martes, 17 de septiembre de 2024
lunes, 16 de septiembre de 2024
UK: La Revolución de 1688
La Revolución Gloriosa
La Revolución de 1688 fue el derrocamiento de Jacobo II en 1688 a través de una conspiración urdida entre algunos parlamentarios ingleses y el Estatúder holandés Guillermo de Orange. Algunas veces también se llama la Revolución Incruenta, aunque hubo combates y pérdida de vidas humanas en Irlanda y Escocia. Los historiadores católicos y tories prefieren el término «Revolución de 1688», ya que «Gloriosa» o «Incruenta» reflejarían los prejuicios de los historiadores whig. Otros, como el historiador W.A. Speck, señalan que el término «revolución» sería incorrecto, ya que estuvo lejos de ser un espontáneo levantamiento contra Jacobo II. Al contrario, Speck señala que probablemente la mayoría de la nación quería la continuidad de su reinado.
La Revolución está fuertemente asociada con los sucesos de la guerra de los Nueve Años de la Europa Continental, y se puede ver como la última invasión con éxito de Inglaterra.4 Puede argüirse que con el derrocamiento de Jacobo comenzó el modelo parlamentario inglés. El monarca nunca volvería a tener el poder absoluto, y la Declaración de Derechos se convertiría en uno de los documentos más importantes de Gran Bretaña. La deposición del monarca católico Jacobo II acabó con cualquier oportunidad de que el catolicismo fuese restablecido en Inglaterra. Además, la promulgación de la Ley de Tolerancia condujo a la aceptación de los protestantes no conformistas y a la marginación de los católicos y otros grupos minoritarios, como los judíos y ateos.
Antecedentes de la revolución
Durante sus tres años de reinado, el rey Jacobo II fue víctima de las batallas políticas en Inglaterra entre el catolicismo y el protestantismo, de un lado, y entre el derecho divino de la Corona y los derechos políticos del Parlamento, por el otro. El problema político más importante que tenía Jacobo era su catolicismo, que lo dejaba bajo los ataques de los dos partidos en el Parlamento. Los miembros del partido liberal británico del bajo clero habían fallado en su intento de excluir a Jacobo del trono entre 1679 y 1681, y los seguidores de Jacobo eran los tories del alto clero anglicano. Cuando Jacobo heredó el trono en 1685, tenía gran parte del apoyo del «Parlamento Leal», que estaba compuesto mayoritariamente de tories. Sin embargo, el intento de Jacobo por relajar las leyes penales puso en su contra a sus seguidores naturales, ya que los tories lo vieron como un intento de desestructurar a la Iglesia de Inglaterra. Abandonando a los tories, Jacobo quiso formar un «Partido del Rey», para equilibrar a los tories anglicanos, así que en 1687 Jacobo apoyó la política de la tolerancia religiosa y emitió la Declaración de Indulgencia. Aliándose con los católicos, los disidentes y los no conformistas, Jacobo esperaba construir una coalición que le daría la emancipación católica.Jacobo II
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Duque de Normandía.
En 1686, Jacobo obligó al Banco de la Corte del Rey a decidir que el rey podía dispensar las restricciones religiosas de las Actas de la Prueba. Jacobo ordenó el cambio de Henry Compton, el obispo anticatólico de Londres, quitó a los compañeros protestantes del Magdalen College en Oxford y los reemplazó con católicos.
Jacobo también creó un gran ejército permanente y empleó a católicos en las posiciones de poder en el ejército. Para sus oponentes en el Parlamento esto era como el preludio a un gobierno arbitrario, así que Jacobo prorrogó el Parlamento sin ganarse el consentimiento de este. En ese momento, los regimientos ingleses estaban acampados en Hounslow, cerca de la capital. El ejército de Irlanda se purgó de protestantes, que fueron reemplazados por católicos, y en 1687 Jacobo tenía más de 34 000 hombres en armas en sus tres reinos.
En abril de 1688, Jacobo volvió a emitir la Declaración de Indulgencia y ordenó a todo el clero que la leyese en sus iglesias. Cuando el arzobispo de Canterbury, William Sancroft, y otros seis obispos (ver los Seis Obispos) le escribieron a Jacobo para solicitarle que reconsiderase su política, fueron arrestados bajo los cargos de libelo sedicioso, pero en un juicio fueron exonerados bajo los vítores de la multitud en Londres.
La situación se hizo insostenible en 1688, cuando Jacobo tuvo un hijo; hasta entonces, el trono habría pasado a su hija, María, una protestante. La perspectiva de una dinastía católica en las islas británicas ahora era algo muy probable. Algunos de los líderes del partido tory se unieron con los miembros whig de la oposición y salieron a resolver la crisis.
Los apoyos de Jacobo II: los repealers
Jacobo II estaba a la cabeza de un sofisticado y popular movimiento reformista al que el historiador Scott Sowerby bautiza como repealers,6 un amplio movimiento nacional e ideológicamente coherente7 cuyo principal objetivo era abolir siglo y medio de leyes penales que proscribían la adoración religiosa fuera de la iglesia oficial, marginando así no solo a católicos, sino a otros grupos protestantes conocidos como dissenters. La Declaración de Indulgencia no se trataba solamente de una libertad de conciencia, sino de una nueva forma de sociabilidad, donde el debate religioso de los últimos siglos era rechazado en favor de un pluralismo cultural suscrito por la cortesía sin restricciones comerciales y un rechazo al rencor y la controversia.8 Promovían su causa a través de panfletos, revistas, cartas, etc. El movimiento repealer, en palabras de Sowerby, «was a curious mixture of top-down state sponsorship and bottom-up popular organizing».Uno de los hombres cercanos al rey, defensor de las intenciones del monarca sobre la libertad de conciencia, y principal ideólogo y colaborador en las campañas de difusión de la declaración de Jacobo, fue el cuáquero William Penn.10 Este argumentaba que el antipapismo era irracional, puesto que los católicos eran muy pocos, menos de un 1%11 de la población.12 Pero para los enemigos del rey, estos eran muchos más y estaban ocultos esperando su oportunidad. Cualquier argumento en defensa de las intenciones del rey era contestado por un contraargumento de sus enemigos, aunque este careciera de sentido. Según Penn, la única solución para realmente anular estas teorías conspiratorias era la abolición efectiva de las leyes penales.
Conspiración
En 1686, un grupo de conspiradores se encontraron en Charborough House, en Dorset, para planear el derrocamiento de «la raza tirana de los Estuardo». En junio de 1688, otra conspiración fue lanzada desde Old Whittington, en Chesterfield, Derbyshire, para deponer a Jacobo y reemplazarlo por su hija María y su marido, Guillermo Enrique de Orange, ambos protestantes y ambos nietos de Carlos I de Inglaterra. Antes del nacimiento del hijo de Jacobo el 10 de junio, María había sido la heredera al trono y Guillermo era el tercero en la línea de sucesión. Jacobo, sin embargo, había querido tratarlos solamente como posibles herederos, con la condición de que aceptasen su posición procatólica, lo cual ellos no habían querido aceptar por miedo a que la influencia francesa llegase a ser demasiado grande. Guillermo también era el estatúder de las principales provincias de la república holandesa, entonces en los estados preliminares para unirse a la guerra de los Nueve Años en contra de Francia. Guillermo ya había adquirido la reputación de ser el principal campeón en Europa de la causa protestante en contra del catolicismo y del absolutismo francés.Guillermo III
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda; estatúder de Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht y Overijssel.
Todavía es materia de controversia si la iniciativa de la conspiración fue tomada por los ingleses o por el estatúder y su esposa. Guillermo había estado tratando de influir en la política inglesa durante más de un año, permitiendo al Gran Pensionario Gaspar Fagel la publicación de una carta abierta al pueblo inglés, en noviembre de 1687, deplorando la política religiosa de Jacobo, y esta acción generalmente ha sido interpretada como una apuesta encubierta por el reinado. El 18 de diciembre, el Duque de Norfolk avisó a Jacobo de una conspiración proveniente del lado de su yerno. Desde el verano de 1687, Guillermo había mantenido una correspondencia secreta con los principales líderes whig. En ella no se comprometió a ninguna acción definida, pero se había alcanzado un compromiso de que, si Guillermo ascendía al trono, lo haría (de acuerdo con su reputación antiabsolutista) con moderación en el uso del poder real, en compensación por un uso total de los recursos militares ingleses contra Francia. En abril de 1688 empezó a considerar seriamente la posibilidad de una intervención militar y a buscar apoyo financiero y político para tal empresa.
Saltando al vuelo sobre la oportunidad de atraer a Inglaterra a la coalición antifrancesa, ofrecida por la crisis causada por la aparición del nuevo heredero católico, Guillermo y María planearon cuidadosamente durante meses una invasión. Su principal problema era el evitar cualquier impresión de conquista extranjera y prepararon una invitación formal por parte de un grupo de notables, los Siete Inmortales, que consistían en un obispo y seis nobles, el 30 de junio. También el hombre de confianza de Guillermo, Hans Willem Bentinck, lanzó una campaña de propaganda en Inglaterra, presentando a Guillermo como un verdadero Estuardo, pero uno que estaba «afortunadamente» libre (según los panfletos) de los vicios habituales de los Estuardo, como el criptocatolicismo, el absolutismo y la corrupción. Mucho del apoyo «espontáneo» posterior hacia Guillermo había sido organizado cuidadosamente por él y por sus agentes.
El problema siguiente fue el reunir una poderosa fuerza de invasión. Guillermo, financiado por la ciudad de Ámsterdam, después de secretas y difíciles negociaciones hechas por Bentinck con el vacilante burgomaestre de Ámsterdam, durante el mes de junio, alquiló 400 transportes; Bentinck también negoció los contratos de 14 000 mercenarios alemanes de Brandeburgo, Wurtemberg, Hesse-Kassel y Celle, para guarnecer las fronteras holandesas y liberar un número igual de tropas mercenarias de élite holandesas, para usarlas contra Inglaterra. Se obtuvo más apoyo financiero de las fuentes más disparatadas: el banquero judío Francisco Lopes Suasso prestó dos millones de guilders. Aun así, Guillermo todavía tuvo grandes problemas en convencer a la élite gobernante holandesa, los regentes, de que una expedición tan cara era realmente necesaria.
Sin embargo, la política francesa jugó a su favor. A últimos de septiembre, Luis XIV tomó todos los barcos holandeses presentes en los puertos franceses, probando que la guerra con Francia era inminente. El 27 de septiembre (según el calendario gregoriano), Luis cruzó el Rín y entró en Alemania. El 29 de septiembre los Estados de Holanda se reunieron en sesión secreta y, temiendo una alianza franco-inglesa, aprobaron la operación, resolviendo convertir a los ingleses en «útiles a sus amigos y aliados, y especialmente a este estado». Aceptaron el argumento de Guillermo de que un golpe preventivo era necesario para evitar la repetición de los sucesos de 1672, cuando Inglaterra y Francia habían atacado conjuntamente a la República. Ordenaron a la flota holandesa de 53 barcos de guerra escoltar a los transportes de tropas. Esta flota estaba de hecho comandada por el Teniente Almirante Cornelis Evertsen el joven y por el Vicealmirante Philips van Almonde, pero en consideración a las sensibilidades inglesas se colocó bajo el mando nominal del Contraalmirante Arthur Herbert, el mismo mensajero que, disfrazado como un marinero común, le había traído la invitación a Guillermo en La Haya. Aunque Guillermo mismo era Almirante General de la república, se abstuvo del mando operacional, navegando notoriamente, en el yate Den Briel, acompañado por el Teniente Almirante Willem Bastiaensz Schepers, el magnate naviero de Róterdam que había organizado la flota de transporte. Los Estados Generales permitieron al núcleo de los regimientos del ejército de campo holandés participar bajo el mando del Mariscal Federico Schomberg.
Desembarco de Guillermo de Orange
Las preparaciones holandesas, aunque realizadas con gran premura, no podían permanecer en secreto. El embajador inglés, el Marqués d'Albeville, avisó a su país: «Se va a intentar una conquista absoluta, bajo las pretensiones especiales y ordinarias de la religión, la libertad, la propiedad y un parlamento libre...». Luis XIV amenazó a los holandeses con una declaración de guerra inmediata si se empeñaban en seguir adelante con sus planes. El embarque en las naves comenzó el 22 de septiembre (calendario gregoriano), y se completó el 8 de octubre, y la expedición fue aprobada ampliamente ese mismo día por los Estados de Holanda; ese mismo día Jacobo emitió una proclama a la nación inglesa para que se preparase para una invasión holandesa. Durante tres semanas, sin embargo, la flota de invasión no pudo zarpar del puerto naval de Hellevoetsluis, por las adversas galernas del suroeste que normalmente azotan en ese período, y los católicos, por todos los Países Bajos y las islas británicas, mantuvieron reuniones rezando para que este «viento del Papa» durase, pero a últimos de octubre llegó el famoso «viento protestante», cambiando a del este y permitiendo su marcha el 28 de octubre.Apenas había alcanzado la flota el mar abierto, el viento cambió otra vez a suroeste, forzando a muchos barcos a volver a puerto, volviendo solamente el 9 de noviembre el viento del este. La flota se reagrupó el 11 de noviembre y después navegó hacia el norte en dirección a Harwich, donde Bentinck había preparado un lugar para el desembarco. Sin embargo, fue forzada a ir en dirección sur cuando el viento volvió a rolar al norte, y navegó en una enorme formación cuadrada, de 25 barcos de fondo. Entró en el canal de la Mancha el 13 de noviembre, saludando al Castillo de Dover y Calais simultáneamente para presumir de su tamaño. La armada inglesa colocada en el estuario del Támesis vio pasar por dos veces a los holandeses, pero fue incapaz de interceptarlos; la primera vez debido al fuerte viento del este, y la segunda por una marea no favorable.
Desembarcaron con un gran contingente en Brixham, Devon, el 5 de noviembre de 1688 (calendario gregoriano). Guillermo fue aclamado con grandes muestras de apoyo popular (este era el lugar alternativo para el desembarco de Bentinck), y algunos hombres locales se unieron al ejército. El ejército de Guillermo se componía de aproximadamente 15 000-18 000 tropas de a pie y unas 3000 de caballería. Se componía principalmente de 14 352 tropas regulares mercenarias holandesas (realmente muchos de ellos eran escoceses, escandinavos, alemanes y suizos) y de unos 5000 voluntarios ingleses y escoceses, con un sustancial elemento hugonote en la caballería y en los guardias, así como de 200 negros de las plantaciones de América.14 Muchos de los mercenarios eran católicos. [cita requerida] En febrero de 1688 Jacobo había ordenado a todos sus súbditos británicos abandonar el servicio a los holandeses, pero pocos lo habían hecho. El 7 de noviembre (17 de noviembre según el calendario gregoriano), el viento roló al suroeste, impidiendo a la flota inglesa que los perseguía atacar el lugar del desembarco. Luis, de hecho, no declaró la guerra, esperando que el envolvimiento de los holandeses en una más que probable guerra civil inglesa haría que no pudiesen interferir en su campaña alemana.
Guillermo consideraba que su veterano ejército tenía el tamaño suficiente para derrotar a cualquier fuerza (todas bastante inexpertas) que Jacobo pudiera lanzar contra él, pero había decidido evitar los riesgos de una batalla y mantener una actitud defensiva, en la esperanza de que la posición de Jacobo se colapsaría al final por sí misma. Así, desembarcó lejos del ejército de Jacobo, esperando que sus aliados ingleses tomasen la iniciativa actuando contra Jacobo, mientras él aseguraba su propia protección contra ataques potenciales. Guillermo estaba preparado para esperar; había pagado a sus tropas tres meses de campaña por adelantado. Un avance lento tenía el beneficio añadido de no extender demasiado sus líneas de suministro; las tropas holandesas incluso estaban bajo órdenes estrictas de no forrajear, por miedo a que pudieran degenerar en saqueos que pudiesen poner en contra a la población. En sus banderas se leía la proclama "Mantendré las libertades de Inglaterra y la religión protestante». «Je maintiendrai» («Mantendré») era el lema de la Casa de Orange. El 9 de noviembre, Guillermo tomó Exeter. Desde el 12 de noviembre, en el norte, muchos nobles empezaron a declararse a favor de Guillermo. Sin embargo, en las primeras semanas mucha gente evitaba cuidadosamente tomar partido; la nación, como un todo, ni se reagrupaba detrás de su rey ni daba la bienvenida a Guillermo, sino que esperaba pasivamente el resultado de los acontecimientos.
Jacobo rechazó una oferta francesa para enviar una fuerza expedicionaria. Sus fuerzas más adelantadas se congregaron en Salisbury, y Jacobo partió para unirse a sus tropas el 19 de noviembre (calendario juliano). En medio de protestas anticatólicas en Londres, llegó a ser evidente que las tropas no estaban ansiosas por combatir, y que la lealtad de muchos de los comandantes de Jacobo era dudosa. La primera sangre se vertió más o menos en ese momento, en una escaramuza en Wincanton, Somerset, cuando las tropas realistas se retiraron después de derrotar a una pequeña partida de exploradores. El recuento de bajas en ambos bandos fue de unas quince. En Salisbury, un preocupado Jacobo tuvo de pronto un serio derramamiento de sangre por la nariz, lo que él tomó por una mala profecía, indicando que debía ordenar a su ejército la retirada. El 23 de noviembre, Lord Churchill of Eyemouth, uno de los principales comandantes de Jacobo, desertó al campo de Guillermo. El 26 de noviembre, la propia hija de Jacobo, la Princesa Ana, hizo lo mismo. Ambos fueron pérdidas importantes. Jacobo volvió a Londres ese mismo día. El 4 de diciembre, las fuerzas de Guillermo estaban en Salisbury; el 7 de diciembre habían alcanzado Hungerford, donde se encontraron con los comisionados del rey para negociar. En realidad, en ese momento Jacobo solo estaba ganando tiempo, pues ya había decidido huir del país. Jacobo estaba convencido de que no podía confiar en su ejército, y dio órdenes para desbandarlo. El 10 de diciembre hubo un segundo choque entre los dos bandos, en la batalla de Reading, una derrota para los hombres del rey. En diciembre hubo fuertes manifestaciones anticatólicas en Bristol, Bury St. Edmuns, Hereford, York, Cambridge y Shropshire. El 9 de diciembre una turba protestante asaltó el castillo de Dover, donde era gobernador el católico Sir Edward Hales, y lo tomó.
El 10 de diciembre, la reina y el Príncipe de Gales huyeron a Francia. El 11 de diciembre, Jacobo intentó escapar, tirando el Gran Sello del Reino al Támesis, en su huida. Sin embargo, fue capturado al día siguiente por unos pescadores en Faversham, cerca de Sheerness, en la isla de Sheppey. El día 11 de diciembre los Lores espirituales y los Lores temporales decidieron pedirle a Guillermo que restaurase el orden. En la noche del día 11 hubo disturbios y saqueos de las casas de los católicos y muchas embajadas extranjeras de países católicos en Londres. La noche del 12 presenció un pánico de masas en Londres durante lo que se llamaría más tarde la «Noche Irlandesa». Falsos rumores de un ataque inminente por parte del ejército irlandés sobre Londres se extendieron por la capital, y se reunió una multitud de cerca de 100 000 personas para defender la ciudad.
Después de volver a Londres el día 16, Jacobo fue recibido por la multitud con vítores. Ante esto, tomó ánimos e intentó recomenzar el gobierno, incluso presidiendo una reunión del Consejo Privado. Entonces recibió una petición para que se marchase de Londres por parte de Guillermo. Este, al mismo tiempo, ordenó a todas las tropas inglesas el abandono de la capital; no serían permitidas fuerzas locales en un radio de veinte millas hasta la primavera de 1689. La armada inglesa ya se había pronunciado a favor de Guillermo. Jacobo fue llevado a Rochester, Kent, bajo una guardia holandesa el 18 de diciembre (calendario juliano), justo cuando Guillermo entraba en Londres. Jacobo escapó entonces a Francia el 23 de diciembre. La baja vigilancia puesta sobre Jacobo, y la decisión de permitirle estar tan cerca de la costa, indica que Guillermo podría haber esperado que una fuga con éxito de su suegro podía evitarle la dificultad de decidir qué hacer con él. Especialmente cuando todavía era fuerte la memoria de la ejecución de Carlos I. El 26 Guillermo, siguiendo el consejo de sus aliados whig, convocó una asamblea de todos los miembros del parlamento que habían sobrevivido el reinado de Carlos II, puenteando así a los toris del Parlamento Leal de 1685. Esta asamblea convocó una Convención y el 28, Guillermo aceptó las responsabilidades del gobierno. Aunque Jacobo había huido del país, el 30 Guillermo (en una conversación con el Marqués de Halifax) estaba amenazando con no quedarse en Inglaterra «si el rey Jacobo vuelve otra vez», y estaba decidido a regresar a Holanda «si ellos le iban a nombrar (a Guillermo) Regente».
Guillermo de Orange se convierte en Rey de Inglaterra
En 1689, la Convención del parlamento llegó a un acuerdo y declaró que la huida de Jacobo significaba una declaración de abdicación. El trono les fue ofrecido a Guillermo y a María como gobernantes conjuntos, un arreglo que ambos aceptaron (Guillermo demandó el título de rey y desdeñó el papel de regente). El 13 de febrero de 1689 (calendario gregoriano), María II y Guillermo III accedieron conjuntamente al trono de Inglaterra. Aunque su sucesión al trono inglés fue relativamente pacífica, se vertería mucha sangre antes de que la autoridad de Guillermo fuese aceptada en Irlanda y Escocia.Levantamientos jacobitas
Jacobo había fomentado sus apoyos en la católica Irlanda y en las Highlands de Escocia. Los seguidores de Jacobo, conocidos como jacobitas, estaban preparados para resistir lo que consideraba como un golpe ilegal mediante la fuerza de las armas. Un levantamiento se produjo en Escocia en apoyo de Jacobo en 1689, la Primera rebelión jacobita, dirigida por John Graham de Claverhouse, conocido como «Bonnie Dundee», que reunió un ejército de clanes de las Highlands. En Irlanda, los católicos locales dirigidos por Richard Talbot, I conde de Tyrconnell, que había sido discriminado por anteriores monarcas ingleses, tomó todos los lugares fortificados del reino excepto Derry, conservando el reino para Jacobo. Este mismo desembarcó en Irlanda con 6000 soldados franceses para tratar de recuperar el trono en la Guerra Guillermita de Irlanda. La guerra duró desde 1689-1691. Jacobo huyó de Irlanda después de una humillante derrota en la batalla del Boyne, pero la resistencia jacobita no terminó hasta después de la batalla de Aughrim, en 1691, cuando aproximadamente la mitad de su ejército fue muerto o prisionero. Los jacobitas irlandeses se rindieron por el Tratado de Limerick, 3 de octubre de 1691. Inglaterra se mantuvo relativamente en calma durante todo este episodio, aunque algunos ingleses jacobitas lucharon en Irlanda. El levantamiento jacobita en las Highlands de Escocia fue reducido a pesar de la victoria jacobita en la batalla de Killiecranckie, debido a la muerte de Claverhouse, su líder.Los sucesos de 1688 y sus consecuencias pueden verse de esta manera más como un golpe de Estado, conseguido por la fuerza de las armas, que como una auténtica revolución. Muchos, particularmente en Irlanda y Escocia, continuaron viendo a los Estuardo como los monarcas legítimos de los Tres Reinos, y hubo aún más rebeliones jacobitas en Escocia, en 1715 y 1745.
Legado
La Revolución de 1688 se considera por algunos como uno de los sucesos más importantes en la larga evolución de poderes poseídos por el parlamento y por la corona de Inglaterra. Con el paso de la Declaración de Derechos se erradicó cualquier posibilidad para una monarquía católica, y hacia cualquier movimiento en pro de la monarquía absoluta en las islas británicas, mediante el acotamiento de los poderes del monarca. Los poderes del rey fueron restringidos fuertemente: ya no podía suspender las leyes, crear impuestos o mantener un ejército permanente durante tiempos de paz sin el permiso del Parlamento. Desde 1689, Inglaterra, y más tarde el Reino Unido, ha sido gobernado bajo un sistema de monarquía parlamentaria, y lo ha sido ininterrumpidamente. Desde entonces, el parlamento ha ganado cada vez más poder, y la corona lo ha perdido progresivamente. A diferencia de la guerra civil de mediados del siglo XVII, la «Revolución de 1688» no involucró a las masas de gente corriente. Esto ha conducido a muchos historiadores a sugerir que los sucesos se parecen más a un golpe de Estado que a una revolución social.El nuevo rey de Inglaterra, Guillermo III de Inglaterra, había pertenecido a la Iglesia reformada neerlandesa, tan opuesta a la iglesia de Inglaterra, antes de su llegada. Consecuentemente, la Revolución condujo al Acta de Tolerancia de 1689, que garantizaba la tolerancia a los protestantes no conformistas, pero no a los católicos. La victoria de Guillermo en Irlanda todavía se conmemora por la Orden de Orange, por preservar el dominio británico y protestante en el país.
La Revolución Gloriosa (o Revolución de 1688) espoleó un reexamen de muchas creencias políticas. Habiendo esperado largo tiempo el aumentar la autoridad del parlamento a expensas de la monarquía, un grupo disidente conocido como whigs se puso al servicio del nuevo régimen.
domingo, 15 de septiembre de 2024
sábado, 14 de septiembre de 2024
Chile: La cronología del golpe de estado contra Allende
Minuto a minuto: así fue el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile
Una cronología del día del golpe de Estado militar contra el presidente socialista Salvador Allende que quebró la democracia chilena
El Palacio de La Moneda durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973
El palacio presidencial de La Moneda durante el bombardeo de las tropas de Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Bettmann (Bettmann Archive)
Antonia Laborde || El País
El golpe de Estado contra el Gobierno del socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, arrancó por la madrugada, en el puerto de Valparaíso, en el corazón de la Marina. El mandatario repitió varias veces durante la jornada que no renunciaría a la presidencia de Chile. El bombardeo liderado por la Fuerzas Armadas se anunció para las once, pero comenzó al filo del mediodía. Tras media hora de ataque, con el palacio de Gobierno en llamas, los pelotones irrumpieron por la puerta del número 80 de la calle Morandé. Allende, que había adelantado en su último discurso que pagaría con su vida la lealtad al pueblo, se suicidó en el segundo piso.
Esta es la cronología del día que se quebró la democracia en Chile, en br a la información entregada por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y la plataforma Memoria Histórica:
1.00 horas
Le informan al presidente Salvador Allende que tropas militares se trasladan desde el norte hacia la capital, Santiago. La Comandancia General de la Guarnición del Ejército justifica el movimiento con que son refuerzos ante posibles disturbios por el desafuero del senador Carlos Altamirano y el diputado Óscar Guillermo Garretón.
4.00 horas
Fuerzas del Ejército dan inicio a la Operación Silencio en Valparaíso, una maniobra para acallar las radiodifusoras afines a la Unidad Popular que unían el puerto con la capital. Más tarde bomardearían antenas radiales en distintos rincones del país. Mientras tanto, las Fuerzas Armadas preparan su propia cadena de transmisión a través de radio Agricultura.
5.00 horas
El coronel Roberto Guillard, el comunicador Álvaro Puga, el gerente de comunicaciones de la Sociedad Nacional de Agricultura, Federico Willoughby, el presidente la Feria Internacional de Santiago (FISA), Sergio Romero, se toman el quinto piso del Ministerio de Defensa, desde donde se encargarán de la cadena de transmisión de las fuerzas golpistas.
6.00 horas
Barcos de la Armada, que habían zarpado el día anterior para participar de la Operación Unitas,
coordinada por Estados Unidos, regresan al puerto de Valparaíso.
Efectivos navales se despliegan en las calles, la Intendencia y las
plantas de la Compañía de Teléfonos de Viña y Valparaíso. Desde la
Escuela Militar, se pone en ejecución el Plan A, que establece el estado de alerta para prevenir desbordes de la población.
Controles militares en los alrededores de La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Horacio Villalobos (Corbis via Getty Images)
6.30 horas
En Santiago, el general Augusto Pinochet está instalado en la Escuela de Telecomunicaciones, el general Gustavo Leigh en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), el general César Mendoza, que ha dado su propio golpe en Carabineros, se instala en el edificio de la institución en el centro de la ciudad, y el vicealmirante Patricio Carvajal, quien coordina la ejecución del golpe.
6.45 horas
En la br Carriel Sur de la Fuerza Aérea de Concepción, a 430 kilómetros al sur de Santiago, se alistan 12 aviones Hawker Hunter con una capacidad de tiro total de 5.600 proyectiles explosivos por minuto para emprender rumbo a la capital.
7.20 horas
El presidente Allende llama al Ministerio de Defensa pidiendo explicaciones de los movimientos de las Fuerzas Armadas. Unos minutos después, abandona su casa en la calle Tomás Moro y se dirige hacia La Moneda, acompañado de sus asesores y guardia personal. El Palacio de Gobierno ya se encuentra rodeado por las tropas rebeldes y algunos de los colaboradores del mandatario son detenidos por carabineros.
7.30 horas
El ministro de Defensa Orlando Letelier llega a su oficina y su ayudante, el coronel Sergio González, le manifiesta que ha sido depuesto de su cargo. El general Sergio Arellano lo detiene y dispone su traslado al Regimiento Tacna, convirtiéndose en el primer detenido del 11 de septiembre de 1973.
7.55 horas
El presidente Salvador Allende se dirige al país por radio Corporación, del Partido Socialista. Informa que los militares han ocupado y cortado la comunicación con Valparaíso, lo que califica como un “levantamiento en contra del Gobierno legítimo, constituido, amparado por la ley y la voluntad de los ciudadanos”. “Lo que deseo es que los trabajadores estén atentos, vigilantes, que eviten provocaciones. Como primera etapa, tenemos que ver la respuesta, espero que sea positiva, de los soldados de la patria que han jurado defender el régimen establecido”.
8.00 horas
Con Valparaíso totalmente controlado por las Fuerzas Armadas, el almirante José Toribio Merino habla por primera vez ese día y asegura que lo que está ocurriendo “no es un golpe de Estado”. “Solo se persigue el restablecimiento de un Estado de derecho. No tenemos compromiso, solo gobernarán los más capaces y honestos. Estamos formados en la escuela del civismo, del respeto a la persona humana, de la convivencia, de la justicia, del patriotismo…”.
8.20 horas
El presidente Allende vuelve a dirigirse al país con la esperanza de que la sublevación esté circunscrita solamente a la Armada y Valparaíso.
8.30 horas
Las radios de oposición transmiten en cadena la primera proclama de las Fuerzas Armadas en la que se insta a renunciar a Allende. “Las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile están unidos en iniciar la histórica y responsable misión de luchar por la liberación de la patria del yugo marxista y la restauración del orden y de la institucionalidad”, sostiene el teniente coronel Roberto Guillard. “Los trabajadores de Chile deben tener la seguridad de que las conquistas económicas y sociales que han alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo fundamental”, añadió.
9.00 horas
Comienzan a escucharse los primeros disparos de un enfrentamiento entre militares y carabineros con francotiradores instalados en los edificios públicos del sector aledaño al Palacio de Gobierno.
9.20 horas
“No lo haré”, responde tajante Allende a través de las radios Magallanes y Corporación, que lograban salir por frecuencia modulada. “Hago presente mi decisión irrevocable de seguir defendiendo a Chile en su prestigio, en su tradición, en su norma jurídica, en su Constitución”. “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente”.
10.00 horas
El teniente coronel Roberto Guillard realiza un ultimátum a través de las radios golpistas: “Si no hay rendición, La Moneda será bombardeada a las 11 de la mañana”. Media hora después, advierten que las mujeres del palacio de Gobierno tienen tres minutos para salir porque el edificio será bombardeado por la Fuerza Aérea “en tres minutos”.
10.30 horas
Salvador Allende transmite su último mensaje a través de radio Magallanes. “Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan sabiendo ustedes que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡viva el pueblo!, ¡vivan los trabajadores!”. El presidente, tras una conversación con el coronel Patricio Carvajal, congrega a quienes estaban en La Moneda y les informa que se acuerda una tregua de 10 minutos para el abandono del lugar. Sólo quedan los miembros del Grupo de Amigos Personal (GAP) y otras 25 personas, entre dirigentes y asesores cercanos.
11.00 horas
Allende
rechaza los llamados de Carvajal a la rendición y su ofrecimiento de un
avión para partir al exilio. La Guardia Presidencial de Carabineros
abandona el Palacio. Las tropas militares atacan frontalmente el Palacio
de La Moneda. El bombardeo aéreo provoca un incendio. En 16 minutos,
los aviones lanzan más de 20 bombas sobre el edificio. Dos aviones
bombardean la residencia del mandatario de calle Tomás Moro.
Soldados a favor del Golpe se refugian mientras aviones bombardean La Moneda. ENRIQUE ARACENA (ASSOCIATED PRESS)
12:00 horas
La infantería ataca el Palacio presidencial con artillería y armas pesadas.
13.00 horas
Con La Moneda en llamas y en medio del combate, Osvaldo Puccio, Fernando Flores y Daniel Vergara salen del palacio de Gobierno y se dirigen hacia el Ministerio de Defensa para conversar algunas condiciones de rendición: no más bombardeos, formación de un gobierno de civiles y respeto de las conquistas sociales. Cuando llegan, son detenidos.
13.30 horas
Allende acepta la rendición. Todos debían salir sin armas, caminando y con una bandera blanca. La última en salir es Payita, su íntima secretaria, a quien el presidente entrega el Acta de Independencia, la que minutos después será destruida por uno de los militares que la detiene.
13.40 horas
El presidente Salvador Allende se suicida con la metralleta regalada por Fidel Castro. En el Salón Independencia, del segundo piso, el general Javier Palacios, al mando del operativo, lo encuentra muerto.
14.00 horas
Palacios comunica la noticia a Carvajal: “Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto”. Carvajal, a su vez, lo informa a los generales Pinochet y Leigh: “They say that the Allende committed suicide and is dead now”.
14.20 horas
El teniente coronel Roberto Guillard informa por la radio: “Las Fuerzas Armadas y de Orden han asumido el deber moral que la Patria les impone de destituir al Gobierno que, aunque inicialmente legítimo, ha caído en la ilegitimidad flagrante, y han decidido asumir el poder por el solo lapso que las circunstancias lo exijan, apoyados en la evidencia del sentir de la gran mayoría nacional, lo cual por sí, ante Dios y ante la Historia, hace justo actuar y, por ende, las resoluciones, normas e instrucciones que se dicten para consecución de la tarea de bien común y de alto interés patriótico que se dispone a cumplir. Firmado: Junta de Gobierno de las Fuerzas Armadas, Carabineros de Chile”.
15.00 horas
Los bomberos llegan a apagar el fuego en La Moneda. La Junta Militar conmina a 95 políticos de la Unidad Popular a entregarse en el plazo de una hora en el Ministerio de Defensa. Algunos de los colaboradores y guardias personales de Allende, detenidos en La Moneda, son trasladados al regimiento Tacna. No se los vuelve a ver.
17.00 horas
Militares
retiran el cuerpo de Allende del Palacio de la Moneda, cubierto en una
manta, y lo trasladan en una ambulancia al Hospital Militar, donde se
certifica la causa de su muerte. “La causa de la muerte es la herida a
bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil.
El disparo corresponde a los llamados “de corta distancia” en medicina
legal… El disparo ha podido ser hecho por la propia persona”. El informe fue dado a conocer en 1990.
Soldados y bomberos sacan el cuerpo de Salvador Allende del palacio presidencial. Anonymous (ASSOCIATED PRESS)
18.00 horas
Se inicia el toque de queda. Una hora más tarde, los jefes de la nueva Junta Militar inician su primera reunión.
20.00 horas
En el Ministerio de Defensa se organizan las fuerzas para asegurar el control de la capital, a través de un masivo despliegue de tropas y bandos militares difundidos por la cadena oficial.
20.30 horas
Se habilita el Estadio Chile y el Estadio Nacional como campos de prisioneros. En este último se detiene a cerca de 5.600 personas,
entre ellas, más de 600 estudiantes, profesores y empleados de la
Universidad Técnica del Estado y 150 trabajadores de la fábrica textil
Sumar.
04:45
Sobrevivientes del golpe de Estado, regresan al estadio donde fueron torturadosPersonas detenidas tras el golpe de estado contra el gobierno del presidente Salvador Allende son tomadas como prisioneras en el Estadio Nacional, Santiago de Chile.Foto:AP | Vídeo:EPV
22.00 horas
El Canal 13 de televisión emite las primeras imágenes de la recién asumida Junta Militar. Frente a las cámaras toma juramento como presidente Augusto Pinochet. Se da lectura al Decreto ley N° 1 con el que se implanta el estado de sitio.
La dictadura duró 17 años. Chile reconoce a más de 40.000 víctimas y la cifra oficial es de 3.065 los muertos y desaparecidos desde 1973 a 1990. Las víctimas de desaparición forzada son 1.469. Solo 307 cuerpos o restos óseos han sido identificados.
viernes, 13 de septiembre de 2024
EA: La influencia prusiana en su formación (2/2)
Historia del Ejército Argentino, la profesionalización, segunda y última parte-
Música de fondo: "La Historia Desconocida" y "Las Guerras" (Fernando Torres).
Enrique Dick. La profesionalización en el Ejército Argentino (1899-1914). Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia. 2014
Enrique Dick y Gustavo Schiavo. La profesionalización en el Ejército Argentino (1914-1928). Buenos Aires, Círculo Militar. 2020
Robert Potash. El Ejército y la Política en la Argentina 1928-1945. De Yrigoyen a Perón. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1994.
Álvaro Barros. Indios, fronteras y seguridad interior. Buenos Aires, Solar/Hachette, 1975.
Jorge Crespo. Guía de uniformes militares. Comandantes y jefes argentinos del ejército 1865-1945. Buenos Aires, Ayer y Hoy. 2004
Guillermo Palombo. Uniformes del Ejército Argentino. Antecedentes históricos (1702-1914). Buenos Aires, Lilium. 2023
Miguel Ángel Cuarterolo. Soldados de la Memoria. Imágenes y hombres de la Guerra del Paraguay. Buenos Aires, Planeta. 2000
Miguel Ángel Cuarterolo y Abel Alexander. Soldados 1848-1927. Buenos Aires, Edivern. 2004
jueves, 12 de septiembre de 2024
GCE: Guadalajara en 1937
Guadalajara 1937
Weapons and Warfare
Fuerzas republicanas con un CV33 capturado en la batalla de Guadalajara, marzo de 1937.
El 5 de febrero, destacamentos italianos participaron en operaciones en los alrededores de la ciudad de Málaga, como parte de una nueva ofensiva nacionalista en todo el frente. Málaga fue tomada el día 8 y unidades italianas ocuparon las localidades cercanas de Nerja y Motril. Como resultado de su éxito aquí, los italianos sobreestimaron las posibilidades de una victoria rápida y decisiva y lanzaron una gran ofensiva el 8 de marzo. Dos divisiones de infantería, cada una apoyada por dos compañías de tanques, salieron al campo y descubrieron que el terreno se había convertido en una vasta extensión de barro espeso y pegajoso debido a las fuertes lluvias que cayeron la noche anterior. Esto limitó considerablemente la movilidad de los blindados italianos.
Al día siguiente, dos unidades de tanques italianos avanzaron hasta un punto a unos 30 kilómetros de Guadalajara. En diversas escaramuzas, los republicanos perdieron nueve de los 22 tanques que empleaban. Ambos bandos consumieron enormes cantidades de combustible debido a la dificultad del terreno, y el suministro de combustible a menudo se retrasaba debido a la congestión a lo largo de las rutas de suministro.
En un intento de frenar el avance italiano, los republicanos colocaron dos BT-5 a lo largo de su ruta de retirada como parte de su retaguardia, pero uno de ellos fue destruido. El 9 de marzo, los italianos habían ocupado Brihuega, pero esa misma noche, seis BT-5 prepararon una emboscada en el bosque periférico. Tan pronto como la Tercera División Italiana, apoyada por dos compañías de tanques y la compañía de vehículos blindados, comenzó su movimiento al amanecer del día siguiente, cayó en la trampa. Los tanques soviéticos dispararon sus cañones y ametralladoras casi a quemarropa. Destruyeron dos tanques y causaron muchas bajas. La empresa de vehículos blindados Lancia, que funcionaba como unidad de reconocimiento, también sufrió grandes pérdidas: al menos tres de sus vehículos fueron capturados y utilizados por el enemigo.
El avance italiano del 8-11 de marzo de 1937 en la Batalla de Guadalajara.
Al día siguiente, 11 de marzo, tres tanques lanzallamas se apresuraron a ayudar a una columna de infantería que se había topado con una serie de nidos de ametralladoras enemigas cerca de Trijueque. Un tanque fue alcanzado después de haber destruido algunas posiciones, otro volcó al salirse de la carretera y un tercero fue destruido por un proyectil antitanque. Un segundo teniente se acercó en su propio tanque en un intento de sacar a los supervivientes. Alcanzado por una bala de un BT-5, que le cortó el brazo, logró llevar su vehículo de regreso a las líneas amigas antes de morir. Otro tanque que realizaba operaciones de reconocimiento en dirección a Torjia también fue alcanzado, pero también fue puesto nuevamente en funcionamiento. Otros dos tanques fueron destruidos por disparos de 45 mm de los BT-5. Obviamente, los tanques italianos con sus ametralladoras de 8 mm no fueron rival para los BT-5 una vez que estuvieron dentro del alcance.
Luego, los italianos lanzaron un ataque combinado de blindados e infantería, pero fue detenido por la artillería pesada y las fuerzas aéreas republicanas. El 12 de marzo, Palacio Ybarra era el punto de máxima penetración hacia Guadalajara. Fue aquí donde el batallón pro republicano “Garibaldi”, formado por voluntarios italianos antifascistas, derrotó a los nacionalistas con la ayuda de dos BT-5. No muy lejos, en Los Yebenes, la 4.ª División italiana (Littorio) relevó a la 3.ª. El 13 de marzo, dos BT-5 volvieron a tender una emboscada a los italianos, aunque finalmente fueron destruidos.
El 18 de marzo, los republicanos iniciaron una contraofensiva. En preparación, habían reclutado hombres y material de otras unidades para reunir al menos 60.000 soldados y 60 tanques. Los italianos que se enfrentaban a ellos sumaban unos 30.000 hombres. Los republicanos inmediatamente trasladaron sus tanques al frente, colocando unos 40 de ellos en la zona de Brihuega. Bien apoyados por artillería y unos 80 aviones, comenzaron su ataque esa tarde. Esa noche, los republicanos volvieron a ocupar Brihuega y obligaron a los italianos a retroceder varios kilómetros. Mientras tanto, los tanques italianos permanecían inactivos por falta de combustible. Los combates cesaron en un punto muerto el 21 de marzo, a pesar de que los italianos habían avanzado unos 20 kilómetros desde sus posiciones originales del 8 de marzo.
Después de reorganizarse en Villasante, los italianos también participaron en operaciones a lo largo del Golfo de Vizcaya, una zona tenazmente controlada por las fuerzas vascas pro republicanas. Los vascos habían establecido una fuerte defensa alrededor de la ciudad de Bilbao. Los italianos atacaron el 28 de abril, iniciando una larga batalla alrededor de la ciudad. El 15 de junio, tanques italianos atacaron las posiciones defensivas vascas en un punto débil que había sido descubierto por un desertor. El 19 de junio entraron y ocuparon Bilbao, que ya había sido evacuada por sus defensores.
Limitaciones de los blindados
En general, los vehículos de combate italianos utilizados en la Guerra Civil Española se vieron perjudicados por la inferioridad de su armamento. No eran rival para los tanques enemigos más pesados, armados con armas de fuego rápido de 37 mm y 45 mm en torretas giratorias. También hubo otros problemas con el equipo; por ejemplo, los sistemas de entrada de aire de los tanques y vehículos blindados no estaban equipados con filtros adecuados para proteger a los tripulantes del polvo fino tan frecuente en el campo español. En un intento por proteger sus caras y bocas del polvo, los italianos adaptaron sus máscaras antigás para que sirvieran como protectores contra el polvo, pero fue en vano.
Los petroleros italianos en España enfrentaron condiciones radicalmente diferentes a las de la Guerra de Etiopía de 1935-36, en la que los etíopes mal equipados fueron abrumados por un ejército italiano relativamente moderno. Los italianos encontraron la situación en su contra en España, y esto se reflejó en el nivel relativamente alto de sus bajas. Aún más significativo, sin embargo, fue que el Estado Mayor italiano no logró extraer ninguna lección útil en la guerra de tanques de la experiencia española. En consecuencia, cuando Italia entró en la Segunda Guerra Mundial en 1940, sus unidades blindadas (todavía compuestas principalmente por CV 3/35, aunque pasaron a llamarse L3) se enfrentarían a tanques aún más formidables que el BT-5 o el T-26B, y los resultados en el El campo de batalla iba a ser desastroso.
miércoles, 11 de septiembre de 2024
martes, 10 de septiembre de 2024
EA: La influencia prusiana en su organización (1/2)
Enrique Dick. La profesionalización en el Ejército Argentino (1899-1914). Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia. 2014
Enrique Dick y Gustavo Schiavo. La profesionalización en el Ejército Argentino (1914-1928). Buenos Aires, Círculo Militar. 2020
Robert Potash. El Ejército y la Política en la Argentina 1928-1945. De Yrigoyen a Perón. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1994.
Álvaro Barros. Indios, fronteras y seguridad interior. Buenos Aires, Solar/Hachette, 1975.
Jorge Crespo. Guía de uniformes militares. Comandantes y jefes argentinos del ejército 1865-1945. Buenos Aires, Ayer y Hoy. 2004
Guillermo Palombo. Uniformes del Ejército Argentino. Antecedentes históricos (1702-1914). Buenos Aires, Lilium. 2023
Miguel Ángel Cuarterolo. Soldados de la Memoria. Imágenes y hombres de la Guerra del Paraguay. Buenos Aires, Planeta. 2000
Miguel Ángel Cuarterolo y Abel Alexander. Soldados 1848-1927. Buenos Aires, Edivern. 2004