¿Por qué Rosas se fue a Inglaterra después de Caseros? según el chanta de José María Rosa
Es una pregunta que he oído muchas veces; antes que nada debe decirse que Rosas no era antibritánico sino argentino, que no es lo mismo: luchó contra los ingleses cuando se metieron con nosotros, y los respetó cuando nos respetaron. No tenía motivo de inquina contra ellos después que reconocieron la victoria argentina en el tratado Southern-Arana de 1849.Con los ingleses se entendió bien; con quienes nunca pudo entenderse fue con los anglófilos. A los ingleses les pasó lo mismo. Quisieron vencer a Rosas y este contestó a la agresión con el gesto heroico de la Vuelta de Obligado.
Pero estar en guerra contra extranjeros no significa odiarlos: los ingleses eran patriotas que combatían por el engrandecimiento de su patria, y Rosas era un patriota que luchaba en defensa de la suya. Los ingleses, como los franceses, admiraron el gesto de Rosas: ellos hubieran hecho lo mismo de haber nacido argentinos. Lord Howden llegado a Buenos Aires por 1847 para hacer la paz, fue apasionado admirador de Rosas. Lo cual no quiere decir que dejara de ser muy inglés y tratase de sacar las ventajas posibles para su patria.Para el buen inglés no había cotejo posible entre Rosas y los unitarios. Aquél era un enemigo de frente, que los había vencido en buena lid, y digno de todo respeto; en cambio éstos eran agentes sin patria que necesitaba como auxiliares en la guerra, pero a los cuales despreciaba. Los pagaba, y nada más.Esta posición de los imperios con sus servidores nativos, no la pudo entender Florencio Varela cuando fue a Londres en 1848 a gestionar a Lord Aberdeen la intervención permanente británica en el Plata, el apoderamiento por Inglaterra de los ríos argentinos, y el mayor fraccionamiento administrativo de lo que quedara de la República Argentina. Fue don Florencio a Londres muy convencido de que los ingleses lo recibirían con los brazos abiertos por estas ofertas, pero Aberdeen lo echó poco menos que a empujones del despacho: le dijo claramente que Inglaterra no necesitaba el consejo de nativos para dirigir su política de expansión en América, y sabía perfectamente lo que debería tomar y cuándo podía tomarlo; que Varela se limitara a recibir el dinero inglés para su campaña en el “Comercio del Plata” en contra de la Argentina, sin considerarse autorizado por ello a alternar con quienes le pagaban.Otra cosa les ocurre a los imperialistas con los nacionalistas. Los combaten con todas las armas posibles; pero íntimamente los respetan y admiran. Es comprensible que así sea. Tampoco un nacionalista odia a un imperialista: luchará contra él hasta dar o quitar la vida en defensa de la patria chica, pero no tiene motivos personales para malquerer a quien sirve con toda buena fe el mayor engrandamiento de la suya. Ambos – imperialistas y nacionalistas – podrán ser enemigos en el campo de batalla o en la contienda política, pero se comprenden, pues a los dos los mueve la pasión del patriotismo. Este de su patria chica. Aquél de la grande. No se puede odiar aquello que se comprende. En cambio al cipayo que vende su patria, no lo comprenden ni unos ni otros. Los imperialistas lo emplean a su servicio, pero lo desprecian.Un auténtico nacionalista no es un anti: su verdadera posición es afirmativa y no negativa. En cambio un cipayo puede ser un anti: empieza, por ser antipatriota, y sigue por oponerse a todo imperialismo que no sea el de sus preferencias.En tiempos de Rosas había unitarios antibritánicos por profranceses, o antifrariceses por proingleses. Como hoy encontramos antisoviéticos, antiyanquis o antibritánicos, por ser defensores de otro imperialismo foráneo. Un verdadero argentino no entiende esas oposiciones: combatirá con uñas y dientes al imperialismo que quiera mandar en nuestra tierra, exclusivamente por ese hecho y sin llevar la lucha más allá. Así lo hizo Rosas. Luchó contra los invasores europeos en Obligado y en cien combates y luchó contra sus auxiliares nativos. Venció a aquéllos, y les tendió la mano de igual a igual una vez que se comprometieron (en los tratados en 1849 y 1850) a reconocer la plena soberanía argentina. Perdonó a éstos en sus leyes de amnistía por deber de humanidad, pero no les tendió la mano de igual a igual: fueron siempre los “salvajes” sin patria que ayudaron al extranjero.Por eso Rosas vivió sus últimos años en Inglaterra. Lo rodeaban gentes que sabían lo que era el sentimiento de patria y admiraban al Jefe de aquella pequeña nación americana que los venciera en desigual guerra. Por otra parte, Rosas no eligió el lugar de su exilio: el “Conflict” que lo llevó a Europa lo dejó en el puerto de Southampton, y allí se quedó los veinticinco años que le restaban de vida. Da la impresión de que, no siendo su patria, todo otro lugar era indiferente a ese gran criollo que fue Juan Manuel de Rosas.
Por: José María Rosa (Revisionismo Historico Argentino)
(Fotografía tomada aproximadamente en 1890) Dicen que los ojos son el espejo del alma. En la fotografía, aparece un Cacique "Toba Maskoi" con todo su atavío de guerra. Su mirada y su porte transmiten toda la fuerza y la bravura de un guerrero chaqueño. LOS TOBA MASKOI.. Los maskoy o toba-maskoy, llamados también kylyetwa iwo, toba-lengua y machicuí, toba de Paraguay, quilyilhrayrom o cabanatit, son un pueblo indígena del Chaco Boreal en Paraguay, distribuido principalmente en el departamento Alto Paraguay. Junto con los Angaité, los maskoy se autodenominan como Enenlhet. De acuerdo al Censo Indígena 1995 son 4117 individuos. De acuerdo a los resultados del III Censo Nacional de Población y Viviendas para Pueblos Indígenas de 2012 en Paraguay viven 2817 toba maskoy, de los cuales 1411 en el departamento de Alto Paraguay y 1406 en el departamento de Presidente Hayes. Su lengua (denominada enenlhet apayvoma o tova apayvoma) pertenece a la familia Lengua-Maskoy. Esta familia lingüística está conformada por 6 lenguas: Angaité (enenlhet) Guaná (vana, enlhet o kaskiha) Enlhet Enxet Sanapaná (Nenlhet) Toba-maskoy (Enenlhet) El número total de hablantes se estima en 2500 individuos. Muchos maskoy han adoptado el castellano o el plautdietsch (una variante del alemán hablada por las comunidades menonitas del Chaco Boreal). En 1987 el gobierno paraguayo (a instancias de la Conferencia Episcopal Paraguaya y otras organizaciones) expropió 30 000 hectáreas de tierra pertenecientes a la empresa Carlos Casado S. A., en la zona llamada "Riacho Mosquito", cerca de Puerto Casado, las cuales fueron entregadas en propiedad a cinco comunidades maskoy. El vicariato apostólico del Alto Paraguay asumió la administración de las tierras. En la zona de las fábricas de tanino de Puerto Victoria se ha desarrollado una lengua sincrética denominada en inglés Maskoy pidgin, formada por aportes de los idiomas: lengua, sanapaná, angaité, guana y toba-maskoy. Fuente Bibliográfica: Los pueblos Indígenas del Paraguay, José Zanardini. "La Historia del Paraguay", Diario ABC Color, Capítulo 1 Fascículo 2. RECOPILACIÓN Y RELATO: Gustavo Avalos La fotografía fue tomada a fines del siglo XlX, aproximadamente en 1890.
Armadura de un soldado francés durante la batalla de Waterloo, 1815.
Esta pieza de armadura perteneció a Antoine Fauveau, de 23 años, un coracero que luchó para el ejército de Napoleón durante la batalla de Waterloo. El acolchado de la armadura también tenía un libro pagado, que describía al difunto recluta con una “cara larga y pecosa con una frente grande, ojos azules, nariz aguileña y una boca pequeña”, según el hilo. También decía que era lechero y que estaba a punto de casarse.
Probablemente sea seguro asumir que el soldado murió al ser alcanzado por una bala de cañón. Es probable que los saqueadores se llevaran su armadura y que su cuerpo fuera arrojado a una fosa común.
La batalla de Waterloo fue la última batalla en la que participaría Napoleón Bonaparte y vio una derrota francesa. Fue el segundo día más sangriento durante las guerras napoleónicas después de Borodino. Napoleón se rendiría 4 días después.
33.000 personas murieron en la batalla de Waterloo, que duró un solo día.
En 1954 se estrena en Argentina la película La edad del amor, cuya protagonista era una cantante devenida en actriz llamada Beatriz Mariana Torres Iriarte, más conocida como Lolita Torres. Las copias de este filme deambularon por varios países de habla hispana e increíblemente por la Unión Soviética. Si alguien tuvo la desdicha de ver una película soviética de los años ‘50 comprenderá porque La edad del amor fue un éxito. Las películas soviéticas eran tragedias donde reinaba una depresión masturbatoria. Una estepa nevada, un triste trabajador cansado, un niño hambriento y mujeres grises que no tenían un solo motivo para reír. Ahí cayó Lolita, pateando puertas, cantando contenta, siempre feliz, con dos hileras de dientes y querida por todos. El pueblo ruso la amó de inmediato, por ello se estrenaron todas sus películas y se comercializaron todos sus discos. Las mujeres les decían ‘Lolita’ a sus hijas y los jóvenes soviéticos soñaban con una mujer así. Uno de sus más grandes admiradores era un joven piloto militar de Oremburgo llamado Yuri Gagarin. Cuando este se convirtió en el primer hombre en ver la tierra desde el espacio y por ende en una celebridad, Lolita supo de su existencia, pero no estaba preparada para lo que pasó luego de su proeza. En 1962 es invitada a la embajada de la Unión Soviética en Buenos Aires, allí le hacen entrega de una carta de puño y letra del mismísimo Yuri. En la misiva le expresaba toda su admiración y le solicitaba una foto autografiada. Lolita sorprendida y honrada le envía la foto solicitada y le pide lo mismo, una foto del gran héroe. La respuesta de Yuri hizo temblar las piernas de Beatriz, ‘–querida Lolita, no soy ningún héroe, soy su fan número uno’. Yuri tenía la necesidad de contarle algo que ella y el mundo ignoraban. En una segunda carta le cuenta que durante el entrenamiento que lo convirtió en cosmonauta, pasaba horas escuchando sus canciones hasta memorizarlas. Cuando en 1961 realizó el histórico vuelo que lo convirtió en el primer hombre en el espacio, esas canciones explotaban en su corazón y no pudo evitar tararearlas. Por esto aseguraba que Lolita era la primera cantante en llegar al espacio. Al año siguiente, Beatriz Mariana Torres Iriarte fue invitada al Festival de Cine de Moscú. El día de apertura, mientras respondía preguntas, se sacaba fotos y comía algún que otro canapé, ve entrar al salón a un hombre muy elegante que le parecía familiar. Yuri esquivó a todos los que querían saludarlo, abriendo un surco en el piso del salón, avanzó hasta donde estaba Lolita. Sin registrar que a su lado estaba su flamante pareja Julio César Caccia, tomó la mano de Lolita, inclinó levemente su cabeza y le dijo en perfecto castellano ‘–es un honor’. Lolita petrificada apenas pudo balbucear unas palabras, cuando el encuentro terminó, sin pensar lo que hacía, le dijo a su segundo esposo ‘–Es un churro bárbaro’. Esta nota forma parte del capítulo 'Macedonias y Miscelaneas' incluido en el libro Pequeñas Piezas de la Historia ' Por: Pequeñas piezas de la historia Podés adquirirlo en: (breminger.mercadoshops.com.ar)
“¡Señores, esto se acabó!”: la noche que Fulgencio Batista huyó de Cuba y le dejó el camino libre a Fidel Castro
Las
horas finales del dictador cubano tuvieron ribetes insólitos. La fiesta
que dio el 31 de diciembre por la noche y cómo dejó plantados a sus
invitados para escapar. La situación económica de Cuba en el momento de
la revolución. La carta del Che Guevara para romper con su primera
esposa. El rol del embajador de los Estados Unidos. Y la extorsión del
dictador dominicano Trujillo para dejar salir a Batista
Por Juan Bautista Tata Yofre || Infobae
Fulgencio Batista y su esposa, Marta Fernández Miranda
El miércoles 31 de diciembre de 1958 se desarrollaron los instantes previos a la partida del dictador cubano Fulgencio Batista,
sus familiares y sus colaboradores más íntimos. No fueron como se conto
más tarde en las películas de Hollywood. La recepción no se llevó a
cabo en un hotel-casino de lujo y no se escuchaba la estrofa”…te vas yo
no sé por qué, la vida lo quiso así” cantada por “El Guapachoso” Rolando
Laserie en su exitoso “Tenía que ser así”, aunque podía haber sido así
porque era una canción de despedida. Para millones de cubanos se iba una
época y llegaba otra. Presentían que diferente aunque no sospechaban
tan terrible, tan triste... Y ya lleva más de medio siglo.
El estrepitoso derrumbe de Batista había comenzado días antes. En el atardecer del miércoles 17 de diciembre de 1958, Earl T. Smith, el embajador de los EEUU en Cuba
entró en la residencia “Kuquine”, propiedad de Fulgencio Batista. Según
Smith, durante dos horas y media intentó convencer a Batista para que
abandonara el poder cuanto antes y facilitara la asunción de una junta
militar. Para el gobierno norteamericano Batista no tenía más nada que
proponer porque “había perdido el dominio de la situación”. En lo que se
asimilaba a una respuesta negativa, Batista contestó que el ejército se
“desintegraría” si se marchaba del país. Minutos más tarde, volviendo
sobre sus pasos, preguntó si podía establecerse en Daytona Beach, Estado de la Florida, y Smith le contestó que sería mejor, para su seguridad personal, que se pasara un año en España.
Faltaban
apenas dos semanas para que Fulgencio Batista huyera, no a los Estados
Unidos sino a la República Dominicana presidida por Rafael Trujillo,
luego a Portugal y España donde moriría en 1973. Batista no podía
permanecer más en el poder porque todo su entorno estaba viciado.
Otros, más drásticos, dirán “podrido”. Tenía un ejército casi intacto de
40.000 efectivos pero los altos mandos no querían combatir contra unos pocos cientos de guerrilleros. ¿Falta
de convicción, de voluntad, para pelear? El gobierno de Batista se
desintegraba de a poco sin que se pudiera evidenciar que la situación
económica cubana era desesperante. “A pesar de la intermitente violencia
revolucionaria, 1957 fue el año cumbre de la economía cubana. A
fines del mismo, La Habana rebosaba de actividad, alegría y optimismo”
se atrevió a decir Mario Lazo en su obra “Cuba traicionada. Una daga en
el corazón”. La inflación era baja, fluían inversiones, la balanza
comercial era favorable y La Habana era considerada una de las ciudades
más adelantadas del planeta. Cuba, con una población de 6,5 millones de
habitantes, tenía una tasa de mortalidad infantil más baja que la de Estados Unidos, Canadá y la Argentina. ¿Había pobreza, desigualdades? Claro que las había pero no en la dimensión que vendría más tarde.
Fidel Castro en su entrada a La Habana
En
materia de bienes suntuarios, en 1959, según las estadísticas de
Naciones Unidas, había una radio cada cinco habitantes; un televisor
cada 28; un teléfono cada 38 y un automóvil cada 40 habitantes. La
educación pública tenía 25 mil maestros y 3.500 la privada. Cuando el
escaso exilio cubano llegó a la Argentina se sorprendió por el grado de
ausencia de confort en que se vivía. Más aún cuando se sostenía que ese
país fuerte, que prometía, en el Sur de Sudamérica, era acaso una
potencia emergente. En Centroamérica, a manera de ponderación, se sostenía que “los cubanos son los argentinos del Caribe”.
En Buenos Aires circulaban los Packard 49 mientras La Habana estaba
atestada de los modelos más modernos de la época, hoy fieles testigos de
tiempos mejores. Entonces, el problema en Cuba era político,
institucional, y Batista se negaba a reconocerlo. Una sociedad moderna, o
que aspiraba a serlo, no podía contar con ese Presidente que, además,
era un dictador. Entonces llegó Fidel Castro, algo peor. Cuando
Cuba, en general, se dio cuenta, había cambiado un dictador por un
tirano. Así, se fueron los gringos y llegaron los bolos (rusos).
El
sábado 20 de diciembre cayó la guarnición de Palma de Soriano, sobre la
Carretera Central, casi en el medio de las ciudades de Bayamo y
Santiago. La ciudad de Cienfuegos, en la provincia de Las Villas, estaba
al alcance de las manos del Che y Camilo Cienfuegos. Todo se venía
abajo. Hugh Thomas, en su obra “Cuba, la lucha por la libertad”, agrega
que la llegada de Ernesto Guevara a Las Villas contó con la adhesión del Partido Comunista a “la causa revolucionaria”:
esto significó que los comunistas de Las Villas ya estaban en armas y
estuvieron dispuestos a apoyarlo en todo”. En el frente de Las Villas un
tren blindado cargado con soldados y pertrechos para enfrentar a
Guevara luego de negociaciones fue vendido por el coronel Hernández en
cincuenta mil pesos, pagados por Arnaldo Milián, representante
clandestino en Las Villas del PSP (comunista). Cuando el pago se
concretó, a Hernández se le permitió escapar a Miami en un monomotor
Cesna. Los jefes militares que no se rendían por la fuerza de las armas
lo hacían tras recibir sumas de dinero. El 7 de julio de 1968, hablando
sobre la revolución castrista, Juan Domingo Perón le diría a un
grupo de estudiantes argentinos en Madrid: “En Cuba los revolucionarios
luchaban contra un Ejército que era cualquier cosa menos un Ejército. Mandaban un general y le daban 10.000 dólares y entregaba todo.
Eso era jauja. En nuestros países no. En nuestros países hay una fuerza
militar organizada, que sabe luchar, que va a luchar, disciplinada,
etc. Y hasta que esa disciplina no se rompa es difícil voltear ese muro,
diremos así.”
El
24 de diciembre de 1958 tres altos jefes militares cubanos entraron en
la residencia del embajador Smith para conferenciar. El más importante
era Francisco Tabernilla Dolz, conocido por la tropa como El
Viejo Pancho, comandante en jefe de las fuerzas armadas cubanas. Durante
el diálogo Tabernilla Dolz le dijo a Smith que la situación era
gravísima y que sus soldados no querían pelear. Eso significaba que el
gobierno no podría sobrevivir mucho tiempo”. Entre el 24 y el 31 de
diciembre se realizaron innumerables alternativas para frenar la
victoria de Fidel Castro.
El embajador Smith en La Habana
Mientras se tejían toda clase de alternativas y rumores, el domingo 28 de diciembre Castro se encontró con el general Eulogio Cantillo,
con el consentimiento del general Francisco Tabernilla Dolz en las
cercanías de Palma Soriano. En esa oportunidad, Castro volvió rechazar
la idea de la formación de una Junta Militar y exigió la entrega del
poder a las fuerzas del Ejército Rebelde. Antes de despedirse Cantillo
se comprometió ante testigos a encabezar una sublevación militar el
miércoles 31 de diciembre de 1958, detener a Batista y entregar el
mando. En consecuencia Fidel mandó detener las actividades militares
para darle tiempo a Cantillo para que entrara en La Habana pero el
general rompió su palabra, le informó a Fulgencio Batista y le dio plazo
hasta el 6 de enero de 1959 para abandonar Cuba. Batista presentía su caída por eso el 29 mandó secretamente a sus hijos al exterior (EEUU)
y quemó sus papeles privados y su correspondencia. El 30 de diciembre
la columna de Ernesto “Che” Guevara tomó gran parte de la ciudad de
Santa Clara y se hizo de cuantiosos pertrechos militares. El miércoles,
31 de diciembre de 1958, como todos los años, Batista solía invitar,
mediante tarjeta RSVP, a numerosos invitados a esperar la llegada del
Año Nuevo en los salones del Cuartel de Columbia (hoy Ciudad Escolar Libertad) defendido
por un amplio murallón con torretas para soldados cada 20 metros. Esta
vez la lista de invitados no pasaba de setenta, es lo que contó el
embajador Earl E. T. Smith con precisos detalles. La atmósfera era tensa
y se podía observar que tanto el secretario privado del dueño de casa
(Andrés Domingo) y el Ministro de Estado, Gonzalo Güell, caminaban entre
las mesas aferrados a grandes sobres de papel Manila. Pocos podían
saber que adentro estaban los pasaportes. Batista se paseó entre
los presentes y saludaba a cada uno de los invitados con una palabra
agradable. Gran parte de la recepción se la pasó en el hall de entrada,
con sus íntimos, y en un cuarto adyacente donde recibía informes de la
situación que le entregaban los jefes militares. A eso de la una de la
madrugada la señora Marta Fernández Miranda de Batista abandonó
el salón anunciando que se iba a cambiar de vestido porque sentía frío.
Minutos más tarde los invitados comenzaron a abandonar la fiesta y se
despedían del dueño de casa con un “hasta mañana Presidente”, sin
sospechar la mayoría que no lo verían más. Cerca de las dos de la madrugada Fulgencio Batista renunció
y se designó un gobierno provisional presidido por Carlos Piedra, un
veterano juez de la Corte de Justicia. El general Eulogio Cantillo
Porras fue designado titular del Estado Mayor del Ejército.
Castro en su primer discurso en La Habana
Seguidamente,
Batista, su esposa, su hijo Jorge; jefes de las Fuerzas Armadas;
ministros de gobierno y jefes de la policía, sus esposas y sus hijos, se
dirigieron al aeropuerto militar de Columbia, en cuya pista esperaban
tres aviones DC-4 del Ejército de Cuba, conducidos por pilotos de Cubana
de Aviación. Los pilotos no sabían a quiénes esperaban, ni su misión,
hasta que vieron llegar la caravana de unos 30 automóviles con el ex
presidente a la cabeza. Fulgencio Batista no estaba en condiciones de
decidir quiénes serían algunos de los “elegidos” a huir. Esa tarea,
según se cuenta, la cumplió el coronel Orlando Piedra Negueruela. Luego
de gritar “Señores, ¡esto se acabó!” el temible jefe policial de
Batista hizo subir, entre otros, a los jefes más duros de la represión
batistiana…sin contar los que ya estaban ya dentro. Los motores de los
aviones casi no dejaban escuchar. La Operación Fuga terminaba, mientras
que en las inmediaciones de la pista decenas de hombres se enfrentaban a
un incierto destino. Por ejemplo, José Castaño Quevedo, el segundo de
Mariano Faget (jefe de la represión anticomunista), no alcanzó a escapar
y fue fusilado por el Che Guevara en la fortaleza de La Cabaña.
Los pilotos no sabían cuál era el plan de vuelo, recién lo conocieron
cuando estuvieron en el aire. Uno de los aviones transportó a Batista,
su esposa y su hijo, el Ministro de Estado Güell y su esposa, el doctor
Rivero Agüero, el coronel Piedra y otros funcionarios. Batista se tuvo
que contentar con aterrizar en Ciudad Trujillo, República Dominicana.
Los otros dos aviones salieron con el gobernador de La Habana, Francisco
“Panchín” Batista Zaldívar, hermano del presidente, y demás
colaboradores íntimos. Todo fue tan poco planificado que el embajador play boy dominicano Porfirio Rubirosa,
yerno de Trujillo, le contó a Smith que su gobierno desconocía el
destino de Batista. Fue como un “aquí estoy”. A las 8 de la mañana
Ranfis Trujillo, primogénito de El Benefactor dominicano, recibió a los
fugados en la Base Militar San Isidro. La caravana de la derrota estaba
compuesta por el ex presidente, sus familiares, su servicio doméstico,
generales, almirantes, embajadores, agentes policiales. Fueron llevados a
la embajada cubana donde Batista habló telefónicamente con Leónidas R.
Trujillo. Poco después el grupo se dividió. Unos fueron al Palacio
Presidencial, otros al Hotel Jaragua, los más a modestos hoteles. Los
Batista y sus 25 valijas, más sus empleadas domésticas, estuvieron dos
semanas en el Palacio Presidencial. El Presidente Trujillo estaba indignado con Batista.
Le dijo a su ayuda de cámara: “Este tipo le ha regalado el país a los
fidelistas. Ahora tenemos el costado abierto al ataque directo. Por eso
no me contesto la oferta de apoyo por aire, mar y tierra que le llevó
(el general Arturo) Espaillat. Llama a Ranfis y averigua con él si
Johnny Abbes García (jefe del Servicio de Inteligencia de Trujillo)
había sido dejado abandonado por Batista en La Habana.” Después de
confirmarlo, Trujillo no le perdonó el haberlo dejado abandonado en
Cuba. Abbes García portaba papeles muy secretos de la intimidad trujillista y finalmente pudo escapar de las fuerzas castristas.
El
ex Secretario de Prensa del dictador cubano, Enrique Porras, detallo
que Batista le debía dinero a Trujillo por compras previas de
armamentos, que debió abonar antes de salir de República Dominicana: 600.000
dólares de armamentos; 800.000 dólares por pago pendiente al traficante
de armas americano y 2.500.000 de dólares para dejarlo salir de Santo
Domingo. Después de pagar dichas cantidades, Trujillo exigió un millón
más, lo que retrasó en 24 horas su salida de la isla mientras conseguía
la cantidad reclamada.
Carlos Argentino con el clarinete acompañado por Celia Cruz
En
los primeros instantes del 1° de enero de 1959, a unos kilómetros del
Cuartel de Columbia, el clima del Nuevo Año era diferente. Otros aires
se respiraban en la residencia y el jardín del presidente del Tribunal
de Cuentas. Mujeres de largo, algunos hombres con smoking de saco piel
de tiburón, otros de traje blanco… nada de guayaberas. Un muy moderno
equipo de sonido vibraba a todo volumen obligando a varias parejas a
formar un trencito que se mecía. Desde la calle se escuchaba la voz de un argentino que recitaba, acompañado por unos fabulosos instrumentos de viento y un coro:
“Lola con tu indiferencia a mí corazón lo vas a matar
Sabes muy bien que se está muriendo por ti.
Sin tu querer sé que dejará de latir
Lola, ay Lolita Lola, conmigo vas a acabar.”
Era el tema “Ave María Lola” de La Sonora Matancera, con la voz de Israel Vitensztein Vurm, más conocido como Carlos Argentino, el Rey de la Pachanga, un
muchacho nacido en el lejano barrio de La Paternal, Buenos Aires, e
hincha del club del fútbol Argentinos Juniors. Bien entrada la
madrugada, mientras la fiesta alcanzaba su mayor nivel una persona del
servicio doméstico se acercó al dueño de casa para decirle que tenía un
llamado telefónico. El titular del Tribunal de Cuentas escuchó que le
decían: “Batista se fue del país”. Cuando colgó, incrédulo,
comentó a los presentes el mensaje que le habían dado y se sumergió
nuevamente en la pista de baile. Algunos de los invitados que estaban un
poco más sobrios se abalanzaron sobre el teléfono, se comunicaron con
otras fuentes, y confirmaron que la noticia era cierta. A partir de ese
instante se produjo una fenomenal corrida en la que se pisaban unos a otros intentando salir de la residencia,
apurados por dirigirse a sus automóviles. No muy lejos de allí, en la
residencia del embajador de Brasil, Vasco y Virginia Leitao da Cunha
celebraban el Año Nuevo junto con algunos colaboradores y su asilada
Juana de la Caridad “Juanita” Castro Ruz, hermana menor de Fidel y Raúl.
Tal como cuenta en “Mis hermanos” bien pasada la medianoche se
escucharon fuertes golpes en la puerta de la casa al tiempo que un
hombre del otro lado gritaba: “¡Ábranme la puerta, por favor. Ábranla!”.
Los dueños de casa fueron a recibir al desesperado visitante. Al verlo,
la esposa del embajador exclamó: “Otto, por Dios. ¿Qué sucede que has
llegado en estas condiciones”.
--”Oficialmente, les estoy pidiendo asilo, mi vida corre peligro”. Quien hablaba sobresaltado era Otto Meruelos, el Ministro de Información de Fulgencio Batista.
--”¿Asilo político? ¿Tú? ¿Acaso Batista se te ha volteado en contra y quiere matarte?”
--
“Vasco, Virginia: peor que eso ¡El presidente Batista se despidió hace
unos minutos del país y se ha marchado al extranjero! Los rebeldes han
tomado prácticamente todo el territorio y es cuestión de días que entren
en La Habana. Batista se ha marchado al exilio, sin darnos indicio
alguno, y nos ha dejado colgados. Mi vida está en peligro.”
Camilo Cienfuegos y Fidel Castro
Así
fue como la hermana de Fidel Castro Ruz se enteró del colapso del
gobierno de Fulgencio Batista. Esa noche parecía que se acercaba la
felicidad para “Juanita”. No duró demasiado, en menos de un lustro huiría de Cuba.
De la Cuba gobernada por sus hermanos y el Che Guevara, a quien
detestaba. Consideraba que se habían traicionado los ideales de la
revolución. Juana de la Caridad Castro Ruz se sintió estafada. En
realidad, a contramano de toda la parafernalia histórica del castrismo,
repetida hasta el cansancio una y mil veces, la toma del poder por el
comunismo en Cuba fue una de las experiencias más exitosas del Partido
Socialista Popular (PSP) cubano. Socialista se decía pero en realidad
era comunista. La operación no se imaginó en 1959, venía de antes. No
fue el producto del “vacío” creado por el gobierno norteamericano,
aunque la insensatez estadounidense le tendió una alfombra roja.
El
comandante Fidel Castro pasó la noche del 31 de diciembre de 1958 en un
ingenio azucarero cercano a Palma Soriano, provincia de Oriente,
acompañado por Celia Sánchez Manduley (a) Norma y algunos de sus
comandantes y se enteró de que el dictador había huido, durante la madrugada, escuchando la radio. Coincidentemente,
a pocas cuadras del comando de Castro se encontraba el actor Errol
Flynn rodando una película. En la mañana del 1° de enero de 1959, Fidel
Castro lanzó una proclama por Radio Rebelde desconociendo al gobierno
provisorio del doctor Piedra y llamó a una huelga general para el día
siguiente. Al mismo tiempo ordenó a los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara de la Serna avanzar sobre La Habana
y apoderarse del Cuartel Columbia y la Fortaleza de San Carlos de la
Cabaña. Raúl Castro se hizo cargo del mando militar en Santiago. Él se
reservó el cargo de Comandante en Jefe del Ejército. Los comandantes
Cienfuegos y Guevara del MR-26 de Julio arribaron a La Habana la tarde
del viernes 2 de enero de 1959, el mismo día que Fidel Castro y su
columna entraba en Santiago, la segunda ciudad más importante de Cuba,
rodeado por una adhesión popular enorme. Desde allí nombró a Manuel
Urrutia Lleó presidente provisional de Cuba y declaró a Santiago la
capital provisional del país. Lejos de las formalidades, Castro comenzó a
gobernar, inicialmente con un claro objetivo: destruir todo aquello que
ligaba con “el viejo orden” y, como dijo en su primer discurso, “la
revolución empieza ahora”. Urrutia sólo pudo designar en su gabinete al
Ministro de Justicia porque todos los demás se los nombró Castro. Con
las primeras luces del 3 de enero Guevara se hizo cargo de La Cabaña, un
antiguo fuerte que dominaba el puerto de La Habana, que pasaría a
convertirse en el símbolo atroz de la represión castrista. Sus
efectivos, rendidos previamente a los guerrilleros del 26 de Julio, lo
esperaban en formación castrense. Guevara les dirigió unas palabras y los humilló calificándolos de “ejército colonial”
que sólo le podían enseñar a sus milicianos a marchar mientras éstos
podían enseñarles a “combatir”. Jon Lee Anderson en su libro “Che
Guevara, una vida revolucionaria” observa que La Cabaña era un destino
militar modesto para Guevara y explica que Fidel Castro lo quiso así
para no exponerlo porque para los batistianos, sus seguidores y
Washington era un “comunista internacional” y no quería tener problemas
antes de asirse del poder.
A
través de la Carretera Central, Fidel Castro encabezó durante cinco
días una larga marcha desde Santiago hacia la ciudad de La Habana en la
que fue aclamado por las multitudes de todos los pueblos de las
provincias Oriente, Camagüey, Las Villas, Matanzas y La Habana. Todo
seguido atentamente por la televisión nacional. Después de Venezuela, el miércoles 7 de enero de 1959 el gobierno de los EEUU reconoció al gobierno revolucionario de Urrutia Lleó.
Tres días más tarde el gobierno soviético –que no tenía embajada en La
Habana-- también lo reconoció. Ese mismo día, Castro ya se encontraba en
la provincia de Matanzas y el primer periodista televisivo extranjero
que pudo entrevistarlo fue el director del noticiero de Televisa, Jacobo
Zabludovsky, quien seis meses antes había hecho lo mismo con Fulgencio
Batista y éste le dijo que todos los guerrilleros habían muerto.
Fidel Castro sobre un tanque capturado al ejército en La Habana
Fidel
Castro entró en La Habana a bordo de un tanque y luego en un jeep
militar recorrió el Malecón y las principales avenidas de la ciudad. Más
tarde habló a una multitud que deliraba en el cuartel militar de
Columbia. En un momento lo miró al comandante Cienfuegos y le preguntó
en voz alta: “¿Lo hago bien Camilo?” En un momento de su agotadora
jornada del jueves 8 de enero de 1959, el comandante Ernesto “Che”
Guevara tomo una hoja impresa con los títulos de “República de Cuba”,
más abajo “Ministerio de Defensa Nacional. Ejército” y comenzó a
escribir una carta de despedida (cuya copia tengo en mi archivo) que
decía así:
“Querida Hilda:
La
magnitud de cosas que había que resolver me impidió escribirte antes y
lo hago hoy, día de la entrada de Fidel que ha volcado sobre él La
Habana entera.
Podría
escribirte muy largo sobre todo lo que pasa por mi cabeza luego de una
lucha tan ardiente que llega a su primera etapa hoy, empezando ya la
segunda. Te interesará mucho todo esto, ya lo sé, pero el problema
personal que hay entre nosotros hace que me vea obligado a hablar de
ello.
Tú siempre ignoraste mi resolución de acabar nuestras relaciones
pero eso estaba firme en mi espíritu y nunca me consideré ligado a ti
después de la salida del “Granma”; ése era nuestro acuerdo.
Ahora llegamos al punto de conflicto: considerándome libre establecí relaciones con una muchacha cubana y vivo con ella a la espera de poder formalizar nuestra situación.
Tu presencia aquí no traerá más que conflictos y problemas personales para mí.
Quiero
que comprendas que siempre traté de herirte lo menos posible, respeté
todo lo que me permitían las circunstancias nuestro pacto y públicamente
ser mi mujer, quisiera que la retribución tuya y un divorcio sencillo, sin publicidad.
Te
diré que lo que más quiero en este momento es ver a Hildita. Veré si
puedo darme un viaje por Perú cuando cese el” (incomprensible) “de
reconstrucción que hay” (incomprensible).
Hilda. No quiero escribir más las palabras huelgan. Te abraza con todo el cariño de compañero y padre de nuestra hija.”
Ernesto.
Ernesto Guevara recibe a sus padres el 9 de enero de 1959
Al día siguiente de escribir la carta, el viernes 9 de enero de 1959, el argentino comandante Ernesto Guevara será declarado “ciudadano nativo” de Cuba. El
mismo día, en un avión de Cubana de Aviación fletado por Camilo
Cienfuegos arribaron a La Habana, Ernesto y Celia, sus padres,
acompañados por Celia hija y su hermano Juan Martín. También llegaron
varios cubanos exiliados en Buenos Aires y su amigo Jorge Masetti, a quien se le encargaría fundar la agencia noticiosa Prensa Latina y que cuatro años más tarde intentaría invadir Orán, Salta, con soldados cubanos.
Guevara ya convivía con Aleida March cuando marcharon juntos hacia La
Habana el 2 de enero de 1959. El 22 de mayo de 1959 logró su divorcio de
Gadea y el 2 de junio, a punto de cumplir treinta y un años, se casó
con Aleida. La fiesta de casamiento se llevó a cabo en la casa del jefe
de su escolta Juan Alberto Castellanos Villamar (cubano, integrante del
Ejército Guerrillero del Pueblo que lideró Jorge Massetti y que asoló la
Argentina a través de Salta) y asistieron, entre otros, Efigenio
Ameijeiras, jefe de la Policía Nacional Revolucionaria; Raúl Castro y su
esposa Vilma Espín; Harry Villegas Tamayo (a) Pombo (que lo seguiría
más tarde al Congo y a Bolivia) y Celia Sánchez Manduley, amiga íntima
de Fidel Castro. Diez días más tarde iniciaba un largo viaje que lo
llevaría a Italia, Egipto, Yugoslavia, Cercano Oriente, India, Indonesia
y Japón, con el objetivo de abrir y ampliar nuevos mercados para el
azúcar cubano. En El Cairo inició secretamente negociaciones con la URSS, acuerdo que sería anunciado al año siguiente con la visita de Anastas A. Mikoyan.