a la que pertenecía, Montoneros, en el marco de un juicio revolucionario, al que él mismo se había entregado tras haber "traicionado" con información entregada en medio de las sesiones de tortura a la que lo sometieron.
Al mismo tiempo que tomaba conocimiento de toda esta historia, de boca de un familiar, Luciana se enteraba que su madre había sido secuestrada y torturada por la dictadura y que ella nació en el hospital de Campo de Mayo, en cautiverio.
"Muchos años pasé elaborando hipótesis, justificando en el hecho de que mi padre había muerto en un accidente de auto, que mi mamá y yo tuviéramos miedo de manejar", cuenta Luciana, que admite que "todo el tiempo" esperaba que su madre le "abriese puertas" para conocer su historia.
Cada noche, cuando era muy pequeña, Luciana tenía la misma pesadilla: "En mis sueños aparecían Gilles y Paula, mis padres, pero en un momento se sacaban las máscaras, y detrás aparecían otras personas que yo no conocía, y eso me angustiaba mucho".
Luciana nació en junio de 1977, dos meses después de la muerte de Osvaldo, su padre.
"Es muy duro saber que tu papá eligió morir por una causa política cuando su hija estaba por nacer", dice Luciana, que quiere saber más de su padre para entender.
"De mi papá sé que era buena persona, petiso, peludo, y que tenía una fuerza de voluntad extrema, y una gran tenacidad, que a veces pienso que yo heredé", dice Luciana, que cuenta que dos amigos de juventud de su padre, Mirta Clara y el Pájaro, le contaron esto. Con ellos, todavía tiene pendiente un encuentro, y una gran incógnita: "Me pregunto si habrán visto el libro, me intriga saber".
Casi sin querer, Luciana menciona que se enteró hace poco, en noviembre, con el libro terminado, que su padre dejó una carta, pero también supo que esa carta se perdió cuando los represores incendiaron la casa en la que estaba. De su padre, Osvaldo Lenti, también sabe que antes de comenzar una relación con su madre estuvo en pareja con un hombre, y que él mismo se lo confesó a sus compañeros de Montoneros, lo que motivó un tratamiento de "rehabilitación" indicado por la cúpula de la organización militar.
Ahora Luciana espera a su mamá, que este mes la visitará en Buenos Aires y le traerá una máquina de fotos que ella planea usar como parte del proceso de reconstrucción de su memoria.
"Quiero volver a cada uno de esos lugares en los que estuvieron mis padres y sacar fotos. No sé si la foto valdrá la pena, pero es la excusa", dice.
Por eso la nieta de Alfredo y Estela Lenti llegó a buscar la casa en la que vivió su padre, y le gustó que el zapatero se acordara de ellos e, incluso, le dijera que todos los vecinos en el barrio se preguntaban "dónde andará esa nena".
"También soy una chica de Morón, también tengo esa herencia", y agrega que "reinventarse raíces cuando uno no las tiene es una forma lúdica de ponerse bases".
"No tuve la vida ni de mi papá en Morón ni la de mi mamá en La Plata. No es lo mismo vivir hasta los 20 años en La Plata que vivir en 7 ciudades, e ir a 8 escuelas. Yo tengo mi historia, es menos heroica, menos cinematográfica que la de mis padres, pero es mi historia", dice mientras disfruta de su café con medialunas en un tradicional bar de Plaza de Mayo, atendido por mozos "de verdad", como ella misma dice.
"Acá, en la Argentina, es el único lugar en el que me siento parte, aunque haya una distancia en la forma de pensar, aunque siga siendo la francesita. Sufrí mucho en Europa, me costó conectar, nunca me sentí plena. Extrañé mucho a mis primos, mis tíos y mis abuelos", explica.
Luciana vive hace tres años en la Argentina y, si bien ya había vivido entre los 15 y los 19, considera "que es la primera vez" que está armando su vida en Buenos Aires.
Como parte de esta construcción que inició y que la trajo de regreso a la Argentina, Luciana sabe que necesita hablar para terminar de sanar. "Lo importante de contar mi historia para el libro fue entender que no importaba lo que los otros iban a hacer con eso, porque yo necesitaba contarlo, incluso aunque sienta que lastimo a gente querida, es la única forma que tengo para no enfermar y enloquecer".
Apenas tuvo el libro en sus manos, Luciana eligió leerlo en voz alta, a sus amigas, en su casa, y se sorprendió de "todo lo que había contado" al mismo tiempo que entendió su "imperiosa necesidad de hablar", de "tener una voz".
"Me hizo muy bien escucharme, y me dije ésa soy yo que está acá, soy yo y me sostengo, y no me importa si dije cosas inteligentes, si tenía razón, estoy acá, no me morí, dije lo que pensaba", dice, y emociona cuando agrega: "Porque al final parece que todo lo importante que tenía para decir me tocó cuando era un bebé, pero los bebés no hablan, no dicen, y para mí lo importante ahora es hablar".
Pero, además, Luciana siente que algo "se está corriendo en su vida", y que "el proceso de inhibición" que transitó como pesada herencia familiar, la está llevando a otros lugares.
"Mi abuelo, el papá de Osvaldo, era alfarero, y lo único que conservó de mi padre son dos objetos hechos por mi abuelo, que quedaron luego que su casa fue ocupada y quemada", dice, para explicar por qué quiere comenzar un taller de alfarería.
Luciana entiende también que este recorrido tuvo un costo que la llevó, a los 35 años, a una operación que le quitó su útero, sus ovarios, y su expectativa de alguna vez concebir un hijo.
"Toda mi familia sufrió torturas. Fue liberador contar mi historia, pero recién pude hacerlo cuando viví algo en el cuerpo. Creo que si yo no hubiese vivido algo con el cuerpo, no me hubiera sentido habilitada, porque yo sentía que ellos habían puesto el cuerpo, y que a mí no me había pasado nada", dice Luciana.
Siente que todavía le queda un largo camino por recorrer, y nunca deja de cobijar la idea de que podrá hacerlo con su madre, sin mordazas.
"No tengo la dirección de la casa donde capturaron a mi mamá, creo que ella a lo mejor la encontraría. Tendría que ir allá con mi madre", se ilusiona.
En la historia de Luciana confluye toda la complejidad de una época, y todas las voces, incluso la suya propia, testigo obligado de una tragedia que marcó su vida y la de su familia.
"Mi historia es la historia de mi país, pero también es mi historia, mi infancia. Me tocó que mi infancia esté atravesada por la de un país, y necesito transmitirla con mi visión, mi procesamiento, no ajeno o impuesto, sin condenación moral", reflexiona.
Por Fátima Cheade, para la agencia de noticias Télam
El padre de Luciana Ogando había sido fusilado por la agrupación armada, pero recién a los 28 años su familia le contó la verdad, luego de decirle que había sido víctima de los militares. Ahora cuenta su vida en el nuevo libro "Hijos de los 70". Entrevista
Infobae
Luciana Ogando decidió contar su historia en el libro Hijos de los 70.Luciana Ogando decidió contar su historia en el libro "Hijos de los 70".Crédito: Télam A los 38 años, con acento francés y ojos que reflejan la búsqueda como esencia, Luciana está feliz de haber empezado a armar su vida en la Argentina, de recuperar su larga historia que le había sido negada y de tener la palabra para contarla.
Luciana es hija de Osvaldo Lenti y Paula Ogando, dos militantes de montoneros; su padre fue fusilado por decisión de un tribunal revolucionario de la agrupación armada. Y su madre, secuestrada en el centro clandestino conocido como "Sheraton", en Villa Insuperable, y trasladada luego al hospital militar de Campo de Mayo, donde nació Luciana y pasó los primeros días de su vida.
Paula tuvo que partir a un exilio forzoso en Uruguay, en 1977, y luego a Francia, donde crió a Luciana junto a su marido francés, Giles.
Su historia le fue dada con cuentagotas, pero Luciana decidió transmitirla a pesar de la culpa por romper con un mandato familiar: de eso no se habla.
La suya es es una de las 23 historias que forma parte del libro "Hijos de los 70, historias de la generación que heredó la tragedia argentina", escrito por las periodistas Carolina Arenes y Astrid Pikielny, tras dos años de un arduo trabajo.
La madre de Luciana, Paula, llegará este mes de visita, y ella la espera con expectativa y también con temor.
"Yo no le comenté nada (sobre el libro), no creo que se haya enterado, y no sé si se va a enterar. Cuando venga a mi casa lo voy a poner en un cajón", dice al principio de la entrevista con Télam. Luego, transcurrido un tiempo de charla, se relaja y piensa que a lo mejor el libro sea la excusa para que la relación con su madre comience una nueva etapa.
"Cada encuentro con mi mamá es una nueva etapa de mi vida. A lo mejor ya es el momento, a lo mejor estamos en un lugar de escucha, a lo mejor viene y le digo: 'Toma esto, si querés leelo', se replantea.
Su relato es una historia que transitó preguntas, reflexiones, hipótesis y verdades a medias.
A Luciana le contaron a los 7 años, cuando nacía su hermana, que su padre biológico había muerto en un accidente de autos.
RECIÉN A LOS 28 AÑOS SUPO QUE SU PADRE HABÍA SIDO FUSILADO POR MONTONEROS
A los 15 años, cuando regresaba a vivir con su familia a la Argentina, le dijeron que en verdad había sido víctima de la dictadura militar (1976-1983). Recién a los 28 años supo que su padre había sido fusilado por la misma agrupación a la que pertenecía, Montoneros, en el marco de un juicio revolucionario, al que él mismo se había entregado tras haber "traicionado" con información entregada en medio de las sesiones de tortura a la que lo sometieron.
Al mismo tiempo que tomaba conocimiento de toda esta historia, de boca de un familiar, Luciana se enteraba que su madre había sido secuestrada y torturada por la dictadura y que ella nació en el hospital de Campo de Mayo, en cautiverio.
"Muchos años pasé elaborando hipótesis, justificando en el hecho de que mi padre había muerto en un accidente de auto, que mi mamá y yo tuviéramos miedo de manejar", cuenta Luciana, que admite que "todo el tiempo" esperaba que su madre le "abriese puertas" para conocer su historia.
Cada noche, cuando era muy pequeña, Luciana tenía la misma pesadilla: "En mis sueños aparecían Gilles y Paula, mis padres, pero en un momento se sacaban las máscaras, y detrás aparecían otras personas que yo no conocía, y eso me angustiaba mucho".
Luciana nació en junio de 1977, dos meses después de la muerte de Osvaldo, su padre.
"Es muy duro saber que tu papá eligió morir por una causa política cuando su hija estaba por nacer", dice Luciana, que quiere saber más de su padre para entender.
"De mi papá sé que era buena persona, petiso, peludo, y que tenía una fuerza de voluntad extrema, y una gran tenacidad, que a veces pienso que yo heredé", dice Luciana, que cuenta que dos amigos de juventud de su padre, Mirta Clara y el Pájaro, le contaron esto. Con ellos, todavía tiene pendiente un encuentro, y una gran incógnita: "Me pregunto si habrán visto el libro, me intriga saber".
Casi sin querer, Luciana menciona que se enteró hace poco, en noviembre, con el libro terminado, que su padre dejó una carta, pero también supo que esa carta se perdió cuando los represores incendiaron la casa en la que estaba. De su padre, Osvaldo Lenti, también sabe que antes de comenzar una relación con su madre estuvo en pareja con un hombre, y que él mismo se lo confesó a sus compañeros de Montoneros, lo que motivó un tratamiento de "rehabilitación" indicado por la cúpula de la organización militar.
Ahora Luciana espera a su mamá, que este mes la visitará en Buenos Aires y le traerá una máquina de fotos que ella planea usar como parte del proceso de reconstrucción de su memoria.
"Quiero volver a cada uno de esos lugares en los que estuvieron mis padres y sacar fotos. No sé si la foto valdrá la pena, pero es la excusa", dice.
Por eso la nieta de Alfredo y Estela Lenti llegó a buscar la casa en la que vivió su padre, y le gustó que el zapatero se acordara de ellos e, incluso, le dijera que todos los vecinos en el barrio se preguntaban "dónde andará esa nena".
"También soy una chica de Morón, también tengo esa herencia", y agrega que "reinventarse raíces cuando uno no las tiene es una forma lúdica de ponerse bases".
"No tuve la vida ni de mi papá en Morón ni la de mi mamá en La Plata. No es lo mismo vivir hasta los 20 años en La Plata que vivir en 7 ciudades, e ir a 8 escuelas. Yo tengo mi historia, es menos heroica, menos cinematográfica que la de mis padres, pero es mi historia", dice mientras disfruta de su café con medialunas en un tradicional bar de Plaza de Mayo, atendido por mozos "de verdad", como ella misma dice.
"Acá, en la Argentina, es el único lugar en el que me siento parte, aunque haya una distancia en la forma de pensar, aunque siga siendo la francesita. Sufrí mucho en Europa, me costó conectar, nunca me sentí plena. Extrañé mucho a mis primos, mis tíos y mis abuelos", explica.
Luciana vive hace tres años en la Argentina y, si bien ya había vivido entre los 15 y los 19, considera "que es la primera vez" que está armando su vida en Buenos Aires.
Como parte de esta construcción que inició y que la trajo de regreso a la Argentina, Luciana sabe que necesita hablar para terminar de sanar. "Lo importante de contar mi historia para el libro fue entender que no importaba lo que los otros iban a hacer con eso, porque yo necesitaba contarlo, incluso aunque sienta que lastimo a gente querida, es la única forma que tengo para no enfermar y enloquecer".
Apenas tuvo el libro en sus manos, Luciana eligió leerlo en voz alta, a sus amigas, en su casa, y se sorprendió de "todo lo que había contado" al mismo tiempo que entendió su "imperiosa necesidad de hablar", de "tener una voz".
"FUE LIBERADOR CONTAR MI HISTORIA, PERO RECIÉN PUDE HACERLO CUANDO VIVÍ ALGO EN EL CUERPO".
"Me hizo muy bien escucharme, y me dije ésa soy yo que está acá, soy yo y me sostengo, y no me importa si dije cosas inteligentes, si tenía razón, estoy acá, no me morí, dije lo que pensaba", dice, y emociona cuando agrega: "Porque al final parece que todo lo importante que tenía para decir me tocó cuando era un bebé, pero los bebés no hablan, no dicen, y para mí lo importante ahora es hablar".
Pero, además, Luciana siente que algo "se está corriendo en su vida", y que "el proceso de inhibición" que transitó como pesada herencia familiar, la está llevando a otros lugares.
"Mi abuelo, el papá de Osvaldo, era alfarero, y lo único que conservó de mi padre son dos objetos hechos por mi abuelo, que quedaron luego que su casa fue ocupada y quemada", dice, para explicar por qué quiere comenzar un taller de alfarería.
Luciana entiende también que este recorrido tuvo un costo que la llevó, a los 35 años, a una operación que le quitó su útero, sus ovarios, y su expectativa de alguna vez concebir un hijo.
"Toda mi familia sufrió torturas. Fue liberador contar mi historia, pero recién pude hacerlo cuando viví algo en el cuerpo. Creo que si yo no hubiese vivido algo con el cuerpo, no me hubiera sentido habilitada, porque yo sentía que ellos habían puesto el cuerpo, y que a mí no me había pasado nada", dice Luciana.
Siente que todavía le queda un largo camino por recorrer, y nunca deja de cobijar la idea de que podrá hacerlo con su madre, sin mordazas.
"No tengo la dirección de la casa donde capturaron a mi mamá, creo que ella a lo mejor la encontraría. Tendría que ir allá con mi madre", se ilusiona.
En la historia de Luciana confluye toda la complejidad de una época, y todas las voces, incluso la suya propia, testigo obligado de una tragedia que marcó su vida y la de su familia.
"Mi historia es la historia de mi país, pero también es mi historia, mi infancia. Me tocó que mi infancia esté atravesada por la de un país, y necesito transmitirla con mi visión, mi procesamiento, no ajeno o impuesto, sin condenación moral", reflexiona.
Por Fátima Cheade, para la agencia de noticias Télam
jueves, 12 de mayo de 2016
Guerra Anglo-Norteamericana de 1812: Batalla de Chippawa
La guerra anglo-norteamericana de 1812
Esta contienda resultó un fiasco para la joven república americana, que quiso aprovecharse de la supuesta debilidad del imperio británico que se hallaba combatiendo enconadamente contra Napoleón.
No resultó así, los ingleses batieron a los americanos en tierra y en el mar e incluso incendiaron y ocuparon la nueva capital Washington.
Aún así, en medio de derrotas, hay episodios donde el buen entrenamiento puede levantar el espíritu de un ejército desmoralizado. Narro el suceso:
La batalla de Chippawa, Guerra Anglo-Estadounidense de 1812
Chippawa, Canadá Superior, 5 de julio de 1814. El comandante británico observaba el avance de la línea americana con complacencia, porque esos hombres vestían las chaquetas grises entregadas a los milicianos sin entrenamiento que había batido fácilmente antes. A medida que las líneas avanzaban impávidas sin inmutarse por el mortífero fuego de metralla que les disparaba, súbitamente se dio cuenta de su error: ¡¡Por Dios Santo, son regulares!! exclamó. Era la brigada de infantería de Winfield Scott, adiestrada el invierno anterior para convertirse en una unidad de choque. Arrojó a los ingleses del campo de batalla; mejor aún, después de dos años de interminables errores, devolvió al soldado americano la confianza en sí mismo.
algo más sobre la batalla de Chippawa...
"Los comandantes de ambos ejércitos estaban un tanto asombrados de la rápida evolución de los acontecimientos, pero ambos cayeron en cuenta de que un choque era ahora inevitable. Los hombres de Scott (americanos) avanzaron en una formación ordenada a pesar del fuego que le hacían las fuerzas del comandante inglés Norton, dispuestas en guerrilla en el bosque a su izquierda, y de las ululantes granadas de artillería lanzadas por los británicos. El comandante en jefe inglés General Phineas Riall creía que estas tropas vestidas de gris eran solamente milicias de Buffalo. A medida que avanzaban tenazmente, llenando los claros de los hombres caídos por el fuego inglés, Riall quedó impresionado al admitir que estos soldados debían ser tropas regulares bien entrenadas.
Los ingleses quedaron azorados al ver que los americanos adherían totalmente a las tácticas de guerra estilo europeo. Los ejércitos estaban separados por tan sólo 100 metros y disparaban andanadas unos a otros, pero los hombres de Scott no se desanimaron. Su devastador fuego había costado a los ingleses muchos oficiales, creando confusión en el comando de las líneas de vanguardia. La artillería americana también había virtualmente silenciado los cañones delanteros de los ingleses mientras la sólida línea de Scott realizaba una poco común maniobra en U para flanquear a los ingleses en ambos extremos.
A pesar de la cabalgata del comandante Riall a todos los extremos de la línea para alentar a sus tropas, fueron los ingleses quienes empezaron a ceder. Cuando Winfield Scott lanzó la orden de preparar una carga a la bayoneta, Riall optó por una retirada total.
En menos de media hora los ingleses cambiaron de lanzar un confiado ataque sorpresa a poco menos que una precipitada retirada a través de Chippawa, rasgando el símbolo real mientras se retiraban. Los americanos no los persiguieron, porque Riall aún mantenía una poderosa posición al otro lado del río. Por el momento, los hombres de Scott olvidaron sus fuertes pérdidas para disfrutar de esta victoria sin precedentes. Habían enfrentado a una fuerza inglesa superior en una clásica batalla campal y habían salido victoriosos."
Por Formodeloa
Esta contienda resultó un fiasco para la joven república americana, que quiso aprovecharse de la supuesta debilidad del imperio británico que se hallaba combatiendo enconadamente contra Napoleón.
No resultó así, los ingleses batieron a los americanos en tierra y en el mar e incluso incendiaron y ocuparon la nueva capital Washington.
Aún así, en medio de derrotas, hay episodios donde el buen entrenamiento puede levantar el espíritu de un ejército desmoralizado. Narro el suceso:
La batalla de Chippawa, Guerra Anglo-Estadounidense de 1812
Chippawa, Canadá Superior, 5 de julio de 1814. El comandante británico observaba el avance de la línea americana con complacencia, porque esos hombres vestían las chaquetas grises entregadas a los milicianos sin entrenamiento que había batido fácilmente antes. A medida que las líneas avanzaban impávidas sin inmutarse por el mortífero fuego de metralla que les disparaba, súbitamente se dio cuenta de su error: ¡¡Por Dios Santo, son regulares!! exclamó. Era la brigada de infantería de Winfield Scott, adiestrada el invierno anterior para convertirse en una unidad de choque. Arrojó a los ingleses del campo de batalla; mejor aún, después de dos años de interminables errores, devolvió al soldado americano la confianza en sí mismo.
algo más sobre la batalla de Chippawa...
"Los comandantes de ambos ejércitos estaban un tanto asombrados de la rápida evolución de los acontecimientos, pero ambos cayeron en cuenta de que un choque era ahora inevitable. Los hombres de Scott (americanos) avanzaron en una formación ordenada a pesar del fuego que le hacían las fuerzas del comandante inglés Norton, dispuestas en guerrilla en el bosque a su izquierda, y de las ululantes granadas de artillería lanzadas por los británicos. El comandante en jefe inglés General Phineas Riall creía que estas tropas vestidas de gris eran solamente milicias de Buffalo. A medida que avanzaban tenazmente, llenando los claros de los hombres caídos por el fuego inglés, Riall quedó impresionado al admitir que estos soldados debían ser tropas regulares bien entrenadas.
Los ingleses quedaron azorados al ver que los americanos adherían totalmente a las tácticas de guerra estilo europeo. Los ejércitos estaban separados por tan sólo 100 metros y disparaban andanadas unos a otros, pero los hombres de Scott no se desanimaron. Su devastador fuego había costado a los ingleses muchos oficiales, creando confusión en el comando de las líneas de vanguardia. La artillería americana también había virtualmente silenciado los cañones delanteros de los ingleses mientras la sólida línea de Scott realizaba una poco común maniobra en U para flanquear a los ingleses en ambos extremos.
A pesar de la cabalgata del comandante Riall a todos los extremos de la línea para alentar a sus tropas, fueron los ingleses quienes empezaron a ceder. Cuando Winfield Scott lanzó la orden de preparar una carga a la bayoneta, Riall optó por una retirada total.
En menos de media hora los ingleses cambiaron de lanzar un confiado ataque sorpresa a poco menos que una precipitada retirada a través de Chippawa, rasgando el símbolo real mientras se retiraban. Los americanos no los persiguieron, porque Riall aún mantenía una poderosa posición al otro lado del río. Por el momento, los hombres de Scott olvidaron sus fuertes pérdidas para disfrutar de esta victoria sin precedentes. Habían enfrentado a una fuerza inglesa superior en una clásica batalla campal y habían salido victoriosos."
Por Formodeloa
miércoles, 11 de mayo de 2016
SGM: La ciudad factoría de Chelyabinsk/Tankograd
Tankograd
A pesar de la bajas colosales en mano de obra, equipo y territorio en el primer año de la guerra, la Unión Soviética se las arregló para movilizar suficientes fuerzas para evacuar cerca de 10 millones de personas desde y hacia una parte más grande empresas industriales al este del país. Durante un corto período de tiempo personal evacuado tuvo que recomenzar la producción militar y la carga general fue hacia la región de Ural. Abundante en minerales, recursos de combustible y de substancias químicas, los Urales, en palabras del académico Komarov, eran una canto meridional que se estiraba paralelo al frente pero separado de él por uno o dos mil kilómetros lo que formaba un cinturón de protección de gran alcance.
Durante el período temprano de la Segunda Guerra Mundial, la invasión de Alemania a la industrializada Rusia europea amenazó la fuente de materiales de guerra y las instalaciones fabriles. El comité de defensa de la Unión Soviética decidió el traslado de las fábricas necesarias a Siberia. En la ciudad de Chelyabinsk se fusionaron la fábrica de tractores local con la de motores diesel, llegada desde Jarkov y la de tanques Kirov evacuada desde Leningrado; las enormes instalaciones para la producción de armamento le valieron el calificativo de "Tankograd" (ciudad de los tanques).
Tankograd" llegó a producir más de 40 tanques por día de diferentes modelos entre los que destacaba el T-34 que se muestra en este diorama. La historia de cómo cinco millones de personas y miles de industrias pudieron ser trasladadas a Siberia es una asombrosa aventura de la Segunda Guerra Mundial y demuestra hasta qué punto puede llegar la resistencia y moral del ser humano.
Una de las instalaciones más grandes de defensa de los Urales era la planta de tanques en Chelyabinsk. La ciudad, conocida comúnmente como Tankograd, fue establecida en 1941 por ingenieros y los trabajadores de las instalaciones de Leningrad, de Kharkov y de Chelyabinsk. En primer lugar, Tankograd suministró al frente tanques pesados "KV", que participaron en el machacamiento de fuerzas alemanas en la batalla de Moscú en 1941-42. En el segundo año de la guerra la instalación dominó la producción de tanques medios "T-34" en apenas 33 días y los tanques, altamente maniobrables y muy rápidos, fueron producidos a una escala total. La solución de ingeniería rusa hizo el blindaje del tanque prácticamente impenetrable. La fuerza del blindaje fue registrada en el archivo clasificado de Wehrmacht, que dijo que el disparo de un tanque "T-34" con granadas antitanques era mayormente un fracaso. Cuando eran disparadas desde el flanco, el trabajo decía, las granadas rebotaron del blindaje incluso en una distancia de cientos de metros y la granada antitanques de 37 milímetros era absolutamente inútiles en el alcance cercano. El general alemán Heinz Guderian admitió en los años de guerra que la fuerza soviética de tanques estaba en crecimiento, debido a la producción en masa ininterrumpida del tanque ruso de primera clase "T-34". Los trenes con tanques dejaban Tankograd todo el tiempo, pintados de blanco en invierno, y verde - en verano. Observar los trenes de tanques limitaban a la alegría y la esperanza evocadas en el Oeste del país en los corazones de la gente soviética. Pocos sabían en esos días del esfuerzo deslomador que estaba detrás de la reputación del tanque como monstruo que causaba muertes. Los trabajadores de las instalaciones militares de Ural no salieron de los talleres para el trabajo por días en condiciones que estaban a menudo más allá de la resistencia humana. Y los lugares de los hombres que se habían ido para el frente fueron tomados por las mujeres, ancianos y adolescentes.
En la esperanza de sobrepasar los tanques soviéticos el enemigo diseñó tanques pesados estupendos, que eran conocidos como "Tigres", "Panteras" y "Ferdinands". Para demostrar las capacidades espantosas del nuevo equipo de los alemanes hicieron decir en documentales sobre la invulnerabilidad de sus tanques al fuego soviético de tanque y de artillería.
La inteligencia soviética calculó rápidamente el propósito del "ataque psicológico" y los constructores del tanque de Ural fueron dados instrucciones para probar la falsedad de la propaganda nazi. Poco tiempo después Tankograd suministró una arma autopropulsada de artillería pesada y un nuevo tanque pesado de capacidad desconocida. El arma y el tanque demostraron un funcionamiento notable en la batalla de Kursk en 1943. Su maniobrabilidad y velocidad dieron vuelta a los "Tigres", a las "Panteras" y a los "Ferdinands" alemanes y los convirtieron en montones de chatarra.
De los 6250 tanques que participaron en la captura de Berlín en 1945 la mayoría había venido de Tankograd.
En tributo a la memoria de la gente que forjó la victoria en la frente interno hay un mojón de tanque en Chelyabinsk que sirva un recordatorio omnipresente del heroísmo de la gente que lo hizo y de su potencial machacante en batalla.
Historia
La fortaleza Chelyaba, de la cual la ciudad toma su nombre, fue construida en el sitio en 1736, la ciudad fue incorporada a Rusia en 1781. Alrededor de 1900, sirvió como centro para la construcción del Ferrocarril Transiberiano. De acuerdo con estadísticas oficiales la población el 1 de enero de 1913 era de 45.000 habitantes. En las décadas posteriores a la guerra civil finlandesa en 1918, unos 15.000 finlandeses "Rojos" desertaron a la Unión Soviética. La mayoría de ellos fueron trasladados a Chelyabinsk a través de ferrocarril. En 1938, durante las grandes purgas, la mayoría de ellos fueron ejecutados. Su fosa común se encuentra cerca de la mina de oro de la antigua Gora Zolonyi, y hoy tiene un pequeño monumento.
Durante la industrialización soviética de la década de 1930, Chelyabinsk experimentó un rápido crecimiento. Varios establecimientos industriales, incluyendo la Planta de Tractores de Chelyabinsk y la Planta Metalúrgica de Chelyabinsk, se construyeron en este momento. Durante la Segunda Guerra Mundial, Joseph Stalin decidió trasladar gran parte de la producción de las fábricas soviéticas a lugares fuera del camino del avance de los ejércitos alemanes a finales de 1941. Esto trajo nuevas industrias y miles de trabajadores a Chelyabinsk que siguía siendo esencialmente una ciudad pequeña. Varias instalaciones enormes para la producción de tanques T-34 y lanzadores de cohetes Katyusha existieron en Chelyabinsk, que se conoció como "Tankograd" (Ciudad de Tanques). Chelyabinsk fue construido esencialmente a desde cero durante este tiempo. Un pequeño pueblo existía antes de esta, signos del mismo que se puede encontrar en el centro de la ciudad. El S.M. Fábrica de Kirov no. 185 se trasladó aquí desde Leningrado para producir tanques pesados - que fue trasladado a Omsk a partir de 1962.
Chelyabinsk ha tenido una larga asociación (desde 1940) con el máximo secreto la investigación nuclear, aunque esto es más bien aplicable a Óblast de Cheliábinsk en su conjunto, como las instalaciones nucleares como Chelyabinsk-70 (Snezhinsk) son, o fueron, que se encuentra muy lejos de la ciudad. Un accidente nuclear grave se produjo en 1957 en la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Mayak, 150 km al noroeste de la ciudad, lo que causó las muertes en región de Cheliábinsk, pero no en la ciudad. La provincia estaba cerrada a los extranjeros hasta 1992.
La ciudad está situada en la parte norte-occidental de Óblast, 210 km al sur de la ciudad de Ekaterinburgo.
Chelyabinsk actualmente es uno de los mayores centros industriales de Rusia. Predomina la industria pesada, especialmente la metalurgia y la maquinaria militar, en particular el Metalúrgica Combinada Chelyabinsk (CMK, ChMK), Planta de Tractores Chelyabinsk (CTZ, Chtz), Planta de electrodos Chelyabinsk (CHEZ), Planta de tubos rodantes Chelyabinsk (ChTPZ) y la Forja Chelyabinsk y Planta de Prensa (ChKPZ).
Chelyabinsk también cuenta con varias plantas de la electrónica, incluyendo Metran, Polet y Electromashina Zavod, que sirven tanto a las necesidades militares y civiles.
Por Javier Ordoñez y Lyubov Tsarevskaya
Enlace al original
Wikipedia
martes, 10 de mayo de 2016
PGM: Los efectos de la conflagración
Cicatrices de batalla
Por G. S., P. K., A.C.M Y L. P.
Como la primera guerra mundial cambió el mundo
The Economist
El 28 de julio de 1914 Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, a partir de la primera guerra mundial. En los siguientes cuatro años, millones perderían sus vidas. ¿Qué más ha cambiado? Las economías se contrajeron, estancaron y hiperinflacionaron. Se tardó más de una década para la economía alemana para recuperar a su tamaño en 1913. La industria se debilitó en toda Europa. A medida que el continente gastaba municiones, financiadas con deuda, América fabricó armas y vio que su economía se expanda. La hiperinflación en Alemania se redujo el tamaño de la deuda del país.
La geografía cambió demasiado. Después de la guerra el Tratado de Versalles modeló los nuevos países a partir de lo que quedaba de los imperios antiguos antes de la guerra. La independencia fue concedida a los estados del Báltico, que habían sido transmitidas a Alemania en 1918 como parte del Tratado de Brest-Litovsk, que puso fin a la participación de Rusia en la primera guerra mundial. Polonia fue reconstituida a partir de antiguos territorios rusos, alemanes y austrohúngaros, y Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania una mayor fueron creados.
Por G. S., P. K., A.C.M Y L. P.
Como la primera guerra mundial cambió el mundo
The Economist
El 28 de julio de 1914 Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia, a partir de la primera guerra mundial. En los siguientes cuatro años, millones perderían sus vidas. ¿Qué más ha cambiado? Las economías se contrajeron, estancaron y hiperinflacionaron. Se tardó más de una década para la economía alemana para recuperar a su tamaño en 1913. La industria se debilitó en toda Europa. A medida que el continente gastaba municiones, financiadas con deuda, América fabricó armas y vio que su economía se expanda. La hiperinflación en Alemania se redujo el tamaño de la deuda del país.
La geografía cambió demasiado. Después de la guerra el Tratado de Versalles modeló los nuevos países a partir de lo que quedaba de los imperios antiguos antes de la guerra. La independencia fue concedida a los estados del Báltico, que habían sido transmitidas a Alemania en 1918 como parte del Tratado de Brest-Litovsk, que puso fin a la participación de Rusia en la primera guerra mundial. Polonia fue reconstituida a partir de antiguos territorios rusos, alemanes y austrohúngaros, y Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania una mayor fueron creados.
lunes, 9 de mayo de 2016
Virreinato del Río de la Plata: Primer arsenal de guerra
Primer Arsenal de Guerra
Primer Arsenal de Guerra - Buenos Aires
Entre los monumentos históricos declarados por el Poder Ejecutivo figura la casa situada en la calle Carlos Calvo 383, en cuyo frente hay una placa de bronce que dice así: “En este solar instaló el primer arsenal el patriota Esteban de Lucca. Homenaje de la Comisión Cultural de Evocación Histórica. Parroquia de San Telmo, 25/5/1937”.
Es una construcción de estilo colonial, compuesta de dos habitaciones a la calle y un patio interior muy angosto a lo largo de ambos ambientes; además tiene una tercera habitación que parece haber sido hecha en época posterior. Actualmente es propiedad de los herederos de Pascual Messina, quien la adquirió a fines del siglo XIX a Martina Halliburton.
Un documentado trabajo del coronel Juan Beverina, publicado en la Revista Militar en los años 1931-32, fija con absoluta claridad el verdadero origen de las primeras fábricas de pólvora, fusiles y cañones a partir de 1810.
Desde luego “arsenal” no existió en nuestro país hasta el año 1885, cuando se inauguró el Arsenal de Guerra, que ocupaba las calles Garay, Combate de los Pozos, 15 de Noviembre y Pichincha, y sólo funcionaron fábricas aisladas, tanto en Buenos Aires, como en Tucumán, Córdoba o Mendoza, que realizaban el servicio de arsenales.
A fines de 1811 el gobierno, que ya disponía de las fábricas de fusiles y armas blancas de Tucumán y Buenos Aires, pensó muy seriamente en fabricar también cañones.
En el mes de mayo de 1812, el Triunvirato resolvió iniciar esa fabricación, “habilitando al efecto –dice el coronel Beverina- las naves destechadas de la iglesia de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1º), y encargado de montar la fábrica y dirigir su funcionamiento al teniente coronel Angel Monasterio”.
El 22 de julio se había fundido el primer mortero, y el 15 de agosto el segundo, denominados Tupac-Amarú y Mangoré, respectivamente enviados al sitio de Montevideo. Como ayudantes principales de Monasterio figuraban los capitanes Esteban de Luca y José María Rojas.
En el año 1814 de Luca pasó a prestar servicios a la Fábrica de Fusiles instalada en el antiguo Parque de Artillería, en Lavalle y Libertad, donde llegó a convertirse en su director en 1816.
Mientras tanto el teniente coronel Angel Monasterio era reemplazado en 1815 en la dirección de la fábrica de cañones por su discípulo, el entonces sargento mayor José M. Rojas, quien siguió en la Iglesia de la Residencia (hoy San Telmo) construyendo cañones para los ejércitos de la patria hasta 1821.
Estos antecedentes vienen a demostrar que la casa de la calle Carlos Calvo 383 no ha sido jamás ni Primer Arsenal de Guerra ni fábrica de armas, y por lo tanto mal pudo actuar allí Esteban de Luca como director.
Además, en la publicación oficial hecha en 1935 por la Dirección General del Arsenal de Guerra con motivo de su cincuentenario, no se hace referencia alguna a que en esta casa hayan existido en ninguna época dependencias relacionadas con dicho Arsenal.
Esta propiedad, que ha sido declarada erróneamente de valor histórico, merece sin embargo ser conservada por tratarse de una de las pocas que quedan en la ciudad de la época colonial.
Fue declarada Monumento Histórico por Decreto Nº 120.412 del 21 de mayo de 1942.
Portal www.revisionistas.com.ar
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959).
Primer Arsenal de Guerra - Buenos Aires
Entre los monumentos históricos declarados por el Poder Ejecutivo figura la casa situada en la calle Carlos Calvo 383, en cuyo frente hay una placa de bronce que dice así: “En este solar instaló el primer arsenal el patriota Esteban de Lucca. Homenaje de la Comisión Cultural de Evocación Histórica. Parroquia de San Telmo, 25/5/1937”.
Es una construcción de estilo colonial, compuesta de dos habitaciones a la calle y un patio interior muy angosto a lo largo de ambos ambientes; además tiene una tercera habitación que parece haber sido hecha en época posterior. Actualmente es propiedad de los herederos de Pascual Messina, quien la adquirió a fines del siglo XIX a Martina Halliburton.
Un documentado trabajo del coronel Juan Beverina, publicado en la Revista Militar en los años 1931-32, fija con absoluta claridad el verdadero origen de las primeras fábricas de pólvora, fusiles y cañones a partir de 1810.
Desde luego “arsenal” no existió en nuestro país hasta el año 1885, cuando se inauguró el Arsenal de Guerra, que ocupaba las calles Garay, Combate de los Pozos, 15 de Noviembre y Pichincha, y sólo funcionaron fábricas aisladas, tanto en Buenos Aires, como en Tucumán, Córdoba o Mendoza, que realizaban el servicio de arsenales.
A fines de 1811 el gobierno, que ya disponía de las fábricas de fusiles y armas blancas de Tucumán y Buenos Aires, pensó muy seriamente en fabricar también cañones.
En el mes de mayo de 1812, el Triunvirato resolvió iniciar esa fabricación, “habilitando al efecto –dice el coronel Beverina- las naves destechadas de la iglesia de la Residencia, que se hallaba situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1º), y encargado de montar la fábrica y dirigir su funcionamiento al teniente coronel Angel Monasterio”.
El 22 de julio se había fundido el primer mortero, y el 15 de agosto el segundo, denominados Tupac-Amarú y Mangoré, respectivamente enviados al sitio de Montevideo. Como ayudantes principales de Monasterio figuraban los capitanes Esteban de Luca y José María Rojas.
En el año 1814 de Luca pasó a prestar servicios a la Fábrica de Fusiles instalada en el antiguo Parque de Artillería, en Lavalle y Libertad, donde llegó a convertirse en su director en 1816.
Mientras tanto el teniente coronel Angel Monasterio era reemplazado en 1815 en la dirección de la fábrica de cañones por su discípulo, el entonces sargento mayor José M. Rojas, quien siguió en la Iglesia de la Residencia (hoy San Telmo) construyendo cañones para los ejércitos de la patria hasta 1821.
Estos antecedentes vienen a demostrar que la casa de la calle Carlos Calvo 383 no ha sido jamás ni Primer Arsenal de Guerra ni fábrica de armas, y por lo tanto mal pudo actuar allí Esteban de Luca como director.
Además, en la publicación oficial hecha en 1935 por la Dirección General del Arsenal de Guerra con motivo de su cincuentenario, no se hace referencia alguna a que en esta casa hayan existido en ninguna época dependencias relacionadas con dicho Arsenal.
Esta propiedad, que ha sido declarada erróneamente de valor histórico, merece sin embargo ser conservada por tratarse de una de las pocas que quedan en la ciudad de la época colonial.
Fue declarada Monumento Histórico por Decreto Nº 120.412 del 21 de mayo de 1942.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de ObligadoPortal www.revisionistas.com.ar
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)